Esta entrevista fue publicada originalmente en nuestra revista trimestral número 16.
Pedro Francisco Duque Duque (Madrid, 1963) es astronauta y licenciado en Ingeniería Aeronáutica por la Universidad Politécnica de Madrid. Empezó trabajando como programador en el Grupo de Determinación Precisa de Órbitas de la Agencia Espacial Europea (ESA). Su primer viaje al espacio lo realizó en 1998 a bordo del transbordador espacial Discovery. Su segundo viaje fue a la Estación Espacial Internacional (ISS) al bordo de la Soyuz TMA, durante la Misión Cervantes.
Nos encontramos con Duque en las instalaciones de la ESA a las afueras de Madrid, en un edificio decorado con maquetas de satélites a escala. Duque es conciso en sus respuestas y se le iluminan los ojos cuando hablamos del viaje tripulado a Marte, la misión, confiesa, que más desearía liderar.
La gente siempre te pregunta qué hay que hacer para ser astronauta y olvida que te graduaste en la Universidad Politécnica de Madrid con una nota media de 10. ¿En este caso correlación implica causalidad?
Está bien graduarse con buenas notas, pero eso no es lo único. Si se trata de astronáutica, además de estudiar hay que saber, hay que haber trabajado, hay que demostrar que uno puede utilizar bien los conocimientos y obtener resultados concretos, hay que tener capacidades operativas, se pide a la gente que hable idiomas… Hay una serie de factores que deben sumarse.
¿Tenías ya claro que querías ser astronauta cuando estudiabas Ingeniería Aeronáutica? ¿O fue otra cosa lo que despertó en ti la pasión por el espacio?
Yo tenía seis años cuando tuvo lugar el alunizaje del Apolo XI. Todos vimos por la televisión cómo Neil Armstrong ponía el pie en la Luna por primera vez. A todos los que lo vimos nos atrajo tanto que nunca lo hemos olvidado. Desde entonces me acompaña la imagen en blanco y negro del primer paseo del hombre en la Luna con Jesús Hermida describiendo el momento, fue algo absolutamente definitorio en mi vida. Luego me he dedicado a la aeronáutica porque siempre me ha gustado la ingeniería y ver funcionar las cosas por dentro, y como la profesión de mi padre era controlador aéreo me familiaricé desde pequeño con los aviones y las conversaciones con ingenieros. Por eso opté por la Ingeniería Aeronáutica.
En tu discurso de investidura como doctor honoris causa en la Universidad Politécnica de Valencia decías que «la sociedad debe su pujanza a la tecnología y la organización, pero los más jóvenes se afanan poco y esperan poder enriquecerse en poco tiempo por alguna ocurrencia o carambola». ¿Una reivindicación de la cultura del esfuerzo?
Sí, pero no solo de la cultura del esfuerzo. Hay que explicarles a los jóvenes que esforzarse es necesario, pero no porque con esfuerzo vayan a cumplir una obligación, sino porque los esfuerzos tienen como resultado mucha más diversión y muchísimo mayor disfrute en la vida. Solo te diviertes con las cosas cuando las entiendes, y a veces para entenderlas hay que leer y hay que esforzarse. El esfuerzo es una vía para conseguir también el disfrute. Un ejemplo: si me monto en un monopatín, lo piso y me caigo, ya no querré montarme más. Para poder conseguir el gozo de montar en monopatín hay que practicar, hay que trabajar la técnica, y eso implica empezar por esforzarse. Ocurre lo mismo con el conocimiento de las cosas, de cómo funcionan. Hay que estudiar ingeniería, conocer la naturaleza. Eso te proporciona un disfrute al final. Es como ir al Museo del Prado: para disfrutar de los cuadros tienes que saber de pintura. Si no, solo ves monos.
Antes de irte al espacio te dedicaste durante seis años, entre 1986 y 1992, a la determinación precisa de órbitas en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) de la ESA en Alemania. ¿Cuál era tu trabajo exactamente?
Consistía en programar los algoritmos matemáticos y físicos que determinan cómo son las órbitas y qué influencias tienen sobre los satélites las diferentes fuerzas que los gobiernan, y cómo podemos utilizar mejor las diversas medidas de las distancias para conocer bien nuestra órbita. Eso es lo que hacíamos donde yo trabajaba, en el centro de control en el Grupo de Determinación Precisa de Órbitas. En ese momento era importante porque teníamos unos nuevos satélites de observación de la Tierra equipados con cámaras fotográficas y era necesario saber exactamente en qué sitio del planeta habían sacado las fotografías, porque cada una se realiza en un determinado minuto, segundo y microsegundo. Lo hacíamos con medidas de láser y con medidas de GPS, y nos divertíamos mucho. Se programaba en Fortran 4 y 77 y seguimos haciéndolo igual, solo que ahora es Fortran 90 o 95 o 2003.
¿Se sigue innovando en la algoritmia?
Ya no se innova mucho. En los años ochenta ya desarrollamos los programas que calculaban los mínimos efectos de las ecuaciones de la relatividad general de Einstein en las medidas del láser. Lo que se hace ahora es conseguir que los programas sean más automáticos, que tengan una presentación más sencilla y que admitan nuevos satélites.
Recibiste entrenamiento en la Ciudad de las Estrellas de Moscú, conocida como «la ciudad militar cerrada número 1», donde también se preparó el cosmonauta Yuri Gagarin. ¿Hablas ruso?
Tuve que estudiar ruso porque allí todas las clases se daban en ruso. Hice un curso intensivo, llegamos allí y los dos primeros días no entendimos nada. Poco a poco nos fuimos adaptando y fuimos aplicando el conocimiento que nos habían impartido durante el curso. Al final todos tenemos que hablar ruso por radio y leer los procedimientos en ruso, y nuestra vida, en realidad, depende de lo bien que hablemos en ese idioma. Así que nos aplicamos bastante.
¿Y la experiencia allí cómo fue?
Rusia ha cambiado mucho. Empezamos a ir allí en el año 1992, tras la caída del telón de acero. Acababa de caer la Unión Soviética y el país atravesaba unas dificultades económicas enormes. La gente que quedaba en el programa espacial estaba por entusiasmo, no por lo que les pagaban. Fueron años durísimos en lo que quedaba de programa espacial soviético, con gente mayor, entusiastas que cobraban poquísimo dinero y a los cuales siempre queríamos ayudar, pero tampoco sabíamos cómo. Los edificios estaban destartalados, en el baño no había papel… Parecía una cosa un poco curiosa que nos atreviéramos a volar en cohetes hechos por aquella gente, pero entendimos que en Rusia se hacía el mismo hincapié en la seguridad que en cualquier otro sitio. En parte, no había dinero para todo porque el dinero se invertía todo en la seguridad.
Incluso antes de salir en la Soyuz fuiste condecorado por Boris Yeltsin. ¿Por qué se te concedió en la Federación Rusa la Orden de la Amistad?
Es una tradición. De las personas que iban a Rusia a volar en los vuelos conjuntos se condecoraba a los astronautas, al que había volado y al que había quedado en reserva con la Orden de la Amistad.
En 1998 fuiste nombrado miembro de la tripulación del STS-95 del Transbordador Espacial y volaste en el Discovery. Tuvisteis un problema en el despegue y se decidió no abrir el paracaídas en el aterrizaje. ¿Temiste por tu vida?
No, de aquello solo nos enteramos cuando ya estábamos en órbita. Se cayó una tapa de metal que no lleva telemetría, o quizás, si llevaba, no estaba activa en ese momento, porque no se espera que el paracaídas se abra durante el lanzamiento. Luego se detectó al ver los vídeos. Supimos a posteriori que habíamos estado en grave peligro, pero no durante el tiempo en que lo estuvimos. Más tarde hicimos las correspondientes averiguaciones y, tras las conversaciones con los expertos de tierra sobre cómo proceder, estrechamos las condiciones de aterrizaje para que pudiéramos llevarlo a cabo de manera que se pudiera frenar en lo que había de pista. Ese paracaídas es importante cuando aterrizas en una pista corta por cuestiones de emergencia, pero cuando aterrizas en la enorme pista de Florida te da igual parar más pronto que más tarde.
En aquella misión te acompañaba John H. Glenn, que entonces tenía setenta y siete años. Glenn y tú os sometisteis a pruebas médicas con el objeto de entender los procesos de envejecimiento. ¿Los experimentos que se efectúan en el espacio son siempre públicos o también los hay secretos?
Son siempre públicos. Eso sí, ocurre que a veces una empresa comercial paga por el uso de la estación espacial para hacer experimentos, ya que esperan descubrir o inventar cosas gracias a ellos, y los resultados solo los conocen ellos. Es normal, porque son experimentos comerciales. Sin embargo, no hay ningún experimento que sea estrictamente secreto, del tipo tecnología militar o algo así. Eso no se hace en la Estación Espacial Internacional y, si lo hacen, yo no me he enterado [risas]. Desde luego, allí arriba no se hace, a no ser que se haga en otros sitios, o con otros satélites o sistemas.
Tu siguiente viaje fue a la ISS en la misión Cervantes, en la que se aprovecha que hay que sustituir la Soyuz salvavidas para realizar una corta estancia en la estación espacial. ¿Por qué es necesario cambiar de Soyuz cada seis meses?
Es una cuestión tecnológica. Todo aparato tiene una vida útil garantizada y las naves Soyuz estaban diseñadas para que fuera de seis meses. Por supuesto que, si las extiendes a nueve meses por algún motivo importante, a lo mejor funcionan igual, pero hay unas baterías cargadas que tienen que funcionar durante esos seis meses; hay unos depósitos con combustibles especiales que no se abren durante esos seis meses, porque hay que tener cuidado para que el combustible no se degrade; etcétera. Hay una serie de imperativos tecnológicos que limitan la vida garantizada del aparato a seis meses. Hoy, en las nuevas naves, se han hecho modificaciones y están teniendo una vida útil garantizada mucho más larga. Creo que están por nueve o diez meses.
Cuando esas naves vuelven, ¿se reutilizan en parte o ya quedan para los museos?
Se queda casi todo para museo. Hay que tener en cuenta que la mayor parte se quema, porque la nave se divide en tres trozos y solo la parte central tiene un escudo térmico. El resto se funde y se vaporiza durante la reentrada. La mayor parte de la nave se pierde completamente. Luego, la cápsula en sí no se puede recuperar porque ha pasado por unas condiciones térmicas extremas, se ha calentado y ha cambiado su estructura metálica, lo que impide que se pueda volver a utilizar. Lo que sí puede hacerse es sacar los ordenadores de la cápsula y volver a instalarlos después, eso sí se puede reutilizar.
¿Volar en la cápsula espacial Soyuz es tan emocionante como parecía en la película Gravity?
Sí, es muy parecido. Aunque no se pueden manejar las cápsulas a voleo como aparece en la película [risas], pero sí, vibras, el paracaídas da un gran tirón, todo eso ocurre. En la película Apolo XIII llueve en la cápsula porque el aire acondicionado no funcionaba y estaba todo lleno de humedad, y en el momento en que la gravedad hace efecto toda esa agua les cae encima a los astronautas. Todo esto son cosas que realmente ocurren.
Como jefe de la Oficina de Operaciones de Vuelo de la ESA, ¿cómo viviste el aterrizaje del módulo Philae en el cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko en noviembre de 2014, en el curso de la misión Rosetta?
Esas misiones se controlan en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), donde yo mismo trabajé al principio de mi carrera en los años ochenta. Está en Darmstadt, Alemania. Existe una red de antenas distribuida por toda la Tierra que se coordinan desde el ESOC y a través de ellas se realizaron y enviaron todos los comandos y se efectuó la telemetría de Rosetta. Nosotros no tenemos que ver con eso.
El próximo 30 de septiembre la propia sonda espacial Rosetta se estrellará contra el cometa y con eso acabará la misión. ¿Cómo valoras este proyecto de la ESA?
El proyecto ha sido el más importante del programa científico de la ESA hasta ahora, no solo por los resultados, que son muy importantes, también por la comunicación que acompañaba a la misión. Hay otros equipos de la ESA que han efectuado grandes logros, por supuesto, como el satélite que realizó el inventario de todas las estrellas que utilizan los astrónomos, y otro satélite que está haciendo ahora mismo un nuevo inventario mil veces más preciso. No puedes comparar los resultados de uno con los resultados de otro, los dos son maravillosos. Pero, desde el punto de vista de comunicación, hemos hecho un papel muchísimo mejor y la nave Rosetta ha puesto en el mapa de los medios de comunicación a la Agencia Espacial Europea. Y espero que no se estrelle, sino que solo se deposite.
¿Estáis en la ESA al mismo nivel tecnológico y presupuestario que la NASA o la FKA, la agencia espacial rusa?
En presupuesto Europa y Rusia están más o menos igual. El de Rusia llegó a estar muy por encima, pero ahora ha bajado. Pero el presupuesto militar y civil estadounidense es diez veces mayor. Tecnológicamente estamos muy parejos, pero es sencillamente imposible, por mucho que seamos mucho más eficientes, que con esa diferencia económica podamos estar a su mismo nivel global. Hay programas concretos en los que estamos muy por encima, todo el programa de observación de la Tierra es muchísimo más avanzado que el de Estados Unidos, y en las naves como Rosetta o en telescopios estamos a la par con la NASA. También el programa Galileo está tirando y hoy se está poniendo muy cerca del programa americano de GPS. Pero, por ejemplo, en vuelos tripulados Europa participa con un porcentaje muy pequeño.
Si dispusieses de los fondos necesarios, ¿qué misión espacial no realizada te gustaría liderar?
El primer aterrizaje en Marte, como a todo el mundo. Que una nave tripulada descendiese hasta el suelo de Marte daría unos réditos económicos impresionantes, por la tecnología que habría que desarrollar y la competitividad que daría a la industria europea; pero también unos réditos importantísimos desde el punto de vista emocional. La gente entendería por qué hemos hecho esta unión de todos los países europeos: por alcanzar un objetivo grande e importante que solo podemos conseguir todos juntos. Y tendría una ilusión. La verdad es que la cantidad de dinero que se requeriría para ello, comparado con los presupuestos de la Unión Europea, sería irrisoria.
¿Tendría que ser una cosa de la ESA o debería ser una misión conjunta entre todas las agencias espaciales?
Se puede hacer una misión conjunta, pero entonces lo importante es no ser un socio pobretón. Si se hace conjunta, pero hay alguien que pone el 90 % y tú pones el 5 % y otro más pone el otro 5 %, entonces de ahí no sacas ni los réditos de los inventos ni puedes exigir que haya un miembro tuyo en la tripulación. La única manera correcta sería, o bien que lo hiciera la ESA todo entero, o bien que fuéramos al 50 % con alguien, por ejemplo la NASA, que es nuestra agencia casi hermana.
Space X, una compañía privada, ha anunciado su llegada a Marte en 2018. ¿Tú lo ves factible?
Es muy difícil saberlo. No tengo acceso a los diseños y a las características de la misión, las guardan muy celosamente, como haría yo si hubiese invertido tantísimos millones en diseñar la nave [risas]. Pero hasta ahora las afirmaciones de Space X han sido muy fiables. Yo conozco gente que trabaja allí, y trabajan durísimo y hacen inventos permanentemente, se atreven a todo. Yo apuesto a que sí.
¿Y el primer viaje tripulado para cuándo?
Eso va a ser más difícil de saber. Ellos pensaban aterrizar la nave Dragón allí, pero no creen que vuelva. Esa nave no está provista de los sistemas necesarios como para rellenar el combustible y volver, es simplemente posarse, hacer fotos y demostrar que se dispone de la tecnología. Es una misión no tripulada extremadamente válida y útil, es lo que yo haría si tuviese el dinero en la Agencia Europea del Espacio y, por supuesto, el comando del uso de presupuesto. Así que, ¿para cuándo la próxima tripulada? Pues falta aún bastante, porque hay que mandar otra anterior que, de alguna manera, lleve el combustible, o sea capaz de extraerlo de la superficie para rellenar el vehículo nuevamente, y un cohete además que lo saque. Estoy seguro de que hay alguien pensándolo dentro de Space X, y dentro de la NASA tienen que planteárselo también. Y esperemos que la Agencia Espacial Europea, de alguna manera, consiga de la Unión Europea o de alguien el dinero para ponerse al nivel.
¿Qué te pareció la película The Martian?
A mí me gustó bastante, tiene buena factura y pone mucho interés en que todo sea lo suficientemente realista (considerando que es una película de Hollywood, obviamente). Hay algunas cosas un poco raras, claro. Como eso de que le quiten el techo a la nave y salgan con una lona. No he hecho los números, pero me da la impresión de que está pillado por los pelos. Mantener la atmósfera de la estación, lo que es el hábitat en Marte, simplemente con una lona parece exagerar un poquito. Pero no lo sé, insisto, habría que hacer los números. Y sí, la mayor parte de las decisiones son muy razonables y no tan desvariadas como en otras películas como Armageddon.
Las pruebas físicas que realizáis los astronautas son muy exigentes. ¿Serán necesarias para el turismo espacial?
No, por supuesto que no. Muchas de nuestras pruebas no son duras por tener que soportar condiciones extremas, sino por las muchas veces que hay que repetirlas hasta que sale la necesaria perfección de manejo. No es duro estar en una nave espacial desde el punto de vista físico. Está claro que no toda la población aguantaría la aceleración, pero sí un porcentaje enorme. Hay que hacer una centrífuga y mirarlo. Pero nosotros lógicamente tenemos que ir al espacio y resultar operativos, hay que ser capaces de responder a emergencias, etcétera. Pero si la gente va sin mucha preparación y se está mareando dos días y luego está bien, pues tampoco pasa nada.
Ya está en la ISS BEAM, el primer módulo habitable hinchable del complejo. ¿Es el primer paso para la puesta en marcha de un hotel espacial?
Yo creo que sí. Además es el objetivo públicamente declarado de la empresa, no sé si lo conseguirán. Tenemos la suerte de que el espacio atrae tantísimo a las personas que una serie de gente que ha hecho mucho dinero en la famosa burbuja de internet está dedicando fondos a invertir en el espacio, y se están haciendo desarrollos que quizás hubieran sido difíciles de conseguir con los fondos públicos. Los más importantes son Space X, Blue Orbit, la compañía de transporte espacial creada por Jeff Bezos con la intención de llevar gente al espacio unos pocos minutos, y luego los desarrolladores del BEAM: Bigelow Aerospace. Lo que pasa es que esta gente no está acostumbrada a gastar sin mirar el rédito y han traído la filosofía empresarial al sector de los viajes espaciales. Ellos piensan que en algunos años las inversiones van a dar beneficios. De hecho, Space X se ha gastado muchísimo dinero en crear cohetes y las naves espaciales, pero ahora ya están vendiendo billetes a la NASA para los astronautas que van a la ISS por un precio que les resulta rentable. Y los cohetes esos que han inventado, y en los cuales han invertido tantísimo dinero y esfuerzo, los están vendiendo a los operadores comerciales de satélites, e incluso a los militares. Creo que les irá bien y les deseo que les vaya bien, porque eso es lo que hace que todos los ingenieros jóvenes tengan trabajo.
Una de las últimas pruebas de entrenamiento que has realizado ha sido descender ochocientos metros a una cueva en Cerdeña. ¿Cómo conecta la astronáutica con la espeleología?
Hay una serie de elementos que son análogos en las dos disciplinas. Lógicamente, no porque bajar una cueva sea simplemente como salir al espacio, porque eso no es así. Pero hay algunos elementos análogos, como el aislamiento que se sufre en ambos casos o la dificultad de llegar y la dificultad de volver, que obliga a calcular con precisión la cantidad de materiales que se pueden emplear en la empresa. También es similar la ausencia de día y noche y el hecho de trabajar en condiciones duras. Sobre todo, este tipo de entrenamiento constituye un ejercicio de dinámica de grupo en condiciones incómodas, como los que se hacen en las empresas. Después del ejercicio el grupo es más integrado, se conoce mejor. Además de este ejercicio de espeleología, también tenemos un laboratorio que está debajo del mar, en el cual los equipos pasan hasta una semana. Y a los astronautas también se les envía a veces a las montañas.
¿Te lo has pasado bien durante este entrenamiento?
Sí, la experiencia ha sido sumamente positiva. Físicamente ha sido muy duro porque no estamos acostumbrados a esto, no sabemos utilizar de forma eficiente los aperos de escalada. Haces muchísima más fuerza de la necesaria y, por lo tanto, para nosotros es mucho más cansado que para los expertos.
¿Alguno de los que ibais era experto en espeleología?
Entre los astronautas, no. Se contrató un equipo de apoyo porque, si no, ¿cómo vas a llevar a los astronautas de cinco agencias espaciales? Imagina que alguno se rompa una pierna. La seguridad tenía mucha prioridad, como corresponde en estos casos.
En el año 2006 dejaste tu trabajo en la ESA para dirigir la compañía de satélites Deimos Imaging, SL. ¿Quién te convenció para efectuar ese cambio en tu trayectoria profesional? ¿A qué se dedica Deimos Imaging?
Pues me convenció un compañero, que es el director general de la empresa matriz, y también mi compañero Miguel Belló, que estuvo conmigo en ESOC haciendo un trabajo muy parecido al de programación de órbitas. La empresa se dedica a desarrollar y explotar un sistema completo espacial con satélite con estación de tierra. Fue duro al principio porque, tras trabajar de funcionario toda la vida, aprender a hacer funcionar una empresa es difícil. Pero lo he conseguido y tengo mi medallita de haber tenido responsabilidades de gerencia en una empresa. Me desvinculé de Deimos Imaging completamente al entrar otra vez en la ESA. Como ellos trabajan con la ESA había una incompatibilidad manifiesta. Les va muy bien ahora mismo, han multiplicado por tres la plantilla en Valladolid y han adquirido muchísimas más responsabilidades en el nuevo grupo empresarial en el que están.
Tú haces mucho trabajo pedagógico y divulgativo. ¿Cómo está la divulgación en España? ¿Echas de menos una figura patria como Neil deGrasse Tyson?
No, en España hay figuras así, lo único que echo de menos es que se les dé más visibilidad y continuidad en los medios. Pero también es cierto que en Estados Unidos la mayor parte de la población tampoco sabe quién es Neil deGrasse Tyson. Los que nos interesamos por la divulgación científica por supuesto que lo sabemos, pero incluso en su país lo conocerá solamente el 10 % de la población. Y la mayoría ni siquiera sabe qué significa la astrofísica.
Echo de menos que se conozca mejor la ciencia. Que se entienda la ciencia, su funcionamiento. La gente tendría que entender mejor cómo funciona todo este proceso por el cual medimos, estudiamos, pensamos, volvemos a medir y al final obtenemos un resultado a través de eso que llamamos la ciencia. Este proceso, que es bastante sencillo, es sin embargo muy desconocido. Y si se entendiera mejor provocaría cambios inmediatos: no compraríamos tantas estupideces para la salud que solo cuestan dinero y que realmente no ayudan en nada, no se comprarían productos que dicen que quitan el colesterol y resulta que es mentira… Conocer mejor la ciencia mejoraría muchísimo la vida cotidiana de las personas, de hecho. Solo interesándose por cómo decidimos que ciertas cosas son verdad y otras no, y que eso es algo que no depende de la opinión. Pero mucha gente cree que existe la opinión en la ciencia. Que existe una opinión y que existe otra, y que ahí acaba todo. Y eso es una tontería. Contrastadas con los datos, esa multitud de opiniones se convierte en lo que llamamos ley científica, que ya no está sujeta a la opinión. Creo que eso no se entiende bien, y creo que deberíamos esforzarnos por conseguir que se entienda.
Tú tienes una cruzada en internet, aunque la desarrollas con humor, contra los homeópatas y demás magufos.
Lo que me interesa es esto mismo, que la ciencia misma se conozca mejor. Es decir: hablamos de que existió un big bang, de dónde está nuestra galaxia, de los agujeros negros y de todas esas cosas relacionadas con el espacio. Pero, en realidad, de lo que debemos asegurarnos es de que la gente comprenda que la medicina es una ciencia que, como tal, se fundamenta en evidencias. Y que no existe la medicina alternativa, que es algo necesariamente falso. Hay una medicina que funciona y otra que no, y que entonces no debe recibir ese nombre. Todo aquello que funciona se integra dentro de la medicina. La «medicina alternativa» es una palabra tonta. Si consigues explicar eso, si logras que se entienda, consigues una mejora en la sociedad.
Explícame qué son chemtrails.
Una tontería como un piano. Algunas personas creen que los aviones, en vez de estar produciendo estelas por la condensación del aire, vierten productos químicos. Aunque nadie se muere por creer eso. Lo grave es cuando esa gente lo lleva al extremo y ese modo de pensar influye en sus hijos y en su comportamiento, y eso sí tiene consecuencias más graves. Ahí es donde verdaderamente habría que cortar. No hay derecho a que una gente que se piensa que ahí hay químicos en el aire no deje salir fuera de casa a sus niños por miedo a que se contaminen, y lo mismo con la homeopatía; en vez de llevar al niño al médico, le das pastillitas de azúcar porque te lo ha dicho un homeópata.
Hay una gran cantidad de farmacéuticos y médicos titulados que se hacen homeópatas. Eso es ya preocupante.
Ya. Esa gente, lo que hace, es dedicarse a recetar pamplinas durante la fase de «esperar a que se cure solo», pero al menos saben en qué momento eso ya no se cura solo y entonces pasan a recetar medicinas normales, como manda el hospital. Todavía tiene un pase. No es ético y no debería hacerse, pero no es tan mortal como que a los niños no los vacunen. Todo tiene un pase mientras no afecte a los niños.
¿Crees que en España todo el mundo tiene acceso a la mejor educación?
Si no todos a la mejor, todos a una buena educación. La educación pública sigue funcionando a base de inmensos esfuerzos por parte de los maestros, de los directores y de los celadores de los colegios. De momento todavía vamos bien, pero aun así habría mucho que mejorar. Sobre todo, en este aspecto que hemos comentado: que la gente entienda que hay cosas que no están sujetas a opiniones, sino que solo están sujetas a datos.
¿Cuándo te volveremos a ver en el espacio?
Lo que está claro es que no dentro de muchos años, porque ya voy cumpliendo bastantes. Así que, o dentro de tres, cuatro o cinco años, o ya lo dejamos.
Por último, recomiéndanos un libro sobre exploración espacial o astrofísica que sea divulgativo y creas que a la gente le pueda gustar.
Un poco difícil, la verdad. Asimov tenía varios libros que eran bastante asequibles sobre cómo funciona la galaxia, no me acuerdo de los nombres de todos ellos, tenía uno muy bueno de química. En general, yo siempre recomiendo el libro de Carl Sagan El mundo y sus demonios. Simplemente te lo lees y, si piensas como dice ese libro, tienes mucho ganado.
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