A estas alturas todos sabemos que cada español lleva dentro, de manera innata, un entrenador de fútbol, un economista y un docente. Con tanto profesional de la educación de incógnito por ahí, analizar el sistema educativo se convierte en una tarea de alto riesgo. Intentaremos, no obstante, aportar la visión de alguien que se pasa las mañanas de lunes a viernes delante de treinta angelitos adolescentes ávidos de conocimiento.
Antes de comenzar habría que tener en cuenta unas sencillas premisas que, por algún motivo que desconozco, a gran parte del personal no le entran en la sesera:
- No es lo mismo Primaria que Secundaria: niveles educativos distintos implican estrategias metodológicas distintas, alumnado diferente y profesionales diferenciados.
- Las estrategias metodológicas no son estándares universales: una estrategia aplicada en 3.º A no tiene por qué funcionar en 3.º B, porque partimos de una base humana distinta, cada una con sus propias peculiaridades, que necesita un enfoque diferente. Si eso ya pasa en un mismo centro, imaginen en distintos institutos o en diferentes comunidades autónomas. Y eso que aún no he mencionado a Finlandia…
- En educación las cosas no son blancas o negras, a pesar de que se empeñen en dividirnos a los docentes en dos bandos: uno más cool, más moderno y más del siglo XXI, que potencia el método por encima del conocimiento, y otro más ilustrado, reaccionario y anticuado, para el que prima el saber por encima de la metodología.
El sistema educativo es la Hidra de Lerna: si queremos entender el estado por el que pasa en la actualidad tendremos que detenernos en cada una de sus cabezas.
El sistema de acceso
Deberíamos contar con un sistema de acceso justo que permitiera la selección de los mejor preparados, ¿no? Pues no. Las oposiciones no son un método de acceso justo.
El número de plazas es independiente según el tribunal. Eso provoca que, en el tribunal 1, alguien con un 5,45 obtenga plaza y que en el de justo al lado, el 2, el que haya sacado un 7,56 se quede fuera. Esto sucede por dos motivos fundamentales: los exámenes son distintos para cada tribunal, por lo que los temas que hay que defender son diferentes. Los tribunales, también: uno puede ser más exhaustivo corrigiendo y el otro más benévolo.
Tampoco fomentan la selección de los mejor preparados: el temario de las oposiciones de acceso a los cuerpos docentes de Secundaria por la especialidad de Lengua castellana y Literatura consta de setenta y cinco temas que abarcan todo lo relativo a la gramática, las teorías lingüísticas y la literatura patria desde las glosas silenses. En el examen solo se podrá contestar uno. El resto de tu formación se la trae al pairo.
Los tribunales también son la guinda. Me pondré yo de ejemplo para no herir sensibilidades. A pesar de que a la Administración no le importe lo más mínimo, pues no gozo de ningún tipo de prebenda por serlo, ni económica ni de reducción horaria ni de perrito que me ladre, soy doctor en Filología Hispánica por la especialidad de Literatura. Para las oposiciones, entenderán, me preparaba con más esmero la parte del temario correspondiente a nuestras letras, habiendo incluso temas de gramática (T. 20: Expresión de la aserción, la objeción, la opinión, el deseo y la exhortación) que ni miraba.
Como funcionario docente entro en el bombo de los «tribunables» para cada oposición. Imaginen que me toca para las próximas. Obviamente, como filólogo, conozco las reglas que, en español, rigen la aserción, la objeción, la opinión y la santa madona que las parió, pero no a un nivel suficiente para aprobar unas oposiciones, pues carezco, en ese ámbito, de conocimientos actualizados, de bibliografía académica y de un trabajo con la materia tal que me permitiera codearme con quienes llevan preparando el tema los últimos meses o, incluso, años de su vida.
Bien, como me toque tribunal y salga ese tema, me vería obligado a corregirlo. A toda prisa, pediría el tema a cualquiera de las amables academias que los sirven de modelo (con mucha querencia por el copia y pega: basta bucear en el Alborg o en el Curtius, que ya hay que estar trasnochado, para darse cuenta) y me empaparía en un par de días de todos los conocimientos que estas personas han adquirido durante meses. ¿Quién soy yo para evaluar un examen del que no soy especialista en el que los examinandos se están jugando algo tan importante?
Pero no pasa nada, la Administración, que tanto vela por nosotros, ya se encarga de dotar a los tribunales de unas secretísimas plantillas (oposiciones públicas, recuerden) con las que facilitar la corrección. Y si no estás de acuerdo con tu nota, ajo y agua: no tienes derecho a ver tu examen corregido.
La falta de formación previa
Ahora, con los grados, las cosas han cambiado algo: al menos hay unas prácticas tuteladas y un trabajo de fin de grado. Sin embargo, si repasan la oferta académica del grado en Filología Hispánica, quizá les extrañe la falta de asignaturas dedicadas a enseñar a impartir Lengua y Literatura. Un grado con una orientación profesional tan significativa como la docencia debería contar, no ya con una suerte de «itinerario docente» dentro de la misma, sino con, al menos, una asignatura de «Pedagogía de la Lengua castellana y Literatura». Al menos en la Universidad de Sevilla, que fue donde estudié, no se imparte.
Es decir, que este que les escribe, cuando aprobó sus primeras oposiciones y se plantó delante de una clase de tercero de ESO con ocho repetidores, se había leído Los amores de Clareo y Florisea y los trabajos de la sin ventura Isea, sabía que lo más seguro es que el Lazarillo no fuese anónimo, que la «e paragógica» le daba al Mío Cid un regusto arcaico muy molón en la época (siempre ha estado de moda lo vintage) o que la terminología de Alarcos no tiene nada que ver con lo que enseñamos en Secundaria; pero no tenía ni idea de qué hacer cuando el del fondo te manda a la mierda, cuando vas a corregir unos ejercicios y no los ha hecho ni la niña que sonríe en el póster de vocabulario inglés de Oxford o cuando, con dieciséis años, el primer libro que se van a leer es ese del que tú les estás convenciendo.
La falta de formación continua
Sin embargo, si hay algo que no se le puede achacar a nuestro sistema educativo es falta de coherencia: si nuestra formación inicial no es la más adecuada, la formación continua no iba a ser menos.
Hablo de esos cursos y programas que se, digamos, desarrollan en los centros, y sirven para completar las sesenta horas necesarias para el cobro del próximo sexenio.
Cursos de escaso interés, con algunos ponentes que te dejan un arqueamiento de cejas más propio de una parálisis facial, de dudosa aplicación en el aula, que deben ser realizados en los centros de formación del profesorado (esos que, con suerte, te pillan a menos de cincuenta kilómetros de tu centro) y a los que has de asistir por las tardes porque no disponemos de horas específicas de formación (pero qué más da, ¡si los profesores no trabajamos por las tardes!).
Mención aparte merece el tema de la competencia digital. Este que les escribe no es que sea un as de la informática, pero tiene dos cosas claras: que el ordenador no hace nada que tú, consciente o inconscientemente, no le digas que haga y que probando, equivocándote y ensayando se aprende mucho. Yo he tenido compañeros (y compañeras, claro, pero para esto de las generalizaciones negativas da un poco más igual) que no sabían conectar el proyector con el ordenador en caso de que ambos funcionaran o que no sabían imprimir a doble cara o cancelar una impresión.
No se pide montar un servidor o programar en C, pero, joder, quítame el pen con seguridad.
Las leyes educativas
Imagine un trabajo cuyos legisladores, en el mejor de los casos, haga años que no ejercen de aquello que están regulando. Habrá otros que, incluso, no hayan trabajado en ese ámbito en su vida. Esto es lo que sucede en el mundo educativo: no se cuenta con profesores en activo para la redacción de las leyes que nos rigen.
Es increíble la cantidad de barbaridades que se llegan a acumular en una sola ley educativa. Barbaridades fácilmente subsanables habiendo, al menos, pisado un centro educativo.
Un ejemplo: en la anterior legislación existía el Programa de Diversificación Curricular (PDC). En él se incluía a alumnos con dificultades de aprendizaje para que en 3.º y 4.º de la ESO tuvieran una serie de asignaturas agrupadas en ámbitos: Lengua castellana y Literatura junto con Historia conformaban el Ámbito Sociolingüístico. Matemáticas y Ciencias Naturales, el Ámbito Científico Técnico. El PDC (o la «Diver», de lo bien que nos lo pasábamos en clase) se podía entender como una especie de premio al esfuerzo de determinados alumnos que, por una casuística bastante amplia, desde alguna dificultad diagnosticada de aprendizaje a problemas familiares, ingresaban en este programa como medida para, si no garantizar, facilitarles un itinerario adaptado a sus necesidades que concluyera con la consecución del título de Secundaria.
Mentira. Se metía a los alumnos más problemáticos para que los demás pudieran dar clase y, de paso, ayudar a estos que, con más problemas de vagancia que de aprendizaje, se iban a quedar sin titular.
La Diver, mejor o peor empleada según el centro, no estaba mal planteada del todo: se cogía la parte final del itinerario educativo obligatorio con una clara orientación finalista y se podía repetir curso, que era algo así como decirles que, aunque con más facilidades, no se les iba a regalar el aprobado.
A todo esto, llegan las cabezas pensantes de la LOMCE y topan con la Diver. Quizá alguno, incluso, la hubiera cursado. Entonces deciden remodelarla, darle su toque personal a lo J. J. Abrams y crean el PMAR (Programa de la Mejora del Aprendizaje y el Rendimiento).
El PMAR parte de la misma base: agrupaciones menores de alumnos con alguna dificultad de aprendizaje y asignaturas compendiadas en ámbitos; pero, como habían también cambiado los ciclos de la ESO (el segundo ciclo pasaba de ser 3.º y 4.º a solo 4.º), el PMAR podía durar hasta 3.º, con lo que lo adelantan un año y fijan su inicio en 2.º. Además, le añaden una guinda: no se puede repetir entre 2.º y 3.º, es un programa de dos años, y punto.
Pónganse ustedes delante de unos angelitos que saben que, aunque suspendan todas las asignaturas, no van a repetir el primer año. ¡Ahora van y los motivan!
¿Y cuando terminan el PMAR en 3.º? Pasan a un cuarto estándar. Han tenido dos años para ponerse al día, ¿no?
Finlandia y las competencias básicas
Pero ahí no acaba la cosa. El sistema educativo se replanteó hace ya unos cuantos años con la implantación de las Competencias Básicas de la Educación. Ahora se llaman Competencias Clave: ya saben que los cambios de nombre quedan muy bien de cara a la galería.
¿Se acuerdan de aquella tríada clásica de conceptos (lo que sabes), procedimientos (lo que haces) y actitudes (cómo te comportas)? Pues ya no existe. Sí, a menos que se tengan hijos en edad escolar, el resto de la sociedad española desconoce casi por completo cómo funciona el sistema educativo.
Simplificando mucho, resulta que a nuestros expertos educativos les fascinan los sistemas escolares escandinavos. Entonces piensan: «Coño, si esto funciona en Finlandia, ¿por qué no en España?». Como si la transculturación fuese algo tan sencillo como construir una Maestranza en Copenhague y llevar a Padilla.
El sistema educativo finlandés funciona en Finlandia por una razón muy sencilla: hay finlandeses. Aquí tenemos españoles.
Pero es que, además, la adaptación fue de lo más chapucero. Recuerdo el curso en el que comenzamos a evaluar por competencias: nadie sabía qué era aquello. Llamamos, entonces, a nuestros superiores, a las Consejerías de Educación: nadie sabía qué era aquello. Entonces empezamos a montar grupos de trabajo y nos asignaron expertos: nadie sabía qué era aquello.
Cada profesor tuvo que buscarse la vida a su manera. Básicamente te quedaban dos opciones: o no evaluabas por competencias o te inventabas tu propio método. Lo primero era lo más fácil; el problema es que viniera un inspector educativo a pedirte el cuaderno de notas. Él tampoco sabía evaluar por competencias, pero tú tenías que hacerlo. Lo segundo era frustrante: ahí estaban esos arrojados campeadores educativos con sus hojas de Excel kilométricas, enlazadas, coloreadas… y cuando llegaba la hora de introducir las notas en el programa de gestión educativa resulta que solo tenías que poner una calificación de 0 a 10, como toda la vida.
Pero bueno, todavía no he explicado qué son las competencias: son una serie de saberes básicos interdisciplinares que abarcan todos los ámbitos de saber del futuro ciudadano adulto que será nuestro alumno. Sí, es genial.
Ahora, en los centros educativos, evaluamos la competencia lingüística (cómo se expresan), la matemática (cómo suman), la conciencia y expresiones culturales (cómo… valoran la cultura), la social y ciudadana (cómo tratan a sus compañeros y al centro), el sentido de la iniciativa y emprendimiento personal (si te entregan las actividades voluntarias), la competencia digital, aunque no se pueda llevar el móvil a clase y los ordenadores no funcionen, y la competencia para aprender a aprender, que viene a ser algo así como lo que su propio nombre indica.
¿Y qué hacemos con todo esto? ¡Muy sencillo! Como no hay un método oficial, ¡hagan lo que les dé la gana! Yo les propongo uno: dividan cada evaluación en tareas evaluables: un examen, una lectura, unas actividades… A cada tarea evaluable, asígnenle un peso específico dentro de la evaluación expresado en porcentaje (examen: 30%, lectura: 10%…). En cada tarea con cada porcentaje, decidan qué competencias se van a trabajar (en un examen, por ejemplo, la competencia lingüística porque es de Lengua y se tienen que expresar; competencia para aprender a aprender porque al instituto, aunque no lo parezca, se viene a aprender; competencia en conciencia y expresiones culturales porque les voy a poner un fragmento de La colmena; y sentido de la iniciativa porque comprobaré si ha estado practicando ortografía y ha mejorado el número de faltas del último examen). A cada competencia, asígnenle un porcentaje de peso dentro del porcentaje de la tarea que ya establecieron previamente. Et voilà! Ya solo les queda ponerle al examen una nota distinta por cada competencia que dijeron que iban a trabajar.
Así, cuando les pregunten a sus hijos qué han sacado en el último examen de Lengua, les dirán: «Pues mira, he sacado un 7 en CCL que vale un 50%; un 5 en CPAA que vale un 20%, un 4 en CEC, pero no te preocupes, que vale solo un 10% y en SIEP, que no sé lo que es, me han puesto un 8. Ah, vale un 20%. Pero el examen cuenta como 30%».
—Entonces, ¿qué nota has sacado?
—Yo qué sé, ¡haz la cuenta!
Y ni he mencionado los estándares de aprendizaje.
La inspección educativa
Son mis jefes y no voy a hablar mal de ellos, que bastante me ha costado conseguir la plaza. Son supersimpáticos y competentes y te ayudan en todo lo que necesites. No, en serio, algunos son muy buena gente.
El problema es que, al igual que pasa con los que redactan las leyes educativas, un inspector educativo puede llevar décadas sin impartir clase o, directamente, haber sido maestro en Primaria y estar asignado a Secundaria.
La inspección educativa peca de exceso de burocracia. Cada vez que se designa a un centro educativo como de atención preferente, una tribu del Amazonas pierde el que ha sido su hogar durante siglos. Y el problema es que el papeleo no sirve para nada, porque no lo lee quien lo tiene que leer. Y, si lo lee, peor, porque hace caso omiso a las propuestas que sugerimos cada año.
La inspección educativa debería ser un órgano más numeroso de lo que es y debería tener un mayor enfoque de asesoría pedagógica. Pero la impresión que se tiene en los centros educativos es más cercana a la del tribunal de la Inquisición.
Recuerdo también una reunión de departamento bastante tensa donde una inspectora, diplomada en Magisterio por la especialidad de Matemáticas, nos decía que debíamos dejar de impartir gramática en nuestras clases de Lengua y Literatura de Secundaria porque «eso ya no se llevaba».
Además, es inversamente proporcional el número de informes que hay que rellenar cuando suspende un alumno y cuando aprueba. Que, a ver, no digo que sea una medida de presión encubierta; está claro que los que aprueban no necesitan nada más. ¿O sí?
El alumnado
El ambiente en las clases ha cambiado mucho desde que ustedes obtuvieron su título correspondiente. La tónica general que solemos encontrar los profesores, aunque depende enormemente del contexto sociocultural del centro y de la manera en que la directiva lleve su organización y funcionamiento, es que se ha perdido el respeto a la figura del docente y el sentido de utilidad de tener una buena formación. No solo entre los alumnos, la educación que vienen ofreciendo los padres nacidos alrededor de los setenta en adelante tiene mucho que ver.
El respeto al profesorado no se gana a base de temor, como quizá ocurría en la educación que recibieron muchos de ustedes. Los profesores no vamos por ahí. El respeto de tu clase se gana preocupándote por ellos, sabiendo dejar la materia a un lado cuando sus problemas van por otro, buscando la manera de engancharlos a tu asignatura y haciéndoles ver la utilidad de tener una formación.
Pero la carambola a tres bandas es brutal: hay profesores que deberían, mejor, dedicarse a otra cosa; hay familias que, más que educar, destruyen lo poquito que avanzamos cada mañana; y hay niños que traen la mala leche de serie.
Yo he pasado por quince institutos diferentes, la mayoría de un contexto sociocultural bajo, aunque he tenido de todo. Y pienso que cada vez más nuestros jóvenes no solo es que sepan menos, sino que tampoco les preocupa en exceso.
El sistema educativo, sobre todo en su parte obligatoria, está planteado para evitar el fracaso escolar de la manera más burda posible: bajemos el nivel para que aprueben todos. Cualquiera de mis alumnos puede titularse en 4.º de ESO habiéndose rascado significativamente los genitales. Tema distinto es la base que lleve a estudios posteriores, pero titularse, se titula (obsérvese que hablo de «mis» alumnos: insisto en que, en el tema educativo, el contexto es fundamental).
Este curso solo he suspendido, en junio, a cuatro alumnos. Como tengo ya muchos tiros dados, pues el nivel lector de algunos adultos es limítrofe con el de mis pupilos, dejaré claras dos ideas antes de seguir:
- La calidad de un profesor no se mide por su número de suspensos.
- He puesto más dieces que suspensos.
Lo que ocurre es que detrás de ese casi 100% de aprobados, en la mayoría de los casos, no hay un nivel acorde con la nota. Este curso, casi la totalidad de mi antiguo tercero de ESO ha pasado a cuarto con un nivel competencial, con suerte, de primero de ESO. ¿Qué hay, hoy día, detrás de un título de Educación Secundaria? En muchos casos, casi nada.
Y no me estoy refiriendo a conocimientos vinculados a asignaturas, ya sé que para ser alguien en la vida no hace falta haber leído el Quijote ni analizar una subordinada sustantiva de complemento directo (perdóname, Alarcos), sino a su nivel competencial: su capacidad de reflexión, de analizar ideas, de tenerlas propias, de valorar la cultura, de respetar a los demás.
El timbre está a punto de tocar
En el sistema educativo, como buen reflejo del planeta, también hay varios mundos. Se dan, incluso, dentro de un mismo centro. Hay profesores que prácticamente solo hemos trabajado en el tercer mundo educativo: ese donde el nivel de conocimientos es paupérrimo, donde prefieres dedicar las horas a hablarles de lo jodida que es la vida estando en paro, de que las drogas no son el camino (ni consumirlas, ni venderlas), de que no tienes que cometer los mismos errores de tus padres ahora que, por suerte, sabes cuáles fueron. Clases donde demasiados alumnos se irán del instituto antes de titularse. Centros en los que el equipamiento TIC no es que date de los principios del 2000 sino que, directamente, es inservible.
Pero hay otras realidades, como la que mostró Évole cuando quiso hacer un retrato de la educación en España y se quedó en lo que más vende: esos alumnos con inquietudes, interés, capacidad y mucha verborrea que, por suerte, también habitan las aulas de nuestro país.
Nadie miente y nadie dice la verdad: cada uno habla de lo que ha vivido. Por eso es inútil tirarse los trastos a la cabeza. Aunque una cosa sí está clara: si nunca has dado una clase, al menos, no estorbes.
«El sistema educativo, sobre todo en su parte obligatoria, está planteado para evitar el fracaso escolar de la manera más burda posible: bajemos el nivel para que aprueben todos».
…Muy buen artículo… Pero ten cuidado… ¡¡Decir la verdad simple y pura en este País está muy mal visto! Ser sincero es mucho peor que ser corrupto o incompetente.
Recuerdo cuando me tocó hacer las prácticas de Derecho en la Oficina del Defensor del Pueblo… Éramos seis personas y las supuestas «prácticas» consistían en leer el periódico del día, y hacerle un resumen al funcionario al que le habían encomendado cargar con nosotros. Así, durante varias semanas… Vamos, que el nivel de la universidad española (y más concretamente, la Autónoma de Madrid) tampoco es como para tirar cohetes… No hay una sola universidad española en la lista de las doscientas mejores del mundo, el presupuesto para investigación es irrisorio, las materias que enseñan no se corresponden con el trabajo que se supone que vas a desempeñar en el mundo real, y es un cementerio de elefantes para un claustro absolutamente politizado y despreocupado por enseñar. Da asco.
(CWUR) 2016 – Center World University Rankings.
No. 122 Universitat de Barcelona.
Brillante, en pie y aplaudiendo con lágrimas en los ojos. Muy necesario el artículo. Gracias
Enhorabuena por tu artículo. Soy una maestra de Primaria frustrada por la evaluación por estándares que nos impone el sistema. Nadie te forma y cada uno se busca la vida como buenamente puede. Mi sensación es que al sistema le interesa que los docentes estemos ocupados con la evaluación para así no innovar ni tener tiempo para nada más.Y mientras van saliendo generaciones que no tienen pensamiento crítico.
Muy buen artículo.
Hay un aspecto del sistema educativo español del que no se suele hablar mucho, y es lo tardío del inicio de la educación pública.
Si es una evidencia que los aspectos más relevantes de la personalidad se forman desde la cuna, quizá estemos cometiendo un error esperando hasta los cuatro años para intentar educar.
Enhorabuena por el artículo.
Tengo curiosidad por saber cómo veis ahora como adultos y docentes la EGB y el Bachillerato los que lo estudiasteis.
Como estudiante de EGB y Bachillerato, y ahora al otro lado del muro como profesor, es evidente que la exigencia ha disminuido, que cada vez hay menos profesores vocacionales y que el nivel cultural es menor. Por contra, no es lo mismo impartir clase a 30 alumnos (antaño) de los que el 90 % están dispuestos a recibir enseñanza, que a 35-40 (hogaño), donde las proporciones se invierten.
Respecto al comentario sobre las 60 horas de formación:
Encontramos el componente retributivo por formación permanente del profesorado, más conocido como “sexenio”, fruto del Acuerdo entre las Organizaciones Sindicales y el Ministerio de Educación y Ciencia. Según este acuerdo, el complemento se percibe por la acreditación cada seis años de servicio docente, de su participación en actividades de formación con al menos una duración mínima de 100 horas de actividades de formación.
Un poquito de información es mejor.
60 horas según el artículo 3.b de la Orden de 28 de marzo de 2005 publicada en BOJA.
Un poquito de humildad en las respuestas tampoco viene mal.
No sé en qué comunidad autónoma trabajas, pero en Andalucía son necesarias 60 horas, no 100. Para el caso, da igual ¿qué docente no acumula 100 horas de formación en 6 años? Acabo de solicitar mi segundo sexenio y tenía más de 200…
Depende de la comunidad en la que trabajes. En Euskadi no es así.
Bueno, eso en realidad depende de cada comunidad autónoma. En el caso de Madrid, que aborrece a los docentes, lo que en otras comunidades se consigue con 100 horas de formación aquí cuesta 250 horas.
Me sorprende agradablemente que Jotdown se dedique ahora a publicar artículos de servicio público. Esto hay que decirlo, y decirlo mucho.
Como profesor de secundaria, especialidad de informática en la autonomía de Castilla la Mancha, y estando de acuerdo con casi todo el contenido, algunas ampliaciones al artículo:
-Acotaciones: El sistema de acceso (al menos en mi región) no permite que haya un examen por tribunal. Se sortean unas bolas correspondientes a los temas (5, antes eran 2), y el opositor elige un tema. La segunda prueba (examen práctico) es idéntico para todos, y enl a tercera parte (exposición oral) también se elige un tema entre 5. Me consta que es así en la mayoría de autonomías.
– Ampliación: Compañero Poó, te has dejado un aspecto esencial que es origen de la mayoría de males que aquejan al profesorado y, por extensión, la educación. Me refiero a las mafias sindicales, esos nidos de paniaguados que solo sirven para repartir bolígrafos y calendarios cada vez que visitan un centro, que no se han incorporado a su plaza nunca porque prefieren calentar la silla en lugar de viajar 50 km.diarios, y que son responsables por omisión de las deplorables condiciones laborales del personal docente, sea interino (durante años han dejado de cobrar durante el verano mientras los de religión, a quienes me niego a llamar profesores, en todo caso adoctrinadores sí lo han hecho) o sea de carrera (les importan 3 cojones los desplazados, expectativas etc.) Añádase que hay 7 (a vuelapluma) sindicatos distintos), multiplicados por 49 provincias donde cada una defiende baluartes que impiden la libre circulación de personal (idioma en Euskadi, Galicia, Cataluña y Valencia, listas cerradas de interinos etc, que impiden a nuevos opositores concurrir en igualdad…) Parece obvio que el enorme poder que podríamos tener queda diluido al estar tan atomizado por estos parásitos.
Y quiero que algún liberado sindical o docente con lengua cooficial me justifique todo lo que he dicho. Aporto el esclarecedor dato de que en la Comunidad Valenciana no era prerrequisito la la lengua cooficial hasta 2002. Hasta entonces te daban un plazo de 2 años para sacarte el mitjà, sufragado por la Generalitat Valenciana. Que alguien me niegue que eso no es instrumentalizar la lengua, y que atenta contra la Constitución. Por cierto, gobernaba un tal Camps, de quien no tengo noticia de que fuera nacionalista.
Las lenguas regionales (Cataluña, Valencia, Baleares, Galicia, País Vasco _supongo) han servido para que «nadie venga de afuera a robarnos los puestos de trabajo». En las oposiciones a Profesor de EGB de 1981 el 40% de las plazas eran para Cataluña ya que los maestros castellanohablantes se habían trasladado en masa ante las primeras leyes nacionalcatalanistas de Pujol. ¡Qué fácil resultarían unas oposiciones con tan poca competencia! Después subida de sueldos a los funcionarios autonómicos. La diferencia entre un maestro de 20 años de servicios en territorio MEC y Cataluña era de un millón de pesetas al año, y con respecto a un catedrático de instituto de 1.400.000. ¡Cómo no iva a haber nacionalistas (=estómagos agradecidos) entre los enseñantes catalanes!
Por fin alguien que habla de la educación sabiendo de que habla. Gracias.
Llevo 19 años dando clase, 12 centros, y comparto plenamente lo que dices (salvo lo del sistema de acceso que aquí es distinto.
«El sistema educativo finlandés funciona en Finlandia por una razón muy sencilla: hay finlandeses.»
Por fin!
Hay ciudadanos que me dicen que quieren educación inglesa para sus hijos. Y tú solo ves a un español de cabo a rabo. No piensan expulsar de casa a su hijo a los 18 años, ni promover que se vayan a la India con mochila a pasar penalidades (ay mi niño sin su bocata calamares), ni que se jueguen el cuello en Irak. Por ende, imposible que le den educación británica
Totalmente de acuerdo.
¡Qué grande eres!
Llevo 20 años por los institutos de León y me siento plenamente identificado. Defines la realidad perfectamente.
¿Por qué no te llaman para legislar?…
!Puff!, se tendrían que marchar un montón de paniaguados.
Sólo añadiría un poco de crítica hacia nosotros mismos, los profes, que a veces ni servimos, ni nos preocupamos por los alumnos.
Enhorabuena.
Magnifico artículo. Vengo de familia de docentes aunque yo solo he impartido formación no reglada y las quejas son sistemáticamente las mismas en la educación obligatoria.
1- El nivel de exigencia es paupérrimo en la ESO comparada con la EGB, y el de la EGB comparada con el sistema franquista (nivel, no sistema docente).
2 – La preeminencia de los criterios de los psicopedagogos frente a los de los docentes: Las aulas están llenas de niños hiperactivos en vez de vagos a secas.
3 – La imposibilidad de imponer disciplina a través de castigos a aquellos que rompen la clase e incumplen con sus obligaciones (véase punto 2).
4 – Falta de compromiso de los padres: Yo llevo al colegio al niño para que lo eduquen (no señores, eso se hace en casa. El colegio está para transmitir conocimientos).
5 – Incongruencias graves en el nivel de exigencia en el salto de primaria (mínimo) y secundaria (que es mínimo pero al menos exige constancia, y es un valor que no se transmite).
6 – La obsesion por las TIC hacen que se pierdan los objetivos. En las clases de mi mujer todos los trabajos deben ser entregados escritos a mano porque la experiencia demuestra que muchos chavales copian y pegan de la wikipedia o similar (e imprimen a color con sus hipervínculos y todo) y además, el autocorrector les evita las faltas de ortografía y considera más importante saber redactar y escribir con corrección que saber usar un procesador de textos con corrección.
En todo caso, un gran artículo
No son psicopedagogos , sino médicos neurólogos y psiquiatras quienes diagnostican el TDAH y además, se cuenta con datos de los propios docentes antes de derivar a un alumno al centro de salud. Los psicopedagogos sólo detectamos y muchos de nosotros dando clases como cualquier profesor.
Todos de gabinetes privados. No he visto en 20 años de docencia en secundaria un solo informe médico de un hospital público que demuestre físicamente y con pruebas contrastables que el TDAH existe.
Artículo que repite, bajo un supuesto punto de vista novedoso y rompedor, lo clichés que imperan en nuestro país sobre educación. Este artículo lo firmaría prácticamente todo el espectro político (quizá con algo más de entusiasmo la «derecha»), así como la prensa y articulistas varios (también con algo más de entusiasmo los considerados de «derecha»). Prueba de que nos encontramos ante un dogma indubitable son los comentarios al artículo , dieciséis en el momento de escribir yo esto, todos aplaudiendo el contenido del mismo.
En España, un país con tasas de repetición de curso y de fracaso escolar escandalosas (no lo digo yo, lo dicen todos los informes internacionales, que señalan insistentemente que ESE es nuestro problema) , el mantra consiste en repetir y repetir justo lo contrario de lo que dicen los datos («se regalan los títulos y los aprobados»).
Parte del problema es negar la realidad que acabo de comentar, pero otro es la actitud de los docentes (fundamentalmente de la pública, la privada hace tiempo que se está moviendo en otra dirección)
El tema, por supuesto, da para mucho más que un comentario de un blog, animo a quien de verdad quiera saber de educación a que lea e investigue con la mente abierta y sin prejuicios. Empiecen, por favor, con los informes internacionales, luego busquen datos de paises de nuestro entorno, comparen…
El tema es sangrante porque afecta a nuestros jóvenes, pero parece que a nadie le importa…
P.D: para evitar suspicacias, soy docente de la pública desde hace 25 años, fundamentalmente en secundaria obligatoria, aunque también en bachiller, con experiencia con alumnos de » Diver», altas capacidades, nivel socio cultural alto, medio, bajo….
La privada (eufemismo bajo el que se ampara el anacronismo «escuela concertada»), no es comparable fundamentalmente por las innumerables ventajas de que goza en comparación: subvención pública para acoger la cuota «justa» de alumnado problemático y todo lo que se deriva de las «mordidas encubiertas» para la corporación religiosa. En España nos creemos más listos que ningún país, puesto que en ningún sitio (salvo México, por influencia cultural) existe la educación concertada. O pública o privada. Los vicios que se los sufrague cada cual.
Llevo 17 años trabajando en la docencia en centros privados. Totalmente privados, no concertados. Me gustaría aclarar que no son exactamente lo mismo. Ni el número de horas de clase, ni los horarios de trabajo, ni los sueldos… Así una larga lista. Estos centros se sufragan ellos mismos al 100%. Realmente, a los políticos estos centros y su personal les importan más bien poco (como no sea que sus niños vayan a unos de estos). Con un «ellos tienen dinero» o «pues que se hubieran preparado unas oposiciones» ya está todo cubierto. Como si tener diez horas más de clase a la semana o cobrar un pico importante menos no fuera suficiente. Olvidados de los sindicatos, por supuesto (y hablo del profesorado, no del centro).
Los concertados también se llevan lo suyo. Los primeros en sufrir recortes, y los últimos en recuperar lo perdido. Mejor en sueldo que los privados, y mejores horarios, y al menos comparten convenio. Los privados ni eso…
Trabajo en una prisión y es sorprendente la cantidad de similitudes entre lo que observo día a día y lo expuesto en el artículo. Intuyo que ya no se trata solo de la educación, sino que es una forma de lidiar con la realidad…
«El sistema educativo finlandés funciona en Finlandia por una razón muy sencilla: hay finlandeses. Aquí tenemos españoles.»
En primer lugar, felicidades por el artículo, me ha parecido bien expuesto y divertido. Soy padre de un alumno en 1º de Bachillerato. Estudié EGB y BUP y COU. Mi opinión: a mi no me enseñaron prácticamente nada y a mi hijo tampoco. Se estudia para aprobar y sacar el título. El nivel de exigencia me parece mayor ahora. Mi hijo ha ido aprobando matemáticas gracias a las clases de su tía, que es economista. Lo de las matemáticas merecería comentario aparte. ¡Cuántos disgustos y frustraciones causa! ¿Cuántos las aprueban sin necesidad de apoyo «exterior» (profesores particulares, academias, familiares)? ¿Y los que no pueden pagarlo? ¿Dónde está entonces la escuela pública/igualdad de oportunidades sin importar el nivel socioeconómico? Tenemos el mayor fracaso y abandono escolar de Europa (quitando Grecia y Malta creo). Los chavales son las víctimas, no unos vagos. Y tampoco tenemos la culpa de todo los padres (una parte sí, a cada uno su cuota de responsabilidad). Nuestros hijos no son finlandeses, ni nosotros tampoco. Pero no debemos estar tan lejos de franceses, italianos, ingleses. También somos los campeones europeos en paro. ¿Casualidad? ¿O es porque somos unos vagos que no nos esforzamos, como nuestros hijos?
En cualquier caso, repito, enhorabuena por el artículo. El debate y el intercambio de ideas es siempre positivo.
Disiento respecto a los niveles. En tercero de BUP ya dimos algunos rudimentos de derivación y de integración. Yo acabé el COU sabiendo aplicar teoremas y reglas de la derivada (Cauchy, L’Hopital, formula de Taylor…), integrando por partes y con cambios de variable y conociendo las aplicaciones de la integral definida (integrales lineales, de superficie y volumétricas). No fui a ninguna academia, mi padre era tendero, yo no era el mejor de la clase y cuando era necesario ayudaba en la tienda.
Actualmente doy física en 2BAC (y otras cosas por supuesto). En 2 BAC los alumnos tiene muchos problemas con el álgebra de vectores, derivación de funciones sencillas (polinómicas o trigonométricas), aplicación de la regla de la cadena, trabajo con logaritmos, integrales sencillas (polinómicas) … El temario actual de física es mas atractivo que el de mi COU, que fundamentalmente era mecánica, y tiene mucha menos carga matemática.
Había hecho una contestación tan larga como el artículo que comentamos pero creo que mejor la resumo:
El problema de porqué es así la educación y los alumnos actuales es muy complejo y tiene implicaciones históricas, sociales y educativas. Aún recuerdo a aquellos que se dejaban el instituto cuando lo del ladrillo y al cabo del tiempo llegaban a la puerta del centro con su audi negro para que vieran el resto de alumnos de lo que servía estudiar (de aquí nuestra victoria en el campeonato de paro).
Por un lado tenemos los problemas para dar clases en la ESO, de bajar niveles, de regalar títulos, de engañar a los padres (y a los mismos alumnos) que se creen que su hijo con la ESO aprobada va para médico; de saltarnos reglas y criterios que imponemos, por ejemplo alargando los límites para la entrega de trabajos… ( A la larga esos pequeños detalles también afectan a como se perciben otras reglas de la sociedad).
Por otro lado la estructura legislativa, por poner un ejemplo los temarios imposibles de explicar con las horas reales que tenemos y la diversidad de alumnado.
Finalmente, tenemos todas las distracciones (lo del niño del audi está en la tele e internet a toda hora aunque de manera diferente) y lo fácil que consiguen las cosas los jóvenes hoy en día, eso es lo que paradójicamente hace que lo tengan más difícil.
En definitiva, no es que los contenidos sean mas complicados es que los alumnos están peor preparados por que son más difíciles de preparar.
No tengo ninguna esperanza de que ninguna ley me solvente la papeleta, esto es lo que hay y hay que enfocarlo como se pueda. Hoy en 4ESO para conseguir que un alumno me atendiera he tenido que hablar primero de Minecraft… y luego de química.
Lo mejor del artículo -dice verdades como puños- la frase final: «si no has dado clase, por lo menos no estorbes». Estoy harto de teóricos: ahí entran los padres, pedagogos, psicólogos y demás fauna que te hablan de cómo tienes que dar clase… Estoy jubilado pero he dado clase en la Enseñanza Media 47 años.
No tiene muho que ver con el artículo, pero el otro día me acordaba de un concierto de coros de distintos colegios que ví delante de un Corte Inglés. El coro de un colegio llamado «Escuela Internacional» (privado) mostraba niñitos españoles con uniforme tipo inglés ( o lo que se imagina inglés en España); el coro de un colegio público de un barrio estaba lleno de niños latinoaméricanos, africanos, asiáticos, o sea, era internacional. (Pero no el «internacional» que busca la clase media…)
Muy bueno, aciertas plenanente en el diagnóstico. Llevo veinte años dando clase y están consiguiendo que cada día me aleje más de mi profesión, que cada día me guste menos lo que hago. Son unos incompetentes e ineficaces. A mi un inspector me dijo que no quería vocación sino gente profesional que cumpliera a pies juntillas las leyes, desde ese día » no he parado de correr»
En las oposiciones al cuerpo de profesores, el examen es el mismo en todos los tribunales, y todos los opositores optan a todas las plazas, independientemente de en qué tribunal oposite, por lo que no es posible el caso de un opositor que apruebe con menos nota que otro que ha suspendido.
Lamento corregirle Álvaro, en las oposiciones de profesores de secundaria el examen no es el mismo para todos los tribunales, cada Tribunal sortea sus propios temas. Tampoco es cierto que todos los opositores optan a todas las plazas, solo optan a las plazas de las que dispone el Tribunal que les examina. Por lo menos en mi Comunidad Autónoma funciona así, he sido miembro de Tribunal y la convocatoria lo deja bien claro.
Saludos
En Madrid es como yo lo he explicado: mismo examen, pues el sorteo incluso es común, plazas en común para todos los tribunales. Si en otras comunidades no es así, lo lamento, porque no es justo.
No sé si será así en todas las Comunidades Autónomas o no. En el caso de la mía, Andalucía, existe una parte del examen que sí es igual para todos los de la especialidad: la parte práctica. Sin embargo, la parte puramente teórica viene determinada por el sorteo de los temas, y ese sorteo es independiente para cada tribunal, por lo que habrá opositores que se enfrenten a temas más asequibles que otros por encontrarse en diferentes tribunales.
Además está el hecho de que no tienen por qué haber las mismas plazas para cada tribunal: eso lo determina la cantidad de opositores que acuden al acto de presentación y no la nota que obtenga cada uno. Por tanto, es perfectamente posible que se de el caso de un tribunal en el que acudieron menos personas a dicho acto de presentación y que, por tanto, tendrá menos plazas para dar que otro más numeroso. Cuando el tribunal es menos numeroso es más posible, estadísticamente hablando, alcanzar la plaza con menos nota que cuando hay más competidores. Y esta diferencia suele darse entre provincias más y menos pobladas. Si hay 40 plazas para toda la Comunidad, unas provincias se llevarán más o menos plazas dependiendo del número de opositores que tengan, que puede llevar a organizar varios tribunales por provincia.
Independientemente, alguien que obtiene su plaza en una provincia, puede ser destinado a otra diferente, pero eso ya es otra historia.
Soy un docente melillense (sí, donde tenemos el fracaso escolar más alto, y eso que también bajamos el nivel infinito…), y aunque en el artículo comentas que cada «lugar docente» es un mundo, resulta conmovedor pues, que me identifique y comparta casi todo lo que dices… Disiento un poco con lo del acceso, pues aún con sus peros, es difícil que alguien entre si no se ha preparado un mínimo, y la experiencia se coge andando. Es cierto que en alguna comunidad está desvirtuado… sin meterme ahora en Cataluña, en la comunidad valenciana por ejemplo, donde aprobé, luego resulta que por ser de allí ya te convalidan el mitjà; yo soy de Melilla y me saqué Mitjà, Capacitaciò y lo que fora, pero da pena que tuviera que sudar tinta, y a otros by the face… en fin, buen artículo, en educación falta pasta, y sobran muchas gilipolleces de «muchas gentes»…
Dos cositas, quizás irrelevantes, no sé, cada día soy más escéptico con este tema.
En España tenemos una preocupación rarisima por la libertad de enseñanza antes que por el derecho a la educación. Es decir, que nos ocupamos de que la clase alta y la clase media tengan, en gran medida, pagada la educación privada, esa que se justifica en zarandajas de conciencia y existe de hecho para la selección social.
Detalle no exactamente igual, pero sí relacionado. La cantidad de horas del currículo que se dedican a chorradas en sentido académico. O sea a catequesis y otros adoctrinamientos.
Otro. Cuando empecé a dar clases historia de la filosofía empleaba cuatro horas semanales y ya era poco. Hoy en día, con el mismo temario, dos horas y no se imparte común en toda España, sólo en varias CCAA. Eso sí, competencias, criterios de evaluación, estándares y otras mierdas, a tutiplén.
Pues así estamos, con un servicio público básico degradado y mercantilizado. ¿Qué esperamos?
Brillante en su conjunto. Lo de ponerte a hacer cosas que nadie sabe hacer a mi me pasó de interino cuando llegué a mi primer centro público y resultó ser un centro REM. Aquello era un centro donde se aplicaba una especie de LOGSE anticipada (REM=Reforma de Enseñanzas Medias) que, por supuesto, nadie sabia como se tenia que hacer.
Con tu permiso me quedo con el último párrafo y sobretodo con la última frase que haré mía cuando me haga falta.
«Nadie miente y nadie dice la verdad: cada uno habla de lo que ha vivido. Por eso es inútil tirarse los trastos a la cabeza. Aunque una cosa sí está clara: si nunca has dado una clase, al menos, no estorbes.»
Aunque una cosa sí está clara: si nunca has dado una clase, al menos, no estorbes.
Verdades, verdades y más verdades!!
Artículo excelente!
Brillante articulo, me ha gustado mucho. Muy completo.
tenemos lo que nos merecemos. No solo en educación, todas las facetas sociales están unidas, también habría que incluir a los políticos, «periodistas de la farándula» y tantos otros profesionales. La educación es solo un reflejo de la sociedad superficial en la que vivimos.
Docente en Francia con 20 años de experiencia, este artículo refleja la misma situación en mi país. Evaluación por competencias, enseñanza con nuevas tecnologías, nivel de los alumnos que baja cada año, formaciones del docente hechas por personas alejadas de las aulas y desconectadas del público con el que tenemos nosotros que lidiar, pedagogías diferenciadas con 30 alumnos por clase, los informes PISA y el maldito ejemplo finlandés por bandera inaplicable en Francia ( no son ni 10 a 15 niños por clase, ni los padres se implican tanto en su recorrido escolar ni tiene la docencia la misma colaboración de su parte, ni se destinan los mejores docentes a la primaria, ni tienen el mismo público donde hay que contar que niños que llegan de otros países con unas bases pésimas o a menudo sin hablar siquiera el francés…) y un largo etc.
Por compartir comparto hasta la reflexión hecha del autor acerca de la formación para opositar
Dice grandes verdades pero tengo que hacer dos matizaciones:
1-Para ser inspector tienes que tener licenciatura, grado, ingeniería…Es decir, los inspectores que proceden del cuerpo de maestros tienen además ese otro título, con lo cual suelen tener más formación académica y, sobre todo, pedagógica, que los que acceden desde el cuerpo de profesores de secundaria.
2-Se permite pontificar y repartir a todo el mundo, pero la opinión de una persona que ha pasado por 15 institutos no me ofrece mucho crédito porque me induce a pensar que ha sido interino un montón de años y yo, habiendo ejercido como director durante 20 cursos y formado parte de 7 tribunales de oposiciones (aún reconociendo que el sistema actual de oposiciones no es el óptimo), he conocido y sufrido muchos profesores con ese currículo y, créanme, en general su nivel como docentes está muy por debajo de la media.
Se puede escribir en mayùsculas pero no mas claro. Opinión de un profesor titular de universidad en excedencia por aburrimiento crónico.
Es usted una joya, J.C. Orozco. Espero que ya no sea director de nada y así no se vea obligado a tratar con esa plaga de los pseudodocentes interinos que tanto le ha hecho sufrir. Saludos de un incompetente con doce institutos de experiencia.
Plas, plas, plas!!!! y eso solo de un nivel educativo, añada el lector lo que puede pasar en Formación Profesional (con todas sus variantes) y tendrá el resultado del caos educativo en este país.
Saludos
Buenísimo artículo!!
Unos cuantos matices. Pido por favor unificación en los inspectores, no puede ser que estemos a espensas del que te toque, lo que este curso vale el próximo es al revés porque le gusta de otra manera al inspirado de turno.
No se puede cortar por el mismo rasero a todos los concertados, seamos serios. Es verdad que en algunos hay que hacer un pago «voluntario», pero meternos a todos en el mismo saco es muy fácil. Hay y son muchísimos que hacen un trabajo serio, en mi colegio concertado este año nos han dado (con lo difícil que está hoy en día que te den algo) una segunda aula de educación especial. Las demagogias dejarlas para los políticos estos lamentables que tenemos, históricamente los concertados aparecen porque no había suficientes institutos, donde metes ahora mismo a todo ese alumnado que está en los concertados?
Otro apartado es el de la educación, casi parece un ser extraño ese alumno educado que pide por favor, da las gracias y te cede el paso. Por otro lado cuantos profesores se preocupan de lo que les interesa a los alumnos para poder ganartelos? Mis alumnos flipan porque les meto terminología del Clash Royal y otros juegos pero es son muchos miles que juegan de siete a dieciocho años. La tecnología no es el futuro es el presente de nuestros niños y cuántos padres y profesores están actualizados?
Otro tema, los legisladores. Cuando les contaba a mis amigos todas la burradas que tenía la última ley de educación cuando salió no daban crédito que esa ley fuese oficial. Evidentemente quien la redacto estaba muy lejos de las aulas españolas, igual estaba en Finlandia.
Soy docente. Y eso significa que me dedico a la educación, no importa si es en edades tempranas, adolescencia o personas adultas. he trabajado en todas ellas. Ahora trabajo en formación del profesorado. Me dedico a la EDUCACIÓN, así, con mayúsculas. Me adapto a la edad y etapa del alumnado con el que trabaje, sea este el que sea.
Creo que como colectivo deberíamos tender a unir y no a separar.
Me sorprende y molesta que el autor use el masculino como género único y que además destile, a mi entender, un «clasismo» dentro de la función docente «…un inspector educativo puede llevar décadas sin impartir clase o, directamente, haber sido maestro en Primaria y estar asignado a Secundaria» . Esta frase mejoraría mucho si acabase añadiendo «…y lo mismo sirve a la inversa, que a un/una docente de secundaria cuando trabaje en inspección, se le asigne primaria».
Tampoco ayuda con el ejemplo concreto que expone:
«Recuerdo también una reunión de departamento bastante tensa donde una inspectora, diplomada en Magisterio por la especialidad de Matemáticas, nos decía que debíamos dejar de impartir gramática en nuestras clases de Lengua y Literatura de Secundaria porque «eso ya no se llevaba». Insisto en lo anterior, este ejemplo podría mejorar mucho si dijese algo así como «…al igual que si un inspector o inspectora con licenciatura de Matemáticas dijese al profesorado de infantil-primaria que dejen de trabajar por Proyectos y que se centren en enseñar raíces cuadradas»
Con todo lo anterior lo que quiero compartir es que aún estando de acuerdo con muchas de los argumentos que expone el autor, el menosprecio que se lee entre líneas hacia la competencia profesional del profesorado de Primaria respecto al de Secundaria, es un flaco favor a todo el colectivo docente. Bastante pelea tenemos para que la sociedad en general valore y reconozca nuestra labor, como para que entre los profesionales de la educación creemos bandos.
Además, otro punto importante de mejora en este texto, es que el género femenino tenga la misma presencia que el masculino en el discurso. Se usa continuamente el género masculino tanto en singular como en plural. Sólo se ha hecho referencia al género femenino en el desacertado ejemplo anteriormente citado de la inspectora.
Aún siendo correcto gramaticalmente el uso del masculino plural para referirse a los dos géneros, no vendría mal usar sustantivos genéricos siempre que se pueda (profesorado, alumnado, familias…) y de vez en cuando (o siempre) duplicar sustantivos (profesoras y profesores, niñas y niños) para hacer más visible la presencia femenina en la educación.
Dicho todo esto con la intención de unir, nunca de separar. La EDUCACIÓN es una gran e importante labor. Busquemos cómo mejorarla y no creemos desencuentros internos.
Madre mía…
o padre
Eme_uve: encuentro bastante desalentador que un docente esté preocupado por la mayor o menor presencia de un género gramatical en un escrito, porque es como si se preocupara de la proporción de vocales frente a la de consonantes.
Respecto a los «sustantivos genéricos», debo decir también que «el alumnado» NUNCA ha significado lo mismo que «los alumnos», pero si no lo entiendes da igual que te lo explique. Yo, por ejemplo, he dado clase a muchos alumnos (con muy diversos atributos sexuales, supongo) pero nunca he dado clase a un alumnado ni creo que sea posible. Si no me crees, revisa el diccionario (que se escribió así por algo). Lo mismo cabe decir de casi todos los «sustantivos genéricos», que son un recurso desesperado de alguien quizás bienintencionado pero que no tenía mucha idea de lo que se traía entre manos (y a esos es a los que solemos hacer caso, desgraciadamente). Eso sí, a fuerza de repetir tonterías, nos acostumbraremos a que la gente diga «mi alumnado» cuando quiere decir «mis alumnos».
Por cierto, «alumnado» tiene el mismo género gramatical que «alumnos», así que no sé dónde está la ganancia, si es que había alguna.
El otro día vi escrito «los y las personas»… en fin, siempre puede ser todo más absurdo. El autor tiene razón; no sé que será de la generación que se está formando en este ambiente de ignorancia.
Gracias por expresar tan bien lo que pensamos muchos profesores.
Gracias por el artículo. Se me saltan las lágrimas. No es tan frecuente que alguien hable de tu profesión sabiendo de qué habla y reconforta saberse acompañado , que no son imaginaciones tuyas, que no estás loco, que no has perdido la perspectiva.No obstante, mi respuesta es para un comentario anterior.
Afirmar que alguien es peor docente por haber pasado por muchos centros, como mínimo, denota un desconocimiento absoluto de la situación de muchos trabajadores, tanto interinos como fijos. A veces, 20 años en el mismo centro te alejan absolutamente de la realidad y te acomodan. En cuanto a la experiencia como tribunal de oposición o como parte del equipo directivo, bueno, «formar parte» no conlleva «ser capaz».
Algunas casuísticas a tener en cuenta cuando se juzga a quien ha trabajado en muchos centros:
– Docentes fijos que deciden trasladarse a otra comunidad u otro centro, su plaza se amortiza, termina por desaparecer y se pasan años en situación precaria yendo de un centro a otro sin saber a cuál hasta última hora.
– Docentes que acaban de aprobar la oposición pero se encuentran en expectativa de destino porque por alguna razón ,incomprensible para mi, no hay plazas disponibles que puedan ocupar. De nuevo situación inpredecible y destinos temporales no elegidos.
– Docentes inquietos, que quieren conocer diferentes centros, comunidades y experiencias docentes para no acomodarse y se trasladan con cierta asiduidad.
– Interinos y sustitutos con convocatorias de oposiciones no siempre frecuentes (algunas veces anuales, otras cada dos años, cada cuatro o si eres de FP pues cuando llueva en el desierto). Si has tenido la suerte de formar parte de la bolsa de trabajo, puede que tengas posibilidades de trabajar en los períodos entre oposiciónes. A lo largo de un curso a veces trabajas en un centro, otras en dos, tres, cuatro… Esto no depende de tu capacidad como docente, si no de las bajas que haya y su organización.
Por tanto, es perfectamente factible haber pasado por, pongamos, 10 centros en 5 años y haberte presentado a dos convocatorias de oposición, haber aprobado y no obtener plaza por una cuestión de oferta (p.ej. eres la nota 51 y hay 50 plazas).
No veo en qué forma esto te hace peor docente o menos capacitado para hablar de la situación de la educación en nuestros días.
Quizás me he extendido demasiado pero es que me parece absolutamente ofensivo que alguien se permita el lujo de dudar de la capacidad de los demás basándose en el sólo argumento de que ha estado en «demasiados» centros de trabajo. Quizás es eso precisamente lo que le da un conocimiento más amplio del tema del que habla.
Muy bueno el artículo. Ay si hablásemos las profesoras de infantil o de primaria…
Con varios niños autistas en clase, dos con TDAH…. Y a cada uno hay que darle justo lo que necesita!! Más profesores y menos alumnos por aula, por favor…
Bueno, pues háganlo como quieran pero dejen de enviarnos brutos ignorantes a la universidad de una vez!!!, estamos HARTOOOS!!!
Gracias por escribir y publicar lo que muchos pensamos y solo decimos en los pasillos, en la cafetería o en casa. Parece que el sistema de acceso es diferente en cada comunidad pero el resto de argumentos son difíciles de rebatir aunque se podrían añadir más y redundar pero es innecesario.
Gracias. Buena suerte!
Se agradece un artículo como este, hecho desde dentro. No comparto todo lo que en él se dice, aunque sí buena parte. Reconozco el mérito de esta frase que funciona como buen diagnóstico de la situación: «Nadie miente y nadie dice la verdad: cada uno habla de lo que ha vivido. » La situación puede ser muy distinta en un centro que en otro, en un año escolar o en el siguiente, dando clases a ciertos niveles o a otros. Gracias por reconocer esta pluralidad que debería impedirnos realizar generalizaciones fáciles y juicios más que apresurados. Cosa distinta es que uno tenga la impresión de que los centros funcionan como auténticos reino de taifas y que en cada uno se tenga que inventar la pólvora a cada momento por la falta de directrices claras. Cuantas veces topa uno con las interpretaciones particulares, y a ratos peculiares, de la norma o te has chocado con eso de que lo dice la normativa (sin aportar esa normativa).
Una lástima que no haya abordado eso de los estándares de aprendizaje: si lo de las competencias clave ya tiene miga esto ya es demencial, de locos si te lo tomas en serio. Dudo que haya alguien que sepa medianamente llevarlo a cabo de manera práctica (y al final, ¡para poner una nota del 1 al 10 en el Séneca!).
Gracias por haber abordado este tema con este enfoque.
«Aunque una cosa sí está clara: si nunca has dado una clase, al menos, no estorbes»
en general el artículo es bueno; mejora a medida que avanza…eso si, empieza con merma de datos y ejemplos;
tal vez no se salve o mejore la educación solo con la materia prima que suponen los profesores, pero seguro que si se cuida esa parte todo el sistema iría hacia arriba (me refiero al público claro, el concertado o privado se mueve por otros derroteros)
el sistema de acceso no es el apropiado, como dices Pablo, pero tu te has accedido a la función pública por el concurso oposición, sacando un tema de los setenta y pico posibles;como muchios interinos ya que los sindicatos aceptan un 60-40 en peso de examen y experiencia (menos no) y publican muy orgullosos las tablas de probabilidad de que te salga un tema de los que te has estudiado (como diciendo…no hace falta todos hombre, con experiencia laboral y 15 temas tu probabilidad es del 80%)..
un mensaje muy claro,apuntate a una bolsa, que a la de 3 que pruebes apruebas
y luego van con el discurso de que hay que ciudar la educación pública…
ni medicos, ni jueces, ni policías etc. pasan por interinos, examen tipo test de tooooodo el temario, y nada de 60-40 joder, o apruebas o no apruebas, luego ya pon programación o parte práctica, pero todos a hacer un examen objetivo y eliminatorio.
Ahora me lamarán fascista los sindicatos, y me encanta
Es muy sencillo, sólo hay que volver a «con más de 2 no se pasa». Y ahí tienes alumnos de calidad. Otro país obtiene mejores resultados en el informe PISA que Finlandia, es Corea. Corea está todo el día estudiando, es una cultura feudal basada en el trabajo y se premia el esfuerzo. Hay niños que llegan a 4º de ESO con 23 asignaturas suspensas, es real. Hace 30 años se nos rifaban en Europa y no existían, orientadores, competencias ni estándares. NO a la burocracia. NO a las guarderías de secundaria.
Pingback: Segon dia: 27/9/17 – Reflexions envers l'avaluació
Entre todos la mataron, y ella solita – la educación – se murió.
Participantes en el asesinato hay unos cuantos.
Sin seguir ningún orden particular, podemos mencionar a tantos padres a quienes la educación de sus hijos les importa una higa. Colegios e institutos son aparcamientos para sus ‘encantadores’ hijos, cuyo mal comportamiento impide que la convivencia e impartición de clases transcurran con normalidad. ¡Y ay del profesor que ose imponer un mínimo de disciplina! Uno de esos papás o mamás le pueden partir la cara, literalmente.
También podemos mencionar a tantos supuestos profesionales de la educación, y sus teorías cuqui. La industria generada alrededor de dichas teorías da que para que vivan del cuento, por una parte, sinvergüenzas que no se creen una palabra de lo que dicen; y, por otra, pirados que necesitan de una causa noble, justa y perdida por la que luchar y así iluminar sus grises vidas.
Conviene no olvidar al nutrido grupo de profesores-mercenarios, carentes de cualquier tipo de vocación y cuyas únicas preocupaciones son el salario y las vacaciones. He conocido a unos cuantos candidatos a la canonjía de profesor, opositores profesionales para quienes el premio gordo era una de esas placitas de profe. A los niños, que les den. Luego, una vez dentro, nuestros mediocres en los informes PISA lejos de hacerles sentir vergüenza, les sirve como pretexto para exigir con chulería más dinero; dinero que, en primer lugar, debe destinarse a subirles el sueldo, faltaría más.
Y por último, tenemos al gremio de ingenieros de almas. Les encantaría prohibir la educación privada, y la sola mención de la educación concertada o del cheque escolar les pone como la niña de ‘El Exorcista’. Van por la vida con superioridad moral y son los más demócratas, lo que no les impide calificar a la libertad de conciencia de ‘zarandaja’ y proponer a los contribuyentes que hacen uso de la educación concertada que paguen dos veces por el mismo servicio. Tampoco les impide imponer a los padres de clase media – el único colectivo interesado en una buena educación: les va en ello el que sus hijos mantegan este status – que sus hijos sean mezclados con chavales problemáticos. ‘Inclusivo’, o algo así lo llaman con solenmidad: es al revés, son esos chavales y, sus familias, quienes deciden excluírse.
Muy bueno lo de la evaluación por competencias. Siguiendo las recomendaciones del inspector, yo en primaria puntúo todos los estándares evaluables que aparecen en el currículo, previamente separados en X unidades didácticas cuya temática general está relacionada con los temas de los correspondientes libros de texto que utilizamos. Por supuesto, esos estándares van asociados a los contenidos y criterios de evaluación que aparecen en dicho currículo en una correspondencia que he tenido que inventarme yo, porque en el texto legislativo no existe. El siguiente paso es hacer el apaño con las competencias: cada estándar va a su vez asociado a una o varias competencias para que puedas sacar una bonita media de cada una y anotarla en el informe individualizado del alumno, cosa que no sirve para gran cosa porque lo que determina las calificaciones del mismo son las medias de los estándares, pero en relación a las áreas curriculares (mate, soci y demás), y no a las competencias. Es decir, que se evalúa por competencias para nada pero, ciertamente, la carpeta del informe es bien chula.
Este invento está basado en modelos popularizados por las editoriales, las cuales te dan unas tablitas con todo el proceso, pero sin utilizar literalmente los elementos curriculares oficiales para diferenciarse entre sí (literalidad que sí demandaba el inspector, de ahí la elaboración propia). Total, que este señor se ha jubilado. A ver qué me cuenta el siguiente.
Muy bueno el artículo y desde luego que es un tema a debate. A los niños a que educarlos de la mejor forma posible ya que representan nuestro futuro. En este sentido opino que muchas veces el mejor sistema de valores se inculca en el mismo hogar.