Para ser un hombre sospechoso de venirse abajo mentalmente en los momentos clave —prejuicio en el que ha tenido mucho que ver la eterna comparación con Rafa Nadal—, Roger Federer consiguió este domingo ganar un torneo de Grand Slam en cinco sets por cuarta vez en su carrera. No son pocas. Especialmente importantes resultan para la confianza del suizo las dos últimas: la del año pasado contra Nadal remontando un 3-1 en contra en la última manga y la de este año contra Cilic después de levantar dos bolas de break para comenzar el quinto set.
Muy probablemente, la segunda no se entienda sin la primera. Aunque el talento de Federer complica cualquier juicio de este tipo, lo cierto es que la victoria ante Nadal explica todo lo que está llegando después. Sin esos cinco juegos seguidos contra el español, no se entienden los siete títulos del año pasado, el cerco al número uno del mundo ni el contundente 6-1 con el que se impuso al siete años más joven Cilic en el último episodio de un duelo de más de tres horas.
La leyenda de Federer se agranda con este vigésimo título de Grand Slam hasta un punto insospechado hace doce meses, cuando muchos aficionados soñábamos apenas con un grande, solo un grande más para finalizar su carrera. Su triunfo en Australia no ha sido el más lucido del mundo: rivales más bien asequibles en las primeras rondas, un rival que se retira con ampollas en semifinales y continua sensación de apuros en la final, donde a menudo dependió más de los errores de Cilic que de sus propios aciertos.
Ahora bien, para ser justos, hay que dejar claro que si Cilic falló más de la cuenta fue porque se sintió constantemente exigido. Federer no te desborda por físico y rara vez por potencia, pero te coloca siempre la bola donde es casi imposible devolverla. Cualquier jugador agresivo —salvo Del Potro, quizá— tiene que doblar los riesgos para conseguir llevar la iniciativa, una iniciativa que Federer no tiene problemas en ceder porque sabe que su defensa es notablemente mejor que la de hace unos años. De hecho, ahora mismo, probablemente sea la mejor del circuito, sin necesidad de correr la pista de lado a lado en busca de bolas imposibles.
Han sido dos semanas intensas, como siempre, que pueden marcar la tendencia del resto del año o simplemente servir como final de la deriva del anterior. Australia, en ese sentido, es imprevisible. Repasemos, en cualquier caso, lo mejor que nos ha dejado esta quincena de tenis…
1. Vamos a empezar por el ganador del cuadro masculino. El mismo de 2004, es decir, Roger Federer, camino de los treinta y siete años y capaz de llegar a la final sin ceder ni un solo set. Como aficionado a Federer, la alegría es inmensa. Como aficionado al tenis, no sé qué decir. Por supuesto, se trata de un hombre de leyenda, el mejor de la historia, y cada cifra que le acompaña es un récord… pero, ¿llegar a la final sin ceder un set a los treinta y seis años y medio? ¿En serio? ¿No hay nadie en todo el circuito capaz de al menos toserle un poco? Por el camino se cruzó con viejos conocidos —Gasquet, Berdych…— y repitió los viejos resultados. Queda la belleza, por supuesto, pero también una cierta sensación de estatismo que no puede dejar de preocupar.
2. De hecho, este es el tercer grande para Roger en los últimos doce meses. Los otros dos los ha ganado Rafa Nadal. En ese sentido, el circuito ha retrocedido más de una década. Ausente Andy Murray y convalecientes Stan Wawrinka y Novak Djokovic, cada crónica de un grande parece la crónica del anterior. O arrasa Roger o arrasa Rafa, poco más que añadir. Los dos siguen copando los primeros puestos de la ATP con una enorme diferencia sobre el tercero, precisamente Marin Cilic. Así será, al menos, hasta Wimbledon.
3. Lo que queda por dilucidar es el orden, eso sí. Nadal sigue en lo más alto de la clasificación pero con solo 155 puntos de ventaja sobre Federer. Eso quiere decir que, de nuevo, el suizo tiene a tiro recuperar el trono después de cinco años y medio, y aumentar así su registro de 302 semanas como número uno del mundo. Para ello, tiene que pasar una cosa: que Roger consiga en Dubai al menos el mismo resultado que Rafa en Acapulco… si es que Rafa participa en Acapulco, que aún está por ver. En caso contrario, el suizo pasaría automáticamente a encabezar el ranking ATP.
4. La duda de Nadal tiene que ver con su lesión y sus críticas en ruedas de prensa al exceso de partidos y torneos que tienen que disputar los jugadores. Aclaremos un par de puntos: es cierto que la exigencia física del tenis actual es incomparable con la de cualquier otra época de este deporte… ahora bien, también es cierto que nunca, jamás, los jugadores han disputado menos partidos y a menos sets. Nadal cayó lesionado en cuartos de final ante Cilic y tuvo que retirarse. A sus casi treinta y dos años, haría bien en replantearse su propio calendario: si de verdad se siente tan exigido, quizá no sea lo más inteligente encadenar Acapulco, Indian Wells y Miami apenas diez días después de recibir el alta médica.
5. Vamos ya con el subcampeón, el croata Marin Cilic. El hecho de que esta sea su segunda final en los últimos tres grandes dice mucho de su evolución. Lástima que, para variar, este año cumpla los treinta. Después de su triunfo en el US Open de 2014, conseguido un año después de verse envuelto en un triste caso de dopaje encubierto, Cilic nos había acostumbrado a la mediocridad, que es lo peor que se puede decir de alguien con su derecha. Sufrió como un perro ante Carreño en octavos y ante Nadal en cuartos, pero en ambos casos —lesiones incluidas— fue mejor que sus rivales y bien pudo haber ganado la final de no haber tenido una de esas desconexiones tan habituales en él. Parecía llegar física y anímicamente mejor al quinto set después de haber remontado el cuarto, pero en cuanto se torcieron un poco las cosas, el croata se borró. A Federer no le hizo falta siquiera esa marcha extra del año pasado contra Nadal. Todo fue demasiado fácil.
6. Las sorpresas hay que buscarlas en los semifinalistas. Por un lado, Kyle Edmund por fin dio el paso adelante que llevábamos tanto tiempo exigiéndole y lo hizo en el momento más inesperado. Apenas diez días antes de comenzar el torneo, Edmund estaba gritando de dolor en el suelo después de una torcedura de tobillo en un partido ante Grigor Dimitrov. Llegó a Melbourne con todas las dudas del mundo, estuvo a punto de caer en segunda ronda… y acabó metiéndose en semifinales después de eliminar al propio Dimitrov en cuartos de final con cierta soltura. Edmund no es un gran estilista, pero con un poco de concentración debería darle para asaltar el top 10. Su cabeza ha sido siempre su mayor enemigo y quizá este resultado sirva como presagio de tiempos mejores. Su flojísima actuación en semis contra Cilic deja un gusto algo amargo.
7. El otro semifinalista sorpresa fue Hyeon Chung. Su torneo, a los veintiún años, fue excelente, aunque acabara en retirada por unas extrañas ampollas en los pies, lesión muy poco habitual en unas semifinales de Grand Slam. Si la trayectoria de Edmund fue meritoria, la de Chung fue deslumbrante: no solo llegó a semifinales sino que en el camino se llevó por delante a los dos hermanos Zverev y a Novak Djokovic. Su partido contra el serbio fue descomunal. Es cierto que Nole no está aún recuperado del todo de sus molestias y que tiene mucho camino que recorrer tras seis meses de ausencia, pero aun así, el nivel de Chung fue altísimo, demostrando una capacidad física y una elasticidad al alcance de pocos. Federer dijo de él que «muy pronto» entraría entre los diez primeros de la clasificación. Tampoco es cuestión de meterle tantas prisas, pero Chung ha sido siempre un currante y lo seguirá siendo. Durante su adolescencia se pateó todos los challengers de Asia habidos y por haber y no ha descansado hasta que ha encontrado su lugar en el circuito. Tiene margen para convertirse en algo así como un Michael Chang del futuro.
8. La última revelación antes de empezar con las decepciones: Tennys Sandgren. Si para usted es un desconocido, no se preocupe: también lo era para el resto del mundo. Sandgren destacó el año pasado en algún challenger previo al US Open y tuvo un par de oportunidades en torneos de bajo nivel sin llamar demasiado la atención. A los veintiséis años, juega su primer slam y elimina ni más ni menos que a Stan Wawrinka —una versión muy limitada del suizo, eso sí— y a Dominic Thiem para meterse en cuartos de final. Sería una preciosa historia para los periódicos y para el propio jugador de no haberse metido en medio una serie de tuits homófobos y con aires supremacistas que Sandgren lleva tiempo colgando en la red, probablemente porque ni él esperaba que alguien los leyera. Teniendo en cuenta que ya ha pedido perdón y que hablamos de un torneo en el que la terrible Margaret Court tiene una pista con su nombre, lo mejor será cerrar ese capítulo aun manteniendo el asterisco.
9. Lo dicho, las decepciones: Alexander Zverev se está convirtiendo en un sospechoso habitual en esta sección y es una pena. Eso no quiere decir que el futuro haya dejado de pertenecerle, porque yo le sigo viendo como número uno en relativamente poco tiempo, pero es cierto que sus altibajos en los grandes chocan teniendo en cuenta su juego en los demás torneos. Paciencia. Más complicado es lo de Dimitrov, que tenía una oportunidad de oro de plantarse en la final y consolidar su título de «maestro» del año pasado. Dimitrov va ya para veintisiete y seguimos viéndole como una joven promesa. Perder es siempre una opción, perder contra Edmund en el torneo en el que tienes que demostrar tu competitividad es duro de digerir. Kyrgios luchó, que ya es un avance, aunque se quedó en octavos. Estos tres jugadores más Rublev y Shapovalov —cayó ante Tsonga en un partido que tenía ganado— deberían ser el futuro inmediato del tenis a la espera de los De Minaur, Auger, Davydovich y compañía, así que es normal que les exijamos más que al resto.
10. Había mucha curiosidad por ver cómo volvían los lesionados del año anterior y hubo un poco de todo: Djokovic lo hizo bien. Sé que cayó en octavos y eso parece un desastre pero no todo el mundo puede pasarse seis meses al margen del circuito y ganar a las primeras de cambio. El objetivo del serbio no puede ser dominar sino competir. Eso es lo que hizo en Australia y bien está. Del resto, el más destacado fue Tomas Berdych, que se clasificó para cuartos de final eliminando a Juan Martín del Potro pero cayó con demasiada facilidad contra Federer por vigésima vez en su carrera. Poco se puede decir de Stan Wawrinka, que claramente no estaba para volver tan pronto ni de Milos Raonic, un caso similar al suizo. Nishikori prefirió probarse en un challenger y cayó en primera ronda.
11. ¿Qué hacemos con David Goffin? Puede que, después de Federer estemos ante el tenista con más talento técnico del circuito. En el Masters del año pasado dio una auténtica exhibición y de hecho es el único que ha podido ganar a Roger en los últimos cuatro meses. Todos le veíamos suficientemente consolidado como para aspirar a un buen torneo en Melbourne… y va el belga y cae en segunda ronda ante Julien Benneteau, un hombre de una calidad excelsa pero treinta y seis años como treinta y seis soles y un historial de lesiones apabullante. Veremos en la tierra batida, siempre he pensado que es una superficie que le viene de maravilla.
12. Acabemos el repaso al cuadro masculino con un comentario sobre el tenis español: un desastre. Nadal aguantó hasta cuartos gracias a un cuadro muy asequible y bien podría haber levantado el título tirando solo de competitividad, pero la ingle le traicionó. De los demás, el único que cumple sistemáticamente es Pablo Carreño, de nuevo entre los dieciséis mejores y muy cerca de batir a Cilic. De los demás, poco se puede decir: Ferrer se dejó la piel ante Andrei Rublev y cayó en cinco sets. No se puede pedir más. La verdadera decepción fue Roberto Bautista, que cayó en primera ronda después de imponerse en Auckland. Igual no es necesario llegar a Melbourne con dos torneos ya en las piernas y eso, a los veintunueve años, debería saberlo Bautista. Su verdugo fue Verdasco, el peor rival posible en una primera ronda, que, como es habitual, cayó en la segunda.
13. Vamos ya al cuadro femenino, mucho más apasionante que el masculino. Es imposible no alegrarse de la victoria de Caroline Wozniacki cuando hace un año todos dábamos su carrera por acabada. Wozniacki es el típico caso de niña prodigio que a los diecinueve años llega a su primera final de Grand Slam (US Open, 2009), a los veinte es número uno del mundo, se lía a hacer publicidad y fotos en bikini, el momento se pasa y todo se convierte en una cuesta arriba de años y años hasta que, de repente, más centrada, y ya con veintisete años a sus espaldas, recupera su mejor tenis: ganó el Masters femenino para acabar el año pasado y consiguió en Australia su primer gran título para abrir 2018, lo que, de paso, la coloca como número uno del mundo.
14. Imposible, por otro lado, no sentirse mal por Simona Halep. Pocas jugadoras más luchadoras que la rumana… y van ya tres finales de Grand Slam perdidas. Halep llegó al último partido del torneo después de una auténtica maratón: en tercera ronda, medio coja, Lauren Davis la llevó hasta el 15-13 en el tercer set. Cuando todo apuntaba a una retirada en el siguiente partido, Halep ganó a la prometedora Naomi Osaka, después se impuso en cuartos a Karolina Pliskova, otra de las favoritas, y derrotó agónicamente en semifinales a Angelique Kerber, invicta en lo que iba de año, con un 9-7 en el tercer set. Aun así, tuvo fuerzas para remontar un set a Wozniacki en la final y llegó a ponerse 4-3 y saque en la manga definitiva. No sirvió de nada: completamente desfondada, perdió los siguientes tres juegos y con ellos el partido. Tres finales de Grand Slam disputadas, tres perdidas. Esperemos que siga luchando para que lleguen más.
15 Lo de Garbiñe Muguruza se podría catalogar de decepción si no fuera porque la española parece sentirse a gusto en ese rol imprevisible. Además, su estado físico ya le había hecho retirarse en Brisbane y Sydney. Con todo, caer en segunda ronda ante Hsieh Su-Wei, una especialista en dobles perdida en el ranking individual, es mucho caer. En fin, lo dicho, ella se siente cómoda en la irregularidad y nosotros nos acabaremos acostumbrando también. Ya ha ganado dos grandes y ha sido número uno del mundo a los veintitrés años. Supongo que todo lo que venga a partir de ahora habrá que tomarlo como un regalo y no como una exigencia.
16. Todo lo contrario se puede aplicar a Carla Suárez-Navarro. Rara vez falla. Esta vez consiguió superar por fin la barrera de los octavos y se metió en cuartos de final, donde cayó en tres mangas ante la posterior campeona del torneo. Es verdad que la danesa fue bastante superior a lo que indica el resultado, pero felicidades a la canaria, que necesitaba una actuación así después de unos meses algo más bajos. En cuanto al resto de españolas, desaparecidas en acción. Si el tenis masculino pide un relevo, el femenino lo exige a gritos.
17. Puede que haya sido el primer grande en muchos años en el que el apellido Williams ha pasado completamente desapercibido. A la conocida ausencia de Serena, que no quiso defender su título del año pasado al no sentirse preparada aún tras su reciente maternidad, se unió la sorprendente eliminación de Venus en primera ronda. Teniendo en cuenta la solidez de la mayor de las Williams en los grandes el año pasado —dos finales y una semifinal— nada invitaba a pensar en una eliminación en primera ronda ante Belinda Bencic, por muy rodada que viniera la suiza de la Hopman Cup. Menos sorprendió la derrota de Sharapova, cuyo límite sin meldonium parece estar cada vez más claro.
18. Acabemos con los jóvenes: En Liang, de China Tapei, se impuso en el cuadro femenino mientras que el estadounidense Sebastian Korda lo hizo en el masculino. Curiosamente, la victoria de Korda llega exactamente veinte años después de la de su padre en el cuadro principal ante Marcelo Ríos, lo más cerca que estuvo el chileno de llevarse un torneo del Grand Slam.
En fin, llega ahora el típico parón de febrero, con Copa Davis incluida y algunos torneos menores que llevarán a Dubai y la gira norteamericana de cemento, donde veremos si Federer sigue por el mismo camino, si Nadal se recupera de su lesión y si los Djokovic y compañía consiguen ir entrando en calor. También será el momento de calibrar a los nuevos espadas como Chung o Edmund, de ver si Zverev se quita la espina de su deficiente actuación o, en general, si alguien puede acabar de nuevo con este dominio Federer-Nadal, que se han impuesto en los últimos cinco Grand Slams y en cinco de los nueve últimos Masters 1000 sumando sesenta y siete años entre ambos. Honor a las leyendas, por supuesto, pero también muchas ganas de intuir a sus sucesores.
Yo sigo esperando a Thiem, que me pareció el más sólido de los jóvenes el año pasado hasta que se diluyó tras la temporada de tierra. Coincido en que siendo Federer un crack, la incomparecencia de sus rivales e inconsistencia de los jóvenes empieza a ser preocupante. No es normal que con 37 años ganes un gran slam sin ceder un set hasta la final. Lo nuevo no termina de llegar y lo viejo se resiste a morir. Para ilustrar la crisis del tenis masculino, que se está feminizando en cuanto a volatilidad, pensemos un hipotético partido entre el Roger de hace 13 años y el de ahora. Apostaría a que aquel ganaría en 3 o 4 sets máximo al de ahora.
Bueno, si mal no recuerdo eras tú quien decías q en Rolland garros 2017nadal había jugado a su máximo nivel ¿no?. Así q por una sencilla regla de 3 si el actual Federer juega mejor q el mejor nadal, entonces Federer 2017/2018 es mejor q de 2003.
Que conste que en mi opinión ni nadal ni Federer están en su máximo nivel y también pienso que Thiem tiene potencial para ser el futuro número 1.
Igual exagero, pero creo que a Thiem le dura lo de Del Potro en el US Open. Que te remonte dos sets un tío con 39 de fiebre no debe ser fácilmente digerible para alguien tan joven y en el que se depositan tantas expectativas. En RG 2017 parecía un cohete, a ver qué tal se le da la gira de tierra.
Hombre, no hagas trampas. Lo que dije lo mantengo, pero no eludas que fue sobre tierra. Nadal sobre hierba o cemento no ha estado a ese nivel ni por asomo.
Además, tu regla de 3 es totalmente inconsistente, es como decir que si un jugador A le gana a uno B, y B le gana a C, entonces automáticamente A le gana a C. La transitividad solo funciona en álgebra.
Lo q es inconsistente es tu regla de 3 d A>B>C pq estamos hablando d sólo 2 jugadores.
SI RF es Roger Federer en rl 2018 y RF # es Federer en 2003 y N Nadal en 2018 y N# Nadal en 2003 y partimos de tu axioma de q N es superior a N#, teniendo en cuenta q RF gana a N y no era capaz de ganar a N# entonces por pura lógica no es posible q RF# sea mejor q RF
En mi opinión la mejor versión de ambos es la d N# y RF#, pero tus 2 afirmaciones se contradicen.
Ninguna contradicción porque tergiversas mis palabras. En ningún momento he axiomatizado a Federer reduciéndolo a variable algebraica como pretendes atribuirme. Yo hice un ejercicio ucrónico en mi mensaje en base a mi experiencia como jugador y aficionado al tenis desde hace 35 años, utilizando la cláusula «en una hipoteca final apostaría…» De ahí te sacas que he inferido una regla general cuando no es más que un una predicción basada en mi bagaje como aficionado.
E insisto en que sí, Nadal desplegó en Roland Garros 2017 el mejor tenis que ha hecho nunca, pero en tierra. Es un dato muy importante que soslayas porque reitero que en el resto de superficies Nadal (pese a ganar el Open Usa 2017, con bastantes bajas) no ha estado ni al 50 % de lo que hizo en su superficie predilecta.
Pues fijate es curioso, antes de ayer le preguntaron al propio Federer si está versión ganaría a la anterior d hace 13 años y ¿sabes qué contestó? Q la versión de ahora era superior ya q sacaba mejor, sobre todo el segundo servicio, también restaba mejor y su revés había evolucionado. Tienes la entrevista en la web punto de break.
En mi opinión este federer no ganaría al nadal del 2003.
Él sabrá mejor sus virtudes y mejoras, pero desde fuera las cosas se ven con mayor objetividad, mención aparte de que hace 13-15 años había un abanico de rivales más consistente (lo que venía a ser la clase media fuera de los 4 de arriba).
Nadal en 2003 tenía 17 años. Aún no había ganado ningún torneo.
Creo que se te ha ido un poco la pinza
De acuerdo con que Cilic se vino abajo en la final, pero creo que no se ha ponderado lo suficiente su partido con Rafa. Se vende mucho que Rafa perdió por la lesión, pero lo cierto es que cuando Rafa se rompe el croata ya tenía encarrilado el cuarto set y le estaba funcionando el saque después de dos horas nefastas en ese sentido. En general (ya lo he mencionado en algún otro artículo de Guillermo), la sensación es clara: los amantes de Rafa y Roger estamos encantados; los amantes del «tenis en general» un poco decepcionados, y les entiendo perfectamente, ante la falta de alternativa real y consistente. A ver qué nos depara este recién estrenado 2018!!
Lo que yo no acabo de entender es el tema de las lesiones por ampollas en jugadores de este nivel. Le pasó con anterioridad a Djokovic y a Cilic, ahora a Chung. ¿Cómo es posible que esto le ocurra a jugadores profesionales que ganan millones, tienen todo el material deportivo posible a su disposición y equipos de entrenadores y asesores?
Al margen de todo esto, me gustaría comentar algo que siempre me hace mucha gracia: ¿ os habeis fijado en la actitud de G. Murguruza con su entrenador, cuando baja éste en un descanso a darle algunas instrucciones ? Garbiñe está altiva, orgullosa, inalcanzable, parece una diosa; ni mira a S. Sumik ni, por supuesto, se digna contestarle, bebe líquido, se seca con la toalla, pero no le hace – en apariencia, claro – ni caso.
Siempre me hace mucha gracia.