Cine y TV

Ensalada pop

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Ready Player One. Imagen: Warner Bros pictures.

Durante una de las batallas de Ready Player One, el robot popularmente conocido como el gigante de hierro se presentó repartiendo hostias como hogazas, disparando rayos y haciendo equipo con el RX-78-2 Gundam para calentar el culo de un mechagodzilla asalvajado. Tras derrotar al doppelgänger mecánico de Godzilla, el gigante de hierro efectuaba [spoiler] un último sacrificio que lo condenó a caer en un río de lava y convertirse en cocido metálico mientras levantaba el pulgar al estilo de Arnold Schwarzenegger en Terminator 2 [fin del spoiler]. Entre tanta arbitraria ensalada pop, el cinéfilo con buena memoria no tardaba en descubrir que la propia naturaleza del androide titánico chirriaba demasiado. Porque el gigante de hierro, aquel que se presentaba como un extraordinario soldado sobre el campo de batalla, era una criatura famosa por ser rotundamente pacifista.

El gigante de hierro llegó a los cines en 1999 dirigida por Brad Bird. Estaba basada en una novela británica de ciencia ficción sesentera llamada The Iron Man, un título que se transformó en The Iron Giant para unos Estados Unidos donde ya existía otro Iron Man guerreando entre viñetas, bocadillos y dibujos animados. La película era elegante, espabilada y en general tan fabulosa como para entusiasmar a la crítica de manera unánime, pero se estrelló en taquilla recolectando treinta millones de dólares que andaban demasiado lejos de los ochenta (cincuenta de producción y treinta de marketing) que le había costado a Warner. Lorenzo di Bonaventura, presidente por entonces de la compañía, comentó en referencia al fracaso: «La gente siempre me pregunta por qué no hacemos películas familiares más inteligentes. Y la lección es: cada vez que lo intentas, te destrozan», deslizando de manera nada sutil que el público en general es imbécil.

El gigante de hierro narraba la amistad, en los EE. UU. de Joseph McCarthy, entre un niño y un gigantesco robot del espacio exterior que se estampaba en la costa de Maine. Una historia de chico conoce a extraterrestre adobada con agentes del gobierno a la caza de materia alienígena, un beatnik colega del crío, un ejército estadounidense con el gatillo flojo y un desenlace de los que hacen que a la gente se les metan pelusas en el ojo. La producción también tenía a Vin Diesel interpretando un papel complejo al encargarse de doblar la voz del propio gigante, una labor que obligaba al actor a producir exactamente cincuenta y tres palabras, la mayor parte de ellas distintas entre sí. Pero lo más interesante de aquella fábula orquestada por Bird era su mensaje pacifista, aquel que elaboraba la propia naturaleza del coloso de metal, un ser que descubría el concepto de la muerte a través cuerpo de un ciervo derribado por cazadores. En El gigante de hierro el robot era un guerrero adiestrado para la batalla que no quería causar daño a pesar de estar programado para hacerlo. Una criatura sensible que se negaba a convertirse en un arma de guerra, en Ready Player One era justamente eso: un arma para la batalla.

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El gigante de hierro. Imagen: Warner Bros. Pictures

El problema evidente es que el repartidor de galletas que aterrizaba en la película de Spielberg no tenía mucho que ver con el androide que se posó en Maine en la versión animada. De hecho, en la novela original de Ernest Cline, el gigante de hierro solo era una mención fugaz. Pero en la gran pantalla, y aunque el propio Spielberg afirmase que se trataba del personaje que había revivido con más orgullo, la resurrección se antojaba como una traición directa al personaje original. El truco es que lo que aparecía en Ready Player One no era el gigante de hierro, sino un mero envoltorio que se asemeja al gigante de hierro, porque la aventura de Spielberg evitaba ser un crossover coherente para convertirse en un desfile de iconos, una skin para vestir tu personaje de videojuego, una sala llena de gente disfrazada con su avatar favorito.

Se ha dicho que la película es el equivalente a un niño montando una gigantesca batalla con todos sus juguetes del armario, y esa es una definición totalmente certera para un producto que convierte la pantalla en un Busca a Wally excesivo: por sus fotogramas se pasean, Kratos, Sonic, Jasoon Voorhees, el Gordon Freeman de los Half-Life, Cloud Strife de Final Fantasy VII, los gremlins, varias encarnaciones de las Tortugas Ninja, ese muñeco diabólico conocido como Chucky, Harley Quinn y el Joker,  la furgoneta del Equipo A, Hello Kitty, las naves de Firefly y Battlestar Galactica, Conan el bárbaro, Dante de Devil May Cry,  Lara Croft , el coche Plymouth del 58 sediento de sangre de Christine, Duke Nukem, el Batman de Tim Burton, Robocop y hasta (literalmente) un centenar de guiños más extirpados de la cultura pop que el ser humano ha consumido durante las últimas décadas, desde El resplandor de Kubrick hasta El último gran héroe de John McTiernan. Pero la mayor parte de participantes de dicha cabalgata no pasan de ser una anécdota que ocurre en el fondo de la escena, una que muchas veces resulta inapreciable si uno no asalta el botón de pausa. Es cierto que el gigante de hierro obtiene más presencia, pero esta es solamente física, su puesto podría ser ocupado por Ultraman o cualquier otra criatura del cajón de los juguetes, y el resultado sería el mismo. En el fondo Ready Player One entiende la ensalada pop como una colección de cromos, planos, pero que lucen muy bien y son divertidos.

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«La premiere de Ready Player One con el gigante de hierro y su famosa pistola que tanto ama». Nótese el sarcasmo.

Ensalada pop

En 1988, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? de Robert Zemeckis redibujó el cine noir de detectives atormentados y mujeres fatales ubicándolo en un universo que los humanos compartían con los dibujos animados. La película corría a cargo de Disney, pero Spielberg, el mismo que treinta años después elaboraría la macedonia de Ready Player One, se encargó de mediar con la Warner y el resto de compañías ajenas a Mickey Mouse (MGM, Paramount Pictures o RKO) para fusionar todos sus mundos animados, algo insólito entre compañías rivales. Como resultado ¿Quién engañó a Roger Rabbit? reclutó un all-star acojonante: toda la familia Disney (de Pinocho a Blancanieves, pasando por Dumbo, Bambi o Campanilla) mezclada con el mundo Warner (de Marvin el marciano a Speedy Gonzales, pasando por Porky o el Correcaminos) y con cameos de las estrellas de estudios como MGM , Paramount Pictures o RKO: Betty Boop, el Pájaro Loco, Droopy, Spike de Tom y Jerry, Koko el payaso, Gandy Goose y el gato Félix. Aunque algunos, como Popeye, Casper, Tom & Jerry o la pequeña Lulú se quedaron fuera por cosas de derechos.

La película supuso la primera (y única) ocasión en la que el mundo pudo contemplar a Bugs Bunny y Mickey Mouse compartiendo pantalla en una misma secuencia, una situación provocada exclusivamente por los requisitos contractuales: en la Warner solo dieron permiso para hacer uso de su cantera con la condición de que los personajes estrella de la compañía, Bugs Bunny y el pato Lucas, no gozasen de menos tiempo en pantalla que los paladines de Disney, Mickey Mouse y el pato Donald. La solución para evitar movidas innecesarias fue de lo más inteligente y se basó en emparejar a los personajes de los diferentes estudios en la misma escena: Mickey y Bugs putearon a un Edie Valiant (Bob Hoskins) en caída libre, mientras Donald y Lucas batallaron sentados al piano durante un duelo musical fantástico. Pero lo mejor de todo aquel crossover gigantesco de Zemeckis era que conservaba la personalidad original de sus implicados, en lugar de traicionarla.

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¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Space Jam, Godzilla vs Barkley. Imágenes: Buena Vista Pictures, Warner Bros pictures, Dark Horse Comics.

Cruzar licencias siempre ha sido una táctica llamativa para un público que gusta de saber que sus ficciones chapotean en los mismos universos. En 1948, Abbott y Costello contra los fantasmas enfrentó a los cómicos de su título contra monstruos de la Universal como Drácula, el Hombre Lobo y Frankenstein. Quince años después, dos famosas bestias gigantescas se pusieron finas en King Kong vs Godzilla. Las pesadillas legendarias se enfrentaron a los machetazos tradicionales en Freddy contra Jason. La serie Alien vs Predator extendió el rifirrafe entre dos extraterrestres clásicos a lo largo de cómics, películas y videojuegos. Uno de los cócteles más raros comenzó como una broma durante el día de los inocentes y acabó convertido en película real: Sadako vs. Kayako, una cinta japonesa que enfrentaba a la despeinada chunga que salía de la tele en The Rng con la chavala fantasma de Ju-on. Space Jam conjuntó la NBA, encabezada por Michael Jordan con los Looney Tunes. Y el estreno de Vengadores: Infinity War ha sido el resultado de diez años de Marvel encauzando a sus héroes en pijama hacia un mash-up titánico. Mientras tanto, los cómics aprovecharon que en ellos la barra libre estaba permitida: enfrentaron a Robocop con Terminator en una historia firmada por Frank Miller, enviaron a Indiana Jones a investigar el Halcón Milenario de Star Wars, colaron a Superman en el mundo de He-Man y permitieron que Charles Barkley disputase un partido de baloncesto contra Godzilla.

Pixels nació de un cortometraje ideado Patrick Jean donde se proponía un otro tipo de combinación: videojuegos clásicos invadiendo el mundo real. Era simpático, pero la versión cinematográfica llegó con Adam Sandler al frente, y lo de ver a Donkey Kong y Pac-Man en modo cabrón no compensaba el tener que aceptar que uno de los personajes acababa ayuntando con un Q*Bert disfrazado de rubia. Un par de años antes, Rompe Ralph fue un puente más sólido entre el espíritu de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? y la futura Ready Player One. Otra reunión de personajes de aquellas pantallas que hasta hace dos días eran consideradas un nicho: Bowser, Ken, Ryu, Bison, Zangief, los fantasmas de Pac-Man, Frogger, Sonic, las paletas de Pong, Peter Pepper de Burger Time, Chun-Li, Robotnik, Q*Bert, Neff de Altered Beast, el signo de exclamación de Metal Gear, Paperboy, Kano de Mortal Kombat, o un zombi de House of the Dead formaban parte de la extensa y sorprendente procesión de cameos. La película incluso se permitió colar guiños fabulosos para el público más amigo de machacar padas, grafitis que rezaban cosas como «Aerith Lives», «All your bases belong to us» o «Leeroy Jenkis» demostraban que Rompe Ralph sabía perfectamente a lo que estaba jugando. Y nadie se enrollaba con Q*Bert.

Crossover fever

En los terrenos televisivos Steve Urkel asaltó el hogar de Padres forzosos, la Jessica Fletcher (Angela Lansbury) de Se ha escrito un crimen se cruzó con Magnum (Tom Selleck), Hércules y Xena formaron equipo, el gato Salem de Sabrina, cosas de bruja envió al reparto de Yo y el mundo de viaje en el tiempo y los Power Rangers se aliaron con las Tortugas Ninja para repartir sopapos entre masillas. El caso de La isla de Gilligan era especialmente curioso porque la serie, muy querida en Estados Unidos, se convirtió en destino de delirios: ALF, Los vigilantes de la playa y Roseanne visitaron el lugar con la excusa de estar soñando o fantaseando.

Las Tortugas Ninja (o TMNT por aquello de Teenage Mutant Ninja Turtles) son una de las creaciones con más carretera en esto de hacer excursiones entre ficciones e independientemente del medio: en los cómics cruzaron universos con Cerebus, Archie, Usagi Yojimbo, Flaming Carrot, Garlfield, Wild West C.O.W.-Boys of Moo Mesa, Sonic, Savage Dragon, Los Cazafantasmas o Gen 13. También se apuntaron a participar en Infestation 2, una locura que arrojaba monstruos lovecraftianos sobre el mundo de las tortugas y sobre los de Transformers, 30 días de oscuridad, Dungeos & Dragons y GI Joe. Y poco después aparecieron por X-Files: Conspiracy, una serie de cómics donde aquellos pesados que se hacían llamar Los Pistoleros Solitarios en Expediente X se mezclaban con franquicias como El cuervo, Los Cazafantasmas, Transformes o las omnipresentes Tortugas Ninja. En el mundo del videojuego las verdes se alistaron a Injustice 2 para partirse los morros contra los héroes y villanos de DC Comics, algunos personajes de Mortal Kombat (Subzero y Raiden) y el mismísimo Hellboy de Mike Mignola.

Sopa de Tortugas. Imágenes: 4Kids y Nickelodeon.

Entretanto, la televisión tuvo tiempo para reinventar a Leonardo, Raphael, Michelangelo y Donatello unas cuantas veces, pero también para elaborar con ellos un tipo de crossover autorreferencial capaz de supera la barrera del tiempo: las Teenage Mutant Ninja Turtles de 2003 se despidieron tras siete temporadas con una película para televisión titulada Turtles Forever donde se reunían con las tortugas de la serie ochentera de dibujos animados (un clásico de muchas infancias) pero también con las versiones crudas, y en blanco y negro,  primigenias de los cómics. Un truco que se repitió cuando Nickelodeon produjo su propia versión, muy divertida y en 3D, de las Tortugas Ninja. Una serie que en su cuarta temporada envió las cuatro conchas a una realidad alternativa habitada por las TMNT animadas en 2D que triunfaron en el ocaso de los ochenta y los principios de los noventa. Más tarde los quelonios ninja optaron por formar equipo con otro justiciero legendario: Batman.

 

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Batman/Teenage Mutant Ninja Turtles. Imagen: DC Comics/IDW Publishing

Soy Batman

El expediente del hombre murciélago tiene poco que envidiar al de los quelonios adolescentes en lo que respecta a cruzar sendas con otras ficciones. Porque las excursiones y los invitados de las Tortugas Ninja sonaban sorprendentes, pero en el caso de Batman los crossovers se disparaban hasta lo delirante. En los tebeos, el caballero oscuro se ha topado con el Alien de Ridley Scott, Daredevil, Harry Houdini, Hulk,  Sherlock Holmes, Predator, el Castigador, Tarzán, The Spirit, Grendel, Hellboy, aquel Elmer Fudd que persigue de manera incansable a Bugs Bunny en los Looney Tunes, Starman, la Sombra, Planetary, Deathblow, el Juez Dredd, Spawn, el Capitán América, Danger Girl o Spider-Man.

En 2017, Batman y Flash se dedicaron a investigar una misteriosa chapa que cualquier lector de cómics reconoce instantáneamente como un objeto del mundo Watchmen. Antes de eso, DC Comics había resucitado al Batman de Adam West bajo una serie denominada Batman 66 que se entremezcló con Archie, El agente de CIPOL, The Green Hornet, la Wonder Woman de 1977 o los Steed y Mrs Peel que componían otros Los Vengadores, aquella pareja británica nacida en la televisión de los sesenta que no tenía nada que ver con los superhéroes de capa. En la pantalla, la serie protagonizada por el gran Adam West llegó salpicada de cameos de famosos como Jerry Lewis o Sammy Davis Jr y personajes de La familia Addams o Los héroes de Logan. Mientras tanto, los dibujos animados aprovecharon para reunir al héroe enmascarado con la tropa de Scooby-Doo. En el mundo del cine se alistó a La Liga de la Justicia, y en los terrenos del videojuego, Revenge of the Shinobi lo convirtió en enemigo chusco de fin de fase sin pedir permiso. Años más tarde, se pelearía en tres dimensiones contra toda la plantilla de DC Comics y el universo Mortal Kombat. En general, es más sencillo y rápido enumerar a la gente con la que Bruce Wayne todavía no sea ha cruzado.

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Batman junto a Watchmen, Alien, Scooby-Doo y los otros Vengadores.

Pero el hombre murciélago no elaboraría el batido pop definitivo hasta la llegada de una empresa juguetera al cine. En 2014 La LEGO película se estrenó en cines haciendo algo que parecía no tener permitido de antemano: ser una buena película. De hecho, se trataba de una de las comedias más simpáticas de los últimos años, una donde  Phil Lord y Christopher Miller agarraban lo que era un gigantesco anuncio de juguetes y lo convertían en una aventura muy simpática y tan inteligente como para marcarse un plot twist sorprendente en su desenlace. Lo mejor de todo es que aprovechaba la tonelada de licencias que posee la propia LEGO para arrastrar a otros personajes famosos hasta su metraje, gente como Milhouse de Los Simpson, Wonder Woman, varios personajes de Star Wars, Abraham Lincoln, Shaquille O’Neil, Dumbledore de Harry Potter o Gandalf. Y, sobre todo, un Batman que se convertía en parte del reparto principal. Aquel Hombre murciélago en formato juguete demostró tanto potencial como para lanzarse a encabezar una película propia, una obra que acabaría adquiriendo entidad propia mucho más allá de su naturaleza de spin-off al convertirse en una de las piezas que mejor ha entendido, asimilado y respetado la cultura popular de los últimos años. Se trataba de la ensalada pop definitiva: Batman: la LEGO película de Chris McKay.

Batman: la LEGO película conoce tan bien los recursos de los pasatiempos contemporáneo como para hacer guasa de ellos antes siquiera de que comience la propia cinta, con la voz en off de Batman sobre una pantalla oscura recitando un «Negro, tooodas las películas importantes empiezan con una pantalla en negro. Y con música, música inquietante, la música que pondría a un padre o a alguien de la industria nervioso. Y con logos, interminables y solemnes» mientras la banda sonora inquietante y los logos entran en escena. A partir de aquí todo se desmadra: la película nos cuela una cita falsa de Michael Jackson mientras un avión bautizado «McGuffin 1138» cargado de mercancía absurdamente peligrosa sobrevuela Gotham City. Por la pantalla desfilan guiños a Pulp Fiction, Nunca me han besado y Gymkata junto a un clon de Neil deGrasse-Tyson, Rick Astley, la Liga de la Justicia y los Superamigos, el cantante Richard Cheese (un tío que basa su carrera en agarrar canciones pop y heavies para convertirlas en música lounge) entonando el «Man in the Mirror», una alcaldesa con la voz de Mariah Carey, una base secreta con la contraseña «Iron Man es un pringado» y hasta una pantalla de rayos X a lo Desafío total. Una trituradora popera que llega tan lejos como para fichar a la Siri de Apple (Susan Bennett) como voz del ordenador del héroe, y un guion que se atreve a perfilar la figura de un Batman solitario a través de una escena clásica de Jerry Maguire que Wayne contempla en su cine privado.  

También es fabuloso el modo en que la película entiende y exprime la propia mitología de Batman, de manera cómica y enciclopédica. En la historia, el Joker enumera una lista de villanos entre los que figuran los clásicos Enigma, Catwoman, Dos Caras, Mr Freeze, Pingüino o Poison Ivy junto a otros que suenan disparatados como Zebraman, Polilla Asesina, Liebre de Marzo, Orca, el Hombre Calendario, Polka Dot, Eraser, el Hombre Cometa, Cat-Man o el Rey Condimento. Lo gracioso del asunto es que el propio Joker recomienda googlear para comprobar que no se está inventando ninguno, porque realmente hasta el más ridículo de aquellos malvados formaba parte del universo que Batman ha extendido en cómics, películas y series. También hay menciones para los planes fallidos del payaso psicópata en otras películas como El caballero oscuro («lo de los barcos») y el Batman de Tim Burton («lo de la cabalgata con música de Prince»). El colmo de la autoreferencia eran un puñado de flashbacks efímeros  que reimaginaban todas las entregas cinematográficas del murciélago en modo LEGO, desde Batman vs Superman hasta «esa un tanto peculiar del 66» (la película de Adam West) prestando cierta atención al tema de los pezones en los trajes de Batman y Robin.

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Las nueve entregas cinematográficas de Batman, ocho ensambladas en Lego y una con West bailongo.

Pero el auténtico desparrame llegaba cuando el Joker lograba poner en marcha su plan más ambicioso: construir un ejército con los seres malvados atrapados en un lugar conocido como la Zona fantasma. Una prisión de la que el Joker libera a Sauron de El Señor de los Anillos, Voldemort de Harry Potter, el agente Smith de la saga Matrix, los gremlins alérgicos al sol de la película de Joe Dante, la bruja mala del oeste de El mago de Oz,  Medusa y el Kraken de Furia de titanes, el escualo hambriento de Tiburón de Steven Spielberg, los Daleks de Doctor Who, los velociraptores y el tiranosaurio rex de Jurassic Park, King Kong, y varios monstruos (un vampiro, una momia y una criatura del pantano)de la línea Lego Monster Fighters. En cierta secuencia los gremlins asaltan el ala de un avión imitando el legendario capítulo Pesadilla a 20 000 pies de The Twilight Zone y cerrando el círculo por completo: en 1943, el escritor Roald Dahl inventó la palabra «gremlins» para denominar a unos bichos fantásticos amigos de sabotear aviones. En el mundo de Batman las cosas se habían vuelto del revés y ahora el Ojo de Sauron figuraba con todas las de la ley como uno de los villanos oficiales del hombre murciélago.

Batman: la LEGO película se ha convertido en una de las mejores encarnaciones del hombre murciélago en la gran pantalla, y lo ha hecho a base de zambullirse a lo bestia en el folclore del entretenimiento moderno. Es la película que más se ríe del legado de Batman pero también la que más y mejor lo ha respetado. Morgan Freeman, una persona que participó en la trilogía de El caballero oscuro de Christopher Nolan, afirmó que esta era su encarnación favorita del personaje. Porque, a pesar de que nadie se lo esperaba, Batman: la LEGO película es la ensalada pop perfecta, la que tirando de juguetes ha construido algo mucho más sólido que una Ready Player One que se conforma con ser una guerra de juguetes.

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Batman vs Jerry Maguire. Imagen: Warner Bros pictures

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4 Comments

  1. Andrea Moss

    Ready Player One es el ejemplo perfecto de la manía de Steven Spielberg de joder el material en el que se basan sus películas para expurgar cualquier rasgo mínimamente ofensivo, subversivo o que pueda afectar a la taquilla, y que ha caracterizado toda su carrera. En la novela de Ernest Cline el suburbio en el que vive el héroe protagonista -The Stacks- es un agujero infernal que parece sacado de un cómic del Juez Dredd; pero en su traslación a la pantalla grande los vecinos se saludan entre sí, tienen placas solares en sus chabolas y hasta parterres con macetas. Se elimina cualquier mención al lesbianismo de uno de los personajes principales de la novela, el villano se infantiliza hasta extremos insultantes (perdí la cuenta de las veces que Ben Mendelsohn recibía una patada en las pelotas para arrancar unas risa del público), y la desesperada situación familiar de Wade Watts se reduce a que el novio de su tía es un capullo que le roba sus juguetes… Spielberg dirigió esta mierda por Skype, lo tengo claro.

    • Alguien

      Muy de acuerdo con su mensaje en general; la novela no es ninguna obra de arte trascendental pero la adaptación cinematográfica está tan edulcorada que causa diabetes retinal. En cambio no estoy nada de acuerdo con el análisis que hace Diego Cuevas de las referencias y guiños que incluye la película (ni el libro) y mucho menos que las compare con el resto de películas, cómics y demás que ha mencionado. La diferencia entre RPO y el resto de material analizado es que en RPO en ningún momento aparece ninguno de los personajes mencionados (ni los que se quedan en el tintero); en ningún momento se pretende que se comporten de forma coherente con el original. En el mundo virtual de RPO todo lo que se ve es a gente vistiendo avatares; luego su comportamiento será el de la persona que está jugando, que no tiene porqué querer respetar en absoluto el original. La inmensa mayoría son adictos al videojuego que simplemente visten uno u otro avatar por su nivel de «molonidad» y/o por las capacidades de dar zurras más gordas que les pueda dar. Adictos que además viven en una época muy posterior a la aparición de todas esas referencias, con lo cual para la mayoría no tienen más significado que el estatus y el poder que les otorguen dentro de la realidad virtual de Oasis. Solo los gunters más serios (que no son pocos, pero siguen siendo una ínfima minoría) llegaban a adoptar, entender y respetar la cultura de donde venían todas esas referencias y aún así no se vuelven unos puristas talibanes si la ocasión lo requiere. Resumiendo, lo que sería del todo incoherente en RPO (novela o película) es que la referencia XXXX de turno se comportase como en el original del que proviniese. Que luego la novela y/o el libro gusten más o menos es un tema aparte.

  2. Tergiversador de Enredos

    De los muchos pastiches en los que han enfangado a Batman, destaca sobremanera el sorprendente «Batman & Drácula». Un cómic que a priori sonaba improbable, acabó resultando apasionante y pletórico.

  3. Es por la palabra crossover y venirme a la mente el cómic SUPERMAN & Quicky (la mascota de Neskuic)…. Y Superman Va Muhammad Alí, de un tal Neal Adams..
    De 20 años a ahora, cosas de la continuidad y de compartir mundo, hay tantos crossovers/sagas/macroeventos_que_cambiaran_el_universo que ya deslució la palabra crossover, con lo que molaba de pequeño leer el Superman vs spidermam

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