Me encanta el aroma añejo de la palabra «libertino», que según mi diccionario es «aquel que se entrega desenfrenadamente a los placeres sin someterse a la moral dominante». Nunca he creído que la moral social sea algo a lo que prestar excesiva atención. El ocultista Aleister Crowley propuso una brújula mejor: Do what you will, es decir, «haz lo que quieras» o, de forma más precisa, cumple aquello a lo que te impulsa tu voluntad interior. Una máxima con su ética implícita: todo humano tiene derecho a cumplir esa voluntad propia, por lo que al realizar la tuya no deberías perjudicar o interferir con la ajena. Vive y deja vivir.
En un mundo fracturado por la crisis no parece fuera de lugar reservar un espacio a un sano hedonismo que reconcilie con la vida, un paréntesis de placer en la lucha cotidiana. He preparado una pequeña ruta pecaminosa con pocas direcciones y muchas pistas: de varios de los lugares mencionados tan solo podrá darse un teléfono de contacto o una dirección web desde la que tirar del hilo.
Todo aspirante a libertino ha de elegir cuidadosamente sus pecados. La ira es destructiva y hace perder el control. La avaricia no solo perjudica al prójimo, sino que impide disfrutar del dinero al preocuparse solo de su acumulación. La soberbia limita el objeto de admiración a uno mismo, habiendo tanto por disfrutar en el mundo. La envidia se ha definido como el motor de la humanidad, pero lo que impulsa a los auténticos creadores es la voluntad de emular y superar a los maestros que admiran. Solo quedan pues tres pecados dignos de disfrute…
1. GULA
No hay amor más sincero que el amor por la comida.
George Bernard Shaw.
En 1999, el cineasta francés Michel Reilhac desarrolló un proyecto sin apenas precedentes: una serie de cenas en que los comensales comían completamente a oscuras, atendidos por camareros ciegos. Poco después produjo un talk show de TV llamado Le goût du noir?, filmado con cámaras infrarrojas, en el que la periodista ciega Sophie Massieu y el psicoanalista Gérard Miller cenaban a oscuras con diversos invitados.
Poco después se creó la cadena de restaurantes Dans le Noir? (interrogante incluido), con locales en París, Londres, Nueva York y Barcelona. La idea cuajó no solo como método para concienciar de las dificultades cotidianas de los invidentes, sino también como demostración de nuestra excesiva dependencia de la vista, que llega a atrofiar el resto de sentidos. Al renunciar a la mirada, el cerebro da órdenes a los órganos del olfato, el gusto, el tacto y el oído para que se agucen al máximo… A pequeña escala, es exactamente eso lo que hacemos al cerrar los ojos en el momento de degustar una delicatessen.
El lector despierto adivinará por qué las cenas a oscuras pueden tener una vertiente libertina. Vendar los ojos durante un encuentro íntimo es un juego erótico de primer orden, más aún cuando se relaciona con la comida. Juega con este impulso Mickey Rourke en la escena de Nueve semanas y media en que venda los ojos a Kim Basinger antes de alimentarla con fresas, nata, yogur o cubitos de hielo con que antes le acaricia juguetonamente los pezones… Un experimento que cualquiera podría repetir a no ser que, como en mi caso, solo guarde en su nevera restos de comida india y tarros de salsa de dudosa caducidad.
Dándole vueltas a esa idea decido arrancar esta ruta libertina yendo en pareja a Dans le Noir? Barcelona. Allí no hay vendas para los ojos, sino una sala sumida en la oscuridad más absoluta en la que cenan un número indeterminado de comensales, imposible adivinar si diez o 60. Entrar en ese comedor guiado por el camarero ciego me provoca un shock considerable: con los ojos completamente abiertos y sin poder ver nada más que negrura, mi cerebro envía señales de pánico hasta que me acostumbro a la ceguera. Trato de aislar los chistes malos de mis vecinos de mesa y aguzo los oídos, atento al sonido amortiguado y preciso de los camareros afanándose tras las mesas. Su organización milimétrica y la necesidad de mantener corredores fijos libres de obstáculos me recuerdan a una novela corta de John Varley titulada La persistencia de la visión. En ella se describe una comunidad de sordociegos que ha desarrollado normas estrictas de convivencia: pasillos con sentidos de circulación delimitados, comunicación basada en el roce, ausencia de tabús táctiles y rituales sexuales propios y muy elaborados.
Me viene a la cabeza, inevitable, el pianista con los ojos vendados de Eyes Wide Shut, y me asalta la idea decadente de que este entorno sería ideal para un discretísimo encuentro sexual. Espoleado por este pensamiento, tanteo sobre la mesa hasta encontrar una mano de mi acompañante, y la acaricio suavemente, dorso y palma, como un quiromántico ciego. Recorro luego el contorno de su cara: labios, nariz, pómulos, cejas… Intento absorber por el tacto cada detalle de su fisionomía, dándome cuenta de que la oscuridad aumenta el placer del descubrimiento mutuo.
Nos interrumpe educadamente una camarera trayendo platos de los que nada contaré por no arruinar la experiencia a los lectores que quieran emularla: parte de la gracia es no saber de antemano qué platos se servirán. La comida no es abundante, pero sí sabrosa y de aromas y texturas intrigantes. Durante la cena se sirven dos vinos, aunque mi torpeza enológica me impide reconocer si son blancos, tintos o verde lima; tras la cena el maître enseñará fotografías de todo lo comido y bebido. Y mientras llega el postre, no puedo evitar sacarme el zapato y tantear a ciegas hacia mi acompañante, rezando porque no haya cámaras de visión nocturna.
Cambiando de la oscuridad a la explosión de colores, esta ruta tiene una parada obligada en Málaga, donde el chef Benjamín de la Mata, especializado en cocina japonesa, ha realizado durante años glamourosas presentaciones de nyotaimori (body sushi) sin las estúpidas polémicas prefabricadas que nos asaltaron hace unos meses. De la Mata prepara deliciosos makis y nigiris, colocándolos sobre hojas de banano estratégicamente situadas sobre el cuerpo de una modelo (mujer u hombre, que de todo hay), sin que haya contacto directo entre la comida y la piel.
Con respecto al nyotaimori se han dicho y escrito muchísimas tonterías. Es falso que se trate de un arte centenario, ya que no se encuentran rastros de nyotaimoris en pinturas o grabados ukiyo-e; su origen más probable está en el underground del Japón de mediados del siglo XX. También es falso que resulte intrínsecamente degradante o desagradable para la bandeja humana: conozco de primerísima mano a varios hombres y mujeres para quienes la experiencia resulta erótica en sí misma, una mezcla de exhibicionismo al participar en un hermoso striptease gastronómico, y puro placer físico por el roce y cosquilleo de los palillos.
Sigamos esta ruta pervertida acercándonos ya al postre, un dulce territorio en que podemos encontrar delicias tradicionales como la mallorquina mamella de monja («teta de monja»). La repostería erótica es un arte frecuentemente maltratado. Igual que el nyotaimori, se ha asociado de modo un tanto cutre con las despedidas de soltero y el humor grueso, a pesar de que un pastel con motivos eróticos puede tener tanta elegancia como tenga el maestro pastelero que lo hornea. O maestra: bajo el nombre de Sweet Switch se esconde una repostera barcelonesa que cocina junto a su socio galletas y tartas muy particulares, exclusivamente bajo demanda. Su especialidad son los pasteles con temática fetichista (zapatos de tacón, cuerdas, corsés), aunque logran resultar eróticos y sorprendentes en todos los ámbitos. Nunca hacen dos pasteles iguales: para cada encargo piden al cliente que rellene un cuestionario con el que afinar el tiro.
Recomiendo dejarse llevar por la gula, pero manteniendo la moderación justa como para no morir por su causa, como en los suicidios de Leaving Las Vegas o de La grande bouffe de Marco Ferreri. Pero si ocurriera lo peor, emplazo a los lectores a que nos encontremos en el más allá, concretamente en la sexta terraza del Purgatorio de la Divina comedia de Dante, última parada de esta sección de la ruta. En un reflejo del suplicio de Tántalo, allí las almas glotonas pasan cien años contemplando árboles frutales y manantiales de agua clara, sin que les sea permitido saciar su sed ni su hambre. Ese pensamiento me ha despertado el apetito, así que si me disculpan, voy a comer algo antes de continuar.
Dans le Noir
Restaurant/Bar/Lounge – Paseo Picasso 10, 08003
93 268 70 17
Barcelona
Benjamín de la Mata
633 080 160
Málaga
Sweet Switch Cakes
618 123 692
Barcelona
2. LUJURIA
La vida es deseo, no significado.
Charles Chaplin, Candilejas.
Decía Donatien Alphonse de Sade que la lujuria es al resto de pasiones lo que la sangre a la vida: un soporte imprescindible que las nutre y fortalece. Considero esta filosofía completamente cierta, teniendo en cuenta que la lujuria no atañe exclusivamente al ansia sexual sino a muchas formas de deseo… Pero por enfocar este recorrido por la España libertina, centrémonos en lo que de forma algo cursi se ha llamado a veces «el frenesí de los sentidos»: la expresión libre del deseo sexual.
Abriré el fuego afirmando que, si bien la monogamia con exclusividad sexual es una opción plenamente válida, no es de ningún modo la única posible y está basada a menudo más en convencionalismos economómicos y sociales que en auténtica convicción personal. La sexualidad humana es compleja y cambiante, no solo por la bisexualidad natural que en cierto grado todos tenemos, sino por la infinita variedad de combinaciones posibles en una relación, con o sin exclusividad sexual o emocional: cuartetos, parejas abiertas, tríos cambiantes o estables (el más frecuente, por cierto, es el de dos hombres con una mujer). No es esta pequeña ruta el lugar adecuado para hablar en detalle de estos temas: remito al lector interesado al magnífico ensayo The ethical slut de Dossie Easton y Janet Hardy.
A mediados del pasado siglo se realizó un primer intento de apertura: fueron los años de la liberación sexual, el nacimiento del swinging lifestlyle y los intercambios de parejas como el descrito ingenuamente en la película de 1969 Bob & Carol & Ted & Alice. No estaba la sociedad preparada para todo aquello, y tanto el auge de las ETS como la reimposición de tabúes sexuales pillaron a muchos con el pie cambiado. En una escena de La tormenta de hielo, de Ang Lee, aparece una setentera «fiesta de llaveros», en la que los hombres ponen las llaves de su coche (en aquella época no abundaban las conductoras) en un recipiente del que cada mujer coge un llavero al azar, yéndose después con su dueño. En la película el polvo consiguiente resulta gélido, forzado y frustrante, anunciando el final tumultuoso de muchas utopías de la época (ay, esos hippies mutando en posesivos yuppies en los 80).
Por suerte no hay muchas similitudes entre esas improvisadas fiestas de llaveros y los encuentros en clubes swinger de hoy en día, en que son las afinidades electivas (a lo Rilke pero en psicosexual) las que construyen relaciones. Actualmente el swingerismo está cerca de la sexualidad abierta y desacomplejada de películas como Shortbus, que incluye escenas de sexo explícito en una historia que gira alrededor de un club liberal. Casi siempre se acude a estos clubes con una pareja, y se siguen normas basadas en el sentido común y la ausencia de drama tanto en las proposiciones como en los rechazos. En España hay decenas de lugares interesantes, aunque me limitaré a mencionar tres clubes barceloneses de los que puedo dar referencias: el Training Events por ser un clásico ineludible, el Oops! por su ubicación en un bonito palacete de la zona alta, y el Dejà Vu por organizar eventos como la Bondage Soireé, una suave introducción a las ataduras eróticas que me servirá para pasar al siguiente punto de la ruta… El BDSM, un acrónimo formado por la B de bondage (inmovilizaciones, ataduras), la D/s de dominación y sumisión y la S/M de sadomasoquismo, uso de dolor erótico.
Aún pervive una injusta prevención social respecto al BDSM. En parte proviene de muchos años de sensacionalismo barato y películas que presentan el sadomasoquismo como algo agresivo, oscuro y destructivo, cuando en realidad resulta altamente placentero si se practica con dos dedos de frente. El filósofo Michel Foucault lo explicó perfectamente: «El sadomasoquismo es la creación efectiva de nuevas e imprevistas posibilidades de placer. La creencia de que su práctica es un medio para liberar una violencia latente y dar rienda suelta a la agresividad es completamente estúpida. (…) Es bien sabido que no hay ninguna agresividad en las prácticas de los amantes sadomasoquistas; inventan nuevas posibilidades de placer haciendo uso de objetos extraños o partes inusitadas del cuerpo, erotizándolo».
Para emprender una ruta lujuriosa por el mundo del sadomasoquismo, lo primero que deberá hacer el lector desprevenido es olvidar completamente las 50 sombras de Grey y ver atentamente la película Secretary. Cumplido ese trámite de desintoxicación, estará listo para la primera escala: un portal anónimo del Eixample que da acceso a un sótano donde durante muchos años se reunieron pequeños grupos de personas cargados con sospechosas bolsas y maletas, de las que a veces asomaba, delator, el mango de una fusta. Así se entraba al Fetish Café, reino de la dulce y sensata Dómina Zara… Desgraciadamente el local cerró hace un par de años, pero su huella aún perdura en la comunidad BDSM.
Desde la Wanda von Dunajew que traía de cabeza a Leopold von Sacher-Masoch, la dominatrix se ha convertido en un arquetipo tan generalmente incomprendido como el del hombre sumiso. Uno de los tópicos más extendidos respecto a los sumisos es que son extremadamente poderosos e inteligentes en su vida cotidiana. Evidentemente esto es solo cierto algunas veces y la realidad es mucho más compleja, pero resulta gracioso ver cómo Gil Grissom, el cerebral protagonista de CSI, establece una tórrida relación con la dominatrix Lady Heather… O el mismísimo Sherlock Holmes con Irene Adler, convertida en poderosa dómina en la serie Sherlock de Steven Moffat. Resulta desesperante, eso sí, que en casi todos los ejemplos de ficción las dóminas se presenten siempre como profesionales, cuando abundan también las mujeres que dominan a hombres (o a otras mujeres, véase la asociación lésbico-sadomasoquista Samois) por simple placer. El libertino que desee adentrarse en el BDSM deberá olvidar todo lo que creía saber de antemano y prepararse para conocer personas, no arquetipos.
El siguiente punto obligado de una ruta sadomasoquista es el Club Social Rosas 5, creado por el fallecido (y muy llorado) atador Kurt Fischer y pensado como lugar de encuentro para interesados en la cultura BDSM. Otros clubes maravillosos han ido abriendo con el tiempo: la asociación subterránea La Orbita de IO o el club privado La Cuerda Roja son paradas ineludibles, así como el Dojo de Barcelona, donde se organizan talleres, seminarios y encuentros de shibari.
Hace tiempo dediqué un artículo entero al shibari, el arte japonés de la atadura erótica, que proporciona placer sensual y estético mediante el uso de cuerdas que inmovilizan, presionan y abrazan («una atadura es un fuerte abrazo», en palabras del fotógrafo Nobuyoshi Araki). El shibari tuvo su origen en un arte marcial medieval llamado hojojutsu, transformado durante el siglo XX de brutal en erótico por el artista Itoh Seiyu y sus sucesores, los maestros de cuerda o bakushi. Alguna vez he descrito el shibari como un cruce entre polvo, tango y combate de artes marciales, un diálogo erótico sin palabras en que se habla a través de la cuerda. Una rope bunny (persona que disfruta de ser atada) adora la caricia de las cuerdas sobre la piel y la sensación de sentirse a un tiempo inmovilizada, dominada, abrazada y protegida.
Una ruta del shibari en España debe pasar necesariamente por Gijón, concretamente por un local autogestionado llamado Munster. Allí se reúne un grupo de atadores y atadoras gestionado por el Sr. Interior, que no solo organiza periódicos encuentros de cuerdas (nawa-kai), sino que ha traído a España a varios bakushi de fama internacional.
Puede que a estas alturas algún lector se pregunte, desconcertado por tanta cuerda, si esto del sadomasoquismo no era cosa de homosexuales de cuero negro y fusta en ristre… Algo de eso hay: la cultura leather de San Francisco, mayoritariamente gay, ha influido muchísimo en la estética y principios del BDSM. Un vistazo a los locales gays de España ameritaría artículo propio, así que me limitaré a mencionar el barcelonés Berlín Dark, exclusivamente para hombres homosexuales excepto los miércoles por la noche, cuando se celebra una fiesta sadomasoquista abierta a hombres y mujeres.
Terminaré esta sección con dos recomendaciones un tanto misteriosas, ya que pertenecen a personas o asociaciones con una natural tendencia al anonimato. La primera pista que dejo caer apunta a Barcelona y las fiestas periódicas organizadas por Sociedad Cerrada. La segunda, a Madrid y a un elegante dúplex de nombre fascinante: Fetterati, es decir, «persona que acude a eventos públicos en busca del estímulo necesario para posteriormente disfrutar en privado». Y hasta aquí puedo leer, más allá de mencionar que ambos funcionan mediante estricta invitación.
Una última consideración: si el exceso de placer conduce a algún lector a la muerte, podrá continuar la fiesta en la séptima terraza del Purgatorio de Dante, donde las almas lujuriosas arden y se purifican en un gigantesco muro de llamas. El sarcasmo divino reinterpreta la expresión «fuego en el cuerpo».
Training Events
C/ Cobalto, 17
Cornellà de Llobregat, Barcelona
Dejà Vu
C/ Gran Vía, 476
Barcelona
Oops!
C/ Anglí, 69
93 667 78 15
Barcelona
La Orbita de IO
http://www.enlaorbitadeio.com
La Cuerda Roja
http://lcrclub.blogspot.com
Club social Rosas 5
C/ Atenas, 5
Barcelona
La Munster
Gijón
Berlín Dark
Passatge Prunera, 18
Barcelona
Sociedad Cerrada
Barcelona
Fetterati
Madrid
3. PEREZA
Nunca tienes tiempo suficiente para hacer toda la nada que quieres.
Bill Watterson.
Para finalizar esta ruta tendremos que dar un pequeño rodeo antes de llegar a España, deteniéndonos en el Japón de principios del periodo Edo, allá por el siglo XVII. Gracias a la paz y prosperidad traídas por el shogunato Tokugawa, florecen las artes, las ciencias… y los placeres. En ciudades prósperas como Kyoto o Edo (la actual Tokyo) aparecen casas de té algo particulares, provistas de entradas escondidas tras matorrales o accesibles mediante túneles. Estos establecimientos cumplen un doble propósito: por un lado, proporcionan a las prostitutas un lugar discreto al que traer a clientes importantes. Por otro, permiten a las parejas jóvenes dar rienda suelta a una fogosidad sexual imposible en las casas familiares, con sus delgadas paredes de papel de arroz.
Esta doble vertiente de los love hotels (también llamados eufemísticamente fashion hotels, boutique hotels o, simplemente, hoteles por horas o de parejas) se ha mantenido hasta hoy en día. Procuran resultar lo más discretos posible: utilizan máquinas en lugar de recepcionistas, conectan directamente el parking con los dormitorios, algunos hasta carecen de ventanas. Los hoteles más imaginativos cuentan con habitaciones temáticas: futuristas, romanas, submarinas… En un love hotel puede encontrarse desde un jacuzzi hasta un karaoke, una jaula o un sillón de dentista.
Los jóvenes (y no tan jóvenes) de la era de la crisis no tienen fácil independizarse, y encontrar lugares en que hacer el amor con tranquilidad se ha convertido en una necesidad no ya solo japonesa. La comedia costumbrista cubana Amor Vertical, de Arturo Sotto, retrata las dificultades de una pareja de La Habana para encontrar un sitio íntimo en que desahogarse. El título viene de uno de los lugares en que intentan consumar: un ascensor. Con esta imagen en la cabeza, acaricié la idea de pergeñar una guía de ascensores españoles lo suficientemente lentos como para permitir un polvo estándar… Pero me limitaré a mencionar un par de love hotels en que dar rienda suelta no solo a la lujuria sino también a la proverbial pereza postcoito (ya se sabe, omne animal post coitum triste).
En Barcelona la referencia inevitable es La França, un hotel de parejas con un cierto aire a meublé de los años 30: habitaciones románticamente elegantes y una suite con jacuzzi y cama redonda. Mucho más sobrio resulta Apartamentos DV, que permite la opción de cocinar allí mismo para quien quiera hacerse el chef antes de entrar en materia. En Madrid serviría de ejemplo el Hotel Zouk, que esconde habitaciones con piscinas privadas, saunas o camas de agua. Los demás love hotels que he visitado no destacan particularmente ni para bien ni para mal, con una excepción: un sórdido tugurio temático del que no daré datos de contacto porque mi deseo más íntimo sería verlo rociado de napalm.
Desgraciadamente en España la imaginación en cuanto a hoteles temáticos brilla por su ausencia, aunque me viene a la cabeza un ejemplo madrileño magnífico, no especialmente orientado a parejas pero que merece una recomendación. Se llama Dormirdcine, y cada una de sus 85 habitaciones está decorada en homenaje a algún icono del cine, desde Steve McQueen a Mary Poppins. Si se siente uno clásicamente romántico puede elegirse la habitación Audrey Hepburn… O, para un encuentro algo más cañí, la suite Almodóvar.
Una lánguida noche almodovariana bien puede terminar en muerte. En el Canto XIX del Purgatorio, Dante castiga a los perezosos poniéndolos a esprintar incesantemente por la ladera de una montaña. La moraleja que extraje de esa lectura fue que no merece la pena ponerse en forma: una vez muerto, mi espíritu correrá más kilómetros que Ricardo Abad, el atleta navarro que completó 500 maratones en 500 días. Cuando permanezco tumbado en el sofá me digo que estoy cogiendo fuerzas para cuando llegue ese momento. Y con esta imagen de agotamiento y deber cumplido me despido… hasta que coincidamos en alguno de los puntos calientes de esta ruta.
La França
C/La França Xica 40
93 423 14 17
Barcelona
Apartamentos DV
C/Torns 3
93 334 31 66
Barcelona
Hotel Zouk
A2, Carretera de Barcelona, Km. 28,200
918 771 820
Madrid
Dormirdcine Cooltural Rooms
C/Príncipe de Vergara 87
91 411 08 09
Madrid
Escribí este texto en 2013 y desde entonces han cambiado algunas cosas: que yo sepa, Benjamín de la Mata ya no hace nyotaimoris… Y en cuanto al BDSM, el Fetish Café ya no existe, por desgracia. Pero han surgido locales nuevos en la órbita bedesemera barcelonesa: «La Orbita de IO» y «La cuerda roja», por ejemplo. Siempre hay oportunidades para volverse libertino. :-)
Tampoco se celebran ya las fiestas de Sociedad Cerrada y el Training Events cerró. Pero el Training Pedralbes sigue siendo genial ;)
Siempre me atrajo el libertinaje…y me consideró libertina porque lo practico día sí y día también. Barcelona es una ciudad muy especial en la que yo creo que hay muchos lugares donde cumplir tus fantasías. Me encanta vivir en Barcelona y esta es la razón principal.
¡Gracias!
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