Carlo Frabetti es matemático pero además escritor, es italiano pero escribe en español y es un autor de narrativa infantil que nos fascina a los adultos. Descubrí la obra de Frabetti cuando Pote Huerta creó la editorial Lengua de Trapo y le publicó dos libros que entonces leí y que me entusiasmaron infinito. A saber, Los jardines cifrados (1998) y La Ciudad Rosa y Roja (1999). Podría haber dedicado estas líneas a cualquiera de los dos y poseído de idéntico entusiasmo, mas he preferido hablar de Los jardines cifrados porque contiene una historia y así tal vez sea el título idóneo para que nuevos lectores se acerquen a la obra de Frabetti.
Los jardines cifrados es un fastuoso homenaje a la ciencia, el arte, la literatura y la filosofía, pues a través de un par de personajes que se encuentran en el Museo del Prado ante El jardín de las delicias y que inician una enigmática conversación, Carlo Frabetti nos llevará a vivir una aventura que no es otra que la del conocimiento y la búsqueda de la verdad. ¿Qué significa que la todopoderosa divinidad sea representada con un libro en las manos? ¿Por qué Galileo dejó encriptados numerosos mensajes en sus anagramas? ¿Cómo así diez mil sextillones de monos podrían escribir las obras completas de Shakespeare tecleando desaforados? ¿Cuál era el propósito de Durero al incluir un cuadrado mágico en el célebre grabado sobre la melancolía? ¿Será verdad que una máquina podría reescribir las obras perdidas de Borges a partir de la obra visible del gran autor argentino? Frabetti intercala entre los capítulos que forman parte de la trama digresiones filosóficas, paradojas matemáticas, episodios históricos y curiosidades científicas que instruyen, regocijan y seducen a los lectores. En realidad, cada uno de esos mundos es un jardín que podría formar parte de El jardín de las delicias del Bosco, aunque para descubrirlo habría que descifrarlos. Tal es la aventura de la novela: descifrar esos jardines teniendo en cuenta que «El jardín es la naturaleza recordada por la cultura: naturaleza recreada y domesticada, como siempre la memoria recrea y domestica el pasado».
Por otro lado, los personajes de Los jardines cifrados dialogan socráticamente, como si formaran parte de cualquiera de esos diálogos donde Platón recurría al maestro para allanar el camino hacia la verdad, que en el caso de esta novela vendría nos conducen hacia el estremecimiento, la experiencia del mysterium tremendum, como lo llamó Rudolf Otto en Lo santo y a quien Frabetti nos remite en Los jardines cifrados. ¿Fue esa experiencia inefable la que sobrecogió al narrador de «El Aleph», tumbado boca arriba bajo las escaleras del sótano de la casa de Carlos Argentino Daneri? Uno está persuadido a creer que sí.
En un escritor como Frabetti nada es casual ni arbitrario. Así, las dedicatorias a quienes «me transmitieron el estremecimiento», los epígrafes de Goethe («el estremecimiento es la parte mejor del hombre») y Rilke («más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte»), así como el epílogo titulado precisamente «El misterio tremendo» donde admite que «el agnóstico inquieto mantiene vivo el sentido de lo numinoso, está abierto a la experiencia del misterio», contribuyen a dotar de mysterium tremendum las escenas cifradas de aquel cuadro que la historia nos recuerda que Felipe II colocó sobre su cama: El jardín de las delicias. Si el Bosco hubiera contemplado el Aleph del sótano de la calle Garay, sin duda habría reconocido la epifanía tremenda que le inspiró El jardín de las delicias. Carlo Frabetti construyó su novela para llegar a esa conclusión.
La lectura de Frabetti no es nada difícil, su prosa es precisa y la maestría de su escritura le permite crear una expectativa casi policial ante un misterio científico o un enigma matemático. Tiene mérito intrigar a un humanista con arcanos numéricos, pero Carlo Frabetti lo consigue con largueza y a mí me hace ilusión reconocerlo. Ahora que se habla con tanta ampulosidad del poderío del español, vuelvo a levantar una bandera por los escritores de La Mancha Extraterritorial; es decir, por los autores nacidos en otra lengua materna y que no obstante han elegido al español como su idioma literario. Y que conste que Carlo Frabetti no es el primer italiano que escribe de La Mancha Extraterritorial, pues Alejandro Rossi y Fabio Morábito le acompañan tremolanti.
Los jardines cifrados es una novela maravillosa que disfruté con delectación y cuya lectura deslumbrante aguarda generosa a quienes se atrevan a buscarla por rastrillos y librerías de viejo.
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Algunos libros nunca disfrutaron de la atención que merecían y ciertos autores fallecidos en su plenitud corren el riego de ser olvidados. En Zona de Rescate compartiré mis lecturas de ambas regiones —la Zona Fantasma y la Zona Negativa— porque la memoria literaria es tan importante como la otra. Distancia de rescate (¡gracias, Samanta!): 1985, año de mi venida a España.
Gracias, Fernando. Hace años estuvimos a punto de conocernos en La Laguna, pero el encuentro se malogró. Espero que haya otras ocasiones.
De a poco el misterio literario de nombres españoles sin la ese final y consonantes dobles sale a flote.