La Generación Jodida

El vilipendiado movimiento Afterpop —también conocido como la Generación Nocilla— lo constituyen un conjunto de escritores españoles nacidos entre 1960 y 1976 que forman una corriente literaria cuya columna vertebral es la transversalidad y lo metaliterario. Herederos de los postmodernos norteamericanos como Pynchon y Wallace, entre sus miembros más destacados se encuentran Agustín Fernández Mallo, Lolita Bosch, Jorge Carrión o Eloy Fernández Porta. Son autores mediterráneos, exploradores, con una mirada curiosa y crítica sobre la cultura en nuestros tiempos. Son hipertextuales.

En contraposición a los nocillas existe otra generación de autores patrios, nacidos en las mismas décadas, de los que nadie habla en conjunto. Son madrileños y dan por hecho que conocemos los barrios y los bares de la capital como si de las numerales calles de Nueva York se tratara. Cultivan el monólogo interno de sus personajes, son bien criados y mal hablados y están jodidos. En sus textos siempre desprecian a las pijas de Serrano aunque desean follárselas. Autores como Juan Vilá, Javier Gutiérrez o Esther García Llovet forman parte de esta Generación Jodida de escritores que, a diferencia de los cotizados e intelectuales afterpop, escriben desde el enfado —tal vez nacido de su escaso reconocimiento en los mass media y la imposibilidad de vivir cómodamente de la literatura.

Legatarios de los beatniks, estos autores narran con fiereza y ritmo las vivencias de unos personajes que se pasean entre el nihilismo y el deseo. Son autores divertidos y, al contrario que sus primos afterpop, sus historias se beben como el agua, o más bien como el calimocho. Violencia y lírica con un estilo punzante que se mueve entre el asombro y el sarcasmo. Leer a estos autores es reencontrarse con los episodios más destroyer de nuestra juventud en acto o en potencia; ya saben de las trampas de la memoria.

Cómo dejar de escribir es la última vuelta de tuerca a lo contado en los párrafos anteriores. Se trata de la nueva novela de Esther García Llovet que publica Anagrama en su colección de Narrativas Hispánicas. En ella, Renfo, el joven protagonista, aborda el duelo de la muerte de su padre, un famoso escritor sudamericano, mientras busca el manuscrito de la que se supone que es la última novela inédita que escribió. A través de este rastreo pasivo de los círculos paternos y con el poder terapéutico de conjurar al muerto, Renfo conseguirá aceptar al padre que lo abandonó en Suiza cuando tenía diez años, al cutre de su abuelo y a la zorra de Serrano que le pone palote para poder pasar página.

Esther, heredera y a la vez saturada de Bolaño, aprovecha la voz del cabrón del abuelo para desahogarse: «Escribir y escribir y escribir. La puta literatura. Qué aburridos, qué estreñidos, la verdad. Qué poca sangre los escritores. No te fíes de nadie que tiene la misma cara borracho que sobrio». Cómo dejar de escribir refleja el hartazgo de Esther con la ficción y por ello resulta irónico que acabe recibiendo el reconocimiento editorial cuando premeditadamente trataba de ser una estación de término.

Déjenme que les recomiende Cómo dejar de escribir de Esther García Llovet y por extensión El sí de los perros de Juan Vilá y Un buen chico de Javier Gutiérrez. Las tres novelas pueden conformar una trilogía mesetaria de historias corrientes que reflejan con humor y maestría el cabreo, la ansiedad y la frustración de buena parte de su generación.