No tiene redes sociales y fuera de las publicaciones científicas no se habla mucho de sus investigaciones, pero es la responsable de que Obama cambiase la ley que negaba el derecho al aborto a los voluntarios estadounidenses en misiones de paz. Angel Foster ha trabajado en todos los continentes intentando extender los derechos reproductivos y la educación sexual en los países que más lo necesitan, donde más restringidos están los derechos de la mujer. Recientemente, presentó en España el último libro que ha coordinado, Abortion Pills, Test Tube Babies, and Sex Toys: Emerging Sexual and Reproductive Technologies in the Middle East and North Africa en el marco del World Congress for Middle Eastern Studies (Wocmes) que organizó la Fundación Tres Culturas en Sevilla.
Estudió Historia de Oriente Medio y Medicina.
Empecé por Relaciones Internacionales y Biología, me dijeron que era demasiado, que cambiaría de opinión, pero con Biología en Stanford luego pude graduarme en Medicina y me especialicé en Oriente Medio.
Y uno de sus campos de estudio más importantes es el aborto.
He hecho trabajos sobre el aborto en muchos países. Oriente Medio, norte de África, sur de Asia. Hace poco hice un proyecto sobre Polonia y otro sobre Albania. Estudio muchos lugares distintos, en muchos de ellos el aborto es ilegal; sin embargo, donde más me cuesta estudiar el aborto es en Estados Unidos, quizá porque no se trata como un tema de salud, sino como algo social, moral o religioso. Aunque el aborto sea legal en Estados Unidos, hay tanta política involucrada, tantas protestas, tan poco discurso civil, que dificulta mucho investigarlo.
Un ejemplo: doy muchas charlas en facultades de Medicina. En una de estas, que ni siquiera era sobre el aborto, hablé de la píldora del día después. Cuando me presentaron, el moderador le dijo al público: «Solo quiero recordaros que hay que ser civilizados, no le tiréis nada a la invitada». Doy conferencias en todo el mundo y jamás me ha pasado algo así en otro país.
En cada trabajo que presentamos nos insultan. Hace poco, por una publicación en una revista científica, en un medio pusieron la foto de todos los que habíamos trabajado en el estudio y titulaban «los listillos». De nuevo, este tipo de respuestas no la he visto jamás en otro país en los que he trabajado. Y eso que yo tengo un perfil bajo en las redes sociales, porque ahora mismo en Estados Unidos hay una combinación de islamofobia y sentimiento anti Oriente Medio que me expondría aún más. Y súmale un presidente antiabortista que se está rodeando de este tipo de movimientos, que ha nombrado a Brett Kavanaugh, un antiabortista declarado, como juez de la Corte Suprema. Para mis estudios, en estos momentos Estados Unidos es un entorno muy negativo.
Y crecí en Estados Unidos, en Portland. Estudié al lado de Boston. Pero no conozco en mi entorno ni una sola persona que haya votado a Trump. Nadie de mi familia, ni de mis amigos, ni mis colegas de trabajo, ni mi barrio, ni en ningún condado de Massachusetts han votado por él. Vivo en una burbuja y cuando salgo fuera me doy cuenta de cómo es la realidad.
¿Mejor Canadá?
Canadá no tiene ninguna ley federal que restrinja el aborto. Desde 1988 hay regulaciones por provincias, limitaciones al acceso, pero es un entorno completamente distinto. Aparte, el aborto está considerado una necesidad médica. Está integrado en el sistema de salud. Ahora mismo, el gobierno de Trudeau ha hecho un gran esfuerzo para impulsar los derechos de reproducción sexual. En el Día de la mujer de 2017 anunciaron un paquete de medidas específicamente para salud sexual. Trudeau escribió en The Lancet un artículo que reivindicaba el liderazgo de Canadá en la salud internacional con una política de ayudas con objetivos feministas y de género. Es sorprendente que un gobierno haga un esfuerzo tan grande en ese área.
¿Cómo se encuentra el derecho al aborto en los países exsocialistas?
Uno de mis estudiantes hizo un trabajo recientemente en Albania. Los países exsocialistas y del este de Europa tienen una historia muy interesante en salud reproductiva. Durante años, en ellos, el método principal de planificación familiar no eran las píldoras, sino el aborto. Los anticonceptivos eran difíciles de conseguir, pero el aborto se hacía con frecuencia. Cuando estuve en la Universidad de Medicina de Boston teníamos emigrantes rusos y les hacíamos entrevistas. Hablaban muy abiertamente de que tenían un historial de diez o doce abortos por mujer. Como no había píldoras, esta era la manera. Es alucinante que se haya usado el aborto como primer método de contracepción. De hecho había menos estigma alrededor del aborto que en la contracepción, lo cual me parece fascinante.
Hace años, un famoso demógrafo dijo que la estrategia más costosa, pero más efectiva a largo plazo para la regulación de la natalidad son los condones y el aborto. Ellos utilizaban las dos cosas. Si no hay estigma y las mujeres lo hacen a tiempo y con seguridad, ¿cuál es el problema en tener seis o siete abortos? Incluso diez. Suena como mucho, pero porque tenemos una percepción del aborto muy distinta. A largo plazo, si así puedes regular tener dos o tres hijos en toda tu vida y controlar todo lo demás… Es lo que pasó en estos países. El único problema era que las técnicas que se usaban entonces podían dañar la fertilidad. Ahora mismo en Albania se usa seis veces más que en el resto de Europa. El uso de anticonceptivos es bastante bajo.
En Polonia, cuando las leyes del aborto se liberaron, en los cincuenta y sesenta recibieron un turismo abortivo. La gente viajaba allí a hacerse abortos seguros. Ahora mismo, sin embargo, con el papel que juega la Iglesia en Polonia, todo ha cambiado. El experto con el que trabajo sostiene que la Iglesia podría tener diferentes puntos de vista para abordar el aborto, pero teológicamente tienen una postura inamovible y dominante que es la que están adoptando los políticos. En el islam, por ejemplo, hay muchas maneras de ver el aborto. También con los anticonceptivos. Hay formas de que sean teológicamente permisibles, siempre y cuando no sean algo permanente y la mujer pueda volver a quedarse embarazada.
Donde los abortos han sido ilegales la percepción que se tiene es completamente distinta.
Claro, en sitios pobres sin sistema de salud en condiciones, si nunca has visto un aborto seguro, si cada vez que has visto un aborto es porque a la mujer la ingresan en el hospital a punto de morir, es difícil decidirte a abogar por ello. Cuando este tema se plantea en países como Myanmar o Somalia, por ejemplo, la gente se pregunta por qué hay que liberalizar las leyes de algo que mata a la gente. Pero es porque solo conocen el aborto clandestino.
Luego no es solo la religión la que afecta a la política, sino los políticos los que recurren a la religión para hacer política. Lo puedes ver en Túnez o Jordania. En Jordania el aborto está restringido solo a los casos donde está en juego la vida de una mujer, el feto tiene alguna malformación o el embarazo es resultado de una violación. En esos casos, los facultativos están obligados a hacerlo y tienen aprobación religiosa. El problema es que depende a qué autoridad recurras porque hay una gama de interpretaciones. Por eso no estamos ante un problema de una ley, sino de su interpretación.
Hablaba en un estudio de la odisea que tienen que hacer las mujeres palestinas para que las dejen abortar en Jordania.
La investigación fue en 2008, aunque lo publicamos hace poco. Fue en una etapa en la que era especialmente complicado, aunque ahora todavía se necesitan permisos y hay requisitos para poder ir. En aquella época las mujeres tenían que pasar por checkpoints para poder llegar, sobre todo si provienes de un campo de refugiados. Esos retrasos de semanas que sufren para poder llegar pueden poner en peligro a la mujer. Primero, porque igual ya no puedes hacerlo en el mismo centro al que ibas. Del mismo modo, si una mujer tiene que esperar semanas para abortar, existe un riesgo social. Pero este problema te lo encuentras también en Canadá donde, aunque lo cubra la sanidad pública, las diferentes regulaciones territoriales hacen que la mujer tenga que esperar semanas en muchos casos. Eso es muy difícil para una mujer. Por una parte, porque tendrá que contarlo. Decírselo a quien no quería que lo supiera, como su jefe. Puede que tenga nauseas por las mañanas, que no se encuentre bien, que se le empiece a notar físicamente. En Canadá se ha avanzado mucho, pero siguen dándose situaciones incómodas.
Otro problema para las palestinas es que los militares utilizan su situación para intimidarlas. Cuando ven en sus papeles que están cruzando para un aborto, les preguntan a gritos si van a abortar. Una humillación que, cuando la ven otras mujeres, se les quitan las ganas de pasar por esa situación. He visto lo que pasa en esos checkpoints. Acompañé a una mujer por todos los pasos que tenía que dar hasta conseguir abortar. Es realmente muy humillante.
La píldora del día después está cambiando esta situación en todo el mundo.
En general, globalmente, se está yendo en la buena dirección. Cada vez más países que no tenían la píldora del día después ahora cuentan con ella. También hay progesterona sintética disponible directamente en las farmacias. Y hemos visto un incremento real de la accesibilidad del acetato de ulipristal, un producto de segunda generación que en la mayoría de los países europeos está disponible sin prescripción. En Estados Unidos no estamos todavía en ese nivel, pero en el sur global se está empezando a ver en algunos lugares, lo cual es muy emocionante. Se empieza a pensar en la píldora del día después como un método anticonceptivo, en lugar de como el fin del mundo.
El aborto también está yendo en buena dirección. En general, el tren legal avanza hacia la liberación y contamos con éxitos muy importantes en los últimos años, como Colombia. El Latinoamérica en particular, empezamos a ver mucha más apertura en la interpretación de la ley [la entrevista se realizó dos semanas antes de la votación sobre el aborto en Argentina, N. de R.]
Irlanda ha tenido también un inmenso éxito en su referéndum. Aunque haya lugares con regresión, como Polonia, somos optimistas, porque gracias a las nuevas tecnologías se puede acceder a la píldora del día después en zonas legalmente restringidas. Ahí ha cambiado el juego.
Hábleme de esa revolución, la del misoprostol.
Es un medicamento desarrollado en 1970 para prevenir las úlceras gastrointestinales. El medicamento era accesible en todo el mundo sin receta, lo podías comprar en la farmacia. Tras un tiempo en circulación, se vio que el medicamento no funcionaba bien para prevenir la úlcera, pero lo que sí que hacía muy bien era abrir el cérvix y causar la contracción del útero. Se utiliza mucho en medicina por si hay que abrir el útero en una operación, por ejemplo. O, en pequeñas dosis, se emplea para inducir el parto. Su uso es rutinario.
En los ochenta, en la caja del medicamento decía «No usar en caso de embarazo porque puede causar aborto espontáneo». Así que nos encontramos con que, en Brasil, donde el aborto estaba prohibido, se dieron cuenta de sus funciones y las mujeres empezaron a usarlo para abortar. No tenían instrucciones sobre cómo debían administrárselo, pero con lo que se encontraron las autoridades brasileñas fue con una reducción de la mortalidad materna. Sencillamente porque las mujeres empezaron a abortar con el medicamento en lugar de con raspados o masajes abortivos y otros métodos dañinos. Incluso, si no les funcionaba, las mujeres podían irse al hospital y conseguir un aborto inducido porque ya estaban preparadas para los cuidados postabortivos porque ya estaban sangrando, con la cérvix abierta y era fácil de instrumentar. Se evitaban muchas infecciones y sepsis.
Cuando esta información salió a la luz en los noventa, por supuesto el gobierno hizo todo lo posible para que el medicamento fuese mucho más difícil de encontrar, en lugar de incorporarlo. Los investigadores, sin embargo, empezamos a analizarlo desde la óptica contraceptiva y vimos que tenía una efectividad entre el 75 y el 85%, según los ensayos médicos. No es el método más efectivo, pero sí es mejor que cualquiera de los que no son seguros. Es más, si no tienes acceso a un método seguro, esto es que lo que recomendamos que emplees.
Usted trabaja para difundirlo donde no hay aborto legal.
La idea es que haya proveedores del medicamento para que las mujeres lo puedan tomar por su cuenta, pero que tengan a la vez lugares donde informarse y poder acudir si tienen dudas sobre el medicamento. Un lugar donde les respondan a sus preguntas. No es fácil tomarse el medicamento sin saber nada. Por ejemplo, es mucho más efectivo si se administra por la vagina, no tragándoselo. Nada de esto viene indicado en el prospecto.
Con estas condiciones, en un estudio que realizamos durante tres años en Tailandia con novecientas ochenta mujeres refugiadas, que no tenían posibilidad legal de acceder ni al aborto restringido, nos encontramos con una eficacia del 96%. Y el 4% restante de las que habían decidido abortar eligieron continuar el embarazo. Ahora intentamos hacer el mismo proyecto en Pakistán, Nigeria y Congo. Informamos a las mujeres de que existe este método y se lo podemos administrar. Yo misma llevé los medicamentos a Tailandia para asegurarme de que eran de calidad. Muchos de los que están circulando por ahí están caducados. En Tailandia, si eres doctor, puedes introducir medicamentos en el país. Como digo, con una eficacia del 85% en las pruebas médicas, nosotros logramos un 96% de éxito.
Quizá lo que ocurrió en los ensayos es algo habitual en la medicina clínica: que no gusta la incertidumbre. Se reacciona muy rápido. Se da la dosis y si no funciona se va al aborto tradicional. No se arriesgan a que no funcione la tercera dosis. Las mujeres también lo prefieren porque se sienten hartas y quieren terminar el aborto cuanto antes. Nosotros trabajamos sin la opción B del aborto y teníamos que seguir con el medicamento.
¿Cuáles son sus efectos secundarios?
Muy pocos. Nauseas, que son muy comunes, a veces algo de fiebre, a veces algo de diarrea. Normalmente, efectos que se van tras veinticuatro o cuarenta y ocho horas. Es más problemática la sensación de que acabas de tener un aborto, porque hay sangre. Si sangras demasiado puede ser una complicación. Normalmente suele ser como una menstruación, quizá un poco más fuerte que la normal, pero durante un par de días. Los siguientes siete se seguiría sangrando, pero muy poco. Si se sale de eso puede haber una complicación, pero tarda unos días. Te da tiempo a darte cuenta de que algo va mal. Nosotros les dimos información detallada de cuándo debería preocuparles la fiebre. Con el sangrado te puedes poner un poco paranoica por si es mucho o es poco, algo en lo que nunca reparas en una menstruación.
En Tailandia las refugiadas tenían muy pocas cosas, pero todas tenían móvil, así que pudimos estar conectadas en todo momento. En las entrevistas que le hicimos a todas las mujeres que pasaron por nuestras manos descubrimos que la mitad de ellas, de no poder acceder a este medicamento, se hubieran hecho el aborto ellas mismas de cualquier manera. Por eso este medicamento, sean cual sean sus efectos secundarios, siempre serán menos que un aborto hecho por su cuenta.
Impulsó una ley de Obama para que los voluntarios estadounidenses en misiones de paz pudieran abortar. ¿En qué consistió?
Eso fue fenomenal, genial. Viene de mucho tiempo atrás, de cuando se legalizó el aborto en Estados Unidos en 1973 a nivel federal. Una semana después de aprobarlo le pusieron montones de restricciones a la ley. Una de las más importantes fue limitar los fondos para que las mujeres con menos recursos pudieran abortar. Lo restringieron de tal manera que solo podían acceder al aborto si se trataba de un caso de vida o muerte, violación o incesto.
En 1979 el seguro médico del US Peace Corps se acopló al sistema, pero sin las excepciones mencionadas de violación, etcétera… Solo ponía que ese dinero no se podía emplear para abortar. Hemos investigado muchísimo por qué no pasaron las excepciones y creemos que fue por un error. Esto es así. No creemos que hubiera nadie ahí metido pensando «ahora voy a quitar esto». Fue pura incompetencia, pero con graves consecuencias. De 1979 a 2015 las voluntarias no podían abortar con su seguro. Igual le pasaba a las mujeres militares. Las leyes se fueron cambiando, pero solo para las militares y las trabajadoras del US Peace Corps, no para las voluntarias. Si las violaban no se les cubría el aborto.
En 2013 nos pusimos a trabajar para promover los cambios e hicimos un estudio en el que entrevistamos a cuatrocientas treinta y tres voluntarias. Las violaron y para abortar les tuvieron que dejar dinero prestado sus familias o sus amigos. Pero hasta Obama, las voluntarias en misiones de paz violadas no podían abortar con su seguro médico. Cambiar la ley iba a afectar a un número muy pequeño de mujeres, pero un grupo muy importante.
¿Algunas daban a luz después de la violación?
Encontramos todo tipo de casos. Efectivamente, algunas llevaron el embarazo hasta el final. Accedimos a muchas historias también por voluntarias que nos contaban los casos de otras voluntarias que no hubieran querido hablar de ello.
Lo que me encontré cuando hicimos este estudio fue con que los abogados nos dijeron dónde publicarlo, algo completamente nuevo para mí. Nos dijeron que para que se votase la ley necesitábamos votos de los senadores del sur y ellos había publicaciones que no iban ni a mirar por progresistas. Tenía que ser una revista científica neutral y que no fuese en abierto, porque si no los círculos políticos no le darían crédito. Yo nunca había publicado un estudio pensando en sus consecuencias políticas de un modo estratégico, pero salió bien.
Otro campo de estudio suyo y de sus colegas: la reconstrucción de himen.
Desafortunadamente, la compañera que más estudió esto murió. Los estudios se centraban en la reconstrucción de himen en Irán, por qué se utilizaba y para qué. Vimos que servía para expresarse sexualmente y ser sexualmente activa, pero al mismo tiempo mantenerse, digámoslo así, «casable». También lo hemos estudiado en Egipto y nos daba resultados similares y yo misma lo investigué en Túnez. Es fascinante si piensas en la presión que tienen estas mujeres. Al contrario de lo que pueda parecer, ha cambiado la edad a la que se casan, actualmente tienen mucho más tiempo para ser sexualmente activas antes de casarse. La reconstrucción de himen en países islámicos es una defensa de la autonomía personal.
En muchos de los casos el sexo lo ha tenido con el que luego se convierte en su marido, él mismo sabe que ella no es virgen, pero hacen igualmente la reconstrucción de himen. Es algo que demuestra que la presión no está en la pareja, sino fuera de ella. Hay expectativas culturales y sociales relacionadas con la virginidad y el matrimonio. La operación no es complicada, es muy fácil. Se pone una especie de capa que se disuelve, se sangra un poco y ya está. Cuando una mujer toma esta decisión es un caso de defensa de su autonomía personal.
Es fascinante el estudio sobre los juguetes sexuales en la sociedad marroquí que presenta aquí, en el Wocmes.
Es de Jessica Newman, de Yale. Me encanta su investigación. Generalmente, hablamos poco de sexo y placer. Estamos siempre con los anticonceptivos y los abortos y echamos en falta poder comentar la parte placentera de toda la historia del sexo. En este caso, lo curioso es que en Marruecos se promulgó una fatwa que permite a la mujer masturbarse con vegetales. La autoridad religiosa dijo que la mujer se podía masturbar con vegetales o verduras como manera de prevenir el adulterio, se conoció como «La fatwa de la zanahoria» que permitía que la mujer fuese sexualmente activa sin pareja. A raíz de esto, se abrieron tiendas de juguetes sexuales. Por cierto, la gente que luego traía los consoladores a las tiendas es la que empezó a meter también los anticonceptivos. Por eso fue tan importante.
Cuando enviamos este libro a la editorial quisimos que tuviera una zanahoria en la portada, como homenaje, pero la editora lo puso en manos del artista de la casa, que añadió un conejo al lado de la zanahoria. Lo asoció porque no sabía de qué iba el tema. Nos quedamos de piedra. Pensamos que entonces la asociación que iba a hacer la gente era algo relacionado con tener sexo como conejos. Les hicimos quitarlo.
Su madre tuvo que ir a abortar a México. ¿Esto le inspiró?
Me crió mi madre, que era muy feminista. A mí me decía desde niña que yo era nacida por elección. Fui consciente de los derechos reproductivos desde que era muy pequeña. A los diez años me sentó y me contó que cuando estaba en la facultad en Los Ángeles, en los setenta, se quedó embarazada y no quería tener el niño. El aborto estaba prohibido en ese momento, pero se enteró de que si reunía tres mil dólares, que en aquella época era mucho dinero, podía cruzar frontera en México y abortar. Vendió todo lo que tenía, pidió prestado, juntó el dinero, cruzó la frontera y, cuando estaba en las inmediaciones del centro abortivo, le atracaron amenazándola con un cuchillo y le robaron todo. Iban tantas a México a abortar que estaba perfectamente organizado asaltarlas en el camino.
Mi madre tuvo que volver a Estados Unidos, vendió más cosas, volvió a pedir prestado y esta vez sí que consiguió ir y abortar. Fue seguro y no tuvo mala experiencia, pero aunque salió bien, fue una experiencia muy traumática para ella. Le afectó la situación en la que estuvo expuesta su salud y su autonomía personal, por eso luego durante toda su vida apoyó los derechos reproductivos. En consecuencia yo decidí también ser doctora y dedicarme a la rama del aborto, para que nadie pasase por una experiencia como la de mi madre.
¿Su madre metió en casa diecisiete refugiados?
A principios de los ochenta en Portland se acogieron muchísimos refugiados de Vietnam. Mi madre dirigía un instituto público y trabajaba con muchos niños vietnamitas que estaban en campos de refugiados porque sus padres habían sido asesinados. Empezamos con mis dos hermanos, que se unieron a nuestra familia cuando yo tenía once años, pero después, cuando yo estaba en el instituto, pasaron por casa unos quince niños más. Los dos primeros los integramos totalmente en nuestra familia, los otros estaban en periodos más cortos hasta que encontraban una familia de acogida. A veces se quedaban dos semanas, a veces dos meses.
Hoy ya no hay tanta generosidad.
Esa época era muy diferente en el sentido de cómo se daba la bienvenida a los refugiados a Estados Unidos. Los que pasaron por mi casa no solo eran vietnamitas, también vinieron de Laos y Camboya. También llegaron muchos filipinos a Estados Unidos. Hoy en día no veo que la recepción sea igual. Estados Unidos ha puesto limitaciones significativas a la llegada de refugiados sirios. Lo que sí es distinto hoy es la forma de la que llegan y cómo se separan las familias. Mi hermano Tom llegó por una lotería que se hacía con los años que tenían los niños. Mintieron sobre la edad de su primo para poder ir los dos juntos, pero les pillaron y les separaron. Vino Tom y el otro se quedó. Hoy algo así no pasaría; además, todos tienen móviles y estarían en contacto. A mí esta experiencia me motivó mucho para los trabajos que he hecho después.
¿Como irse de voluntaria a Jordania con dieciséis años para trabajar con voluntarios palestinos?
Tenía dieciséis años y me dieron una beca para irme allí. No sabía mucho de Oriente Medio, pero como tenía experiencias personales con los refugiados me apasioné mucho con el tema. Las becas eran a Túnez, Jordania o Egipto y me tocó Jordania. Salió tan bien que luego me quedé en el programa de SOS Village en los campos refugiados palestinos y en un orfanato hasta la guerra del golfo, cuando tuvimos que marcharnos.
En los orfanatos, con los niños cuyos padres habían muerto, todo se organizaba en torno a una mujer que era su tutora y se había creado una estructura familiar nueva en la que ella era la madre de todos. Yo entré ahí con un papel como de tía o algo así. Me encantó el trabajo. Lo que más me llamó la atención de los refugiados palestinos es que eran gente abierta y muy cálida. Como estadounidense yo llevaba una sombra nacional y política detrás, pero a ninguno le importaba. Así me enamoré de este trabajo y decidí juntar mis dos pasiones, refugiados y salud reproductiva, y hacer de ello mi profesión.
En el mundo árabe un tercio de los embarazos son no deseados.
El embarazo no deseado es el que no fue planificado o está fuera de tiempo. Estos datos muchas veces los obtenemos de los demográficos, que prácticamente preguntan a la gente cómo fue el último embarazo. Cada aborto entra en estas categorías, porque la mayoría de los abortos son porque el embarazo es no deseado. También hay embarazos queridos que se tienen que cortar, pero son un porcentaje muy pequeño. Hay confusión porque en los fuera de tiempo estarían también en los que se toman anticonceptivos, pero hay embarazo por un fallo y, al mismo tiempo, los que dicen «si pasa, ha pasado» y los que a lo mejor lo quieren, pero más tarde, y se encuentran con el embarazo. Lo que quiero decir es que el embarazo no deseado es muy común, sobre todo en Estados Unidos, donde llega cotas de entre el 40 y el 50%. Hay que tener en cuenta con esta estadística que tampoco es fácil que una mujer que acaba de tener un hijo diga en la encuesta que no lo deseaba. Aunque lo piense, no se dice. Y hay mujeres que no han llegado a abortar por diferentes motivos, como que no se han enterado a tiempo, y cuando tienen el hijo miran hacia atrás y se autosugestionan. Se convencen a sí mismas de que lo deseaban. Es complicado, pero el dato importante es que muchos embarazos son no deseados.
El dato de Oriente Medio era de 2005. ¿Cómo está ahora?
Si ha cambiado no será mucho. Todavía hay rechazo a los anticonceptivos y resulta muy difícil acercarse de la forma correcta a ciertas poblaciones para promover su uso. Túnez y Marruecos son excepciones, el modelo general es que al anticonceptivo solo acceda la mujer en edad reproductiva que ya está casada. No se piensa en las solteras y las adolescentes. El dato que sí que se aprecia es que la edad de casarse de la mujer está subiendo, progresivamente se va ampliando la franja de tiempo en la que la mujer puede ser sexualmente activa antes del matrimonio. Esa es la población que tiene más riesgo de tener un embarazo indeseado. Luego tienes los países del Golfo, en cuyas estadísticas no puedes confiar porque están volcados en conseguir un incremento de la población.
¿Es difícil obtener información allí?
Depende. Cuando quise irme a hacer una investigación a Túnez para mi tesis venía de hacer trabajos en Palestina y Egipto y todo el mundo me dijo que estaba loca, que nadie iba a querer hablar conmigo. Me fui igualmente, pero preocupada. Estaba en la biblioteca y fui a fotocopiar unos papeles, en la cola entablé conversación con la chica que estaba delante de mí, le dije que estaba haciendo un trabajo sobre salud reproductiva y ahí mismo me contó que la primera que tuvo sexo fue antes de conocer a su marido, se quedó embarazada y abortó. Luego tuvo un hijo, pero usaba anticonceptivos, me explicó cuáles, qué tal le iba con ellos.
Esperando a la fotocopia me dio todo lo que necesitaba. Me di cuenta de algo que marcó mi vida como investigadora, la gente necesita hablar de estas experiencias y lo hace siempre que tenga delante a alguien dispuesta a escuchar sin importar los tabúes culturales, sociales, políticos o religiosos. En lugares donde el aborto está muy restringido, que conlleva severos castigos, nunca he tenido problemas en hablar de ello. Ni de esto ni de sexo con personas del mismo sexo o fuera del matrimonio. Solo importa que el acercamiento que haces a la persona sea adecuado. Yo aprendí el dialecto de Túnez y, también es verdad, que en la época en que lo hice, los noventa, para ellas conocer a alguien de fuera que hablase su lengua era muy sorprendente. Me funcionó porque también sabían que no se lo iba a decir a su familia. Es lo que noté en la chica esta de la fotocopiadora, que me lo contaba también con un sentimiento de «esta es mi historia, no me avergüenzo». Pero la verdad es que si luego iba a zonas rurales, más inaccesibles, y no podía comunicarme. Ahí hace falta gente local y es la que busqué para mis investigaciones. Sigo trabajando con alumnos de otros países precisamente por esto.
Ha estudiado el acceso a webs de información para la mujer en internet y ha detectado que hay tres veces más consultas en lengua española, que donde más se busca información es en Perú, Ecuador y Colombia.
En Latinoamérica hay países donde el aborto está duramente restringido. Las mujeres recurren a medicamentos, a misoprostol, sin receta, ahí las farmacias juegan un rol muy importante. Con la llegada de internet la demanda de información sobre su administración se ha disparado.
¿Cómo pueden diferenciar una web seria de las que difunden tonterías?
Eso es terrible, si no conoces ninguna organización es difícil para ellas dar con una web de confianza. Hoy en día hay expertos que se dedican exclusivamente a que el diseño de estas páginas parezca serio. Luego el porno juega un papel muy importante en la desinformación, abre el camino a que los jóvenes tengan mucha imaginación y les surjan dudas delirantes. En nuestro lado, creo que no hacemos suficiente trabajo para entender a toda esta gente que no sabe nada. Por eso tenemos webs donde pueden preguntar lo que quieran, de forma totalmente anónima para que lo hagan sin filtros. Nos dan un material muy valioso para que veamos qué hacemos mal y cómo podemos mejorar la educación sexual.
En Estados Unidos tienen una percepción muy diferente del alquiler de vientres, en Europa se entiende como algo que deja secuelas irreversibles en la mujer, se ha comparado con el tráfico de órganos.
En general, creo en la autonomía de la mujer y creo que las mujeres adultas pueden tomar decisiones por sí mismas. Apoyo las políticas de gestación subrogada si las mujeres están informadas y tienen derecho a cambiar de opinión sobre el embarazado durante su curso. Me parece que se pueden crear políticas y reglas para que no haya explotación, no lo veo como el tráfico de órganos.
Lo que pasa es que los medios están poniendo mucha atención en los casos que no han salido bien, sobre todo cuando las mujeres cambian de opinión, y hay que tener en cuenta que muchos casos son altruistas, de mujeres que lo hacen por su propia familia, para una hermana, por ejemplo. Creo que se puede establecer una legislación que asegure que no haya explotación y permita que las mujeres puedan tomar sus propias decisiones.
Si lo vemos desde el punto de vista económico, el problema es que las mujeres de los países menos desarrollados no tendrán tanta libertad para tomar sus propias decisiones.
Obviamente, hay una dinámica socioeconómica alrededor del asunto, pero lo mismo pasa con la adopción negociada en Estados Unidos, que puede ser una pareja o una persona sola. Apoyan a la chica embarazada económicamente y, al final, adoptan el niño que nace. Normalmente, las que lo hacen son chicas pobres o de entornos de marginalidad. No tienen otro tipo de soporte económico que no sea ese. Suele ocurrir que se encuentran con un embarazo no deseado y tienen que dar al niño en adopción.
Creo que tiene que haber ciertas normas, como con las adopciones internacionales, pero tampoco hay que verlo como si fuera TheHandmaid’s Tale, que tengo que decir que es mi libro favorito. Aprecio esos puntos de vista que planteas, pero creo que hay formas de prevenir que acabemos así.
En la gestación hay factores socioeconómicos gigantescos, pero si a una mujer le gusta estar embarazada, si le llena y a la vez no tiene dinero ¿le vamos a prohibir que lo haga por ser pobre? Entiendo lo que quieres decir, no creo que esté fuera de lugar, pero hay que poner todo en duda. En Estados Unidos, las parejas que finalmente se van a quedar con los derechos de custodia pagan el coste de la seguridad social del embarazo a la mujer que lo lleva. Así, la mujer que se ha quedado embarazada ya tiene asegurado el seguro médico.
Es importante. Antes del Obama Care la causa número uno de bancarrota en Estados Unidos eran gastos de salud. La gente se pone enferma y, como está enferma, no puede trabajar, entonces no tiene seguro para ir al médico ¡porque no puede trabajar! Es un círculo sin sentido. Para muchas mujeres quedase embarazada de esta manera les permite tener un seguro médico para ellas y otros miembros de su familia.
Sus estudios no tienen mucho eco en los medios.
No estoy en redes, no soy buena para eso. No soy de redes sociales, no tuiteo, no pongo nada por ahí. Muchas veces pienso que debería difundir así la información, pero no lo hago. Hace unos años, en Oxford, una colega me preguntó por mi twitter, le dije que no tenía y me miró como… Empezó a gritarme: «¡Cómo que no tienes Twitter!». Me dijo que era una responsabilidad difundir el trabajo por las redes. En aquel momento yo estaba pasando mucho tiempo en Túnez y fue durante la revolución, podía haber contado algo. Me quedé un poco avergonzada con su reprimenda y me dije: lo voy a hacer, de verdad. Pero al volver a Canadá me metí en mis dinámicas de trabajo y estudio y no me dio tiempo a pensar en eso y hasta hoy.
Excelente entrevista, de esas que nos sacan del sopor del verano. Deseo lo mejor a esa señora corajuda que nos ilumina sobre los particulares de una situación femenina que nosotros poco conocemos. Mientras la mitad de la población continúe a imponerse religiosa, jurídica y politicamente sobre la otra mitad, la lucha var a ser despareja, por eso el testimonio de esta profesional es importante, para que, por los menos, cuando pontifique un varón, sea este clérigo o político, tenga presente que lo está haciendo sin saber qué diablos significa ser mujer, y encima desafortunada. Desgraciadamente tengo que aceptar que existe una especie de «velo» masculino que nos condena a no ver otra realidad que no sea aquella que hemos construido: la Historia del HOMBRE. Muchas gracias a JD y su gente.
Excelente entrevista. Mucha información relevante no disponible en medios habituales (incluídos los científicos)
Increíble, muchas gracias por la entrevista.
Qué gran mujer.
El mundo, el futuro es de los valientes como esta señora, porque su trabajo, que tiene tan claro, tiene repercusiones en la vida de futuras generaciones. Gracias a JD por acercarnos este tipo de trabajos y personas a través de entrevistas como estas. Seguid así por favor!
La entrevista no es mala, pero hablar del asesinato de un inocente como si fuera un asunto trivial y magnificar con una frialdad espantosa el desempeño de tal «arte de matar»… ¡Ay España, cómo dueles!