Si Fagner pasa el antidoping,le convoco. (Telê Santana, seleccionador de Brasil 1982)
Barcelona, 6 de julio de 1982
La noche anterior fue toledana. Los ánimos de la Canarinha y sus simpatizantes estaban por los suelos. Caras largas, miradas perdidas, lamentos constantes por las oportunidades perdidas y los errores cometidos (con especial y cruel énfasis en el portero y en el delantero centro). Una de las mejores selecciones de la historia de Brasil, tricampeona mundial en esos momentos, acababa de ser eliminada por la Italia de Paolo Rossi (hizo los tres goles italianos) en el desaparecido estadio de Sarriá. Brasil no se clasificaba para la semifinal contra Polonia. Italia acabaría siendo la campeona. Fue una jornada negra para el fútbol más vistoso del planeta. Se puede trazar un paralelismo con otro aciago día, el Maracanazo de 1950. En ambos casos a Brasil le servía el empate (para proclamarse campeona del mundo o sellar el pase a semis). Perdieron los dos encuentros. En Sarriá la prepotencia, el cansancio, la superioridad táctica de los azzurri, la tensión agarrotaron las piernas y mentes de los jugadores y estos no supieron administrar los tiempos del juego.
Esa mañana del 6 de julio estaba previsto un partido entre periodistas y viejas glorias. Pelé, Eusebio y Beckenbauer, entre otros, habían confirmado su asistencia. El cantautor Raimundo Fagner, el jugador n.º 23 de la selección, según la prensa brasileña, porque entrenaba con ellos, iba a participar. Pero tras el fatídico 3-2 frente a Italia, saliendo del estadio, no las tenía todas consigo. El palo había sido muy fuerte. Me comentó que no se sentía con fuerzas y que se iba a beber el Amazonas… Volvió caminando al hotel.
Toqué en la puerta de su habitación. Quería saber si íbamos a la pelada (partido amistoso) o nos volvíamos a Madrid. Con su maleta a medio hacer, no tuve claro el panorama. Y cuando iba a preguntar sonó el teléfono. Me pidió que lo cogiese mientras iba al baño. Respondí. Sin tiempo para decir «hola» o preguntar quién era, recibí una ristra de epítetos rematados por una frase corta y concisa: «No le diste el recado a Telê». Me identifiqué, aclaré que no era Raimundo y pregunté quién llamaba. «João Gilberto», fue la respuesta que recibí. Fagner preguntó quién llamaba. Al escuchar mi respuesta soltó un sonoro «¡Puta!» (el equivalente brasileño a nuestro «¡Coño!»). Se puso al teléfono y por su cara percibí que el chaparrón fue el mismo.
Pregunté sobre la llamada y me contó los antecedentes. Poco antes de salir de Río para Europa, Gilberto llamó a Fagner (viven en el mismo edificio de Leblon, barrio residencial carioca, y gracias a la señora que se ocupa del piso de Raimundo Fagner el crack de la bossa nova tiene la suya en orden). João Gilberto, conocedor del ascendente de Fagner en la selección (Zico y Sócrates, principalmente) quería que transmitiese un mensaje a Telê Santana, el Maestro: bajo ningún concepto debían jugar de titulares Waldir Peres, el portero, y Serginho Chulapa, el delantero centro. Pregunté si no había mencionado nada de las fiestas flamencas en Sevilla y Barcelona, donde Brasil había disputado sus partidos. Me fulminó con la mirada.
La lesión de Careca (quien luego coincidiría con Maradona en el Nápoles) desbarató los planes de Santana. Y abrió un debate nacional. El favorito de la afición y de los medios, Reinaldo, ni siquiera fue convocado. Las características de Serginho no se ajustaban al juego de toque que practicaba Brasil 82. Como nueve era un tanque. De plan B o C pasó a ser titular. Reinaldo (y Careca) se adaptaba mejor al jogo bonito. Nunes (compañero de Zico en el Flamingo), bicampeón brasileiro en el 82 y campeón de la Libertadores, era el otro favorito de la torcida. Roberto Dinamita (en la 79/80 estuvo en el Barça) fue el otro nueve elegido para el Mundial. El país no apoyó la decisión del seleccionador respecto a los delanteros centro.
El debate llegó a situar a Fagner en la órbita de la selección. En un partido benéfico de preparación, celebrado en Belo Horizonte, fue el ariete de la presunta selección. Eran los amigos de Reinaldo vs. los amigos de Sócrates. Sócrates, licenciado en Medicina, colocó a Raimundo Fagner en la punta del ataque. Y le advirtió que estuviese atento a los balones largos. Aseguró que le metería media docena como mucho, pero le dejarían solo frente al portero. Fagner anotó dos goles. Cómo sería la cosa que los periodistas le preguntaron a Telê Santana si llevaría a Fagner al Mundial de España. El seleccionador contestó: «Si Fagner pasa el antidoping, le convoco».
La llamada de João Gilberto marcó el rumbo de esa mañana del 6 de julio: Fagner desistió del partido amistoso y regresamos a Madrid. Y aprovechó para cerrar el álbum de homenaje a Picasso, sobre poemas de Alberti (también incluía sus recitados y dibujos), que grabaría con Paco de Lucía y Mercedes Sosa.
Fagner, el flamenco y Brasil en el Mundial de España
Raimundo Fagner llegó por primera vez a Madrid la primavera del 81. Salió de Río de Janeiro con destino final a París, donde planeaba grabar un álbum europeo. Antes de aterrizar en Madrid (con su banda) paró en Lisboa, donde contactó con varios autores y artistas y se imbuyó de la obra poética de Fernando Pessoa y la pionera Florbela Espanca (al año siguiente grabó un disco musicando sus poemas). A Madrid vino por la insistencia de Tomás Muñoz, fundador de CBS España en 1970 y en esos momentos presidente de CBS Brasil. Muñoz consideraba que las raíces nordestinas de Fagner, natural de Fortaleza (capital del estado de Ceará) y de ascendencia libanesa, podían encontrar puntos en común con la música arábigo-andaluza y la mediterránea.
Aprovechamos su visita madrileña para mandarle a un festival flamenco en Alcalá de Henares. Los cabezas de cartel eran Lole y Manuel, Manzanita y Camarón de la Isla con Paco de Lucía y Tomatito. Todo un lujo. Le acompañó el gaditano Luis Salomón (en esos días, en el departamento de marketing de CBS y, posteriormente, director artístico de Virgin). Fagner quedó trastornado. No solo entendió lo que Muñoz le había explicado en Río, fue mucho más allá: decidió allí mismo anular su proyecto francés y ponerse manos a la obra para grabar un álbum español.
Como responsable del departamento de A&R (Artistas y Repertorio) Internacional, fui el productor ejecutivo del disco Traduzir Se, significativo título que definía a la perfección la catarsis creativa que sufrió Raimundo Fagner. En el álbum hubo duetos con Camarón («La leyenda del tiempo») —la primera vez que el de San Fernando cantaba con alguien—, Manzanita («Verde»), Serrat («La saeta») —el primer dueto en castellano del noi— y Mercedes Sosa («Años», de Pablo Milanés). Enrique de Melchor fue el guitarrista flamenco. Las sesiones con Lole y Manuel no fructificaron (aunque se mantuvo el tema, pero sin ellos). La grabación se completó en Río con una canción adicional sobre un poema de Florbela Espanca. El álbum fue un éxito rotundo en Brasil y Argentina, con unas ventas de medio millón de ejemplares.
La fiesta de la entrega de los discos de platino por Traduzir Se se celebró con un partido de fútbol en el estadio del Fortaleza (equipo en el que Fagner había jugado de joven y logrado el ascenso a Primera División). La selección brasileña se desplazó y participó enfrentándose a una formación compuesta por jugadores locales, invitados de lujo y músicos cearenses. Fagner jugó con ambos equipos, un tiempo con cada uno.
En 1982 ya residía en Manhattan. Trabajaba en la central de CBS, en su división internacional. Conociendo la legislación laboral estadounidense respecto a las vacaciones, mi única condición para el traslado de Madrid a Nueva York fue garantizar mi presencia durante el Mundial. ¡Era un mes! Coordiné mis planes con Fagner, que viajaría con la Canarinha.
Sevilla fue una fiesta. Empezando por el cocktail que la delegación brasileña ofreció, a su llegada, en los jardines del Hotel Los Lebreros, donde se alojaban. Entre los invitados Lole y Manuel, Ricardo Pachón y Juan Peña el Lebrijano.
Telê Santana, un hombre conservador, sabía que no podía frenar las ganas de juerga de los suyos. Lo consideraba una fatalidad, está en el ADN brasileño, que debía controlar y encauzar. Puso límites al desenfreno. En los días libres los jugadores no podrían salir por la noche. En cambio, habilitaron una planta del hotel para el jolgorio. Y podían incorporarse amigos, familiares… y flamencos. El director musical de operaciones era Fagner, quien acabó grabando un sencillo con Zico, su compadre (el proyecto de un álbum con Sócrates, activista bajo la dictadura, que tocaba la guitarra, no se realizó por el fallecimiento del jugador por complicaciones derivadas de una cirrosis hepática).
En el sevillano parque de María Luisa se organizó un concierto, aprovechando el tirón de la selección brasileña. Se anunció como una actuación de los jugadores con artistas invitados ad hoc. La gente compró las entradas por el reclamo de los futbolistas, que habían despertado pasiones en la ciudad. Además de incontables rumores e historias referidas a las juergas flamencas. Entre los músicos y artistas que participaron, aparte de Fagner y los suyos, estuvieron El Lebrijano, quien ofició de maestro de ceremonias del planeta flamenco, y los hermanos Amador, Rafael y Raimundo. Se congregaron unas cuatro mil personas.
A Santana este recital al aire libre no le hacía ninguna gracia. Venían de sufrir contra la URSS en el Sánchez-Pizjuán en el primer partido (el árbitro español Lamo Castillo fue decisivo: no pitó dos penaltis a favor de los soviéticos y les anuló un gol). El portero Peres se tragó el tanto que abrió el marcador (en la segunda parte remontaron Sócrates y Eder, en el 90). En el segundo partido se habían impuesto con facilidad a Escocia (4-1). Además, ya se habían producido las primeras grietas en el combinado desde el inicio de la competición. Paulo Isidoro se quedó fuera del once. Dirceu, del Atlético de Madrid, ocupó su lugar en el partido inicial (fue sustituido en el descanso). El defensa Edinho protestó la titularidad de Luizinho.
Santana prohibió la asistencia de sus futbolistas. Los pesos pesados del vestuario, encabezados por Zico y Sócrates, pactaron su presencia. Telê Santana, para autorizar la gala, exigió otros cuatro goles para el siguiente encuentro, contra Nueva Zelanda. Zico comentó que él tendría que marcar dos. Y lo hizo. Brasil ganó 4-0 a Nueva Zelanda en el Benito Villamarín.
El ambiente de euforia en los medios mundiales y los aficionados tampoco ayudó. Los jugadores se lo creyeron. De la fiesta sevillana pasaron a la rumba de Barcelona. En el grupo les esperaba Italia y una Argentina en la que Maradona debutaba en un Mundial. El 3-1 a Argentina disparó las expectativas. Se celebró la victoria ante el rival secular por todo lo alto. Se daba por hecha la clasificación: un empate ante Italia serviría para asegurar el pase a semifinales.
Barcelona siempre ha sido flamenca (la gran Carmen Amaya nació en la Ciudad Condal) y es la cuna de la rumba catalana (de la mano de Antonio González el Pescailla y de Peret). Las costumbres adquiridas en Sevilla se mudaron de barrio. La estancia en Barcelona coincidió con la presencia de Manzanita en la ciudad.
Por otra parte, tanta feijoada no debe ser buena para un deportista, por mucho que sirva de alivio para la saudade. Mantener costumbres del país cuando estás fuera puede ayudar. Pero este plato, el nacional de Brasil, a base de frijoles negros y carne de cerdo en salazón, acompañado de farofa (harina de mandioca con ingredientes como judías carillas, mijo, tocino, chorizo frito, huevos, salsas, cebollas, bananas, col), es propio de las comidas familiares del domingo. No para cenar casi todos los días mientras estás de juerga. Vale que bailando se queman calorías, es un ejercicio aeróbico, mas tanta grasa produce sed. Y la cerveza es tan tentadora, sobre todo en verano…
Mi decepción ante el pobre desempeño de la selección española y el shock por la eliminación brasileña precipitó mi vuelta a Nueva York. Fagner tenía cuatro entradas para la final. Mi esposa aprovechó la mía. La acompañaron Paco de Lucía, su hermano Pepe y Raimundo.
A finales de ese 1982 Fagner y yo volvimos a encontrarnos. En NY, para grabar su álbum made in USA. Le había contratado al gran Gil Evans… pero eso ya es otra película (que incluye a Pelé y al Cosmos).
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Oiga, Sr. Vogel, ¡cojonudo el artículo! ¿Aún es usted del Real Madrid? ¿O se ha hecho ya socio del Barça?
«el árbitro español Lamo Castillo fue decisivo: no pitó dos penaltis a favor de los soviéticos y les anuló un gol». Lamo lamito, lamete, que decía Butanito. Menudo robo. Para que luego hablen de limpieza en el fútbol. Me acuerdo de haber visto ese partido en casa de una vecina que tenía televisión en color. Menudo grito pegué cuando marcaron los rusos. Yo por supuesto iba con la URSS, porque me caían simpáticos (todavía no sabíamos en qué consistía el «paraíso «comunista») y porque Brasil siempre me ha caído gorda como selección de fútbol. No aguanto la prepotencia y la chulería y menos en el deporte. Y España haciendo el ridículo. De ridículo en ridículo hasta el ridículo final. Hasta que no apareció Luis Aragonés, que en paz descanse. En fin. Bonito artículo. Gracias.
Farola??? la feijoada se hace con Farofa… una mala jugada del corrector?
Fatal jugada del corrector. Gracias por el aviso!!!
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