Cine y TV

No te enamores de cobardes

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Spencer Tracy  y Katharine Hepburn en Guess Who’s Coming to Dinner, 1967. Imagen: Columbia Pictures.

Parecía valiente con su vaso de bourbon y su pestañeo más lento de lo habitual. Los codos en la barra y la mirada en la puerta. Esperando que no pasara lo que al final iba a pasar. Que reapareciera ella en el último garito de la última ciudad. Parecía un héroe en el exilio. Un francotirador emocional. Y sin embargo Rick no era más que un cobarde. Uno que acaba en Casablanca intentando huir de sí mismo. Tan valiente que no es ni capaz de escuchar una canción. Buscaba, como buscan los débiles, la distancia para pulverizar esa determinación ciega del amor. Esa que convierte a todo hombre en un héroe, como decía Platón. Platón, que por algo supo ver la metadona del mundo ideal, creía en el miedo. Y sabía que es un sentimiento extraño que no se puede domar.

Pero no avisaba de que todo puede terminar en catástrofe cuando el miedo manda sobre todo lo demás. Cuando se convierte en el refugio en el que atrincherarse si la vida viene a despeinarnos con su huracán. Así se esconde Rick, como todos los cobardes, para tratar de controlar los daños, sin darse cuenta de que es más persistente la herida de huir que la de exponerse. Que si el terror no se puede mitigar tampoco se puede apaciguar el amor. Y el amor negado duele. Rick se queda en su barra, pidiendo que le disparen al corazón porque allí crece un vacío donde las balas naufragarán. O eso cree. Se ha quedado callado. Para no tener que explicarse a sí mismo su única cobardía, que es, además, la peor.

A quien le quema querer, le quema también hablar. Se protege en su burbuja de silencios obstinados. Silencios blindados como el de Mr. Stevens, primer mayordomo de Darlington Hall. Con las pupilas perdidas en cualquier lugar menos en quien le ama. Anthony Hopkins deja sus ojos en un punto ciego como una muralla imaginaria en Lo que queda del día cuando Emma Thompson le aborda en la habitación. Es el paradigma del cobarde. El cobarde que no puede ni mirar. El que no dice lo que quiere decir. La escena es perfecta. Lo explica todo en medio metro que parece un infinito y en un libro que se ha transformado en coraza. Hopkins se aferra a su tapa como si fuera un salvavidas. No puede permitir que su lectura revele algo de él. Sabe que lo que leemos nos desnuda. No está dispuesto a ceder ni un milímetro de su intimidad.

«Este es mi tiempo de privacidad. Lo está invadiendo usted». Emma Thompson todavía coquetea con él sin darse cuenta de que el miedo ya ha ganado. Se ha quedado con las fichas. Ha saltado la banca. Aquel pobre cobarde nunca se va a dejar. Ni siquiera va a apostar. No terminaremos de saber de dónde nace ese pavor cotidiano. Ese miedo que se alimenta de las heridas que quiere negar. Del dolor. Del fantasma del rechazo. De la culpa quizá.

De ese ladrido constante de la conciencia sabía mucho Spencer Tracy. Católico y flagelado. Esposo de una mujer que lo dejó todo para que él pudiera volar. Padre de un niño sordo. Infiel atormentado repartidor de tormentos. Amante de Loretta Young, de Betty Hanna, de Ingrid Bergman, que podría haberlo sido de Bette Davis, que lo fue finalmente de Katharine Hepburn. Culpable con razones, sin valor para dejar de serlo. A la Hepburn la amó quizá porque nunca pudo tenerla. Dicen que no le dijo que la quería más allá de la pantalla. Dicen que ella no lo pretendía escuchar. Que prefería a un cobarde carcomido por el peso del pecado que a un cobarde pegado a sus faldas que no la dejara respirar. O pegado a su pantalón. Porque aquella mujer de belleza aristada nunca fue una amante maternal. No era como las demás. Ella controlaba la situación. Era dueña de la valentía y del placer. La valentía tozuda con la que se ama a un cobarde que no se permite querer.

Así estuvo veinticinco años. Con el católico que prefería la penitencia a vivir con ella. Nunca compartieron techo ni fueron juntos de vacaciones. Él prometió que no abandonaría su casa cuando supo que su hijo jamás podría decir papá. Esa evidencia le pesaba como un pecado mortal. Y le desgarró. Como si el niño pagara el castigo por un padre que se había metido en tantas camas distintas al lecho conyugal. Parecía obviar, como obvian los cobardes, que quien elige ese castigo no lo reserva solo para él.

Le molestaba a Katharine Hepburn aquella anécdota que se contaba del día que se conocieron. Que ella le habría dicho a Tracy «soy demasiado alta para usted». Se lo repetían en las entrevistas aunque lo negara con ese mohín de enfado aristocrático. Porque estaba claro que era más alta. Porque ella sabía que no hablaban solo de centímetros. Sabía que solo enterrando la cobardía se puede crecer. Se puede vivir.

Parece que es el valiente el que sale tocado de esta farsa del amar sin amar. Se lleva, por supuesto, el golpe del que se lanza con toda la caballería y acaba en un precipicio emocional. Pero la peor herida es la del otro. La del que no se atreve. El que se guarda sin darse cuenta de que guardándose está perdiéndolo todo. Y se quedan los cobardes viviendo en una colección de condicionales que nunca son. Abrazaría. Diría. Haríamos. Y nadie abraza. Ni nadie dice. Ni nadie hace. Porque el cobarde prefiere su presente continuo en continua repetición. Como en la rueda de un hámster, dejando que la inercia decida por él.

En ese palacio de las inercias del que no es posible salir vive Hamlet, incapaz de hacer lo que tiene que hacer. Hamlet, cobarde máximo, portador de la súplica del fantasma de su padre, carga con la profecía de un asesinato que no puede cometer. «La conciencia así hace a todos cobardes». Y aunque ha prometido matar a su tío, rechaza la oportunidad cuando la tiene. Y enfunda el puñal cuando está a punto de hundirlo en su carne. Y no se da cuenta de que es su propia sentencia de muerte la que acaba de firmar. Esa es la sentencia del cobarde: la del que se decide a ejecutar cuando el momento ha pasado. Cuando ya no puede ser.

Hamlet se enreda en sus palabras para no actuar, construye retóricas para no pasar a la acción. Un hombre paralizado con el pensamiento dividido en cuatro partes: tres de cobardía y solo una de prudencia. Y cuando se dice ser o no ser realmente se está interrogando sobre si actuar o no actuar. Interrumpe Ofelia su soliloquio y Hamlet parece ponerla sobre aviso diciendo lo que no se atreverá a decirle jamás: «la hermosa Ofelia, ninfa en tus plegarias, nunca olvides mis pecados». Porque sabe que su verdadero pecado es el de la omisión. Que del mismo modo que omite la venganza, omitirá el amor. Hamlet no tiene el valor para cumplir su destino como no lo tiene para querer. Dulce, hermosa, suicida Ofelia, escucha esa plegaria que dice que no te enamores de él.

Como todos los cobardes, Hamlet espera el momento de actuar, de empezar la nueva vida del príncipe vengador. Pero el momento no existe sin el fogonazo de la resolución. Ahí está la diferencia: el cobarde cree que el momento llegará y el valiente se atreve a construirlo. Cabalga sobre el carpe diem y hace lo que tiene que hacer. Matar. Morir. Vivir. Amar. Ser por encima de no ser. Actuar. Porque esperar el momento es vivir anestesiado. Esperar el momento es malvivir. Como malvive Rick con un agujero que late doloroso en el lugar donde un día estalló su corazón.

Quizá ese es el problema. La obsesión por proteger el corazón. Quizá el cobarde solo tiene miedo del dolor. Quizá todo parte de la absurda idea de que para no arriesgarse al maremoto de la pena es mejor no sentir. «Tengo tanto miedo a perder aquello que amo que me niego a amar nada». Jonathan Safran Foer pone la frase en la boca de un hombre atemorizado que ni siquiera llega a confesar su pavor. Muchos años después, ese hombre sospecha que esas palabras habrían convertido lo imposible en posible, lo infeliz en feliz. Pero no las supo pronunciar. Tan fuerte, tan cerca es una historia de seres rotos condenados a echar de menos. Unos por la muerte. Otros porque se quedaron sin fuerzas para luchar. Es la historia de Oskar, un niño que pierde a su padre en las Torres Gemelas y que reconstruyendo el pasado se encuentra con las heridas de sus abuelos.

«Me pasé la vida aprendiendo a sentir menos.
Cada día sentía menos.
¿Eso es madurar? ¿O es algo peor?
Uno no puede protegerse de la tristeza sin protegerse al mismo tiempo de la felicidad».

La abuela de Oskar ha tenido que llegar a vieja para comprender lo que hizo mal. Qué fue lo que no hizo. Lo que se quedó sin más recuerdo que el de la frustración. Es fácil verlo después. Cuando el tiempo se ha esfumado intentando conjurar la tristeza y no queda más que el dolor. «Lamento que haga falta una vida para aprender a vivir, Oskar. Porque si pudiera volver a vivir mi vida, haría las cosas de manera distinta». Y la abuela avisa al nieto superdotado para que no cometa el mismo error. Para que reniegue del miedo. Para que no tenga que lamentarse cuando sea mayor.

«Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente». A la abuela de Oskar le habría ido bien leer a Borges, que sabía que el peor de los pecados es no ser feliz. Si su prosa está hecha de laberintos, su poesía deambula por los caminos que no se atrevió a recorrer. El camino del amor que le amenaza, de esa mujer que le duele en todo el cuerpo, de esa esquina por la que no se atreve a pasar. «Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue», se pregunta en un soneto que tituló «Lo perdido». Quizá no haría falta decir más. Pero lo explica Borges, ya anciano, con falsa prosa, en «Posesión del ayer».

«Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. (…) Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos».

El paraíso perdido es el único que les queda a los cobardes. El que se atisba desde el infierno de la fobia, más allá de las llamas donde arde lo que nunca fue. El paraíso imposible de la abuela de Oskar con la mirada siempre en el pasado. El de Hamlet sepultado en vida por la inacción. El de Spencer Tracy que nunca tuvo la altura necesaria para querer. El de los verbos en condicional que quieren ser conjugados en presente de verdad perfecto. El del libro como un escudo en las manos de un mayordomo. El paraíso parisino que recordaba ese falso valiente que se perdió en Casablanca cuando todo lo perdió. Nunca te enamores de cobardes, debería haberle dicho la abuela al niño. Nunca te permitas temblar si no es por la pasión. Nunca te dejes arrastrar a ese lugar donde el peaje para no sufrir es negar la felicidad.

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84 Comments

  1. «El amor ahuyenta el miedo y recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma». Esto dejó escrito Aldous Huxley, en un párrafo bastante dostoievskiano.

    Otro célebre francés, Sartre, añadió: «Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas». Y tenía razón.

    Sobre el miedo Carver nos dejó un gran poema, muy conocido, y David Eloy Rodríguez otro igualmente bueno, pero menos conocido.

    En cualquier caso, Marta, excelente artículo. Me quito el sombrero.

    P.D.: La historia entre Simone de Beauvoir y Nelson Algren también hubiera ido al pelo. Sobre el miedo como imposibilidad, sobre la distancia como sinónimo de irrealidad…

    http://expurgoscontraelolvido.blogspot.com.es/2015/05/sympathy-for-nelson-algren_14.html

    http://expurgoscontraelolvido.blogspot.com.es/2014/10/el-anillo-de-plata-mexicana-de-nelson_7.html

  2. Silvio


    Los amores cobardes no llegan a amores
    ni a historias, se quedan allí.
    Ni el recuerdo los puede salvar,
    ni el mejor orador conjugar…
    ♪ ♪ ♪

  3. La cobardía SIEMPRE en algún momento acaba pasando factura.
    El ser valiente es una cualidad que llegado el momento de la verdad, muy poca gente tiene.

  4. Stendhal mostró, con la hermosísima flor al borde del precipicio, la imagen más nítida del amor. Hay que ser valiente para llegar hasta ella… Sin embargo, no ser un valiente no significa ser (en consecuencia) un cobarde; la naturaleza del corazón no es discreta sino continua, admite muchos matices.

  5. Isa V.

    Me resulta magnífico el texto. Felicitaciones y agradecimientos, Marta.Con el miedo no se va a ninguna parte, desde luego, pero vinimos a este mundo con esa única arma de defensa.

  6. Excelente artículo.

  7. «Hace falta más valor para vivir como cobarde, que para morir com héroe» – Hugo Pratt-

  8. Qué delicia de lectura! Gracias!
    Si en el siendo se pierder el ser. Prefiero morir y ser
    que pasar la vida huyendo.

  9. Ana Gmz

    Como diría Sabina,

    Que ser valiente no salga tan caro
    Que ser cobarde no valga la pena (8)

  10. Belén

    Maravillosa!!!

  11. Rodrigo

    Muy buen artículo, me ha encantado. Enhorabuena!

  12. Esto es lo más auténtico (y necesario) que leí en mucho tiempo.
    Una sacudida.

  13. Mariano

    Rick era un cobarde?

    Si hablamos de Casablanca para mi es infinitamente más cobarde Ilsa, que abandonó a Rick ocultándose detrás de una carta confusa en el último minuto. No fue capaz de dar la cara por la persona a la que quería. Si ocurriese en 2017 le habría dicho adios por whatsapp.

    Rick es un cobarde? Se quedó en París, la París ocupada por los nazis esperando a ser detenido, encarcelado y quizá torturado. No quiso huir como el resto.

    Rick es un cobarde? El mismo Rick que luchó por sus ideales en diferentes países entre ellos España, jugándose la vida por lo que creía. Qué hizo el resto. Qué hacía Ilsa mientras?

    Rick es un cobarde? Al final de Casablanca cede los salvoconductos a Victor e Ilsa, perdiendo el avión en un territorio ocupado por los nazis. En ese momento Rick acababa de matar al mayor Strasser. Se jugó la vida por su chica y por sus ideales (otra vez).

    Querida Marta Fernández te recomiendo que veas Casablanca. Es una película maravillosa.

    • uno q pasaba

      así es, así es.

      • Isina

        Efectivamente, Rick es el mayor cobarde de la historia del cine. Nos lo han vendido como un héroe por dejar que Ilsa se vaya con Víctor y que así éste pudiera salvar al mundo. Pero no. A él el mundo le importaba un cojón, eso fue algo colateral. A él lo que lo atenazaba era el miedo a estar con Ilsa de verdad. Ella vuelve a él. Puede que cometiera un acto de cobardía al principio pero se rehace, lo reconoce y lo enmienda. Y es entonces cuando Rick, por miedo y/o por orgullo, la rechaza.

      • Totalmente de acuerdo…creo que todos los ejemplos son válidos menos el del pobre Rick ;-)

    • OldtimerGent

      Cuado se dirigen a mi, reculo. En el fondo (como buen cobarde) yo siempre respondo igual:
      – » I`m a little rusty, ma´am »
      Y lógicamente espero (también) que la otra se arranque por su parte con un acogedor:
      – «Don´t you worry… I´ll hum it for you»
      En fin, es mi pequeño truco. Pero ¡ojo! no lo intenten Vds. ni sean temerarios porque su atrevida ejecución está solo al alcance de autenticos especialistas tras muchos ensayos con -ay- no pocas caídas.

      • Mariano

        A Rick el mundo le importa un cojón y por so lucha en dos guerras civiles fuera de su país jugándose la vida?? jaja. Venga vale.

    • Leonel España

      la autora esta hablando del miedo a entregarse al amor, a esa cobardía se refiere.

    • Estela

      Mansplaining como un piano de cola.

  14. Estoy anonadada. Es lo más maravilloso que he leído en años. Qué documentación. Qué prosa. Que explicación más bonita del infiernos del amor.
    Felicidades, Marta.
    De parte de otra valiente.

  15. María Fernández

    Me ha encantado tu artículo.Añado este poema de Benedetti:
    «A los que buscan, aunque no encuentran
    A los que avanzan, aunque se pierdan
    A los que viven, aunque se mueran»

    Para todos los VALIENTES

  16. Adelaida

    Una maravilla, Marta

  17. puesvale

    hay mucho cobarde por ahí presumiendo de valiente…

  18. muy buen artículo, felicitaciones

  19. Gracias, Marta. Saludos.

  20. Pablo Ruiz

    Me vienen a la mente dos frases leídas a los clásicos.

    «Sólo naufraga el que ha navegado.» (No sé exactamente si Ovidio u otro autor)

    “El que ha naufragado tiembla incluso ante las olas tranquilas.” (Esta, sí, de Ovidio)

  21. Brillante y al tajo. Ahí donde duele. «El fin del temor es el inicio del amor.» Krishnamurti

  22. Creo que el artículo está mal documentado, o hace asunciones y simplificaciones para adaptar la realidad a una teoria que la autora tiene en la cabeza.

  23. Comedy

    Excelente texto

  24. Comunerosg

    Maldito miedo,devorador de lo mejor.

  25. MARCOS FERNANDEZ

    Rick no es un cobarde, Marta. No lo es porque tiene miedo. Ama y pierde lo amado. Calla y bebe en la barra de un bar porque qué otra cosa podría hacer alguien asustado.
    Marta, el amor es confusión, delirio y tormento. Los que lo viven y lo pierden ya no se recuperan. Por eso no soporta la canción. Por eso no soporta verla. Por eso no soporta su tristeza. Rick fue a Casablanca a tomar las aguas, eso le dice a Prefecto de policía francés. No es cierto. Está huyendo de lo perdido. Por eso cuando entra en RICK´S CAFE la música nos retumba y lo ojos de Rick se tuercen.
    CASABLANCA es la vida, es la metáfora del adios sin decir adios.

  26. «Quizá ese es el problema. La obsesión por proteger el corazón. Quizá el cobarde solo tiene miedo del dolor. Quizá todo parte de la absurda idea de que para no arriesgarse al maremoto de la pena es mejor no sentir.»
    Sin quizá, ese es el problema. Esa es la excusa. Son molestos a la larga, lo que tienen los cobardes es que no entienden del tiempo siempre centrados en su neurosis, pero siempre vuelven, siempre a destiempo.

  27. Mario Mont

    Lo más terrible de esa cobardía es cuando incluso amarra nuestras palabras y nos deja con un sabor infértil en capacidad de expresión. Viendo como el tiempo pasa mientras somos extras en la película de nuestra vida…

  28. «I know It sounds funny but I just can’t stand the pain…»

  29. Creo entender que la autora llama cobarde a todo aquel que antepone cualquier otra consideración (moral, política, social) a una relación pasional dada. Puede tener razón, aunque yo no estoy de acuerdo.
    Habría que decir entonces que la mujer por ejemplo que renuncia a una relación adúltera por un compromiso adquirido con su cónyuge lo hace, no porque sea recta y casta, sino porque es cobarde. Meryl Streep en los puentes de Madison no sería pues un ama de casa chapada a la antigua, a la que esa pasión tardía la supera, sino simplemente una cobarde.
    O el que no abandona a su mujer y cuatro hijos por esa preciosa secretaria que le hace ojitos. ¿Cobarde? Puede
    …. quiero decir que hay que tener cuidado en no pretender simplificar tanto las complejidades de la vida. Hamlet, Rick, Tracy, usted y yo podemos ser todos “cobardes” en muchos momentos, pero siempre hay motivos,
    Muy bien escrito el articulo

    • Isina

      Sin duda Meryl Steep en Los Puentes de Madison es una cobarde, es que huelga hasta decirlo.

      • Lo que tengo decir es que considero que es muy pobre etiquetar comportamientos tan distintos:
        – Rick de Casablanca: cínico y dolido
        – Lo que queda del día: Bloqueo emocional
        – Spencer Tracy: Culpa y auto-odio
        – Los puentes de Madison: responsabilidad sobre una familia

        …etcétera (por no hablar de Hamlet) como casos de cobardía y sanseacabó. Para mí es muy reductor eso.

        (La valentía por cierto que tanto admiraba Borges era sobre todo la pendenciera y militar)

    • Carmen

      Sí, hay motivos, y algunos son dignos de consideración.

  30. Nel González

    Dónde radica el magnetismo del cobarde que tantas víctimas cobra?. El cobarde es y está hecho de sus circunstancias. De ahí, el deseo genuino de redimirlo. Gracias al cobarde reconocemos en nosotros la incondicionalidad. El amor es insaciable, por ser inabarcable.

  31. Jose Luis

    Se echa en falta ejemplos de cobardía femenina.Se me ocurre la de Meryl Streep en Los puentes de Madison.Cuando la cobardía ante poder vivir la vida soñada,la deja clavada al asiento de la furgonets,

  32. Jose Luis

    Se echa en falta ejemplos de cobardía femeninia.Como Meryl Streep en Los puentes de Madison en aquél semáforo.

  33. Nellie

    ¡Qué bonita lectura!

  34. Juan de Cuba

    Buena escritura. Pero no juzguen la cobardía sin tener en cuenta el contexto. A Chiron, el protagonista de la bella ‘Moonlight’ le toca lidiar con una madre toxicómana y el bullying escolar, en su tormentosa trayectoria vital. Parece un milagro que, tras crearse su propia coraza en un entorno tan duro, sea capaz de volver a amar de forma pura a Kevin, como aquel inocente niño Little que fue en algún momento. Por favor, no sean tan duros con todos los ‘cobardes’.

    • pacífico

      Así es, la cobardía es consecuencia de un daño anterior; heridas de la primera infancia, es un aprendizaje que enseña a no repetir sufrimientos. Pero eso no significa que no se pueda amar, tal vez sólo a la persona adecuada, a quien sea capaz de entender, aceptar y traspasar esa coraza. Quien no sea capaz de ver a través de esa coraza sólo logrará endurecerla.

  35. …..lo cierto es que hay caminos para seguir viviendo…..ser cobarde te puede librar de una muerte callada y vacía…….para llegar a este punto primero has sido valiente…..a sabiendas de estar equivocado…..no cabe arrepentimiento si sabes en qué mar te mueves…..la renuncia al sentimiento sencillo y maravilloso que sabemos por educación…..no se puede volver contra nosotros…..valor se necesita para seguir ………( el articulo me ha gustado….por partes)

  36. Le diría a Marta Fernández, que después de todo, amar a un cobarde también es una enriquecedora experiencia. Se aprende a no amar a un segundo cobarde y lo peligrosa que es la cobardía. Que estará bien. Que lo superará.

  37. Me parece una paja mental, últimamente la verborrea absurda y abstracta no me parece interesante, hablar en términos de narrativa aullenta la gracia gramatical dejando un discurso carente de peso, si un título vale más que el texto tenemos un pequeñito problema, hablar desde nuestro punto de vista deja claro que escribimos para nosotros, no te enamores de cobardes??? Quien es el cobarde, el enamorado o el que le espera en su mundo de cobardes??? Quien es, Katherin por no tener que enfrentarse a compartir su mundo o Oskar por no expresar el que??? Creo que no me entero de nada no escribais artículos así sin vivirlo en primera persona, esto es lo que digo yo, lo moderno deja de ser interesante cuando carece de misterio y emoción y si nos hablas de Hamlet desde el punto de vista de un cobarde no hemos entendido nada.

  38. Ricardo Nieto Rodriguez

    Que maravilla!!!
    Que arte escribir así!!!

  39. Hay quien se enamora del amor para no vivirlo, quien pone objeciones a la realidad tal cual se muestra por la idealización mental del amor romántico…Cuando sueltas tus proyecciones y aceptas los demonios de tus miedos, el amor se abre paso el solito y brote el sentimiento de libertad.
    Gracias por el artículo, me vino bien para soltar una relación

  40. Otra loa a la valentía y a la heroicidad del ser humano, donde los cobardes somos señalados, especialmente los hombres. En fin, la cobardía me ha salvado de muchas batallas perdidas y he sabido conformarme con objetivos más asequibles. Si todos fuéramos machos alfa, al final acabaríamos todos muertos menos uno, el más fuerte, que no el más valiente.

  41. Hola Marta, hay algún lugar donde se puedan encontrar más textos de tu autoría?

  42. alicia

    suena a catarsis de un proceso personal que pienso ha logrado vincular con historias de cine de forma muy lúcida y bellamente ilustrado. Y tiene razón, nada más demoledor que el silencio de un cobarde.
    gracias.

  43. Yo soy uno de esos cobardes, refugiado en la fantasía, «enamorado del amor para no vivirlo» -como apunta Chity-.
    Es muy doloroso verse reflejado en esta lectura. Que se refiera a personajes me hace ver lo extendida que puede estar esta forma de afrontar lo que se siente, una epidemia de cobardía.
    También pienso que la atribución de cobardía es un acto exterior, un juicio de un tercero. No es lo mismo visto desde quien la padece, perdido en un mar de sensaciones violentas que le agitan y de racionalizaciones, de vórtices de causas y consecuencias girando alocados, que solo tocan tierra para destruir lo que encuentran a su paso.
    No es bonito vivir así, tampoco fácil. Ojalá vivamos más libres de miedo, más valientes, para que la vida sea capaz de alcanzarnos de pleno, o que al menos seamos capaces de cargar con nuestros propios miedos y que no afecten demasiado a los demás. Hay un gran valor en hacerse cargo de nuestra propia cobardía.

  44. Ángel

    Lo has clavao. Precioso artículo. Solo un comentario: operan algunas cosas complejas en la mente de los cobardes. Te lo digo por experiencia … glubbb!!! (onomatopeya de tragar saliva)

  45. Marcos

    Maravilloso artículo Marta. Muchas gracias y buen trabajo.

  46. El agüelo.

    ¡Qué le vamos hacer!
    Me basuriaron, áura que voy p’a viejo;
    a la éda que a los hombres no les hace
    vivir un año más o un año menos
    y no es cuestión de andarle mezquinando
    a los ojales cuando sobra cuero.
    Risulta qu’esta tarde
    cuando volvía contento, de un arreo,
    sentí que unas chirolas m’estorbaban
    y llegué al boliche ‘Del Recreo’
    -No diré pa’tomar, por que no tomo-
    pero m’hija, usté sabe soy agüelo
    y no quise venirme pa’las casas
    sin tráirle golosinas a mi nieto.
    Dentré y pedí, sin reparar en naides:
    ‘Me da unos caramelos;
    treinta de aquellos que parecen guindas
    y veinte d’esos’
    De una mesa de truco medio al fondo
    sentí que se me rieron
    y una voz que conozco hasta dormido
    porqu’es aquella que mintió tan fiero,
    me revolvió la entraña preguntando
    ‘-¿Así que son pal’nieto?’
    y me volvió a cargar:
    ‘-¿Y la Ramona
    sigue linda, nomas? le dá recuerdos,
    y dígale que espere sentadita
    si cré que yo vi a dir al casamiento’
    Yo tuve tentación de atropellarlo
    y matarlo a lo perro
    ya que ni ansina pagaría la cuenta
    que te quedó debiendo de hace tiempo.
    Pero pensé que te dejaba sola,
    qu’eras muy poco pa’cuidarlo al nieto
    y juntando valor pa’ser cobarde,
    dejé que piensen que le tuve miedo
    y agarré los paquetes y me vine
    ¡Nieto! venga pa’cá:
    ¡Sus caramelos!.

    Boris Elkin.

  47. Me ha encantado, pero no sé muy bien nunca quien es el cobarde

  48. Ángel

    Es un buen artículo, sin duda, precedido de un título muy llamativo, un auténtico gancho. Pero pensándolo mejor que antes, ahora creo que no das en el clavo en absoluto. Al contrario: por lo que expones en él, estás muy alejada de comprender lo que representa un enamoramiento y de lo que es ser un cobarde. De tu texto se deduce que lo contrario de cobarde es egoísta, y eso no es así, naturalmente. La lectura que haces de los ejemplos que pones denota que desconoces lo que es enamorarse profundamente, pues uno no se enamora de quien quiere, se enamora de quien se enamora y nadie podría explicar porqué se ha enamorado de quien se enamoró (valgan las múltiples redundancias) . El pobre Rick se ha enamorado de una mujer que le ha mentido (no importa que ella a su vez se haya enamorado de Rick) y en estas aparece la tercera persona, porque hay una tercera parte, que necesita a la mujer y de quien está enamorado. Rick se derrumba. Pero Rick se levanta, no es egoísta, es generoso, no piensa en sí mismo, piensa en ella y en su pareja, se reprime, sufre, les deja ir. «El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos». El mundo se desmorona para Rick, esta es la verdad, pero yo no diría que Rick es un cobarde.El resto de ejemplos de cobardes, como han señalado otros comentarios, tienen también sus asuntos, asuntos que les llevan a decidir de forma poco egoísta. Es una tragedia, no hay discusión en esto, cualquier decisión, en uno u otro sentido, lleva a la tragedia. Es un asunto muy serio. Muy serio, sí.

  49. Trapitos/and/Rock

    Muy buen artículo y precioso escrito. No seamos mijitas, lo ha reflejado desde la perspectiva femenina pero claro que hay ejemplos de cobardía femenina (aunque lo de valorar las cosas cuando se pierden es más masculino, las mujeres tenemos otros que no voy a decir jejeje) . Luego entraríamos en debate porque es complicado juzgar los sentimientos y errores humanos que vienen determinados por factores de diversa índole. Yo he captado el concepto global de la idea y me ha emocionado sinceramente. Y sí la cobardía, la inmadurez y el miedo son reflejo demuestra sociedad

  50. Enhorabuena Marta.
    Me ha encantado.Lo he leido varias veces y no me he podido resistir, a compartirlo enseguida con familia y amigos.
    El carpe diem de Horacio, es el mindfulness de ahora.
    Gracias.

  51. Amparo

    Me ha encantado Marta.
    Lo he leido varias veces deleitandome en el analisis y en cada frase.
    He tenido que compartirlo enseguida.
    El carpe diem de Horacio, es el mindfulness de hoy.
    La vida es muy corta y solo tenemos una.
    Gracias.
    Por favor escribe mas.

  52. Alberto

    Fantástico.

  53. Porfirio

    «El amor lo hace cesar el hambre, y si no, el tiempo. Y si no puedes servirte de estos medios, el lazo de la horca» -Crates-

  54. Precioso escrito Marta. Me ha parecido tan elegante…

  55. catalina

    Marta Fernández, que enorme trabajo de comparatismo e interdisciplinareidad. Bien podrías dar tú clases en grandes universidades – al margen de creer en lo expresado en el artículo o no – ¡excelente!

  56. Me encanta, coincido, pero me deja descolocada en un solo punto. ¿Por qué será que los que vacilan y se abstienen en la cuerda floja son los que más potencia tienen al envolvernos? Hablo, como el Lebowski, en un plural mayestático. ¿Por qué son los valientes, los arrojados, los locamente lúcidos, los estúpidamente apasionados quienes inspiran, pero son los otros, sin embargo, los que se detuvieron, los que, pese a toda su fuerza, su pasión y su sensualidad, dejaron de creer, o empezaron a dudar, o quizá supieron que jamás habían creído, los que marcan como una losa gigantesca esa maldita cosa que se vive y se sueña? Quizá, por encima de todas las otras fantasías, queramos salvar de sí mismos a los escépticos, ¿habrá algo de eso en nosotros?.

  57. Exquisito, buenísimo, muy bien dicho, muy bien escrito.

  58. José Luis

    Vaya por Dios. Así que Spencer Tracy es un cobarde porque, aunque se moría de ganas de irse con la Hepburn, «prometió que no abandonaría su casa cuando supo que su hijo jamás podría decir papá». Pues nada, como dice un comentarista anterior, «el que no abandona a su mujer y cuatro hijos por esa preciosa secretaria que le hace ojitos» que se aplique el cuento.

    PD. Yo creo que hace falta muchísimo más valor, porque es más doloroso, quedarse que irse. Y venga, sigamos hablando de Rick o del carpe diem.

  59. Noelia

    Qué hermoso poder leer esta publicación, qué placer, muchas gracias por tanta belleza.

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  62. Marcelo

    Este articulo me da la impresion que busca la mas allá de vencer los medios es incentivar la impulsividad,y actuar sin medida o como diria cierto cantante XD» a morir».

  63. Hector

    Daryl Hall & John Oates – Do What You Want, Be What You Are

    Do what you want girl, but be what you are
    There ain’t no right or wrong way, just a play from the heart
    It ain’t a sign of weakness girl, to give yourself away
    Because the strong give up and move on
    While the weak, the weak give up and stay

  64. Bastet

    ¡Hay que ver la de gente valiente que hay por el mundo! Gente que ni pestañea a la hora de juzgar de manera implacable a los que, según ellos, no han sabido estar a la altura; no sé, tal vez deberían echar una mirada más cuidadosa al espejo, si en su extremo valor se atrevieran…

    Porque si Spencer Tracy era un cobarde (en los comentarios se han dado suficientes argumentos que permiten poner esa afirmación en cuarentena), ¿no lo fue también Catherine Hepburn, que prefirió quedarse toda la vida pendiendo de ese amor imposible a arriesgarse a buscar nuevos horizontes? ¿Y no sería que a ambos miembros de esa pareja imposible les parecía bien su relación, con sus limitaciones y sus cobardías, y la preferían a otra cosa? ¿O es que la autora estaba presente en sus conversaciones y pensamientos íntimos para permitirse sentenciar sin dejar lugar a la duda o, mejor aún, a la prudencia?

    Si Rick fue un cobarde, ¿no lo fue también Ilsa? ¿O qué pretendía nuestra hermosa dama, un caballero que la secuestrara, obligándola a permanecer a su lado? «Que no eres Ilsa Laszlo ni yo Rick Blaine, ni yo soy tan idiota, no te dejaría ir con él», canta Ismael Serrano, confirmándonos que la valerosa Ilsa no es más que una damisela en apuros sin ovarios suficientes para dar el gran paso, que en el fondo lo que quiere es que Rick sea valiente por ella, quien no se atreverá en la vida a serlo. Y es que ni será valiente ni tiene el deber porque, claro, a las chicas nos tienen que conquistar y, si hace falta, matar y morir por nosotras, faltaría más, y si no, es que nuestro enamorado es un cobarde.

    De los personajes de «Lo que queda del día» no puedo hablar con fundamento. Vi la película hace demasiados años y, aunque me pareció muy buena, también supe que era una de esas historias que no me apetecería revisitar: me supo amarga, quizás por lo mismo que apunta la autora. Y sin embargo, hay algo en la cobardía de Mr. Steven que me mueve a compasión, porque siento que todos podemos estar alguna vez refugiados en su misma trinchera a lo largo de nuestras vidas, incluso los que aquí se llenan la boca (o el teclado) con alardes de valor. ¿O es que nunca habéis dejado escapar una oportunidad de amar? ¿Nunca? ¿De verdad? ¿Ni en la adolescencia, por inexperiencia e inseguridad? ¿Ni en la juventud, por casi lo mismo que en la adolescencia? ¿Ni en la madurez, por cansancio, desengaño, por tener el alma demasiado pesada y triste? ¿Nunca, nunca? ¿En serio?

    Porque yo os reconozco que alguna vez he sido valiente, y que valoro (valga la redundancia) esos momentos de arrojo a los que debo gran parte de mis momentos felices del presente, pero aquí también he de confesar instantes de cobardía y alguna que otra oportunidad perdida. ¿En qué me convierte eso, en cobarde que no merece ser amada (si hacemos caso del título del artículo) o en una valerosa guerrera del amor? Mientras pensáis en cómo sentenciarme, os contaré un secreto: a pesar de lo que nos cuenten las películas arrebatadoramente románticas, en la vida real de las sociedades occidentales actuales, el amor suele dar varias oportunidades, incluso a los cobardes y a quienes se han equivocado y metido la pata.

    Ah, y una advertencia que ya se ha repetido en algunos comentarios: cuidado con confundir la cobardía con el compromiso o la lealtad y el valor con el culto ciego a la pasión y el arrebato, que queda un tanto pueril y egoísta. A pesar de mi opinión, como lo cortés no quita lo valiente, un artículo muy bellamente escrito.

  65. Marta Royo

    A.B.R increible como siempre, no tenias nada y fuiste un heroe, ese heroe para los cobardes.

  66. como suele pasar uno acaba en sitios web por casualidad…bien…pues yo soy un cobarde de esos VIP…fobia social…trastorno de la personalidad por evitación….etc ..etc…joerr…parece que somos el maligno los cobardes…se puede sacar algo bueno de la cobardía?…y algo malo de la valentía?…son superfelices los valientes? están superamargados los cobardes?…yo tengo momentos felices…supongo que los valientes tendrán momentos infelices…..no creo que cobardía y valentía vengan cogidas de la mano de la felicidad….la felicidad es un estado….discontinuo…y como se mide?…alguien ha inventado la máquina de medir la felicidad?…y la de medir la valentía y la cobardía?…para una persona lograr ponerse unos calcetines puede ser el mayor grado de valentía en un determinado momento….y otra persona lo juzgará y dirá que es un cobarde por qué no salió a la calle…quién mide?…quién valora?..quien juzga?…quién pone las notas?…nuestra conciencia probablemente…ese es el mayor acto de valentía…juzgarnos a nosotros mismos….juzgar a los demás es fácil…ese es un cobarde….ese es un valiente… ese es un infeliz …yo soy feliz.
    yo me juzgo constantemente….me califico como un cobarde….con muchísimos momentos de valentía….con muchísimos momentos de felicidad…y con muchísimos momentos de infelicidad….ce la vie…

  67. Carmen

    Qué maravilla. DIOS. ?

  68. Carmen

    Coincido con casi todo lo escrito, su lucidez y tino son imensos, pero creo que establecer una dicotomía entre cobardes y valientes es pueril e improcedente. Detrás de cada una de esas actitudes existen motivos que no merecen menos consideración. Y a veces, el dolor que se pretende ahorrar no es solamente el propio, también el del otro y el de terceras personas. El ser humano es complejo, y el amor, más. En la vida existen muchos condicionantes. Y sí, «tratar de controlar los daños» hace daño y la herida de huir es más persistente que la de exponerse, pero es (y ahí está la clave) menos intensa. Lo duradero y mitigado, derivado de lo soñado, es más soportable que lo intenso, derivado de lo vivido, y cuya duración, además, es impredecible. La herida de la pérdida es (creo) más intensa que la de la renuncia. O puede que no. En todo caso, es potestad de cada uno valorar (todo) y decidir. Eso sí, entiendo y comparto plenamente el mood en el que se escribe esto.

  69. Maribí

    Escalofriante como describe
    los sentimientos y justificaciones en el texto. Tal vez a Marta le haya pasado como a mí, que siempre me enamoré de cobardes o medio cobardes, tal vez yo misma fui cobarde y componía una realidad en esos seres que nada tenía que ver con su esencia. A veces para huir del dolor que me endosó la vida y otras huía hacía una felicidad inventada y depositada en las manos de esos mismos cobardes. Definitivamente, aprendí a huir de cobardes y, sobretodo, a serlo yo misma y…. ¡Que gusto!

  70. Lo que más me gusta de tu artículo, Marta, es la parte en la que hablas del delito de omisión del cobarde. Es en el acto y no en la palabra donde falla un cobarde. Cuando uno tiene dificultades para dilucidar quién es quién, debe fijarse únicamente en cómo depura sus responsabilidades cada persona.
    Es lícito tanto quedarse como irse, romper la regla como decidir no hacerlo. Eso no se puede juzgar. Sin embargo, lo que suele doler al valiente es la falta de delicadeza y de responsabilidad del que se queda callado de repente. Éste suele omitir todas sus dudas y «miedos» al aventurarse a comenzar, pero, sin embargo, paradójicamente son estas dos cosas las que le sirven de salvoconducto para huir sin explicación.
    Y… luego, el silencio, la omisión de su responsabilidad personal con el otro. Al valiente, le duelen las palabras delicadas que faltaron por decir después de una decisión que le pilla por sorpresa.
    Ante la duda, el menos generoso es el cobarde. El que antes podía, y ahora ni espera, ni afronta con responsabilidad su parte en el conflicto.
    Tal vez tenga razones poderosas por la que actuar así, vale, es creíble, pero no deja de ser responsable de lo que ha domesticado. Delicadeza y compasión, a mí parecer, faltaron en cada uno de esos ejemplos que se exponen en el artículo. Me da igual hombre que mujer.
    En la vida hay también que aprender a cerrar lo que aabriste
    Rick podía haber completado lo que él creyó que era un acto de heroicidad ( tal vez lo fue) con algo de compasión hacia ella y hacia la historia vivida. Un cierre en que demostrara madurez y honradez. Simplemente, por lo vivido.

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