Ciencias

Hoy recibimos viajeros del futuro con alegría

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Foto: Lwp Kommunikáció (CC)

Del legado que ha dejado el célebre astrofísico Stephen Hawking, recientemente fallecido, me quedo con uno de los experimentos científicos más ambiciosos y divertidos de las últimas décadas que llevó a cabo el 28 de junio de 2009. En esa fecha trató de demostrar si son posibles los viajes en el tiempo. El desarrollo en sí era muy sencillo y consistía en organizar una fiesta a la que solo podría asistir gente del futuro. Para asegurarse de que acudieran quienes cumplieran con esta premisa, el evento se anunció el día después de celebrarlo. Hawking, famoso por su sentido del humor, hizo público el resultado del experimento ilustrándolo con una fotografía con su característica silla de ruedas y rodeado de globitos, dando la bienvenida a una fiesta a la que obviamente no fue nadie.

Desde el punto de vista teórico, que no aparezca ningún viajero del futuro no descarta definitivamente la posibilidad de los saltos temporales; ya saben, «la ausencia de prueba no es prueba de ausencia». Aquel gag (más que experimento) propició por tanto un animado e intenso análisis paralelo: suponiendo que sean posibles este tipo de viajes, ¿la gente del futuro no se manifestó porque no quería interferir en nuestro presente (y por tanto, en su presente)? ¿o por el contrario pensaron que la fiesta tenía pinta de ser una mierda y que para eso no valía la pena correr el riesgo de que la realidad se desmorone por una paradoja? ¿o son tan tiquismiquis que les pareció ofensivo hacer humor con gente con minusvalías físicas (a fin y al cabo ya somos el futuro del 2009)? El debate sigue abierto.

Otra interpretación más generalizada y dura para con Hawking sugiere que a lo mejor (a lo mejor) hay compañías y épocas más interesantes que visitar en el pasado, como por ejemplo ir en busca de científicos de más nivel para intercambiar pareceres o para orientar la redacción de sus trabajos más conocidos. Es más, incluso puede que ya haya ocurrido. En efecto, entrando en el terreno de la ciencia ficción conspirativa y ciñéndonos exclusivamente a las figuras más rutilantes de la física y las matemáticas, algunos pasajes biográficos dan qué pensar, como si hubieran sido fruto de la intervención de una patrulla de viajeros del tiempo.

De cero a infinito en cero coma

Imaginen que un día, de la nada, los periódicos ponen en portada a un fulano desconocido que ha publicado un trabajo revolucionario en un ámbito de la ciencia. En casa de Iker Jiménez los sombreros se lanzarían al aire y esa misma semana tendríamos un especial de Cuarto milenio. Porque claro, pónganse en su lugar y díganme si no vertebrarían un programa entero lanzando sospechas sobre si la nueva estrella científica podría deber su éxito a que alguien hubiera venido del futuro como un genio de la lámpara portando un detergente revolucionario, un almanaque deportivo y un libro de texto científico fechado en el siglo venidero y le hubiera dado elegir uno de los tres. Bien, pues el mayor prodigio científico de la historia de la humanidad era un técnico experto de tercera clase en la Oficina de Patentes de Berna hasta que, en 1905, cambió el mundo para siempre con la publicación de cuatro artículos (sobre el efecto fotoeléctrico, el movimiento browniano, la relatividad especial y la equivalencia entre masa y energía) en una popular revista científica de nombre propicio al equívoco llamada Anales de la física. Nos referíamos a Albert Einstein, claro.

Por su parte, Srinivasa Ramanujan era un humilde contable indio fascinado por las matemáticas que, de manera autodidacta, había descubierto fórmulas, relaciones e incluso demostrado teoremas (alguno de ellos inédito y otros que ignoraba que ya se habían probado). Su nombre se hizo conocido tras enviar decenas de cartas con sus progresos a diferentes expertos en matemáticas europeos que solo llamaron la atención del inglés Godfrey Harold Hardy, que consiguió llevarlo a Inglaterra donde, en un ambiente más académico, dio rienda suelta a su desbordante creatividad. Creatividad que por cierto Ramanujan confesaba que se debía a que la diosa Namagiri se le aparecía en sueños diciéndole lo que tenía que hacer. Recordarán una escena muy parecida en Regreso al futuro, cuando Marty McFly, vestido con un traje de protección nuclear, se aparece en mitad de la noche ante su (futuro) padre y, fingiendo ser un extraterrestre llamado Darth Vader, le da órdenes precisas de sus siguientes actos para que el futuro se materialice tal y como McFly quiere.

Cierto es que tanto Einstein como Ramanujan siguieron aportando valiosos avances en sus respectivas disciplinas, más grandes aún que los que les sacó del anonimato. Es decir, que ambos luego lo petaron sin aparente manipulación. Veamos pues ahora dos físicos que ya estaban en primera línea de su especialidad en la época hasta que se retiraron a un lugar aislado por temas de salud y volvieron con descubrimientos que los pusieron entre los elegidos de todos los tiempos.

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Quinto congreso Solvay (1927). Entre ellos estaban Albert Einstein, Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg. Foto: DP.

La tranquilidad, lo que más se busca es la tranquilidad

Hay que ir más al campo para respirar aire puro, para volver a las raíces, para vivir con un ritmo más tranquilo o para evitar contraer la peste bubónica. Así lo pensó en 1665 Isaac Newton cuando por una epidemia de esta enfermedad se cerró la Universidad de Cambridge y estuvo veinte meses recluido en Woolsthorpe, en su casa natal. Allí encerrado redactó y esbozó la mayor parte de sus numerosos estudios, desde el cálculo infinitesimal hasta la mecánica que a partir de entonces se apellidaría como Isaac.

Mucho antes de hacerse popular como alias de un fabricante de metanfetamina de ficción, Werner Heisenberg estaba investigando sobre la modelización del átomo de hidrógeno cuando un ataque agudo de rinitis alérgica le obligó a marcharse a Heligoland, un islote del mar del Norte donde no había vegetación. Allí, en la soledad de la isla, encontró la inspiración necesaria para redactar un artículo profundamente abstracto e innovador que, meses después, junto a Max Born y Pascual Jordan, pulieron y reformularon a su configuración matricial más conocida, una de las piedras angulares del cuerpo teórico de la mecánica cuántica.

No estamos sugiriendo que la gente del futuro sea tan cabrona que no solo soplaron polen a la cara de Heisenberg, sino que también propagaron la peste para que Newton se fuera al campo. Pero conociendo los retiros de este par de físicos que demostraban grandes aptitudes, la ocasión la pintaban calva para dejarse caer por allí y esbozar una conspiración intertemporal a gran escala.

La musa y la gobernanta

Reconozcamos que, hasta el momento, todas ellas han sido situaciones sospechosas, momentos en los que se podría haber producido un encuentro pero del que no hay pruebas. Por eso, hemos dejado para el final dos casos en los que se sabe a ciencia cierta que hubo misteriosas personas que actuaron de forma clave en la carrera de algunas figuras eminentes.

Erwin Schrödinger era un canallita. El comportamiento sexual del autor de la célebre paradoja del gato, juzgado con los baremos morales de la actualidad, sería, al menos, polémico. Tal vez ayudado por su icónica pajarita de pillón, este físico fue tremendamente promiscuo así como liberal en sus relaciones, incluso sedujo a una alumna suya menor de edad. Pero en fin, que levante la mano quien no conozca algún ejemplo notable de un hombre o una mujer que, siendo menores de edad, hayan tenido relaciones sentimentales con quienes fueron, qué se yo, su profesora particular de música o un profesor de literatura de su instituto, respectivamente.

Esta crónica en rosa sobre Schrödinger no es gratuita. Era vox populi su afición por las faldas y en cierto modo le llevó a su gran logro: la ecuación de onda de la mecánica cuántica. Según el matemático Hermann Weyl, amigo y amante ocasional de la esposa de Erwin (recuerden: canallita), este último «hizo su trabajo trascendental durante un arrebato amoroso tardío». El diario de Schrödinger de esa época curiosamente se perdió y solo se sabe que pasó con una misteriosa musa las navidades de 1925. Hasta ese momento, Schrödinger era un físico de cierto prestigio que publicaba en torno a cuarenta artículos al año; tras esas vacaciones decisivas alumbró la ecuación de ondas de la mecánica cuántica a partir de la pura intuición, y publicó a lo largo de 1926 más de doscientos cincuenta artículos. Una buena inversión, aquellas vacaciones. A los aficionados a El Ministerio del Tiempo no les costará imaginarse a una agente análoga a Amelia Folch camelándose a Schrödinger.

Echar la culpa a un tercero es una vía de escape muy socorrida. Mi perro se ha comido mis deberes o mi gobernanta ha quemado las demostraciones de teoremas inimaginables. Bernhard Riemann falleció con apenas cuarenta años de tuberculosis y, con el cuerpo del matemático aún tibio, su gobernanta quemó con extraña premura numerosos incunables inéditos de sus investigaciones. La hipótesis de Riemann es el enigma matemático más famoso aún sin resolver y hay un millón de dólares esperando a ser cobrados por quien la demuestre. Su desarrollo y enunciado («la parte real de todo cero no trivial de la función zeta es 1/2») son aparentemente refractarios al entendimiento de los no iniciados, pero en su interior encierra respuestas sobre los números primos, los ladrillos que componen las matemáticas y que hoy en día son muy utilizados en sistemas de encriptado. Además, las geometrías no euclidianas en las que había trabajado Riemann fueron uno de los apoyos matemáticos que ayudaron a Einstein a formular su teoría de la relatividad general.

¿Qué podía haber en esos papeles desaparecidos? Descolguemos del perchero el sombrero de papel de aluminio y acabemos a lo grande. Los viajes en el tiempo (de ser posibles) de alguna manera se deberían de regir por la relatividad cuántica, teoría que se completará algún día gracias a las aportaciones de Newton, Einstein, Schrödinger y Heisenberg. Pues resulta que según ciertos estudios se ha demostrado que existe algún grado de relación entre la distribución de niveles energéticos cuánticos con la de los ceros de Riemann y, por tanto, con los números primos en los que este y Ramanujan. Espero que lo vean tan claro como yo. Si desaparezco ahora, será porque he acertado en todo; si no, es porque no me quieren convertir en un mártir de mi causa, como sucedía con el agente Mulder.

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Bibliografía mínima para saber mucho más y bastante mejor

Brevísima historia del tiempo. Stephen Hawking.

Einstein. La teoría de la relatividad. David Blanco Laserna.

La música de los números primos. Marcus du Sautoy.

Newton. La ley de la gravedad. Antonio J. Durán Guardeño.

Heisenberg. Física cuántica. El principio de incertidumbre. Jesús Navarro Faus.

Schrödinger. Las paradojas cuánticas. David Blanco Laserna.

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8 Comments

  1. Agustín Serrano Serrano

    Muy buen artículo.

    Un hombre que, a pesar de su enfermedad, hizo lo que quiso, (lo que pudo), amar, ser padre, ser amado, ser un inteligentísimo hombre de ciencia, divulgar su pasión y, como cualquier otro ser humano actual, llegar científicamente hasta el límite. Admirable.

    Ps: padezco un 97 % de minusvalía y creo que sin su discapacidad jamás habría sido tan célebre, la duda que me queda es si lamentable o afortunadamente…

  2. La hipótesis es que nos visitarian grandes eminencias del futuro, pero yo mas bien creo que quien nos visitaria sería la Ana Rosa Quintana del futuro.

  3. Creo que el contenido del futuro y del pasado podrán ser sólo observados. El mecanismo del universo es ciclico, y la luz y sus reflejos generados también lo son. Sólo hay que esperar en el PUNTO JUSTO DEL UNIVERSO, armado de un buen telescopio y esperar que las imágenes del futuro o pasado nos traspasen por primera, o segunda o por enésima vez. Siempre y cuando tengamos paciencia. Y si no es así, lo espero. Agustín Serrano, creo que con su incapacidad o no, Hawking habría escrito lo que escribió. Una sensibilidad e inteligencia sobrenatural. Muy buen artículo.

    • Agustín Serrano Serrano

      Lo que escribió…seguro que sí, pero creo, y es solo mi opinión, que nunca habría sido tan conocido, tan (re)conocido.
      Cuando hace años gané un certamen literario, el director del mismo y algunos medios locales hicieron hincapié en que el ganador del mismo era discapacitado. Y no lo digo con hostilidad. En algunos sentidos y más en los referentes a los minusválidos, comprendo bien a la sociedad.

      Por lo demás, que no es poco, toda la razón: ha fallecido un ser humano extraordinariamente lúcido.

  4. pernath

    Es una pena que un articulo tan breve como magníficamente escrito no despierte ni un sólo comentario… Muchas gracias Don Octavio.

  5. Esta teoría de los viajes en el tiempo para influir a personalidades se ve muy claramente en el famoso libro de Isaac Asimov «El Fin de la Eternidad», de lectura altamente recomendable. Muy buen artículo.

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