Políticos, periodistas y abogados acostumbran a ser, invariablemente y con buen criterio, las profesiones peor valoradas en cualquier lugar del mundo civilizado. Las dos primeras exponen habitualmente sus vergüenzas a ojos de todos, mientras que los últimos han sabido mantenerse prudentemente en un segundo plano… hasta ahora. De un día para otro una pandemia ha inundado los medios y las redes sociales de expertos en derecho; gente en la que uno confiaba, de forma repentina y como si un picapleitos les hubiera mordido, han comenzado a proferir expresiones aparentemente en latín y a citar leyes que probablemente ni tan siquiera existan. Pero no podemos culparles. El cine con frecuencia ha retratado al gremio con ropajes heroicos y sus discursos apelando a los más altos valores nos han estremecido en lo que a menudo eran las escenas culminantes de la película.
Es todo un subgénero bien cargado de clichés: desde los testigos imprevistos que dan un giro al guion, pasando por el «¡protesto, señoría!» ante alguna insinuación improcedente de la defensa o el fiscal, los acusados que se derrumban o pierden los papeles en mitad del juicio y, por supuesto, el alegato final a cargo de un abogado que no para de moverse por la sala y termina clavando su mirada en el jurado mientras dice algo importantísimo. Así que a continuación recordaremos algunas de esas escenas y dado que «nemo esse iudex in sua causa potest» mejor juzguen ustedes la que consideren mejor.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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La herencia del viento
Según el periodista Henry-Louis Mencken un jurado es un grupo de doce personas que, habiendo mentido al juez respecto a su oído, salud y compromisos laborales, han fallado en engañarlo; el juez por su parte es un estudiante de leyes que corrige sus propios exámenes y un abogado alguien que nos protege de los ladrones retirando la tentación. Está claro que su escepticismo sobre el sistema de justicia era solo comparable al que sentía respecto a la religión, así que en esta adaptación del caso que en 1925 enfrentó al creacionismo y al darwinismo en el estado de Tennessee fue representado como un cínico implacable con el rostro de Gene Kelly al que, una vez terminado el juicio, Spencer Tracy le da un buen repaso.
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Matar a un ruiseñor
Esta otra historia, vagamente inspirada en hechos reales, aborda otro tema aunque comparte con la anterior, además de cierta semejanza en el clima cultural-ideológico, una gran cercanía temporal y geográfica: aquí la acción tiene lugar en los años treinta y en un estado fronterizo, Alabama. Atticus Finch era un padre cariñoso y paciente, un vecino ejemplar y un abogado tan noble, recto e idealista que hubiera enamorado a la misma Dama de la Justicia, no digamos ya si se quita la venda de los ojos y descubre que es Gregory Peck.
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¿Vencedores o vencidos?
De nuevo tenemos aquí a Spencer Tracy, esta vez como juez. La legitimidad de los juicios de Nuremberg fue puesta en cuestión desde sus comienzos, pues se les reprochaba que establecer una ley para juzgar delitos previos a esta va contra los fundamentos mismos del derecho. Pero su celebración en realidad tuvo más que ver con la representación más o menos simbólica de una expiación de la culpa colectiva alemana que ayudase a su desnazificación. La película, rodada en 1961, compartía esa misma voluntad ejemplarizante.
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El mercader de Venecia
El judío Shylock no debía conocer aquella maldición gitana de «pleitos tengas y los ganes», cuando lo vemos a punto de ejecutar la sentencia que tanto ansiaba llega la letra pequeña en boca de una astuta Porcia disfrazada de abogado para la ocasión.
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El manantial
Igual que los momentos previos a una batalla o a una gran final, un juicio es también una buena ocasión para lanzarse a vibrantes arengas en las que abanderar los más nobles ideales y exponer las causas por las que luchar. En este caso un obstinado precursor de Calatrava está convencido de que los edificios que él diseña no son para la gente, tal cosa sería una vulgaridad, son para su propia realización como artista, aún en el caso de que él fuera la única persona del mundo que pudiera apreciar su belleza.
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Doce hombres sin piedad
También hay arquitectos mucho menos egomaníacos, como el que interpretaba aquí Henry Fonda. Presunción de inocencia, «in dubio pro reo»… Son conceptos jurídicos de los que últimamente se ha hablado bastante en los medios y que estaban presentes en esta película. La escena es interesante además por esa disposición que van tomando los personajes para expresar su rechazo al discurso que escuchan.
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Veredicto final
En esta cinta de 1982 dirigida por Sidney Lumet (familiarizado con el género, al ser responsable también de la anterior) Paul Newman estaba ya en el crepúsculo de su carrera, espaciando cada vez más sus papeles y cada vez con menor protagonismo. De manera que le venía como anillo al dedo esta historia de un abogado cerca del retiro al que la vida le concede una segunda oportunidad.
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Bananas
En este caso Woody Allen recurre a ese recurso judicial que tanto juego dramático da en el cine como es el de la propia defensa, aunque para ello tenga que interrogarse a sí mismo.
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Algunos hombres buenos
Uno de los elementos que hacen tan interesantes las películas de juicios es la lucha dialéctica que recrea. Cada parte expone sus razones, a veces de forma tan convincente que el espectador deja de tener claro hacia qué lado debería inclinarse la balanza de la justicia. Así que al escuchar el monólogo tan airado del coronel sobre los muros, las personas que los defienden y los valores que rigen sus vidas uno acaba pensando que tampoco era tan grave que ordenara el dichoso código rojo…
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El escándalo de Larry Flynt
Tenemos muy reciente el fallecimiento de Milos Forman, un cineasta que conoció demasiado bien el totalitarismo nazi y comunista, lo que le llevó a reflejar en su obra y en sus personajes un constante anhelo de libertad, ya fuera artística, de conciencia o de expresión. De eso trataba esta cinta, más allá de las andanzas de un magnate del porno un tanto desquiciado, y este alegado sobre el significado de vivir en un país libre da buena medida de ello.
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Abogado del diablo
La expresión «abogado del diablo» designaba en su día al miembro de la Iglesia que debía fiscalizar los procesos de canonización de santos, solo que en esta película prefirieron tomarla en el sentido más literal posible. La estrategia de defensa que emplea el personaje de Keanu Reeves en esta escena hemos tenido ocasión de verla poner en práctica en juicios reales y de gran repercusión mediática, por cierto.
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Tiempo de matar
Si hemos de creer lo que nos cuenta Hollywood, frente a la parsimonia y envaramientos de los juzgados españoles los estadounidenses más bien parecen circos de tres pistas. No hay truco o recurso que quede fuera del alcance de unos abogados que bromean, se agitan, gritan y lloran con tal de llegar a los corazones y las mentes del jurado.
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Acusados
Los juicios que vemos en la pantalla a menudo tratan sobre prejuicios, los del jurado, el juez o la sociedad en conjunto. Como en el caso anterior o como en este otro, en el que los protagonistas no las tienen todas consigo. Este papel le valió a Jodie Foster el primero de los dos Óscar que ha obtenido hasta el momento.
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Kramer contra Kramer
A veces son las partes litigantes las que, en el momento de testificar, lo hacen con el corazón en un puño, intentando conmover al jurado, al juez y, naturalmente, a los espectadores, en este caso sobre la custodia de su hijo tras el divorcio.
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Los elegidos
Años antes de intervenir en la serie de zombis que tanta fama le daría, Norman Reedus protagonizó esta película en 1999 sobre unos irlandeses que, llamados por Dios, deciden convertirse en jueces y verdugos aplicando su propia ley, aún en la misma sala de justicia.
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El cabo del miedo
Concluimos con una escena que no transcurre en la sala de un juzgado, pero merece la pena incluirla porque ya no hay manera de que escuchemos la palabra «abogado» y no se nos venga a la mente la voz de Ricardo Solans.
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Y el juicio de Senderos de Gloria??
Echo de menos el interrogatorio de Marlene (y el final ) de «Testigo de cargo»
Al Pacino en Justicia para todos
Les faltó comentar los juicios en las películas de Cantinflas, el de Ahí está el detalle, es disparatado e hilarante; asi como el del analfabeto, en ambos él es el acusado. En el de Si yo fuera diputado, él es abogado de la defensa. ¡Excelente!
A añadir también el discurso de Pacino en «Esencia de mujer» (https://www.youtube.com/watch?v=TuYhfCkRxyE )
No voto, hay algunos que me gustaron mucho
Me viene ahora a la memoria el de Charles Laughton en Esta tierra es mía de Jean Renoir.
Echo de menos la escena del juicio de «Un ciudadano ejemplar»
Los alegatos durante el juicio del asesino (juicio llevado a cabo por el hampa), en «M» de Fritz Lang. Una escena digna de ser mencionada y de ser vista.
Maximilian Schell en esos juicios secundarios de Núremberg en los que se decidía quién acató órdenes y quién actuó conforme a su propia voluntad. Inolvidable película e inolvidables actores.
Y Philadelphia.
maximilian schell en vencedores y vencidos !!!