No hace falta estar en pleno viaje lisérgico para percibir que de una forma u otra todo en este mundo está conectado, simplemente la mayor parte de las veces no somos capaces de ver la relación entre hechos aparentemente independientes. Por eso es interesante coger un hilo cualquiera, ir tirando de él y ver hacia dónde nos lleva. Por ejemplo, ¿cuál es, de haberlo, el vínculo entre un trágico romance protagonizado por el rey de Portugal en el siglo XIV y los cánticos de la afición del Cádiz FC? Probablemente no es el tipo de pregunta que nos hacemos al mirarnos al espejo por las mañanas, jamás hubiéramos imaginado que sin el primero los segundos serían diferentes, pero si continúan leyendo descubrirán el hilo conductor… y de paso alguna cosa más.
Comencemos remontándonos a Inés de Castro, bisnieta del rey Sancho IV que nació en la comarca gallega de A Limia en torno al año 1320. Conoció al infante Pedro poco antes de que este contrajera matrimonio y parece ser que surgió un flechazo de inmediato entre ambos, una relación que fue estrechándose cuando se convirtió en la dama de compañía de su mujer Constanza Manuel. Cuando esta murió durante un parto, Inés y Pedro formalizaron su vínculo casándose en secreto y tuvieron cuatro hijos. Todo esto no era visto con buenos ojos por el padre de él, Alfonso IV, quien recelaba de la dinastía de la que provenía la chica. Así que, siguiendo la recomendación de sus consejeros, aprovechó una ausencia de Pedro para ordenar el degollamiento de Inés en Coimbra el 7 de enero de 1355. Furioso, Pedro se alzó contra su progenitor y dos años después se hizo con el trono de Portugal. Pero su venganza no acababa ahí. Mandó entonces ejecutar a aquellos consejeros haciendo que se les arrancase el corazón y ordenó exhumar el cadáver de su amada, a quien dedicó un funeral con todos los honores, la proclamó reina y a sus hijos, por tanto, legítimos herederos, e hizo descansar sus restos en un mausoleo real donde él más adelante sería también enterrado, no a su lado sino frente a frente, con la esperanza de que en el día de la resurrección al levantarse fuera a ella lo primero que viese.
Una historia de amor tan trágica necesariamente había de ser convertida en leyenda con el paso del tiempo, de forma que alcanzó una altura mítica comparable a la de Abelardo y Eloísa o Romeo y Julieta. Sus vidas fueron enriqueciéndose en las narraciones con elementos cada vez más fantásticos, como que el cadáver de Inés fue desenterrado para ser sentado en el trono, donde fue coronada y sus súbditos, postrados, besaron su esquelética mano, o que el espíritu de ella se le apareciera tras su muerte para aconsejarlo. Esto último es donde nos centraremos, ahí seguiremos tirando del hilo.
La historia fue escrita una y otra vez durante los siglos posteriores por autores españoles y portugueses, desde el Cancioneiro de García de Resende a comienzos del siglo XVI, hasta Reinar después de morir, de Luis Vélez de Guevara en pleno Siglo de Oro español. No obstante durante mucho tiempo se consideró que el Romance del palmero no se había inspirado en la historia de amor de Pedro e Inés, sino que fue reinterpretado y apropiado posteriormente por la tradición literaria. Eso es lo que se creía… hasta que Patrizia Botta, de la Universidad de Roma, publicó este estudio en el que desgrana las razones por las que esta obra tuvo como origen a nuestros dos enamorados. Pero vayamos por partes, ¿qué es el Romance del palmero?
La poesía narrativa medieval era común a toda Europa y si los italianos la llaman canzone, los franceses chanson y los ingleses ballad, en nuestro país adquirió el formato conocido como «romance», es decir, poemas de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares, mientras los impares quedan sueltos. La rima facilitaba su memorización, dado que se transmitían oralmente… Hasta la invención de la imprenta, cuando uno de los primeros en pasar a este formato fue el Romance del palmero (también conocido como Romance de la aparición), en una recopilación del finales del siglo XV llamada Cancionero de Londres. Este es:
Yo me partiera de Francia,
fuérame a Valladolid.
Encontré con un palmero,
romero atan gentil.
«Ay, dígasme tú, el palmero,
romero atan gentil,
nuevas de mi enamorada,
si me las sabrás dezir».
Respondiome con nobleza,
él me fabló y dixo así:
«¿Dónde vas, el escudero,
triste, cuitado de ti?
Muerta es tu enamorada,
muerta es que yo la vi.
Ataút lleva de oro
y las andas de un marfil.
La mortaja que llevava
es de un paño de París.
Las antorchas que le llevan,
triste, yo las encendí.
Yo estuve a la muerte della,
triste, cuitado de mí.
Y de ti lleva mayor pena
que de la muerte de sí».
De qu’esto oí yo, cuytato,
a cavallo iva y caí.
Una visión espantable
delante mis ojos vi.
Hablome por conortarme,
hablome y dixo así:
—«No temas, el escudero,
no ayas miedo de mí.
Yo soy la tu enamorada,
la que penava por ti.
Ojos con que te mirava,
vida, no los traigo aquí.
Braços con que te abraçaba
so la tierra los metí».
—«Muéstresme tu sepoltura
y enterrarme [é] yo con ti».
—«Biváis vos, el cavallero,
biváis vos, pues yo morí.
De los algos deste mundo
fagáis algund bien por mí.
Tomad luego otra amiga
y no me olvidedes a mí,
que no podés hazer vida,
señor, sin estar así».
Como podemos ver no se mencionan los nombres de los protagonistas, de ahí que durante mucho tiempo no se vinculasen con Pedro e Inés. Sin embargo hay indicios significativos, como que ella muriese joven, de forma violenta y en ausencia de él, y que este le respondiera «Muéstresme tu sepoltura y enterrarme [é] yo con ti», ¿recuerdan lo que decíamos de que fueron enterrados uno frente al otro? Pero el dato fundamental lo muestra Patrizia Botta al señalar la versión que perduró en Marruecos del romance a través de los judíos expulsados en 1492, que incluye estos versos:
Ya murió la flor de mayo
ya murió la flor de abril
ya se murió la que fuera
reina después de morir
Ese último verso salta a la vista que alude a nuestra Inés. Lo más interesante es que el romance continuó transmitiéndose oralmente en nuestro país generación tras generación, así que cuando el hispanista Gerald Brenan llegó a Andalucía en la primera mitad del siglo XX pudo escucharla y la transcribió así:
«¿Dónde vas, buen caballero?
¿Dónde vas tú por ahí?»
«Voy en busca de mi esposa:
hace tiempo que no la vi».
«Tu esposa ya se ha muerto:
muerta está, que yo la vi,
y las señas que llevaba
yo te las puedo decir».
«Llevaba un vestido blanco
con estrellas de marfil
y el velo que la cubría
era un rico carmesí».
«Los zapatos que llevaba
eran de un rico charro,
regalados por Alfonso
la noche que se casó».
«Cuatro duques la llevaban
por las cortes de Madrid».
Al pasar por un barranco,
una sombra vi salir.
Contra más me quito de ella,
más se acerca para mí.
«No te asustes, caballero.
No te asustes tú de mí».
«Que soy tu querida esposa
que te salgo a recibir».
«Si eres mi querida esposa,
echa los brazos por mí».
«Los brazos que te abrazaban
a la tierra se los di.
Cásate, buen caballero,
cásate, no estés así».
«La primer hija que tengas
ponle Laura como a mí.
Esas dos hijas que tienes
sácalas a divertir».
En su obra Al sur de Granada también resalta su melodía, que describe como «insistente e inolvidable» ¿Cómo era? Basta con ir al Fondo de Música Tradicional del CSIC, pinchar en el audio y podremos escucharla, seguro que les resulta familiar. Curiosamente unas décadas antes la muerte de María de las Mercedes, cuando apenas estaba recién casada con Alfonso XII, hizo que se cantase por Madrid: «¿Dónde vas, Alfonso XII, / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi». De nuevo un rey con el corazón roto tras quedarse viudo… Sin embargo si continuamos tirando del hilo llegamos a un lugar inesperado. Como el propio Brenan señalaba en la obra mencionada, la cancioncilla había saltado al otro lado del Atlántico mediante la inmigración que recaló en Hispanoamérica, de tal forma que «durante la fiebre del oro de 1849 en California, los mineros americanos e ingleses llegaron a estar tan cansados de oírla cantar a sus camaradas mexicanos un día tras otro que la parodiaron».
Esa parodia conservó la música pero alteró la letra, que ahora narraba algo diferente aunque no menos triste, pues describe a un minero desolado por la muerte de su hija. Su título era «My Darling Clementine». El tema gustó a John Ford y dio título a una de sus películas —que en nuestro país se conoció como Pasión en los fuertes— cuyos títulos de crédito la utilizaban de la forma tan original que pueden ver a continuación:
Desde entonces conoció múltiples versiones, como esta que suena tan bien de Connie Francis, o esta otra con un toque jazzístico de Bobby Darin. aunque por encima de todo se convirtió en Estados Unidos en una canción infantil enormemente popular, como podemos ver aquí o en la versión un tanto perturbadora de los Singamalings. En esto pudo haber quedado el romance, pero el hilo del que tiramos aún no ha terminado. En 1998 el grupo de música dance Dario G utilizó esa melodía para la canción oficial del Mundial de Francia, el tema se llamaba «Carnaval de París». No es de extrañar que se quedara en la mente de muchos aficionados al fútbol, concretamente en la de una hinchada conocida en toda España por su buen humor, la del Cádiz CF. Coreada antes de cada partido o en las mismas gradas con una letra ya muy alejada del original, se convirtió en un cántico muy popular en otros estadios y celebraciones populares (hasta por la propia Selección Nacional tras ganar el Mundial), tanto que grupos como Los Inhumanos la incluyeron en uno de sus discos. Así que ya saben, si este verano en alguna verbena oyen cantar: «Alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual», recuerden el desdichado amor de Pedro e Inés, porque con ellos empezó todo.
Impresionante, me lo he leído de un tirón, viendo todos los vídeos.
También se ha convertido en una canción vasca tradicional:
https://www.youtube.com/watch?v=oOd6dIIvSgE
Bellísimo. Gracias por compartirlo.
Soy cadista, y asiduo seguidor del fondo donde surgió ese cántico. Debido a un extraño complejo esa canción lleva años sin cantarse en Carranza, debido a que en nuestra travesía por el desierto de la Segunda B, muchos aficionados y periodistas ( sumado también a críticas de seguidores de otros equipos,) achacaron el mal devenir deportivo del equipo a la poca exigencia de la afición tanto con dirigentes como con las diferentes plantillas. Creo que también ha debido influir su masificación, se ha cantado estos años en cualquier fiesta o verbena de España. Para mí sin embargo es un orgullo que de ese fondo haya salido la canción más popular del fútbol español, que obviamente no debe ser tomada por literal ( los cadistas los primeros) sino como una muestra del espíritu de nuestra afición. Magnífico artículo!!
El gilipoyismo de cierta aficción gaditana se extiende por toda España, desgraciadamente gilipoyas los hay por todas partes.
gilipoyismo, aficción,…Se comenta por sí solo tu comentario y tu nivel
El romance de Alfonso y Mercedes llegó también al sur de Sudamérica. https://www.youtube.com/watch?v=Om9UsNPoIWo
Y mis profesores de japonés usaban la melodía de Clementine como ayuda mnemotécnica para memorizar la flexión de «gerundio»: i chi ri -tte, mi bi ni -nde, ki -ite, gi -ide, shi -shite.
Me asombra que ambas cosas estén conectadas.
Rafael de León y el maestro Manuel Quiroga mantuvieron parte de la letra y la música en la canción «Almudena» de 1941, que cantó Concha Piquer. En el estribillo de dicha canción.( Cantan unos niños por la Plaza de Oriente):
Almudena, mi Almudena,
dónde vas tú por ahí?
Voy en busca de mi amante
que ayer tarde no lo vi.
Nosotros sí que lo vimos
con el Rey ir y venir,
dando el brazo a una duquesa
más bonita que un jazmín…
El romance de la aparecida se perpetúa así. No sabía lo del himno futbolero
Es maravilloso leer esta historia.
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