Arte y Letras Historia

La epidemia de baile de 1518 (o cómo los malditos danzaron hasta morir)

oie 2615120kDXLF74U 1
The Dancing Mania. Pilgrimage of the Epileptics to the Church at Molenbeek, de Pieter Brueghel el Viejo, 1564.

Nadie sabía por qué habían comenzado a bailar, pero allí estaban. Un día cualquiera de 1278. Sobre uno de los puentes que cruzaban el río Mosa, en la frontera occidental del Sacro Imperio Romano Germánico. Se trataba de una multitud formada por doscientas personas que agitaban sus cuerpos descontroladamente. Compulsivamente. Incapaces de detenerse. Como si hubiesen sido víctimas de alguna clase de maleficio diabólico que las obligaba a moverse en contra de su voluntad.

De repente, el puente se vino abajo. La mayoría de los que bailaban sobre él cayeron en el río y comenzaron a ser arrastrados por la corriente. Para sorpresa de todos los presentes, sin embargo, ninguno de ellos hizo esfuerzos por alcanzar la orilla o mantenerse a flote. Todo lo contrario. En lugar de intentar nadar, en lugar de intentar ponerse a salvo, todos continuaban contorsionándose en el agua, batiendo sus brazos y piernas como posesos, hundiéndose cada vez en mayor número y pidiendo auxilio porque, sencillamente, no podían dejar de bailar. Ni siquiera mientras se ahogaban.

Muchos perecieron aquel día en el fondo del río. Los supervivientes, algunos de ellos lesionados debido al derrumbamiento del puente, fueron transportados a una capilla cercana dedicada a san Vito. Allí, poco a poco, todos fueron dejando de retorcerse y recobrando la normalidad. Ninguno supo explicar por qué se había puesto a bailar. Pero, sobre todo, ninguno supo explicar por qué no había sido capaz de parar.

Lo que sucedió en 1278 a las orillas del río Mosa —concretamente en Maastricht, de acuerdo con el historiador John Waller— no fue un hecho aislado. Aproximadamente un siglo más tarde, a apenas veinte o treinta kilómetros de allí, en Aquisgrán, se produjo uno de los episodios más multitudinarios de los que se tiene constancia, viéndose afectadas al mismo tiempo poblaciones tan distantes como Colonia, Metz, Utrecht, Brujas e incluso Estrasburgo, cuatrocientos kilómetros al sur. Cuatro décadas antes, en 1237, un grupo de niños recorrió bailando y saltando los más de veinte kilómetros que separan las ciudades de Erfurt y Arnstad, en clara similitud con la leyenda del flautista de Hamelín, originaria de la misma zona y de la misma época. Otros casos se registraron en Bernburg dos siglos antes. Otros, en Inglaterra varias décadas después. En 1428, en la ciudad-estado de Schaffhausen —hoy en día, capital del cantón suizo homónimo—, los monjes de un monasterio documentaron cómo uno de ellos comenzó a bailar sin motivo y no fue capaz de parar hasta que cayó muerto.

En realidad, tal y como apunta el profesor de la Universidad de Virginia H.C. Erik Midelfort en su ensayo de 1999 A History of Madness in Sixteenth-Century Germany, desde el siglo VII hasta el XVII todo el centro de Europa fue testigo en numerosas ocasiones de estos brotes que, por aquel entonces, fueron denominados como «baile de san Vito». Según Midelfort, los cronistas de la época lo describieron como «una clase especial de convulsión que surge de la sangre u otros humores, de tal forma que los vasos nerviosos y los instrumentos del movimiento voluntario son excitados y estimulados hasta [provocar] tan extraordinarios y asombrosos movimientos». En el artículo The Dancing Pilgrims at Muelebeek, publicado por Dorothy M. Schullian en 1977 en el Journal of the History of Medicine and Allied Sciences de la Universidad de Oxford, la autora destaca cómo los bailarines «chillaban, cantaban, sufrían visiones, invocaban tanto a Dios como a los demonios, y finalmente se desplomaban quejándose de un intenso dolor e hinchazón abdominal». Se refiere en el texto al grabado de Pieter Brueghel el Viejo sobre un brote que se produjo en un suburbio de Bruselas en el año 1564. Más adelante, otros pintores como su hijo, Pieter Brueghel el Joven, o Henricus Hondius I reprodujeron la mencionada escena.

oie 2615421dn2tGj7E
Versión (detalle) de Pieter Brueghel el Joven.

Pero el caso más grave de estas misteriosas epidemias de baile fue el que sucedió en Estrasburgo en los meses de julio y agosto de 1518. Posiblemente, el brote mejor documentado de todos ellos, junto con el de 1374 en Aquisgrán.

Una mujer, de nombre Troffea, comenzó a bailar fuera de control en una de las calles de la ciudad. Al día siguiente, continuaba bailando. En una semana, se habían unido a ella treinta y cuatro personas, un número que se elevó hasta aproximadamente cuatrocientos bailarines en el plazo de un mes. El resto de habitantes de Estrasburgo creían estar presenciando la danza de los malditos. Intentaban detenerlos, les rogaban que parasen, pero era imposible.

Escribe John Waller en A forgotten plague: making sense of dancing mania: «El curso de la epidemia de 1518 puede ser minuciosamente detallado con la ayuda de bandos municipales, sermones, y las vívidas descripciones que nos dejó el brillante médico del Renacimiento, Paracelso (…). En una cosa coinciden los escritores contemporáneos y los modernos: aquellos que bailaban lo hacían involuntariamente. Se retorcían de dolor, gritaban pidiendo ayuda y suplicaban piedad». Según los informes de la época, en Estrasburgo, durante aquellas semanas, fallecieron bailando alrededor de quince personas al día por infarto, derrame cerebral o agotamiento.

«Se creía que el baile era al mismo tiempo la enfermedad y su cura —continúa relatando Waller—. Numerosas personas recobraron el juicio temporalmente, bailando a propósito hasta el olvido con la creencia de que solo de este modo se levantaría la maldición. Por la misma razón, en Estrasburgo en 1518 las autoridades ordenaron que los bailarines continuasen bailando día y noche, para lo cual se construyó un escenario especial en el centro de la ciudad donde se pudiesen mover con libertad».

Resulta difícil imaginar una escena más macabra. Docenas de personas sacudiendo trágicamente sus extremidades, troncos y cabezas sobre una plataforma mientras el resto de vecinos, los que han escapado al hechizo, observan desde la plaza cómo algunos van muriendo exhaustos y a otros se les rompen los huesos de las rodillas y los tobillos sin que nadie pueda hacer nada por ellos.

Creyendo que las causas de la plaga eran de naturaleza sobrenatural y convencidos de que solo con más baile podrían erradicarla, las autoridades decidieron contratar entonces a músicos profesionales para mantener a los endemoniados en constante movimiento. John Waller concluye: «La medida fue un desastre». Hubo que esperar hasta principios de septiembre para que la epidemia cesase. Un buen día, de buenas a primeras, los que sobrevivieron dejaron de bailar. Y eso fue todo.

Se registraron otros casos a lo largo del siglo XVI, como el de Basilea de 1536 o el de Bruselas de 1564, reflejado en el grabado de Pieter Brueghel, pero una vez llegado el siglo XVII, los brotes de danza maldita desaparecieron como por arte de magia sin que la ciencia haya podido explicar jamás qué era exactamente lo que los provocaba.

Algunos han querido encontrar cierta relación con la corea de Sydenham o «corea menor», una enfermedad infecciosa del sistema nervioso producida por la bacteria Streptococcus pyogenes, pero no explica el contagio de grupos tan multitudinarios y en momentos distintos. También se descarta la «corea mayor» o «chorea magna», nombre que recibieron estas epidemias junto con el de «chorea sancti viti» hasta su desaparición y con el que hoy se designa la enfermedad de Huntington, un grave trastorno neurológico y degenerativo de carácter no infeccioso.

Se ha hablado también de tarantismo, de histeria colectiva, hasta de posesiones demoníacas. Últimamente ha adquirido fuerza la hipótesis de que estos brotes, en realidad, pudieron haberse debido a la ingesta accidental —o quizá no tanto— de Claviceps purpurea o cornezuelo, un hongo que crece en el centeno, entre otros cereales y hierbas, y del que se obtiene la dietilamida de ácido lisérgico o LSD, pero no es sencillo explicar la duración de sus efectos en el tiempo.

Lo que nos lleva a inferir que, tal vez, después de todo, no exista una explicación para las epidemias de baile. Así como llegaron en el siglo VII, se esfumaron mil años más tarde. Y resulta reconfortante. Es esperanzador pensar que a veces las cosas ocurren sin más. Porque sí. Y, sobre todo, que algún día podrían volver a ocurrir.

Porque morir por agotamiento, con los huesos rotos, pidiendo auxilio y destrozado después de semanas enteras gritando de dolor es una manera horrible de morir, no cabe duda. Nadie querría pasar por algo así. Pero hay que reconocer que, de entre todas las muertes espantosas, de entre todas las formas crueles y espeluznantes que hay de morir, quizá hacerlo bailando sea la más entretenida de todas ellas. En el fondo, aunque solo sea al principio, incluso debe de tener un punto divertido. Así que, puestos a elegir, si se ha de morir de un modo atroz, que sea ese. Qué diablos.

SUSCRIPCIÓN MENSUAL

5mes
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL

35año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL + FILMIN

85año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
1 AÑO DE FILMIN
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 

20 Comentarios

  1. Este artículo es tan increíble y desopilante a la vez, que súbito me asalta la duda de que sea un bulo. Mientras me informo al respecto agradezco al autor, así haya actuado con espíritu bromista o no, por tal entretenida lectura

  2. A ciência desconhece poucos estudos sério que tratam do assunto. Leiam Luiz José de Matos. Portugal 1861 – 1926 e verão que todos acontecimentos estranhos tem explicação lógica.

  3. Increible y muy interesante. Wuauuu!!!

  4. Muy interesante, la verdad me quedé impresionado con la información. Creo que al día de hoy habrían tenido tratamiento o al menos medicados al punto de no moverse.
    Saludos desde Chile

  5. Rascallú

    El autor olvida los persistentes casos de la «Ruta del Bacalao» en los ochenta-primeros noventa, gentes que sin explicación desaparecían durante días bailando ininterrumpidamente e incomprensiblemente bajo los efectos de una música abominable, cornezuelo decimos.

    • Cornezuelo del centeno. Los interesados pueden leer sobre el tema en Oliver Sacks. Hace referencia en la bibliografía a un libro difícil de encontrar pero que yo leí hace muchos años. Enfermedad producida por el cornezuelo que priva de sueño a sus víctimas hasta que mueren. Sin embargo el libro, técnico, quita algo de dramatismo al original.

  6. hablabienquenocuestanada

    No se si existe una explicación por ciertas respuestas supuestamente automáticas del organismo por influencia social, por ejemplo la tendencia al desvanecimiento de las damas del XIX frente a las mujeres de nuestro tiempo. Me refiero como la imitación o la influencia cultural puede llegar a influir en la respuesta ante el riesgo de una manera tan diferente y con un desencadenamiento tan supuestamente espontáneo. Si medió consumo de drogas puede que la expectativa ayudase a propiciar un delirio común. La expectativa es la existencia de tales casos. Igual que en otra época o momento histórico pueda ser ver a la virgen y en otro ver extraterrestres abductores.

    • Margarita

      El desvanecimiento de las damas en el siglo XIX tenía una explicación muy clara: EL CORSÉ, que estrangulaba el cuerpo. Hablando de otro tipo de caso, cuando estudiaba Historia leí sobre un suceso que me lamó la atención y después no he encontrado nada al respecto. En la Edad Media los ejercitos eran en su mayoría mercenarios. Los suizos eran conocidos, sobre todo, porque se dedicaban a enrolarse en todas las milicias (entonces Suiza era un lugar pobre). De ahí que la guardia vaticana sea aún: la guardia suiza. Pues bien, sin motivo aparente todas esas milicias suizas empezaron a sufrir «depresión» o cómo le quisieran llamar entonces, fueron atacados por una especie de tristeza o nostalgia de la que acababan enfermando y muriendo. Muchos regresaron a Suiza y desapareció las milicias suizas. (¿?) No logro encontrar esta historia, ni el por qué.

  7. Prof3265

    Recomiendo al autor documentarse sobre la religión de origen brasileño del Santo Daime, y como propician su sacramento. La ingesta de ayahuasca en este contexto seguramente deviene en un resultado ceremonial bastante distinto del de un acto curativo de un chamán amazónico dentro de la tribu. La substancia es la misma.

  8. Paco de la Rosa

    El autor lo presenta como un hecho irrefutable, pero a la hora de verdad, cuando se trata de conocer numero exacto de bailaores malditos, sus nombres y apellidos, la cosa se complica. Con solo conocer donde fueron enterrados algunos de ellos, se podría quizá esclarecer este enigma. Pero me temo que nadie sabe si todos bailaban hasta el final, se iban parándose, si se alimentaban, si dormían, si los que morian eran los mismos que habían bailado todo el rato, etc.No es posible bailar sin poder pararse durante 3 dias, 1 semana o un mes sin beber y alimentarse. Tampoco es posible romperse los huesos de tanto bailar. Asi que no doy mucho crédito a todo esto. Qué haya habido como dicen una contaminación en el pan de centeno y unas cuantas personas se hayan puesto a bailar, vale, que alguno se haya pegado un buen tortazo, también, pero dudo que hayan muerto casi todos ellos.

  9. Campesino

    Cuando era pequeño mi abuela me decía «estate quito niño que parece que tienes el mal de san Vito»

  10. Marco Vinicio

    Congratulazioni per il suo articolo: è di grande interesse ed equilibrato per il riconoscimento che nessuna spiegazione plausibile è stata avanzata sul fenomeno. Nel mondo contemporaneo la fiducia nella scienza è assoluta, ma la scienza non spiega tutto. Si è gettata nella spazzatura una millenaria tradizione di memorie, scritti e dottrina religiosa che testimonia di fatti riconducibili al Male che opera nella Storia. La follia in Germania può aver preso la forma delle epidemie di ballo come, secoli dopo, delle guerre di Hitler e dei campi di sterminio. Difficilmente la scienza riesce a spiegare la follia collettiva.
    Follia che si manifesta anche nelle vite dei singoli, specie quando perdono la retta via, alienati senza prospettiva metafisica. Ho una formazione in antropologia: l’associazione del fenomeno – qui menzionato – è con i culti pagani dionisiaci di epoca classica, ma anche coi sabba delle streghe medievali, entrambi associati con musica ossessiva e ballo sfrenato. Lo storico italiano Carlo Ginzburg fra gli altri vi ha dedicato ricerche attente. La follia ha certamente una sua storia anche sociale – gli esclusi, i marginali, etc.: rimane un punto di riferimento, in merito, la lettura di Michel Foucault. Però le malattie psichiche sono in genere individuali e non contagiabili. E, come sostiene la Chiesa (se non interpreto male), la malattia del corpo non nasce dal peccato, ma attraverso la malattia il demonio ha più facile accesso alle persone. I casi qui ricordati sembrerebbero possessioni come quelle descritte nella memorialistica religiosa, che dovremmo complessivamente riconsiderare oggi: possibile che siano tutte favole? San Francesco che scaccia i demoni da Arezzo, un’invenzione? Un corretto metodo scientifico non può avere pregiudizi, nemmeno quello anticristiano.
    La storia della muffa della segale l’ho sentita la prima volta al liceo (ahimè tantissimi anni fa): avrebbe spiegato anche la pittura “allucinata” dei Bruegel o di uno Hieronymus Bosch, il quale invece era aderente di una setta mistico-libertina secondo lo storico dell’arte Wilhelm Fraenger. Ci sono più cose oltre la scienza anche (e soprattutto) alla luce del metodo scientifico. Riconsiderare l’iconografia religiosa; rientrare nelle chiese ad osservare icone, interrogarsi sulle allegorie; rileggere la dottrina religiosa e l’esperienza dei fatti, magari nella forma narrativa di un contemporaneo come Tichon Sevkunov.
    Saluti e complimenti, approfondirò il tema, in particolare incuriosisce che questi fenomeni si siano verificati quasi unicamente in Germania e aree limitrofe occidentali.

  11. Para un mundano como yo , todos estos bailes inexplicables tiene una explicación ….están relacionados con la tarantella , con los hongos producidos por los cereales como dice el autor del artículo, por los hongos comestibles ( acordaros del hombre de hielo ) por las plantas solanaceas y por qué no nombrarlo y no menos creíble …. si señores …. si !!! ¡¡¡ LA BRUJERÍA !!! Y lo de la ruta del bacalao bailában por esa música y por otras cosas, no bailaban hasta romperse los huesos …

  12. Asombrado

    ¿Cómo puede decir el artículo que es «esperanzador» que algo así pueda volver a suceder?

  13. Caro Marco Vinicio. Innanzitutto vorrei dirti che il tuo secondo nome, Vinicio, mi ritrae ad un cantante italiano che amo assai, soprattutto nel L’indispensabile… “una giornata senza pretese non ci succede una volta al mese…” e, certamente, il suo “Ballo di San Vito”. Secondo ―e questa considerazione va rivolta ai lettori di Jot Down―, visto che scrivi in italiano e nessuno dei commentatori ha detto nulla, anticipo che di qua in avanti non mi prendero la molestia di revisionar il mio commento in spagnolo per individuare eventuali contagi in italiani. Sono trent’anni che abito in Italia e la sua lingua mi si ha fatto carne. Terzo, mi pare azzardato da parte tua paragonare la morte misteriosa di una trentina di persone ballando con la demenziale opera politica di Hitler. Quarto, non credo che l’occidente abbia gettato nella spazzatura le memorie, scritti e dottrina religiosa: sono lí, come segno del nostro passo su questo mondo. E non credo che i singoli sbocchino nella Follia quando si smarrisce la retta via, “alienati senza prospettiva metafisica”. Casomai ci siamo trasformati in increduli, superficiali, spensierati. Per il resto sono d’accordo con te e la tua bella prosa e cultura. Un gusto haberte leido.

  14. Como se suele decir, «¡Que el fin del mundo te pille bailando!».

  15. Hace muchos años asistí a una conferencia en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autonoma de Mexico, en la que participo el Dr. Ruy Pérez Tamayo (reconocido investigador mexicano) el cual habia recien recibido la importante beca Guggenheim para desarrollar el tema que posteriormente se editó por el Fondo de Cultura Económica (1988) bajo el Título «El concepto de enfermedad: Su evolución a través de la historia Tomos I y II». Estos casos de bailadores eran parte del estudio, entre otras ‘enfermedades’ que no han tenido mayor explicación científica en la ciencia moderna. Me quedé pasmado con la historia (no soy médico pero trabajaba en la Facultad en el area de la incipiente informatica de aquel entonces). El libro está agotado desde hace tiempo. En los abstracts se puede leer: «En este primer tomo, Pérez Tamayo nos presenta una síntesis de los conceptos primitivos de enfermedad, mágicos y religiosos, para desembocar en uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la medicina: la transformación de la enfermedad de un hecho sobrenatural en un fenómeno natural. Finalmente, concluye este tomo con una exposición de las concepciones animistas y vitalistas sobre lo patológico.» y «En este segundo tomo, el autor examina el concepto de enfermedad a la luz del ambiente filosófico predominante en la Europa del siglo XIX, la Naturphilosophie y la teoría de la irritación. A partir de este momento surge un concepto de enfermedad que se centró en dos preguntas fundamentales: ¿qué es? y ¿dónde está la enfermedad? En seguida, Pérez Tamayo describe el nacimiento, la infancia y la adolescencia de la enfermedad, para desembocar en las ideas que en la actualidad guían el camino de la medicina.» Quizás no de una clara explicacion sobre estos hechos, pero debe ser una fuente interesante de información sobre los mismos tanto para los estudiosos como para los incrédulos.

  16. milwakkee

    Desconozco si de lo que trata el artículo es cierto o no, pero lo cierto es que resulta cuando menos inquietante la absoluta falta de dominio sobre el cuerpo propio durante varios días, tantas personas y todas a la vez con las mismas señales.
    ¿Nadie probó a atarles de pies y manos? Me parece increíble que en Estrasburgo se les construyera un escenario para que siguieran bailando a su ritmo…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.