Hay milagros del siglo XX que solo pueden producirse en Asia, y Singapur es uno de ellos. La historia de su éxito improbable se remonta a los años sesenta, cuando fueron obligados a independizarse de Malasia y constituirse en nación soberana. Hubo muchas voces entonces que pronosticaron su fracaso debido a la gran pobreza del país, las altas tasas de desempleo y los conflictos raciales internos entre la población china y malaya. Lo que menos esperaba el mundo es que gracias a una potente apuesta política por la industrialización, el acceso a la vivienda, y atrayendo inversión extranjera, Singapur acabara convertido en uno de los Tigres de Asia. Y menos aún que su mejor embajador para convertirse en un destino turístico y de negocios de primer orden fuera un vestido llamado sarong.
El Gobierno de Singapur no solo animaba a sus mujeres a que formaran parte del mundo laboral, sino también a que adoptaran el modo de vestir occidental. Algo que parecía incompatible con las anchas mangas y amplitudes de la vestimenta tradicional. Al menos hasta que una compañía aérea y un modisto francés con suficiente sensibilidad para entenderlo crearon un hito que iba a ser llamado las «Singapore Girls». El modisto fue Pierre Balmain, el mismo que afirmaba que la buena moda era sobre todo evolución y no revolución. Por eso fue capaz de entender a la perfección que la línea aérea Singapore Airlines buscara para su tripulación un uniforme basado en el sarong tradicional, pero que a la vez transmitiera la imagen de una moderna compañía de aviación. Tan innovadora como el mismo país, que fue pionero en Asia en reconocer el derecho de las mujeres a votar y a ser elegidas para cargos públicos, además de a desempeñar cualquier trabajo en condiciones de igualdad con los hombres.
Balmain despojó al sarong de su corte, el de un vestido sin formas, dotándole del corte occidental que resalta la línea del cuerpo, pero respetando sus brillantes colores y estampados. Su inmediato éxito repercutió no solo en su propio país, sino en todo el mundo, precisamente porque Singapore Airlines unió a través de sus rutas aéreas Asia con Europa y América, hasta operar en más de cien destinos ubicados en treinta países diferentes. La visión de las Singapore Girls y sus nuevos sarong llegó a ambos continentes en un momento en que el movimiento musical del rock y el pop buscaban su propia identidad. El sarong de la aerolínea llegó a influir al artista británico Peter Blake cuando estaba diseñado una de las portadas más icónicas de los Beatles, la del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. El uniforme que visten Lennon, Ringo, McCartney y Harrison se contagió de los brillantes colores del sarong. Y eso solo fue el principio, porque enseguida el movimiento hippy abrazó esa mezcla entre lo occidental y lo asiático como una más de sus señas de identidad.
La capacidad para expresarse o transmitir una sensación única, que es lo que la juventud de los sesenta y setenta reclamó para sí, es lo que aún se siente cuando la tripulación te recibe a bordo de un avión de Singapore Airlines. Los brillantes colores del uniforme y su aire asiático adelantan la llegada a ese destino de clima tropical, animada vida nocturna y skyline de rascacielos. Como algunos la han denominado, la Suiza de Asia. Y es que la Ciudad de Singapur es una rareza dentro de su área geográfica, lo que a la vez la ha convertido en un destino turístico y de negocios de primer orden. Además de un hub, puerto de embarque, idóneo para conocer Australia, Nueva Zelanda, norte de Asia y sudeste asiático, gracias a las excelentes conexiones a través de sus rutas aéreas en el aeropuerto de Changi.
Changi es una buena muestra de cómo concibe Singapur el servicio al cliente. Además del acceso libre a internet y los puntos de carga para aparatos electrónicos, hay cinco jardines temáticos, para pasear al aire libre o en el interior, parques de juegos para niños, cines que funcionan las veinticuatro horas, espacios para jugar con todo tipo de consolas, gimnasios completos y centros de masaje. Es como una pequeña ciudad donde puedes aprovechar el tiempo durante tus conexiones entre vuelos o esperas. Un concepto al que los aeropuertos occidentales solo se aproximan muy lejanamente.
Y es que abanderar la vanguardia es ya casi un signo de identidad para Singapur. Sus empresas suelen ser las primeras en innovar, y no tardan en ser seguidas por compañías de todo el mundo. La misma Singapore Airlines, después de su revolución del sarong, ha tomado una decisión muy novedosa en lo que respecta a las líneas aéreas, manteniendo una flota con aviones que apenas superan los siete años de antigüedad, e incorporando el Airbus A350. En este caso no es un avión moderno más, sino uno que por primera vez da más espacio a los pasajeros: resulta que sentir el concepto «espacioso» sentado en clase turista sí es posible, además de volar a una gran distancia sin necesidad de escalas y mantenerse conectado todo el tiempo de vuelo. Muchos no creerán que en un trayecto aéreo de entre doce y catorce horas desde El Prat de Barcelona se pueda incluso estirar las piernas. Y ello sin necesidad de ponerse de pie. Pero es que, además, la propia idiosincrasia de la compañía ha incorporado una clase superior con el significativo nombre de «turista premium». Que no se llame clase business o primera clase no es casualidad, pues por un precio ligeramente superior, y no abismalmente más caro, el pasajero que lo desee puede disfrutar de un asiento más amplio, llevar mayor peso en sus maletas, además de tener prioridad en la facturación, embarque y recogida de equipaje. Claro que, para el que pueda permitírselo, la opción business tiene un asiento que se transforma en una cama de dos metros, quedando totalmente plana. Sin duda, porque a ciertos destinos es mejor llegar muy descansado.
Y ese es precisamente el caso de Singapur, que además de puerto de embarque es un destino en sí mismo. Porque en su rápida modernización no ha renunciando a su esencia tradicional, permitiendo disfrutar de dos mundos en uno. Una de sus facetas menos conocidas es ser uno de los mejores lugares para aprender inglés. Los centros de aprendizaje del idioma están a la altura de destinos anglohablantes como Irlanda, Reino Unido o Estados Unidos, en parte por haber sido una colonia británica, y en parte por la apuesta nacional para dominar este idioma, en un caso similar al de Holanda. Las playas de la isla de Sentosa combinan un mar de aguas cristalinas con deportes acuáticos, y hasta cuentan con una franquicia del conocido Café del Mar ibicenco. Es también el paraíso de las compras, no solo porque hay kilómetros de centros comerciales, sino porque las marcas más famosas compiten en igualdad con firmas locales, permitiendo al viajero huir de la globalización y vestir de forma original y moderna sin limitarse a las marcas más conocidas en Occidente. La esencia de Asia está presente también en los templos birmanos, Chinatown y Little India, además de en las tiendas donde pueden adquirirse sarongs iguales a los de las Singapore Girls. Es la parte exótica del país, a la que podría unirse el hecho de que no venden chicle, que solo puede ser adquirido en farmacias.
Al país que modernizó los sarongs le llaman a veces la Suiza asiática, como se ha mencionado. Pero sin duda se quedan cortos en cuanto a sus posibilidades, entre las cuales solo quedan excluidos los deportes de nieve. Viajar hasta Singapur no es más caro que hacerlo a otros destinos internacionales, y la misma línea aérea que puede trasladarnos hasta allí nos ofrece alojamientos con entrada a muchas atracciones turísticas por precios que no superan los treinta y cuatro euros por persona y noche. El plan ideal para una escapada de tres o cuatro días de la que además, si nos traemos un sarong, nos podremos acordar de por vida. Especialmente si lo vestimos en casa y, con el Sgt. Pepper’s sonando, elegimos sentirnos como «Lucy in the Sky with Diamonds».
Es lo que tiene el despotismo asiático, aplastas todas las libertades políticas, pero no las libertades para hacer negocio. Según Zizek, en el futuro se nos ofrecerán cada ves mas estos modelos de sociedad a lo «corporativismo asiática» , en los que se resigna la libertad política a cambio de administración capitalista. No es casualidad la moda de las alabanzas al modelo de Li Kwan Yue, copiado después por Deng Xiao Ping para china.