Manuel y Manuel comparten nombre y apellido, pero el destino de sus vidas ha sido bien diferente. ¿La razón? La poliomielitis que afectó al más joven de los primos cuando apenas era un chiquillo, dejándole como secuela una visible cojera en su pierna derecha. Como él, miles de niños nacidos antes de la década de los sesenta sufrieron los graves estragos de una enfermedad infecciosa muy contagiosa, causada por los poliovirus.
No escaparon del ataque de los virus ni los jóvenes anónimos ni aquellos predestinados a cambiar el rumbo de la historia. Ese fue el caso, por ejemplo, de Franklin Delano Roosevelt, que acabó en silla de ruedas a los treinta y nueve años por culpa de la parálisis que sufría en la mitad inferior de su cuerpo. Aunque su condición física fue invisible para millones de norteamericanos, ya que sus familiares y colaboradores, con la complicidad de la prensa, ocultaron su discapacidad, su llegada a la Casa Blanca vino acompañada de una generosa financiación para buscar vacunas contra la poliomielitis.
Hoy en día, gracias a las vacunas de Salk y de Sabin, la humanidad está a punto de erradicar la segunda enfermedad en la historia después de la viruela. Las campañas de inmunización, no solo contra la polio, han logrado reducir de forma considerable la incidencia de enfermedades que antaño eran mortales, salvando anualmente entre dos y tres millones de vidas, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, las vacunas parecen haber sido víctimas de su propio éxito.
De ello hablan precisamente Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra, y Oihan Iturbide, comunicadora científica, en su libro ¿Funcionan las vacunas? La pregunta, que muchos de nuestros antepasados responderían de forma tajante con un «sí», está rodeada de dudas en los tiempos que corren. En nuestra época, al menos en los países occidentales, nos hemos acostumbrado a superar de media los ochenta años de vida y, especialmente, a que no muera ningún niño por una enfermedad infecciosa, ni quede marcado para siempre por una imborrable cojera.
Los autores del libro comienzan explicando nociones básicas sobre la inmunización: qué son las vacunas, cuáles son sus ingredientes y cómo funciona el llamado efecto rebaño. Para ello, utilizando un lenguaje claro y ameno, López-Goñi e Iturbide dan respuesta a todas las dudas que pueden surgir sobre las vacunas. Véase la necesidad de utilizar sales de aluminio en sus ingredientes, la polémica sobre el timerosal o la importancia de inmunizarse no solo desde una perspectiva individualista, sino sobre todo para proteger la salud de todos.
«Durante los últimos cien años las vacunas han contribuido a que en muchos países desarrollados la esperanza de vida haya aumentado de cuarenta y siete a ochenta años», afirman los autores del libro, en el que se afanan por explicar por qué las vacunas funcionan, dando respuestas también a las incertidumbres que en ocasiones rodean a las herramientas para protegernos, por ejemplo, del virus del papiloma humano o de la gripe. Explicar por qué debemos vacunarnos no es sinónimo, como demuestran López-Goñi e Iturbide, de lanzar mensajes simplistas acerca de la inmunización. Como cualquier otro medicamento, las vacunas pueden tener efectos secundarios, pero siempre serán mucho menores que los riesgos que corremos —y que hacemos correr al resto— si no nos protegemos de forma adecuada.
Lejos de evitar temas polémicos, los autores también abordan la situación de los movimientos antivacunas en el mundo. Pese al enorme ruido que generan en internet, y a veces en algún que otro medio de comunicación, hoy en día su peso en España no es tan grande como en otros países como Reino Unido o Estados Unidos. Sin embargo, el número de padres y madres que dudan acerca de la seguridad y la eficacia de las vacunas va en aumento, aunque las coberturas vacunales en nuestro país sigan siendo altas. ¿Funcionan las vacunas? consigue responder a las preguntas e incógnitas que pueden surgir acerca de la vacunación de una forma sencilla y clara.
Libros como el publicado por Ignacio y Oihana son realmente necesarios, al conseguir explicar un tema tan complejo e importante de manera esclarecedora. Como recuerdan los autores, los datos son tozudos: «se enferman más personas no vacunadas que las vacunadas». La inmunización contra la polio llegó tarde para el pequeño Manuel y también para Roosevelt, dos hombres marcados por las secuelas de esta patología vírica. Por fortuna, hoy en día contamos con vacunas para protegernos de enfermedades que segaron millones de vidas en el pasado. Uno de los ejemplos más claros es el de la viruela, una infección que causó más de trescientos millones de fallecimientos durante el siglo XX. Una cifra superior a las muertes causadas por las guerras mundiales, la gripe de 1918 y el sida juntos, como señala en el prólogo la pediatra Lucía Galán. Un buen recordatorio de que las vacunas no solo funcionan, sino que son más importantes que nunca.
Tiempos aciagos cuando hay que defender lo obvio….
A veces lo obvio se pone en duda. Lo que ocurre es que, en este caso, hay vidas en juego.
En un mundo en el que un simple mosquito puede colarnos una enfermedad devastadora me parece indispensable disponer de vacunas.
Es un placer leeros.
Pingback: Alfredo Corell: «Hay un reto por delante, que es poner la inmunología en el lugar que se merece estar» - Jot Down Cultural Magazine