Cine y TV

Señores académicos: denle ya un Óscar a Michael Shannon

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Nocturnal Animals, 2016. Imagen: Universal Pictures.

Las votaciones para los premios Óscar, sobre todo los concedidos a la interpretación, son básicamente un concurso de popularidad. Por lo general son un premio a la fama. A veces son también una manera de premiar a actores por el prestigio que tienen entre la crítica. Uno no se puede tomar los Óscar muy en serio; están bien como recordatorio histórico —desde luego no son tan irracionalmente absurdos como los Grammy—, pero no es raro que al mirar atrás nos cueste entender determinadas nominaciones, o la falta de ellas. En cualquier caso, nos guste o no, es el premio cumbre de la cinematografía y está bien que se lo concedan, por lo menos de vez en cuando, a alguien que se lo merezca.

Cuando escribí un artículo sobre la breve pero intensa filmografía del director estadounidense Jeff Nichols dije que su actor fetiche Michael Shannon me parecía el mejor intérprete estadounidense de su generación. De hecho, creo que es el intérprete más en forma en el cine americano desde hace más de una década, y estoy convencido de que apenas tiene rivales en la actualidad. El público está tardando en descubrirlo, porque Shannon se ha pasado años trabajando como secundario en las producciones de Hollywood que ve todo el mundo o como protagonista en películas independientes. Sus papeles más populares han sido algunos de los más estereotipados, como el agente Van Alden en la serie Boardwalk Empire o el general Zod en El hombre de acero y Batman contra Superman. Quien solamente lo conozca por estos trabajos no se puede hacer una idea de la magnitud de su talento; por eso creo que era buena idea hacer un repaso de algunos momentos clave de su carrera.

Esa carrera nunca ha vivido una gran explosión, en el sentido de que nunca se ha convertido en una superestrella. Su estatus en el cine ha evolucionado más bien como una hoguera que tardó tiempo en hacerse visible, pero que ya nadie puede apagar. Hace quince años, apenas eran conscientes de su potencial unas cuantas personas de la industria, pero hoy no existe crítico cinematográfico que no lo cuente entre los mejores actores del momento, y los productores y directores se pelean por sus servicios (solamente en 2016 participó en diez largometrajes, seis de ellos como protagonista). Película tras película —tiene cuarenta y dos años, pero nada menos que sesenta y cinco películas a sus espaldas— ha aprendido los secretos del oficio y cimentado un prestigio que ahora está alcanzando su punto álgido. Hay un ejercicio muy interesante que consiste en leer críticas de las películas en las que ha aparecido a lo largo de los años. Debutó en el cine haciendo un pequeño y anecdótico papel de jovenzuelo atontado en la famosa Atrapado en el tiempo. Era 1993 y tenía dieciocho años.

Procedente del teatro, en el que ha trabajado desde que dejó los estudios en la adolescencia, su carrera cinematográfica no alcanzó regularidad hasta 1999, pero hacia 2002-2003 algunas de sus breves intervenciones le ganaban ya comentarios favorables en prensa, incluso cuando aparecía en películas nefastas. En 2006-2007 era ya raro que no se señalase su aparición como uno de los puntos álgidos de cada largometraje. En 2008 obtuvo la primera de sus (hasta ahora) dos nominaciones al Óscar como actor secundario. Para entonces ya estaba claro que Shannon, con una pasmosa facilidad, se las arreglaba para robar escenas y merendarse a los compañeros de reparto en numerosas ocasiones. Desde 2010-2011 prácticamente no hay un largometraje en el que aparezca donde no brille con luz propia. Su nombre no está en lo alto de los carteles junto a los de las mayores superestrellas y, sin embargo, ya no queda nadie en la industria cinematográfica estadounidense que no sepa que es uno de los más grandes intérpretes en activo. Su nivel ha llegado a ser tan, tan alto que compensa verlo trabajar incluso en mitad de algunos productos mediocres.

Shannon empezó como actor de teatro en la adolescencia, y nunca ha dejado los escenarios, ni siquiera cuando su agenda en el cine se ha ido volviendo cada vez más frenética. Siempre se ha tomado muy en serio su trabajo; es casi chocante verlo en algunas películas mediocres entregándose en su papel como si le fuera en ello toda su futura carrera. Muchísimos periodistas comentaron con asombro su entrega en el papel de general Zod en El hombre de acero, la más bien superflua revisión de Superman que nadie se tomó muy en serio. Y eso que por entonces, aunque no muy conocido del gran público, Shannon ya no necesitaba volcarse en una superproducción para asegurarse contratos. Podría haber hecho el papel con desgana y nadie lo hubiese culpado; todos hubiesen entendido que el actor secundario más en alza del momento se metiera en el bolsillo un suculento cheque por trabajar a medio gas en una de superhéroes. Todo Hollywood deseaba contratarlo. De hecho, había sido el propio director de El hombre de acero, Zack Snyder, quien le había ofrecido el papel, ¡sin hacerle siquiera una audición! Pero Shannon, como de costumbre, se metió de lleno en el papel de Zod y se convirtió en el único elemento de la película que obtuvo el consenso de la crítica. Un consenso que Shannon lleva diez años forzando a base de impresionantes interpretaciones tanto en largometrajes cuyo guion le ha seducido como en otros en los que no creía demasiado.

Resumir su trayectoria es bastante complicado; el gran público (al que Shannon, con su característica ironía, llama «G. P.») lo conoce por unos pocos papeles, y ha sido a raíz de su segunda nominación cuando algunos han empezado a descubrir la variedad y riqueza de su currículum. Como hablar de todas sus películas ocuparía un libro, hablaremos de parte de ellas. No se trata de una lista de recomendaciones, porque algunas de estas películas no son muy buenas (otras sí), sino más bien de intentar describir momentos que definieron su evolución en la gran pantalla. Cuando yo digo (y no soy el único) que Michael Shannon es probablemente el número uno, no hablo de un intérprete surgido de la nada. Ha trabajado tanto y se lo ha tomado siempre tan en serio que ha terminado desarrollando un arsenal de herramientas con las que es capaz de eclipsar a casi cualquiera. El que le den por fin un Óscar es cuestión de tiempo, en realidad, pero nunca está de más reivindicar la grandeza de un tipo que en España todavía no es popular, pero que podría terminar siéndolo; en Estados Unidos, de hecho, tiene cada vez más seguidores porque es difícil verlo en dos o tres films y no terminar interesándose por sus películas anteriores. Así pues, hagamos un repaso; incompleto, pero confío en que ilustrativo. Por cierto, lamento que las escenas que enlazo estén en inglés sin subtítulos (no las encuentro de otro modo), pero aun así creo que incluso quienes no controlan el idioma pueden hacerse una idea.

Chicago Cab (1997)

Adaptación de la obra teatral Hellcab, que narra la jornada de un taxista que va recogiendo a clientes de lo más estrafalario. Shannon interpreta a un punk pasado de vueltas; tenía veintidós años cuando se rodó, y este es uno de los papeles heterodoxos a los que iba optando mientras continuaba centrándose en los círculos teatrales de Chicago. Sin un particular interés en cultivar una carrera en el séptimo arte, eran precisamente sus contactos teatrales los que le facilitaban estas pequeñas incursiones en el celuloide. Aunque sobre las tablas encarnaba a otra clase de personajes, su habilidad para hacer de tipo raro y sus bug eyes (‘ojos de loco’) lo convertían en un actor ideal para encarnar a individuos alocados y amenazantes, faceta que se iría profundizando con el tiempo.

Pearl Harbor (2001)

Su primera participación como secundario en una gran producción de Hollywood Shannon la recuerda con indisimulado desprecio. En una hilarante entrevista describió cómo consiguió el trabajo durante una caótica audición marcada por la improvisación: «El guion era basura total, no podías ni hacer una audición con eso, porque era la mierda más estúpida imaginable». El director Michael Bay se limitó a decirle: «¡Haz algo gracioso!». Shannon lo hizo, a lo que Bay respondió: «¡Eres gracioso!». Shannon, con su típico humor seco y descarnado, recordaría con sorna que en eso consistió su prueba, en hacer algo gracioso para «una película sobre nuestra gran tragedia nacional». En cualquier caso, en el film demostraba su finura para la comedia, faceta que nunca ha sido demasiado explotada a causa de su encasillamiento en papeles más dramáticos y complicados, y le sirvió para volver a repetir como secundario —haciendo de neonazi del KKK— bajo las órdenes de Michael Bay en Bad Boys II… aunque dudo que Bay quiera volver a contratar a Shannon después de que este lo haya ridiculizado alguna que otra vez.

8 Mile (2002)

En la película del rapero Eminem, Shannon tenía algunos minutos más interpretando al novio de la madre del protagonista, encarnada por Kim Basinger. Con ella rodó su primera escena de sexo, que después describió con su ironía marca de la casa: «Rodar escenas de sexo en el cine es como practicar sexo de verdad, salvo porque no obtienes nada de placer, pero sí están ahí todo el horror, el miedo, la ansiedad, la tristeza, la soledad… todo eso sí que está ahí». Aunque le hiciese poca gracia retozar ante la cámara con la Basinger, y aunque resultase poco creíble verlo sacudido por un Eminem al que saca dos cabezas de estatura, Shannon atrajo la atención de algunos críticos, aunque cabe recordar que la mayor parte de la crítica estaba demasiado ocupada alabando las labores interpretativas de la estrella absoluta del film, esto es, de Eminem. Pero poco a poco, Shannon iba acercándose al nivel que, por lo que cuentan, ya mostraba sobre los escenarios.

Grand Theft Parsons (2003)

Una de las historias más rocambolescas de la historia del rock —el robo del cadáver de Gram Parsons por parte de su road manager, que había prometido darle un funeral en el desierto— fue llevada a la pantalla por iniciativa de Johnny Knoxville, el de Jackass, que se reservaba el papel principal. Por desgracia, el genial argumento fue arruinado en esta adaptación, que no convenció a casi nadie. Ciertamente, la película es bastante floja, pero Michael Shannon destacaba sobre el resto del reparto y su interpretación de un carismático hippie era, con diferencia, lo mejor. Su habilidad para medir cada gesto, para pronunciar cada frase con el tono perfecto y para pasar de la comedia a la seriedad en cuestión de décimas de segundo le permitieron robar cada secuencia en la que aparecía, aunque solamente pronunciara unas palabras.

Bug (2006)

Una figura clave en sus inicios como actor fue Tracy Letts, autor teatral que en cierto modo lo tomó como protegido, permitiéndole protagonizar dos de sus obras, con las que Shannon giró por los Estados Unidos y hasta Inglaterra. Ambas fueron llevadas al cine. Una de ellas, Killer Joe, sería rodada con Matthew McConaughey en el papel principal. La otra, Bug, contaría con el propio Shannon en su primer papel protagonista de relevancia. La película narra la extraña historia de amor entre una mujer adicta a las drogas y un tipo solitario y retraído: ambos empiezan a obsesionarse con una supuesta invasión de insectos y van cayendo en una imparable espiral de paranoia en la que cada uno alimenta las obsesiones del otro. Por desgracia, poca gente entendió la película. Dirigida por William Friedkin —autor de El exorcista— fue publicitada como «terror psicológico», cosa que NO es, y, claro, quienes esperaban encontrar un flick de terror quedaron decepcionados. Bug en realidad es una muy angustiosa tragedia repleta de simbolismos, misterios y dobles lecturas (hay por ahí teorías muy interesantes sobre lo que significa cada elemento del film), y Shannon desplegaba quizá por primera vez en la pantalla el arsenal del que hacía gala en el teatro. Con todo, es también una de las escasas ocasiones (no sé si la única) en que Shannon, pese a realizar un trabajo exquisito, es eclipsado por su coprotagonista, una brillantísima Ashley Judd que sin duda está en uno de los momentos más sublimes de su carrera. Vean el horrorosamente engañoso tráiler que vendía Bug como una película de terror para adolescentes cuando en realidad es un drama psicológico para adultos. Es una película retorcida y bastante recomendable, siempre que sepan bien a lo que se van a enfrentar.

Shotgun Stories (2007)

Primera colaboración con el entonces desconocido Jeff Nichols. Una película casi amateur —pero de resultado profesional—, rodada con cuatro duros y en la que Shannon participó en contra de los consejos de todo su entorno. No me extenderé mucho porque ya hablé de ella en el artículo sobre Nichols: es una historia de venganza rural entre dos grupos de hermanos que comparten un mismo padre. Shannon, pese a lo hierático de su personaje, empieza a estar ya en un nuevo nivel, con el que iba a encandilar a la industria y la crítica durante la siguiente década. La palabra clave, quizá, es intensidad. Con un tono apagado y sin apenas gesticular, Shannon podía convertir a voluntad cada escena en un torbellino emocional. La del siguiente vídeo es un mini-spoiler de lo que sucede al inicio de la película, pero ahí la dejo para que le echen un vistazo si no les importa destriparse el primer tercio de la historia.

Revolutionary Road (2008)

El primer gran salto adelante. Esta película, basada en una famosa novela, narra la descomposición de un matrimonio que se debate entre perseguir sus sueños o apalancarse en una vida rutinaria similar a la de todos sus amigos y vecinos. Era la ansiada reunión entre Leonardo DiCaprio y Kate Winslet diez años después de Titanic, y estaba cuidadosamente concebida para que sus dos protagonistas (y una de sus secundarias, Kathy Bates) fuesen nominados a los Óscar. Sin embargo, un por entonces desconocido Michel Shannon se las arregló para conseguir la nominación y eclipsar a sus ilustres compañeros pese que su personaje aparecía pocos minutos en pantalla, solo en dos o tres escenas. Dicho de otra manera: el pez chico llegó y se comió a los grandes como si tal cosa. Shannon interpretaba a John Givings, un brillante matemático atormentado por problemas mentales que después de haber sufrido tremendos tratamientos de electroshock había quedado al cuidado de sus padres, incapacitado para valerse por sí mismo. Shannon ya había encarnado a un enfermo mental en Bug, pero este John Givings era muy distinto: un personaje bufonesco, tragicómico y shakesperiano, que pese a su supuesta locura es el único capaz de decir las verdades, ejerciendo como Pepito Grillo y como portavoz de lo que el público está pensando sobre el cochambroso matrimonio de los protagonistas. Es difícil expresar con palabras la facilidad con la que Shannon se merienda a un DiCaprio que sobreactúa como de costumbre y a una Kate Winslet que está algo mejor que Leo, pero a la que también se la ve artificiosa en algunos momentos, como demasiado preocupada en generar «escenas para el Óscar». Las pocas veces que Shannon aparece en pantalla es como si uno de los personajes de un cuadro inmóvil cobrase vida. Aunque lo más ilustrativo es lo que contó la directora de casting sobre la audición de Shannon para hacerse con uno de los papeles secundarios más codiciados del año. Shannon llegó a la prueba; ella leyó la parte de Kathy Bates (la madre de John Givings) y Shannon, en un momento dado del diálogo, debía girarse hacia ella y decirle que se callase. Lo hizo con tal poder de convicción que la directora de casting dijo después que era «la única vez que he salido emocionalmente afectada de una prueba». Así se explica que alguien con tan poco nombre se colase en una producción por la que se peleaba medio Hollywood. Después, con la nominación, solamente se materializó lo que todos los críticos ya habían expresado en sus reseñas: que, aun rodeado de grandes estrellas, Shannon se había apoderado de la película con un par de secuencias. Este vídeo sí que es spoiler, pero lo enlazo porque es la demostración empírica de cómo un secundario se merienda a las estrellas del cartel. La última frase, en concreto, es de esos momentos que a un actor le suponen premios y elogios de todo tipo.

My Son, My Son, What Have You Done? (2009)

Una oportunidad perdida. David Lynch le produjo una película al director alemán Werner Herzog. La historia, basada en un suceso real, era muy interesante: un tipo que enloquece al creer que ha contactado con Dios y que mata a su propia madre con una espada (esto no es spoiler, pues sucede al principio mismo del metraje). Shannon, por tercera vez, interpretaba a un enfermo mental en un papel importante, y el personaje parecía hecho a su medida. Por desgracia, Herzog no estuvo nada inspirado y la película, salvo alguna secuencia interesante, resultó ser un desastre en casi todos los sentidos. Plagada de buenos actores (Willem Dafoe, Chloë Sevigny, Udo Kier), ninguno de ellos parecía saber muy bien lo que estaba haciendo, y la culpa sin duda fue de Herzog, porque es mucha casualidad que todos pareciesen repentinamente perdidos. El propio Shannon brilla poco, cosa muy, muy rara en él. Tan grave es la cosa, que solo hay un momento 100% Shannon: cuando el protagonista le muestra a su prometida la casa que quiere comprar; cuando ella le dice que no tiene dinero, él responde: «¿Y qué? ¿Y QUÉ?», y en cuestión de segundos vemos cómo pasa de ser una persona casi normal a un demente a punto de descarrilar. Apenas hay nada más rescatable en el film. Una lástima que Herzog no aprovechara los increíbles mimbres con los que contaba (vean la escena y escuchen la música que Herzog le puso de fondo, ¿en qué demonios estaba pensando? Pues así todo el largometraje, oigan).

The Runaways (2010)

Descafeinado y repleto de clichés aunque entretenido biopic sobre el famoso grupo de rock de los setenta. Las dos actrices protagonistas estaban muy bien en sus respectivos papeles: Kirsten Stewart como la legendaria Joan Jett (no sigo mucho a Stewart, pero admito que cumple poniéndose los zapatos de semejante mujer, ¡y no era fácil!) y Dakota Fanning como Cherie Currie, la lolita oficial del rock & roll. Sin embargo, pese al buen trabajo de ambas, se puede aplicar lo mismo que con Revolutionary Road, porque la película adquiere nueva vida cada vez que Shannon se deja ver como Kim Fowley, el excéntrico (y en la vida real bastante desagradable) mánager de la banda. Ver a Shannon es como ver a Fowley, y al final se echa de menos que no aparezca más veces.

Boardwalk Empire (serie de televisión, 2010 en adelante)

Shannon nunca ha mostrado gran interés por trabajar en televisión, pero cuando Martin Scorsese lo llamó no pudo decirle que no. Al principio se mostraba reacio por temor a que su personaje, el detective Van Alden, un fanático religioso, pudiera contribuir a encasillarlo más en los papeles de trastornado o de tipo intimidante que tan bien se le dan. Scorsese lo convenció diciéndole que Van Alden iba a ser un personaje mucho más normal, pero Shannon terminaría decepcionado al comprobar sobre la marcha que estaba interpretando a un individuo con varios cables sueltos, justo lo que había querido evitar. La serie le proporcionó unos ingresos regulares durante varios años y le otorgó nueva popularidad, pero Shannon no la recuerda con especial cariño y produce la impresión de estar algo arrepentido de haber aceptado. También dice que le gustaron las dos primeras temporadas pero que después la serie se volvió «repetitiva». En cualquier caso, en Boardwalk Empire tiene, cómo no, unas cuantas secuencias memorables. Esta secuencia es spoiler, claro (pase a leer la siguiente película si no quiere que le destripe lo que sucede con el personaje), pero siempre es divertido recordar lo que ocurre cuando Van Alden intenta reconvertirse en un honrado vendedor de planchas y alguien comete el error de burlarse de él.

Take Shelter (2011)

Segunda colaboración con Jeff Nichols. De esta película también hablé en su momento: creo que es, por ahora, la obra mestra de Nichols (pese a que era solamente su segundo largometraje) y probablemente la interpretación más impresionante de Shannon. Volvía a meterse en la piel de un hombre con problemas mentales: esta vez un obrero de la construcción, buena persona, que empieza a tener pesadillas y visiones sobre una supuesta tormenta terrorífica que está a punto de llegar. En esta película Shannon cubría todos los registros imaginables. Hay secuencias donde apenas habla y expresa la angustia del personaje con un minimalismo milimétrico, y otras donde explota como en pocas películas se ve explotar a alguien. A Shannon le llovieron los premios y nominaciones y, aunque se lo ignoró en los Óscar (¡grueso error!), fue con esta película con la que muchos descubrieron por fin la magnitud de su talento. Mención especial para Jessica Chastain, una de las pocas intérpretes que durante la última década ha conseguido compartir escenas con él y estar siempre a la altura, y para Shea Whigham, que también da la medida cada vez que aparece. Enlazo un vídeo a la secuencia más recordada, en la que el protagonista pierde los estribos y en plan profeta bíblico anuncia la tormenta a sus paisanos, que ya rumorean sobre sus problemas psicológicos. Las caras de los extras y de la niña que interpreta a su hija son un poema: todos sabían que estaban grabando una escena, claro, pero Jeff Nichols no les había avisado sobre el vendaval que Shannon iba a poner en marcha, y las cámaras captaron sus muy verídicas expresiones de asombro. Teniendo en cuenta que Shannon mide un metro noventa y que cuando levanta la voz hace temblar el aire, no es extraño. En realidad recomiendo ver la secuencia en su contexto (la película es extraordinaria y en todas las escenas está al mismo nivel), pero por si alguien quiere contemplar el poder de Michael Shannon en todo su esplendor, ahí va eso. Agárrense a lo que tengan más cerca, porque esto es un coloso en acción: «There is a storm coming, like nothing you have ever seen!». Acojonante.

The Iceman (2012)

Biopic sobre el temible psicópata Richard Kuklinski, asesino en serie desde su adolescencia, que terminó siendo contratado por la mafia, para la que cometió decenas (tal vez cientos) de crímenes. Es una película más interesante que conseguida. La historia está narrada con cierta frialdad deslavazada, y más allá de que los guionistas se tomen muchas libertades (es una película, a fin de cuentas) el conjunto se resiente de lo que parece una planificación un tanto pobre por parte del director. En cualquier caso, Shannon hace un trabajo fantástico y toda la crítica señaló algo que por entonces era ya la norma: su presencia era lo mejor del largometraje. El auténtico Kuklinski era mucho peor de lo que se narra aquí, pero así lo quería el director, y Shannon puso todo de su parte para mostrar las dos facetas del personaje: un tipo temible en la calle, y un hombre de familia —más o menos— cuando estaba en casa.

Man of Steel (2013)

Shannon tenía ya tanto prestigio en esta época que cuando el directo Zack Snyder lo llamó para encarnar al general Zod, el villano de esta nueva versión cinematográfica de Superman, ni siquiera le pidió que hiciese una audición. El papel era suyo de antemano. Aunque ya había participado en superproducciones antes, era la primera vez que tenía un papel coprotagonista. No defraudó, y la crítica fue unánime en alabar la intensidad de su trabajo en una película que estaba por debajo de lo que Shannon era capaz de hacer. Retomó el papel en Batman Vs Superman, aunque después admitió que se había dormido viéndola. Está claro que esta clase de películas le interesan por motivos económicos, y no me parece mal, pero no por ello descuida su trabajo en ellas. Ni que decir tiene que, junto a Boardwalk Empire, estos dos flicks de superhéroes ayudaron a hacerlo más conocido entre un público amplio que rara vez había oído hablar de él. En esta época de su carrera, Shannon parece incapaz de hacerlo mal ni aun en mitad de películas más bien chorras.

99 Homes (2014)

Después de conocer al director Ramin Bahrani en un festival, aceptó un papel en esta película que trata el tema de los desahucios. Shannon encarna a Rick Carver, un tiburón inmobiliario que se enriquece echando a familias de sus casas. En manos de otro actor, este personaje podría haberse convertido en un villano unidimensional, ya que vive de destrozar vidas ajenas. Sin embargo, Shannon —como era de esperar— le confiere matices inesperados y por momentos casi llega a conseguir que el público sienta simpatía por el hijo de puta al que encarna. Casi todas sus secuencias son memorables, pero si tuviera que destacar una es el monólogo en el que Carver, con una sinceridad perturbadora, cuenta por qué se dedica a lo que se dedica, resumiendo la crisis inmobiliaria desde su punto de vista y explicando cómo funcionan los Estados Unidos. Aquí no grita ni levanta la voz como en otras escenas que he puesto, pero incluso hablando en tono tranquilo es capaz de alcanzar una intensidad tremebunda. Dice cada frase como hay que decirla, es difícil imaginar cómo otro intérprete actual podría mejorar o siquiera igualar esto. Vamos, como pasa con casi todas sus películas desde 2006-2007, merece la pena ver 99 Homes solamente por ver cómo desarrolla su personaje. Lo dicho; un coloso.

Elvis & Nixon (2016)

Como habrán visto, el parecido físico de Shannon con Elvis Presley es completamente nulo, y hasta a él le pareció una locura que lo llamasen para interpretarlo, pero una de las productoras se empeñó en que debía estar en la película y terminó aceptando. Es una deliciosa comedia que especula con lo que pudo ocurrir entre Elvis y el presidente Nixon cuando el famoso rockero visitó la Casa Blanca, dejando como recuerdo una famosa fotografía que aún hoy es la más solicitada en los archivos del Congreso. Shannon, que canta y toca la guitarra en un grupo en la vida real (y no lo hace mal), no era un fan de Elvis, pero se tragó todo el material disponible —películas, conciertos, documentales, biografías— y además contó con la ayuda de Jerry Schilling, amigo de Elvis, quien lo paseó por Memphis y le dio indicaciones durante el rodaje. El resultado es alucinante. Cierto, Shannon no se parece a Elvis, pero se mete en el personaje y para sorpresa de cualquier fan de Elvis (incluido yo) se comporta tal y como se esperaría que Elvis se hubiese comportado en cada una de las situaciones mostradas. No hace una imitación ni una parodia. Cualquiera que haya visto documentales o haya leído biografías varias de Presley reconocerá al instante la inexplicable exactitud con la que Shannon representa al Rey del rock. Lo mismo puede decirse de un fantástico Kevin Spacey, que literalmente fotocopia al auténtico Nixon (además de gran actor, Spacey es un fantástico imitador) y que es el más perfecto contrapunto imaginable. El toma y daca entre los dos actores es fascinante. Es cierto que la película será entendida por quienes conozcan bien el mundo de Elvis y quizá pueda dejar fríos a quienes no, porque todo su humor, bastante sutil en ocasiones, gira en torno a la premisa de que el espectador capte las referencias. Yo me lo pasé en grande. Hay quien se queja porque Shannon no se parece a Elvis, pero eso es una postura bastante infantil. Personalmente creo que nunca había visto a un actor de Hollywood encarnar a Elvis Presley con semejante fidelidad al espíritu del personaje sin imitarlo tal cual (aunque también hay que reconocer el mérito de los guionistas, quienes sin duda estaban muy bien documentados y evitaron los clichés que a menudo se asocian a su figura). La cantidad de pequeños detalles 100% Elvis es demasiado abrumadora como para enumerarlos aquí, pero si conoce usted la biografía de Elvis y tiene una idea de cómo era su carácter en esos años, debería echarle un vistazo a este film. Una vez superada la primera impresión de ese escaso parecido, será como ver a E. deambulando por la Casa Blanca, ¡y eso no tiene precio!

Nocturnal Animals (2016)

Este drama de pareja con ligeros toques a lo David Lynch le valió su segunda nominación al Óscar como actor secundario. Tampoco esta vez lo ganó, pero la diferencia con la primera nominación es que ahora es bastante más conocido y cada vez hay más gente que piensa que ha merecido varias estatuillas a lo largo de los años y que es solo cuestión de tiempo que las consiga. Aquí interpreta a un sheriff de pueblo que investiga un crimen y por enésima vez se merienda al resto del reparto cada vez que aparece. Ha habido intérpretes como Jessica Chastain o Kevin Spacey que han estado a su altura, pero cuando eso no sucede, Shannon es capaz de meterse las películas en el bolsillo aunque no sea el protagonista. Cada una de sus secuencias en Nocturnal Animals es un recital. Mi favorita, que no está en YouTube, es una conversación que tiene con el protagonista en una cafetería, donde demuestra su exquisito manejo de las sutilezas. Pero cada minuto que esté en pantalla vale su peso en oro, porque su presencia escénica es enorme. Como de costumbre, spoiler alert.

Sketch para Funny or Die (2013)

Esto no pertenece a ninguna película, pero es digno de ver. La web de humor Funny or Die invitó a Shannon para que leyese un e-mail que se había hecho viral en los Estados Unidos. Lo había escrito la presidenta de una hermandad universitaria femenina (una sorority) echándoles la bronca y amenazando a sus compañeras con un tono psicopático a la par que involuntariamente hilarante. Shannon accedió a leerla dándole su propia interpretación a las frases (no está ensayado, de hecho se lo ve leyendo en muchos momentos) y el resultado, aunque hablemos de un sketch informal, es verdaderamente tremebundo. El sentido del humor de Shannon está bastante infravalorado, porque es un tipo que apenas hace comedia y en sus apariciones públicas se ríe bastante poco. Casi siempre aparece serio y hasta incómodo ante las cámaras, pero bajo esa cáscara de seriedad se esconde un cachondo mental. Es fácil comprobarlo en sus entrevistas; hay por ahí un podcast donde se pasa más de una hora soltando ocurrencias con su habitual tono serio. Vean el momento de la entrevista para la revista Variety en que describe cómo fue la audición para Pearl Harbor, o la manera en que responde cuando en la presentación de Man of Steel una reportera le preguntó si era fan de Bon Jovi. También es descojonante el momento de los Independent Spirit Awards en el que el presentador Seth Rogen se burlaba de la cutrez de la gala comparada con la de los Óscar, metiéndose con el recinto, etc. En un momento, preparado de antemano con Shannon, Rogen dijo: «Si esto fuesen los Óscar, después de cada broma se vería un plano de George Clooney riéndose y pareciendo increíblemente encantador, pero como esto son los Independent Spirit Awards, después de cada broma veremos un plano de Michael Shannon dando miedo» (looking creepy, una expresión que viene a significar dar miedo y ser un tío raro). Y, en efecto, se ve un plano de Shannon looking creepy.

Pues bien, la capacidad de Shannon para parecer un tipo raro y resultar intimidante, además de para resultar gracioso sin parecer pretenderlo, le fue como anillo al dedo a la lectura de la infame carta de la jefa de la hermandad universitaria, y el resultado es tan acojonante como cabría esperar de él. Ni siquiera en este terreno se me ocurren muchos actores que podrían haber conseguido algo similar. Sí, también creo que este sketch merecía un Óscar, pero bueno. Se lo darán tarde o temprano, porque es simple y llanamente uno de los más grandes.

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5 Comments

  1. Feldestein

    Sí, sí, pero la pregunta es: ¿en qué momento de su vida se parecerá más a Stephen Lang?

  2. Mural

    Emilio, disfruto mucho tus artículos. Enhorabuena.

    Shannon es un gran actor. En Nocturnal Animals logré ver que también puede ser cálido y cercano, despojándose un poco de ese aura de bomba de tiempo a punto de estallar. Creo que puede reconducir su intensidad para papeles memorables donde no necesariamente deba hacer de villano. Ojalá lo logre, pero no sin antes haber sido un villano Bond, pues sería memorable verlo hacer llorar al agente 007.

  3. Los Oscar son una tomadura de pelo, no hagamos caso de a quién se lo dan o a quién no, eso vale para el momento pero no para perdurar como gran actor. Michael Shannon actorazo en todas las pelis que hace. Impresionante como Elvis

  4. Desde que hace años empecé a verlo en pequeños papeles, sentí lo mismo que cuando descubrí al joven Christopher Walken.
    Ambos son dos de mis actores preferidos. Problema: el encasillamiento. Espero que Shannon no cometa el mismo error.

    • Óscar

      Ojalá no se encasille, lo que es un error bastante común en Hollywood. Ya le pasó a Di Caprio, a Jeff Bridges y ni hablar de Jack Nicholson. Ojalá Shannon y Joaquin Phoenix se salven de cometerlo.

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