No le conozco, pero sé algo sobre usted: no cree que exista tal cosa como el «amor verdadero». A estas alturas del partido, ya habrá naufragado en un par de relaciones tóxicas, quizá aún se lama las llagas de una ruptura y a buen seguro acumula en su haber algún episodio humillante. Incluso aunque paladee las mieles de la placidez romanticosa, los desengaños, desencantos y esporádicos coqueteos con la tragedia están ahí para recordarle que lo único que realmente es para siempre son las cicatrices. Y los amores imposibles, pero en ese jaleo que se meta otro. En cualquier caso, ahora, en este punto concreto de su existencia ya ha asimilado que el amor dura lo que dura, y no es eternamente. Torres más altas han caído, ¿no?
Ya. No me arriesgo si también creo saber otra cosa: en el fondo, debajo de todo ese nihilista escozor con el que se ha alicatado el interior, sí que cree en el amor verdadero. Nadie nos oye, puede asentir. Jamás se atrevería a confesarlo en público —a no ser que sea afecto al autoescarnio— ni mucho menos hilar una argumentación que lo sostenga, pero está ahí. Como una utopía inocua, pequeñita, irracional y clandestina que se resiste a entregar las armas. Puede asumir que ya no será nunca el explorador, escritor, tirano o concertista que fantaseó, pero hay algo dentro de nosotros que se aferra a la posibilidad de esa isla. De ese amor pulcro, definitivo, maravilloso y bastante rosáceo que, por qué no, aún puede aparecer. El que encajará a la perfección con todos sus recovecos, cauterizará todas sus heridas y, en definitiva, acertará en todo aquello que hasta ahora ha fracasado. Esa persona que le hará sentirse pleno y que se ubica en las coordenadas del «amor romántico» en el que afirma no creer. El mundo está lleno de ovejas que se niegan a ser ovejas y, aun así, pacen.
Pero no se preocupe. No es grave: es un huevo.
Lo decía la voz en off de Woody Allen en Annie Hall, justo después de la despedida: «Y me acordé de aquel viejo chiste, ya saben, el del tipo que va a ver al psiquiatra y le dice: “Doctor, mi hermano se ha vuelto loco. Se cree que es una gallina”. Y el médico le contesta: “Bueno, ¿y por qué no hace que lo encierren?”. Y el tipo le replica: “Lo haría, pero es que necesito los huevos”. Eso expresa muy bien lo que siento acerca de las relaciones entre las personas, ¿saben? Son completamente irracionales, disparatadas, absurdas… Pero creo que las seguimos manteniendo porque la mayor parte de nosotros necesitamos los huevos».
Sucede que los huevos tienen una cáscara finísima, que se resquebraja a la menor fricción. O ficción.
La epidemia del amor romántico
Como persona docta, leída, y entregada a los placeres intelectuales más elevados, recordará cientos de artículos que abiertamente o de soslayo, afirman que el amor romántico es ya producto de otra era. Un constructo creado en herencia del amor burgués, cortés y victoriano que imperó durante siglos en nuestra cultura pero que ha ido quedando en desuso por diferentes causas, cediendo terreno a relaciones de otra clase. Lo que aún queda solo es una rémora de cuando todo era más ingenuo y más sepia, porque hoy el mundo está poblado de seres horrorosamente independientes, acomplejados e insatisfechos que saltan de relación en relación, exprimiendo lo efímero con egoísmo y sed de novedad. Algo de verdad hay en ello, pero también tiene un problema capital: que no. El amor romántico no es un mito ni un producto del pasado. Es algo tan real, tan presente y espeluznante que sigue entre nosotros como una insidiosa y desestabilizante enfermedad mental.
Para comprobarlo, nada tan sencillo como echar un vistazo a su alrededor. Especialmente si usted nos lee desde París y tiene a mano el Pont des Arts donde la tontería supina y el sentimentalismo más chusco se han dado la mano para alumbrar el mayor monumento a la memez colectiva jamás erigido: decenas de miles de candados, colocados sobre las barandillas del puente para, pretendidamente, celebrar el amor. Perversa simbología, por cierto. Tórtolos de todo el globo han acudido allí para sellar su romance depositando el objeto de marras como juramento de la plenitud y (esto es lo escalofriante) la inmortalidad de su amor, lanzando la llave al Sena y perpetrando un atentado estético que además ha tenido un efecto multiplicador en otras ciudades y latitudes. Paradójicamente, el peso estuvo a punto de derrumbar el puente, por lo que el Ayuntamiento de la ciudad retiró y destruyó todos los candados, instalando una valla metálica para disuadir a los flechados. En vano. Unos meses después, el ansia pastelosa se ha mudado hasta el vecino Pont Neuf, para alfombrarlo de nuevo de pequeños candados con iniciales y corazones. La mayor parte de rotativos del mundo titularon aquello como un «triunfo de los enamorados perseverantes» o giros sinónimos provocadores de ardores intestinales y «puajs» con muchas jotas de sonrojo.
Aquello no solo es un atentado estético en nombre de la cursilería. Tampoco la infantil desmesura de prepúberes con las hormonas de verbena, porque en el paisaje de los perpetradores se cuentan canas y acné por igual. Es solo un ejemplo al azar de la epidemia de gazmoñería que nos rodea, visible sin necesidad de enfocar demasiado: los Federico Moccia, Nicholas Sparks y sus secuaces, los cantautores que riman «cama vacía» y «almohada fría», los programas de televisión en busca de la pareja ideal en formato granjero, mediopensionista o señor de Murcia, los dramas sociales por rupturas que «nadie se esperaba», los líricos que serigrafían pasos de cebra con nocturnidad y almíbar, las genuflexiones con cada reposición de Pretty Woman, los suplementos que iluminan el camino para dilucidar si estáis «hechos el uno para el otro»… O cualquier otro ejemplo igual de extraordinariamente rentable.
Por supuesto, esto empezó hace mucho. Ya Platón, en El banquete, nos inoculó la idea venenosa de que sin otro estamos incompletos y, en consecuencia, infelices. Y no es un otro cualquiera: es uno en particular, no vaya a quedarnos demasiado simplón el galimatías. Júpiter, acalorado con la raza humana por haber escalado el cielo para combatir contra los dioses, decidió castigarnos de la forma más cruel posible: separándonos en mitades. Nacía con ello el mito de la media naranja, esa búsqueda incansable y tortuosa por encontrar la pieza que falta, el santo grial de nuestra existencia. Una vez hallados, nada les separaría. Na-da. Ni la rutina, los cuernos, la apatía, la distancia, el desgaste, las faltas de respeto o los exabruptos, el alcohol o las mandarinas de cultivos más ecológicos.
La primigenia maldición de Júpiter fue cruel, pero los que llegaron detrás a apuntalar las bases del mito tampoco se quedaron atrás. El amor romántico, basado en la fusión exclusiva y suficiente de los dos amantes como un único ser, incorporó toda la tragedia para la que ya estaba preconfigurado. Cupido, Paris y Helena, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda…. Un niño con alas de cinco años lanzando flechas bañadas en alucinógenos, una troyana más que probablemente violada por un narcisista, unos adolescentes fruto de un entorno enojado y enajenado… Un suma y sigue que complementan y amplían los románticos necrófilos, que, sin inventar nada, recrean la concepción del amor vinculado al sufrimiento y la muerte; llenando, como decía Larra, los cementerios de muertos de amor y pasión más de lo que lo hicieron los médicos o los necios. La religión también ha hecho lo suyo por pescar en este escenario, en el que las relaciones no nacen y se mantienen por la satisfacción mutua, porque eso implicaría la posibilidad de la disolución. El amor romántico hacia esa (la tuya, deja en paz a la del vecino) persona es absoluto, leal, eterno, muy parecido a la relación de un creyente con su divinidad.
Hollywood no tiene toda la culpa, pero se lleva un buen pedazo del pastel culposo. Aunque, en el fondo, el cine (ese cine) no ha hecho más que democratizar la ilusión colectiva, añadiéndole crescendo de violines y lluvia a las historias trágicas y almibaradas de siempre, convirtiendo lo extraordinario en la norma. Y en la aspiración. Quizás sea una perogrullada subrayarlo, pero sí: el amor romántico es una fantasía. Una ficción. Como especie, es la mayor pérdida de tiempo que se nos ha ocurrido nunca —dejando de lado la invención del cielo y las reuniones de vecinos— pero no es una fantasía inocua.
Combatirla tampoco es sencillo. La alta y baja cultura, todos a una, se han confabulado durante centurias para grabarnos el mensaje a fuego: busca incesante a tu media naranja. No desfallezcas. Te hará sufrir, probablemente te destrozará hasta niveles inimaginables, pero ¿eh?, estarás completo. Enamorado. Y, de alguna extraña y pasivo-agresiva manera, feliz.
Pues no. Rompamos ese huevo de una vez por todas.
El amor no es eso
Houellebecq opina que recurrir con asiduidad a la pornografía distorsiona la realidad, pero pocos parecen preocupados por los estragos que el consumo constante de películas, música («Sin ti no soy nada / mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada / porque yo sin ti no soy nada») y literatura defensoras del amor romántico provocan en los sentimientos, deseos y aspiraciones de la gente, haciéndolos cada vez más inalcanzables. Obviamos la decepción casi segura que produce enfrentarse a la realidad —mucho más prosaica— armado con esas actitudes, porque, al fin y al cabo, cada uno es muy libre de frustrarse como le venga en gana. Y el amor romántico es, simple y llanamente eso: la materia prima con la que fabricamos más frustración de la que podemos segregar de forma natural. Las «pequeñas magias inútiles», que diría Borges.
Pero la frustración no es el fruto más amargo. Lo peor es la perpetuación de los valores intrínsecos del amor romántico, que van más allá de la mera ensoñación. No se trata de que usted o yo, más o menos adultos, conservemos esa vana y patética esperanza de dar con «la persona adecuada». Ni de que confundamos sentimientos con sentimentalismo, o romance con romanticismo. No es una cuestión de grandilocuencia o de exposición pública de los afectos. Se trata de que esas falacias del amor romántico, que tan caducas podrían parecer, tienen un arraigo pernicioso. Eche mano de cualquier estudio o investigación (1) sobre cómo los adolescentes socializan hoy en día. Contenga el pasmo. Un aperitivo: la mayoría sostiene que el amor «verdadero» lo perdona y aguanta todo. Creen que el amor es posesión y exclusividad. Que el amor verdadero está predestinado. Que supone entrega total. El amor requiere sacrificios.
Y, ahora, imagine el impacto que esto tiene en aspectos nada inocuos como la violencia de género (2). Aventure las consecuencias de identificar los celos, la posesión o la exclusividad con el «amor ideal». Desde esta perspectiva, el amor romántico, vigente y válido aún hoy que tan inocuo parece se parece más al uróboros, la serpiente mítica que engulle su propia cola toda la eternidad.
El amor romántico merece morir. Porque no es amor, es dependencia, miedo a la soledad, masoquismo, una utopía colectiva y una mamarrachada peligrosa. No hace falta tener claro lo que es, para saber lo que no es.
No, el amor no lo puede todo, da igual lo que le diga Paulo Coelho.
No, no es normal sufrir por amor. Y mucho menos necesario. Nuestra visión de las relaciones sigue tan idealizada y es tan sentimental que la perspectiva de alguien que pone límites a su capacidad de amar y entregar parece obscena. Pero es algo sano y necesario.
No, el amor no lo aguanta y lo puede todo, no está hecho de acero valyrio. Se rompe, se esfuma y se pasa.
«Sin ti no soy nada», no. Sin ti soy exactamente lo mismo que contigo: alguien completo.
No, el amor no es lo que sostienen las dos primeras acepciones del término en el DRAE (3): ni el ser humano es insuficiente en soltería, ni el amor nos completa.
No, los celos no demuestran amor. Son una patología.
No existen las medias naranjas. Punto.
No, la felicidad no depende de encontrar o no una pareja.
No, quien bien te quiere no te hará llorar.
El amor no es eterno. En el momento en que la satisfacción no sea mutua, finita la comedia.
La caducidad no es una maldición del amor, es un incentivo.
Y, sobre todo: no es tuyo, ni tuya.
____________________________________________________________________________
(1) Hay una variedad de estudios al respecto, pero el de «Sexismo y violencia de género en la juventud andaluza e impacto de su exposición en menores. Proyecto de Investigación Detecta» de 2011 abunda en estos mismos datos.
(2) Percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud. Informe de la Delegación del Gobierno para la violencia de género. Madrid: Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
(3) «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser».
«Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear».
“El amor romántico, por ejemplificar lo que afirmo, suele ser muy falso: nadie vive más engañado que un enamorado, y pocos sufren tanto como él. El amor auténtico tiene poco que ver con el enamoramiento, que hoy es el sueño por excelencia, el único mito que resta en Occidente. En el amor auténtico no se espera nada del otro; en el romántico, sí. Todavía más: el amor romántico es, esencialmente, la esperanza de que nuestra pareja nos dé la felicidad. Sobrecargamos al otro con nuestras expectativas cuando nos enamoramos. Y tales son las expectativas que cargamos sobre el ser amado que, al final, de él, o de ella, no queda ya prácticamente nada. El otro es entonces, simplemente, una excusa, una pantalla de nuestras expectativas. Por eso suele pasarse tan rápidamente del enamoramiento al odio o a la indiferencia, porque nadie puede colmar expectativas tan monstruosas.
La exaltación del amor romántico en nuestra sociedad ha causado y sigue causando insondables pozos de desdicha. La actual mitificación de la pareja es una perniciosa estupidez. Por supuesto que creo en la posibilidad del amor de pareja, pero estoy convencido de que requiere de una extraordinaria e infrecuente madurez”.
Pablo d’Ors, Biografía del silencio
Magnífico artículo Bárbara. Tan perfecto y documentado que no le sobra ni una coma.
Pingback: Muerte al amor romántico
A veces parece que salimos del «amor romántico» para caer de bruces en el «amor capitalista». Donde no te emociones demasiado porqué siempre hay alguien mejor ahí fuera. Donde no tener que «sacrificar nada» porqué tu novia/novio superará X enfermedad él/ella sola/sólo. Etc… el nuevo amor, a veces, parece un páramo donde «qué bien que se está sólo, porqué todo el mundo es un monstruo y donde ceder un poco de humanidad con otra persona es una derrota íntima. No compartas nada con nadie, porqué la gente siempre te va a decepcionar».
Vamos, que viva el individualismo sentimental.
El futuro es un lugar solitario y si eso te da ansiedad, ganas de suicidarte o te hace sentir una mierda, JÓDETE. Nadie te salvará porqué no importas a nadie. No compartas nada.
No sea nada.
No vivas.
Porqué vivir, mata.
Y amar, el doble.
Bienvenidos a la era de los cyberman.
Las emociones son redundantes y nos hacen peores.
No tengo claro que todo eso sea mejor que el amor romántico, la verdad.
p.d: Lo que sí tengo bastante claro es que el amor romántico apesta en cuanto mirada (casi) exclusivamente masculina. Es un «amor» en una sola dirección, donde ellas son las que tiene que ceder siempre. Quizás el nuevo amor (romántico o no) debería nacer de la aceptación del «sacrificio» por el otro. Hacer feliz a tu pareja, cueste lo que cueste. Aunque eso implique estar a 10.000 km de distancia y romper toda relación con él/ella.
Suscribo tu comentario. Excelente. La falsa idea de la autosuficiencia es insostenible. Balancear el sacrificio y el egoísmo es un arte que se aprende amando. Creo que el amor es muchas cosas. Tal vez para ser mejor tiene que primero frustrarse varias veces. Las primeras aguas de un pozo nuevo siempre son un poco sucias.
Estoy totalmente de acuerdo con el escrito. Ahora se ha puesto de moda ir contra lo que llamamos «amor romántico» y, suscribo, pasar al «amor capitalista»: no doy nada a nadie, hago mi vida, no le debo nada a nadie, yo me basto y me sobro. Creo que hay un gran trecho entre una cosa y otra y, definitivamente, nos estamos pasando. Creo que como hay una mirada, digamos, «masculina» que ha desvirtuado todo esto, ahora todos y especialmente las mujeres, tenemos que igualarnos, pero igualarnos a la baja. Ya que ellos, o muchos de ellos, detestan las emociones y el romanticismo, tenemos que actuar del mismo modo y consumir noches de sexo y personas diferentes con frialdad. Dudo que eso nos haga mejores y más felices. Y no, no es «esa única persona» que es nuestra media naranja y nos completa, es mostrar la voluntad de tener una relación igualitaria, recíproca, sincera y estable, nada más.
La agonía de Eros
Estoy de acuerdo con casi todo, pero tengo de decirle que no ha entendido usted bien a Platón, el mito de los seres cortados nada tiene que ver con las medias naranjas. Habla de la grandeza y lo hermoso de ser seres sexuados, de ser el otro para otro, y en esa búsqueda no se menciona en ningún momento que se encuentre a un «otro», para toda la vida.
Lástima que se banalice un mito tan verdaderamente profundo.
Y no sólo eso, sino que ese mito no es, ni de lejos, la tesis sostenida por Platón en ese diálogo, sino una intervención de uno de los participantes del Banquete. Esa intervención es, de hecho, tirada por tierra tras la intervención de Sócrates que, a través del discurso de Diotima, explica la que sí es la concepción del Amor según Platón (el famoso «amor platónico», que aparece por primera vez en esa obra y que también se ha malinterpretado en sucesivas ocasiones), que no guarda ninguna relación con el amor romántico, o las medias naranjas, sino con la busqueda de la Belleza en sí.
Pingback: Muerte al amor romántico – Jot Down Cultural Magazine | METAMORFASE
¡Bravo por el texto! Solo he echado en falta un buen «tantarantan» al universo Disney, tan pernicioso para nuestra sociedad desde hace más de medio siglo (aunque supongo que está englobado en el apartado culposo de Hollywood).
Un abrazo
Interesantísima lectura. Invita a la reflexión. Gracias
¡Lo único bueno de todo eso, es el follaje!
Señor Rijoso: a pesar de que su planteo puede sonar un pelín brutal, creo que en el fondo es un buen resumen de lo que expone la señora Ayuso.
Es imposible que el follaje de verdad, el que merece la pena y ko te deja sintiéndote fuera de lugar, no tenga un componente romántico.
«Sin ti no soy nada», no. Sin ti soy exactamente lo mismo que contigo: alguien completo.
Aquí encuentro una contradicción, pues la sola mención de la palabra completa ya es una apología del amor romántico. ¿O es que nos vamos a sorprender de que hay quienes que se enamoran de sí mismos y se sienten completos?
Por otra parte, estoy de acuerdo con la autora en decir que la caducidad del amor debe incentivarlo. Lo mismo que su fragilidad.
Saludos
Cuando dice completo, creo que se refiere a capaz o entero como persona. No creo que haga alusión alguna al amor romántico con esa expresión y yo no lo interpretaríade tal manera
En otras palabras , la ausencia de amor romántico no debe mermar tus posibilidades de sentirte persona
Ei ser humano se encuentra,por lo general, ausente de » si mismo»i con una gran melancolia,
«paraiso perdido»
Creo que si uno no se encuentra a si mismo no puede encontrar al otro aunque el sexo y amor romantico nos ofrezca este espejismo
Pocas veces en la prensa de oy se tiene la oportunidad de leer algo tan lúcido y bien escrito, felicitaciones Bárbara.
Muy bueno el articulo, yo soy de las que considera que el amor romántico mata, en algunas ocasiones, ya lo sabemos por desgracia físicamente, la violencia de género se lleva por delante a muchas mujeres cada año, y en otras muchas mata espiritualmente porque la dependencia es una suerte de muerte en vida.
Jajajajaja yo creo que matan más los roles de género que el amor romántico, porque si se entendiera bien el amor romántico es un tipo de amor que no tiene nada que ver con el género, reducir a una persona por su sexo a un género no te parece violento? Porque yo creo que lo es y más
Entender el amor romantico como algo del pasado, basado en valores en los que el hombre es el protagonista es no entender nada. Amor es entrega, da igual el sexo. Completos estando solos? jaja, nunca. Siempre nos necesitaremos, afortunadamente, porque ya hay bastante egoismo.
Excelente artículo. Me gustaría añadir como pieza de acompañamiento a este texto, un artículo escrito por Alain de Botton para el NY Times, titulado » Por qué te casarás con la persona equivocada» (Está en inglés)
https://www.nytimes.com/2016/05/29/opinion/sunday/why-you-will-marry-the-wrong-person.html?_r=0
Existen muchos puntos que se solapan con lo que aquí se escribe.
Me parece muy interesante el artículo, y completamente oportuno. Hora es ya de que de forma generalizada mandemos por una larguisimas vacaciones el dichoso amor romántico que tanto dolor y tanta desgracia nos ha traido a los humanos. Porque además, es importante decirlo: no es verdad que simepre se haya amado de la misma manera, ganó el romanticismo, por varias y diversas razones, pero ni los griegos antiguos ni los romanos (que siempre bebieron de aquellos) amaban según los cánones romáticos. Existen alternativas y sería positivo comenzar a explorarlas
Estupenda reflexión de la que comparto casi todos sus matices. En mi opinión, tampoco existe el ‘amor romántico’, pero sí el amor, digamos, más ‘realista’, basado en el respeto mutuo y la decisión de estar unido a una persona con la que se quiere compartir la vida. Eso es el amor. Estar y compartir, sin más.
Bárbara corazón me ha encantado todo,tenemos muy muy buenos periodistas en españa y me siento orgullosa de ello y de todos,te doy un diez,gracias .
¡Gracias, mama!
Pues, de verdad que lo siento, pero yo vivo una historia de amor romántica con mi media naranja y este artículo, más que nada, me parece una autojustificación y una pataleta. No entiendo por qué hemos dejado de buscar el calor y candor de la belleza para refugiarnos en el frío y rocoso cinismo. Un saludo
Hay muchas referencias para documentarse un poco, a mi se me ocurren la obra de Houellebecq, Amor líquido, que bebe mucho de la obra de Erich Fromm, El Arte de Amar y El Miedo a la Libertad, publicadas en Paidós. Existe una obra fundamental de Dennis de Rougemont, publicada en Kairós: El Amor y Occidente
Gracias Jose Ramón, este último no lo conocía.
Un saludo.
Veo muchas contradicciones en este artículo. «El amor no es eterno, si la satisfacción no es mutua, finita la comedia»
¿No es esta frase precisamente una exaltación del romanticismo más pueril? Creer que el amor dura solo lo que dura la pasión; mientras no nos aburramos de las mariposas caníbales y las noches en vela… Coincido con usted en que el ideal del amor romántico es pernicioso y nos tiene entontecidos, pero discrepo con la solución que propone, pues, a diferencia de usted, creo que precisamente el compromiso es lo que nos salva del engaño, y lo que permite que agotada esa primera etapa, pueda nacer un vínculo mucho más generoso, maduro y sosegado entre personas con intereses y valores en común, y en definitiva realmente digno de ser llamado amor.
Por otro lado, según la mitología griega, Helena de Troya se enamoró de Paris ya que él gozaba del favor de Afrodita y esta le concedió el don de poder enamorar a la mujer que quisiera; el marido de Helena no era precisamente muy agradable y ella simplemente lo abandonó. ¿Quien dijo nada de una violación?
Ese amor romántico, tan idealizado como imposible, tan entregado y tan perverso, en el fondo no deja de ser el reflejo de un desequilibrio interior, se busca la sensación de un amor idealizado, la otra persona es secundaria, un simple objeto, contingente y reemplazable.
Completamente de acuerdo con al artículo, muy bien contado.
Mi última pareja, al poco de conocernos, me preguntó si me había enamorado alguna vez.
Me quedé pensando y no supe contestar.
Todos hemos quedado prendados de alguien, nos hemos «enamorado», pero no siempre ese amor soporta el paso del tiempo, el conocimiento del otro … en muchas ocasiones se desgasta y se rompe. Tal vez el amor necesite asentarse, convertirse en algo más sólido, huir del romanticismo y asentarse en el respeto y la complicidad.
Hace un tiempo que lo dejamos, tirando de tópicos, fue bonito mientras duró, pero el tiempo es implacable, no logramos asentarnos. Y aún con todo, y en la distancia, nos seguimos queriendo.
Hola Bárbara. Me ha gustado el artículo, pero no estoy completamente de acuerdo. El amor no lo aguanta todo, pero somos incompletos sin otros. Somos la suma de nuestras relaciones y no veo que tiene de pernicioso encontrar personas adecuadas: amigos adecuados, parejas adecuadas, con las que compartamos parte de nuestros valores, deseos, motivaciones…y contruyamos algo duradero, aunque no eterno.
Porque buscar solo la satisfacción en las relaciones me parece propio de niños mimados, que no aguantan una objeción, una crítica que, en cierto momento, puede hacerte llorar.
Una relación que no suponga parte de renuncia, renuncia elegida, solo puede ser una superficial, un polvo de una noche, un amiguete. Pero ayudar a cualquier persona siempre supone parte de renuncia, aunque te compense por otras cosas. Y es más satisfactorio desde un punto de vista tener amigos sin problemas que no te llamen para pedirte ayuda, o que les escuches, pero es más satisfactorio, para mí, renunciar a mi comodidad para ayudar a alguien a quien quieres.
El concepto de satisfacción mutua, si no nos limitamos al inmediato, creo que siempre supone renuncia.
Excelente.Me parece bien argumentado y sobre todo importante en cuanto a que se resalte la relación del amor romántico con la violencia de género en adolescentes y permítame, resquicio de éste en edad adulta que acaba con una cincuentena de mujeres al año,n verdadero «genocidio». No me sobra ni una palabra,ni una coma ni un punto. Con artículos así, se cambia el ideario común, el amor romántico,ese amor victorianoya pertenece al pasado,ahora construyamos nuestras relaciones de manera diferente, el tiempo ya les dará un nombre, o nombremosla ya, por aquello de que viene antes el huevo o la gallina… llamémosle amor libre, construyámoslo.
Qué buen artículo, gracias. El amor está en todas partes y, aunque suene a muy relamida frase de libro de autoayuda : «La falta de necesidad es la única que trae el verdadero amor» ( aunque esta frase es más misteriosa que la media, lo sé)
«El amor infantil sigue el principio: «Amo porque me aman.» El amor maduro obedece al principio: «Me aman porque amo.» El amor inmaduro dice: «Te amo porque te necesito.» El amor maduro dice: «Te necesito porque te amo.» (Erich Fromm)
«¡No las quiero comer! ¡No están maduras!»
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento
y di: ¡No están maduras!, frescamente.
La negación de la negación de la negación, hace unos días veía en la tele un tipo que se quejaba de las medidas anticontaminación de Carmena, el tipo decía, a ver dónde está la contaminación, no la veo, como señalaba otro comentarista, el artículo hace algunas suposiciones, la primera es que el amor romántico es unidireccional y es verdad, cuando es así es un mero engaño que hasta puede convertirse en patología, pero qué ocurre cuando se manifiesta en las dos direcciones? cuando dos personas se descubren mutuamente y establecen una relación que llena cada aspecto de la vida de cada una de ellas? que se complementan, que se llenan de complicidad, deseo y esperanza, que se aceptan, que no se cambiarían en nada, que se aman tal cual son?
No hace falta ser gallina para saber qué es un huevo, ni que te caiga un rayo para saber que esas cosas ocurren, a cuantos conocemos que les haya caído un rayo? es poco probable, pero pasa, en el amor romántico ocurre igual, es escaso, es poco probable, es en cierto modo como la lotería, la probabilidad de ocurrencia de que toque es muy muy baja, pero la gente juega y juega pues siempre queda la esperanza de que toque, una veces no pillas nada, otras ganas lo que jugabas, ocasionalmente hay quien recibe un piquito y muy rara vez se llevan el gordo, pues tocar toca.
Desconozco el número de relaciones experimentadas por la autora ni el tipo de las mismas, un servidor no ha andado escaso en su vida de relaciones, no sé si son muchas o pocas, pero por lo que oigo a mi alrededor estoy muy por encima de la media, siempre se me ha dado bien relacionarme con mujeres, he tenido amores que han durado años, otros unas horas, encuentros breves y alocados, de los de aquí nos pillamos y aquí nos matamos, unos han sido más emocionales, otros menos y todos y cada uno de ellos se manifestaron como una gran verdad en cada momento y pasaron los años, unos en compañía, otros en soledad, sin pareja y he disfrutado de todo en todo momento y siempre consideré que no estaba mal, ha sido muy feliz en soledad y llegué a pensar que así eran las cosas y ahora cuando la edad ya se asoma a su puesta de sol, descubrí que si existe el amor romántico, que se puede amar de un modo distinto a los que hasta ese momento creí que, como la autora, era una mera patraña de los convencionalismos sociales y supe que ese tipo de amor la inmensa mayoría de las personas nunca lo conocerán, morirán sin saber siquiera cómo es, como muchos moriremos sin que nos toque la lotería una sola vez en la vida, parece un espejismo, incluso puede que lo sea, pero no menos que el que experimentan quienes lo niegan, pues su negación viene por su ausencia, por la enormidad de fracasos que todos tenemos y hemos tenido y dado que somos buenos en establecer patrones asumimos que si algo no se dá en nosotros es porque no existe.
Sí existe la otra parte, esa que te completa, solo que es muy poco probable que se apàrezca en la vida, como las meigas que no existen pero haberlas haylas.
Ahora, cómo explicar a quien nunca experimentó una sensación la realidad de la misma, solemos hacerlo por comparación con experiencias pasadas, a un servidor le tocó la lotería en el amor y sabe de lo que habla, ha jugado mucho hasta que un día, sin esperar nada, apareció a una edad en la que la inmensa mayoría ya dejó de creer en el amor hace rato.
Wow! El comentario que más suscribo de todos. Me siento identificado contigo.
Pero… Te pregunto, no crees que una vez más el desamor llegará a ésta relación romántica qué estás viviendo? Creo que la ceguera que está produciendo ese enamoramiento romántico que estás viviendo en tí hace que creas que ésta vez sería diferente. Nada dura eternamente y el amor…menos. Aunque haya momentos en los que esa sensación ronde mi interior actualmente, rápidamente se esfuma al darme cuenta de que nada dura para siempre. Nada creo hay más grande en ésta vida que el amor a la vida y que muchas personas renuncien a ella por diversas situaciones trágicas que les conducen al suicidio demuestra que ni ese amor innato que llevamos dentro tiene porqué ser para siempre.
Y yo me pregunto, ¿y a tus padres y a tus hijos no les vas a querer siempre? Aunque todas las relaciones humanas están condicionadas,hay algunas en las que los provisos son tan mínimos que parecen ser incondicionales, como en ese caso; pero ¿qué impide trasladar esa pseudoincondicionalidad a las relaciones de pareja? En mi opinión hay una cosa, y es la desconfianza que originada por la filosofía carpe diem tan instaurada en nuestra sociedad, que antepone el deleite de los sentidos y las nuevas sensaciones a los valores. Y me parece muy bien, que cada uno viva como le parezca, pero el problema lo tienen los que busquen escapar de esta nueva religión y quieran sacrificar parte de su libertad para actuar de forma hedonista con el objetivo de construir una relación sólida y no perecedera que les aporte otras muchas cosas: ¿cómo voy a sacrificarme por una persona sabiendo que la capacidad de sacrificio media social está por los suelos y que en consecuencia, por estadística, mi pareja me dejará en cuanto las cosas se empiecen a poner feas? Y es por ello por lo que religiosos y no religiosos tenderán a actuar igual, los primeros seguirán los preceptos de su filosifía y los segundos tendrán la fundada barrera de la desconfianza (como si se tratara de un «dilema del prisionero» a gran escala).
Pero es que la historia va incluso más allá, porque una pareja formada por dos personas con predisposición al sacrificio podrá fracasar por esa firme creencia de que el «amor dura lo que dura». Esa idea es una mecha que terminará dinamitando la relación, una profecía autocumplida, ya que será la que podrá disfrazar a los problemas de obstáculos insalvables.
Yo lo tengo muy claro, ¿qué es lo que me podría hacer dejar a una persona a la que conozco bien y que me encanta como pareja? Que viole alguna clausula de nuestro contrato verbal (infidelidad, faltas continuas de respeto, agresión) que serían las condiciones mínimas de las que hablaba antes, pero nada más, y mucho menos situaciones ineludibles como la rutina o el final de la etapa de enamoramiento. Pero es que tampoco lo haría por la distancia, ni aunque la encerrasen en una cárcel turca 20 años. Y si lo hiciese significaría que las circunstancias, y no yo mismo, siempre habrían llevado las riendas del amor por mi pareja, y todos los «te quiero» que le he dicho a lo largo de mi vida se convertirían automáticamente en «te quiero mientras todo vaya sobre ruedas» (un amor falso a todas luces). Además, eso sentaría un importante precedente para el resto de mis relaciones: y es que si dejas a las circunstancias hacer y deshacer a su antojo, como mucho podrás aspirar a tener personas que te acompañen en el camino de la vida, pero nunca un amor real.
No creo que se trate de tener una relación única en tu vida con una sola persona que te seguirá hasta la muerte. Creo que en la vida de una persona pueden haber muchas relaciones que, al final, acaben no funcionando por circunstancias alienas al sentimiento amoroso -diferencias de carácter, de intereses, etc. Pero de ahí a vivir en el consumo constante de personas sin nunca llegar a establecer lazos hay una gran diferencia. Yo he tenido relaciones que han acabado pero mientras duraron fueron positivas para ambos. Simplemente se acabó. No hay nada malo en ello. Lo que me parece malo es que ya directamente no haya voluntad de ofrecer nada a otra persona. Creo que hay una confusión de conceptos y que muchos usan la excusa del «amor romántico» para justificar su falta de empatía, su individualismo, egoísmo e incapacidad de amar.
Barbara, tal vez un sentimiento injusticia e insatisfacción ahoga cada día tus pensamientos, pero te puedo asegurar que he tenido auténticos momentos de amor romántico con los que he disfrutado plenamente. Una idea mal concebida sobre el amor puede acarrear un vida de frustracion, pues no todo es subidon de endorfinas ni nunca nadie dijo que lo fuese( siento romper esa burbuja) ; el amor , son celos , son alegrias , discusiones , momentos de pasión , reproches , cumplidos , llorar , reir, cantar , desafinar , es una funcion de onda que sube y baja como lo hacen los fotones que ni son partículas , ni son ondas , son ambas cosas a la vez. Hay un tiempo para todo , todo tiene su ciclo , el amor no es ajeno a ello , se transforma pasa de una cosa a otra y se marchita , pero la esencia nunca muere , y más que luchar contra esa la realidad con bonitas palabras pues nunca podran cambiarla ni alterarla ,hay que entenderla, aceptarla y abrazarla.
Excelente artículo. en la novela «Nosexo» se profundiza a fondo en la naturaleza del amor https://nosexo.wordpress.com/ y en la línea de este artículo cito el siguiente pasaje: «La pareja está liberada del yugo de la pasión; ya no
hay celos patológicos ante la sospecha de la infidelidad, no hay
suicidios a causa del desamor. Sí, el desamor. Esa química mentirosa
que pasados tres o cuatro años se evaporaba dejando a los
enamorados al borde del abismo: ¿Qué fue de nuestra apasionada
relación? ¿Por qué ya no me besas como antes? ¿Ya no te parece
hermoso mi cuerpo, ese cuerpo que antaño te volvía loco? ¿Acaso
te aburres conmigo? —El profesor carraspeó y continuó hablando—:
Lo mismo que dos niños que han exprimido el último
juego de su consola virtual hasta cansarse de él, ya no hay nada
que pueda sorprenderles, tan sólo queda el hastío. La química se
desvanecía sin remisión, y con ella la chispa de la pasión, como
una Coca Cola Tropical que con el tiempo deja escapar sus burbujas
y el sabor pierde entonces toda su gracia. A partir de ese
momento comenzaba la cuesta abajo, y los que antes eran apasionados
amantes, debían empezar a esforzarse para reproducir
artificialmente aquello que fue y ya no es; surgían los autoengaños,
los disfraces, el amor fingido… Y un buen día descubrían
que entre la abundancia de la rutina ya sólo quedaban ruinas
humeantes: del orgulloso trasatlántico que surcaba el océano de la
pasión celebrando a bordo fastuosas fiestas, iluminando la noche
con millones de brillantes bombillas, se había pasado a un naufragio.
La química puede ser muy cruel.»
Excelente artículo.
Paradójicamente este texto (unido a otros que he leído recientemente en la revista) puede hacer que me enamore románticamente de jot down, ya que todos los artículos que leo son cojonudos¡¡¡¡
En cualquier caso, para contrastar la hipótesis de la autora en relación a la muerte del amor romántico, habría que hacer un estudio sobre la percepción del amor en los seres humanos antes del romanticismo. Suena realmente difícil pero parece la única manera de discernir entre la posibilidad (a) el amor romántico es intrínseco de alguna manera al ser humano y tiene algún tipo de beneficio para la especie ó (b) es una patraña tóxica inventada en el siglo XIX y apuntalada en el XX
Un placer disfrutar de estas lecturas
Como toda argumentación basada en el esencialismo, se aplicará en algunos casos, pero no en todos. Nosotros seguimos como hace treinta años, con otras perspectivas y con muchas más vivencias y experiencia, pero lo único que nos preocupa del título es la primera palabra, que cada día está un poco menos lejos…
Lo mejor de este artículo, en mi opinión, és que me ha hecho pensar y hacerme preguntas. En mi caso, confieso haber tenido varios episodios de amor romántico, antes de entender que dicho amor fue necesario pasarlo. Estoy inmunizado. El amor tiene la dimensión/naturaleza/calidad que tu seas capaz de dar/recibir.
El amor romántico existe pero no está hecho para los egoístas. Esos no amarán nunca. Los egoístas buscarán el amor sólo para ser amados, de ahí los celos, el control del otro, etc. pero no nos equivoquemos, eso de amor romántico no tiene nada.
De acuerdo!
Le habria encantado a Erich From. Inefable
Adoro el amor romántico: lo adoro para discutirlo, para combatirlo, para compartirlo, para matarlo, para revivirlo, para someterlo y para sucumbir a él. El amor es algo absoluto, desbordante, generoso, retroactivo y eterno, dure lo que dure y acabe como y con lo que acabe. La violencia de género, lo de «lo maté porque era mío» que normalmente tiene ataúd femenino, tiene que ver con otras cosas, no con el amor. Ciñéndonos a esta semana, más de uno sr propuso eyacular sobre el cadáver de una famosa, sólo porque era famosa y había muerto (o sea, que había seguido su camino, sin fastidiar a nadie, que se sepa): ¿es eso machismo, es un derivado del amor malsano que nos han inculcado? No, es la bestialidad presente, pasada y futura con la que tenemos que cargar porque de algún modo irresponsable ha quedado por ahí y tendrá que ser culpa de alguien, y mejor que no caigamos en la cobardía de escaquearnos. Creo sinceramente que tendemos al desastre, pero eso no es lo mismo que tender al fracaso. Y creo que el amor loco, el amor más allá del pasado, y a costa del futuro y a pesar del presente, es imposible de discutir. Es esa puñetera mirada honda que no te borras en la vida, aunque sigas con tu vida como si nada. Creo en el amor eterno, pero no creo que tenga que ser correspondido, y no puede ser de ningún modo esclavitud ni cepo ni conclusión. Y su valor es una especie de magia contra la estúpida superficialidad porque hace surgir muchísimas cosas esenciales que no hubiesen llegado a existir sin él, porque refuerza todo lo que celebra el presente e ignora su fugacidad. Porque afirma que el amor no sólo es eterno, amplio e infinito, sino que se merece a sí mismo y se prodiga sin mezquindad.
Helena no era troyana, mas bien espartana u olimpiana. Aunque no hay algo así como nacionalidad en la Antigüedad, sus raíces no eran troyanas ni mucho menos, allí solo escapo con el cobarde de París traicionando a su legítimo esposo, y ocasionando la muerte del gran Hector, el verdadero héroe que antepone el bienestar de los suyos y su patria frente al suyo, y todo por un calentón tonto.
Pingback: A morte l’amore romantico [Parte I] – Bibrinews
«El amor es infinito si se funda en ser honesto; más aquel que acaba presto, no es amor, sino apetito».
Cervantes lo tenia claro y parece que 500 años después todavía estamos buscando razones y sinrazones sobre el amor.
Yo creo que todas las razones que nos brinda el amor son buenas, incluidas las más lapidarias. Incluidas las que nos puedan parecer banales, estúpidas, cursis e insufriblemente ñoñas; porque el amor, junto con la libertad, son las dos cosas más universales y adorablemente atrevidas de que el ser humano puede disponer, sabiendo que se puede dejar la piel en el intento. Saludos
Una respuesta fabulosa.
La idea de que los celos son siempre patológicos es simplista. David M. Buss propone una explicación más compleja en «The Dangerous Passion: Why Jealousy Is as Necessary as Love or Sex». Pero el señor Buss es un psicólogo evolucionista con décadas estudiando, no un improvisado.
Lo de Platón es otro disparate. Platón no propone eso en serio. Para empezar, la historia la pone en boca de Aristófanes, un comediante. Es una idea interesante, pero aparece ahí más como mito curioso y entretenimiento. Para ver qué proponía Platón sobre el amor es mejor atender al discurso de Sócrates.
Lo de Helena troyana… en fin.
Pingback: A morte l’amore romantico [Parte II] – Bibrinews
Ahota se me ocurre que el amor romántico no es el más iluso ni el más mentiroso de todos. Tengo la impresión de que nuestra versión (hablo de una buena parte de la gente y nada más) del amor que ha muerto es la que se lanza más locamente a la falsedad, y raramente es el más romántico. Es cuando decimos que fue maravilloso pero que un desgraciado acontecimiento lo desvirtuó, se cruzó otro u otra, se acabó la magia, se volvió rutina. El amor romántico puede hacerte cachitos, y puede ser infiel, pero nunca llega al aburrimiento. Siempre se acaba antes. Se acaba con graves destrozos e incontables lágrimas, pero tiene la elegancia de desaparecer antes de decepcionar. Por supuesto, prefiero un amor menos elegante y más envolvente, absoluto y crecedor. Pero eso no quita que valore las fantasías llenas de fuerza en las que uno se acaba enredando con toda la esperanza y ningún futuro.
Me produce dolor cuando dices «El amor no es eterno. En el momento en que la satisfacción no sea mutua, finita la comedia.», ¿Comedia? ¿En eso queremos convertir el amor? ¿En una ficción humorística? Yo he amado, he desamado y ahora vuelvo a amar, no se si románticamente, pero se que ni es una comedia mientras y muchos menos es tan fácil terminar el amor pasando a unos créditos. Pero ni en el amor, ni en la amistad, ni en los sentimientos profundos de adicción a algo o alguien, a lo mejor usted ha transcendido sobre su animalidad y puede hacerlo sin problemas. Pero creo que el único fin al que nos puede llevar esta individualidad salvaje es a la desolación, a la soledad y al desprecio total de la existencia. Yo prefiero amar románticamente a eso, ser feliz a estar moralmente acertado.
El amor romántico es pura adicción a las emocione intensas que te provoca la droga en forma de persona.Es un sube-baja de hormonas y neurotransmisores. Y tiene mucho de escapismo.
Me parece que el amor romántico no es malo per se, pero hay que ser consciente de si uno «cae» en el amor, porque si generas una dependencia del otro, y lo necesitas para sentirte completo/a, puedes tener problemas más adelante.
El amor romántico, como el alcohol, consumo moderado y responsable, sin perder la cabeza! :)
¿Y eso es posible?
Entonces en esta operación de olvidar el amor romántico sustituiríamos Lo eres todo, https://youtu.be/7C0R3OckHx0 de la poliédrica Carmen Santonja, que llega a declararse «romántica impenitente» en su álbum póstumo; por…no sé, Amores de barra, de Marta y Marilia https://youtu.be/xmgiCLdD4EQ
Sin anestesia ni nada?
AMOR !! AMOR NO ESTOY DE ACUERDO CON MUCHOS COMENTARIOS. CREO QUE EL AMOR ES UNA MOLECULA DEL SER HUMANO POR CIERTO,EL AMOR A LA VIDA A LA MADRE A LOS HIJOS A LA FE EN GENERAL CÓMO EL TRABAJO, CUNPLIR METAS SIN AMOR Y FE NO SE PUEDE A una persona que tese cruza y la Molécula se activa esto es amor. El que no lo vea qreo que tiene un grave prolema en la vida. Gracias por dejarme sentir el AMOR
Pingback: 6 ¿porque son relevantes estas preguntas ? – CONOCIMIENTO Y CULTURA
: Me parece que en la mayoría de los comentarios que aparecen en la defensa del AR, se confunde ese “tipo” de amor con todas las formas posibles restantes. Cuando criticamos al AR, criticamos lo negativo que sus posturas generan, principalmente para las mujeres, y que son, precisamente, las que la cultura occidental ha conminado a sostenerlas. No se trata de barrer con el amor a toda tranza, sino de reflexionar acerca de que existen otras formas posibles mucho más realistas, menos idealizadas, más igualitarias, no posesivas, carentes de endulcoramientos banales, etc.
Por otro lado, creo que también se mezclan algunas características, vicisitudes, complejidades, que todo “amor de pareja” (eros) conlleva, con las que implanta el AR. Lo más criticable del AR es continuar siendo “cómplice afectivo” del patriarcado moderno que aún hoy pretende dominar y/o mantener en segundo plano a las mujeres.
Mucha filosofia y poco amor. el amor maduro es justamente el mas romantico aquel que respeta y convierte al otro en tu maestro interno y a mismo tiempo en tu pupilo, aprendes y enseñas y realmente tocas el cielo. Negarlo es matar una parte de nuestro ADN. Si alguien no lo ha vivido es solo por que el egoismo no lo dejo enbarcarse en buscar la mejor version de si mismo. Viva el Amor romantico y todos los amantes de corazon. Un gran abrazo para todos.
Pingback: Muerte del amor romántico
¡Gracias!
Pingback: No consigo estar contigo: 'Vidas pasadas' - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: Sturm und Drang: alemanes y escapadas románticas. Qué podría salir mal - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: Jacobo Bergareche: «La literatura combate la angustia del domingo por la tarde» - Jot Down Cultural Magazine
Texto tan ameno como interesado, revestido por referencias mal asumidas: el mito de la «media naranja» no es obra de Platón, es Aristófanes quien lo defiende en El Banquete y será refutado por Sócrates, alter ego del autor en los Diálogos. Tampoco Helena es troyana ni el mito de Paris equivalente al de Narciso. Dos de dos en las referencias helénicas.