Un profesor pequeñito, de ojos traviesos detrás de sus diminutas gafas, nos explicaba las raíces cuadradas utilizando como unidades de medida aquellas pertenecientes a un sistema paralelo al internacional; los pimientos morrones de Murcia. Enfrente del encerado de pizarra, en una clase repleta de antiguos pupitres de madera, un surtido campo de melones y sandías asistíamos estupefactos a tamaña artimaña docente. Aquel pequeño maestro de una escuela de pueblo de chicos de principios de los años ochenta (las chicas iban a otro colegio) se llamaba Enrique, como uno de los autores de Las matemáticas vigilan tu salud, en este caso Enrique Corresa. Don Enrique en la época, claro. Con don Enrique me crucé hace unos pocos años. Él había envejecido sosegadamente durante las últimas décadas, y yo, por mi parte, había crecido lo suficiente como para poder mostrarle el agradecimiento por aquellas explicaciones matemáticas de treinta años antes, y para decirle, con justicia universal, aunque algo tardía, que había sido uno de los mejores profesores de mi vida. Y llegué a poder decírselo. Poco después murió, dejando en el inconsciente colectivo de aquellos niños de EGB que las matemáticas podían explicarse con pimientos morrones de Murcia.
Nuestro Enrique, Enrique F. Borja, acostumbra a explicar con pasión formidable las matemáticas que esconden la pureza de su aplicación, es decir, la física en esencia, la cual nos permite tanto entender los procesos cósmicos que ocurren a miles de años luz como diseñar ingenios que mantengan o mejoren nuestra salud. Enrique, junto a Clara, Clara Grima, utiliza sus profundos conocimientos matemáticos, simplificándolos hasta el extremo, para que comprendamos los vericuetos de esta materia abstracta y su aplicación con rigor a la más concreta de las disciplinas; la vida, o el mantenimiento de esta, o sea, la salud.
Clara es la profesora de matemáticas que a todos nos hubiera gustado tener, con permiso de don Enrique, claro. Extiende sus conocimientos a los escenarios más insospechados, siempre orbitada por una pléyade de groupies que son legión, y entre los que me encuentro. Enrique también tiene su ejército de seguidores en sus charlas, y de lectores incondicionales de sus libros. Hace años aprendí de ellos, y de Alberto Márquez, que la más bella ecuación de la naturaleza es la ecuación de Euler. Cuenta Clara en los lugares comunes que la citada ecuación es una forma elegante y hermosa de relacionar cuatro de los cinco números más importantes de la historia, a saber, el 0, el 1, el e y el π (junto con la razón aúrea), entrelazándolos suavemente con las operaciones elementales de la suma, el producto y la exponenciación. Opina también que dicha ecuación debería estar expuesta en las paredes de los museos, tal es su perfecta y armoniosa belleza. Ya ven, mi ignorancia matemática, a pesar de los esfuerzos de don Enrique, me hacía suponer que el puesto le correspondía a la ecuación más mainstream de la historia, sí, la de E=mc2, donde c es la velocidad de la luz (curiosamente es el único símbolo que se suele explicar de la ecuación).
Clara y Enrique, Enrique y Clara hacen los esfuerzos necesarios para explicarnos cómo las matemáticas nos cuidan, vigilan nuestra salud, anticipan las enfermedades y predicen las consecuencias. Para ello, desgranan pormenorizadamente conceptos matemáticos que permiten entender cómo las matemáticas se imbrican en nuestra vida cotidiana. Ambos comienzan explicándonos qué es la teoría de grafos, la teoría de juegos, o las funciones y las ecuaciones diferenciales. Pero no se asusten, los autores mencionan en su introducción la reflexión de Stephen Hawking según la cual cada ecuación o fórmula en un libro de ciencia dirigido al público general divide por dos el número de lectores. No se van a aburrir. Hagan, pues, lo contrario, cojan lápiz y papel y jueguen a ser pequeños matemáticos que pretenden comprender los entresijos de los conceptos. Eso les permitirá, un poco más adelante en el libro, entender los modelos matemáticos que predicen la evolución de las enfermedades, anticipar el comportamiento de las epidemias y comprender por qué son útiles las vacunas. Este libro es, si cabe, más necesario en los tiempos que corren, donde retornan a la palestra las antiguas tendencias new age, implantando modas de comportamiento social que hacen peligrar la vida de todos, de aquellos que las siguen y de aquellos que las sufren. Las matemáticas vigilan tu salud muestra una luz al final del túnel de los comportamientos grupales suicidas que por tendencias, y con un alto componente de soberbia, rescatan enfermedades muertas hace décadas en este lado del mundo. Pero ellos no caen en la crítica fácil, en los alarmismos o en los sermones. No pretenden evangelizar ni aleccionar sobre la necesidad de la lucha contra estas peligrosas modas. Tan solo pretenden entender qué nos explican las matemáticas en este contexto. Si todavía no están lo suficientemente convencidos de la conveniencia de zambullirse en este libro de Next Door, les doy la última y definitiva clave: el prólogo está escrito por la humorista Raquel Sastre. Ya no quedan, pues, excusas.
Enrique, Clara, y antes don Enrique, se esfuerzan por explicarnos la ciencia más pura, más exacta. Pero probablemente las matemáticas alcanzan su mayor belleza cuando logran pasar inadvertidas, cuando parece que no existen, cuando surten efecto de un modo silencioso y que parecería mágico si no fuera porque tenemos la capacidad de poder entenderlas, gracias a las explicaciones de nuestros maestros. Tal vez las matemáticas alcancen su mayor expresión en el vacío cósmico, en el silencio profundo de las estrellas, tal y como nos ilustra Enrique. Y es en ese momento, en el instante en que las matemáticas flirtean con la física, cuando somos capaces de entender fenómenos que a priori parecen insondables, cuando podemos comprender con pequeños artilugios terrestres cómo bailaron hace millones y millones de años dos agujeros negros hasta fundirse en uno, en una danza que los años luz nos traen ahora a nuestro planeta para mayor gloria de los matemáticos, físicos y científicos que han pasado por este pequeño punto azul pálido de un extremo remoto de la Vía Láctea, en algún sitio perdido de Laniakea.
Así que no sean incautos, y gocen de la belleza y de la simplicidad de las matemáticas recogidas en este libro. Les ayudará a comprender muchas cosas. Y su salud se lo agradecerá.
La fórmula de Euler no incluye la razón áurea, sino la unidad imaginaria…
Arreglado. Gracias
No lo habéis arreglado :). Sigue diciendo «(junto con la razón aúrea)»
La fórmula es e^(iπ)+1=0, con i la unidad imaginaria.
Está usted en lo cierto. Gracias
En la fórmula E=mc2 dices «curiosamente es la única variable que se suele explicar de la ecuación».
Se explica precisamente porque NO ES UNA VARIABLE sino una constante. La energía y la masa son variables.
Arreglado. Gracias
Entre el artículo y los posteriores comentarios, resulta difícil no echarse una cabezadita. Y es que es empezar a oír de números y ya me duele todo. Seguro que la culpa fue de los pésimos profesores que tuve en mi infancia, esos que creían y creen que mientras los dotados para las matemáticas aprendan en su clase, a los duros de mollera que les den morcilla.
Como siempre, la culpa de los demás. Posiblemente no era un problema de «dotados» sino de gente que trabajaba y tenía una rutina. Pretender empezar las matemáticas de cero todos los años es imposible. ¿Cómo le explicas un logaritmo a alguien en 4º de ESO cuando ha llegado ahí sin saber ni sumar números enteros?
Siempre se me han dado mal las mates y no aprendí nunca a hacer la raíz cuadrada. Ayer pensé que buscando en internet y ahora que soy mayorcito, una de esas explicaciones con manos en una pizarra, paso a paso, la aprendería. Bueno, pues ni por esas, después de los 10 o 12 pasos primeros, me perdí.¡Las matemáticas son jodidamente difíciles!
Las matemáticas requieren una buena base y mucha lógica. Cuando se carece de alguna de ellas es muy difícil avanzar. Aún así, el método de las raíces cuadradas no es algo que me guste explicar especialmente ya que parece más magia que Matemáticas.
Me hace gracia lo de «la profesora que a todos nos gustaría tener». Obviamente las clases serían más divertidas, aunque me gustaría verla en una clase «normal» de secundaria de este país, pero ya os digo yo que los chavales Matemáticas no aprenderían.
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