Gastronomía Ocio y Vicio

Como en España se come en muchos sitios

comida
Fotografía: Joan Vega (CC)

Recuerde el alma dormida, avive el seso y piense en aquella situación que todos hemos vivido: alguien (un amigo, un familiar, un vecino, alguien) regresa de sus vacaciones en algún lugar exótico y nos enseña con orgullo sus fotos en las que aparece satisfecho al lado de un sonriente lugareño con una camiseta de la selección. Frases del tipo «este fue nuestro conductor, le cogimos muchísimo cariño», «esta es la tienda de souvenirs de debajo del hotel, muy interesante» o «esto es una cosa muy típica que no sé cómo se llama» salpimentan la velada antes de llegar al dictamen final: «pero qué quieres que te diga: como en España no se come en ningún sitio». Nosotros asentimos sonriendo pensando en esa tortilla de patata tan jugosita que hace mamá y el viajero regresa a casa henchido de orgullo por esa pequeña lección aprendida en su experiencia en el extranjero.

Ese alguien, por qué no reconocerlo, también hemos sido nosotros. Seamos sinceros: todos hemos buscado alguna vez un lugar donde comer huevos fritos con patatas cuando hemos salido de España.

Se trata de un mito recurrente entre las personas que han salido poco de España o que han salido bastante pero haciendo lo posible por comer los mismos platos que en casa. Lo cual es, desde el punto de vista meramente culinario, salir poco de España, pues en pocos contextos se conoce tanto otra cultura como a la hora de comer. No solo por la variedad de platos, sino también por los pequeños ritos, creencias y costumbres al sentarse a la mesa en cada región. En muchas zonas de Japón, por ejemplo, se considera que el uso de palillos en vez de cuchillo y tenedor es más saludable porque pinchar y cortar la comida que va a tener la amabilidad de alimentarnos es una ofensa a esta. Sea o no sea cierto, es un dato que nos ayuda a comprender su refinada forma de pensar.

Cuando decimos que como en España no se come en ningún sitio solemos olvidar el donde fueres haz lo que vieres para meternos en el restaurante español de turno o, peor aún, en el restaurante que sea y nos sorprendemos porque no hay tapa o no hay pan (por Dios, cómo voy a comer sin pan) o vamos al típico restaurante para guiris y nos comemos un plato tan típico como caro y pensamos, cómo no, que como en España no se come en ningún sitio. Haciendo un paralelismo, resulta evidente que si un inglés apareciera en la Puerta del Sol pidiendo fish and chips probablemente los acabaría encontrando, un italiano en las Ramblas se tropezaría con un par de pizzerías y un japonés en Sevilla podría comerse un plato de sashimi. Pero lo más seguro es que nada más salir llamasen a sus familias para decir que como en casa no se come en ningún sitio.

La dieta mediterránea de la que tanto y tantos nos jactamos no es más que el conjunto de recetas perfeccionadas generación tras generación para preparar los alimentos más sanos que se encuentran en nuestra zona geográfica. Ese perfeccionamiento incluyó, por supuesto, las incorporaciones en la dieta de las diversas culturas que fueron pasando por la península, de entre las cuales la revolución gastronómica árabe fue la más importante. No en vano palabras como aceite, azúcar, albahaca y otras tantas de este campo semántico proceden del árabe hispánico. Algo parecido sucede en cocinas como la vietnamita, que fusiona elementos autóctonos con otros procedentes de China y Francia. La cocina tradicional es, por tanto, la más sana que se puede encontrar en cada país. No se trata solo de algo cultural, aunque es innegable que nos gusta nuestra gastronomía porque es a la que estamos acostumbrados desde que éramos pequeños. Nos referimos a un componente evolutivo que ha ayudado al ser humano a sobrevivir en cada parte del mundo: el apetito. Desde un punto de vista darwinista, podríamos decir que descendemos de los individuos que tuvieron apetito, comieron y no (des)fallecieron. El cuerpo, si le escuchamos, nos pide lo que necesita.

En 1939, la doctora Clara M. Davis revolucionó los estudios sobre nutrición al publicar su famoso estudio Results of the self-selection of diets by young children. Durante varios años, Davis ofreció a un grupo de niños de entre seis y dieciocho meses una serie de alimentos sin mezclar para tener claro cuál era el nutriente que elegían. Los pequeños tenían completa libertad para comer en cada momento lo que quisieran, sin la intervención de ningún adulto que decidiera qué era necesario en cada toma y en qué cantidad. Los alimentos se preparaban del modo más sencillo posible y sin especias que alteraran su sabor original. La lista incluía treinta y dos alimentos, aunque nunca se servían todos en la misma toma: algunos eran tan básicos como agua, patatas, leche o plátanos, pero también se ofrecían otros menos frecuentes como hígado, riñones o piña. Todos eran, eso sí, alimentos saludables: es obvio que si a un niño de diez meses le hubieran ofrecido un Kinder Sorpresa, el hígado se lo hubiera comido Rita. El resultado de la investigación fue sorprendente: había días en que solo querían, por ejemplo, pollo para no volver a probarlo hasta mucho después, pero el cien por cien de los niños mantuvo una dieta equilibrada.

A nuestros ojos de principios del siglo XXI, el estudio carece de rigor científico dado que solo se realizó con quince niños; pero estudios posteriores han corroborado una de las principales conclusiones de Davis acerca de la importancia que el apetito tiene en la nutrición: el sabor dulce y el sabor salado eran originalmente la forma que la naturaleza tenía para indicarnos que la comida contenía, respectivamente, vitaminas (como la fruta o la leche materna) o proteínas (la carne y el pescado). La naturaleza no contaba con que seríamos capaces de sacar la sal del mar y el azúcar de la caña en cantidades industriales o inventar los barcos con los que descubrir América y traer cacao. El progreso nos ha llevado a que cuando nos apetece azúcar tomamos un caramelo o una chocolatina y el cuerpo responde agradecido «¡Qué bien, vitaminas! ¡Justo lo que necesitaba!». Ese es el motivo del éxito de la llamada fast food, que suele estar preparada en grandes fábricas donde se mezcla la carne con, entre otros ingredientes, sal y azúcar: lo ideal para que el cuerpo quede contento —y engañado— pensando que le estamos dando todo lo que necesita.

Pero volvamos al tema que nos ocupa: como en España se come en muchos sitios. De hecho, podríamos decir que en todos sitios. No estamos hablando del sabor ni del horario ni de la trascendencia que para nosotros tiene el acto social de comer entre amigos. Si se fijan, estas son cuestiones culturales y por tanto completamente subjetivas: el sabor de la paella (o del cocido o del gazpacho) nos gusta porque nos sitúa en un entorno conocido en el que nos sentimos seguros a la hora de comer sin miedo a sufrir una indigestión o algún trastorno alimentario, pero lo mismo le sucede al inglés con sus fish and chips, al italiano con su pizza y al japonés con su sashimi. Lo que une a todas las gastronomías mundiales es que ofrecen, como sucedía con los niños de Davis, una gran variedad de nutrientes disponibles en nuestra zona geográfica entre los que nosotros escogemos instintivamente para alimentarnos correctamente. Un ejemplo paradigmático de esto es que en la comida de todos los países cálidos está muy presente el picante por dos motivos muy importantes: en primer lugar, porque el sudor que provoca y su consiguiente evaporación proporcionan una grata sensación de frescor ideal para sobrevivir a altas temperaturas. Por otro lado, la capsaicina (la sustancia que se encuentra en las especias picantes y que es la causante de la sensación de ardor) es una gran defensa contra los microorganismos presentes en el agua, la carne o el pescado.

Piensen también que nuestro famoso bocadillo no es más que un modo de combinar los hidratos de carbono del pan con los nutrientes de aquello que pongamos dentro; de este modo, nuestro pan es desde el punto de vista alimenticio exactamente igual que la pasta en Italia, el arroz en el extremo Oriente, el naan indio, la tortilla mexicana o el cuscús magrebí.

Ahora bien, si cuando dicen como en ningún sitio se refieren a la forma de preparar los alimentos, deberíamos aceptar que muchos platos típicos nuestros son deliciosos, qué duda cabe, hasta el punto de que son conocidos internacionalmente. Esa paella, esa sangría. Pero deberíamos recordar que otros, sin embargo, son mirados con recelo en bastantes países. Es el caso de nuestro bienamado jamón, ya que por allá fuera no se comprende bien eso de curar en sal la carne —igual que nosotros no entendemos bien, por ejemplo, el gusto de los japoneses por los alimentos fermentados— y piensan que al no estar cocinado está crudo y, por tanto, es poco saludable. El jamón, además, provoca aprensión en muchas culturas en las que el cerdo es un alimento prohibido (prohibición religiosa con un origen antropológico ya que la carne de cerdo se conserva mal en países desérticos, pudiendo provocar triquinosis). Añadan a esto que en el primer mundo se escandalizan de que en nuestros mercados de abastos de toda la vida la comida tenga ojos: cuando nuestras abuelas hacían la compra querían ver el animal entero, no solo para evitar que les dieran gato por liebre en el sentido más literal de la expresión, sino también porque en los ojos del animal se podía saber si era fresco o no. Pero en esos países civilizados y asépticos la industria alimentaria garantiza la frescura y la conservación de alimentos, con lo que cuando uno llega al mercado la comida se encuentra ya cortada y envasada. Para los ciudadanos de por allí, el animal entero en el mercado es una asquerosidad porque deja de ser comida para convertirse en lo que es: un animal muerto. Por si fuera poco, comemos animales que son muy populares como mascotas en otros rincones del mundo. A un brasileño, por ejemplo, la idea de comer conejo le puede provocar unas arcadas similares a las que sentimos al pensar que en el sudeste asiático comen perro y gato asados.

Así que nuestra gastronomía no es ni más nutritiva ni más sana ni más sabrosa ni se prepara mejor ni sus ingredientes son más apetitosos. En todo caso, como ya hemos repetido, lo es para nosotros mismos. ¿Deberíamos entonces cambiar el «se» impersonal de la susodicha frase por la primera persona del singular? ¿Como en España yo no como en ningún sitio? Seamos sinceros: tampoco podemos decirlo. Porque usted y yo sabemos que hay diez, veinte, cien lugares en el mundo a los que, si pudiéramos, nos iríamos hoy mismo a cenar y a chuparnos los dedos: una pizza al horno en Nápoles, un bacalao en Oporto, una tarta Sacher en Viena, un goulash en Budapest, un asado en Buenos Aires, una parrillada de pescado con piña en Río de Janeiro, un sushi fresco en Tokyo, un phở en Hanói, un pad thai en Bangkok, un pollo tandoori en Nueva Delhi… Y no es necesario seguir porque ahora mismo a usted se le están pasando por la cabeza otros tantos. ¿Verdad?

Ya saben: la próxima vez que salgamos de viaje, no perdamos el tiempo buscando restaurantes españoles o acudiendo a los lugares céntricos para turistas. Adentrémonos un poco más en las callejuelas adyacentes, consultemos guías de viaje, foros de internet, vayamos a la oficina de turismo o, mejor aún, preguntemos a alguien que tengamos a mano. Aunque sea el conductor. Si es posible, consigamos que nos inviten a una casa a comer la comida de allí. La de verdad. Pero no lo hagamos por ser más listos que nadie sino porque la mayoría de las veces, cuando somos suficientemente valientes como para probar algo desconocido, nos damos cuenta de que no sabíamos lo que nos estábamos perdiendo.

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23 Comments

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  3. Agustín Serrano

    Claro que sí, pocos podríamos decir no a la pizza al horno en Nápoles, al bacalao de Oporto, a la tarta Sacher de Viena, el goulash en Budapest…y todo lo demás, pero yo me sigo quedando con un buen par de huevos fritos con patatas.

    A parte de eso, felicidades por tu artículo, me ha gustado mucho y, a pesar de la hora, me ha abierto el apetito. En manos de quien sabe manejarlas, las palabras poseen las mismas propiedades de la sana y buena comida.

    Gracias.

  4. Sand dan Glokta

    ¡Buf! Menudo tema espinoso has ido a tocar con esto. La comida en España es uno de esos fetiches con el que nos gusta darnos palmaditas en la espalda y de los pocos aspectos en los que no tenemos ese complejo de inferioridad tan español.

    Por lo demás, completamente de acuerdo. No sólo se come bien en España, ni tampoco se come sólo bien con platos tradicionales. La gastronomía a lo largo y ancho del mundo es de lo más variada y siempre encuentras cosas fantásticas.

  5. Mr Tickle

    Muy de acuerdo en todo menos en lo de «Fish & Chips». Cuando estás viviendo en Inglaterra te das cuenta de la incultura culinaria que hay, ese ritual que tenemos los españoles en torno a la comida, ese saber degustar un buen plato, ese sentarse a la mesa para disfrutar y de paso alimentarse, eso, aquí no existe. Por el contrario te puedes encontrar una cantidad inmensa de alimentos procesados e insanos por definición. No hay cultura gastronómica. Por no hablar de los típicos platos ingleses, muy muy pocos pero ricos he de admitir. Es por ello que está plagado de restaurantes de todas las nacionalidades e incluso esto a llegado a las familias, las cuales preparan comidas según qué país (sin tener ni idea, la paella con chorizo se queda muy corta) y apostando fuerte por la insalubridad.

    • Lo mismo ocurre en Alemania y Suiza, no existe el ritual de disfrutar la comida, de llegarte a pasar más de una hora comiendo. Ver compañeros de trabajo comer cada día un trozo de pan, un frankfurt y un trozo de zanahoria deprime bastante…

      Por otro lado uno de los países que más me ha impresionado su cultura gastronomica es Corea. Donde poseen una cantidad casi infinita de platos y estilos con todos los acompañantes y encima con la posibilidad de comer a cualquier hora del día, incluso de madrugada.. Comer pulpo vivo a la 1 de la mañana fué una de las experiencias que no olvidaré facilmente…

      Como bien dice el artículo, es un placer el dejarse llevar y descubrir nuevas culturas gastrónomicas (siempre que existan en esos países por supuesto…)

  6. luchino

    En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo ( ejem ) procuro comer comidad local, lo último que se me ocurre es pedir una paella en Alemania. La gastronomía, sin duda, es parte de la cultura de un país, y perdérsela es perderse una parte del mismo.
    Dicho esto, yo sí creo que la dieta mediterránea es de las mas sanas del mundo, no sé si para nosotros o para todo el mundo: el aceite de oliva, las frutas y verduras, el pescado, son de lo más saludable que se pueda ingerir. Compárese esto con las salchichas ( Alemania ) o un trozo de carne sepultado en una salsa desconocida ( UK ), ¿ qué creeis es mas sano ?

  7. Al solecito se esta muy bien

    Me ha gustado muy poco el articulo, la verdad, con especial mencion al intento de critica diciendo que ciertos productos claves de nuestra gastronomia tienen origenes de fuera, cuando yo lo veo una ventaja, porque ahi se ve que hemos sido capaces de evolucionar nuestra gastronomia. Creo que para bajarnos los humos la forma mas correcta seria describir las delicias gastronomicas de otras culturas, y no intentar abochornarnos a nosotros mismos (y menos en esta tema). A mi al menos me ha parecido otra critica destructiva mas hacia nosotros mismos, esa que nos gusta tanto a los espanoles.

    Mi opinion sobre el tema, es que la comida mediterranea es la que mas me gusta. Y mediterranea no es solo espanola, dentro de mis favoritas entran la griega, la italiana, la balcanica… Despues la mexicana. Pena que no me guste el picante fuerte. Prefiero el picante hungaro, deja mas espacio para saborear la comida.

    Tampoco voy a decir que Espana es la que mejor gastronomia tiene, pero no creo que las haya mucho mejores, tanto por calidad como por variedad. Te vas a otros paises de Europa y si no es que sus platos claves no son gran cosa o incluso bastante poco originales, son directamente una basura de comida. Por no hablar la calidad del aceite con la que «trabajamos».

    Por buscar un fallo a nuestra gastronomia, la ausencia de la crema agria/francesa/tzatziki/tejfol. Gracias a dios el guacamole va entrando en nuestras vidas.

  8. Fernando

    He comido como dice en el artículo en Nápoles, Lisboa, Viena, Budapest, Río de Janeiro, Tokyo y Hanoi. Estoy de acuerdo en que ir a un restaurante español en el extranjero de viaje es ridículo (nunca he ido) y con callejear un poco para probar la «auténtica» gastronomía del país fuera del núcleo turístico. Sin embargo, sí pienso que los españoles podamos presumir de nuestra gastronomía. Los ranking de mejores restaurantes y gastronomía así lo avalan. Pienso además que tenemos una de las gastronomías más variadas del mundo que conozco (en algunos países he terminado incluso aburriéndome del A-B-C, a pesar de que me encante los pho de Vietnam, la cocina japonesa o la pasta y pizzas de Italia). Los españoles ya somos suficientemente críticos con nosotros mismos para que vengas a devaluar algo que todos deberíamos estar orgullosos.

    Además según las sociedades médicas (no me refiero por supuesto a solamente las españolas) y algunos estudios, la Dieta Mediterránea SÍ parece ser más saludable que el resto (te recomiendo que leas sobre el estudio PREDIMED), en parte por eso somos el segundo país en expectativa de vida muy cerca de Japón (también podemos «sacar pecho» de esto).

  9. Un excelente artículo anti etnocentrismo. Me ha encantado. Muy bueno. NO me había parado a pensar nunca que cuando he viajado a países extranjeros nunca me ha dado por buscar restaurantes españoles. Ahora bien, creo que hablar de nuestra comida como la dieta mediterranea, es algo que cada vez refleja menos la realidad. Cada vez hay más gente que se alimenta de la llamada dieta internacional que se compone de hamburguesas, pizzas, burritos, hot dogs y alguna cosa más que puedes encontrar en todo el mundo. Mucha gente no busca tortilla de patata o paella, pero si estas cosas para reducir su incertidumbre.

  10. Protactínio

    (a) La sangría no es un «plato».
    (b) La sangría me parece detestable.
    (c) Hasta donde yo conozco, ningún extranjero -salvo aquellos que por motivos religiosos dicen no poder comer cerdo- que ha probado el jamón lo ha rechazado. Ninguno. Y de muy diversas partes (y culturas) del mundo.
    (d) Por supuesto, es una especie de «gastronacionalismo» lo de que como en España no se come en ningún lado. Falso, rechazable y quizás propio de gente neófoba, poco viajada o con mediano apetito.

  11. Me hace gracia cuando nos damos golpes en el pecho sobre lo saludable que es la dieta mediterranea y que luego el 80% de la carta de los bares sean fritos.
    Y Andalucia es la pesadilla de un vegetariano, cuando se supone que las verduras es lo mejor de la dieta mediterranea.
    Tipico menu cordobés: Croquetas, berenjenas fritas, huevos con patatas fritas, san jacobos, flamenquin, pescaito frito, etc etc . Sanisimo todo

    Que tengan un pase saludable: Salmorejo, tomate aliñado y la patetica ensalada mixta con remolacha y zanahoria de bote.

    • Eelena

      Se te ha olvidado el sandwich vevetal… con jamon, queso y mayonesa! Y las verduras bien bien pasaditas, no vaya a saber a algo. Y a ser posible con refrito de ajo o algo asi.

  12. James K. Delaney

    Me ha descolocado este artículo, un par de reflexiones:

    – La mitad de la población mundial se alimenta de arroz y maiz, ya hemos escalado unos puestos en el ránking.
    – Invitar a no ir a restaurantes españoles en el extranjero es de primero de guiri.
    – Precisamente por viajar y conocer gastronomías locales uno suele reafirmar la propia.
    – Hay gastronomías muy interesantes en el Sudeste Asiático, China, Japón, Turquía-Oriente Medio, algunas regiones de Latinoamérica y en nuestros vecinos europeos. La española solo tiene un plus respecto a las demás: la variedad de producto.
    – En general cuando uno lee a los expertos y comenta con sus amigos de otros países, se suele coincidir en que la gastronomía española es de las mejores del mundo.
    – Para una cosa buena que tenemos, disfrutémosla.

  13. Sanjuanconmiedo

    Dos apuntes:

    Dice el autor: «Seamos sinceros: todos hemos buscado alguna vez un lugar donde comer huevos fritos con patatas cuando hemos salido de España». La frase queda muy bonita pero es una premisa falsa. A estas alturas de siglo XXI el viajero (por negocio, por turismo, por lo que sea…) español medio ya no es Paco Martínez Soria.

    Otra cosilla: a ver si dejamos de generalizar con la dieta mediterránea… por la cornisa cantábrica y el noroeste nos seguimos riendo cuando nos visten de toreros y a las mozas de flamencas… pero ya resulta cansino. Lo positivo de España debería ser su riqueza y variedad gastronómica, no centrarse en una dieta mediterránea desnaturalizada hoy en día al punto que es argumento incluso promocional de alimentos industriales (pizzas de supermercado, ensaladas de hamburgueserías…).

  14. Miguelón

    Con este artículo sólo se puede estar de acuerdo a medias. Tú mismo lo has dicho, que «si cuando dicen como en ningún sitio se refieren a la forma de preparar los alimentos, deberíamos aceptar que muchos platos típicos nuestros son deliciosos, qué duda cabe, hasta el punto de que son conocidos internacionalmente».

    Jolines, pues eso es lo que los españoles quieren decir cuando se expresan en tales términos.

    Quizá sí que sea una exageración afirmar que como se come aquí no se come en ningún sitio, pero decir que como se come aquí no se come en muchos sitios, eso no está muy lejos de la realidad. Porque evidentemente la cultura gastronómica de un anglosajón o un bávaro está a años luz de la cocina italiana o mediterránea. Negar eso es negar que uno más uno son dos.

    Mi familia (vivo en Andalucía) lleva ocho años acogiendo dos Erasmus por año y casi no hay alemán o inglés que se haya sentado delante de un plato de puchero y se le hayan caído dos lagrimones; a un ciudadano de Múnich tu lo pones delante de un plato de gambas blancas de Huelva, media ración de chocos fritos, otra media de pulpo a la gallega y una botella de manzanilla de Sanlúcar, y ese alemán no va a tener más remedio que decirte que eso no lo cata allí ni muerto. Que estoy cansado de verlo yo con mis ojos, aunque no lo pueda recoger en ningún estudio validado por la Universidad de Wisconsin.

    Que se come igual de bien en «todos sitios»… Pues nada, muy típica, variada y de calidad la cocina neoyorquina, sí señor, atiborradita de hamburgueserías, pizzerías por veinte dólares la porción y restaurantes japoneses. Así también como yo bien, nosajodío…

  15. Iboneke

    Gran artículo; el problema del español sigue siendo su incultura; los mismos lagrimones del ciudadano de Múnich frente al plato de gambas le salen al español frente al plato de cerdo al horno, salchichas, codillo, maultaschen, etc. en Alemania. Y lo mismo un couscous de pescado en Sicilia, unos tacos de pastor en México, un boeuf bourgignon en Francia, …

  16. xonsuns

    lo mejor de españa es su variedad y aqui se habla solo de la dieta mediterranea como la comprende un guiri. Que tendra que ver mi mariscada gallega, mis fabes con almejas asturianas con una tortilla de patatas o unos pescaitos fritos.

    «mediterranea» para venderte comida esta casi tan devaluado como «natural» o «fresco» en las etiquetas del super.

    Tenemos platos buenisimos y otros asquerosos como en todo el mundo, con la diferencia que estamos en la zona alta de la tabla precisamente por nuestra variedad por zonas. Y para mi la mejor de españa es asturiana, y por lo que se conoce como «mediterranea» no tiene mucho.. y tiende a ser ademas hipercalorica.

    Pero como en españa tambien tienen una gastronomia increible en japon, italia, francia… y hace poco descubri muchas recetas polacas (que juntan magistralmente herencia rusa, alemana, hungara, etc) y muy poco tiene que envidiar a ninguna.

  17. «El jamón, además, provoca aprensión en muchas culturas en las que el cerdo es un alimento prohibido (prohibición religiosa con un origen antropológico ya que la carne de cerdo se conserva mal en países desérticos, pudiendo provocar triquinosis).»
    Mira, esta es una cosa que siempre me rasca, igual estoy equivocado, no soy un experto, ni pienso informarme mas a fondo (Cual periodista actual). pero lo de las prohibiciones religiosas y sus orígenes antropológicos… Como el autor me ha dado pie suelto mi tesis:
    Las normativas religiosas no tienen nada que ver con la lógica (Quizás si con mantenimiento del orden social), no se porque esta debería ser una excepción.
    La triquinosis es un parásito, si la carne se cocina, matas el parásito, igualito, igualito que con el pescado y en el Japón no hay religiones que prohíban comérselo. Si vale muy simplista, pero no tengo ganas de calentarme la cabeza. Además la relación directa causa/efecto en las enfermedades no es que estuviese muy clara en el Siglo III, por decir una fecha.
    ¿Por que esta prohibido el cerdo en dos de las religiones del libro?. Utiliza la navaja de Okham y busca la solución más sencilla: la económica. Puesto que el cerdo produce mas alimento que el cordero, mirado como una maquina que transforma pastos, restos, etc, en proteína. Lo que hace el libro es prohibir el alimento del otro (Ya sea filisteo, Cannanita, o de Orense).
    Imaginaos, los judíos con sus rebaños por el desierto, los árabes con sus camellos y caballos, con la franquicia recién firmada con Dios, todos a la conquista del otro, ¿Los véis?, No tienen cerdos, porque los rebaños de cerdos no son muy útiles en las migraciones de la edad del hierro, porque los rebaños de cerdos no existen, son bichos independientes, adaptables y fuertes, a la mínima se piran, los cerdos están estabulados por el otro que es el que posee la tierra.
    El cerdo es en algún paraíso perdido, no recuerdo cual, moneda de cambio corriente, se pagan las dotes en cerdos por ejemplo, como hasta hace cuatro dias se pagaban en camellos y caballos en el oriente mediterráneo.
    Resumiendo, aunque ya se que lo habéis pillado, no creo que la prohibición tenga un origen higienistico, tiene un origen en el control de las fuentes de alimentación y en el enfrentamiento entre dos tipos de sistemas ganaderos en un momento en que la ganadería es lo más.
    Por lo demás el articulo es agradable de leer y los desencuentros con el autor son solo origen de agradables charlas mientras se tapea.
    Y lo comento un mes después esperando que nadie lo lea, que de a quien no le gusta el vino y el jamón…..

  18. Neek Rivers

    Escribe este artículo desde Australia si te atreves. Creo que se cita una serie de países donde tienen una arraigada cultura gastronómica, pero hay una inmensa mayoría que no son comparables, y los de tradición anglosajona y centroeuropea ni te cuento.

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  20. VASCO DE 100 APELLIDOS

    El que dice que la comida asturiana no es «dieta mediterránea», es un ignorante. No tengo que explicarlo, que lea. Cumple todos los requisitos, tanto en la manera de cocinar, como los alimentos utilizados.UNO NO DEJA DE SORPRENDERSE AL LEER QUE LA COMIDA DEL NORTE DE ESPAÑA NO ES DIETA MEDITERRANEA .PARA FLIPAR.

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