«Sí, buenas noches, dígame». Así daba entrada Carlos Pumares (Portugalete, 1943) a sus oyentes en el ya mítico Polvo de estrellas, programa de radio pionero y único gracias al cual muchos nos convertimos en insomnes y de paso en verdaderos creyentes del séptimo arte. La erudición enciclopédica de Pumares en aquellos tiempos preinternet resultaba apabullante. Durante muchos años nos explicó el significado oculto del monolito de 2001: Una odisea en el espacio, nos hizo disfrutar con las «sinfonías tontas» de Walt Disney y nos emocionó repasando plano por plano la secuencia final de Centauros del desierto.
Más allá de ese amor por el cine clásico que siempre desplegó —y que siempre contagió—, su personalidad como locutor no pasó desapercibida. Desenfadado y antiacadémico, la relación de Pumares con sus oyentes fue un tanto tortuosa: míticas fueron también las grescas en antena, los gritos, los cortes de llamada, los insultos.
Tras el inesperado cierre de Antena 3 Radio, la estrella de Carlos Pumares fue apagándose poco a poco, despuntando de nuevo en televisión gracias a las Crónicas marcianas de Xavier Sardá, en un giro de su carrera que no todos supieron encajar.
Pumares nos recibe en su «oficina» del hotel Eurobuilding. Lo encontramos escribiendo un artículo a bolígrafo, en una pequeña cuartilla, con letra diminuta, renegando de las nuevas tecnologías. Tratamos con esta entrevista de profundizar en el hombre de cine que siempre fue, tratamos también de comprender al histriónico personaje, si es que acaso uno no fuera el mismo que el otro.
¿Cuánto hay de real y cuánto de personaje en Carlos Pumares?
Esto es difícil de contestar. Cuando salgo en los programas de televisión o en la radio, ¿ese soy yo? Sí. Lo que pasa es que tengo facetas. Es decir: si a mí me llaman para un coloquio político, como me ha llamado Carlos Cuesta o Antonio Jiménez, pues yo salgo serio pero no puedo evitar ciertos golpes de humor. Por ejemplo, decir eso de: «Antes había un país para robar y ahora hay diecisiete reinos de Taifas para robar», porque ya me dirás para qué sirven las diputaciones… Pero siempre soy yo.
Yo puedo hablar con unos amigos o con otros, y puedo estar gracioso o estar serio. Es que no creo en eso del personaje. No: el personaje soy yo. Y punto. Si mientras cruzo la Castellana me gritan «¡Pumares!», o me paran para hacerse una foto conmigo, pues soy Carlos Pumares: el que sale en televisión. Yo no estoy en casa y cuando salgo a la calle me pongo un disfraz y ya soy el personaje. No creo en esos cambios.
En Crónicas marcianas nadie gritaba si Sardá no lo decía. Él lo dirigía todo. ¿Sardá era un personaje? ¿O Javier Cárdenas? No. Son así, pero en una determinada faceta. Si yo fuera oficinista, tendría que estar serio en la oficina y luego gracioso tomando un café. Pero soy el mismo todo el tiempo.
¿Cómo acaba un vasco en Melilla?
Porque mi padre era militar. Y yo iba con mi padre, y con mi madre, adonde nos mandaran. Además eso me ha originado unos problemas enormes con los aniversarios de los colegios, lo de los veinticinco y los cincuenta años y tal, porque he estado en tantos…
¿Y cómo acaba un físico dedicándose al cine?
Es que a mí la física me importaba tres cojones. Cuando no había setenta y dos universidades como ahora, los distritos universitarios te obligaban a ir a la universidad que te correspondiera por cercanía geográfica. Si yo estoy en Melilla, mi distrito universitario es Granada. Y de hecho, el curso selectivo que había en aquella época lo hice allí, en Granada. Y escojo física porque en Granada no se puede estudiar. En Granada yo puedo estudiar geología y química, pero como quiero estudiar física me autorizan a venir a Madrid. Y al venir a Madrid, aparte de estudiar la carrera durante mucho tiempo, lo que en verdad quiero es entrar en la Escuela Superior de Cinematografía. Hice el examen correspondiente y ya: a tomar por culo la física. Y a hacer cine tres años en la vieja Escuela de Cine a las órdenes de Juan Julio Baena, uno de los mejores fotógrafos de este país también conocido como «el Incendiario».
Lo de la Escuela de Cine fue muy raro porque en verdad aprobamos muchos, y al señor Baena le pareció demasiado y cortó por lo sano. Es decir, me examino y no apruebo, pero es que no aprueba nadie. Y entonces unos cuantos protestaron, fueron a juicio y cuando aquello se resolvió y pude entrar en la Escuela de Cine yo ya estaba trabajando en la radio.
¿En qué momento te dedicas a la distribución de películas? Siempre has dicho que tú diste a conocer a Humphrey Bogart en España.
El tema es muy claro: necesito ganar dinero, he hecho unos guiones espantosos y me surge por unos amigos de Oviedo entrar en una empresa que se llamaba Bocaccio. Me dicen que si me gustaría trabajar en la empresa y entro allí un poco porque me pagan, me ponen una oficina, etc. Y allí compro una película con la que Jack Lemmon ganó el Óscar: Salvad al tigre. Y otro amigo, González-Sinde, me dice: «¿Por qué no fundamos una distribuidora de arte y ensayo?». Y entonces digo que sí, porque me pagan mejor, y compro todo Bogart; viajo a Polonia y compro a Andrzej Wajda; y comienzo a llevar películas a festivales. Y así empiezo.
Hablando de tu faceta como guionista, el otro día pusieron en televisión La casa de las chivas. ¿La viste?
No. ¿Para qué? La tengo en casa.
¿Cómo empezaste a colaborar con León Klimovsky?
Lo de La casa de las chivas viene por un señor distribuidor húngaro que conoce a Jaime Salom. Ceno con Jaime Salom y hablamos de lo de hacer el guion, y lo hago. Y ahí hay una golfada porque en los créditos de ese guion aparece también Villegas López, pero el único que escribió algo fui yo. Pero bueno, me pagaron, y ahí está La casa de las chivas. Entonces Klimovsky me llama y me dice que tiene una idea, que a ver si podíamos hacer una película de vampiros, que le apetecía, y yo me aterrorizo: El extraño amor de los vampiros. ¡Con Carlos Ballesteros! O sea, una cosa… Luego me llama Luis Sanz para hacer otra cosa, tremenda: Una mujer prohibida. Espantoso también.
¿Y con José Luis Garci? ¿No hubo entonces una colaboración en La casa de las chivas? Porque él aparece en los créditos como coguionista.
Sí, sí, aparece. Es que ahí aparecen todos. Y Villegas López, ya te digo, que no lo conozco de nada, solo de «hola, ¿qué tal?». Y Garci estaba en sus historias, porque quería a una chica que era la hija de no sé quién… Son unas historias muy raras, y es una etapa que no me interesa nada. Esa es una etapa de mi vida que prefiero olvidar, porque yo más bien era un negro del guion. Yo los escribía y luego los continuaban otros. Además ya no me pagan de la SGAE, porque como ya no las pone nadie…
Me extrañó no verte más en los coloquios de ¡Qué grande es el cine!
Mira, lo del Garci yo no lo entiendo. Creo que me llevó una vez nada más a un coloquio de esos. Pero el que rompió la amistad fue Garci, no yo. Teníamos una gran amistad, pero son esas amistades que no se sabe muy bien por qué de pronto desaparecen. He cenado en su casa multitud de veces, y él en la mía. Fíjate, él me conoce desde que yo estudiaba en Madrid en un colegio mayor. Pero un buen día se deshace todo y en el fondo no sabes por qué.
¿De dónde viene esa erudición cinéfila? ¿Quién te inculcó la pasión por el cine?
Creo que desde muy pequeño. Yo voy a un colegio, el de los Jesuitas de Bilbao, donde todos los jueves era fiesta y había cine. Ponían una de Jaimito, una de dibujos, un NO-DO… y era maravilloso lo del cine. En aquella época, en una ciudad grande como era Bilbao, había un circuito como pasaba en Madrid: se estrenaba una película y luego pasaba a otro circuito, y a otro circuito. Y había programas dobles, etc. Y a mí me fascinó desde siempre lo del cine, y empecé a ir al cine por narices.
No fue una cosa familiar, porque mi padre era militar; o sea, imagínate. Y mi madre trabajaba en Telégrafos, y cuando se casó lo dejó. Fue simplemente que me gustó eso del cine. Luego en el colegio mayor, cuando estudiaba allí, llevaba el cine-club. Alquilaba yo una en 16 mm. y todos los colegios mayores, el Calasanz, el Jesús Maestro, nos intercambiábamos las películas. Es decir: yo pagaba una película y poníamos cuatro (risas). Y todos los demás igual.
Curiosamente, yo me enteré de que había una escuela de cine, que al principio era el Instituto de Investigaciones Cinematográficas y estaba en Monte Esquinza, por un periódico semanal que se llamaba Siete fechas. Como noticia curiosa venía que el cine se podía estudiar. Y dije: «Esta es la mía». Y ya investigué y, es más, me examiné por primera vez para las pruebas de acceso en Monte Esquinza y Berlanga estaba en el tribunal. Fíjate de cuándo te estoy hablando.
¿Y qué hay de cierto en esa leyenda urbana de que tú y Berlanga tuvisteis vuestras diferencias en la Escuela de Cine?
Nada. Es más, con Berlanga me reí mucho un año en el Festival de Berlín, que era jurado, me acerco a saludarlo y me dice: «Cuando nos llaman de jurado, es que ya no volvemos a hacer una película» (risas). Me acordaré toda la vida. Con Berlanga no he tenido nada. Con su mujer tuve un lío en Valladolid, porque puse a parir en la radio no sé si era Todos a la cárcel o Moros y cristianos, alguna de esas. Y me llamó María Jesús: «Carlos, ¿cómo puedes decir eso?». Y yo le dije: «María Jesús, es que es mu fea. No tiene gracia». Pero de eso a un problema con Berlanga… Es que siempre me he llevado muy bien con él.
¿De qué te sirvió ir a la Escuela de Cine? ¿Aprendiste algo allí?
Lo aprendí todo. Porque éramos cuatro en dirección. La Escuela de Cine se estructuraba de la siguiente manera: eran tres años; el primer año ibas de script en la práctica fetén de los de tercero; en el segundo año ibas de ayudante de dirección de los de tercero. Y yo nunca tuve ayudante de dirección porque ya no había nadie más. Y allí aprendí con profesores maravillosos como Mario Camus, como Antonio Isasi-Isasmendi, Adela Medrano… Magníficos. Es que éramos cuatro, y charlábamos de cine y tal. Tengo un recuerdo maravilloso de los profesores.
¿En tu caso se cumple el cliché de que los críticos de cine son cineastas frustrados?
Y los críticos de toros, y los críticos de arte… Pues creo que sí, que en el fondo los críticos de cine somos cineastas frustrados. Porque nos hubiera gustado hacer películas, pero no nos salen como vamos por ahí predicando.
¿Qué ha sido para ti Manuel Martín Ferrand?
Todo. A mí hay tres personas que me han influido y que me han cambiado la vida, y son: José Luis Balbín, Manuel Martín Ferrand y Xavier Sardá. El más grande: Manuel Martín Ferrand. Balbín me llevó a la televisión y me relacionó con gente y tal; y Sardá me cambió el registro. Pero Manolo, el más grande. El que lo ha hecho todo por mí. Lo conocí en una tertulia que teníamos en una cafetería que se llama Las Bridas, a la que íbamos por la noche. También íbamos a El Comercial, donde estaba Carmelo Bernaola, Antonio Giménez-Rico… Teníamos una especie de pandilla allí, y el primero que me llama es José Luis Balbín para La Clave, como asesor cinematográfico, porque yo ya escribía en Fotogramas y tenía ya una cierta fama de cine. Y en La Clave conozco a Rosalía, que es la mujer de Manolo, y entonces ahí ya empieza la relación. Y por esa tertulia de Las Bridas, Martín Ferrand me lleva a Hora 15, como crítico de cine. Y entran las frecuencias moduladas, y él me lleva, y ahí es donde empieza mi etapa en la radio, que creo que fue en 1982.
¿Qué te parece que se haya creado una Escuela de Periodismo en su nombre?
Pues me parece muy bien todo lo que se haga por Manolo. Y Luis Ángel de la Viuda, que es el que lo organiza, sabe que por Manolo y por él yo hago cualquier cosa. Ya he ido a dar una charla allí, de hecho.
Polvo de estrellas fue un programa único en su género. ¿En quién o en qué te inspiraste para diseñarlo?
En nada. Alfonso Eduardo hacía algo de cine en Radio Nacional, pero Polvo de estrellas fue un programa pionero. Me acuerdo de cómo nació; me dijo Manolo: «Oye, ¿tú no querías hacer un programa de cine?», y le dije: «Sí». «Pues por la noche cuando termine García. ¿Y tienes algún nombre?», y le dije: «Hay una canción mu bonita que se llama «Stardust»». «¿Y eso qué es?», me dijo. «Pues «polvo de estrellas»». Y me dijo: «¡Ese, ese! ¡Ese es el nombre!». Luego decían que Antena 3 era la emisora más erótica, porque comenzaba con El primero de la mañana, de Antonio Herrero, y terminaba con el Polvo de estrellas.
¿Qué preferías? ¿Los especiales o las llamadas?
A mí me gustaban las dos cosas. Lo que pasó con las llamadas es que había muchos pesados. Teníamos una lista con ellos, y no los volvíamos a llamar en mucho tiempo. Eran como clientes. Y yo decía que eso no podía existir: el cliente no puede existir en un programa de radio. Y los aparcábamos. Yo decía: «A ese dentro de dos meses lo puedes llamar». Y luego los especiales… Salía a comprar discos, iba a Londres o a Nueva York. A la emisora iba con una bolsa de El Corte Inglés llena de discos. Ahora se bajan de internet. Además, esos especiales se hacían en directo, salvo en agosto, claro, que los grababa. ¿Tú sabes lo que era poner discos de vinilo en directo, para buscarles justo el punto en el que tenían que sonar? ¿Tú sabes lo que es editar una cinta con papel celo? Eso lo he vivido yo. Y las escenas de las películas estaban sacadas de mis vídeos. Del VHS o del Beta. Que yo los compraba en Londres, y aquello quedaba de cojones.
¿Te acuerdas alguna vez de tus técnicos? ¿De Alberto y Jaime Rull?
¡Hombre! Mis dos grandes amigos. Alberto, mi primer ayudante, y Jaime, su hermano, el segundo. Dos tíos maravillosos. Mira, por la noche los técnicos eran los mejores, pero iban por la noche porque estaban castigados. Hacían algo mal y: «¡A la noche!». Y yo encantado. Eran los mejores. Es que la radio en directo era fascinante cuando había muchos cacharros. Aun así, recuerdo la gilipollez de uno que me enseña un día en una radio una mesa de cincuenta y cuatro canales: «Mira, Carlos, cincuenta y cuatro canales». Y yo: «Cojonudo. Uno para hablar, y el otro para la música. ¿Y qué hago con los cincuenta y dos restantes?». Y se me queda el tío mirando… «Claro, es que cada canal es para una cosa, y yo no tengo cincuenta y cuatro cosas». Pero como esa era más cara y quedaba más bonita… Yo, que he desarmado los teléfonos en los hoteles, porque hacía las crónicas de los festivales con un ITAME: abría el teléfono y con unas pinzas… Claro, es que pedir una línea telefónica era muy caro, y al final era como una llamada telefónica, porque no había móviles. Pues eso, que me hablen a mí de cincuenta y cuatro canales, joder…
En tu programa distinguías entre «oyentes» y «llamantes».
Sí. Mira, tú pones un programa nocturno sobre gallinas y te llamará alguien que quiere saber cosas de gallinas. Es que la noche es muy… Yo decía que por la noche no cambias de emisora, sino que te quedas dormido; y por el día sí cambias de emisora. Por la noche es que hay mucho que llama por llamar. Para escucharse él.
¿No crees que fuiste un poco borde con algunos de tus oyentes?
Yo he sido borde cuando el oyente lo ha sido. Pero nunca he ido contra un oyente. Ahora, si han venido agresivos me he defendido. Pero no tengo yo un recuerdo de borde en plan «vete a tomar por el culo», porque siempre he tenido el poder del control, de hacer así y decir: «Vaya, se ha cortado».
Recuerdo que a una señora mayor le recomendaste que viera Blanco humano, de Van Damme.
Mira, a las tres de la mañana tú puedes decir lo que te dé la gana. A las doce del mediodía, no. Por la noche, Blanco humano o La perseguida hasta el catre. Es que, date cuenta, a las tres y media de la madrugada, que te pregunten por una película. ¿Pero cuántas habrá? ¡Millones! Pero bueno, ese es otro tema. Pero claro, Blanco humano de Van Damme es que es mu bonita.
¿Y no crees que de una forma u otra tú fuiste el culpable de que las llamadas insultantes al programa se multiplicaran?
Sí, pero bueno… (largo silencio)
En Polvo de estrellas pudimos escuchar por primera vez en España el «We Are The World». Cuéntanos cómo fue eso.
Eso fue porque yo había ido a Los Ángeles a una retransmisión de los Óscar y fui a comprar discos, y vi «We Are The World», pero no sabía qué era. Vi quién cantaba y dije: «Esto lo llevo para el programa». Y a los dos días llego y el técnico, Enrique, me dice: «Oye, pero si esto es la hostia. Esto es una premiere. Esto no ha sonado en Europa». Y le dije: «¡Pues ponlo otra vez!». Y luego llegó a España. Pero quiero decir que sí, que fui el primero en ponerlo porque acababa de salir en Los Ángeles y al día siguiente cogí el avión e hice el programa.
Tu programa empezaba cuando terminaba el de José María García. Le preguntamos por eso hace unos años y aseguraba que ya le habías perdonado todos esos minutos que te había robado en antena. ¿Es cierto? ¿Lo has perdonado?
Es que gracias a José María García yo soy alguien, porque el que llevaba la audiencia era él. Mi programa era hasta las dos, y una noche García se pasó y se comió todo mi tiempo. Y yo salí, y dije: «Muy buenas noches. Vamos con un poquito de música. Adiós». Y eso fue todo. Además es que yo iba como bocadillo, porque al terminar volvían a poner el programa de García, la repetición. Luego ya me ampliaron hasta las tres, y luego hasta las cuatro, y los especiales en domingo… Recuerdo un día que García dijo: «Bueno, es muy tarde. Ustedes querrán dormir». Y al salir del estudio le dije: «José María, ¡no me mandes a la gente a dormir!». Y él: «Ay, Carlos, perdona», y me dio un abrazo. Con García, la última vez que le vi, que fue aquí, nos dimos besos y todo. Si yo soy algo en la radio es gracias a García. Si no voy detrás de García…
¿Por qué te quedaste en Antena 3 Radio cuando todas sus grandes figuras comenzaron a irse a La Cope?
No, no. Se van a La Cope cuando cierra Antena 3. Nadie se va antes. Cierran Antena 3 y cada uno se busca las habichuelas. Unos se fueron a La Cope y yo me fui a Radio Voz. Aquello fue un varapalo importante, la verdad. Nos fuimos a la calle y al poco me llamaron de Radio Voz. Antena 3 tenía emisoras asociadas, y Radio Voz era independiente y me llamaron ellos.
Decías saber los verdaderos motivos por los que cerraron Antena 3 Radio. Y si mal no recuerdo tenían que ver con un avión y con un lío amoroso. ¿Nos revelas este secreto?
Yo creo que Antena 3 se cerró por una envidia malsana de otra cadena y de otro señor, por el hecho de que en FM hubiéramos superado la audiencia de AM. Porque cuando empieza Antena 3, la FM era otra cosa. La FM eran emisoras especializadas, que podían ser del tiempo o del deporte. Y ahí salimos al aire a ver quién nos cogía, porque entonces había radios que no tenían ni para escuchar FM. Y ese fue el gran cambio que supuso Antena 3 y del que no se habla: hacer una programación convencional de AM en FM. Y por envidia, ese señor lo cerró. Pero no recuerdo yo eso del lío amoros y el avión.
Aunque en Polvo de estrellas ya hablabas de mil cosas diferentes, en Radio Voz comienzas deliberadamente a meter secciones que no tienen nada que ver con el cine. ¿Te impusieron estas secciones?
Sí, sí, en Polvo de estrellas yo hablaba de lo que fuera. Y lo de Radio Voz fue porque empiezo a hacer un programa de tarde, que es para lo que me contratan, porque la noche la tenían cubierta. Y en un programa de tarde llevo a la de las cartas, llevo lo de la medicina natural… Pero son propuestas mías. A mí nunca me han dicho qué tengo que hacer en mis programas. En un principio Radio Voz se emitía en toda España, pero luego se queda solo para Galicia y para internet, y lo que interesa es el programa de medicina, porque trae publicidad. Y eso lo sigo grabando en Madrid y lo editan allí. Y punto.
¿Sigues practicando la medicina natural?
Claro. Es que es mi médico el que llevo al programa.
Me llamaba poderosamente la atención lo de las lavativas de café.
Magníficas. Quitan el dolor de cabeza de maravilla.
¿Y el Fibergran qué era finalmente? ¿Para qué servía?
El Fibergran es fibra. La historia del Fibergran es curiosísima, porque dura unos once minutos y el primero que lo pone es Rafael Cerro, gran amigo, que hacía por la mañana un programa de coches. Y lo puso. Y lo último es que lo veo en Crónicas marcianas mucho antes de que yo fuera. Manel Fuentes lo pone, y allí se ve a todos descojonándose. Lo de Fibergran está en internet y creo que es de lo más visto en España. A veces me preguntan si la señora lo compró, pero no tengo ni idea. A mí lo que más me divierte es cuando dice: «Yo estas letras extranjeras no las entiendo», y me pasa con el marido. Es la hostia, lo del Fibergran es la hostia.
Y cuando acaba todo, la señora te dice: «¿Y ya está?»
Sí, sí, y llevaba once minutos diciendo «¡Fibergran!» (risas).
Y lo de tener una bruja en directo echando las cartas, ¿cómo surgió? ¿También crees en la cartomancia?
No, nada, en absoluto. Aquello surge porque uno de mis ayudantes dice: «Hay una chica que echa las cartas por ahí». Y yo le digo: «¡Tráela!» Y empezamos a echar las cartas en el programa. Ahora somos muy amigos, y la hija estuvo trabajando de enfermera con mi médico.
Tú que has colaborado en La Clave de José Luis Balbín y en La Tertulia de Santiago Amón. ¿Qué opinión te merecen las tertulias de ahora?
Que son muy políticas. Mira, una de las razones del éxito de Crónicas marcianas, que incluso podría volver hoy, es que no era político. Recuerdo estar veinte minutos hablando del siguiente apasionante tema: en Italia, un señor se quiere tirar a una señora casada con un bombero. Y se dedica a crear incendios para que el bombero tenga que salir de casa. Y esto lo discutimos muy serios los Matamoro, Cárdenas y yo explicando que tienen que ser incendios pequeños, que tal… (risas). Claro, eso comparado con esas crispaciones, esos insultos que se ven en las tertulias de ahora… Aquí lo más que decíamos era: «Padre Apeles, usted no es cura. Demuestre que es cura de verdad». Pero claro, es que era una cosa entretenida. Recuerdo que Sardá, después de hacer la planificación y tal, nos decía: «Bueno, a maquillarnos y a divertirnos». Es que ha cambiado todo totalmente, en la radio también. Aquellas tertulias radiofónicas eran muy entretenidas. En televisión está todo el mundo crispado.
¿Por qué no cuajó Polvo de estrellas en televisión?
Se llamaba igual, pero en verdad el programa no tenía nada que ver con el de la radio, entre otras cosas porque era grabado. Era solo para poner películas, y terminó porque no vimos que fuera viable. Es lo mismo que cuando voy a Sálvame, que al segundo programa ya hablo con el director y le digo: «Yo aquí no pinto nada». Es que a mí con quien se acueste la Benito o Belén Esteban no me interesa, y no soy experto. Y lo de Polvo de estrellas fue al inicio de Antena 3 Televisión. Yo ya había hecho algo por el estilo en Televisión Española, con Martín Ferrand, los sábados por la noche. Y lo de Antena 3 Televisión se acabó por reducción al absurdo: era absurdo estar toda la tarde presentando películas que no había, porque no teníamos un fondo decente. Pero se acabó buenamente. O sea, no en plan «¡vete!» o «¡me voy!».
Siempre te quejabas de que en la tele pagaban mucho mejor que en la radio. ¿Fue por eso que acabaste en Crónicas marcianas?
Hombre, claro que pegaban mejor, pero no. Voy a Crónicas marcianas porque me llama Sardá. Y lo del dinero es después. Lo que sí es cierto es que la televisión de esa época pagaba muy bien y la actual muy mal. Pero aquella pagaba de la hostia: había fines de semana que iba a Crónicas y bajaba por la autopista del Mediterráneo a Canal 9 con Cristina Tárrega, y volvía a Madrid con un pastón de la hostia (risas). Ahora puedes recorrer España y vuelves con una mierda.
¿Te arrepientes de haber participado en esos programas?
En absoluto. No me arrepiento de nada de lo que he hecho porque he disfrutado con todo. He sido muy libre. O sea, nunca he sido funcionario. Lo lamento, pero bueno, esa es otra historia. Pero no, no me arrepiento de nada. Todo lo he hecho de forma muy consciente.
Pero hay mucha gente que te reprocha el haber participado en esos programas. Como que de algún modo tu labor como periodista o como hombre de cine se ha visto empañada por eso.
Es que hay que darse cuenta de que ya soy un señor muy mayor, y he tenido una larga trayectoria. Y he estado siempre en el medio. No me he puesto de pronto a tocar en una orquesta o me he ido a una granja a cultivar. He estado siempre en algo relacionado con la radio, la televisión, el periodismo. Me llamaron de Crónicas y fui encantado. Me llamaron de Sálvame y ya vi yo que aquello no funcionaba.
Con todo, no creo que Crónicas marcianas o Sálvame o incluso ¡Mira quién salta! hayan sido los programas más frikis en los que has participado. ¿Qué nos puedes contar de El hotel de las mil y una estrellas?
Bueno, aquello fue tremendo. Lo de El hotel con Luis Aguilé… Sí, sí, ahora que lo dices, lamento lo de El hotel de las mil y una estrellas (risas). Eso sí. Aquello surgió por las amistades que tenía. Era una producción independiente de Tato Escayola, que me llamó y nos metimos allí con lo de Luis Aguilé y unos guiones kafkianos. Me decían: «Que viene Miguel Bosé», y yo tenía que inventarme un guion con Miguel Bosé. ¡Y yo qué sé de Miguel Bosé! Sí, sí. Me arrepiento profundamente de lo de El hotel de las mil y una estrellas.
¿Qué te parece este revival que estamos viviendo ahora con las series? ¿Sigues alguna?
No. Yo solo veo películas. Para mí las series terminaron cuando dejaron de poner Los Intocables, o Hong Kong. ¡Eso eran series! El fugitivo… A mí eso de Carlos Rey… A mí me gustaba el Hawaii 5-0 de hace años. No, no me interesan. Si acaso en la tele veo la porno de Enrique Cerezo, si la ponen. A veces ponen una española con el desnudo que no salió en su día. O alguna de Tinto Brass. Y vídeos, vídeos antiguos.
¿Todavía compras películas? ¿Qué has hecho con tu colección de películas en VHS?
Sí, pero solo en las rebajas. O en algún quiosco a un euro. Y los VHS los tiré en un punto blanco. Me quedé con algunos que no han salido en DVD, como por ejemplo El baile, de Ettore Scola.
En Polvo de estrellas le hacías mucha publicidad encubierta a El Corte Inglés. Siempre decías que allí era el único sitio donde se podían comprar películas.
Es que era un anunciante. Nuestros anunciantes eran Sony y El Corte Inglés, lo cual ya era indicativo de la audiencia que tenía mi programa, porque que estén esos dos anunciándose a las tres de la mañana… Y por eso decía siempre lo de: «Ya es primavera en El Corte Inglés», y ponía Las cuatro estaciones en febrero, con dos cojones.
¿Cuál es la ultima gran obra maestra que has visto en el cine?
(Gran silencio) Obra maestra, obra maestra, no hay. Te puedo decir películas que me han gustado: una que vi en Sitges, y que luego fue a Manresa: Drive. Es una película mu maja. Y a mí Jason Statham me gusta mucho, y los tres Transporter son cojonudos… Pero obra maestra es Centauros del desierto. Y eso ya no se hace. Pero es que además, y hablando en serio, lo de ir al cine se ha terminado. Ahora está este teléfono que estás usando para grabar, ya no traes un magnetofón. Y las películas ya no pesan treinta y cinco kilos, y no necesitan de un operador. Ahora todo es automático o viene por el aire. Hay ciudades que no tienen cine. En las afueras encuentras dieciocho pantallas y no va nadie. Yo he estado en una sala ahí en Manoteras con ocho personas, y tres estaban mandando mensajes. O sea, el ir al cine se ha terminado. Y, con las cámaras digitales, pues cualquier inútil puede hace una película. Como Todos contra la pared: sin maquillajes, sin nada… ¿Tú sabías que en Madrid ha habido un festival de cine que termina hoy? Pues es la cuarta edición. Uno de ciencia ficción, de fantasía. En el Palafox. Yo me he enterado este año, así que fíjate.
Pero tú sigues haciendo la ruta de los festivales.
Como lo primero que quitan es la cultura me han quitado dos: Setúbal y Sicilia. El resto, sí. Iré al Cinema Jove en junio, y en agosto ya la juerga: de Locarno hasta Cartagena. Como siempre pregunta un amigo mío: «¿De Indias?». No, ¡de Murcia!
Al de Sevilla no vas, ¿no?
No, porque Cienfuegos no me invita. Es que en Gijón me insultó por la calle porque le hice una crítica al festival. Tengo de testigos a Antonio Llorens y a Eva Hache. Dije en un artículo: «¿Quién ha recomendado esta película?». Y Cienfuegos me dijo: «¿Estás insinuando que yo no veo las películas del festival?». Y le dije: «José Luis, en un festival de cine, el director tiene gente colaboradora porque no puede verlas todas». No es tan raro. Es que yo he recomendado muchas películas en muchos festivales, y se han fiado de mí. Pero él se cabreó por mi comentario, me insultó y ya no me invita. A mí lo que me jode, en el fondo, es que en un festival extranjero me hagan un homenaje y aquí nada. Como el año pasado, en Locarno, que la Asociación de Críticos Mundiales —en la que por cierto no hay ningún español— me dio un premio honorífico por los años que llevo yendo allí. El Belinche o el Bolinche, no sé cómo se llama. Vamos, un premio de esos no oficiales. Coño, si hasta lloré. Como es de porcelana, dije: «Este hay que conservarlo, porque si se cae se rompe». Lo dije en un correctísimo italiano, por supuesto.
¿Y no crees que tu paso por la televisión ha hecho que aquí en España no se te tome más en serio como crítico de cine?
No. No tengo esa percepción. Porque hay más gente que me recuerda por Polvo de estrellas que por Crónicas marcianas. Además que yo no me avergüenzo de lo de Crónicas. Todo lo contrario. Ojalá volviera.
¿Qué te parece el listado de las cien mejores películas españolas que publicó Caimán Cuadernos de Cine?
No lo conozco. ¿Qué son, las de siempre? Casablanca y eso…
No, del cine español.
¡Del cine español! ¿Cien? Imposible. Imposible. ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, Los santos inocentes y dos o tres más.
¿Cuál crees que es la gran película olvidada del cine español?
Yo creo que dentro del cine español está muy olvidada Los santos inocentes, de Mario Camus. Es una gran gran gran película.
¿Sigue siendo Valladolid nuestro mejor festival de cine?
No. Valladolid es el único festival que cada vez tiene menos audiencia. Cada vez tiene menos gente y eso que está en el centro.
Mira, a los periódicos les interesa Cannes por el glamur, no por las películas, que este año eran feísimas, por cierto. Pero en Sitges, que en su género es el primero del mundo, a pesar de tener una organización caótica, de hacerse a las afueras de Sitges, en Aiguadolç, donde no vive nadie en octubre, son capaces de llenar las salas a las ocho y cuarto de la mañana. Con trenes de Renfe llevando gente, mil seiscientas personas… Yo he visto varias veces a Quentin Tarantino, después de Reservoir Dogs, en los pases de prensa, sentado entre nosotros. En el antiguo local de abajo, una copia restaurada de Camelot, con Franco Nero y Vanessa Redgrave. Por ese pasillo del hotel, he visto a Patricia Neal acompañada de un bastón, en una versión restaurada por el aniversario de Ultimátum a la tierra. Medios de todo el mundo. Lo pongo como importante por delante de Cannes: por número de gente, de público… Ayer me enteré de cifras. Tiene un buen presupuesto, pero eso de sacar quinientos mil euros de entradas vendidas es la hostia. Es la hostia. ¡Quinientos mil euros de entradas vendidas en nueve días! Aparte de la subvención, ¿eh?
Y por eso siempre lo recomiendo: es un caos pero es coherente dentro del caos. Es un caos además muy tonto, porque el cine empieza a las ocho y cuarto y termina a las dos de la mañana. Si la primera película es un poco más larga, se va acumulando retraso, y la de las dos de la madrugada es a las cuatro. ¡Caos! ¡Mídela, coño! ¡Que viene en la ficha lo que duran! Para mí es el número uno del mundo en festivales, por delante de Cannes. Porque además, como el resto de festivales, por cada película vienen el director, los intérpretes… Están los premios, y allí ha ido lo mejorcito del género. Es único, y eso que es como una cárcel, porque el cine está en el propio hotel, y no se sale de ahí. Es el mejor festival del mundo.
¿Has ido por fin al Festival de Cine Mudo de Pordenone?
¡Hombre! No, he pasado por al lado con el coche en multitud de ocasiones pero todavía no he sido capaz de justificar mi presencia allí. Yo le digo a quien sea: «Te mando un artículo, porque van a pasar una copia restaurada de Las dos huerfanitas», y me dicen: «¡No jodas!». Ahí no te subvenciona nadie el viaje (risas). Es que a los festivales normalmente nos invitan, y se hacen cargo del hotel. En otros tiempos hasta de la comida, pero ya no.
¿Sigues parando en el Hispania?
Hace mucho que no voy, porque ya no voy en coche. Mira, es que hay mucho gilipollas mandando en este país. En la Costa Azul, en treinta kilómetros hay que parar tres veces para pagar el peaje. Y en agosto, las fecha de Locarno, tienes tú que ver las colas que se forman. La última vez que fui en coche di una gran vuelta, entrando por Ginebra. Pero en avión, vas a Malpensa, en Milán, y te recoge allí un autobús del festival que te lleva hasta Locarno. Pero donde tienen que poner estos bobos el telepeaje es en dirección contraria, porque es la autopista que va a Suiza, a Italia, a Austria, a Alemania, a Rusia, a Siberia Central… es por donde hay tráfico. Es por ese lado donde ustedes cobrarían algo por ese telepeaje, pero ¡no lo pongan donde no va nadie! ¿Quién cojones va a ir de La Junquera a Galicia? ¡Vas a Toulousse! ¡No vas a Irún! Es que es pal otro lao, hombre, que es donde hay tráfico. Así que ya voy en avión. A Sitges sí voy en coche porque es en Aiguadolç y no hay mas remedio. Y a Valladolid en AVE.
¿Sigues yendo a los Óscar? ¿Qué recuerdos tienes de la gala que presentaste para Antena 3?
No, ya no. Fui tres años: dos por la radio y uno para la televisión. Y yo después de ver ensayar, a esta distancia, a Paul Newman y a Elizabeth Taylor, ¿para qué voy a volver? Eso no lo olvidaré nunca. Nos dejaron ir al ensayo general de la gala, con la ABC, y de pronto veo a Elizabeth Taylor con sus ojos violetas, un vestido… y a Paul Newman con un jersey así con el cuello redondo beis clarito, y yo con la boca abierta… Y pasa Kathleen Turner, y exclamo en mi puro castellano: «¡La Turner!» Y la tía se vuelve: «¿Español?». Y contesto: «Sí». Porque su padre era embajador y sabía español. Eso es inolvidable. Haber visto a esta distancia a Elizabeth Taylor y a Paul Newman no se puede olvidar. También vi un número musical de La Bella y la Bestia. Eso fue todo lo que vi en el ensayo, porque luego la gala la retransmití en una unidad móvil fuera, con los cascos, el traductor al lado. Donde estaban todos los medios, claro.
Si alguien te ofreciera volver a la radio con un programa similar a Polvo de estrellas, ¿lo harías?
No, porque ahora existe internet y ya no ha lugar a mi memoria. Es más, me puedo equivocar y seguro que llamaría algún cabrón diciendo: «¡Eso no es así!». Pero aquí te soy muy sincero: todo es cuestión de dinero (risas). Honestamente te digo que aquel programa no es viable hoy día, porque la información la puede sacar cualquiera de internet. Ahora, hablar de cine sí, que la gente quiera saber mi opinión… Pero eso es ya una cuestión de dinero.
Hombre, Carlos, es un poco exagerado decir sobre las mejores pelis del cine español: «¿Cien? Imposible. Imposible. ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, Los santos inocentes y dos o tres más».
Yo tampoco soy un gran fan del cine patrio, pero hay un buen puñado de pelis buenas, no solo cuatro o cinco. Por ejemplo, «Viridiana» es superior a esas dos que citas y, sin ir más lejos, de Berlanga me parecen mejores «El verdugo» y «Plácido» que «¡Bienvenido , Mr. Marshall!»
Uno de los más grandes, carismáticos e inigualables locutores radiofónicos. Mis recuerdos de adolescencia y juventud le reservan un sitio muy especial: madrugadas enteras escuchándole hablar de unos tales John Ford y Howard Hawks, y de una película que un niñato de 14 años no había visto en su puñetera vida y que se llamaba «El hombre tranquilo». Luego se le perdió la pista y haciendo la mili, sintonizando algo en la radio para escuchar en esas largas tardes de aburrimiento en un cuartel, le volví a encontrar. Era otro programa, no era lo mismo; pero ahí estaba él. Gracias por todo, Carlos, eres muy grande.
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Carlos Pumares, mi maestro. Gracias por transmitir con esa pasión y ese corazón tanto amor por las películas hechas con esos ingredientes.
Yo apuntaba las dudas, te escuchaba con más interés que cualquier asignatura obligatoria.
EL cine fué un gran refugio en momentos duros, y tu programa era un bálsamo para mi alma.
GRACIAS DE CORAZÓN.
Carlos Pumares Pardo:
¡Hora iba siendo!
Hace muchos años en la televisión pública, y por entonces única, le dijeron a usted lo siguiente:
«Muchos críticos de cine decís que todos los huevos están podridos, pero vosotros sois incapaces de poner un solo huevo».
Atentamente,
Curiosamente mi padre nació en Santutxu (Bilbao) ese mismo año de 1943 , tiene el pelo blanco , le gustan las camisas de rayas y utiliza la expresión «me importa tres cojones». Seguramente yo mismo terminaré siendo un clon de ustedes dos , aunque al ritmo que van las cosas tal vez me importe tres cojones. Dicho lo cual le comento: no esté frustado hombre. Napoleón dijo que toda persona es un profundo misterio incluso para sí mismo , y nada , nada de lo que se consigue en la vida llega nunca a colmar ese vacío que somos. Por lo tanto , pruebe a ser feliz con camisas a cuadros. No hay otro camino.
Este impresentable gruñon me hizo pasar algunas de las mejores madrugadas de mi vida. Gracias, Pumares.
Sigue igual de bocazas que siempre. El ente persevera en su ser. Lo raro es que no haya citado a Tom Clancy.
jajajja, me acuerdo cuando le preguntaban la misma noche dos veces por la misma película, el cabreo que se cogía, Que buenos tiempos aquellos.
Pues Señor: He aqui otro de los monstruos sagrados que desde mi juventud le he seguido en la Radio. Otro fué Pepe Palau quien me hizo ser fan de Sinatra, el mejor por los siglos de los siglos.
Debo decirle Sr. Pumares, que desde los 14 años, el DOBLAJE se inclinó en mi persona por encima del Cine. Y enbase a lo siguiente. Un ejemplo: Como puede verse ahora una obra maestra como es El Hombre tranquilo con el doblaje de Claudio Rodriguez. Y como la gente puede ver pelis clásicas sin soundtrack y con voces de la calle?. Un grupo de personas hemos rescastado más de 200 films clasicos con doblajes iniciales. Ahi tiene mi email si considera debemos relacionarnos. Era amigo de J.A. Fernandez Abajo.
¡Joder, Pumares!, he visto en el enlace que cascáis en otra revista y me he venido zumbando. ¡Qué recuerdos! ¡cuántas noches con aquél Polvo de estrellas!..Mi agradecimiento eterno por meterme en vena el gusto por la cultura del cine
Como complemento a mi comentario anterior le invito a visitar la página : eldoblaje.com y ahi podrá ver numerosas peliculas clasicas de los 40 y 50 y sus fichas de doblaje con aquellas voces irrepetibles.
Aseguraria que Ud. también debe poseer un buen numero de films de esas épocas que tenga grabadas con sus doblajes iniciales.
Desgraciadamente el Cine, sus estrellas han cambiado con los tiempos. Pero no sabe Ud. que placer y que deleite es visionar los films que en los 50 y 60 cuando eramos jovenes veiamos y oiamos, RECUPERARLOS.
sí le perjudicó y mucho ir a crónicas marcianas, Pumares es un mito icónico para algunas generaciones y meterse en telebasura… su programa de radio era todo lo contrario
antena 3 radio no cerró y se fue la gente, se marchó la mayoría antes de cerrar como josemaría garcía o delaviuda
él se quedó hasta el final y estuvo tiempo sin trabajo hasta que lo llamaron de radio voz, a donde fue cobrando una mierda… por que nadie lo llamaba para ofrecerle trabajo
El Sr. Pumares, en su faceta de vendedor de aceite de serpiente (sustancias paramédicas que no sirven para nada salvo para ingresar su bolsillo) es un impresentable. En la teoría y en la práctica. Puede que como cítico de cine sea malo, bueno o mediocre. Lo que sí pasa es que en ambas tareas, vendedor y crítico, es además un maleducado nato.
Don Carlos, las cintas de vídeo que le regaló Emilio, aquel oyente de Galicia que grababa películas emitidas en Portugal… ¿no las habrá tirado también? ¡Ja, ja! Muchas gracias por tan inolvidables momentos.
Siempre me acordaré de aquellas noches en los años 90 con el Pumares hablando de cine o de mil y un temas. Era un programa vivo en el que nunca sabías qué iba a pasar, yo creo que ya no se hacen programas así. Un saludo
La de noches que he perdido escuchando «Polvo de estrellas». Me parece que la sintonía era la «Luna de miel» de Lasso y luego era alucinante como con un par de pistas Pumares o Garci te daban el título de la película o el nombre del actor o director.
«Luna de miel» de Gloria Lasso era la sintonía del programa de José Luis Garci en Antena 3, que iba antes de otros grandes: Gomaespuma. ¡Qué buenos programas de radio! Gracias, Pumares, por enseñarnos tanto sobre el cine.
Por cierto, que me parece que en la entrevista se podría haber hablado más de cine y menos de si estuvo bien o mal su paso por Crónicas Marcianas.
Que grande Pumares, aún recuerdo sus broncas de madrugada. Me he descojonado como hace tiempo con lo de la duración de las pelis en el festival de Sitges y con las 100 mejores pelis españolas. Genio y figura
Inolvidable Pumares. Unas cuantas horas de felicidad de mi adolescencia se las debo a él. Pumares (con «Polvo de estrellas»), Garci («Qué grande es el cine») y Boyero han sido los tres críticos que mejor han sabido divulgar y transmitir el amor hacia el cine clásico. Su programa sería hoy imposible precisamente por internet, pero aún recuerdo aquellas llamadas en que alguien le preguntaba por una peli vista hace muchísimos años, una imagen, un diálogo, y el gran Carlos Pumares adivinaba la película con esa memoria prodigiosa que tenía. Era un hombre ideal para la radio, no para la televisión, y de cine pocos han sabido tanto. Aún recuerdo con dolor el cierre de Antena-3 y el posterior éxodo de las estrellas que hicieron de aquella emisora la mejor de los últimos cuarenta años. Y que para aquella noche de difuntos Carlos abrió su programa con el «Moonriver». Y una enseñanza imprescindible de Pumares: «el cine, como cualquier arte, es para entretenerse. Los que salen de una película hablando de la fotografía es que se han aburrido como ostras, aunque no quieren reconocerlo. Todo arte es puro entretenimiento, y si no entretiene no es bueno».
Uno de los mejores momentos que recuerdo fue en 1992: un oyente sin muchas luces llamó para preguntar por el final de «Instinto básico», porque no le había quedado claro quién de las dos chicas era la asesina (aquello fue algo que, curiosamente, le sucedió a bastante gente).
-Michael Douglas -dijo Pumares
-Pero no creo, Carlos. Al principio de la película se ve a una mujer apuñalando a un tío en la cama…
-Sí, pero era Michael Douglas con peluca -insistió el crítico
Y el oyente se quedó de lo más contento y satisfecho con la respuesta. Grande Pumares.
Nunca escuché a Pumares en la madrugada, quizá porque siempre me ha gustado estar entre una y siete, arrebujado y calentito entre sábanas. Pero en las tardes, creo recordar sobre las 19, no me perdía ni un espacio suyo durante la década de los 90. Recuerdo que aparte de su prodigiosa memoria en relación al cine y la música popular (algo en lo que coincidimos aunque parezca chulería el decirlo) me tronchaba el escuchar por la radio a un tío peor hablado que yo. En concreto, destaco unos furibundos ataques a la ministra de cultura del momento, Carmen Alborch, en las que entre otras lindezas, calificaba de «Morteria» Adams. ¡Y es que estaba tan fuera de sí, que desbarraba y casi se ahogaba de la rabia! Eran desopilantes también las charlas con el doctor naturista y las auténticas porquerías que supuestamente, habíamos de ingerir para estar como robles y sin estreñimiento. También el hecho de que te habías de jugar la vida en el coche si ibas a comer al Hispania, pero ¡ah, esas lentejitas que preparaban las dueñas del local…! Luego estaba el mejor Carlos Pumares, el que te explicaba con ese cariño que sabía poner cuando quería, la traducción de canciones como «Sultans of swing» de Dire Straits o la sinopsis de films como «¡Qué bello es vivir!», que cuando acababa de explicarla, tenías que ir a verla en el vídeo aunque la hubieras visto ya 12 veces.
La entrevista me ha parecido pobre y no sé si es por el entrevistador o por el personaje en sí, que fuera de su habitat radiofónico pierde muchos enteros. En “Crónicas marcianas” nunca lo vi porque asistí a los primeros quince minutos la noche de su estreno (el del programa) y ya tuve bastante. Jamás volví a ver, creo, un solo minuto de esa bazofia a pesar del enorme éxito que obtuvo en su día. En cuanto a la opinión sobre el cine español, pues qué se puede decir… Creo que es más vagancia por su parte para no ponerse a pensar o venganzas soterradas contra grupos determinados. Y lo de las series… ¡Se quedó con “Los Intocables” y “Hong Kong”! ¡”El fugitivo”! Es notable su despiste sobre las series actuales que no tienen nada que ver, por fortuna, con las de entonces. También puede ser que nadie se haya ofrecido a pagarle bien por verlas y hablar de ellas. Es lo más seguro.
Pero en fín, me quedo con el Carlos Pumares de la radio y su “Polvo de estrellas”, canción de Hoagy Carmichael (1927) con letra posterior de Mitchell Parish (1929) y de la que estoy escuchando mientras escribo esto, la versión de Nat King Cole, fabuloso intérprete algo subvalorado, y que si no recuerdo mal, era la misma que abría el programa del Sr. Pumares.
Ahora tengo la sensación de haber recordado mal y quizá «Stardust» (Polvo de estrellas) era interpretada en el programa de Pumares por Bing Crosby en alguna de sus varias versiones. Si alguien, Don carlos por ejemplo, pudiera sacarme de dudas, se lo agradecería.
Madre mia pumares! llevaba sin verlo desde crónicas marcianas. Como me reia con el. Un auténtico crack. Me alegro mucho de que esté bien.
Y la Streisand, Carlos? Que nariz! y como cantaba! xD
Sí, yo también estaba enganchado a «Polvo de estrellas», que es como empezar el comentario con algo parecido a la manida frase con que entraban los oyentes: «buenas noches, me encanta su programa…», que a su vez es algo como «hola a todos, me llamo Lenny y también soy alcohólico».
Pero impagable el momento en que se le pregunta por lo mejor del cine actual y lo segundo que se le ocurre son las galletas que reparte Statham.
Qué entrañable desastre.
Me ha extrañado que no le preguntaran por el significado del monolito en 2001
¡¡¡¿mono queeeé…?!!!
Con el mayor de los respetos y la máxima de las prevenciones, debo decir que este señor es un peaso bestia. Nadie sabía tanto sobre cine ni era tan chulo ni tan divertido ni tan cabronazo. Nunca llamé (ni podía ni me hubiera atrevido), pero fue un magnífico compañero de fatigas, cuando estudiaba para los exámenes, cuando trabajaba 19 horas y acompañaba ese enésimo e impotente café mareado del penúltimo agotamiento con su precisión, sus observaciones, su agudeza ¡y su puñetera pasión! Yo soñaba con dirigir, interpretar, escribir, llevarle el periódico a cualquiera de esos dioses que él describía con toda su personal, minuciosa e irreverente teología. Todas las gracias que le dé son calderilla. Como diría otro de mis ídolos: besos, abrazos y achuchones múltiples.
Tengo un montón de recuerdos de polvo de estrellas, lo empecé a escuchar con 13 o 14 años ,la época de A3 la pillé al final. Recuedo sobre todo detalles , como los musicales de Broadway que ponia y decía que los tenia todos en vinilos almacenados, toda una colección!
Recuerdo un oyente que le preguntó por «Las uvas de la Ira» de John Ford y pumares contestó: «Magistral», el oyente insatidfecho con la respuesta le dijo que sus criticas eran un poco pobres…bueno , pues estuvo como quince o veinte minutos hablando de la novela de Steimbeck, de los personajes, de marco historico de la depresión americana…fue de lo mejor que escuche..
Sus frases tipo: «un mal guión no lo arregla ningún director, pero un buen guión no hay director que lo estropee.» Tambien sus definiciones de peliculas : «Magistral , obra maestra, correcta». Explicaba su concepto de obra maestra: «Casablanca , yo cada vez que la veo tengo la esperanza de que Rick e Ilsa vuelvan a estar juntos , eso es una obra maestra». Toda la música que ponia, desde Maurice Jarre, Bolero y pasando por Springsteen, ponia muchas cosas. Y los especiales de Verano 2001 y Caza de brujas de Hollywood era el mejor programa, con la famosa frase de John Ford…
Un señor. No habla mal de nadie, por lo menos en esta entrevista. De todos con agradecimiento. A ver, busquen a otro que haga lo mismo.
No sé cuál es su concepto de hablar mal, sr. Luigi, pero no parece que le esté muy agradecido a un tal sr. Villegas López. Use el buscador si lo encuentran.
Al resto: monten un club de fans.
Gracias, pero el personaje no me da para tantas investigaciones.
Y Dios me libre de hacer de abogado de nadie. Solo conozco al Sr. Pumares de esta entrevista y de haberle visto en algún esperpento televisivo. Me pareció un poco faltón, la verdad, pero no mas que el resto de la fauna que pululaba por esos bares.
Pero aquí no desbarra contra nadie, y bien que tiene oportunidad.
Oyente: que te parece Verano del 42?
Pumares;Maravillosa…(tararea la canción principal y pone la música)
Siguiente llamada:
Que te parece Bud Spencer?
Pumares: Pues un tío gordo y con barba.
Genial Pumares. Gracias por tantos momentos y por descubrirme el cine en mi niñez. Mi gran pasión en la actulidad
Genial, sin ser un gran seguidor por las horas, le escuchaba en épocas de verano. Era un personaje al que perdían las vísceras, y por ello era todavía más genial. Las risas que me eché en aquella época en que llamaban constantemente para provocarle preguntando sobre que opinaba de «El guardaespaldas»…
Eso no lo recuerdo y además es imposible. ¿Quién puede tener algo que decir contra El Guardaespaldas, mi señor, si ofrece la impagable ocasión de ver al mismísimo Jeff Bridges bailando bluegrass en trance? Panda de sacrílegos…
Se me ha ío la olla, El guardaespaldas era la de Kevin Costner (cualquier crítica le va bien). Yo aludía a una aún peor, «El gran guardaespaldas» de Rafelson del 76. Siento la irrupción.
Va otra anécdota. Llama un oyente y le pregunta por Bárbara Streinsand, a lo que Pumares responde que le parece una maravillosa cantante.
-¿Y no te parece también muy guapa, Carlos? -pregunta el anónimo
-No -responde secamente Pumares
-¿Por qué? -insiste el oyente
-Porque es bizca! -dice Pumares
-¿En serio no te parece guapa? -vuelve a insistir el oyente
-¡Pero cómo me va a parecer guapa si es bizcaaaaaaa! ¡Si cuando la miro no sé si me mira a mí o al vecino del quintooooo! -grita Pumares
Noches inolvidables
Recuerdo con precisión que dijo, Barbra Streisand canta como los ángeles y podría enamorar a cualquier hombre pero…………………. no se te ocurra decir que es guapa porque……. ¡¡¡¡¡ES BIZCA Y NARIGUDA!!!!!
Una madrugada de principios de los 90: un oyente le llama para pedirle que pinche alguna canción de, dice literalmente, «Simon y Garkenful». Se oyen las risitas de Pumares, y le dice: «Pues sí, hijo mío, ahí lo tienes, un tema de Simon y Gar-ken-ful», con total recochineo. Genial.
¡Y a renglón seguido, empezó a poner verde a «Morteria» Addams! Con total recochineo de algunos oyentes. No genial, pero casi, casi…
Pumares o te repatea enormente o te parece muy grande, o te ries con él o de él, no hay termino medio jajaja
faltan preguntas
el manolito! https://www.youtube.com/watch?v=RHrpoExm3Jk
EL MAS GRANDE DEL CINE EN RADIO,ENTRETENIDO,ERUDITO Y CON BUEN GUSTO EL PRIMERO QUE GRITABA EN LA NOCHE PARA QUE EJARAN DE SER ABURRIDAS Y CON MUSICA QUE HOY EN DIA NO TIENEN ESE BUEN GUSTO DE PONER,PENA DE UN PAIS QUE NO APROVECHAR GENTE ASI
¡Gracias!
«Los aviones no se caen los tirán!», vaya crack e inigualable!
que se anime a hacer podcast de media hora y ya verás como triunfa…
Descanse en paz.