El crítico de arte comienza a escribir en el ordenador. Tiene que hacer un análisis de la obra de Joan Miró del Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés, una de las piezas principales de esta entidad. Cada vez que se enfrenta al desarrollo de una hipótesis plantea, aún sin saberlo, la utilización de la cualidad estética como un aspecto integrado en los modelos lógicos y académicos de investigación. Lo que sí sabe es que el arte no es un campo de expresión, o no lo es únicamente, sino una biblioteca de ideas a nuestra disposición. Sabe también que un investigador ha de definirse ideológicamente para desarrollar una teoría. Comienza con una cita visual de la obra, la mira, la analiza, y entonces se da cuenta de que le surgen otras ideas que poco o nada tenían que ver con sus intenciones primeras. «¡Anda! Pues no se me había ocurrido», exclama.
El crítico de arte se considera un científico y no quiere ni oír hablar de teorías freudianas, sin embargo le gusta la idea de comenzar a trabajar sobre una obra y dejarse llevar de una idea a otra. «La asociación libre como metodología de investigación artística», piensa a modo de autojustificación.
La relación entre el mundo tal como lo vemos y el mundo tal como lo entendemos está condicionado por el acto de enfatizar algunos detalles para prescindir de otros. En cierta forma, a medida que la mirada se asoma al exterior, la imaginación se hace cargo de la realidad. El crítico de arte analiza la imagen de Miró otra vez. La estructura imaginaria presentada en ella es a la vez una composición emergente y una exposición de la estructura implícita de la realidad. La obra que estudia es una representación objetiva con líneas, colores y perspectivas, pero también una estructura ambigua y emergente bajo constante renovación.
Desde mediados del siglo XVIII el concepto de asociación de ideas ha sido considerado cada vez más como el principio explicativo más básico, más fecundo y más omnipresente de las ciencias humanas, pero el crítico es consciente que utilizarlo metodológicamente en la investigación artística supone caminar al filo del acantilado. Cierto es que los fenómenos mentales complejos se forman a partir de elementos simples derivados en última instancia de las sensaciones y que el mecanismo por el cual se forman depende de la similitud y repetida yuxtaposición de esos elementos simples en el espacio y el tiempo. Así pues, el crítico de arte no utiliza la asociación de ideas como justificación de sus conclusiones, sino como método de investigación, como un mecanismo para el cambio ordenado a través de la experiencia que complementa su trabajo en oposición a lo que generalmente se denomina libre albedrío.
Joaquín Roldán, profesor de la Universidad de Granada, ha desarrollado ampliamente esta teoría en sus trabajos sobre metodologías artísticas de investigación, que resultan muy sugerentes cuando se trata de pensar en desarrollos de futuro, en imaginar, al fin y al cabo, una situación que aún no se ha dado, puesto que imaginar cosas, aun basándose en análisis cuantitativos previos, no deja de ser un acto de creación. Es lo que ocurre cuando llegamos al límite de nuestra propia comprensión de la realidad en la que vivimos y reconocemos la necesidad de formular nuevas hipótesis con las que trabajar.
La asociación libre como metodología de investigación le permite al crítico utilizar estímulos para la ideación, para sugerir posibles temas y conceptos, conectar un pensamiento con el siguiente, permitiendo que cada nueva imagen o idea aparezca sin censura ni juicio, escapar de los modos habituales en que asociamos la información, explorar todas las posibles rutas a una solución.
Si parte del objetivo de una crítica de arte es, además de analizar estilos y técnicas, mediar para que se produzca una comunicación emocional, resulta muy práctico crear conexiones inusuales y potencialmente útiles, porque habitualmente tan pronto como el crítico de arte se enfrenta a una tarea seria excluye estas ideas, ya sea consciente o inconscientemente, simplemente porque no están por lo común asociadas con una solución plausible.
En el proceso de ceder a las asociaciones libres suscitadas en una investigación artística, el crítico descubre caminos que escapan al pensamiento lineal racional. Aún con la necesidad de juzgar lo que emerge en la mente, puede conectarse a más imágenes y encontrar un sentido a la creación, utilizar su imaginación para explorar la obra, encuadrarla en el contexto cultural en el que fue producida, entender su simbolismo. Sin pensar que hay respuestas correctas o incorrectas, una idea le conduce a otra idea en el proceso de transformar el pensamiento.
La investigación artística del crítico de arte planteada desde el pensamiento sistémico no busca la opción mejor, la más exitosa, como lo haría el pensamiento analítico, sino que considera todas las opciones para dejar emerger una síntesis, el producto de todos los elementos y algo diferente de la suma de los elementos mismos. El resultado se convierte en la clave para revelar una realidad inesperada y posiblemente un nuevo vértice de observación.
El crítico de arte vuelve a mirar el Miró del MACVAC. Observa toda la imagen, luego se fija en un fragmento. Es lo particular, no lo general, lo que permite la comprensión. Se despliega una red de conexiones universales para revelar identidades o conceptos inauditos dentro de una suerte de genealogía histórica. El crítico evita caer en la moraleja o la respuesta dogmática, hace suya la advertencia de Flaubert que decía algo así como que la estupidez consiste en el deseo de llegar a una conclusión. Su ensayo no concluirá, dejará al lector ante un horizonte de múltiples posibilidades y nuevos senderos. La respuesta es completamente trivial, una vía muerta desde todo punto de vista. Sitúa al fin sus dedos sobre el teclado del ordenador y escribe: «¡Anda! Pues no se me había ocurrido hasta ahora que…».
Pingback: La asociación libre como metodología de investigación – Jot Down Cultural Magazine | BRASIL S.A
Un artículo realmente mordaz y acertadísimo.
Gracias pse
¡Gracias!