Un silencio sepulcral recorre la pequeña ciudad de Twin Peaks. Un silencio que se infiltra entre los árboles, que recorre los bosques, dejando tras de sí una neblina en la mañana. Un teléfono rompe ese silencio, unos sollozos ahogados, el plástico que se agita al viento. Un plástico que envuelve un trozo de carne con rostro: lo que una vez fue Laura Palmer.
Tras esta puesta en escena, medio mundo se rindió en 1990 a la ficción creada por Mark Frost y David Lynch. La pregunta «¿Quién mató a Laura Palmer?» recorrió las ciudades de un mundo que se estremecía bajo el velo de un misterio lleno de enanos, habitaciones rojas y unos más que cuestionables métodos deductivos. Sin embargo, hay una cosa que nos pasó desapercibida. La falta de histerismo con que los personajes de esta ficción se enfrentaban a lo sobrenatural. Y es que, tras la primera temporada, los creadores de la serie dejaron claro que algo extraño sucedía en los bosques de Twin Peaks.
Algo que escapaba al control de la realidad y la ficción.
La nueva literatura weird tomó por bandera algunas de las obras más influyentes y también inclasificables del género en el siglo XXI. Jeff Vandermeer, con su Southern Trilogy, estableció algunas de las bases de esa nueva literatura extraña, cuyo testigo han recogido la ficción televisiva y el cine. La influencia de H. P. Lovecraft en el mundo literario se empezaría a notar, sobre todo, tras su muerte, pero el poso de esta literatura extraña quedó muy arraigado: esas narraciones en que el mundo se ve sacudido por ciertas fuerzas que rompen la realidad, pero transformándola y haciéndola suya. El mundo que rompe lo desconocido ya no vuelve a ser el mismo. Sin embargo, la atmósfera que crea, lo inexplicable, intenta hacerse rutinario.
Hay algo de invasión en el weird.
Si volvemos por un momento a esa pequeña población, escenario de un atroz crimen, encontraremos una serie de personajes que parecen caricaturas de seres humanos. Situaciones inexplicables dentro del propio comportamiento de sus habitantes. Como si sucedieran un montón de cosas fuera de plano de las que el espectador no es consciente. Como si todo fuera una farsa. Esa atmósfera de extrañeza y situaciones inexplicables desembocan inevitablemente en una pregunta: ¿Fue Twin Peaks la primera ficción weird y tuvo demasiado éxito para que nos diéramos cuenta?
Hay una frase apropiada para este caso: los árboles no nos dejan ver el bosque. Los bosques que rodean Twin Peaks (reales y simbólicos) son demasiado espesos para que nos dejen ver que algo extraño sucede. Y no se trata tan solo de lo sobrenatural; en los años cincuenta y sesenta nacieron las primeras series de terror y pulp, como Dark Shadows, creada por Dan Curtis en 1966 o la inolvidable Historias para no dormir de Chicho Ibáñez Serrador. Sin embargo estas tienen más que ver con los horrores a penique y el pulp. El weird tiene unos orígenes difusos, pero podríamos citar a William Hope Hodgson y H. P. Lovecraft como sus primeros exploradores, y tal vez la memoria literaria reclame algún día a sus verdaderos padres. Mientras tanto, Mark Frost y David Lynch establecieron unas reglas básicas para su mundo que el espectador desconocía por completo. El gran misterio de Twin Peaks es que nunca se va a revelar qué es Twin Peaks, y la nueva temporada de la serie (Showtime, 2017) y la novela Historia secreta de Twin Peaks escrita por Mark Frost han dejado muy claras estas intenciones: algo sucede, pero el espectador no va a tener explicaciones. Tendremos que dejarnos llevar, tendremos que respirar esa atmósfera, tendremos que ser arrastrados a un mundo del que no conocemos nada y del que nadie nos garantiza que podamos escapar.
Repetir el mantra: «fuego, camina conmigo».
En el octavo episodio de la nueva temporada, David Lynch nos lleva de vuelta a la creación. En este caso, a los inicios de su escenario, el eterno personaje que no envejece, que no varía, que no nos habla directamente pero cuyo nombre mortal nos inspira cierto horror. Asistimos al nacimiento de Twin Peaks y nadie nos explica por qué. Ni cómo. Debemos aceptar lo que ven nuestros ojos. Debemos convivir con ese horror, con esa desazón desconocida. Si atendemos a autores como Karin Tidbeck o Anna Starobinets, encontramos lo mismo. Estas dos autoras, abanderadas de la nueva literatura weird, nos retratan mundos cuyas leyes no se explican; cuya cuarta pared jamás se rompe, como si todo sucediera de espaldas al espectador. Manejando códigos que solo la ficción conoce.
Una especie de metaficción a la inversa.
Como si el mundo creado fuera tan veraz y desconocido como el mundo real.
Y volvemos a los años noventa. Estos elementos ya se encontraban en la original Twin Peaks. Asistíamos entonces anonadados a una serie de sucesos inexplicables y de personajes que jugaban con las dimensiones, con el tiempo y aun con el espacio, en una danza inexplicable que terminaba en la habitación roja. Allí, Cooper asistía a su ascenso y caída dentro de la Logia. Allí, veía a su doppelganger y se enfrentaba a él y perdía. Sin embargo, no puedo evitar romper yo la cuarta pared para dar una visión subjetiva de aquellos momentos. Lo que siempre me pregunté: ¿por qué esa falta de sorpresa? Sinceramente, si yo me encontrara en la mitad de situaciones que el agente Cooper (y no hablemos de lo vivido en los primeros minutos de la película Twin Peaks: fuego camina conmigo), me desmayaría. Sin embargo, los personajes de la ficción se enfrentan a ese horror con curiosidad, con alerta, pero no con histeria. Esto va más allá de la amenaza del vampiro. Va más allá del susto de ver un fantasma. Ahí fue cuando me formulé la pregunta que me hizo ver la nueva temporada de Twin Peaks con otros ojos: «¿Twin Peaks ocurre en nuestro mismo mundo?».
Sí, hay coches; existen los Estados Unidos, incluso su historia es la misma, pero ¿ocurre de verdad en nuestro mundo? Estamos quizás ante una malformación, una suerte de espejo onírico, y lo que diferencia al mundo en que sucede la ficción del nuestro es precisamente estos elementos sobrenaturales, estos espectros, que parecen no sorprender a sus personajes. ¿Es normal utilizar sueños y visiones en el mundo de Twin Peaks para resolver un crimen? Dos escenas separadas por más de dos décadas son las que hicieron saltar las alertas: en la primera, el agente Cooper entra y sale de una habitación con monitores que reflejan lo que ven las cámaras de vigilancia. Lo repite varias veces, hasta que en una de estas la imagen del agente Cooper frente a la cámara no se disipa. Se queda clavado. De repente hay dos agentes Cooper. Un tercer personaje (interpretado por David Bowie) hace su aparición y Cooper lo señala. Obvia el hecho de que su propia imagen se ha congelado. De que el horror, lo desconocido y lo inexplicable ha irrumpido de pronto en su realidad. No se sorprende ante ello.
La segunda escena tiene como protagonista al propio David Lynch, interpretando a Gordon Cole. Frente a una destartalada casa, el agente presencia un remolino en el cielo que se abre ante sus ojos como un portal a otro mundo. El resto de personajes perciben que algo sucede, aunque no parecen verlo. Tras esta escena, inusualmente larga, Gordon no parece sorprendido por lo que ha visto. Ningún personaje lo comenta. Lo sobrenatural ha entrado y salido del plano y nada ha cambiado en el mundo.
Para entender esto, consultamos a un experto. Ángel Luis Sucasas (Pontevedra, 1984) acaba de ver su antología de relatos weird La tercera cara de la luna, traducida al inglés con el título Moon Scars (Nevsky Books). Él lleva años escribiendo, leyendo y reflexionando sobre el new weird. «La regla básica es la no ruptura de la cuarta pared. Los personajes no se asombran ante lo sobrenatural porque forma parte de su realidad. El weird es un género fantástico en el que las reglas que marcan lo sobrenatural no están definidas para el lector. No se puede romper el pacto de ficción». Esto tiene sentido si pensamos en esas escenas de espaldas al espectador; en esa falta de sorpresa por parte de Cooper, en el sheriff Truman aceptando los sueños y visiones del agente del FBI. «En el weird no podrías distinguir si lo que estás viendo es una narración sobrenatural o una ficción contada desde el punto de vista de una persona con problemas psíquicos. Estoy seguro de que David Lynch lo tenía todo planeado, que esta es la historia que quería contar. Hace años, sus limitaciones eran económicas; lo que buscaban era trazar un arco muy amplio para darle un pasado mitológico a una tierra que no puede tener un pasado mitológico, como es Estados Unidos, construida con retales de muchas culturas».
Todos los elementos parecen coincidir. Hace veintisiete años, Twin Peaks se coló en los hogares de medio mundo y utilizó un atractivo misterio, «¿Quién mató a Laura Palmer?». Como entrada a un mundo que los espectadores nunca habían vislumbrado. «No sé si fue la primera serie de televisión weird» continúa Sucasas, «pero sin duda fue la primera que llegó al gran público».
Con la llegada de esta tercera temporada, la publicación de las novelas de Mark Frost, siguiendo con su pasado transmedia, Twin Peaks parece afanarse en abrir más preguntas sin respuesta. Si realmente estamos ante una ficción new weird, lamento decirle a los espectadores que muchas de esas preguntas van a quedarse sin respuesta. Que Twin Peaks no es una serie policíaca y ni siquiera sucede en nuestro mundo. Que hace veintisiete años no solo se abrió el gran misterio de quién era el asesino de la bella Laura, sino que el mayor de los secretos es qué ocurre realmente en ese mundo. «Lynch hace una versión mainstream del horror. Une el costumbrismo con lo sobrenatural, pero a diferencia de Lovecraft, deja un rayo de esperanza en Laura Palmer: en su lado bondadoso está la posible redención de la humanidad ante ese horror».
Si intentamos responder a la pregunta, tal vez Twin Peaks haya sido una de las mayores banderas del new weird y ni nos hemos dado cuenta. Quizás debiéramos estudiarla como parte de la historia de la ficción; tal vez debieran celebrarse mesas redondas con expertos en el tema. Y si preguntamos a David Lynch, probablemente no obtengamos ninguna respuesta. Lo desconocido habita en cada página del guion que se gestó hace ya veintisiete años y que ahora ha vuelto con toda la fuerza y el misterio que caracterizaron a una serie de televisión que le robó el sueño a toda una generación. La gran pregunta sin respuesta. Y puede que todos nosotros tengamos un doppelganger en algún lugar, haciéndose las mismas preguntas que nosotros. Encontrando la misma falta de respuesta. Que el weird se ha instalado en la ficción televisiva actual es un hecho, y para muestra True Detective de Nic Pizzolato. Pero esa es una puerta que Twin Peaks pareció abrir antes que nadie. Lo que ya sabíamos: una serie que se adelantó a su tiempo.
Aunque parece que también se adelantó al nuestro.
Hasta entonces, nos veremos dentro de veinticinco años.
Pues mira que a mí True Detective (solamente vi la primera temporada) no me pareció tan tremenda, de hecho hubo muchos momentos en los que me aburrí.
Me parece que intentaron hacer una serie con personalidad (eso creo que sí lograron) y a la vez un Twin Peaks del siglo XXI y ahí es donde creo que fallaba.
Me faltaba algo más de humor y algo más de sobrenatural y un poco menos de pose.
Pero sí que me parece cierto que, sin Twin Peaks no hubiese habido True Detective.
Muy buen análisis de ADN de esta (genial) obra de Frost/Lynch!
En mi humilde opinión creo que Totalmente, marco un hito en la historia de la televisión y sumo un séquito de fans fieles con un mundo particular incomparable a nada en la actualidad . Prueba de ellos es que el retorno ha ido más allá de cualquier frontera que se haya hecho , rompiendo moldes otra vez y eso a estas alturas se agradece : El que sabe sabe y por mucho que lo imiten, solo hay una!