A mediados de los noventa Miriam Tey asumió la dirección de Ediciones del Bronce hasta los primeros dos mil y durante seis años creó un catálogo de una calidad extraordinaria, pues mientras publicaba a desconocidos escritores asiáticos y africanos como Emmanuel Dongala, Buchi Emecheta y el nobel chino Gao Xingjian, rescató títulos clásicos como Armancia de Stendhal o La novela del matrimonio de Tolstoi, así como dio a conocer a inéditos autores españoles como Ángel Llinás y Francisco Asensi. De aquel maravilloso catálogo del Bronce de Miriam Tey recuerdo con furioso entusiasmo Disculpen las molestias. Historias de la televisión (1998) de Piti Español, un breve pero descacharrante libro de relatos que merecería reediciones y homenajes vertiginosos.
Quisiera recordar que con la aparición de las cadenas privadas la televisión en España vivió unos años de profundo adocenamiento que alcanzó su clímax en la segunda mitad de los noventa, cuando la audiencia española se entregó a talk-shows como Esta noche cruzamos el Mississipi (1995-1997) y Crónicas Marcianas (1997-2005), que abrieron el camino a un género de programas cuya rating siempre ha sido inversamente proporcional a su calidad. La audiencia fue rescatada de aquel marasmo gracias a las primeras grandes series americanas como The Sopranos (1999-2007), Lost (2004-2010) o The Wire (2002), que reconciliaron al público más exigente con ese electrodoméstico de compañía que viene a ser el televisor. ¿Quién no ha oído decir durante los últimos quince años que las series de televisión han superado al cine? Los responsables del auge de las series fueron sus guionistas y aquí vuelvo a Disculpen las molestias, porque Piti Español era precisamente autor de guiones para series y programas de televisión, además de profesor de la especialidad en la Pompeu Fabra.
Me parece fantástico reconocer ahora —¡veinte años más tarde!— que mientras nacía el siglo XXI genuinos escritores trabajaban en las entrañas de nuestra televisión con el propósito de conseguir que las series se parecieran a la literatura o que la vida de algunos personajes televisivos alcanzara dignidad literaria. Piti Español fue el precursor de aquel movimiento en España, tal como David Chase, David Simon o Damon Lindelof lo fueron en Estados Unidos.
Disculpen las molestias se publicó en catalán en 1998 y la versión española apareció el mismo año, traducida por Manuel Serrat Crespo. Se trataba del primer libro de Piti Español y me apresuro a proclamar que pocas veces había disfrutado tanto con una ópera prima y que mi conexión con el sentido del humor de Disculpen las molestias fue tan prodigiosa como la que advertí la primera vez que leí a Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Julio Camba, Enrique Jardiel Poncela o Jorge Ibargüengoitia.
Sin llegar a ser microrrelatos, los cuentos de Piti Español son historias tan breves, plásticas y «audiovisuales» que uno es capaz de imaginarlas a través de una pantalla, pero debo hacer hincapié en que hace veinte años no existía YouTube y mucho menos era posible ver un vídeo en los teléfonos móviles porque aquella tecnología simplemente no existía. Por lo tanto, los relatos fantásticos, surrealistas y juguetones de Piti Español se adelantaron a los juegos de espejos que hoy abundan en los episodios de Black Mirror o Westworld, y considero de justicia destacar la lúcida clarividencia que compartió con sus lectores, allá por 1998.
Así, la persuasión de que los presentadores de los telediarios tienen una existencia catódica propia la encontramos en relatos como «Las noticias de las 9» o «Zambian Weather Report»; los intercambios en tiempo real entre la audiencia y las criaturas televisivas aparecen en «Dar en el blanco», «Pilar y Pilar» y «El amo de su voz»; la idea de que la vida puede ser un reality show e incluso un concurso la encontramos en «Cuestión de principios» y «Los Molina», y la mezcla de publicidad y pasiones humanas es el tema de «El mejor spot» y «Mensajes televisivos». No obstante, tengo debilidad por «Diario», «Rebelión doméstica» y «La primera vez», tres historias divertidas, geniales y desopilantes.
Las historias de Piti Español son breves, fugaces y ricas en imágenes, con la justa economía verbal que hace falta para mantener en vilo a la audiencia. Hace veinte años no era posible reparar en que Disculpen las molestias. Historias de la televisión era el embrión de una serie dividida en veintiséis maravillosos episodios, que releídos en nuestros días desearía enviar por WhatsApp como quien manda un gif, un meme o una cadena.
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Algunos libros nunca disfrutaron de la atención que merecían y ciertos autores fallecidos en su plenitud corren el riego de ser olvidados. En Zona de Rescate compartiré mis lecturas de ambas regiones —la Zona Fantasma y la Zona Negativa— porque la memoria literaria es tan importante como la otra. Distancia de rescate (¡gracias, Samanta!): 1985, año de mi venida a España.
Jorge Ibargüengoitia, qué gran escritor. Maravilloso desde la primera sílaba. Gracias por acordarte de él.
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