Fotografía: Miguel Jiménez
Nos citamos con Benoît Drousie, alias Zidrou (Bélgica, 1962) en Ronda, Málaga, donde reside con su familia desde hace quince años. El prolífico guionista de cómics como Lydie (Dargaud, 2010) o Les Folies Bergère (Dargaud, 2012) nos hace notar la justicia poética del clima; estamos en el sur de España, pero hoy el tiempo es típicamente belga. Nos instalamos en la cafetería de la plaza de toros y casi ni nos da tiempo a conectar la grabadora: Zidrou tiene ganas de charlar. La previsión es preguntarle sobre su carrera de guionista en el mundo de la BD y su repercusión en España. Al final la charla se expande, y con su peculiar castellano conversamos sobre pedagogía, inmigración y feminismo.
Siendo un referente en tu país has acabado viviendo en Ronda.
Decidimos irnos de Bélgica por motivos familiares. Mi esposa y yo imaginábamos nuestro futuro como un guion de Hollywood. Nos habría gustado mucho, cuando los tres primeros niños eran más pequeños, hacer una ruta por toda Francia, por ejemplo, con un carro con caballos, y en un campo, durante seis meses, de abril a octubre, cimentar las bases de la familia. Desgraciadamente no lo hicimos, fue un error. Pero quince años después y con cuatro hijos nos lanzamos por fin a la aventura, en furgoneta. Bajamos primero hasta Jávea, donde vivía la única persona que conocía en España, un dibujante e hijo de dibujante llamado Maltét, que todavía sigue viviendo allí; me dijo que él tenía una casa para mí, así de sencillo.
¿Por qué España?
Por trabajo y por esas razones familiares. Estaba París, Bruselas, habíamos visto también Italia… pero no nos gustaban. El contacto con la gente es diferente, sobre todo en el norte. En Italia tienen una manera de estar con los niños que no nos gustaba, tipo «el pequeño príncipe». Contemplamos ir al sur de Francia, pero con la llegada de la ultraderecha pensamos: «en los años treinta los belgas ya pasamos por ahí, y mi familia también; no es muy interesante volver a pasar por eso». Al final dijimos: «¡Vámonos a España!». Teníamos casi cuarenta años, pero lo hicimos como si fuéramos chavales de veinte. Conscientes de la riqueza lingüística, buscamos un lugar donde se hablara principalmente el castellano. Es como cuando llegas a Inglaterra por primera vez, mejor hablar en inglés que en escocés [risas]. O si te vas a Bélgica, primero el francés y después el flamenco. Al final aterrizamos en Ronda, nos gusta. Es pequeño, como un pueblo, hemos hecho muchos amigos. Nos falta un poco de movimiento cultural, eso sí. Entonces bajamos a Málaga, que está muy bien culturalmente. También vamos a Madrid, y otras veces a Barcelona, o a Bilbao. Estamos muy contentos porque nos gusta la gente de Andalucía, son buena gente y puedes hacer todas las tonterías del mundo; la gente se ríe conmigo, no hay problema, y eso para mí es importante. Cuando estoy en Francia, en treinta segundos llega la policía y ya me tienen en el suelo, detenido. Aquí no. A los rondeños les encantan las bromas. Por ejemplo, si veo un bebé de una persona que apenas conozco y le digo: «Uy, qué guapo, ¿cuánto cuesta?… Me lo llevo», ¡se ríen! [risas]. En otras zonas de Europa me tomarían por un loco.
¿Disfrutas de cierto anonimato?
Al principio sí. Aquí se estaba muy tranquilo, cuando les decías que eras guionista te decían: «Aahhh, sí, yo leía tebeos hace cincuenta años». «¿Haces libros de verdad?, ¿eso es tuyo?». Salvo dos bichos raros que iban a la Fnac y compraban tus libros, en general no te conocían. Ahora eso ha cambiado, en Ronda ahora hay una tienda de cómics que es magnífica, y poco a poco la gente me conoce, les encanta.
Te conocemos sobre todo por tus álbumes de adultos, pero tu consolidación en Francia no fue precisamente con cómics de adultos.
Cierto. Ahora creo que voy a superar los cinco millones de ejemplares vendidos en francés, y la inmensa mayoría de ventas son de mi obra infantil y juvenil. Hace poco recibí un premio, y el presentador me dijo: «¿Puedo tocar al autor de Ducobu?», pensé, «Pero si este hombre tiene treinta y pico, ¿cómo es posible?».
¿Aquí casi no se ha editado esa parte de tu obra?
De hecho, me ha costado vender aquí esa otra parte de mi trabajo, es increíble, hablamos de un país, España, donde hay un problema de lectura, hay una falta de inversión, no hay una política a largo plazo. En Francia pasaba lo mismo —no hay que olvidar que yo soy belga, y no teníamos este problema en Bélgica— hasta que llegó Mitterrand a principios de los ochenta. Se pueden decir muchas cosas de François, pero este hombre promovió cosas como las noches blancas de los museos, una política de lectura con cuentacuentos esparcidos por todo el territorio, con presupuesto para que los autores fueran a los colegios, públicos y privados. Promovió e impulsó la lectura y esta política ya es sistémica en Francia, y esas políticas han permitido que en veinte años Francia pasara de estar casi a la cola en lectura de cómics infantiles a entrar en el top de los cinco primeros. Hay que invertir a medio y a largo plazo. En el caso de España, hay que entrar en casa de una familia que tenga recursos, en la habitación de un chaval de once años, para ver la realidad: chavales, hijos de médicos, no tienen libros. En cambio, en una familia francesa de emigrantes, los de segunda generación, sí tienen libros. Pueden ser manga, una saga para adolescentes… pero leen, tienen libros.
Tu primer guion lo publicaste hace justo ahora veinticinco años.
Sí, empecé a hacerlo de pequeño. El 2 de septiembre del próximo año se van a cumplir veinticinco años de mi primer álbum, un libro para niños, y de mi primer tebeo, una serie para niños.
Cuando empezaste, ¿te interesaba de forma especial la temática infantil por algún motivo?
Fui maestro y director de escuela.
Era un interés pedagógico.
Sí, aunque no de forma premeditada, es el milagro de la vida, la vida es fantástica; es la mejor guionista y la peor. La más dura a veces. Cuando empecé había ganado un premio escribiendo y componiendo canciones para niños. Siempre he creído que hay genios que han escrito canciones para Frank Sinatra o para Édith Piaf. Pensaba más ir en esa dirección, canciones y teatro infantil, hay todo un géiser de creatividad de canciones y teatro para niños en Bélgica. Sin embargo, como no había ganado en un año nada o casi nada, tuve que aceptar trabajos como el de director de escuela, y de forma paralela trabajos en revistas infantiles. En el campo del cómic me salió la posibilidad de trabajar el guion de una viñeta con un dibujante. Naturalmente lo íbamos a dejar después de unas semanas, pero el mismo sector dijo: «Nos gusta», y así fue. Me vi publicando en Francia en revistas muy importantes.
¿No de una forma deliberada?
Exactamente, y después es cuando durante diez años he intentado vender mis guiones para adultos, pero una vez he tenido ya éxito en el sector infantil.
¿Sector que todavía te interesa? Hace poco has publicado un Spirou con Frank Pé.
Sí, pero es de adulto. Tengo una serie para pequeños, niños menores de ocho años, que desgraciadamente no ha funcionado, pero dentro de esta serie he trabajado un guion que es para mí uno de mis mejores trabajos en todas las categorías. Voy a volver el próximo año a guionizar cosas para los niños, sabiendo que es muy complicado, porque hoy día tienes que luchar contra las adaptaciones de Cars, de Angry Birds, de Frozen, Disney, esas cosas… eso sí que es un reto difícil, pero lo haré, porque me encanta.
¿El salto a tu «obra para adultos» o «realista» fue deliberado?
Sí y no. Se lo debo todo al dibujante Godi. El éxito que tuvimos con Decobu me permitió decir no, con educación, a un montón de propuestas del tipo: «Hazme otra serie que transcurra en la escuela» para esta revista, o «Hazme otra serie» para esta otra editorial. Aunque hice algunas, Decobu me ha permitido luchar, remar, cruzar solo el desierto hasta conseguir una historieta realista. Tengo suerte, es gracias a mi vida y a mis muertes, como digo siempre. Si te cierran las puertas, entras por las ventanas, si te cierran las ventanas, entras por la chimenea. Mira, no valgo para todo, como guionista tengo que aprender un montón de cosas, pero creo que tengo algo único: como lector de tebeos o espectador de televisión o de cine lo soy todo, no me puede nadie. Creo que mi madre se metía en el útero tebeos, y ya de niño un día me puso delante del televisor, me enchufó una película, y nunca he parado; es lo que siempre he hecho, leer tebeos y ver películas. La clave es que lo consumía todo. Es por eso que soy un profesional, me nutría de eso, y con mucha variedad. Respecto al salto hacia los guiones realistas, mi instinto me decía: «Por favor, hazlo». Y lo hice. Pero fue duro, en especial cuando durante quince años todo el mundo te decía: «Eres un genio», faltaba solamente el contrato, pero no lograba conseguirlo por el hecho de haber un cambio, por el contenido específico del guion. No era lo que había hecho hasta la fecha, por lo que me conocían hasta entonces, pero es que incluso me di cuenta de que la mayoría de esos editores ni siquiera se habían leído Decobu. He sufrido el hecho de que un editor francés me diga que ha llorado con un guion mío, pero que no se podía publicar: «en Francia no funcionará». Para un belga es duro trabajar con los franceses. A veces el sentido del humor belga o ciertas propuestas no se entienden en Francia. A nosotros no nos importa si, por ejemplo, en un guion coloco un dinosaurio. Somos más como los japoneses; ningún belga me preguntará por qué una conversación entre tres hombres y una vaca. En Francia enseguida te preguntan: «¿Por qué una vaca? ¡Eso es absurdo!». Contra todas esas cosas he tenido que luchar.
Trabajas con muchos dibujantes españoles.
Decidí que si estaba en España debía empezar a hablar español, y debía investigar todo lo que había en cuanto a jóvenes talentos de por aquí. Así que a los dibujantes españoles los empecé a buscar como cambio de táctica. España me ha salvado la vida.
¿Es habitual en BD que un guionista trabaje con varios dibujantes?
No lo sé. Ahora tengo el problema del «efecto bola de nieve». Acuden a mí muchos dibujantes, algunos muy reconocidos. La verdad es que trabajo mucho, ahora tengo que rechazar (con educación) giras en Francia o Japón, o presentaciones. No tengo tiempo, hace dos años que no tengo vacaciones. Si yo no mando un guion cuando toca ellos no pueden dibujar, no pueden enviar la página, no pueden facturar y no pueden pagar la hipoteca. Es cierto, tengo muchos dibujantes, quizá más de lo habitual. Si dejo de trabajar con algunos colaboradores es por motivos profesionales, a veces puede pasar que el dibujante y el guionista tengan mucho talento, pero no se consigue cada vez casar a Ginger Rogers y Fred Astaire, o ligar un guion y una actriz determinados.
¿El núcleo duro de colaboradores tuyo es más reducido?
Sí. Y el problema es que estos malditos artistas quieren seguir conmigo, ese es mi «problema», y les tengo que ser fiel. Pero fiel a todos a la vez es como tener muchas amantes, todas diferentes, y seguir satisfaciéndolas a todas. Es entonces cuando sale de mí mismo guionizar un proyecto interesante en cada caso, y es entonces cuando no me importa sacrificar mis fines de semana para acabar un guion. Ten en cuenta que hoy en día no hay demasiados guionistas que no vayan a la playa para acabar un guion a tiempo, que trabajen bien, que puedan adaptarse a lo que quiere el dibujante. En realidad creo que en Europa hay pocos, los guionistas jóvenes que tienen talento prefieren trabajar para la televisión, por ejemplo. Ganan más dinero, y les parece más atractivo que un tebeo. El mejor guion es un guion hecho a medida para tu dibujante, y eso implica más trabajo, más esfuerzo a muchos niveles. Mis mejores álbumes han sido álbumes hechos a medida, dependiendo de la personalidad de cada dibujante, de su historia personal, de sus gustos, su manera de crear, de pensar, de entender el cómic, la narración…
¿Puedes llegar a crear un guion desde cero pensando ya en cómo lo va a dibujar uno de tus artistas?
Sí, y hay momentos en que a veces es casi para tener pesadillas, ha ocurrido que determinado dibujante ha dibujado una página del modo en que a mí me viene a la cabeza. Eso ocurre porque mi cerebro es capaz de inventar, en sueños supongo, la página, o la historia o la portada ya dibujada. Es increíble, pero es como actúas en tus sueños.
¿Hay dibujantes que necesitan que les guíes?
Sí, en especial depende de si es el primer álbum, o el segundo. Luego suelo dejar más o menos libertad, según su personalidad. Ciertos dibujantes necesitan seguir viñeta por viñeta y exactamente con el ángulo que he propuesto, mi descripción, tengo que detallar mucho. Pero hay casos en los que funciona mejor cuando hay más libertad, pasa con dibujantes como Jordi o Francis, o con Josep Homs. «Sigue tu camino», les digo siempre. Una vez yo he hecho mi trabajo, ahora es materia viva, les digo; tú eres ahora el actor, el fotógrafo, el director. Además, el guionista siempre debe tener en cuenta que al final siempre trata con personalidades arrolladoras, no hay que olvidar que muchos de estos dibujantes no han elegido un trabajo así por casualidad. Y son muy diferentes entre ellos, por ejemplo, hay algunos a los que les encanta vivir tranquilos en su taller, dibujando tranquilamente con una vida tranquila, y les cuesta cuando hemos tenido que salir en la televisión. En cambio, los hay a los que les ocurre todo lo contrario, que entienden que su oficio también busca cierta implicación fuera su estudio.
¿Qué buscas en un dibujante para poder trabajar con él?
Actualmente tengo la suerte de tener «poder» a la hora de escoger, y aunque me gusta que todos sean diferentes, hay dos cosas que son como obsesiones mías; la primera, que disfruten trabajando. Van a pasar seis meses, nueve meses o dos años o quizás más, sobre un guion que he escrito en quince días o un mes. Y deben disfrutar, si no disfrutan del tema, o no sienten placer pasando diez horas al día o más, machacando su espalda y sus ojos para dibujar mi guion, es que falla algo, o seguramente he fallado yo. El segundo tema es la obsesión por el lector, eso pasa por ser fiel a los personajes, y a la historia. Ese es el motivo por el que a veces hay que forzar un poquito al dibujante, que debe saber atribuirles empatía a sus personajes, si no, hay algo que no funciona. Y en ambos aspectos, cuanto menos tenga que entretenerme yo, mejor.
¿Intervienes durante el transcurso del dibujo en el álbum?
Cuanto menos tenga que intervenir, mejor. Cuanta más libertad tengan los dibujantes, mejor. Procuro no subir al escenario para corregir la interpretación o la puesta en escena de otro. Creo que hay un momento en que el guionista debe aceptar que ya la historia no le pertenece. Además, yo tengo la suerte de que me olvido rápidamente de lo que he escrito. A veces me dicen: «Buen diálogo», y digo, «Ah, sí, sí». Pero en realidad estoy pensando, «¿Ah, sí?, pero ¿es mío?, ¿seguro?», me olvido de lo que he escrito.
En cuanto al estilo, sentido del humor o tono, ¿estás de acuerdo en que hay una manera belga de entender los guiones y, por extensión, las creaciones?
Absolutamente, sí. Intento explicarme. En Francia o en otros países te dicen cosas como: «¿Cómo puede ser que de repente este esqueleto hable?», si algo se sale de lo habitual no lo entienden, y siempre te preguntan por qué. ¿Cómo que por qué? ¡Estamos en un mundo de tebeos!, de películas, de pintores, de cantantes… Es esa imprevisibilidad de la que hablábamos al principio, que se traslada también al ámbito del creador en sí mismo. Una cantante puede cantar una canción de amor, la más bonita canción de la historia de toda la humanidad, pero también puede cantar una canción de rock, y a un belga no le molesta, pero a un francés sí.
La tradición del absurdo, la herencia de Magritte.
Sí, en Bélgica es así. Y como Magritte muchos autores y poetas, dibujantes… ¿De dónde han salido Los Pitufos? De Bélgica, son azules, ¿por qué? ¿Por qué hay escenas en Tintín que son de todo menos cuadradas ? Y eso que Hergé era bien cuadrado… Para nosotros es normal, no tengo explicación. Así que es verdad, hay una tradición en el absurdo.
Otro cambio en tu obra realista es que ya no haces series largas o segundas partes.
No en el sentido estricto. Hay un momento en que si tú has hecho Lydie y te ha funcionado, la gente te pide otro libro igual, pero eso no va conmigo. Tengo en mi ordenador guiones e ideas que llevo años intentando concretar, para los próximos meses o años. Pero también hay que saber cuándo estos guiones salen del mismo corazón. Lo que sí que es recurrente en todos mis trabajos son ciertos temas, que vuelven. No todos vuelven, eso sí, por ejemplo los bebés muertos, los bebés muertos son para mí un gran clásico, Jordi Lafebre me dice: «Ya no quiero oír nada más de un bebé muerto» [Risas].
Sueles ligar ingredientes opuestos que a priori no auguran un buen funcionamiento.
Cuando funciona es porque el trabajo está bien hecho. No siempre, cierto, pero tenemos ese derecho, hasta Messi puede fallar un penalti. Cuando lo conseguimos es como un milagro. Lydie es un milagro, pero porque Jordi lo supo hacer posible. Ha ocurrido también con L’Adoption, que ha sido el éxito sorpresa de año. El dibujante es Arno Monines, que ha hecho un gran trabajo sobre otro guion que me ha llevado años. Es increíble, la gente viene a llorar a mis brazos como ocurrió con Lydie. Y con Lydie, un álbum que ya tiene cuatro o cinco años, ¡todavía vienen a llorar! «Qué historia tan bonita», te dicen, «toda la calle, toda esa gente que se une para ayudar a esta pobre chica». Es algo que no me puedo explicar. Solo puedo explicar lo de siempre, que soy el primer violín de la orquesta, me gusta escribir historias así, me gusta este tipo de historias, y si la conjunción con el dibujante es buena, eso llega a la gente. Trato esos temas de ese modo porque creo que la gente de hoy, como lectores, como ciudadanos, necesita ilusiones y sueños. ¿Por qué vamos detrás de una determinada selección de fútbol, o de determinado equipo de cualquier deporte? Porque nos faltan sueños, y los necesitamos. Por no entrar en el terreno de la política, ahí todavía más. La mayoría de estos malditos políticos no son capaces de vendernos sueños. Hay alguna excepción como Barack Obama. ¡Hacednos soñar, por favor! Hace un siglo, mi abuelo tenía motivos de lucha y mi abuela tenía motivos de lucha, en cambio nosotros parecemos koalas en las ramas de un árbol, esperando únicamente que la rama no se vaya a caer, si el árbol se llama Europa, la rama es España o es mi casa, o mi confort personal, mi coche o mis vacaciones en Huelva o en Praga. Creo que necesitamos sueños, yo noto que mis libros que han marcado más a la gente son los libros de «tómate eso y quédate KO durante tres minutos». Quizá porque son libros donde hay una forma de esperanza. En el caso de Lydie es la solidaridad de un conjunto social, en otro caso es solamente la presencia de buenos sentimientos, es lo que se llama «Feel Good Comics». La gente lo necesita, la gente necesita canciones como: «Don´t Worry, Be Happy», lo necesitamos porque estamos en un mundo jodido, donde sabemos que hay muchas cosas que van mal, un mundo donde, por ejemplo, hay mujeres que trabajan por cuatrocientos cincuenta euros al mes, eso es ir muy mal.
Sueños que, sin embargo, sueles situar en un entorno duro.
Sí, pero casi siempre para acabar ofreciendo luz, por ejemplo, en el caso de Les Folies Bergère hay un final horroroso, pero la gente se queda con cierto tono de esperanza; es verdad que aparece al final, es mínimo, casi intuido, pero la gente se queda con ese detalle positivo, con esa lectura, lo prefieren. Hay trabajos en los que eso es imposible, claro está. En Bufón no hay ninguna esperanza, el resultado del Bufón fue muy agridulce, eso lo hablamos mucho con el editor, pero así debía ser, principalmente por honestidad, por respeto a los personajes. Es como un acto de fe para mí, y los personajes lo pedían. El protagonista es un pobre chico que tiene la desgracia de tener una apariencia horrible, una cara deforme, es un monstruo. Encima resulta que puede resucitar a las chicas, pero dándoles un beso. Eso es la maldición suprema. La historia no dejaba lugar a ningún resquicio de luz. A muchos críticos les gustó, pero no a demasiados lectores, no con el entusiasmo de mis «Feel Good». El problema fue que luego escribí una historia tipo Fantasía, y no la pude vender, en parte por el peso de lo hecho anteriormente, del último trabajo publicado, pero quedé satisfecho, y asumí las consecuencias, lo otro ya lo publicaré en un futuro. Ahora he conseguido volver al Feel Good Comic publicando L’Adoption, no es una historia dura, es una historia en la que un hombre ya mayor tiene que hacer todo un camino vital para encontrar su verdad personal. Y si L’Adoption funciona como parece que va a funcionar, me pedirán otra Adoption, no falla. No siempre se consigue, he cometido algunos álbumes malos.
Por la manera de plantearlo que tienes, estás más expuesto a que algo no funcione.
Eso es. Pero cuando funciona te piden lo mismo. En el cine pasa lo mismo, no hablo solo de crítica, hablo sobre todo de ventas, si funcionan las ventas, las editoriales vienen a ti para que repitas. Si la crítica funciona, pero las ventas no acompañan, lógicamente no es tan probable.
Pero tú no repites…
Depende. Por ejemplo, con La piel del oso. En Francia ya he vendido más de veinte mil ejemplares de ese álbum, que realicé con Oriol Hernández, otro artista catalán. Me han pedido hacer La piel del oso 2, y lo haré. Ahora no tengo el tiempo, pero va a ser durante el próximo verano. Voy a escribir otra historia, tendrá que ver con la anterior por el contexto y porque se va a llamar La piel del oso 2, y punto. La historia de la primera parte no va a continuar. Solo tengo ideas, y con que tenga algún punto de conexión con el anterior estará bien, pero dependerá del tema. No obstante, no escribiré una segunda parte, tipo serie, voy a escribir otra historia, que ocurra en la misma calle, un spin off, por ejemplo, o con otro punto de conexión, pero será un libro diferente. En el caso de La piel del oso me parece bien porque creo que le gustaría a Oriol. Si además la editorial piensa que la segunda entrega va a vender de nuevo, adelante, se hace realidad, y quién sabe, quizás tenga que hacer un tercero, y a ver lo que ocurre. En España ese álbum ya lleva dos ediciones también, funciona muy bien.
¿Hay una analogía en ventas entre lo que se vende en Francia y en España?
Para los títulos para adultos, sí. En general cuando uno ha funcionado más en Francia y Bélgica, también lo ha hecho en España, o en los países donde se ha logrado traducir y editar. Hay excepciones, ocurre con álbumes de temas históricos concretos, como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil, lógicamente, pero por lo general cuando un álbum se vende es que funciona en todas partes.
¿Hay algún álbum que hayas publicado primero en España y luego en Francia?
Ha ocurrido con El paseo de los sueños, y quizás va a ocurrir con otro, con Mai, una autora española. También habría podido ser el caso del próximo álbum que he realizado con Oriol Hernández, Natures Mortes, se me ha olvidado el título en español. Al final no será el caso, por muchas razones, la principal porque en esta ocasión la editorial es francesa. Además tenemos una novedad en enero, y otro álbum en septiembre con Porcel, no podemos poner el libro de Oriol en el mismo momento, y es mejor en primavera. A veces son cálculos de este tipo, razones de producción y calendario.
Por cierto, trabajas mucho con españoles pero ninguno es de Ronda.
No, pero no es por ninguna razón en concreto, simplemente no he encontrado a nadie con los requisitos necesarios, no me refiero solo al talento, hay mucha gente con talento por aquí. Es más por una cuestión de casualidad, también de conexión, y de que esa persona esté dispuesta a trabajar, a mí me es indiferente de dónde sea. Acabo de recibir todo un dosier de un dibujante, creo que vive en Madrid, me ha preparado un montón de dibujos buenísimos, pero es el típico caso de buen dibujante que tiene mucho talento, pero que no sé si es consciente del esfuerzo que se necesita para hacer tebeos, esfuerzo a todos los niveles. Y he descubierto un talento de Jerez, quizás considere algo con él, pero tampoco tengo claro que él sepa lo que significa trabajar en esto, por mucho talento que tenga. He entrenado a chicos de aquí a fútbol, y hay algunos que entienden que Messi y Ronaldo trabajan todos los días, pero no todos lo entienden, muchos chavales creen que es todo talento. ¿Por qué esas estrellas no van a discotecas los fines de semana? Porque hay que trabajar. Escribir o dibujar tebeos no es como escribir novelas o pintar cuadros, es más cercano al trabajo de un albañil o de un panadero, a su día a día. Un panadero no dice: «Voy a pensar durante tres meses a ver qué tipo de pan voy a hacer» [risas], o el albañil: «Este ladrillo o este otro, voy a reflexionarlo» [hace una pose de «to be or not to be»]. No, tenemos un trabajo de artesano, somos artesanos, y la mayoría de dibujantes jóvenes solo se centra en el tópico del talento, con eso no basta. Hay muchos chavales que no lo entienden, o que no están de acuerdo con esa idea.
¿Te estás refiriendo a los españoles?
No, depende de la persona, naturalmente. Pero hasta eso también se aprende, en la mayoría de los casos, al final es un tema de cambio de chip, hay a quien le cuesta dos álbumes entender que el talento no es suficiente. Cuando entienden eso, el editor y su guionista están dispuestos a trabajar con él. Si no, les recomiendo ir a trabajar a la carnicería, y que a las 11 de la mañana se pongan a jugar a la PlayStation, o a ver toda la temporada de Juego de Tronos [risas]. Si haces eso, poco a poco vas a perder tu crédito y sobre todo tu talento. Messi es puro talento, pero si vuelve de Argentina con treinta kilos de más, lo siento, pero va a costarle el puesto. Puede ser una cuestión de personalidad, a veces una cuestión de edad, de experiencia, pero no de procedencia, ocurre en todas partes. Lo que sí que he aprendido en España, y eso es justo decirlo, y siempre según mi experiencia, es que los dibujantes catalanes y los de Madrid tienen menos tendencia al ocio. Por alguna razón, suelen tener más conciencia de abrir su tienda cada mañana, de lidiar con el toro cada día. Los dibujantes del sur, por ejemplo, tienden más a valorar el ocio. Pero es una cuestión de hacer cambiar el chip, una vez se lo llegas a transmitir, la cosa funciona igualmente.
Casi todos tus dibujantes son hombres, antes nombrabas a Mai. ¿No hay mujeres que dibujen cómics?
Ahora tengo a muchas chicas dispuestas a dibujar, es increíble. En Bélgica, a principios de septiembre hubo una fiesta importante, la de los setenta años de la editorial Le Lombard, la que creó la revista Tintín. Pues bien, durante los tres días se acercaron dibujantes femeninas, algunas de ellas muy buenas, de las que dices: «¡Uau! ¿Viene a por mí?», es un sueño. Por el momento, una holandesa, una joven francesa, una flamenca, y más. Una pasada.
Tus guiones transmiten un gran sentido de la feminidad.
Ese es un gran tema y una obsesión en muchos de mis libros: Tamara, Lydie, y en muchos otros… me interesa reflexionar sobre la evolución de la mujer, del estatus de la mujer en nuestra sociedad, incluso a nivel sexual, obviamente. Hay que salir por una ciudad como Barcelona o Málaga, salir con jóvenes a una discoteca, con chicas de dieciocho o dieciséis años para que una persona de mi generación lo entienda. En España solamente hay que discutir con tres chicas de dieciocho años para entender dónde está el cambio. Tengo una lectura de la historia de las religiones y de las políticas que incide directamente en mis guiones. Lo puedo simplificar diciendo que el hombre tiene miedo del poder sexual de la mujer, y no estoy hablando de países como África. Aquí, sin ir más lejos, siempre hemos intentando oprimir a las mujeres, en Europa todavía estamos con esas, ¡con todo lo que sabemos de la sexualidad femenina y del cuerpo de las mujeres y de los hombres! Todavía hay gente, gente culta incluso, que asegura que una mujer no puede eyacular. Bien, ¿entonces qué ha ocurrido? Si es falso, ¿por qué lo cuentan en el Kamasutra? ¿Y por qué se habla de ello en la India? ¿Y por qué se comenta en poemas griegos? Es como los que aseguran que un hombre no puede tener orgasmos a través del sexo anal, estamos a merced de una inmensa casta oprimida desde hace demasiado tiempo, pero eso está cambiando, España es un claro ejemplo.
Desde ese punto de vista, el tema de las mujeres me fascina, por eso lo reflejo en muchos de mis álbumes, en parte porque lo he vivido, he crecido con eso. En Bélgica he ido conociendo mujeres que no sabían cómo funcionaban sus placeres, y así han seguido durante más de diez años, hablo de mujeres casadas y con hijos. Han tenido que recurrir a una terapia para atreverse y para entender cómo funciona el tema, después de diez años de haber tenido «nada». Y de ahí venimos. Mi generación aprendió así, cuando estábamos con una mujer intentábamos tener este tipo de relaciones que hoy son una realidad, pero entonces había una especie de barrera, un silencio interesado, y tuvimos que ir aprendiendo. De ahí que yo haya seguido la evolución del papel de la mujer, y no hablo tan solo de la sexualidad en términos crudos, hablo también del papel de la mujer en la sociedad, por supuesto.
Me interesa la mujer, pero no en los términos en los que muchos puedan pensar, me interesa la que sale del cliché, la mujer oprimida. Me interesa contar qué ocurre cuando una mujer no hace lo que el cliché espera de ella, una mujer dentista, una mujer dentista y negra, una mujer dentista, negra y con sobrepeso. Y podría decir lo mismo de la mujer oriental, o de la homosexualidad, esa es la realidad que no queremos ver, porque de ahí venimos, y de eso quiero hablar, es como un enorme tatuaje que tenemos en el cuerpo, un estigma que me apasiona y que sale en muchos de mis libros.
¿Piensas que con el empoderamiento de la mujer, con un papel más activo de la mujer, mejora la sociedad?
Naturalmente, y está ocurriendo. No me refiero solo a grandes logros épicos ni revoluciones pomposas, me refiero a algo sistémico, que parece que no ocurre, que no se nota, pero que está teniendo su efecto. Hace poco vi The Arrival, la película no es genial, pero nos muestra a una mujer que no es superguapa, no hay ninguna escena de sexo, se trata de una mujer inteligente, y se nos muestra como algo normal, habitual, como debe ser. Luego tenemos a un comandante o a un coronel negro, en ninguna escena se nos muestra a este hombre imponiéndose en ningún sentido, otro logro, otro aspecto que sale del cliché, algo ha cambiado. Ahora veo en la calle los carteles de Star Wars, el cartel es una chica, me parece muy positivo, me encanta. Parece una chorrada, pero no lo es. Y como eso, todos los sectores minoritarios, oprimidos; las personas somos diferentes, si algo es normal, es eso. Hay un momento en que si cada noche, en las noticias de las 9, en el telediario de las 3, tenemos a un colombiano presentando las noticias, al final no nos importará si es colombiano, creo que ahí estamos progresando.
Eres optimista sobre un cambio en la sociedad.
A ver, es duro. Naturalmente es duro. Tendremos siempre al imbécil que tirará un plátano a un jugador negro, pero es parte de la evolución, del proceso. Son daños colaterales que existen, pero no podemos quedarnos solo con eso, porque lo importante es saber hacia dónde vamos. Para eso hay que ver de dónde venimos, y no hay que olvidar que si hay una evolución importante en la sociedad, esa es la de los derechos y la evolución del papel de las mujeres en nuestra sociedad.
¿Percibes cierto pesimismo para la sociedad occidental?
No creo en la sociedad occidental, creo en la sociedad en general, creo en el mundo entero. Cierta parte de la sociedad árabe, no toda, está retrocediendo siglos, a base de someter a la otra parte, pero quien intenta imponer el radicalismo va a perder la batalla. Va a costar muchos daños colaterales, demasiados, pero van a perder la batalla. Si vinieran los rusos mañana a ocupar España, estarían aquí un tiempo, pero a la larga perderían, por la carga histórica, la historia es así. Tendríamos a nuestro favor toda la historia del mundo, con millones de años a cuestas, y de un modo u otro acabarían perdiendo, en cincuenta años o un siglo, pero perderían. Los extremistas van a perder porque tienes a esta chica oprimida en Arabia Saudí, pero detrás viene otra, y luego otra, van a sufrir y van a torturar a la gente, pero estos tíos van a perder, ¿por qué? Porque tienen que perder, porque no hay otra. Cuesta lo que cuesta, eso también intento reflejarlo en mis álbumes, pero hay movimientos de péndulo, con Trump, o con toda esta gente. En Europa se cometen errores porque nos faltan sueños, nos falta entusiasmo, horizontes. Y por esa otra razón a mí me interesa contar historias de sueños, por muy duro que sea el entorno narrado. ¿O no hay luchas para que la mujer cobre lo mismo que un hombre? Cada vez más, y cada vez tienen mejor resultado, lo logran. Lo mismo digo para la condición homosexual, un negro, un belga, uno con gafas, sin gafas, con pelo, o sin pelo, para todos digo lo mismo, esa es la base de todo. Hay que llegar a tener los mismos derechos, los mismos deberes para todos.
Mira Canadá, por ejemplo; no ha cometido esos terribles errores con los inmigrantes, allí todos tienen los mismos deberes y por tanto tienen más derechos. No digo que sean perfectos, ni que todo sea un camino de rosas, pero cuando un inmigrante, de Bélgica, de España, de Afganistán, de cualquier rincón del mundo, llegaba a Canadá, tenía sus derechos y sus deberes. Han evitado, por ejemplo, el gran error de algunos países y seguramente de Francia de permitir la concentración de gentes, los guetos. Han demostrado que se puede, que la inmigración no conlleva problemas por sí misma, y que si se hace de la forma correcta, ocurre todo lo contrario. Si hay un pueblo de Andalucía donde hay quinientos alemanes o belgas o vascos o chinos, mal, eso no es bueno. Si en Ronda hay dos mil belgas que viven en un barrio, no es bueno. No es una cuestión de raza ni de religión. Y al final es mejor que uno pueda conectar con una mujer, con su filosofía, con alguien que venga de Baréin, otro que viene de África del sur, otro del País Vasco, de Bélgica… es mejor así.
¿Crees que ciertas religiones son más propensas a crear guetos que otras?
Si soy colombiano y me vengo a España, es más sencillo integrarme porque tengo el mismo idioma, la misma religión, sé quiénes son los cantantes, y demás aspectos, pero si vengo de Pakistán, no. Pero la verdad es que la Iglesia católica ha cometido los mismos errores que otras religiones, ha oprimido a la mujer, ha oprimido a sus curas… lo mismo que ha hecho el islam. Un rabino puede casarse, un imán puede casarse y tener relaciones sexuales, y lo siento, pedir a un hombre y a una mujer vivir toda su vida sin contacto físico o sexual es el castigo de los castigos. Eso explica grandes lacras, como las decenas de miles de violaciones que ha tenido este país, por ejemplo. Otro aspecto sobre el que, al final, vamos a vencer, el de los casos de abusos infantiles por parte de curas. En otros países, como Italia, no han salido a la luz, porque la Iglesia católica todavía tiene mucho peso. Pero mira lo que ha ocurrido en Francia, Irlanda, Bélgica, Alemania… ha llegado un momento en que la Iglesia católica ha perdido peso y han salido miles de casos a la luz.
Esa expiación todavía no la hemos hecho en España, entonces… ¿va a salir?
Va a salir, está saliendo, mira el caso de los maristas en Cataluña. Es un error renunciar al cuerpo, obligar a renunciar. El gran error de la Iglesia católica es hacer una distinción entre el alma y el cuerpo, esto fue fatal. Eso un asiático no lo puede entender. Todo lo que tenía el oficio católico hasta el siglo XIV o XV se lo cargaron, existía el bautismo como algo físico, ya sabes, todavía los testigos de Jehová lo hacen así, meten el cuerpo en el agua, contacto físico, rezar de una manera física, el cuerpo como algo espiritual, no separado. Y es nuestro cuerpo el que ha recibido esas consecuencias, padres que hasta nuestra generación no daban baños a los niños, padres que no podían llorar ante sus hijos, eso ha conllevado consecuencias tristes para nosotros. El padre que nunca ha dado un baño a sus hijos, que nunca ha cambiado el pañal de su hijo, que nunca ha dado un abrazo, que nunca ha tenido el cuerpo desnudo de su niño contra su piel… En España los hombres se daban una palmada en la espalda para saludar, ahora ha cambiado, pero en África los amigos se dan la mano por la calle desde siempre. Del mismo modo, el abrazo que ahora hemos normalizado aquí entre hombres y hombres, mujeres y mujeres, hombres y mujeres, es un síntoma de cambio reciente, y hay muchos países que todavía hoy se sorprenden de ver esas cosas. Aquí las cosas van mejor, pero hay países en que si tú saludas a un hombre como aquí o en Bélgica, la gente se sorprende. Eso se nota en su literatura, como en Japón, por ejemplo, se nota en los manga, donde ves que atan siempre a las mujeres, es por esta sexualidad tan enferma.
Y todas estas inquietudes sociales que tienes son el motor que queda reflejado en tu obra.
Siempre. Ese motor para mí es clave. La inquietud social. De nuevo pienso en un deportista que no se pone en peligro, un creador que no arriesga nada en su obra, eso no me interesa. O en el cine, hay películas técnicamente fantásticas pero que no me llegan, porque no arriesgan. Yo prefiero ver una película de David Lynch, aunque no me guste lo que cuenta Lynch, por ejemplo, que ver una película de un tema atractivo pero que no tiene alma. Prefiero ver una película de Henry Gómez que la mayoría de cine de hoy en día, y eso que odio el cine de Henry Gómez, pero tiene alma, inquietud, creo que es necesario arriesgar. No hay que olvidar que un guionista y un autor de tebeos somos actores sociales.
Aun así no haces cómics con contenido social fuerte, siempre está presente pero no es el tema principal.
L’Élève Ducobu es Ducobu el estudiante, el protagonista es mal estudiante, pero no hablo de ello, no me centro en ello, no es una serie que habla de pedagogía, ni de por qué la escuela no ha evolucionado en ciento cincuenta años, hay algo de ello, pero no hablo de ello. No me interesa contar esas cosas en cada libro, aplico mis dosis según mis intereses; la chica que tiene leucemia, un libro que habla de prostitución, otro que va a hablar de no sé qué, ya tengo mis temas. Pero de vez en cuando, a mí también me interesa contar una historia de dragones, de superhéroes, o solamente tonterías, escribir bonitas historias que cuenten el placer de convivir en familia.
En España muchos tenemos envidia del mercado de cómics franco-belga, aquí ese mercado desapareció. ¿Crees que es posible o deseable recuperarlo? ¿Y cómo?
Mi respuesta no va a gustaros, pero yo creo que es la verdad: el español no sabe venderse. El español cree siempre que es un pueblo maldito que va a perder en cuartos de final, es la canción que he oído millones de veces. De nuevo eso se ve muy claro en el mundo de los deportes. Haces un repaso y empiezas a ver: «Campeones del mundo de waterpolo, bien; de balonmano, bien; de fútbol, fórmula 1, número uno en tenis, bien», creo incluso recordar que habéis conseguido el título de campeón del mundo de baloncesto, lo que es imposible con los americanos. Pero seguís pensando «Uy, nos hemos quedado en cuartos de final», y seguís diciendo «Uy, vamos a caer en cuartos de final, como siempre». Pero, vamos a ver, ¿puedes darme el nombre de cinco campeones franceses, ingleses o alemanes? No puedes, porque sois la hostia, pero no os lo creéis. Nosotros, los belgas, con muchísimo menos, llegamos mucho más lejos. Conseguimos cuatro logros culturales y logramos que se conviertan en referentes culturales a nivel mundial. Pero el español no sabe venderse. Y no solo eso, tiene la tendencia de estar siempre mirando fuera, pensando que lo de fuera es mejor.
Por otro lado, el mercado de BD en Francia ha sufrido mucho y la crisis también está ahí, en nuestro mercado menos que en otros, pero ahí está. Primero, hay que decir que el mercado de BD franco-belga no es El Dorado, y que si así fuera, hasta El Dorado hay que buscarlo, hay que trabajar y hay que luchar. Aquí tenéis los ingredientes que hacen falta, de forma sobrada, el talento y la forma de transmitirlo. ¿Por qué lo ha conseguido el Barça? ¿Por qué España ha sido campeona del mundo y de Europa? Porque han trabajado el talento de forma adecuada desde niños pequeños, porque estos niños tenían un sueño y siguen teniendo un sueño, y trabajan duro, han tenido posiblemente buenos entrenadores y buenas personas, gente que los ha formado, educado en todos los aspectos, el deportivo y el personal. No puedes tener a tantos jugadores tan humildes, tipo Iniesta, sin tener a entrenadores que sean buena gente. Y como el mundo del fútbol produce dinero, han podido inyectar infraestructura, los medios y las inversiones que hagan falta. Lo que falta para ensalzar el tebeo español es lo mismo, el talento lo tenéis, de forma sobrada, mi caso es un ejemplo, tal y como os lo he ido contando. Falta más inversión en la educación, políticas adecuadas a medio y largo plazo, hacer que los niños tengan la posibilidad de convertirse en dibujantes, en escritores, guionistas, y tener sueños, tener fe y atreverse. ¿Dónde están los suplementos de tebeos en los periódicos? ¿Dónde están las revistas culturales para niños?
Y así damos por terminada la entrevista, mientras Zidrou comenta nuestra contrarréplica: un ejemplar de Jot Down Kids que le hemos enseñado como respuesta a su última pregunta.
‘Lydie’ es tan bueno que lo regalé dos veces… ¡a la misma amiga! En fin, es una historia preciosa. Apunto otra historia de Zidrou en la que aparece una heroína inesperada: ‘¿Quién le zurcía los calcetines al rey de Prusia mientras estaba en la guerra?’ https://despuesdelhipopotamo.com/2014/09/17/calcetines-rey-prusia/ Una pequeña historia en la que, como siempre, Zidrou lograr emocionarnos sin caer en la cursilería. Enhorabuena, Oriol, una entrevista muy interesante.
Me parece que el dibujante citado al principio de la entrevista no es Maltét, sino Éric Maltaite, hijo de Willy Maltaite – Will.
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¡Gracias!