Resulta que Hollywood es un nido de acosadores, quién nos lo iba a decir. La misma Academia Cinematográfica que tiene como miembro a Roman Polanski ha inaugurado un novedosísimo motivo de despido: «Mantener un comportamiento sexual depredador», o lo que ya podemos denominar «hacer un Harvey Weinstein». El tipo que pagó de su bolsillo un programa de estudios feministas en honor de Gloria Steinem. El que se implicó personalmente en la distribución de The hunting ground, sobre las violaciones en las universidades de élite norteamericanas. El que recaudó fondos para Hillary Clinton. El tipo cuyas iniciales adornaron —temporalmente— el trasero de Judi Dench. Ese mismo. Quién nos lo iba a decir.
Está la industria revolucionada preguntándose cómo esto ha podido ocurrir durante más de treinta años ante la narices de todos. Rasgándose las vestiduras y llamándose hipócritas los unos a los otros. Borrando su álbum de fotos con Harvey hasta de la deep web. Intentando digerir si el productor tiene la cara forrada de amianto, o sus disculpas («Crecí en los años sesenta y setenta cuando las normas sobre cómo comportarse en el lugar de trabajo eran diferentes») forman parte de una broma sin gracia.
Cómo sustraerse a la tentación de opinar sobre el particular, con tanto detalle desagradable suelto. No basta con expresar la repugnancia que le produce el asunto. Incluso aunque no quiera, durante los próximos días usted se vea envuelto en encendidas conversaciones sobre el escándalo, de las que no es sencillo salir ileso. Si se ve atrapado, aquí tiene una farmacopea contra el linchamiento. Una guía para transitar por este asunto incómodo sin parecer un cómplice o un iluso. Para hacerse el sueco.
Lo primero: no finja sorpresa. Abandónese al asco, a la indignación o al rechazo, pero jamás aparente que todo esto le pilla de nuevas. Es fundamental que cuando surja el tema, ponga energía en expeler un resoplido displicente —si se ve fuerte puede incluir un encogimiento de hombros— que evidencie que esto era vox pópuli hasta en Algete. Si alguien intenta hacerse el sueco mejor que usted o le acusan de enterado, contraataque. Eleve el mentón y recuerde que hace la friolera de trece años que el periodista Peter Biskind publicó Sexo, mentiras y Hollywood, donde ya se exponía que Harvey Weinstein no era precisamente una hermanita de la caridad. «¡Y desde entonces ha ganado nosecuántos Óscar!», añada. Esto le dará el toque leído, connoisseur y cínico que buscamos. Invite a los demás a subir a su plano moral superior ofreciéndose a prestarles el libro (disimule su desdén: «Lo tengo en inglés»).
Hay una frase que se convertirá en su aliada inseparable. Grábela en mármol o apúntesela en el dorso de la mano: «No había suficientes evidencias». Repítalo tantas veces sea necesario y, si no funciona —en un suponer, alguien podría decir que quizá no hubo interés en buscarlas— no desfallezca. Tiene a su disposición dos bombazos que dejarán KO a cualquier cantamañanas. Úselas bajo su propia responsabilidad.
-El New York Times ha sido el responsable de que pasemos la semana hablando de este señor, no lo olvide. Ahora mismo, les sobrevuela un halo de valentía por su scoop (ampliado por el New Yorker) porque a nadie se le escapa que también median intereses económicos en todo este barullo (Miramax y Weinstein Films le daba su buen dinerito al periódico en publicidad). Saque tajada de este clima de incomodidad —a nadie le gusta reconocer que las investigaciones de los medios son útiles y los periodistas no están para alabarlos— y polemice con descaro. «Sí, sí, ahora muy echados para adelante al publicar esto, pero hace trece años bien que mataron la historia», acuse. Muchos se quedarán con un palmo de narices. Ilumíneles contando que la periodista Sharon Waxman ya intentó publicar en el New York Times esta historia en 2004, pero le dijeron que nanai. Que si Weinstein fuera un cargo electo, aún bueno. Aproveche esto para enfatizar el punto anterior: no había suficientes evidencias. No lo dice usted, pretexte, lo dice el que era su jefe entonces, al que, por otro lado, el tema no le suena de nada. Tampoco a la cúpula del Times, que alega que Waxman apenas había conseguido declaración de una mujer que había sufrido abusos sexuales. ¿Por qué animarla a tirar del hilo?
-Parafrasee a Biskind, o si le traba la lengua con el apellido «el periodista del libro de Hollywood» que usted tiene en la estantería. A él, hace trece años, Brad Pitt ya le confesó que Harvey Weinstein acosó a Gwyneth Paltrow durante la grabación de Shakespeare in love, pero claro, era off the record. ¿Qué iba a hacer ese pobre periodista? ¿Traicionar a sus fuentes? Eso está amparado por… ¡Dios! Como todos, había escuchado esos «rumores», pero ya ha aclarado que su libro versaba sobre el auge del cine independiente en los noventa, y esto —nos pongamos como nos pongamos— no deja de ser un privado asunto de alcoba de un señor, ¿no? Como él mismo concede, las actrices pueden ser dóciles si se ven intimidadas sexualmente «pero por otro lado, si le das un papel a una actriz debutante en una película, eso también las mantiene dóciles. No vi la conexión».
Hay un flanco débil por el que pueden tratar de atacarle: que muchas famosas llevaban años dando voces, contando los desmanes del magnate pero nadie les hizo el más mínimo caso. Es un campo de minas, así que no se la juegue yendo a saco. Sea delicado, con pasitos muy cortos. «¿Quiénes son esas mujeres?», pregunte en alto. Apúrese y no dé oportunidad a respuesta: «Courtney Love, Rose McGowan…», enumere. Haga una pausa dramática y añada: depresión, intento de suicidio, abuso de drogas… Todas tienen un historial parecido, así que no será preceptivo que señale al pecador (pecadora). Apáñeselas, pero apuntale la idea de que ninguna era una fuente demasiado fiable para andarse con pesquisas. Suavice el tono y abrace el paternalismo para tildarlas de pobres mártires de sus adicciones, tampoco es cuestión de castigarlas. Pero bajo ninguna circunstancia, léanlo bien, NINGUNA, deje escapar esa palabra: «locas»*. La idea debe estar presente en su discurso pero jamás verbalizada. Si le van las emociones fuertes, pruebe a dejar caer que muchas actrices (o aspirantes) aceptaron un acuerdo judicial por los abusos, cuestionando su derecho a airear el abuso hoy después de llevárselo calentito ayer. La eficacia de este argumento no está cien por cien garantizada.
Aquí la «equidistancia» es la reina. Caso práctico: su intención no es negar que Harvey Weinstein hizo todas esas cosas que dicen que hizo o que sea un auténtico cerdo. Su loable empeño es rebajar el nivel de gravedad del asunto, que algunos andan ya diciendo que esto expone el sistema de opresión sexual universal que opera sobre las mujeres. Eso es ir ya demasiado lejos. Se trata de un caso, eso es todo. Para evitarlo van perfectos los hombres (je) de paja. Fabrique unos cuantos, a estas alturas no le será difícil. El primero es gratis: interrogue a su audiencia: ¿Por qué Harvey Weinstein no reaccionó a las continuas bromas que se hacían sobre su depredador comportamiento sexual a troche y moche, y a plena luz de los focos? Proporcione contexto adicional: hay capítulos de 30 Rock que señalaban en dirección a la insistente bragueta de Weinsten. Seth MacFarlane, incluso, le dedicó una pulla similar («Enhorabuena a las nominadas, ninguna ya tiene que pretender que Harvey Weinstein les resulta atractivo») en la lectura de los nominados a los Óscar en 2013, y la reserva de sales permaneció intacta. ¿Por qué no puso a su equipo de abogados a a repartir querellas por difamarle? ¡Acuérdense la que liaron los representantes de los actores en 2011 con Ricky Gervais! ¿Por qué Weinstein toleró las mofas? Tómese un minuto para sosegarse: no elucubre ninguna respuesta. Se trata de sembrar la incógnita y el runrún.
Que no le tiemble la voz a la hora de tachar de arribistas y oportunistas a los que ahora hacen eso de «solidarizarse» con las «víctimas» (ni se le ocurra hacer el gesto de las comillas en público). Ponga en duda si el propio Leonardo DiCaprio ha sido el que ha escrito el mensaje, o si lo han tecleado al alimón su agente y su community manager. Desacreditar a personajes millonarios es algo popular, no le faltarán adeptos. Pero sea precavido a la hora de seleccionar cabezas de turco: exhiba tibieza con Lena Dunham —o se enredará en discusiones tontísimas— y cébese, en su lugar, con Gwyneth Paltrow, que cae bastante mal. Ahora se sube al carro de las agraviadas y cuenta lo que le pasó con Weinstein, pero no hay que olvidar que ella misma llamó a David Carr en 2001 para contarle anécdotas que glosaban lo bellísima persona que era el magnate. «¡El poder de la hemeroteca!», brame. Cite, para terminar, a la actriz Mayim Bialik. Sí, «la de Big Ban Theory», o «la de Blossom», si usted peina canas. Es una chica lista (¡médica!), todo el mundo lo sabe. Diga que su columna en New York Times «pone algunos puntos sobre las íes», signifique eso lo que signifique. Apréndase de memoria sus palabras: «En un mundo perfecto las mujeres deberíamos ser libres para vivir como quisiéramos, nuestro mundo no es perfecto. Nada justifica a los hombres que acosan o abusan de mujeres. Pero tampoco podemos ser ingenuas». Retírese haciendo el moonwalk si lo de la «ingenuidad» y «libertad sexual» se enmaraña. Lo dice ella, no usted, recuerde. Levantar los brazos en señal de tregua pueda ayudar. «¿Culpar a las víctimas? ¿Yo?», diga. Y desencaje el gesto.
Para equilibrar tanto avinagramiento, solidarícese con otros personajes públicos. Hombres, a poder ser (¡de lo contrario, convertirán esto en una causa contra el género al completo!) y no acepte que se les catalogue de «cómplices». Escoja los que tenga usted a placer echar un capote, pero no se olvide de incluir en la lista a Matt Damon o Ben Affleck. El primero, porque es un tipo especializado en caer bien, con pinta de noblote, y que además ya ha pedido disculpas por haber pasado por alto las fechorías del magnate, de las que asegura no haber sido consciente. Ha dicho, fíjese, que ahora que es padre de dos hijas entiende lo repugnante que es todo el asunto de Weinstein. ¿No es adorable? La condena de Affleck no fue tan sentida, pero a cambio este vendaval le ha servido para hacer acto de contrición y disculparse por sus comportamientos hacia las mujeres hace catorce años, en forma efectivamente, de simulación en diferido. ¡Ha visto la luz, aleluya! Si le argumentan que ambos trabajaron codo con codo con el productor durante porrón de años, no se corte: «¿Hay alguien en Hollywood que no haya trabajado con él?», cuestione. Quédese tan pancho. Que todos son culpables es solo otra manera de decir que nadie lo es.
Conviértase en una máquina de desvincular hechos. De lo contrario, el asunto Weinstein corre el riesgo de diseminar reflexiones sistémicas en absoluto recomendables. El tocino es que las mujeres ocupan solo el 10% de la industria de Hollywood. La velocidad es que exista una conducta sexista en los estudios cinematográficos. «¿Qué tiene que ver?», prorrumpa, con una esforzada contrariedad. Más munición: que las primeras actrices en denunciar fueran poco conocidas es a todas luces una churra; y que el caso no cobrara fuelle hasta que actrices de renombre como Angelina Jolie y Ashley Judd no revelaran sus testimonios es —se ve a leguas— una merina. Al final se les ha dado crédito, ¿no? ¿Qué importa que hayan tenido que ser cerca de veinte mujeres para que el mundo se pusiera de acuerdo en conmocionarse. ¡Lo importante es que ahora estamos todos asqueados! ¡A Weinstein le han echado de su compañía, le ha dejado su mujer y es el apestado de Hollywood de la semana! ¿No es suficiente?
El caso es que usted tampoco quiere resultar casposo, así que le recomendamos encarecidamente que concluya de buenas: diga que gracias a esto, la organización Women in Film ha recibido tal aluvión de denuncias, que ha tenido que abrir una línea especial para atender las acusaciones de abuso sexual. «¡Esto ha ayudado a concienciar!», diga. Ahora, muchas más mujeres podrán tomar ejemplo y vencer el miedo a denunciar. Gracias a esto podría implantarse una política de tolerancia cero con el acoso sexual, y bautizarla en honor de Carrie Fisher, que envió una lengua de vaca a un productor con una encantadora nota :«Si alguna vez tocas a mi querida Heather o a cualquier otra mujer de nuevo, el siguiente paquete contendrá algo tuyo en una caja mucho más pequeña». Si aun así consideran que esto se trata de un episodio aislado, asegúrese de mencionar que también ha caído otra cabeza visible de la industria, Roy Price, de Amazon Studios. ¿No es todo esto suficiente para celebrar? Felicítese como si fuera un avance suyo (rebaje el triunfalismo con «nuestra sociedad») y añada que ahora lo que toca es mirar hacia el futuro. Al fin y al cabo todo esto pasó hace treinta años (¿o era durante treinta años?) y hoy, casi cualquier mujer que denuncie un caso de acoso sexual tiene las de ganar. Huya como la peste si se pronuncia los nombre de Bill Cosby, o la cantante Kesha. Finja una llamada. Alerta roja.
No apele a los clásicos. Puede creer que decir eso de «¡Vaya, vaya, con que aquí se fuma!» es una referencia metacinematográfica que le va de perlas al asunto. Pues no. Las autoridades han advertido un uso incontrolado de la cita durante estos días, así que mejor juegue sus cartas parafraseando a intelectuales contemporáneos: «¿Y la europea?», pregunte. Dé por zanjado el asunto con la baza de la invasión yanqui. ¿Qué hacemos usted y yo hablando de esto, con España rompiéndose al este y quemándose por el norte? ¡Es que los norteamericanos nos tienen sorbido el seso! Apueste por una política de autarquía conversacional, y si todo lo anterior falla, use la bala de la recámara: «¡Que no todo es Estados Unidos y su cine!», estalle, evidenciando su hartazgo. «¡En España no pasa esto!», repita. Repita de nuevo. Otra vez. Repítalo hasta que consiga creérselo.
Bravo Nolan
R
A
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O
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O
L
A
N
Exquisito.
Excelente artículo, mi aplauso, pues muestra un mal bicho comportamental que flota sobre y dentro de cada hombre (estaba por escribir “macho”), en manera casi perezosa diría, como el antisemitismo aun presente en todas las sociedades cristianas, o el irracional racismo de cada tribu estado. Para hacer llegar al autor mi admiración por la efectividad prosística, le diré que creo que igual resultado habría conseguido si no hubiera usado esos omnipresentes imperativos en segunda persona envueltos con irónica educación, porque, y disculpe usted, no hay manera de escapar de las culpas por parte de quien lee. No me parece justo. Por lo demás está perfecto, y sobre todo necesario.
¿Pero qué c*****s?
¿Qué tendrá que ver el antisemitismo aquí?
Buenísimo artículo. A ver cuánto tarda en pasársenos la impresión y pueden seguir acosando tranquilos todos los que no son Harvey Weinstein, que con estos métodos los hay para parar un tren. No soy optimista.
Y qué dice ahora su íntima amiga, Srs. Hillary Clinton?
Todos nos olvidamos de Penelope y su tardío y forzado » no sabía nada….»
¿quien se lo cree? De mano de su productora ganó el Oscar, vivió en Los Angeles un montón de años, se codeaba con todos en Hollywood y ..»no sabía nada???
O es más tonta de lo que parece, o cree que los demás somos tontos, o…???
Para leer despacio
Me encantó el artículo!!!!!
Excelente!!!
Muy buen artículo. Ya que estamos podríamos imitar al NYT y sacar una investigación patria, que material, me temo, no va a faltar. Estoy seguro de que me quedo con las ganas, que tristeza!!
Por cierto tocayo, que es eso de «mal bicho comportamental que flota sobre y dentro de cada hombre»? Porqué no lo he visto flotando encima ni dentro de mí? Lo mismo creo poder decir de muchísimos otros de mi género.
En cualquier caso el artículo lanza preguntas interesantísimas que, creo también, quedarán sin respuesta.
Pero si todos, digo ¡todos! “se hacen el sueco” ¡con las raices de nuestra cultura machista! Empesando con l’academia, donde siguen escondendo la verdad sobre los “heroes” grecos que fundaron la patriarchia y el machismo. Ulisses era un violador de grupo, Hércules era un feminicida, como San Jorge. Lo de restituir a las mujeres su dignidad completa es más que importante: es vital, puesto que los machos – no he dicho los hombres sino los machos – siguen envenenando el planeta desde hace 5.000 años. Eso y mucho más se puede leer en “Nuestra Señora Dea & El feminicidio de los Héroes”. Al momento sólo está publicado en inglés, francés e italiano, y se descarga gratuitamente desde un sitio académico de San Francisco (USA) https://independent.academia.edu/JeanSantilli ,
Es muy sencillo, incluso divertido: todos lo pueden leer y muchos tendrían que leerlo.
Como comercial deja usted mucho que desear.
No alcanzo a entender a donde quiere ir a parar la autora con la retorcida ironía que se gasta.
Pedantería?
Me ha parecido divertido e interesante el artículo pero centrado solamente en el aspecto sexista, lo cual no deja de ser necesario.
Sin embargo, como no echar de menos el aspecto ideológico, ante un productor reconocido financiador del partido demócrata y de las causas más progres del mundillo progre de Hollywood.
Su muy generosa contribución a las campañas de Obama y de Hillary Clinton, y su habitual presencia en la Casa Blanca y actos de ambos políticos.
Una demostración más de esa lema tan liberal y progre de «haz lo que digo, no lo que hago».
Si financiaba a Hilary entonces es que Putin les envió el dossier a NYT
Asia Argento explicó en la semiautobiográfica «Scarlett Diva» su particular momento con Weinstein (interpretado por el pintor Joe Coleman) cambiando sólo el final de la situación
http://www.slate.com/blogs/browbeat/2017/10/10/asia_argento_s_scarlet_diva_depicted_harvey_weinstein_s_alleged_sexual_assault.html?wpsrc=sh_all_dt_fb_ru
Podremos decir que Hollywood habrá alcanzado la paridad de géneros cuando existan mujeres productoras que hagan pasar contra su voluntad por su cama a jovencitos aspirantes a estrella.
Y que sean republicanas, con preferencia del Tea Party, para cubrir todos los frentes.
Diógenes, usé el comparativo, “como el antisemitismo….”, para reforzar la idea de que en el hombre se dan esas taras que no nos ennoblecen, como asimismo la voluntad de dominio y el uso de la fuerza irracional. Reconozco que el antisemitismo junto al racismo (y podría agregar la avidez, la envidia, etc.) la compartimos ambos géneros, pero no perdí de vista en ningún momento el tema principal: el tranquilo acoso sexual por tantos años de ese señor.
Eduardo, creo que no tendría que haber generalizado, que dicho sea de paso era la razón de mi crítica. “que flota sobre y dentro de algunos de nosotros” hubiera sido más aconsejable. Lo creí dado por entendido cuando al final, luego de reprocharle al autor el uso machacante de la segunda persona en imperativo, dejé en claro mi protesta con la frase, “no me parece justo”. Excelente rincón de intercambio de ideas. Gracias.
Sobre mi no flota, soy gay
Me llama la atención que el sexo sigue siendo tabú en nuestra sociedad.
El acoso es algo siempre malo, pero parece que si es sexual es peor.
La violencia esta mal, pero si es sexual esta varios ordenes de magnitud por encima.
Y las victimas parecen que tenían mucho pudor en hacerlo público, cuando si se hubiera tratado de otro tipo de coacción no creo que hubieran tenido tantos poblemas.
A ver si el problema no es tanto el acoso sexual, que lo es por supuesto, pero acoso siempre habrá en todas sus formas, sino lo hipócrita de nuestra sociedad.
Seguirán existiendo sociedades hipócritas mientras no nos libremos de lo peor de las religiones. Estas, al considerarnos a la cúspide de la creación, a imagen del creador, no pueden aceptar que nos reproduzcamos de la misma manera violenta e irracional de los animales. que, según las escrituras, son nuestros súbditos o esclavos, y, hasta a veces, inmundos.
Excelente. Pero todos sabíamos «eso» de ilo tempore y es que tiene algo de malo?
Mis mayores problemas con las mujeres provienen precisamente, de la falta de «acoso» a la que les someto. Noto que si les hablo demasiado tiempo de usted, tengan la edad que tengan, estén casadas o no y evito el flirteo con ellas, acaban cabreándose como monas conmigo. Por lo que deduzco que la percepción de acoso, a veces se confunde con las legítimas aspiraciones de «ligar» de hombres poco agraciados. Para mí, acoso sería insistir de manera zafia intentando bajo coacciones, conseguir lo que ya se le ha denegado claramente a alguien. Y que conste que a mí me ha pasado esto en mi vida con cuatro mujeres, dos en mi veintena y dos, ahora que paso de los cuarenta por poco. Quiero decir que fueron y son ellas las acosadoras por lo que, mujeres y hombres no somos tan diferentes.Todos queremos hincar el diente en algo sabroso.
18-X-2017 Alain Lupovici.