Jot Down para Espacio Fundación Telefónica
Una casa en Pasadena
En 1989, los vecinos de un pequeño barrio residencial de Pasadena en el condado de Los Ángeles descubrieron que una de las viviendas de la comunidad se había convertido repentinamente en una abertura hacia otros mundos. Un hecho insólito que cualquier viandante curioso podía comprobar personalmente acercándose al bungaló de la avenida North Michigan cuyas ventanas en lugar de asomarse al interior del edificio servían de puente hacía extraños universos de naturaleza digital. Desde la calle era posible contemplar como al otro lado de los cristales de la casa se extendían dos mundos insólitos, un túnel giratorio de lunares chillones y un paisaje espacial donde orbitaban diferentes copias del planeta Tierra.
La culpable de aquellas ventanas imposibles era la artista Jennifer Steinkamp. La casa que ejercía de vestíbulo hacia los espacios imaginados era una vivienda que se transformaba durante el fin de semana en galería alternativa de arte, un museo secreto bautizado como Bliss House por los virtuosos del underground. Y lo que estaba ocurriendo es que Steinkamp había decidido alojar en aquel lugar su tesis para el Art Center College of Design, la instalación bautizada como Gender Specific, que se convertiría en una de las primeras piezas de arte elaboradas a partir de técnicas digitales. Y también en el punto de partida de la carrera de la artista.
Los mundos inexplorados
Jennifer Steinkamp nació en Denver en 1958, cursó sus estudios artísticos en Los Ángeles y pronto descubrió que las nuevas tecnologías tenían potencial suficiente para convertirse en herramientas con las que moldear sus inquietudes artísticas. A aquella Gender Specific le seguirían nuevas instalaciones donde la artista, pionera en el mundo de la animación digital, chapoteaba con ríos de luz (Untitled Flood House), tejía mallas a modo de ilusiones ópticas (Flutter Flutter), construía misteriosas televisiones gigantes (The TV Room) o fabricaba pasillos que mutaban al recibir visitantes (One Saw; the Other Saw). Sus creaciones animadas utilizaban figuras abstractas que jugueteaban con la percepción, el movimiento y los espacios arquitectónicos. Las cabriolas visuales que firmó llegaron incluso a convertirse en la decoración nocturna que bailaba sobre las cabezas de quienes se arrastraban por la noche de Las Vegas (Aria).
Aria sobre las pantallas de Las Vegas. Jennifer Steinkamp.
Lo mejor de todo es que Steinkamp estaba asfaltando el camino de la animación digital hacia mundos inexplorados. Y todo ello a pesar de que vivir adelantada a su tiempo hacía las cosas un poco más difíciles por culpa del resto de personas que eran incapaces de pillarle el ritmo: el campo del videoarte no la consideró inicialmente parte del movimiento porque las criaturas de Steinkamp no se conformaban con vivir envasadas en vídeos o fotografías. El media art tampoco apostó por refugiarla entre sus filas porque las instalaciones que proponía la artista carecían de un componente interactivo. Y el público general aún estaba masticando la idea de que los gráficos por ordenador podían servir para tallar algo más que videojuegos.
Entretanto, la banda U2 le echó el ojo a su trabajo y decidió llevárselo hasta los escenarios de las giras Popmart y Elevation. En 2002, como respuesta a la tragedia del 11-S, la artista ideó Jimmy Carter, una instalación donde miles de flores creadas por ordenador confeccionaban un gigantesco muro oscilante. Desde entonces, la flora pixelada se le enredaría en los zapatos para invadir su trabajo y acabar convirtiéndose en eje central de sus creaciones posteriores. Gracias a esa naturaleza virtual la animadora reinventó la leyenda de Medusa utilizando las ramas de los árboles (Eye Catching) y revisó los cuentos de los hermanos Grimm peinando vides con alma de melenas (Rapunzel ). También desató cascadas de flores venenosas (Daisy Bell) y se dedicó a repoblar las galerías de arte con los árboles virtuales que protagonizaron las obras Kamp Tree, Judy Crook, Miss Znerold o Mike Kelley. Y homenajeó a artistas como Audrey Hepburn, Orson Welles, Donna Reed o Cary Grant sembrando flores digitales, seleccionadas meticulosamente, a lo largo del Paseo de la Fama del Hollywood Boulevard. La nueva naturaleza que había fabricado Steinkamp era un instrumento maravilloso en su propia condición, un ecosistema palpitante y vivo encerrado en un entorno tan frío como el de las pantallas y los ordenadores, un jardín artificial cuyo logro más extraordinario era provocar que el espectador comenzase a valorar su propia relación con la naturaleza real.
En 2016 las vegetaciones virtuales de Steinkamp invadieron la neoyorquina plaza de Times Square: su producción Botanic se deslizó hasta la famosa esquina de Broadway con la 7ª Avenida para convertir las múltiples pantallas del lugar en luminosos jardines botánicos donde cientos de flores bailaban en un loop infinito entre estallidos de pétalos y semillas. Winter Fountains, su creación más reciente, instaló cuatro cúpulas en el Benjamin Franklin Parkway de Filadelfia para honrar al científico y político que daba nombre al lugar. Sobre cada una de aquellas bóvedas la artista proyectó diversas animaciones que mimetizaban el modo en el que la electricidad se genera en las nubes. Entre tanta chispa y polvo acabó ocurriendo lo inevitable: se colaron revoloteando hojas, tallos y pétalos. Steinkamp no podía escapar de la flora virtual.
La naturaleza digital
El Espacio Fundación Telefónica acoge hasta el próximo 22 de abril la muestra Jennifer Steinkamp: Naturaleza digital. Una exposición que aproxima a Madrid cinco videoinstalaciones de la artista a modo de itinerario ideal para adentrarse en sus jardines: Dervish, Bouquet, Garlands, Marie Curie y Ovaries.
Dervish (2004) se presenta ante el visitante proyectando árboles de ramas giratorias cuyos movimientos nacen inspirados por las danzas de los sacerdotes, conocidos como derviches, de la secta Mevlavi del islam. El baile ritual de los derviches requiere dar vueltas en círculos hasta alcanzar un trance religioso, que libera el alma de los lazos terrenales y favorece la línea directa con lo divino. En el mundo virtual, los árboles moldeados por Steinkamp danzan como si estuviesen encantados pero son incapaces de librarse de las raíces que los mantienen atrapados en la tierra.
Bouquet (2013) elabora un ramo ornamental donde las flores son sustituidas por árboles que se enzarzan entre sí a modo de bosque dinámico. Un organismo enredado que obliga al espectador a reconsiderar la percepción de esa naturaleza que es al mismo tiempo un ecosistema palpitante, una golosina visual, una amenaza y una célula viva.
Garlands (2013) teje muros de guirnaldas compuestas por diversos tipos de plantas medicinales; y la pieza Marie Curie (2011) nace a modo de homenaje hacia la científica que le da nombre, otra pionera histórica por ser la primera persona en ser premiada con dos Nobel en distintas especialidades (física y química) y también la primera mujer en recibir aquel prestigioso galardón. Para componer Marie Curie, una obra que invita a la reflexión sobre la energía atómica, Steinkamp escarbó en la vida de la investigadora hasta localizar entre las páginas de una biografía, firmada por una de sus hijas, un nexo común al que asirse: la afición de la científica por la botánica. Las plantas renderizadas que componen la instalación de Steinkamp son aquellas que una joven Curie adquirió mientras estudiaba en la muy prestigiosa universidad Sorbona de París.
Ovaries (2017), una de sus últimas producciones, desata una lluvia de frutas enredadas en una coreografía elástica de gravedad caprichosa. Sus elementos se arrojan sobre el espectador pero acaban tropezándose con la barrera de la pantalla en la que se encuentran confinados. Que la semilla llegue más allá del mundo virtual está en manos del visitante, esas son las normas de la nueva naturaleza.
La muestra Jennifer Steinkamp. Naturaleza digital, situada en el marco de Madrid Design Festival, puede visitarse hasta el 22 de abril de 2018 en la tercera planta del Espacio Fundación Telefónica de Madrid situado en la calle Fuencarral 3. El horario es de martes a domingo de 10 a 20 horas y la entrada gratuita.
La exposición va acompañada de un programa de talleres elaborado por el equipo educativo de la Fundación. La inscripción a los mismos es gratuita y todos los detalles pueden consultarse aquí.
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