A bordo de un yate que pronto veremos hundirse un grupo de ricos toman unas copas, ajenos al peligro, mientras discuten en torno a la caza. Uno sostiene que al animal de la jungla que mata solo por sobrevivir lo llaman salvaje y al hombre que mata por deporte lo llaman civilizado, «¿no es eso una contradicción?» concluye pensativo. Entonces toma la palabra un apuesto y célebre cazador americano —que se convertirá en el protagonista de la historia— y le replica que es también un deporte para el animal, pues según su experiencia reciente con un tigre se crea un vínculo íntimo entre ambos: «No me odiaba por acecharle, ni yo tampoco a él por intentar darme caza. Es más, nos admirábamos mutuamente…». A lo que le interrumpe el primero preguntándole si acaso estaría dispuesto a cambiar los papeles, pero el americano le explica ufano que «eso es algo que jamás tendré que decidir. Este mundo se divide en dos tipos de seres: el cazador y la presa. Y por suerte yo soy cazador». Es entonces cuando el barco se va a pique y llegan los tiburones a zanjar la controversia aclarando algunos puntos acerca del deporte, la admiración mutua y la levedad del ser. Como las calamidades nunca vienen solas, nuestro héroe apenas tendrá tiempo para asimilar ninguna enseñanza pues si bien logra alcanzar la orilla de una isla, allí se encontrará con un solitario conde que practica cacerías humanas… y él será el siguiente.
Así comenzaba un clásico de 1932 llamado El malvado Zaroff, planteando los temas fundamentales en torno al depredador y la presa, el vínculo tan especial que se crea entre ambos y, muy especialmente, la paradoja del cazador cazado, sobre la que el cine volvería desde entonces una y otra vez. La primera al año siguiente con King Kong (para la que se emplearon los mismos decorados, por cierto) y la más reciente el estreno esta semana entrante de una nueva versión de Predator, aquella memorable cinta de acción ochentera que según cierta encuesta el ochenta por ciento de los hombres considera mejor que el matrimonio. Seguramente no estará a la altura de la original, pero al menos nos servirá de excusa para repasar a continuación las mejores escenas en torno a la cacería en la que los humanos son los depredadores, las presas o ambos a la vez. Voten su favorita o añadan algún otro ejemplo si lo desean.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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Mogambo
Este triángulo amoroso que John Ford ambientó en África tuvo durante su rodaje una historia paralela al menos tan interesante como la que se ve en pantalla. Clark Gable y Grace Kelly mantuvieron una relación durante varios meses, mientras que por su parte Ava Gardner andaba con Frank Sinatra en un romance con altibajos que incluyó durante ese periodo un aborto a espaldas de su pareja. Pero respecto a aquello que nos cuenta la película hay dos escenas cruciales que definen las relaciones entre los personajes, y en ambas un bicho peligroso sirve de catalizador para que la chica se eche en brazos del galán. Esta es la primera, en la que se inicia la relación que más química tiene, aquella que intuimos que terminará echando raíces. Más adelante llega Grace Kelly, se pierde en la selva, cae en una trampa, es salvada en el último momento y para culminar tantas emociones fuertes protagoniza un flirteo con Clark Gable ante la mirada despechada de la mujer que había llegado antes.
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¡Hatari!
Una década después otro habitual del wéstern, Howard Hawks, quiso contar con Gable para un papel parecido al anterior, pero la falta de un acuerdo económico impidió finalmente su participación, que de todas formas no hubiera sido posible porque el actor se murió doce días antes de que comenzara este rodaje. La cinta no es una obra maestra ni mucho menos, pero cuenta con tres elementos destacables. El primero es una banda sonora compuesta por Mancini que contiene una de las melodías más famosas de todos los tiempos, de esas que hemos escuchado un millón de veces aunque no la identifiquemos por su nombre. El segundo es la presencia de una actriz francesa no muy conocida, Michèle Girardon, de una belleza fascinante aunque lamentablemente se suicidó un tiempo después. Y por último están las escenas de caza como la que abre la película, con John Wayne intentando echarle el lazo a un rinoceronte.
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El mundo perdido: Jurassic Park
Según afirmó el guionista en la trama de esta segunda parte de la saga tuvo una gran influencia la mencionada ¡Hatari!, a la que además Spielberg rindió un claro homenaje durante esta batida por dinosaurios con motoristas temerarios y cazadores curtidos por la vida.
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Soy leyenda
Por motivos que se me escapan películas unos cuantos años posteriores a Parque Jurásico y la citada secuela muestran una calidad en la animación por ordenador bastante inferior a ellas. Aquí tenemos un ejemplo notable, especialmente con esos leones del final más falsos que si se hubieran dibujado con tiza. En cualquier caso la escena en conjunto es espectacular, trasladando la jungla y sus fieras al corazón mismo de la civilización.
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Bailando con lobos
Dado que como espectadores ya estamos hastiados a esos movimientos tan inverosímilmente fluidos de las criaturas hechas con efectos digitales, se agradece ver estampidas reales y búfalos de carne y hueso como el que amenaza con embestir a la chica. ¿Pero cómo lograr rodar escenas así? Según explicó en su día el coproductor de la película, ese animal en concreto estaba amaestrado para correr en dirección a galletas Oreo. Con ese dato en mente ahora el momento impresiona un poco menos, bien es verdad.
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Los demonios de la noche
Los llamados «Devoradores de hombres de Tsavo» hicieron de los humanos su alimento predilecto hasta el punto de poner en un aprieto la construcción del ferrocarril entre Kenia y Uganda. El coronel e ingeniero John H. Patterson fue el encargado de darles caza y por lo que contó en sus memorias la aventura estuvo repleta de esa clase de recursos empleados en el cine para incrementar la tensión, como armas que se encasquillan en el momento más inoportuno y fieras aparentemente invulnerables a las balas hasta caer abatidas casi a los pies del protagonista. Semejante material pedía a gritos ser adaptado por Hollywood, así que aquí tenemos una de las escenas culminantes.
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El último cazador
Hay estudios que señalan que los muebles de Ikea tienen un mayor valor para sus propietarios que otros precisamente por las horas que se dedicaron a su montaje, igual que a un hijo por tonto que salga se le acaba queriendo aunque solo sea por la cantidad de tiempo y esfuerzo invertido en él. Algo parecido ocurre en la relación entre el cazador y su presa y esta película es un buen ejemplo de ello. Vemos a Willem Dafoe sufrir toda clase de adversidades, alterando dramáticamente las vidas del pueblo al que acude en lo que inicialmente solo parecía un encargo más y cuando por fin tiene a tiro aquello que tanto tiempo anhelaba parece que le flaquean las fuerzas. Ese extinto tigre de Tasmania adquiere un nuevo valor simbólico a sus ojos y dota así de un significado profundo a una película que está bastante bien.
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Dersu Uzala
Vladímir Arséniev fue un soldado ruso nacido en la segunda mitad del siglo XIX que tuvo oportunidad de entablar una larga amistad con un peculiar cazador nómada siberiano. Sobre él escribió un libro que tiempo después adaptó al cine Akira Kurosawa, por la que obtuvo un Óscar. Esta escena en concreto nos muestra su habilidad para leer el entorno y detectar las pistas que le permitan sobrevivir en un ambiente tan hostil como la taiga.
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Apocalypto
Toda la película es en conjunto una persecución trepidante, donde las tribus de cazadores-recolectores pasan de perseguir animales a ser ellos la presa para el imperio que los sojuzgaba antes de que llegaran los españoles.
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Acorralado
Sería curioso un crossover que enfrentase a los dos anteriores con John Rambo. Puede que ellos hayan pasado más tiempo viviendo respectivamente en la taiga y la selva amazónica, pero aquí estamos ante un hombre entrenado para ignorar el dolor, las condiciones climatológicas, vivir de lo que da la tierra, comer cosas que harían vomitar a una cabra. Un cazador implacable que en el momento en que él pasa a ser el perseguido muy pronto es capaz de darle la vuelta a las tornas.
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El hombre atrapado
Tras huir a Estados Unidos en los años treinta viendo el cariz que estaban tomando los acontecimientos en Alemania, Fritz Lang sintió interés por narraciones en torno a la irracionalidad de las masas linchadoras como en la magnífica Furia y, en definitiva, por la caza del hombre, pues Man Hunt es como originalmente se titulaba esta otra película. El argumento gira en torno a un cazador que tiene en su punto de mira al mismísimo Hitler y desde ese momento los acontecimientos se precipitan para hacer de él el objetivo a perseguir por la Gestapo.
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La caza
Si antes mencionábamos Furia, aquí tenemos desde Dinamarca a su mejor sucesora. Debido a un malentendido el empleado de una guardería es acusado erróneamente de abusar de una niña. La bola de nieve crece y la indignación de los padres y vecinos adquiere la forma de ira justiciera, mientras el sistema judicial sigue a su ritmo, insuficientemente rápido para aplacarla. La hostilidad ambiental se vuelve asfixiante en torno a alguien cuya soledad e indefensión sirve, precisamente, para alimentarla, pues así funcionan las turbas. El protagonista tiene la caza como una de sus aficiones, de manera que el paralelismo con él convertido en presa queda trazado con nitidez, como podemos ver en esta escena.
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El diablo sobre ruedas
De nuevo una trama en torno a una cacería humana, aunque en este caso varíen los métodos y el depredador sea un viejo camión que poco a poco y tal como señala el mismo título va adquiriendo una dimensión casi sobrenatural. El estilo con el que fue rodada resulta claramente inspirado en Hitchcock, alguien por cierto bastante versado en torno a esta idea que estamos abordando. Aquí pueden leer un análisis detallado sobre la misma.
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Moby Dick
Las reglas de enfrentamiento puede ser algo distintas cuando desplazamos la acción al agua, pero se conserva lo fundamental. Con permiso de Sharktopus vs Pteracuda ha habido tres historias en torno a un duelo en el mar entre depredador y presa donde no queda claro quién es quién. Una es El viejo y el mar, la otra es Tiburón y por delante de ellas, como gran pionera, la obsesiva persecución del cachalote blanco por parte del capitán Ahab que acabará arrastrándolo a la perdición.
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Enemigo a las puertas
La batalla de Stalingrado fue una colosal masacre de unos dos millones de personas que cambió el curso de la guerra. Situar en ese contexto un enfrentamiento entre dos francotiradores de élite, combinando así la pequeña historia personal con un gran acontecimiento histórico, es un recurso narrativo frecuente que suele dar buenos resultados, como es el caso. Aunque la veracidad del duelo es objeto de controversia, al menos Vasily Zaytsev sí existió realmente, un campesino de los Urales que descubrió en la guerra que cazar humanos no era muy diferente de hacerlo con lobos y ciervos. Esta escena con la que concluimos es la que da a conocer su talento y sirve de detonante de la historia.
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Pingback: ¿Cuál es la mejor escena del cine sobre cazadores y presas? – El Sol Revista de Prensa
… la encuesta está claramente sesgada con las fotos intercaladas de Moby Dick que, por supuesto, tiene mi voto.
«La cinta no es una obra maestra ni mucho menos, pero cuenta con tres elementos destacables.»
Hay como un menosprecio hacia Hatari, este magnífico film de Hawks que, si no es una obra maestra en su género, se le aproxima mucho. Y por supuesto, además de la genial partitura de Mancini, los elementos destacables son muchos más que esos dos que ha propuesto usted aunque le doy la razón en lo que atañe a las escenas de caza; la apertura de la película, con esa larguísima secuencia que desemboca en la de los títulos de crédito, ambas aderezadas por una de las mejores bandas sonoras adaptadas al film que las contiene que recuerdo… En fin, no voy a extenderme más sobre las bondades de esta obra, solo echaría de menos en ella que los Clark Gable y Ava Gardner de Mogambo, hubieran estado en lugar de Wayne y Martinelli. Quizá entonces se hubiera considerado este film, más de lo que ya se consideró y se considera en algunos ámbitos.
Para gustos, colores, pero discrepo de la valoración sobre Hatari. En mi opinión, es una de las mejores películas de la lista, y sus «elementos destacables» son muchos más que los que se citan.
Caza y no poneis Tiburon? Pero que me Quentin Tarantino??????
Predator, la primera.
«The green room» delicioso relato sobre la violencia.con cacería humana incluida.
Alien. El desenlace de la teniente Ripley librándose del depredador que eliminó a su tripulación es simplemente glorioso.
La escena de la caza del ciervo en «El cazador». Por la fotografía de toda la escena y por el mejor desenlace posible que podía tener la misma. Ok.
En la escena de Bailando con lobos contra quien arremete el Bisonte no es una chica por muy largo que lleve el pelo.
Recuerdo la película que protagonizó y dirigió el actor Cornel Wilde llamada » La presa desnuda » y la blaxploitation llamada » La bestia debe de morir » y la película
española » Poppers».
Todas geniales. Y estoy de acuerdo con Alicia56 y ese final de Alien, es asfixiante y memorable.
Depredador, la de Arnold, y el enfrentamiento final usando tácticas de caza.
«La presa», de Walter Hill, toda ella.
De cuando aún se hacía cine viril.
coincido con que la escena del ciervo de the deer hunter es conmovedora.
Otra película magistral sobre caza, white hunter, black heart.