El impulso quijotesco era la clave del cortometraje que rodó Terry Guilliam para El sentido de la vida, con aquellos ajados contables que deciden convertirse en piratas para huir de una rutina sin expectativas. Por su parte, el protagonista de Doce monos era tomado por loco en su particular misión hasta que consigue implicar a un Sancho Panza que le sigue el juego, un guiño más evidente aún en El rey pescador, donde un profesor de literatura trastornado pasaba a considerarse un caballero andante dispuesto a desfacer entuertos. Mientras, los protagonistas de Miedo y asco en Las Vegas veían en su realidad circundante gigantes, enanos o dragones en lugar de casinos y gente hortera, como a su manera también hacían Los hermanos Grimm, aunque estos no necesitasen aspirar éter ni leer libros de caballerías para extraviarse, les bastaban sus propios cuentos… lo que bien mirado nos ocurre a todos, siempre montándonos nuestras películas para hacer más llevadera la existencia, como Lowry al final de Brazil.
En conclusión, el ilustre exmiembro de los Monty Python se ha pasado media vida rodando de una u otra forma la obra cervantina, ya lo intentó directamente hace casi dos décadas en una producción fallida que más recientemente ha vuelto a retomar y, esta vez sí, llevar a buen puerto: El hombre que mató a Don Quijote. Un estreno en los cines que se suma a la treintena larga de versiones de esta novela en la pantalla y que es un buen pretexto para recordar otras adaptaciones literarias de nuestro país, así que voten o añadan la que más les guste.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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La torre de los siete jorobados
Escoger un clásico de la literatura universal para llevarlo al cine es subirse a los hombros de un gigante, tomando prestado su prestigio y talento para un resultado final que en el peor de los casos resultará aceptable (salvo que uno sea Baz Luhrmann). Más complicado es centrarse en una obra que aun siendo conocida no forme parte del canon y mejorar lo presente. Pues bien, este fue el caso. Puede que Emilio Carrere no tenga el renombre de otros autores que mencionaremos y tal vez La torre de los siete jorobados no fuera una obra maestra, al menos tal como él la dejó, pues ni siquiera llegó a terminarla y tuvo que ser Jesús de Aragón quien la completarse antes de publicarla, pero la adaptación de Edgar Neville supo emplear ese material de forma inmejorable. Está a la altura de los títulos más recordados del cine expresionista sin resultar pretenciosa en ningún momento, dado que a los ingredientes fantásticos y policíacos le supo añadir un toque de humor costumbrista y un reparto que destaca por la cercanía que transmite al espectador. Rodada en los cuarenta y ambientada en el siglo XIX, el tiempo no pasa por ella.
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La leyenda del Alcalde de Zalamea
Tal como puede verse en su célebre poema El soldado español de los Tercios, Calderón de la Barca sentía un gran interés por el contraste entre valores de la modernidad, basados en el individualismo y la meritocracia, con los de la sociedad estamental: «nadie espere / que ser preferido pueda / por la nobleza que hereda, / sino por la que el adquiere; / porque aquí a la sangre excede / el lugar que uno se hace / y sin mirar cómo nace / se mira cómo procede». En El alcalde de Zalamea encontramos también ese enfoque, en el que los protagonistas sufren por su condición de villanos sin linaje ilustre entre sus antepasados, y aun así (o tal vez por ello) son celosos guardianes de su honor, que sí está en su mano conservar o perder. De manera que los soldados que llegan a la localidad desprecian a las hijas de Pedro Crespo por su baja cuna y solo piensan en mancillarles la honra mediante engaños sin pasar por el altar. Y hasta ahí podíamos llegar. La cinta, de 1973, contó con plantel excepcional, formado por Francisco Rabal, Fernando Fernán Gómez y Charo López.
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El disputado voto del señor Cayo
Aquí tenemos de nuevo a Rabal, un habitual de las adaptaciones literarias gracias a su versatilidad y a esa voz potente y fluida a la que no había monólogo que se le trabase. Otro habitual, ya como autor, es Miguel Delibes. Nada menos que nueve películas se han filmado a partir de sus novelas (sin contar las hechas para televisión) y esta es una de las más recordadas. Se sitúa en un pueblo de Burgos abandonado, poco después de la muerte de Franco, al que acuden para pedir el voto unos militantes socialistas conmovedoramente ingenuos desde la perspectiva actual. Esta escena en concreto, con el protagonista narrando la historia de Paulino, merece mucho la pena.
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Los santos inocentes
De nuevo tenemos a Rabal, a Delibes y en la dirección a Mario Camus, cuya larga trayectoria se ha centrado en las adaptaciones literarias (como la citada La leyenda del Alcalde de Zalamea). Estamos ante uno de los mayores éxitos de taquilla, de critica y de reconocimiento internacional logrados por el cine español. Un retrato amargo del campesinado latifundista del sur de España durante la posguerra, una sociedad en la que la división por clases parecía marcada a fuego y en la que hasta el más inocente acababa condenado.
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La colmena
Es significativo que el cine español con el paso de las décadas haya visto cada vez un menor número de adaptaciones literarias. Si en torno a la mitad de todas las producciones lo eran hasta la Guerra Civil, el porcentaje se redujo levemente durante el franquismo y ya en democracia solo el veinte por ciento se basaban en una novela u obra teatral, siendo los años ochenta la década más fructífera en esta última etapa en cantidad y calidad. Probablemente una cinta como esta (otra vez de Mario Camus, a partir de la novela de Camilo José Cela) hoy día sería inconcebible para los gustos actuales del público, sin embargo en 1982 fue un éxito en taquilla.
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El lazarillo de Tormes
La historia ya la leímos todos en el colegio o instituto: el criado de un ciego debe saber más que el diablo, de manera que con bastante más mala leche que un maestro oriental no deja de propinar lecciones a su pupilo, unas dolorosas y otras cargadas de sabiduría («debes más al tinto que a tu padre, él una vez te engendró pero el vino mil veces te ha dado la vida»). Aunque este aprende rápido y le paga con la misma moneda… Una coproducción hispano-italiana que ganó el Oso de Oro de Berlín en 1960.
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La casa de Bernarda Alba
Esta obra teatral escrita por Federico García Lorca en 1936 se ha prestado desde entonces a múltiples análisis de las cuestiones que aborda en torno a las convenciones sociales, la religión, la represión sexua, etc. No era tarea fácil por tanto captar todos esos matices, pero como vemos Mario Camus no era ningún recién llegado, que contó aquí con Antonio Larreta para el guion, al igual que en Los santos inocentes.
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Pascual Duarte
«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo» comienza diciendo el protagonista, situándonos así en el contexto de alguien de clase baja, nacido a finales del siglo XIX en el sur y acostumbrado a malvivir entre penurias. De una crudeza comparable aunque con una violencia menos soterrada que la película anterior, fue llevada a la pantalla por Ricardo Franco en 1975 a partir de la novela de Cela, la más traducida de nuestro idioma tras El Quijote. La cinta tuvo también cierto eco internacional, obteniendo un premio en Cannes para su actor principal.
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El Cid: La leyenda
Como estamos comprobando en las películas más destacadas y las obras en que se inspiran suele haber cierta delectación al recrear la España negra, cargando las tintas en mostrar la injusticia, la discriminación y el oscurantismo. Todo son calamidades y siempre acaba alguno suicidándose al final. Así que aunque solo sea por cierta variación estilística merece la pena mencionar esta película de dibujos animados basada en el Cantar de mío Cid.
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El bosque animado
El cineasta José Luis Cuerda (al que tuvimos ocasión de entrevistar aquí) ha centrado buena parte de su trayectoria artística en las adaptaciones literarias. Esta es la más conocida, un clásico del cine español a partir de la novela homónima de Wenceslao Fernández Flórez.
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El perro del hortelano
De acuerdo a la base de datos IMDb hay nada menos que 1297 películas en las que aparece acreditado Shakespeare. El mundo anglosajón ha sabido sacarle partido, desde luego. Así que por qué no hacer lo mismo con un autor como Lope de Vega, más prolífico aún si cabe. A ello se puso Pilar Miró en una época en la que aún resonaba la aclamada Cyrano de Bergerac. Es un autor además que no se sabe de qué manera fue capaz de vivir diez vidas en una, con destierros, batallas, ordenamientos sacerdotales y una quincena de hijos de diversas amantes, así que justo acaba de comenzar estos días el rodaje de un biopic sobre sus últimos años.
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La Celestina
Expresiones tópicas como «¡en pleno siglo XXI!», cada vez que queremos expresar contrariedad por algo que consideramos anticuado siga ocurriendo, pueden llevarnos a olvidar que en realidad la historia está llena de altibajos, de avances y retrocesos. No está de más recordar por ejemplo que esta obra fue escrita a finales del siglo XV y prohibida tres siglos después por su tono tan escandalosamente libertino. Esta adaptación incidió en dicha sensualidad, contando para ello con un reparto lleno de caras conocidas, aunque el espectador a veces se pregunte qué hacen ahí.
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El sur
Concluimos con otro ejemplo como el del comienzo de algo tan infrecuente como es una adaptación que iguale o supere al original literario. Las palabras de Adelaida García Morales fueron vertidas en imágenes por Víctor Erice como si de un cuadro se tratara cada plano. Pese a la excelente acogida que logró desde el primer momento, se trata curiosamente de una película incompleta. Inicialmente el guion constaba de cuatrocientas páginas, una narración que primero debía ubicarse en ese norte indeterminado que vemos, un tanto melancólico y solitario, y después en el sur que da título a la cinta. Allí la niña investigaría el pasado que tanto anhelaba su padre. Finalmente se renunció a rodar esa parte, que tal vez hubiera resultado redundante y en su lugar se deja en la imaginación de cada espectador aquello que solo queda insinuado.
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Gracias por estos clásicos, la verdad que me ha sorprendido «La leyenda del Alcalde de Zalamea», ya que ni me acordaba de ella jeje. Ojalá volvieran a sacar algún clásico un poco modernizado igual que están haciendo con películas antiguas como Jumanji, etc…
La lengua de las Mariposa d José Luis cuerda basada en relatos d «o lapis do carpintero» d Manuel rivas es una película preciosa.
En realidad esa película está sacada de un cuento homónimo del mismo autor, del libro ¿Qué me quieres amor? Y sí, tanto el libro como la película que dices son preciosos. Saludos
Suelo felicitar por lo artículos que me gustan y callarme cuando no, así que espero que esto se considere una crítica constructiva.
Estos artículos de listas que al final se rematan en cuadro de votos están bajando mucho el nivel de esta revista. Parecen precipitados y sacados de otras publicaciones que se dedican precisamente a esto.
Mezcla malas películas de grandes clásicos con grandes películas de buenos libros que en parte son clásicos por la bondad de las películas que los adaptaron. Y ni siquiera «revisa» qué ha hecho el cine español con autores indiscutiblemente clásicos (¿Galdós? ¿Unamuno?)
Si «El Sur» o «La Torre» están aquí es porque son películas fabulosas. «La celestina» y «El cid» porque son libros clásicos. No conozco ni a una persona que crea que como películas valen algo.
Coincido en que Cela y Delibes son clásicos modernos, pero en tal caso Juan Marsé, Muñoz Molina o Martín Santos lo mismo merecían una mención (dado que da lo mismo que la película esté bien, caben).
En fin, que más que listas subjetivas (como todas), parecen listas precipitadas en las que ya ni la línea que las une parece medio recta.
El Sur es la mejor película española y ya está.
La venganza de Don Mendo, de Fernangómez es simplemente la mejor.