La moda de rescatar sucesos noticiosos del pasado para convertirlos en series de televisión nos está dando grandes alegrías. Los años setenta, ochenta y noventa estuvieron repletos de historias increíbles y hemos visto muy buenos programas basados en historias reales. Series dramáticas sobre el juicio de O. J. Simpson (American Crime Story I), la secta apocalíptica de David Koresh (Waco), el asesinato de Gianni Versace (American Crime Story II), por ejemplo. El nivel está siendo bastante alto y eso se aplica también a las series puramente documentales. Recuerden la escalofriante The Keepers, sobre la que escribí en su momento, que narraba un caso de abusos sexuales en un colegio católico y que fue sin duda una de las mejores series documentales de los últimos años, aunque con el inconveniente de que la historia contenía momentos tan desagradables que más de un capítulo era capaz de arruinarte el día. En cualquier caso, Netflix se apuntó un considerable tanto. Que bien les viene, porque el tema de las series de ficción está muy competido y en otros ámbitos, como el de los largometrajes de producción propia, no acaban de encontrar la fórmula.
Ahora vuelven a marcar gol con Wild Wild Country, que también va a ganarse un sitio de privilegio entre las series documentales de nuestro tiempo. Por fortuna, no es tan escalofriante. Y al acabar cada episodio no ves el mundo bajo una espesa neblina negra, como sucedía como The Keepers. Más bien, la sensación que te deja es la de estar contemplando una historia tan psicodélica, tan repleta de giros estrambóticos, que si te la contaran en una tertulia de bar pensarías que se la están inventando.
Todo gira en torno a una alocada secta que surgió en la India durante los setenta. Liderada por el gurú Bhagwan Shree Rajneesh, estaba conformada sobre todo por occidentales: hippies en busca del Nirvana y despistados de todo el mundo que, tras sufrir algún tipo de crisis existencial, decidían irse a la comuna para vestirse de rojo, bailar en pelotas y hacer ejercicios espirituales consistentes en gritar, meditar, cantar canciones horteras, sonreír todo el rato con cara de flipe y, por descontado, trabajar para el sostenimiento de la comuna y la imponente colección de Rolls Royce de su líder. Pues bien: en 1981, ante los crecientes problemas de los «rajneeshes» con las autoridades indias, el gurú Bhagwan decidió comprar un enorme terreno en los Estados Unidos para trasladar allí su Hermandad de las Sonrisas y los Abrazos. Y ahí es donde empieza lo bueno.
Donde antes solo había un baldío y con una velocidad himenóptera los rajneeshes construyeron una ciudad, provista de su propia central eléctrica, su sistema de alcantarillado, sus granjas, y ¡hasta su propio aeródromo! Hay que reconocer que, cancioncitas aparte, eran eficientes. Como estaban en mitad de la nada (la nada = Oregón), parecía que deberían haber pasado desapercibidos y que su presencia no debería haber molestado a nadie. Sin embargo, los habitantes de la cercana localidad de Antelope empezaron a sentirse inquietos con la creciente presencia de sectarios vestidos de rojo, naranja o escarlata, que parecían salidos de alguna película de invasiones alienígenas. Antelope era, por hacernos una idea, como un pueblecito perdido en mitad de Castilla, pero a lo yanqui. Tenía apenas medio centenar de pobladores, casi todos ellos jubilados conservadores y cristianos cuya idea de un retiro pacífico chocaba con la llegada de un contingente de melenudos que, según se decía, mantenían sexo de manera indiscriminada (¡el horror!) y cometían todo tipo de impiedades en su maléfica comuna.
Y claro, desde el momento en que los periodistas descubrieron esta insólita historia, la cosa se salió de madre. Las televisiones locales primero, y las de todo el país después, empezaron a cubrir el surrealista conflicto entre los rajneeshes y los jubilados de Antelope. Los medios de derechas, sobre todo, denunciaban las escandalosas costumbres de la nueva Sodoma. Y los sectarios, a su vez, se defendían convirtiendo su comuna en un verdadero municipio, algo que la ley estadounidense permite a partir de varios miles de habitantes. Después usaron sus fondos para comprar edificios en Antelope, y su superioridad numérica para ganar las elecciones municipales. Los lugareños no recibieron con mucho agrado las medidas del nuevo consistorio, como la de renombrar el pueblo como Rajneeshpuram, la de vestir a la policía local de rosa (¡!) o la de empezar a enseñar sus ideas en el colegio público.
Convertido el hecho en noticia nacional, políticos oportunistas e instituciones escleróticas empezaron a buscar la manera de deshacerse de los rajneeshes, quienes respondían con actitudes cada vez más parecidas a los simpáticos métodos de las SA. Amor y amistad a raudales. La escalada de tensiones y desparrames legales, narrada con mucho detalle durante los seis episodios del documental, es increíblemente hipnótica. Hilarante en algunos momentos, retorcida en otros, y siempre de un portentoso surrealismo. No desvelaré más porque creo que es mejor que vea usted la serie sin tener mucha más idea de cómo evoluciona el asunto; solo diré que cada capítulo es más absorbente que el anterior y siempre lo deja a uno felizmente estupefacto. Al final de la serie uno tiene la sensación de estar viendo una historia concebida por un grupo de guionistas que hayan estado merendando galletas de marihuana. Pero no, fue real, todo lo que vemos en pantalla sucedió. Y eso es fascinante.
Wild Wild Country es fabulosamente entretenida pero además cuenta con una extraordinaria ventaja: los rajneeshes se pasaban el día cámara en mano, filmándolo todo a todas horas, así que el arsenal de imágenes es inagotable. Como espectador, uno realmente tiene la sensación de estar viéndolo todo desde dentro. Lo cual incluye no solamente secuencias del gurú Bhagwan que parecen salidas de algún tebeo de Mortadelo y Filemón, sino las ceremonias estrambóticas de los sectarios, incluyendo alguna realmente apoteósica en la que se dedican a gritar y llorar como descosidos —sin ropa, claro—, simulando peleas, violaciones y toda clase de exorcismos emocionales que ponen los pelos de punta, pero que también son extrañamente divertidos de contemplar. Aunque estas prácticas raras, en realidad, son lo de menos. Lo realmente potente de este documental, aparte de la inefable sucesión de acontecimientos cada vez más alucinógenos, son las personalidades de los implicados. La gran protagonista es la secretaria del gurú y portavoz de la secta, Ma Anand Sheela, una india de increíble carisma que, cuando estalló el escándalo, se paseaba por las televisiones derrochando insolencia y seguridad en sí misma, como si fuese una especie de mezcla entre Joan Jett y Johnny Rotten. La propia Sheela habla para los creadores del documental, pero lo mejor son sus filmaciones de aquella época: una mujer verdaderamente arrolladora. El propio Bhagwan se destapa también como un personaje increíble, sobre todo en los últimos capítulos. Tampoco podría olvidar los testimonios de algunos de los habitantes de Antelope, cuya cerrazón pueblerina los convierte en personajes dignos de una sitcom. Todo este material humano es difícil de describir con palabras, pero sí puedo decir que pocos documentales he visto que se parezcan tanto a una comedia negra de ficción. Los creadores del documental han sido muy hábiles al permitir que la historia se vaya desgranando paso a paso y dejar que el peso recaiga en todos esos personajes. Cuando nos familiarizamos con ellos y su contexto, la acción se torna endiabladamente entretenida. El solo hecho de contemplar cómo el mundo de sonrisas perennes de los rajneeshes se va agrietando cuando las cosas se tuercen lo mantiene a uno con la boca abierta.
Yo resumiría lo que Wild Wild Country produce con una palabra: asombro. La particular guerra entre una secta de chalados, un puñado de jubilados anclados en el siglo XIX y unas autoridades con instinto buitrero parece una historia demasiado buena para ser auténtica. Pero lo es. No por nada decimos que la realidad supera la ficción. No olvide las palomitas.
Se agradece la recomendación pero esto de ver series, cientos de series y miles de capítulos, se está conviertiendo en algo muy complicado si solo se dispone de 2 o 3 horas libres al día.
Lo de comer galletas de marihuana creo que ya lo llevan haciendo desde hace tres temporadas los y las guionistas de «The Walking Dead».
… no sé yo… a mí la serie hace el mismo efecto que un blister de lorazepames… y sigo viéndola
No he visto el documental, pero en la India con ese gurú estuvieron The Beatles y un filósofo de moda como Peter Sloterdijk.
Este gurú al que hace referencia el artículo no es el mismo que estuvo con los Beatles. Además, estos estuvieron meditando sobre el 67 o 68 y aquí se habla de que el movimiento liderado por este fulano se inició en los setenta.
Cierto. Los Beatles estuvieron con Maharishi Mahesh Yogi.
Gracias por corregirme, siempre habia confundido esa historia.
Hay que advertir que son 6 horas de documental !. Pero sí que es adictivo pese a que a veces pierde ritmo y se hace algo tedioso. Lo bueno del documental es que no se posiciona, no manipula, muestra los hechos y tú tienes que decidir si estás viendo la historia de una secta peligrosa o unos hippies bienintencionados adelantados a su tiempo.
No sé que decir. Me resulta muy desagradable la conjunción de un par de listillos con miles de gilipollas, que suele ser el esquema básico de las sectas. Sospecho que mis simpatías estarían del lado de los jubilados de derechas de Antelope, que a pesar de sus grandes limitaciones seguramente son personas más auténticas que estos fantasmas.
Totalmente de acuerdo, la persona más sabia que aparece en este documental, con diferencia, se muestra en el último episodio con una simple frase.
A mí me ha encantado, es tal cual, si fuera una historia inventada no se hubiera podido rodar por descabellada.
¿La última frase te refieres cuando el habitante de Antílope critica que una vez dejados los hippies la comuna fueron sustituidos por una organización juvenil americana que fomenta la abstinencia sexual?. El nativo de Antílope hace la siguiente reflexión: hemos pasado de follar sin cuartel a practicar la abstinencia. No sé cuál es lo mejor. Pero creo que prefiero a los de la abstinencia porque al menos no te apuntan con un AK-47
No lo justifico. Pero le recuerdo que según el documental se empezarón a armar a partir de una bomba que les pusierón «los tolerantes» a ellos en un hotel.
Me pregunto si comulgar con la derecha o la izquierda, apoyar a sus lider o lideres políticos en sus dicursos. Pagarles su bienestar, sus lujos y sus caprichos, sus guardaespaldas, etc pensando que contribuimos así al bien común de nustra sociedad, se diferencia en algo de lo que hacía esta gente, a parte del buen rollo que tenían entre ellos.No será tambien tener un povo lavada el cerebro y estar metido en una secta?
Habrá que verla. Creo que este argumento que enfrenta ideológicamente a dos pueblos es nuevo. Esta América es desopilante e imprevisible. Esperemos también la versión de los Simpsons. Excelente artículo.
“Los medios de derechas, sobre todo, denunciaban…”, “Tenía apenas medio centenar de pobladores, casi todos ellos jubilados conservadores y cristianos cuya idea de un retiro pacífico chocaba con la llegada de un contingente de melenudos que, según se decía, mantenían sexo de manera indiscriminada (¡el horror!) y cometían todo tipo de impiedades en su maléfica comuna.”
Conservadores, cristianos, derechas…gentuza en general.
… y castellanos, no lo olvidemos.
«Idea de retiro pacífico» si por eso el «juvilado» dice en el último capítulo …»Yo echo de menos parte de la emoción. Me encanta pelearme». Ya, seguro que está sacada de contexto, al igual que la bomba que les pusierón en el hotel antes de que se armasen hasta las cejas. Me pregunto que opniraian de «retiro pacifico» las tribus indígenas antes de la llegada de los comerciantes, exploradores y colonos que formaron el gobierno autónomo de Oregon Country en 1843.
Verdaderamente hay alguien que se crea que aquí sólo estaba en juego una pandilla de vecinos en un desierto… Ja ja ja!!
Que si no son culpables por crimenes, por religión, que si no por religión, por adoctrinar en la escuela, que si no por adoctrinar por enaltecimiento, si no por enaltecimiento por fiestas bacanales que molestan a los puritanos aunque las hagan en la comuna de puertas para adentro, que si no por trafico de emigrates. Pero quien coño se cree esto.
Me ha parecido brillante. Es cierto que los creadores no se posicionan, simplemente te muestran los hechos dejando libremente a ambos lados dar su versión y cada cual saque sus conclusiones.
Personalmente, desde el segundo capítulo tuve claro que la pobre gente de Antelope por muy rednecks y pueblerinos que aparentemente sean (hay gente muy inteligente ahí), no se merece el trato recibido por esa chusma hippiosa. A éstos se les llena la boca doscientas veces en el metraje diciendo «Antelope era un lugar en la nada que estaba muerto y nosotros le devolvimos la vida». Quizás lo que no se pararon a pensar en ningún momento es que los habitantes de esa localidad no necesitaba ni, sobre todo, deseaba vivir en un lugar marchoso y vitaminado y tan solo querían envejecer con sus vacas, caballos y vecinos.
Ma Anand Sheela es un ser absolutamente despreciable, el gurú un vividor -como todos-, sus seguidores, unos flipados (es delirante ver como gente de alto nivel intelectual que formó parte de aquel follón y hoy retirados a una vida convencional, siguen derretidos cada vez que hablan del gurú mortadeliano) y sobre todo y lo peor, una organización demasiado bien estructurada y no precisamente para el bien aunque aparenten lo contrario; ni más ni menos que lo que perpretaron fue una invasión sin misericordia, toda una contradicción a sus supuestas ideas de paz y amor.
Lo dicho, me ha encantado pese a todo; seguramente habrá quién piense todo lo contrario a mí y eso es lo bueno que tiene este documental. Totalmente recomendable.
“Antelope era un lugar en la nada que estaba muerto y nosotros le devolvimos la vida”. Historicamente hablando, me pregunto si esa frase hubiese encajado bien en boca de los americanos cuando acorralarón a los indios en las reservas. O si el atuendo de las armaduras con sus espadas de los españoles a la llegada de américa les molestaria a los indi@s de igual manera que la ropa roja?
Un documental muy recomendable, y es verdad que sí me cuentan el argumento, sin decirme que todo eso pasó de verdad, me resultaría muy difícil de creer.
Coincido con lo dicho sobre Ma Anand Sheela. Alguien impresionante, y aún más en las grabaciones antiguas donde despliega un personaje bien meditado e increíblemente arrogante.
A las personalidades destacables añadiría especialmente al abogado de la secta / del grupo. Alguien muy inteligente y culto, que a diferencia de Ma Anand Sheela, parece ser una buena persona… Y aún así, choca con la gente del pueblo, que no querían hacerle mal a nadie, simplemente vivir su vida tranquilos. Ambas partes, simplemente fueron incapaces de convivir.
Por supuesto, el gurú capaz de impresionar y «enamorar» a gente así, aparece como alguien totalmente arrollador.
Por otro lado, hasta Sheela tiene la razón a veces. De hecho, por eso seguramente el documental no se posiciona: todas las partes, todas las personas que salen, tienen «sus razones». Y entonces resulta que a veces, «tienen la razón»; pero en otras ocasiones, no la tienen (por ignorancia, miedo, cerrazón, maldad o lo que sea). Y esos momentos se van intercalando, porque así es la vida.
Los personajes del pueblo en comparación, son gente bastante normal (con independencia de que sus ideas gusten más o menos), que se vio metida en un follón inesperado. Y sí, hay uno que es el personaje, no sé si el más sabio como han dicho (como mínimo, es el que más sentido común, seguramente); pero también es el más simpático de todo este asunto.
Y, ya. Me dejo comentarios sobre otras personas, para no destripar sorpresas.
Esta serie docuemental es débil. No profundiza sobre las creencias de Osho, ni nos dice de qué iba este señor. Deja todo muy abierto por ese lado y se centra principalmente en el sensacionalismo típico de los tabloides. Entretenido hasta ahora, pero por demás sensacionalista.
No hay nada que profundizar, era una estafa, la estafa de Bhagwan Shree Rajneesh en Oregon . Eso lo presenta el documental magistralmente. Sensacionalismo sería entrar en el jardín de la presunta seriedad de tamaño cuento.
Si todas las religiones son un timo (algunas, maravillosos timos), esta secta hippy era un timo cutre.
no sé qué creencia puede haber un místico que se pirra por un reloj de un millón de dólares y no sé cuántos Rolls Royce. Y seamos claro: ese gurú puede tener un pase entre los bobalicones whites yankees. Pero en mi pueblo, a la segunda que el tipo sale con el gorrito y las manos juntas, ya saldría uno ¿»qué le pasa al bobo ese»?
Totalmente de acuerdo
Totalmente cierto
Perdón esas respuestas no eran para tu comentario
Totalmente de acuerdo. El que quiera ver que esto se reduce, como alguien ha dicho, a «hippies en busca del Nirvana» y a «despistados de todo el mundo» que
«decidían irse a la comuna para vestirse de rojo y bailar en pelotas» haya él.
Me ha parecido un documental brillante, lejos del sesgo y estridencias de los altamente adictivos Making a Murderer o The Jinx. No sé qué pensar del tal Osho, ya que si fue un estafador la carga de la culpa reside en la de los miles de gilipollas (con formación, dicho sea de paso) que sucumbieron a su doctrina. Coincido en que el señor de tirantes es el más coherente, sensato y demoledor de todos los que aparecen, con su última frase magistral.
A mi me ha parecido agridulce… despues de verla no se que proponia exactamente OSho y compañia… cual era el programa politico, mas alla de la explotacion economica, emocional, sexual a unos cuantos miles de blanquito/as de alto nivel cultural y economico.. cual es el anzuelo? Me ha parecido desgarrador el ataque literal por cielo, tierra y mar de todo el poder politico y judicial tanto del estado de Oregon como el federal. Es curioso que eso pase en la epoca Reagan, cuando impulso, financio y dio alas a los telereverendos que existian de antes pero que fueron protegidos y se desarrollaron y llegan hasta nuestros dias.. tan sectarios y mucho mas toxicos que estos hippyes… eso si, eran americanos americanos. Me ha impresionado mucho cuando oyes hablar los fiscales 30 años despues y siguen con el convencimiento de que aquello era una cruzada contra herejes que merecian ser extermindos… como actua la policia, fbi, marshall.. todo el poder represivo… solo falto una accion encubierta de un comando seal tipo homeland!!! son tipos extremadamente conservadores.. quizas ese es el problema el choque tan evidente entre la america profunda (los pocos abuelitos pobrecitos.. pero que son los primeros que se arman ante la amenaza alienigena) y toda esa tromba de gente que aparentemente era feliz. y solo queria ser feliz.. si..parecia la invasion de los ultracuerpos . Cuando analizas las amenazas «reales» que suponian (lo del ataque bioquimico no tiene desperdicio) es que no se aguantan. Y que Sheila era arrogante.. anda que los otros no… el chavalin que hace de fiscal recien salido de la universidad y ahora que esta punto de jubilarse.. y que no haya ninguna reflexion sobre como se actuo.. al contario el tenia la verdad. Y la reflexion final… en el pecado esta la penitencia.. un final muy cristiano no… si es un documental agridulce recomendable.. por cierto hay una entrevista en el CCCB de Sheila donde expone su punto vista sobre la serie.. no se lo pierdan por que ese es otro problema del «producto».. su objetividad.. ya se sabe, se intenta ser «objetivo» y las camaras hacen maravillas..
Que alivio, ver gente miras más abierta. Muchas gracias por tu aportación
El propósito de osho era abrir los ojos a al mundo y que mejor manera que reproduciendo en menor escala el funcionamiento de los de arriba con los de abajo. Un hombre que hablando convence a la gente, le siguen y trabajan para el. Los políticos y ricos que hablando convencen a la gente para que les votes y confíes en ellos, trabajes pa el sistema y sigas su plan, mientras tanto osho y los de arriba llenos de lujos y controlando y manipulando lo de abajo.
Crear una copia del sistema corrupto actual y ver la reacción de los que mandan en elmundo ( sistema, política, religión, ricos), queriendo destruirlo, no es más que la reacción natural y humana que se produce cuando te reflejan lo que tu haces, y claro no se nos vaya ha acabar el chiringuito….A POR ELLOS.
Los que dan miedo de verdad en esta historia son los cuatro gatos de Antelope. Y pavor total, esa retaila de fiscales que quieren «salvar la democracia», entre otros métodos, impidiendo votar.
y donde está Shashi Gudiya – Christine Woolf Smith en este documental ?
El epílogo es tremendo. Tras un discurso de fidelidad absoluto por Osho, Ma Anand Shīla cree que han apagado la cámara y salta «Pensé que esto no se acabaría nunca… Todos necesitamos un trago». Vaya puntazo.