Cuervos malditos, castillos tenebrosos, noches de tormenta y niebla, instrumentos de tortura, gatos negros, hipnosis, locura… y sobre todo la muerte en sus variantes: ya sea el desasosiego que provoca su acercamiento, la nostalgia por los seres queridos que nos arrebató o el terror que infunde la posibilidad de que se difumine la línea entre la vida y el más allá, la tierra de nadie donde habitan los espectros. Ese fue el universo de uno de los escritores más enigmáticos que ha dado la literatura y en él encontró el cineasta Roger Corman la horma de su zapato. De forma paralela a lo que hacía la productora Hammer en Reino Unido (aunque también tomándola como inspiración sobre la marcha) a comienzos de los sesenta este prolífico director rodó una serie de adaptaciones de los cuentos y poemas de Poe.
A veces relativamente fieles y en otros casos muy libres, pero siempre recreando una característica atmósfera gótica que supo hacerse un hueco en la historia del cine. Algo tuvo que ver en ello que las rodase casi consecutivamente y por cuatro duros, de manera que vemos sucederse los mismos actores, decorados y atrezo en diversas combinaciones… pero cuando hay talento se hace de la necesidad virtud y al igual que el niño que quiere que le cuenten cada noche el mismo cuento, uno se acerca a estas películas esperando encontrar una y otra vez a Vincent Price deambulando por algún castillo o mansión llena de telarañas con el mismo candelabro de velas rojas en la mano en una nueva pesadilla de muerte y enajenación. Veámoslas con más detalle.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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La caída de la casa Usher
La dimensión psicológica de la obra de Poe quedó bien reflejada en esta mansión que se cae a pedazos como alegoría de la mente perturbada del protagonista, haciendo de esta narración una de las más aclamadas y de mayor impacto cultural del autor. Corman fue uno de sus entusiastas, de manera que cuando le propusieron rodar una película de terror en color tuvo claro cuál sería el argumento. Fue el éxito de taquilla en 1960 de esta producción (rodada en apenas quince días) la que abrió el camino a la financiación de las siguientes e inauguró los clichés estéticos y narrativos que luego repetirán. Como el magnífico actor protagonista y su interpretación de personajes con un alma llena de dobleces y sombras, o la catalepsia, esa apariencia de muerte que llevará a un personaje a ser enterrado vivo, o por supuesto el incendio final, un buen golpe de efecto en todo desenlace para el que se emplearon de forma recurrente escenas de esta cinta. Lo cual a veces resulta un tanto desconcertante cuando la historia tiene lugar en un castillo medieval de piedra… será que las telas de araña son muy inflamables, quién sabe.
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El péndulo de la muerte
Poe ambientó esta obra en España y como buen representante del mundo anglosajón-protestante ya podemos imaginar a qué aludirá: la Inquisición. La fidelidad histórica quedó aquí en un segundo plano, como a su vez la propia observancia al texto adaptado en esta película, que aprovechando el éxito de la anterior recurrió a este cuento para extraer de él poco más que el título y la máquina de tortura tan singular. Eso sí, los elementos añadidos resultaron afines al universo del escritor, como la investigación detectivesca en torno a una muerte. El resultado fue bueno porque el guionista, habitual colaborador del director, fue Richard Matheson, autor de clásicos como Soy leyenda, El increíble hombre menguante o el relato que inspiró El diablo sobre ruedas.
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La obsesión
Quizá hoy en día poca gente se acuerde del éxito que tuvo en nuestro país la telenovela Abigail, y menos aún del desenlace con la protagonista despertándose dentro del ataúd en el que fue enterrada creyéndola muerta. Se lo merecía por malvada. Más reciente resulta la película Buried, española aunque el protagonista fuera Ryan Reynolds. Es una idea que se volvió recurrente ya en el siglo XIX y que Poe supo explotar en varios de sus cuentos, siendo este en concreto el que más se centró en ello, tal como su propio título original indica, Premature Buried. Se trata de la única del ciclo de películas que estamos repasando que no fue protagonizada por Price, sustituido para la ocasión por Ray Milland.
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Historias de terror
Las llamadas películas de antología —que agrupan varios cortos más o menos independientes— son uno de los pilares del género de terror, desde la relativamente reciente Grindhouse hasta Black Sabbath, que fue la que dio nombre al grupo musical. Aquí se reúnen las versiones de tres cuentos, Morella, El gato negro (que también tiene elementos de El barril de amontillado) y La verdad sobre el caso del señor Valdemar. La primera es una historia muy semejante a lo ya visto anteriormente, la segunda es la más divertida, con toques de humor bastante logrados a cargo de Price y Peter Lorre y la tercera dio nombre a una editorial.
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El cuervo
Es el poema que dio celebridad a Poe en su tiempo, uno de los más destacados en lengua inglesa. Adaptarlo al cine no es tarea fácil, ¿qué historia desarrollar a partir de algo cuyo logró está en lo que sugiere sin mostrar? En cada lector puede evocar una cosa y en este caso el citado Richard Matheson y Corman dio lugar a una comedia cuyo humor, hemos de decir, no ha envejecido nada bien. Por destacar algo cabe decir que podemos ver de nuevo a Lorre, también a Boris Karloff y a un jovencísimo Jack Nicholson.
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El palacio de los espíritus
The Haunted Palace fue otro poema del escritor en cuya adaptación se tomó Corman aún más libertades. En realidad le bastó el título e incluir unos versos recitados al final de la cinta, pues todo lo demás estuvo basado en The Case of Charles Dexter Ward de H. P. Lovecraft. Pese a esa novedad argumental el estilo gótico se mantiene intacto, con esa Nueva Inglaterra decimonónica tan fiel a la madre patria, la presencia de retratos malditos de los antepasados que nos remite a La caída de la casa de los Usher, el tormento psicológico que abruma al protagonista o esa chusma enfurecida, sin redes sociales pero con antorchas, que persigue al protagonista como si del monstruo de Frankenstein se tratase.
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La máscara de la muerte roja
La ambientación medieval, la gravedad de algunos diálogos en torno a la existencia de Dios y que se aparezca encarnada la misma Muerte hacen inevitable que nos recuerde a El séptimo sello, y de hecho Corman estuvo cerca de echarse atrás en esta adaptación para evitar acusaciones de plagio a Bergman. Tiene además menos elementos de terror que otras, lo que hizo que fuera incomprendida por una parte del público y de la crítica, aunque el director la considere una de las tres mejores de toda su obra, junto a El intruso y El hombre con rayos X en los ojos.
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La tumba de Ligeia
Alguien que a un libro autobiográfico lo titula Cómo hice cien films en Hollywood y nunca perdí ni un céntimo deja claro que su amor por el cine es intenso pero no desordenado, y ganar dinero también debe tener su lugar. Siempre atento a las modas y los gustos del público, contaba Scorsese que cuando le propuso a Corman que produjera Malas calles, este le respondió que le daría el dinero si «la hacía toda con negros» en el Harlem, pues era el momento del blaxploitation. Nos quedará para siempre la duda de cómo hubiera quedado la película, pero en cualquier caso Corman la distribuyó también en su resultado final y Scorsese, como muestra de gratitud, incluyó una secuencia en ella de La tumba de Ligeia. Rodada en 1964, fue esta la última del ciclo Poe/Corman debido precisamente a que fue la que menos recaudó, el filón parecía haberse agotado ya aunque no es ni mucho menos la peor de todas ellas. En su producción tiró la casa por la ventana dedicándole nada menos que veinticinco días de rodaje, que se desarrollo en Gran Bretaña (como la anterior) y, para variar, con muchas escenas en exteriores.
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Extraño a Peter Cushing y sus sacos de terciopelo, se llevaba de calle a Price.