Homer Simpson proclamaba en un episodio clásico: «Todo el mundo sabe que el rock alcanzó la perfección en el 74». (The Simpsons, Matt Groening, 1989). La ficción de la simpática familia amarilla ha ido unida al rock and roll de manera muy intrínseca y continuada, ya sea en parodias o cameos sonados como los de The Who, REM, Metallica, Aerosmith… Y la lista sigue. Tal vez porque sea una música realmente perfecta (y algunas voces se alzarán a favor y en contra de esto), o bien porque su naturaleza de puesta en vivo va muy ligada a la ficción (Alice Cooper se inspiró en el guignol para sus conciertos), la ficción se ha visto seducida por este tipo de música desde que la carrera de Elvis Presley despuntara en el cine. Todas las facetas artísticas en que se mueve la ficción se han visto influenciadas por los solos de guitarras, las melenas al viento, la estética oscura y glam, y el nihilismo del que hace gala una música que algunos consideran hoy día en sus horas bajas. Sin embargo, ha nutrido algunas de las más descabelladas, punteras y retorcidas propuestas:
Californication
La serie creada por Tom Kapinos y que tuvo por protagonista a David Duchovny encandiló al público durante siete temporadas, nada menos. En ella se narra la vida y obra del disoluto y rebelde autor Hank Moody, una suerte de rockstar de la literatura, alcohólico y adicto al sexo que hace lo que puede para recuperar al amor de su vida, ser un buen padre, y no ser devorado por la industria de Hollywood. Con semejante puesta en escena y coqueteando con la fama, las drogas y el sexo desenfrenado, era imposible que el rock and roll no hiciera acto de presencia. Desde la segunda temporada se introduce el tema a través del personaje de Lew Ashby (interpretado por Callum Keith Rennie), un productor que perdió al amor de su vida y vive en una continua fiesta, y que encarga a Moody que escriba su biografía. La historia de Ashby ejemplifica la decadencia del mundo del rock y su relación con la literatura americana.
En la tercera temporada, el cantante australiano Rick Springfield aparecía interpretándose y parodiándose a sí mismo como una estrella en franca decadencia que busca una segunda oportunidad, pero demasiado adicto a las drogas y al sexo sin límites como para hacer algo de peso. Y es que Hollywood, el gran personaje abstracto de la ficción creada por Kapinos y producida por Showtime, aparece como una suerte de vampiro que absorbe el alma de los artistas. Aunque la redención, como aprende Moody hacia el final, siempre estuvo en el amor y el hogar.
En la cuarta temporada, Showtime introdujo un grupo musical original, Queens of Dogtown, del que Becca Moody (interpretada por Madeleine Martin) forma parte como guitarrista, junto a una joven Zoë Kravitz que es cantante y frontlady. El grupo saltó de la ficción a la realidad en Myspace, incluyendo algunos temas de la banda que se podían escuchar gratuitamente y un videoclip cover de la canción «Would?» del grupo Alice in Chains.
Coqueteando con el mundo del hip hop en su quinta temporada, sería en la sexta y penúltima donde los caminos de Hank Moody se meterían de lleno en el decadente mundo del rock and roll al juntarse con la ficticia rockstar Atticus Feth (magistralmente interpretado por el cómico Tim Minchin) para escribir una ópera rock basada en su famoso libro (que también dio el salto a la realidad y acabó escrito y publicado por Jonathan Grotenstein) God Hates Us All. Un título que los fans del grupo Slayer ya conocerán. En esta temporada, además de Minchin, que terminaría grabando algunos temas originales y formando parte de las campañas de publicidad de Showtime (a destacar la pieza «So Long As We Are Together», un bonito resumen de la historia de amor entre Hank y Karen), hizo su aparición en dos episodios, interpretándose a sí mismo, Marilyn Manson, quien además se declaraba fan incondicional de la serie.
Se ve que a Duchovny, que cerró la serie en 2014 con una irregular séptima temporada, le gustó su propia ficción y publicó su primer libro en 2015. Cosa que no es de extrañar, pues aparte de pasarse más de un lustro interpretando a un escritor, se licenció summa cum laude en Literatura Inglesa. También debió impactarle el mundo del rock y en 2015 sacó al mercado su primer disco, Hell or Highwater. Además, durante el rodaje de la serie se conocieron el productor y músico Tyler Bates y el cantante y compositor Marilyn Manson, quienes más tarde colaborarían en dos álbumes de estudio (The Pale Emperor, Heaven Upside Down), formando Bates parte de la banda para sus giras mundiales.
The Armageddon Rag
Las novelas sobre rock and roll son una rara avis si las desvinculamos de las biografías y anécdotas de las estrellas. Hablamos de ficción pura y dura, y en esto tiene mucho que decir George R. R. Martin (1948). Antes de ser conocido (y acosado) a nivel mundial por la saga Canción de hielo y fuego (que los no lectores conocerán sencillamente como Juego de tronos), el autor de fantasía se movía entre la ciencia ficción y el terror con novelas menos extensas, pero igual de impactantes. Coqueteó con la literatura de terror en la novela Sueño del Fevre (1982), y parece que la fórmula le gustó y repitió con una novela que estaría llamada a destruir su carrera.
El propio Martin lo ha proclamado en numerosas ocasiones para todo el que quisiera escuchar: The Armageddon Rag casi acabó por completo con su carrera en 1983. Una novela sobre el mundo del rock and roll en las palabras de un periodista que sigue la pista de una serie de crímenes relacionados con la ficticia banda The Nâzgul. Al estilo Hunter Thompson y con una publicación detrás que emula los mejores tiempos del periodismo de Rolling Stone, el protagonista, Sandy Blair, recorre Estados Unidos tras la pista de los miembros de la banda, cuya historia de éxito y caos se vio truncada al ser asesinado su cantante y frontman durante un gran festival al estilo Woodstock. Los asesinatos relacionados con la banda parecen repetirse, esta vez empezando con el que fuera el mánager del grupo.
Aunque The Armageddon Rag es una gran novela, y un punto diferente dentro de la carrera literaria de Martin, más apegado a la realidad (los dos primeros tercios de la misma ni siquiera presentan un elemento sobrenatural definible), y pese a que los editores apostaron fuerte por esta publicación y se aseguraron de que Martin recibiera una pequeña fortuna por los derechos, el fracaso fue muy sonado. Tuvo la mala suerte de competir en librerías con la mejor época de Stephen King, y el varapalo fue tremendo. Martin tuvo que devolver gran parte del dinero recibido y se encontró de la noche a la mañana casi en la ruina. La historia que sigue es la clásica de caída y redención: Martin encontró trabajo escribiendo series de televisión (de esta época datan sus guiones en producciones como Beauty and the Beast) y comenzó a escribir en sus ratos libres una saga de fantasía épica inspirada por la historia medieval europea. Lo que acabaría convertido en Canción de hielo y fuego y le otorgaría el estatus de rockstar literario que durante demasiado tiempo se le escapó.
Pero los problemas de The Armageddon Rag no terminaron ahí: durante el relanzamiento de todas sus obras anteriores gracias al éxito de la serie de televisión basada en su saga, un problema legal hizo que su novela sobre el mundo del rock se retrasara y se publicara en último lugar. El mismo problema legal que ha impedido su traducción y publicación en castellano: cada capítulo de la novela arranca con una estrofa de una canción original de grupos como The Beatles, The Who, The Doors, Jimi Hendrix, y un extenso etcétera que ha resultado un dolor de cabeza para autor y editores desde hace dos décadas. Los permisos y comisiones necesarias para reproducir estas letras han hecho muy difícil la exportación de esta notable novela a otros países, e incluso para las clásicas ediciones de bolsillo y reediciones. Una lástima, pues The Armageddon Rag es también una de las novelas más interesantes y complejas del autor.
Brütal Legend
Tim Schafer (1967), padre de la aventura gráfica (Maniac Mansion, Monkey Island, Grim Fandango, Full Throttle…) no es, ni mucho menos, ajeno al mundo del rock. Como tampoco lo son los videojuegos. Dejando a un lado propuestas como Guitar Hero (Activision) o Rock Band (Harmonix Music Systems), si hay un solo videojuego que represente el mundo del rock and roll con toda su parafernalia y toda su fuerza, ese es Brütal Legend.
Una serie de movimientos empresariales casi dan al traste con el estreno de este curioso videojuego que mezcla humor, aventura, épica, mundo abierto y mucho, mucho rock and roll. En él, con el característico estilo cartoon que forma parte de la firma de Schafer, se nos narran las andanzas de Eddie Riggs (cuya voz en versión original pone Jack Black, y en castellano Santiago Segura) tras morir en un accidente durante un concierto. El pipa (término con que se define al personal de apoyo y técnicos de luces y sonido que acompañan a un grupo durante sus giras) se ve teletransportado entonces a un mundo de fantasía a medio camino entre El señor de los anillos y Mad Max donde el rock es el hilo conductor y la magia más poderosa. Allí conocerá a la gótica Ophelia y se enfrentará al temible Doviculus. Influenciado por la cultura nórdica y con una banda sonora de infarto, Brütal Legend incluyó también cameos tan sonados como los de Ozzy Osbourne o Rob Halford. La extraña mezcla de humor, acción y rock dio como resultado una de esas obras imposibles de catalogar, y tal vez la mejor producción de Schafer desde los tiempos de LucasArts.
Para ejemplificar el rock como sistema jugable, en determinados momentos de la aventura el jugador deberá enfrentar ejércitos entre sí al más puro estilo estratégico. Pero, en lugar de utilizar recursos o gestión de tropas, deberá dar un concierto. La calidad de las canciones, la resistencia del escenario, la pirotecnia e incluso el merchandising determinan las estadísticas con que cuentan las tropas aliadas (los fans) para enfrentarse y derrotar a los enemigos.
Aunque el juego se publicó en diversas plataformas y gozó de una buena aceptación de la crítica (una media de ochenta en el portal Metacritic), lo cierto es que la secuela, en la que Schafer ya trabajaba a través de su estudio Double Fine, fue cancelada por Electronic Arts, lo que supuso poner al estudio al borde de la quiebra. Tras este varapalo, y aunque Schafer ha declarado en múltiples ocasiones su interés por seguir desarrollando el mundo de Brütal Legend, el proyecto pareció caer en el olvido, convirtiéndose así en una obra de culto para los amantes del rock.
El vampiro Lestat
A medio camino entre la literatura y el cine, el famoso personaje creado por Anne Rice e interpretado en la gran pantalla por Tom Cruise (Interview with the Vampire, Neil Jordan, 1994) y Stuart Townsend (Queen of the Damned, Michael Rymer, 2002), tuvo un escarceo con el mundo del rock que anduvo saltando la línea entre la ficción y la realidad durante el estreno de la segunda película basada en la saga Crónicas vampíricas. La publicación de la primera novela en 1976 supuso un éxito inmediato para su, por aquel entonces, joven autora y el resurgir de la tendencia vampírica más decadente y oscura que más tarde seguirían películas como The Lost Boys (Joel Schumacher, 1987). Pero sería la llegada de una segunda y tercera parte, escritas casi sin interrupciones y publicadas con tres años de diferencia (frente a los nueve años que separan la primera y la segunda parte de la saga), la que nos brindaría la oportunidad de conocer a Lestat de Lioncourt, ese aristócrata cruel y sádico cuyos orígenes se revelan humildes, pero cuya ambición le lleva en el futuro (años ochenta) a convertirse en estrella del rock y desvelar en sus canciones y videoclips la historia secreta de los vampiros.
Y aunque la película de 2002 ha sido, justamente, olvidada, cabe destacar dos cosas: por un lado, la interpretación de la fallecida Aaliyah como reina vampira; por otro, la banda sonora. Jonathan Davis, cantante y líder de Korn, compuso las canciones del grupo ficticio El Vampiro Lestat, y estas fueron grabadas —e incluidas en la banda sonora— por artistas del calado de Marilyn Manson, Chester Bennington o Jay Gordon, ya que Davis no podía grabar él mismo las canciones debido a problemas legales con Sony BMG. El resultado fue una mediocre película que muy poco tenía que ver con el espíritu de la novela, pero con una gran banda sonora que incluía a algunas de las primeras espadas del rock experimental de principios de los 2000. Secretos vampíricos incluidos.
Tu madre es puta
España se encuentra a la cola de muchos fenómenos, pero el rock and roll como medio que rompe las barreras de la ficción ya no es uno de ellos. En 2016 hacía su aparición en YouTube un grupo de estética extrema heavy metal con una serie de canciones satíricas que hablan sobre pedofilia, escatología, sexo y violencia. Tras esto, el documental Tu madre es puta: detrás del éxito, que narra el ascenso, caída y retorno de un grupo políticamente incorrecto que pone el dedo en la llaga de cuantas heridas sociales estén a mano. Detrás del anonimato, para no enturbiar el proyecto, nos responde un portavoz del grupo: «Somos gente ofensiva. No es una pose. No solo es un corte de mangas de 360 grados, la idea es poder hablar de cosas de las que antes se podía hablar con más libertad». En el documental se juega a esconder la verdad tras la mentira, y la mentira tras la verdad. No se sabe qué es real y qué no. Con más de doscientas mil reproducciones como respaldo, el grupo sacó un álbum al mercado, Ensalada de coño, cuya portada sería censurada en Spotify y Apple Music. Los medios los han vetado, pero el grupo sigue en la brecha. «El rock está muerto», declara esta fuente anónima. «Por eso usamos el rock. Estamos en un momento en que, si dices A, es que piensas A, y no es así. No podríamos usar entonces recursos literarios como la sátira. En un contexto tan peligroso, es cuando es más divertido dar por el culo a la gente».
Jugando al despiste, a que se confundan ficción y realidad, lo que hay detrás de esta propuesta es un uso de la publicidad y las estrategias de marketing creativas para dar como resultado… una patada en la boca. Y es que no dejan títere con cabeza. «Se habla mucho de la corrupción de la derecha, pero no de la doble moral de la izquierda». Pero no todo tiene que ver con el sexo y la fórmula del caca-culo-pedo-pis. En su pieza «Canción protesta» declaran: «La mejor forma de protestar son Facebook y las redes sociales. El Che Guevara mató gente, pero por las razones correctas. Quéjate de algo, di lo que sea. Mete aquí tu estribillo de mierda».
En el contexto del rock and roll en la ficción, Tu madre es puta es un grupo de funambulistas que no se mojan: todo es al mismo tiempo verdadero y falso. Por parte del espectador que vea su documental, o del oyente que asista a sus conciertos y escuche su disco, queda juzgar cuánto de verdad hay en lo que está experimentando.
El rock encaja tan bien con la ficción quizás porque tenga mucho de ficción en sí mismo. Grupos que se crean un trasfondo, una historia propia; símbolos y eslóganes que sus fans pueden blandir como señas de identidad. Pertenecemos al movimiento, conocemos los códigos. Y otros tantos son los grupos o artistas que han hecho el camino contrario, «ficcionándose» a sí mismos: Alice Cooper como personaje de cómic en The Last Temptation (Neil Gaiman, 1994) o las incursiones en el cine y los cómics por parte de Kiss como superhéroes. Las fronteras entre la ficción y la realidad no están tan claras cuando hablamos de rock and roll, pero este sigue siendo la banda sonora de muchas vidas, muchas épocas y muchas historias, reales o ficticias. Como dijo David Lee Roth, de Van Halen: «Cuando muera, esparcid mis cenizas por los ochenta».