Donald Glover está en racha. O casi siempre lo ha estado, pero ahora parece ya imparable. No le faltó trabajo en sus inicios como actor, pero además de su exitosa carrera musical como rapero, está a punto de encarnar a Lando Calrissian (sí, ese Lando Calrissian) en una futura película de la saga Star Wars. Por si fuera poco, y esto es algo que no puede comprarse con dinero, ha demostrado a quienes todavía no lo tenían en su radar que es un tipo con muchísimo talento, produciendo y protagonizando (amén de escribiendo varios episodios) una de las series más elogiadas de la parrilla televisiva, con la que ha ganado dos Globos de Oro, un premio del American Film Institute y otro del Gremio de Guionistas, por citar los más resonantes. Hablo de esa pequeña delicia titulada Atlanta. Una comedia que no contiene risas enlatadas ni chistes que resulten siempre obvios, pero que es una de las series más inteligentes que se han estrenado en tiempos recientes.
¿Sobre qué trata Atlanta? Es difícil resumirlo en una frase. En cada uno de sus diez brevísimos episodios los guionistas se las arreglaron para realizar una hilarante sátira sobre muchos aspectos de la sociedad estadounidense y del mundo actual en su conjunto. El personaje principal es Earn (interpretado por el propio Donald Glover), un individuo que está en la ruina y tiene una vida bastante desestructurada: es padre de una hija, pero no tiene casa propia y todavía duerme en casa de su exmujer. Como no parece dársele bien ningún trabajo normal y ni sus padres le dejan entrar en su casa porque están hartos de que les pida dinero, pretende convertirse en mánager de su primo Alfred (Brian Tyree Henry, fantástico en su papel), un camello que bajo el seudónimo «Paper Boi» está empezando a hacerse un nombre en el mundo del rap gracias a su publicitada participación en un tiroteo. El interés de Earn por abrirse camino en la industria musical no está acompañado de talento específico alguno, y en bastantes momentos recuerda a Danny Rose, aquel inútil representante de actores que interpretó Woody Allen en Broadway Danny Rose. Es perfectamente consciente de ser un desastre como padre, como pareja y como individuo productivo en general; su estrategia para corregirlo es bastante estrafalaria, pero va abriéndose camino —más o menos— con una carambola detrás de otra; su propia trayectoria parodia con ácido sarcasmo la vieja y discutible idea de que quien busca el éxito con ahínco siempre lo consigue.
Su primo Paper Boi, aunque es bastante más callejero y seguro de sí mismo, tiene problemas para asimilar su incipiente popularidad, basada en una imagen de gánster violento que lo incomoda mucho (sobre todo porque, ¡se corresponde con la verdad!), mientras que poca gente, exceptuando a los adolescentes sin cerebro, parece tomarse en serio su chapucera música. Vanessa, la exmujer de Earl (Zazie Beetz), es también inteligente pero bastante más organizada, aunque su vida parece condenada al fracaso por más que se esfuerce para intentar mejorar su condición social. El cuarteto protagonista se completa con Darius (Keith Stainfield), una especie de Aristóteles de barrio que parece vivir en un constante viaje psicodélico. Sin embargo, como digo, ese hilo argumental de los pinitos de los dos primos protagonistas en la industria musical es una mera excusa para buscar la faceta ridícula en cada situación en que se ven envueltos, lo cual se traduce en una constante burla de la sociedad americana.
Glover y los demás guionistas sorprenden con un humor muy elaborado, que por momentos incluso recuerda a algunas antiguas películas del mencionado Woody Allen, sobre todo aquellas en que la parodia era a veces tan poco evidente que muchos espectadores se la perdían y pensaban que Allen estaba componiendo un retrato «serio» de los típicos culturetas neoyorquinos, cuando en realidad se estaba riendo de ellos (y por lo tanto, de sí mismo). Atlanta tiene un enfoque similar: hay episodios, sobre todo los primeros, que ni siquiera parecen una comedia. No siguen los patrones habituales del género: hay muchas secuencias que parecen sacadas de una serie dramática convencional; sin embargo, justo en el momento donde una serie convencional pasaría a la siguiente escena, Atlanta la prolonga añadiendo un detalle final (una frase, la reacción de algún personaje, etc.) que convierte todo lo anterior en comedia. Cuando empezó a emitirse, quienes no sabían qué tipo de serie estaban viendo pudieron quedar bastante descolocados. Conforme avanzan los episodios, eso sí, el tono de farsa se hace más evidente, y la misma serie que al principio era de género dudoso puede llegar a parecer un sketch de Saturday Night Live. Vamos, en que la única temporada que se lleva emitida hay humor en todos los registros y para todos los gustos.
Los capítulos son muy breves, apenas veinticinco minutos, pero tienen la enorme virtud de que pueden ser vistos más de una vez, porque apenas hay un momento que no tenga dobles lecturas o que no encierre una crítica mordaz hacia alguien o algo. Se lanzan pullas contra tantos objetivos que es imposible hacer un resumen: la prensa, la industria musical, la obsesión por los famosos, el puritanismo hipócrita y censor de las redes sociales, el racismo (y el antirracismo artificial y exagerado), la glorificación de la violencia (la inolvidable secuencia en una galería de tiro, ¡impresionante!), el sistema policial, etc. La serie se burla a los ricos y poderosos, pero también, y con bastante razón, de los tics más irracionales de la gente común. Dentro de cada episodio, además, puede haber variaciones de tono y el espectador ha de estar preparado para descifrar diversos tipos de humor. Tan pronto dudamos sobre la seriedad de un diálogo como los guionistas se descuelgan con alguna ocurrencia completamente enloquecida (quién podría olvidar el coche invisible de un jugador de la NBA o la aparición de Justin Bieber, que en la serie, ¡es negro!).
Incluso hay un episodio entero que simula la retransmisión de una emisora ficticia, la Black American Network, y vemos un debate en el que dos invitados discuten sobre un «transracial», esto es, un negro que se siente blanco y está decidido a operarse para cambiar de raza (el cirujano dice que puede hacerse pero que «quedará raro»), todo ello aderezado con espacios publicitarios completamente delirantes. En otras palabras: con Atlanta uno nunca sabe lo que se va a encontrar en cada nueva entrega, y eso, por descontado, es un aliciente extra. Los guiones son políticamente incorrectos, pero no de una manera chusca o facilona, y si los guiones no levantan más ampollas es porque las burlas hacia los asuntos más delicados están engarzadas en la historia con mucha habilidad. Atlanta dice cosas que pocas series o películas se atreven a decir, pero con un engañoso aire de ligereza que hace fáciles de asimilar incluso las críticas más peliagudas. En ese sentido, recuerda por ejemplo a la entrañable The Unbreakable Kimmy Schmidt, aunque con un pelín más de mala leche (y no es que The Unbreakable Kimmy Schmidt no tenga mala leche bajo esos falsos aires de humor «inocuo» para todos los públicos, porque desde luego la tiene).
El consenso crítico y el aluvión de premios que siguieron al estreno de Atlanta no son injustificados, en absoluto. Pocos guiones cómicos han sido tan estimulantes en la televisión de los tiempos más recientes; supura agudeza y atrevimiento por todos los poros, y sobre todo sorprende continuamente con giros y ocurrencias que van mucho más allá de lo evidente. Por fortuna la serie ya ha sido renovada para una segunda temporada que se estrenará en 2018. Solamente cabe confiar en que mantenga el nivel de la primera, porque con tres o cuatro temporadas iniciales de calidad (vamos, lo que se puede esperar razonablemente de una serie antes de que decaiga) estoy convencido de que se convertirá en una referencia para comedias que vengan después. Muy recomendable; si le pillan el punto verán sus diez episodios más de una vez, se lo garantizo.
Bueno Donald Glover también se destaca en música. Para más referencias goggleen Childish Gambino
Gran recomendación, la vi a lo largo del día y es bastante adictiva.
muy buen humor :)
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