Reivindica la comedia, la risa, como uno de los grandes valores del cine. Fernando Trueba (Madrid, 1955) alcanzó su estilo más refinado y exitoso con un tipo de películas de corte clásico, corales, donde la comedia se impone sobre otros géneros. Cine del que da ganas de vivir. Ahora vuelve con una propuesta en esa línea, La reina de España, continuación de La niña de tus ojos, que consagró a Penélope Cruz. Sin embargo, Trueba ha tocado más géneros en su carrera en los que también se ha reconocido su trabajo. Documentales, series, thriller, cine de animación… No hay sorpresas en su biografía. Él siempre quiso eso: hacer películas.
Su familia era muy humilde, eran muchos hermanos, hijos de un padre pluriempleado y una madre ama de casa.
Una madre esclava, más bien. Pero éramos una familia típica. Gente humilde, trabajadores. Éramos ocho hermanos, yo era el tercero. Siete chicos y una chica. Nacimos en el madrileño barrio de Estrecho, un barrio muy popular. La parte mala era que estaba lleno de bandas y peleas callejeras. Supongo que como la mayoría de barrios humildes de Madrid. El lado bueno era que parecía una especie de Broadway pobre. Quizá había más cines que en la Gran Vía y Fuencarral. Eran todo salas de programa doble. Te los puedo recitar: el Astur, el Metropolitano, el Sorrento, el Bellavista, el Europa, el Cristal, el Montija, el Chamartín, el Savoy, el Lido, el Carolina… Era alucinante. Me parece una maravilla.
Ahora solo queda el Europa, que era uno de los más grandes, y estamos muy orgullosos de él porque era el cine de Madrid en el que más asesinatos se habían cometido. Una vez estábamos viendo una reposición de West Side Story, encendieron la luz a mitad de la proyección y era porque uno había matado a otro peleándose. Al día siguiente fuimos corriendo a comprarnos el periódico para leer la noticia de la que habíamos sido testigos. Así, con ese recurso que usan los periodistas de, para contar algo, tirar de archivo, nos enteramos de que era el noveno muerto en el cine Europa. Ya cuando se inauguró había habido algún asesinato, durante la guerra se hicieron allí mítines políticos y hubo unos cuantos más… total, que este ya era el noveno y, curiosamente, para nosotros suponía una especie de sentimiento de «Jo, este barrio es la hostia». Casi presumíamos. En aquella época los niños no leíamos el periódico si no era por algo relacionado con crímenes.
Otra vez recuerdo estar jugando al flipper y aparecer alguien gritando «¡Han matado a uno en el Titos, han matado a uno en el Titos!». El Titos era el local del barrio donde se jugaba al futbolín y al billar. Bajamos todos corriendo a ver qué ocurría y vimos a la policía, una ambulancia… Al día siguiente también compramos el periódico. Nuestra única relación con la prensa era para comprobar que salíamos de alguna manera.
Empezó a ir al cine cuando su padre les llevaba al Cinerama a ver películas espectaculares.
Mi padre solo nos llevaba al cine a ver películas del Cinerama. El cine normal para él debía ser algo pequeño, una nimiedad. Tenía que ser algo grandioso para que se animara a pagar la entrada. En el Cinerama vimos películas históricas, tipo El Cid, La caída del Imperio romano… Le gustaba mucho la cosa histórica.
Su momento crucial fue cuando descubrió la filmoteca, la que estaba donde se halla ahora el Ministerio de Defensa, y ahí pudo ver otro tipo de cine.
Bueno, ese cine ya lo veías en la tele. En la tele de Franco. Con todo lo mala que fuera, era mejor que la actual para un cinéfilo. Los domingos por la noche había un programa que se llamaba Cineclub y podías ver películas en versión original con subtítulos. Ciclos de Renoir, Max Ophüls, cine del Este… Flipabas con la tele del franquismo, hoy en día no puedes ver esas cosas en las teles «democráticas». Que son democráticas, pero entre comillas, porque la única democracia que tienen es la de la pela.
Como tantos españoles, tuvo que ir al sur de Francia a recoger fruta y vendimiar.
En Rivesaltes hice la recogida del albaricoque y el melocotón, también vendimié. Me iba de casa en autostop, no tenía dinero para ir en medios convencionales. Por esos trabajos te pagaban un dinerito con el que luego te ibas a París. Seguías en autostop para no gastar el dinero en el transporte. Era maravilloso, porque era una época en la que te podías tirar veinticuatro horas en la carretera o tenías que ir a dormir a una cuneta, pero mucha gente te cogía. Así viajábamos muchos jóvenes por Europa y por el mundo. Luego en París dormíamos por todos los lados, en los parques, en un banco… esas cosas. Y también en albergues. En casas abandonadas. En cualquier lado. Era bonita esa época; para mí, muy divertida.
En una de estas, conocí a unos evangelistas que me dejaron cierta huella. Uno dijo una frase muy bonita que se me quedó grabada: «Los curas viven de Dios y deberían vivir para Dios». El que la dijo era como una especie de apóstol. No solo por lo que decía, también físicamente, por su barba, su pelo y su forma de comportarse bastante ejemplar. Trabajaba la fruta en la temporada y el resto del año se dedicaba a la pesca y la construcción. Y siempre que acababa el trabajo, le daba todo lo que había ganado a una familia pobre que hubiera en el pueblo. Toda la paga, íntegra. No se quedaba nada para él, ni siquiera para tomarse un bocadillo.
¿Qué era, un pastor evangelista?
No, era un particular. Un evangelista, pero no era pastor. Se llamaba August. Iba con otros dos que eran extoxicómanos. Un amigo mío y yo les llamábamos los apóstoles. Los exdrogatas que le acompañaban, como es frecuente, habían pasado de las drogas a la religión. Uno había sido heroinómano y el otro yo creo que se había tomado todos los LSD que había visto en su vida y venía de recorrerse Europa en bicicleta. Eran dos personajes de mucho cuidado. Pero August era un personaje que irradiaba luz, parecía salido de un cuadro del Museo del Prado. Representaba esa imagen idílica que puede tener la religión, en el sentido de religión como práctica de tremenda modestia, de una gran humildad, casi franciscana. Me marcó este hombre de alguna manera porque, fíjate, tenía dieciséis años cuando le conocí y, desde entonces, he oído a mucha gente hablar y teorizar, dar lecciones de moral, de política, de comportamiento, pero ver a un tipo que no da lecciones de nada y que se comporta te hace ponerte en tu sitio, te hace admirar ciertas cosas. Sobre todo en contraste con lo que teníamos en España en aquel momento. Luego, cuando ves Francisco, juglar de Dios de Rossellini, lo entiendes mejor.
Le interesó el humor pronto, veo en su biografía que repitió curso por hacer un chiste.
Yo en el colegio me dedicaba a divertir a la gente. Había cosas que me gustaba estudiar, casi todos los temas como Literatura, Arte, Filosofía… Había veces en las que incluso iba más adelantado que el libro. Pero en otras materias estaba muy atrasado porque era incapaz de interesarme por las Ciencias Naturales, la Física o la Química. De las cosas que podían ser de ciencias lo único que me gustaban eran las Matemáticas. Y era bastante bueno, aunque lo he abandonado todo.
Ahora no recuerdo qué chiste hice, fue en Latín. Igual fue una apostilla a algo que dijo la profesora. Ella diría «blablablá» y yo haría «plin» en voz alta. Carcajada general, eres muy gracioso claval y estás suspenso. Volverás en septiembre.
En la universidad coincidió con el crítico Carlos Boyero y con el actor Antonio Resines.
Y con muchos más. Con Juan Molina, director de fotografía. Óscar Ladoire… Todos éramos de la segunda promoción de Ciencias de la Imagen. De Boyero sí que es del que más me acuerdo porque le conocí el primer día de clase, se sentó a mi lado. Era igual que ahora, una especie de killer. Entró y su primera frase fue alguna barbaridad. No quería ser nada en la vida. Decía: «Yo nunca voy a trabajar».
Pero usted le metió luego en la Guía del Ocio.
No, le tuve que convencer para que escribiera. Él no quería hacer nada en la vida. Además, era muy radical en eso. No quería contribuir para nada a la sociedad ni integrarse en ella de ninguna manera. Vivía de sus padres.
¿Era anarquista?
No, no, Carlos no iba en esa ideología. Carlos era una especie de existencialista, un personaje que podrías hacerle más cercano a una especie de… no sé. Sintonizaba muy bien con ciertos escritores como Cioran o Céline. Hablaba de la desesperación, de una desesperación y conflicto con la vida y con el mundo.
Hasta que entra en la Guía del Ocio a la sección de noche, striptease, prostitución…
No, esa sección quien la cubría era Óscar Ladoire, pero lo hacía con un seudónimo, homenaje a Marcel Duchamp, pero la firmaba como Marcelo de Campo [risas]. Era Óscar, y lo que pasaba era que Boyero le acompañaba muchas veces como puedes acompañar a un amigo crítico a las proyecciones de cine, pero esto les resultaría mucho más divertido.
Ópera prima tuvo un punto rupturista, era una comedia romántica, que hasta ese momento no eran habituales en España.
No tenía consciencia de que fuese una comedia romántica. De lo de comedia sí, de lo de romántica no. Comedia romántica me parece un término cursi posterior, del que se ha hecho un género. Eso de decir «Vamos a ver una comedia romántica» entonces no pasaba. Para mí la comedia era la comedia clásica, Billy Wilder, Ernst Lubitsch, Howard Hawks… o los cómicos del cine mudo como Buster Keaton, etc. Y luego había algo que a mí me marcó mucho, que es el Woody Allen del principio.
Cuando yo empecé con Ópera prima, tenía una influencia clarísima de Truffaut, por un lado, y el cine suizo de Alain Tanner, el de La salamandra. Ese tipo de películas me habían marcado mucho, hasta que de repente apareció Woody Allen, que se convirtió en el nuevo cómico y nos reíamos mucho con él. Nos sabíamos sus películas de memoria, pero de repente hizo Annie Hall y a mí particularmente me voló la cabeza. La veía una y otra vez, una y otra vez. Me gustaba hasta oír la risa de la gente viendo Annie Hall. De alguna manera, cuando escribí Ópera prima, estaba bajo la influencia de esa película. Tengo que reconocerlo. Y ya quisiera que la mía fuera tan buena.
Cuando se proyectaba, iba al cine y se sentaba en un rincón…
Me senté en el suelo, que estaba lleno.
Y las risas de la gente fueron como una epifanía.
Sí, ese fue uno de los momentos de gran subidón en mi vida. Ver una sala con mil butacas, era el cine Paz en Fuencarral, que entonces era una sala, completamente lleno, que te tienes que sentar en el suelo, y escuchar las risas. Es ahí cuando constatas: «Les estamos haciendo reír». Es una gran satisfacción. Era como en el colegio. Hacer reír a la clase, pero a lo bestia. A gente que no conoces.
Cuando la película fue al Festival de Venecia, se encontró con que la crítica hizo interpretaciones políticas, que si el protagonista representaba a la nueva izquierda, etc.
¿Sí? No, yo creo que no. Me acuerdo de la crítica que decía «El Moretti spagnolo». Y yo decía: «¿Quién será el tal Moretti?» Entonces intenté ver sus películas. Todavía no era conocido, solo había hecho el corto Pâté de bourgeois y alguna cosa más. Esa era la primera película que había rodado en Super-8. Era bastante underground el tío.
Fue bonita la experiencia de aquel festival. Recuerdo que Óscar Ladoire y yo nos fuimos a un bar durante la proyección de Ópera prima. Yo nunca he estado durante la proyección de una película mía en un festival o en un estreno, siempre me voy a un bar y vuelvo al final. Pero como en el festival te hacen estar en el palco, saludar y tal, volvimos corriendo pensando «Dios mío, qué va a pensar esta gente, con lo seria que es, nos va a patear el culo». Y fue al contrario. Estuvieron aplaudiendo de pie tanto tiempo que nos daba vergüenza. Nos tuvimos que ir del palco para que pararan. Fue bonito. Pero lo que más recuerdo de ese festival fue tener la oportunidad de hablar con Louis Malle, al que admiro mucho. Recuerdo además que estaba atardeciendo…
¿Qué se contaba?
Estaba con Atlantic City y yo fui a saludarle y decirle que era muy fan de sus películas, que me gustaba sobre todo El soplo al corazón. Era un tío majísimo. Un hombre encantador, supereducado, superelegante.
Después filmó Sal gorda y Sé infiel y no mires con quién que sirvieron para la creación de la etiqueta «comedia madrileña», de la que renegó.
Es que creo que nos la colgaban, y no sé si es paranoia o no, con cierto tono peyorativo, reductor. Para mí era injusto porque la película luego tenía el mismo éxito en Madrid que en Barcelona. Así que, ¿qué era eso de comedia madrileña, en qué se distinguía? ¿Acaso existe el humor madrileño? ¿Alguna vez ha existido el humor madrileño? Yo soy de Madrid y me encanta esta ciudad, pero no entiendo que haya un humor parisino, londinense o de Bruselas…
Mi sensación era que con esa etiqueta lo que pretendían era que no nos creyéramos que hacíamos comedia, a secas. Porque éramos unos intrusos. Éramos unos niñatos que nos habíamos colado en esto sin pasar por ningún control. Sin estar en ningún sindicato, sin tener ningún carné. ¿Qué pintábamos ahí? Y encima se nos ocurría tener éxito. Ese sentimiento lo tuve durante cierto tiempo. Al menos mientras fui joven; el joven siempre tiende a ver esta profesión como El castillo de Kafka, como unos que están amurallados en un lugar al que no se puede acceder. Por ejemplo, en la novela de Baroja La mala hierba tienes a la gente que merodea fuera de las murallas de Madrid, del otro lado del Manzanares, y mira Madrid desde los Carabancheles como una especie de fortaleza inexpugnable a la cual no se puede llegar si no tienes dinero. Luego, cuando llegas al castillo te das cuenta de que el castillo es una mierda, que no hay nada ni para comer ni para cenar, que la gente duerme en el suelo y que no existe tal castillo. Es una ilusión óptica.
En una entrevista de la época le preguntaron si había renovado la comedia española y usted contestaba que uno no se levanta de la cama por la mañana pensando en renovar la comedia española.
Claro que no. Lo único que quieres es hacer algo divertido, la sensación de que estás haciendo cine y perpetuar la tradición de lo que a ti te gusta o de lo que te gustaría formar parte. Todos nos hacemos nuestra propia tribu, tienes a una gente a la que admiras o a la que intentas imitar. Creo que ocurre en todas las artes. En el jazz se dice de un músico que, por ejemplo, imita a Charlie Parker. Uno siempre empieza imitando y luego, si es bueno, acaba teniendo su propio sonido. Y dices: «Ah, mira, ya no suena como Charlie Parker, ha encontrado su estilo». Creo que lo mismo pasa con la literatura, la gente empieza imitando a los escritores y acaban escribiendo como ellos mismos. De hecho, hay muchos escritores que vienen de la traducción, un proceso en el que van mimetizándose unos con otros.
Ahora con La reina de España, su última película, en la hoja promocional se reivindica la comedia española, dice que todos los clásicos del cine español suelen ser comedias, que el surrealismo de Buñuel era en clave de humor, que hasta el Quijote es una comedia…
Sí, si tuviera que señalar un rasgo nacional, y positivo [risas], sería el humor. Es en lo que más nos podemos reconocer.
Sin embargo, en otras entrevistas se queja del humor «empaquetado», del que se «fabrica en cadena de montaje», el de las sitcom, los monólogos, que le parecen más «fórmulas matemáticas» que chistes.
Siento un gran respeto por el monólogo en el momento en que uno escribe el propio material. Cuando a uno se lo escriben… Es decir, en la época clásica ya había guionistas. Woody Allen empezó vendiendo chistes a monologuistas. No es que yo niegue a aquellos monologuistas, quiero decir que cuando Woody Allen salía en un club a decir monólogos era legítimo. Era su rollo y el humor que estaba diciendo era el suyo. Tengo grabaciones de actuaciones de Woody que son muy bonitas, algunas se pueden comprar en iTunes. Yo las tenía en su día en LP. Le ves muy joven, no tan serio como ahora, que tiene ochenta años. Y sobre todo hay una cosa preciosa cuando cuenta un chiste, que es que le da la risa. Eso es entrañable, porque ves al amiguete, al tipo cojonudo que es el gracioso de por allí y que no puede evitar reírse él también. Es un acto de sinceridad y buen rollo muy agradable.
Pero creo que las generaciones que han crecido viendo sitcoms a veces intentan ser ingeniosos como en ellas cuando hablan. Practican el mismo tipo de humor y eso de tratar de ser gracioso todo el tiempo. Pienso que eso se contagia. Pero probablemente en todas las épocas haya cosas que han influido a la gente. No sé si las mujeres en el siglo XIX actuaban contagiadas por la novela realista tras haber leído Madame Bovary o La Regenta. Estas novelas tuvieron mucha influencia, se publicaron por entregas en periódicos o revistas. Con las sitcom o las series ocurre hoy lo mismo. Es una nueva época y yo soy un poco ajeno a todo eso.
Vi el otro día su documental Mientras el cuerpo aguante. Me hizo gracia la vigencia que tiene todo lo que dice Chicho Sánchez Ferlosio, el protagonista. Sobre todo cuando habla de una tribu que tenía la tradición de que solo podía ser su jefe quien prometiera que tras el mandato se sacrificaría a sí mismo mutilándose el cuerpo miembro por miembro. Decía Chicho: «Yo, ni tanto ni tan calvo, pero por lo menos dimitir cuando las cosas van mal, ¿no?». Estábamos solo en el año 82.
Era la época de la presidencia de Calvo Sotelo y todo aquello. Para mí era el principio de la democracia y ya empezaba a haber un tipo de comportamientos políticos que… Para mí el hecho de hacer la película con Chicho Sánchez Ferlosio fue un acto de libertad y de rebeldía, pero también era como ponerle un espejo a la sociedad que yo veía que venía, para que no se creyeran tanto el personaje.
De Chicho, de todas formas, me gustaba que era un ser libre, que vivía al margen, era un poeta, un filósofo, pero que no se consideraba ni una cosa ni otra. Era un hombre de una modestia tremenda. Cuando le preguntaban por su oficio, siempre decía «cantante callejero». Porque él cantaba en la calle. Solo un par de canciones, no te creas que estaba todo el día, y con ese dinero vivía una semana, compraba una lechuguita, unos tomates, cuatro patatas y con eso ya vivía.
Me parecía que esa manera de vivir, de entender la vida, era muy bonita. Quise mostrársela a la gente. No era tanto una película sobre Chicho, sino a través de él. No era biográfico, en realidad yo era como un médium para que fueran surgiendo sus ideas, sus planteamientos.
Al final la familia Trueba ha quedado en cierto modo ligada a la de Sánchez Mazas, uno de los fundadores y principal ideólogo de la Falange, y padre de Chicho… Su hermano David rodó Soldados de Salamina sobre cómo Sánchez Mazas salvó la vida al final de la guerra protegido por unos campesinos catalanes.
La familia Ferlosio siempre ha estado cerca. Cuando nos reuníamos todos los de la facultad íbamos a la cafetería Yucatán, en la glorieta de Bilbao, que ya no existe. Nos hacíamos llamar Escuela Yucatán, como cachondeo de las escuelas múltiples que había entonces. Muchas veces, en esta reuniones se sentaba en la mesa de al lado Rafael Sánchez Ferlosio, al que no conocíamos, pero le teníamos un respeto inmenso y una gran admiración. Piensa que éramos unos chorras, estábamos en primero de carrera. Muchos años después me lo volví a encontrar. No quise molestarle ni darle el coñazo porque pensaba que no se acordaría de mí. Pero me vio, se me acercó, me dio un abrazo y me dijo: «¿Te acuerdas de los tiempos de Yucatán?». Me encantó, qué majo.
Revisando estas fechas en la hemeroteca, me ha dejado de piedra que, en una de las presentaciones del documental, usted le tiró un cubo de agua al crítico de El País y le dijo «para que veas que no te guardo rencor».
Preferiría no hablar de ese tema. Digamos que fue un acto… no sé. A ver, nosotros, Óscar Ladoire, algún otro amigo y yo, éramos fans del surrealismo. En el caso de Óscar, más del dadaísmo, pero esto nos unía bastante. Nos gustaba hacer actos surrealistas. Escándalos públicos. Hacíamos muchas cosas de ese tipo. Nos disfrazábamos e interrumpíamos actos, conferencias. Estábamos todo el día haciendo el chorra, el payaso. Luego teníamos nuestras discusiones. El ideólogo de Óscar era Tristan Tzara, el mío Breton. Otros tendrían a Marx y a Trotski, nosotros a estos.
Para mí era una cosa continua lo de disfrazarnos, pintarnos y hacer cosas absurdas sin ninguna finalidad precisa, sin motivación expresa. Nos fuimos haciendo mayores y lo seguíamos haciendo, entonces hubo un momento en el que me dije: «No puedes, macho, tú ya eres un señor que hace películas y no puedes seguir haciendo cosas de este tipo, que tú las haces porque eres así de gracioso, o de tonto, lo que seas, pero los demás ya no las van a percibir de manera normal. Lo van a ver como alguien que pretende llamar la atención, darse publicidad y demás». Así que tuve que amputar una parte de mi personalidad que es muy importante, esa parte surrealista, escandalosa o provocadora, si quieres llamarlo así, y dejarla metida en el cajón.
En las memorias de Buñuel, Mi último suspiro, hay un episodio en el que él se va a México y se encuentra dos o tres veces con André Breton, que le dice: «Luis, ya no es posible el escándalo». Yo sentía que esa frase me la tenía que aplicar. El escándalo ahora lo hacen los políticos, nosotros ya no escandalizamos. El último artista que hizo un escándalo tal vez fue Pasolini con Saló, o los 120 días de Sodoma. Pero como ahora vivimos inmersos en una sociedad del espectáculo, todo está tan mercantilizado y mediatizado, pasado por la publicidad y por la comercialización, pues es muy castrador. Te da la sensación de que no se puede hacer nada. Si lo que eres es ebanista, dedícate a hacer mesas y sillas, que el que saca la pata del tiesto… Está demostrado que esta época de tantas libertades se ha convertido en muy inquisitorial e intolerante.
Participaste como productor y director en uno de los mejores trabajos de Televisión Española, la serie La mujer de tu vida. Un formato de parodiar la realidad del momento mediante la ficción en episodios autoconclusivos que ya no se ha vuelto a hacer.
Es que han cambiado los formatos. El origen de esa serie está en Emilio Martínez Lázaro. Vio Ópera prima y le gustó mucho. Entonces se puso en contacto con Óscar y conmigo. Estaba en RTVE en aquella época y se le ocurrió la idea de hacer una comedia con personajes contemporáneos. Una serie para televisión, pero rodada en escenarios naturales, con personajes jóvenes, actuales, sonido en directo, etc. Entonces nos contactó para eso y la idea inicial cristalizó en La mujer de tu vida.
Hay guiones de capítulos que me cuesta creer que hoy pudieran emitirse…
No he vuelto a ver la serie, no sé cómo se vería hoy en día. Pero sí, la corrección política es otra de las pestes de nuestro tiempo. No se puede decir esto, no se puede decir lo otro. Mi hermano escribió en El País una columna muy buena que hablaba de los chistes y los límites del humor. Es muy interesante porque hace una defensa de algo que muy poca gente sabe defender con los argumentos justos sin sumarse al ruido de uno u otro lado, sino defendiendo el derecho al humor y a que no se malinterprete. Por ejemplo, hay chistes que se han visto como escandalosos que igual estaban denunciando lo contrario. Pero bueno, es la lectura que cada uno hace de las cosas, si quiere tergiversarla o la tergiversa sin saberlo. No puedes meterte en el coco de cada persona.
Algo parecido le ocurrió cuando recibió el Premio Nacional de Filmografía. Le cuento mi caso. Cuando vi el titular, pensé «vaya boutade», pero luego, con el vídeo completo, dije: «Anda, si lo que está es riéndose de todo dios, ¿cómo no se ha dado cuenta nadie y lo toman en sentido literal?».
Eso te enseña una lección del tiempo que vivimos. Ahora solo se busca el titular para tener clics en internet y todo se saca de contexto. Es curioso que eso lo dije un día en que pensé: «Fernando, te están dando un premio nacional, es un Gobierno y un ministro de la derecha los que están ahí, por un día no seas polémico». Iba a hacer algo relajado, fluido, que la gente se riera un poco, que se lo pasasen bien, pero sin buscar ningún lío. Y, Dios mío, ahí me di cuenta de lo naíf que soy yo o de lo ingenuo y optimista, porque se montó un circo que para qué. Pero bueno, qué le vamos a hacer. Son esas cosas que pasan. Cualquier frase que saquen de contexto se puede volver contra uno. Precisamente, el gran malentendido es que yo estaba haciendo una crítica al nacionalismo y…
Si eres nacionalista no le ves la gracia.
Exacto. Lo que nos sobra en este país son nacionalistas de todo tipo. No dije nada contra este país en el que vivo no por accidente, sino por elección, porque me gusta, que está lleno de gente y cosas maravillosas, que es un país acojonante, pero eso no tiene nada que ver. Tú puedes amar a tu país, amar a la gente o la cocina mediterránea, pero eso no quiere decir que tú seas nacionalista. Nacionalista es otra cosa, y yo no lo soy, no lo he sido nunca, y sigo sin serlo ni lo seré jamás. Lo que seré es un cadáver en un cementerio, pero lo que no voy a ser nunca es nacionalista.
No le gustan las series, se siente ajeno a ellas.
No, es que tengo muchos libros que me apetece leer, mucha música que escucho, amigos que ver y no quiero esclavizarme. Si una serie es mala no la quiero ver, pero si es buena te esclaviza durante sesenta horas.
Pero eso mismo, si es buena uno se revuelca como un cerdo en el barro de placer, lo bueno precisamente es que sean sesenta horas.
Sí, eso lo he hecho con The Wire, que me gustó mucho, y con Treme, con la que disfruté todavía más. Son mis series favoritas y luego hay otra que también vi que me gustó mucho y es el formato ideal para mí, que es Olive Kiteridge, una serie de solo cuatro horas o cinco, cuatro episodios, una miniserie. Ese formato es genial porque te puedes ver las cuatro horas del tirón. Es como una película larga. No te lleva la vida, la ves por la noche antes de acostarte y es una maravilla. Ese formato sí que me gusta y me gustaría que hubiera más cosas así. Probablemente, si yo hiciera algo de esto, bueno, nunca sabes lo que vas a hacer o no, ni si te lo proponen para que lo hagas, pero creo que lo que yo sí podría hacer es una miniserie. Sin embargo, me sentiría prisionero si tuviera que hacer una temporada y luego otra, y la que viene….
¿La serie cercena la figura del director?
Carece de importancia. Bueno, está al servicio del guion y de los actores, cosa que está bien, porque el director de series es, por definición, más humilde. Aunque en el cine tampoco podemos decir que haya muchos directores con una personalidad visible en sus películas, en el estilo y en los planos, como pudieron tener Fellini, Bergman o Buñuel. El resto se limita a contar una historia y punto. La mayoría de ellos. Incluso algunos muy buenos, como los clásicos.
Con El año de las luces inició una etapa en un tipo de cine que…
… que ya no es de mi tiempo o de mi generación, sino que cuenta historias del pasado.
Junto con Belle Époque y La niña de tus ojos son historias de época, generalmente corales…
El embrujo de Shanghái y La reina de España también…
Humor, mezcla de géneros… parece un estilo circunscrito al área mediterránea, a España, Italia y el sudeste europeo…
En Francia también lo tienes, con Marcel Pagnol, que es uno de los directores que más admiro. Y creo que ese tipo de cine está en todas partes, también en cierta comedia inglesa, en la checoslovaca de los sesenta, a la que yo siempre me he sentido muy cercano.
Kusturica dijo en su entrevista —en la Jot Down Smart número 6— que su cine bebía del checoslovaco, que a su vez venía de la literatura checoslovaca, cuyo rasgo más importante era la mezcla de géneros, humor y drama o tragedia, básicamente.
Sí, puede ser. Ese sentido del humor tiene que ver con el humor judío. Uno de mis escritores favoritos, Isaac Bashevis Singer, siempre imprime esa especie de ironía o humor metido en medio de grandes tragedias. Me identifico mucho con esa tradición del humor judío. Y creo que en España lo tenemos en el ADN.
Hay una escena de El año de las luces, cuando en el internado a Jorge Sanz le atan a la cama para que no se masturbe, y por la noche ve cómo la encargada de pasillo se cambia de ropa y pasa una angustia, intentando como sea bajar la mano a la entrepierna, pero no puede, está ahí… ¿como en una crucifixión?
No sabría si definirla así. Es lo que es. La represión sexual que hubo en España a veces conllevaba lo contrario, una especie de erotismo. De alguna manera jugamos con eso en esta película.
¿Sadomasoquismo?
Creo que es una palabra muy fuerte para lo que mostré ahí. Hay una cierta teatralidad, un juego, una sensualidad enrarecida.
Ahí trabajó con el gran guionista de este país, Rafael Azcona.
Era un hombre que estaba muy en el mundo, siempre lo estuvo, muy pendiente de todo lo que ocurría. Era muy reservado, no tenía vida pública, no iba a festivales ni hacía entrevistas ni photocalls. Solo al final de su vida hizo algunas cuantas entrevistas, pero porque Alfaguara reeditó sus libros. Durante su época en el cine jamás hablaba con los periodistas, decía que las películas eran del director. No sé si eso le servía para estar más tranquilo en su casa y ahorrarse estos follones. Cuando un productor le encargaba un guion, preguntaba quién era el director, porque decía que él no trabajaba con los productores, sino con el director. El productor, decía, solo era el que pagaba. Sin director, no hay guion.
Años después, me he dado cuenta de que es la persona que más me ha influido en mi vida de toda la gente que ha estado junto a mí. Me ha marcado mucho con sus opiniones, sus actitudes. Creo que sin él enseñarme nada, aprendías solo estando a su lado. Era muy modesto, muy reservado y muy cariñoso. Tenía muchos puntos en común con otra persona que tuve el privilegio de conocer que es Billy Wilder. Los dos eran un poco temidos, pero cuando los conocías y estabas con ellos, descubrías que eran adorables y entrañables, te daban ganas de llevártelos a casa. Ahora bien, tenían una especie de escudo protector y unas antenas para detectar a un cabrón o a un hijo de puta, y eran implacables. No se andaban con contemplaciones. Pero era en defensa propia.
¿Fernando Fernán Gómez tenía ese perfil también?
Fernando era distinto. Era una persona divertidísima, inteligentísima, fascinante, original, tremendamente original. Por ejemplo, Azcona y Billy Wilder no eran originales, no lo pretendían. Y si se hubiesen enterado de que eran originales hubiesen hecho lo posible por dejar de serlo cuanto antes. Eran gente a la que lo que más les gustaba era pasar desapercibidos. Fernando lógicamente no, por esto de que era un actor, escribía teatro… Era una persona exuberante en su manera de hablar. La conversación en Fernando era un arte. Azcona no, él nunca te diría una ocurrencia. En cambio, Fernando siempre tenía ocurrencias asombrosas. Azcona huía de eso, él era de análisis, observación. La modestia de Azcona llegaba hasta el punto de decir que no sabía lo que era un gag. Yo le decía: «No digas gilipolleces, tú has escrito los mejores gags del cine español». Contestaba: «A ver, dime uno». Le recordaba los de El verdugo, los de Plácido, y él me replicaba: «Eso no es un gag, es la vida. Un gag es lo de Buster Keaton que se le cae la casa encima y su cuerpo se cuela por el marco de la ventana, eso es un gag. Pero yo no he escrito gags, sino sobre la vida». Yo le veo muy cercano a Chéjov, a Woody Allen también y a lo que él más amaba, que era la comedia italiana.
¿Por qué situó nuestra Belle Époque en el año 31?
No queríamos hablar de ningún momento histórico, queríamos contar una historia divertida y buscamos el momento histórico más apropiado para ese guion. De hecho, cuando pensamos en Belle Époque, antes de escribir la historia final, pensábamos que debía ocurrir en 1917 en España, mientras que en Rusia se desencadenaba la revolución. La idea era que la historia transcurriera en un lugar alejado mientras una revolución en otro lugar del planeta iba a cambiarlo todo y el mundo ya nunca sería igual. Eso era el principio del principio, pero luego yo creo que fue Azcona el que propuso acercarlo más a nuestra historia, dijo de ponerlo en la República y tal. Dijimos: «Bueno, venga, vale». Seguimos, pero no nos acordamos de cambiarle el título [risas]. Quizá porque a mí me gustaba fonéticamente y por lo que significaba al margen de la época concreta que definía, que es la que delimita y marca el inicio de la Guerra Mundial.
Una película sobre España y se tuvieron que ir a rodarla a Portugal.
Fue porque no teníamos dinero para hacerla en España. De hecho, se canceló dos veces, no conseguíamos la financiación necesaria. Entonces nos fuimos a Portugal, donde los salarios eran como un 40% más baratos, lo que redujo los gastos lo necesario para que la película pudiera rodarse. Lo justito.
Pensaba que era para huir de los tópicos de los paisajes de la meseta.
No, era todo mucho más prosaico. Eso de la meseta es porque la gente me decía que se les hacía raro ver en la primera escena a unos guardias civiles por un camino de palmeras. Parecía Sunset Boulevard en Beverly Hills.
En Galicia hay muchas palmeras que, creo, plantaban los emigrados que volvían de América.
No está situada en ningún sitio. Pero como existe esa imagen codificada de los guardias civiles por la meseta, pues me apetecía ponerlos con las palmeras [risas]. Parecían más de Las mil y una noches.
Dijo en la presentación: «Esta película va dirigida contra el muermo que nos invade».
¿Dije eso? No sé qué muermo nos invadiría en esa época. Quizá siempre he reivindicado el divertirse. El humor. Intentar pasarlo en esta vida lo mejor posible. El cine puede ser dramático, serio, profundo, pero no deja de ser un espectáculo. Una característica que yo creo que no debería perder nunca, que es lo bonito del cine. No digo que no se puedan hacer películas introvertidas, personales, pequeñas, que a mí es al primero que me encantan, pero reivindico más esa comunión colectiva. Quizá porque he crecido en ese barrio de cines del que te hablaba y gente obrera y pobre; cines con programas dobles donde familias enteras iban al cine y cenaban allí dentro. Había hasta pajilleras en el cine. Era todo muy felliniano. Cuando yo veo el cine ese que sale no sé si en Roma o en Amarcord, o en las dos, ese cine que sirve de merendero, con la gente cenando en las terrazas, me recuerda mucho a mi infancia en Madrid y a mi barrio, y reconozco ahí algo hermoso. Prefiero que el cine esté cerca de ese espectáculo, diversión colectiva, antes que de una galería de arte. Entiendo que para Peter Greenaway el cine está más cerca de una galería de arte y la película es una instalación, pero para mí no. Para mí el cine es más una fiesta colectiva.
Sobre cine y arte está claro. Ahora, sobre política. Dijo: «Me interesa más comunicar sensaciones que doctrinas».
Sí, porque si quieres comunicar doctrinas te haces político, teólogo, ni siquiera filósofo, porque los filósofos hace un siglo no se dedicaban a fabricar doctrinas, como mucho a analizar la realidad o determinados fenómenos de la realidad.
Me ha contado las dificultades económicas que atravesó para rodar Belle Époque, que se llevó un Óscar. Recientemente Emma Suárez recordaba en Jot Down que El perro del hortelano de Pilar Miró, también premiada en España e internacionalmente, se suspendió por este motivo y estuvo a punto de no acabarse. Sin embargo, se insiste en esa visión del cine como un estamento privilegiado por las subvenciones.
Es algo terrible, porque yo creo que el cine le da más dinero al Estado que el Estado al cine. Es un toma y daca bastante injusto, lo que pasa es que se ha ejercido desde muchos lugares esa especie de campaña contra el cine que ha calado hondo, porque subvencionado está todo, como es lógico, todo lo que necesita estarlo. Porque ese es el papel del Estado, sin embargo, solo se habla de subvenciones y cine, como si esas dos palabras estuvieran unidas.
Esa asociación se hace desde columnas de periódicos que están altamente subvencionados.
Absolutamente, y de muchas formas además. Encima, cuando te quieren atacar te dicen que te han dado tanto dinero a ti. Y dices: «¿A mí? ¿Tú sabes cuánta gente ha trabajado en esta película y durante cuánto tiempo?». Pero creo que contestar a estupideces es perder el tiempo. Detrás nunca hay análisis ni razonamientos, es como predicar en el desierto. Así que lo mejor que podemos hacer es dedicarnos a hacer películas y ya está.
Se habla de la crisis del cine español, pero desde hace treinta o cuarenta años.
No hablo de leyes ni de dinero ni de cosas de ese tipo porque no es mi oficio. Cuando hice Ópera prima, te lo juro, en ninguna entrevista me preguntaron ni por Woody Allen, o por la comedia americana, ni por el cine francés. En todas me preguntaban por la crisis del cine español. Era mi primera peli y de lo único que hablaban los periodistas de la época, y era 1980, ahora estamos en 2016, era de eso. Yo pensaba: «Pero la crisis del cine español [suspira]. Yo qué sé… con una película de risa hecha con unos amigos míos de la facultad, o sea, no me jodáis…».
¿Hay crisis en el cine? Sí, pero también la hay en la industria textil, en los astilleros, yo qué sé. ¿No hay cosas más divertidas de las que hablar sobre el cine? Parece que no. Esto nos persigue. Y entiendo que si se habla con la directora general del cine este sea el tema principal de conversación, pero con alguien que a lo que se dedica es a crear una historia, a escribirla, que ese es mi oficio, contar historias, macho, eso se nos olvida todo el rato. Yo sin embargo intento no olvidarlo, te lo juro por Dios, porque es lo que más me gusta de esto y es por lo que estoy en esto. Yo no quería ser director de cine, yo quería hacer películas. Ser director no es nada, eso lo eres cuando estás rodando una película, el resto del tiempo no eres nada, eres un señor que está en su casa leyendo novelas. Otro que se levanta todos los días a las ocho de la mañana, pues sí, está en el negocio que sea. Pero al director de cine a veces le pasan tres años entre una película y otra. ¿Qué soy entonces durante esos tres años? Y no te digo ya a los que les pasan veinte años entre una y otra.
Ha recibido tres Goyas, un Óscar… ¿Qué valor tienen para usted?
El del reconocimiento a tu profesión. Los Goya son un reconocimiento de la gente de la profesión, gente que ve tu trabajo, le gusta y te da un premio. Es algo bonito. Luego como todo premio tendrá su parte justa e injusta, porque un premio nunca es justo al cien por cien. Unos años te lo dan, otros no te lo dan. Si cae, se agradece, porque te lo otorga gente que trabaja en esto, técnicos, actores, colegas, te votan y eso es maravilloso. Y un Óscar es lo mismo pero en América. Te votan miles de personas de otro país. Es el premio más famoso, el más mediático y quizá el más antiguo de esta profesión. Como conseguir financiación es tan complicado, y una vez logrado el dinero también es difícil rodar en libertad la película que tú quieres, esto es si cabe aún más arduo, pues para lo que sirven los premios es para ayudarte a sortear estos dos obstáculos, clarísimamente. Sirven para que después algún proyecto tuyo se lleve a cabo y que no te pase el tren por encima.
Cuando recibió el Goya por El sueño del mono loco fue por una película que se salía de los cánones de su filmografía, un oscuro thriller psicológico, y que la academia española solo ha premiado después en directores como Amenábar.
Mira, cuando conocí a Amenábar él estaba haciendo Tesis y precisamente me dijo que era muy fan de El sueño del mono loco. La verdad es que me gustaría hacer algún thriller más, es un género que me gusta mucho, de hecho tengo un par de ellos escritos, pero que no los he hecho aún. Espero que puedan filmarse algún día. El género me encanta, desde toda la época del film noir americano al francés. Hay cosas muy buenas ahí. En la comedia es como más me encuentro en mi salsa, pero el thriller es muy pura, o específicamente, cinematográfico.
Hitchcock es el director por antonomasia de ese tipo de cine . No porque sea el mejor ni por nada, sino porque en este género la imagen es la que te crea esa especie de sensaciones, o de aprensiones, suspenses, miedos, es algo que se siente físicamente, y en eso él fue el gran maestro. Es un arte muy bonito, le da al cine una función específica. No es exclusivo, también lo puedes encontrar en la literatura, puedes muy bien cagarte de miedo con Salem’s Lot de Stephen King, que recuerdo que te quedabas sin poder dormir. Pero en el cine es realmente bonito, porque es crear con la imagen, fabricar una atmósfera, es muy cinematográfico. Todos a los que nos gusta el cine tenemos la tentación de pintar con esos colores en esa paleta.
De Chico y Rita, que sigue la estela de Calle 54, el documental sobre jazz latino, si algo me llamó la atención es cómo se pudo lograr que un dibujo animado, Rita, llegase a ser tan seductor.
Pues ahí, con Mariscal, tardamos en dar con ella. Chico lo tuvimos muy claro, porque nos inspiramos físicamente en Bebo Valdés, en cómo era de joven, guapo y tal. Y cómo era de mayor, encorvado, etcétera. Pero en Rita le dimos muchas vueltas hasta que llegamos a nuestra Rita. Fíjate una cosa. Te he dicho que los premios a veces son pequeñas alegrías, pues este año estaba en Finlandia, en el Festival de Cine del Sol de la Medianoche, y una de las mujeres de organización me dijo: «Te tengo que contar una cosa, tengo dos perros, uno es Chico y la otra es Rita». Para mí eso sí que es un premio. Como una vez que un saxofonista americano me dijo en Nueva York: «Me encanta Calle 54, y fui a verla porque McCoy Tyner me obligó, me dijo que tenía que verla, que él había llorado viéndola». ¿Que McCoy Tyner había llorado viendo Calle 54? Para mí eso son premios. Llegar al sitio más extraño y que haya alguien que te cuente la emoción que le ha producido la película.
La película recordaba una Habana que ya no existe, en la que salieron todos esos músicos, también grupos inolvidables como Los Zafiros, de doo wop.
Los conozco.
Con los cambios que hay ahora en Cuba, esta apertura, parece que dentro de poco la Habana actual será otro lugar al que se lo llevará el tiempo, ¿o no?
No creo que Cuba se esté abriendo, en absoluto. Y los que lo crean se equivocan. Lo que se ha abierto es Estados Unidos a Cuba, pero Cuba no se está abriendo. Cuba es como la España de Franco, hasta que no muera Fidel, Cuba no se abre. En la España de Franco todo el mundo sabía que hasta que no se muriera Franco España no se abría. Pienso que esto es lo mismo. De otro signo político, pero lo mismo. Son dos dictaduras.
En La niña de tus ojos, Penélope Cruz tuvo que entrenar su acento andaluz. De hecho, previamente habían buscado una actriz andaluza. En un país como España, con tantas formas de hablar la misma lengua, ¿por qué siempre nos encontramos por todas partes con ese español neutro que no se habla en ninguna parte?
Ah, sí. Creo que una de las cosas bonitas del cine es que cada uno pueda hablar con su acento. Para mí fue muy divertido cuando hicimos La niña de tus ojos, creo que Penélope hizo un trabajo precioso con el acento, además a los andaluces les encantó, sobre todo esa cosa tan bonita que hizo de hablar en alemán con acento andaluz. En La reina de España tiene que hacerlo, pero en inglés, porque su personaje ha estado viviendo en Estados Unidos, pero continúa teniendo su acento, que no lo ha perdido. Y lo borda.
En la Isla mínima hablaban con acento sevillano ¡en Sevilla! y todo el mundo se quedó como asombrado.
Eso es por la mala costumbre que ha habido en este país con el doblaje, que ha maleducado los oídos, hace que se demande escucharlo todo en neutro cuando eso no existe por ninguna parte de nuestra geografía. Ahora las generaciones jóvenes hablan inglés y ya tienen el oído más hecho a los idiomas, pero durante años te podías volver un poco duro de oído por esta costumbre del doblaje, que ahora se ha pasado a la tele. Lo rico del cine, precisamente, es poder oír acentos.
Para La reina de España, ¿qué labor de documentación ha hecho para reconstruir la época?
Esta época la conocía más porque había leído y visto más cosas. Las películas que hicieron los americanos en España son las que yo vi en mi infancia. He leído libros interesantes sobre todo aquello, sobre el cine que se hacía aquí. Recientemente, se ha publicado un libro de memorias que hizo Marcos Ordóñez con Perico Vidal, Big Time. También el libro de García Dueñas, El imperio Bronston. De esa época he leído todo lo que he podido, memorias de gente que estuvo por aquí, hay bastantes experiencias españolas en las biografías de gente como Cary Grant. Por ejemplo, el rodaje de Orgullo y pasión con las intrigas entre Sofía Loren, Frank Sinatra y Grant.
El Madrid de los americanos.
Sí, el del 56. Mi película está situada como si fuese la primera película que rodaron aquí los americanos. Digamos que el principio de esa época antes de Bronston es Alejandro Magno, que hizo Robert Rossen con Richard Burton, y Orgullo y pasión de Stanley Kramer. Pues yo la coloco ahí. Aunque no he querido transmitir nada especial, tan solo contar historias bonitas.
¿Qué ha querido contar situándola en esa época?
Nada en particular. En la película hay una especie de homenaje al cine, pero quiero que, además, la gente se ría y se entere de ciertas cosas de la época. Que puedan asomarse a aquellos tiempos, que vean cómo eran los decorados, los trucos, cómo se hacía el cine entonces. He querido recrear algo que ha desaparecido ya.
Uno de los problemas que hemos tenido es que los estudios de Madrid ya no existen. Eran unos que estaban aquí al lado, en la CEA, donde está la carretera de Barcelona, en el puente de Arturo Soria, que para muchos taxistas mayores sigue siendo el puente de la CEA. En Una pareja feliz de Bardem y Berlanga, vemos que Fernán Gómez era un técnico en electricidad de los que trabajaban en la CEA.
El hecho de que nada de eso siga ya en pie nos ha obligado a buscar fuera, a ver dónde encontrábamos algo que se pareciera a unos estudios madrileños de los años cincuenta. Primero nos fuimos a buscarlo a Buenos Aires, pero acabamos encontrándolos en Budapest. Fue muy bonito porque Ana Belén, cuando llegó a rodar, me dijo: «Estoy teniendo un flashback, esto es como cuando yo llegué a rodar mi primera película en Sevilla Films, es que estoy viendo el mismo estudio». Para mí fue muy bonito oírle decir eso, porque significaba que no nos habíamos equivocado. No habíamos metido la gamba.
Después de profundizar y filmar una película sobre aquella forma artesanal de hacer cine, ¿qué sensación se le queda al contrastar con la época actual, en la que el espectador atiende a tres pantallas diferentes a la vez cuando ve algo?
Y encima, mientras hace eso, en la televisión también dividen la imagen en tres pantallas a la vez. Cuando te venden la tele la verdad es que te podían regalar también una camisa de fuerza.
Mariscal dijo que las piernas de los romanos de Ben-Hur nunca se verían en YouTube como en un Cinemascope.
[Risas]. Creo que cada uno tiene derecho a ver las películas donde quiera. Yo también veo películas en el ordenador, pero el placer de ver una película en un pantallón y además rodeado de gente, sobre todo si esa película es una comedia, no se puede igualar. Al empequeñecer las pantallas, el género que más pierde es la comedia, porque lo bonito es ver una película con mil personas a tu alrededor tronchadas de risa. Eso no tiene precio. Esa es la gran finalidad.
Como la primera vez.
Me has preguntado antes qué he querido contar con La reina de España, pues lo que quiero es escuchar la risa de la gente, como en el colegio. Estoy dispuesto a todo por escuchar la risa de la gente.
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Interesante entrevista, a un muy interesante personaje. Me gustan la mayoría de sus peliculas ( la excepción es El sueño… ) y disfruto mucho con ellas. En su dia me impactó mucho Opera prima, en un reciente pase televisivo le ví mucho más las costuras, es inevitable, supongo.
No estoy de acuerdo en todo lo que dice, claro, es especial lo del nacionalismo.
Sí en lo referente a las series: yo también creo que hay actividades mucho más interesantes que esclavizarse delante del tv setenta horas.
Sí, ¿y cuáles, si puede saberse? ¿Esclavizarse delante de varios libracos durante setenta horas?¿Ir a ver unas acartonadas obras al teatro? Solo se me ocurre una alternativa mejor y es la de sexo desenfrenado con esa cuñada que está tan buena y que me echa los tejos. A ser posible, acompañada de la vecina del tercero que se parece a la Stefania Sandrelli de Divorcio a la italiana.
Puede saberse, sí.
Una de ellas es leer, en efecto, libracos ( yo suelo decir libros, sin más ), comics, revistas o lo que sea. Y no considero que me estoy esclavizando, al contrario, ¿ conocías eso de leer os hará libres ?
También se puede leer por internet, como tú y yo hemos hecho con la entrevista a Trueba.
También vale la música.
El teatro no tiene porqué ser acartonado, aunque sí es cierto que a mí, como a todos los de nuestra generación, nos gusta más el cine.
La otra alternativa que propones tampoco me parece mal, justamente anoche ví a S. Sandrelli por la tv, en La verdad sobre el caso Savolta.
Las series no me gustan porque la mayoría suelen ser norteamericanas, y yo no soy muy amante del cine yanki – con excepciones, claro está – , peliculas de acción, thrillers, zombies, y demás.
Me sucede justo lo contrario, sus películas nunca me han llamado la atención, sin embargo como personaje público siempre ha demostrado una valentia considerable. Sobre todo teniendo en cuenta el país de cobardes en el que vivimos. Su ya famoso discurso es muy de agradecer, por atreverse a decir lo que muchos pensamos…
Tampoco puedo dejar de recordar «El peor programa de la semana», censurado por un gobierno del PSOE.
En cuanto a la entrevista, una lástima no saber su opinión sobre las películas de su hijo Jonás, cineaste más que interesante…
Confunde a Fernando con David en lo de El peor programa de la semana.
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Muy buena entrevista, me ha sorprendido la intención de desmitificar: «solo quiero hacer reir» «quiero escuchar la risa de los espectadores». La critica, las elucubraciones y los sentidos que muchas veces dan, damos, a las obras de cine, o a las obras en general no creo que sea realmente el efecto por el que están creadas, es más bien análisis de lo que les ha llevado hasta allí, hasta la creación de una forma u otra, creo que Trueba lo deja claro en esta entrevista.
En cuanto al tema Nacionalismo, esta claro que los ciudadanos de este país (España) no pueden entender que cada uno siente la «nacionalidad» como le da la gana, o como le dicta la razón o el corazón, y que no es algo con lo que se puede estar de acuerdo o no, o no puede ser «valorado» o «criticado», simplemente es así, ni mejor ni peor que usted o usted.
¿Pero qué dices?
Lo del boicot a Trueba ejemplifica en qué país vivimos. Vale que dijo lo que dijo y que hay gente que se puede sentir ofendida. Él está en todo su derecho de decir lo que le venga en gana y cualquiera está en su derecho de no ver sus películas porque se siente ofendido. Pasa que decir que no te sientes español no te hace menos español ni un español más indeseable (ni mucho menos un enemigo como alguno dice por ahí). Este señor ha ganado un Oscar y varios premios nacionales e internacionales. No soy muy fanático de premios y demás, pero ganándolos ha hecho mucho más por eso que llaman ‘la marca España’que la mayoría de los patriotas que le vilipendian (incluído seguramente tú, Ant). Dicho sea de paso sus películas no están del todo mal (no soy admirador suyo, pero mejor que infinidad de directoruchos españoles es). A Trueba le tendríamos que valorar por sus películas, no por lo que diga o piense. Aquí se confunde el tocino con la velocidad, repito, un buen español no es el que se siente muy español (los políticos que nos gobiernan son los más patriotas del mundo y…)
Pero entonces, si diciendo lo que dijo (que está en su perfecto derecho) pudo ofender a gente y ésta decide (con el mismo derecho) a no premiarle viendo su película, ¿dónde está el problema exactamente?
Trueba tendrá premios muy interesantes (no ha rechazado ninguno de los «nacionales», que sepamos) y habrá demostrado (a su pesar) ser más patriota que gran parte de los voceros que repiten consignas. Pero por lo visto sabe dar discursos y pronunciarlos, no tanto reflexionar después. Patriota, nacionalista o no, antes hay que tener sentido común. Y puede ser de sentido común no insultar a tus clientes.
Desgraciadamente, eso en España no cuaja, lo de valorar la obra y no a la persona se hace de puertas para fuera. Dentro de España lo que pone es el cainismo, lo que demuestra una gran madurez intelectual patria. ¿Alguien dejaría de ver una película de Clint Eastwood por alguna de sus «estupendas» declaraciones? Pues vamos a dejarnos de mamarrachadas pseudopatrióticas y vayan a ver la la película si les interesa y, si no, no vayan. Pero ell Homo anteccesor no iba por Atapuerca portando banderas ni creando fronteras artificiales. Que cada uno se sienta todo lo nacionalista central o periférico que le plazca, pero que deje a los demás que se sientan como les venga en gana. Por otro lado, en lo que al dinero se refiere (el verdadero dios de este capitalismo) no existen fronteras ni naciones. O sí, pero se parecen más a Suiza y a las paraísos fiscales que a los lugares donde la gente nació.
Pero cómo, ¿la cosa va de valorar sólo la obra y dejar al margen al autor? ¿Desde cuándo? Debe ser por eso que nadie firma sus obras, para que se valore bien el contenido.
El ejemplo de Clint es bueno. En USA también le boicotean los que no le aguantan sus comentarios. Pero es que el tipo se empeña en hacer buenas películas, se mete de lleno en la denuncia social y nadie se siente ofendido por ellas porque él se pone en el papel del tipo que debe cambiar, no los demás. Este no es un país cainita, es un país que prefiere que los otros cambien antes de hacerlo yo, que tengo razón y tú no.
(Vamos a obviar que dejamos de ser Homo Antecessor hace ya un rato y que el ideal no es regresar a las cavernas, a menos que sea usted realmente conservadora).
Que yo sepa, Trueba (y usted, y yo) podemos sentirnos lo que nos dé la gana. Otra cosa es que usted reclame que aquí cualquiera pueda decir cualquier cosa sin que nadie tenga derecho a réplica, y puesto que no todos somos Trueba y tenemos un micrófono puesto delante de un montón de personas para declarar lo que nos pete, habrá que buscar formas alternativas de que se nos escuche también. ¿O es que unos tienen más bula que otros para opinar?
Galahat estas seguro de eso?! Que se lo digan a Penelope Cruz y Javier Bardem con su metida de pata con lo de Israel, ninguno de los dos ha vuelto a recibir papeles cinematográficos y pasara mucho tiempo antes de que eso suceda, si es que llega a suceder algún día.
Por este motivo es que yo creo que cuando hay que medir las palabras y tratar de evitar temas de política o religión, porque después pasan cosas como esta. El hecho de ser alguien en la industria del cine, la música o el arte en general no te da el derecho de decir o lo primero que se te pasa por la cabeza. Y si lo haces atente a las consecuencias.
Esta gente tiene que entender que sus palabras trascienden y que el publico no olvida.
Tampoco creo que haya insultado a nadie, aquí se ofende quien quiere. Una persona con capacidad de discernir debería ser capaz de entender el por qué este señor dijo lo que dijo. A partir de ahí se puede estar de acuerdo o no, te puede incluso ofender, no digo que no, pero el problema es, como digo, no discernir, no aceptar un pensamiento contrario al tuyo. Y, sobretodo, el linchamiento gratuito y nacionalucho porque ‘ha hablado mal de mi país’. Las reflexiones enriquecen el debate, las críticas, por supuesto, también. Y vuelvo a decir que mal español no es el que habla mal de España, sino el que perjudica a España. Y Trueba, diga lo que diga, nunca ha perjudicado a España, todo lo contrario.
Recapitulemos: al parecer, lo que dijo ya no es lo que dijo o no es para tanto, que vaya piel fina tienen algunos si se ofenden y que, en todo caso, no aceptar un pensamiento contrario al tuyo es «no discernir».
Para no ser patriota, pareces tener claro que se puede «perjudicar a España», así, en abstracto, y ser «mal español». Desconocía que hubiera una clasificación estandarizada de buenos y malos españoles. Y que hay formas y formas (selectivas, por supuesto) de realizar ese perjuicio. Declarar que en caso de guerra iría con el enemigo no perjudica per se,es palabrería, pero también una declaración de intenciones.
Por resumir. Puedes coincidir o no con Trueba, que nadie va a hacerte responsable. Pero si te ofende, porque eres así de poco discernir, me parece tan legítimo aguantarle sus boutades y los masajes de Álvaro («yo ya sabía que no ibas en serio, picarón, no me dejes mal ahora que te lo he puesto en bandeja») como a los que han decidido no ir a ver la película por ello. Protestar por esa declaración de intenciones igualmente libre y legítima podría ser, también, no discernir ni aceptar otros pensamientos.
En resumen, que alguien se ofenda o se deje de ofender me es indiferente, está en su derecho. Que la gente en masa se ofenda y empiece una campaña de boicot como quien quema brujas o lapida a mujeres infieles pues ya no tanto. La diferencia entre discernir o no, no es aceptar un discurso o no, sino valorarlo críticamente, se puede no aceptar, pero sí entender que es una opinión completamente válida.
Y respecto a lo de ser «buen español», aunque sea algo abstracto, se podría reducir a decir ser «buena persona» (que con todo lo ambiguo que eso, es algo fácilmente comprensible, es decir, ser honrado, respetuoso, justo…) y no «perjudicar» a tu país (y se entiende perjudicar por hacer algo dañino contra él). Repito que Trueba, hasta donde yo sé, ni es mala persona ni ha perjudicado nunca a España (por muchas cosas que diga).
La mano que le da de comer cuando haya recibido alguna subvención es la del Estado, no la del gobierno de turno, y en ese Estado entramos todos independientemente de sensibilidades identitarias o ideologías al gusto del consumidor. A mí las declaraciones y posición ideológica de Alfredo Landa no me gustan ni un pelo, pero jamás se me ocurriría ignorar su trabajo o no reconocerlo porque esas actitudes a quien retratan es a la persona que las tiene, no a la persona juzgada. Son propias, además, de sociedades dictatoriales no de ciudadanos de sociedades democráticas. Desafortunadamente, en ese aspecto la sombra del Absolutismo y el franquismo es extraordinariamente alargada y cansa.
El estado no le da de comer. Le da a una empresa (que no al director) un incentivo industrial para que haga un negocio (la producción de una película) igual que hace con los periódicos que tanto las critican o los pescadores o los fabricantes de coches. Y cuando se hace el negocio, el estado recupera la inversión: De media las subvenciones son el 24% del presupuesto de producción. Suma el IVA del 100%, los impuestos de los trabajadores y empresas, las cotizaciones sociales, el impuesto de sociedades, el iva de las entradas, etc. y ya me dices que te sale. Aunque la pelicula sea un fracaso, el estado siempre gana.
Estaba contestando a Xabi que hablaba de la «mano que le daba de comer» (usé su misma expresión). De esa mano vive la mayoría de España empezando por la CEOE, pero aquí si vamos sobrados de algo es de desvergüenza y clichés de chichinabo.
La niña de tus ojos no me gustó, me resultó una bobada. Two Much la dejé a la media hora o así, por puro tedio. Y hasta ahí llegué. Es decir, las pelis de este hombre no me interesan y ese es exactamente el motivo por el que no las veo. Claro y sencillo.
«Porque subvencionado está todo, como es lógico, todo lo que necesita estarlo». Terrible lógica, luego viene que alguien decide que es lo que «lógicamente»necesita estarlo.
Y también puede aplicar eso de que la subvención a sus películas de las que además es productor, no es darle dinero a él, si no a todos los que trabajaron en la peli, al rescate de los bancos, no le dieron el dinero al presidente del banco,¿sabe usted cuanta gente trabaja en esos bancos y cuantos millones de españoles tienen sus ahorros en ellos?,así que el dinero se lo dieron a ellos y supongo que también será «lógico» rescatarlos.
Y las críticas al nacionalismo, a todos dice, está muy bien, el problema es que la crítica solo se hace a uno y en él se incluye a todos los españoles, lo que queda un poco raro es que habiendo hecho esas declaraciones en el País Vasco, se refiriera al nacionalismo español, estando tan cerca de otro, al que no es tan políticamente correcto criticar y menos ofender o ridiculizar.
La banca, rescatada con dinero público, ¿merece estar subvencionada? Resulta dramático comprobar como la gente boicotea a este señor mientras son sodomizados por los banqueros rescatados con su dinero… misterios de españistán…
Como nació en Madrid y siente mucho apego a su barrio, entiendo que, de ser nacionalista, lo sería español. No creo que se espere que un señor que ha nacido y vive en Madrid sea nacionalista vasco o catalán (que todo es posible) pero, por sentido común, el nacionalismo al que debe referirse es el español. A mí el nacionalismo me parece una doctrina bastante ridícula, sea centralista o periférica. Como, al igual que Trueba, nací en Madrid y vivo en esta ciudad, si digo que no soy nacionalista, se entiende que no soy nacionalista española. Evidentemente, no lo voy a ser vasca, gallega o catalana.
Como bien dice Clode, es tremendo y bastante patético que se hagan campañas de boicot a una persona por no pensar como uno, pero la corrupción no solo no se persiga sino que quede impune en las urnas.
En resumen, que a la mayoría de la ciudadanía española se la trae al pairo el enriquecimiento personal de los políticos y empresarios con dinero público, pero a un señor le da igual ser español porque igual podía haber nacido en Malí (no lo eligió), y ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!. Boicot.
Damos jodida vergüenza ajena.
Verguenza ajena por no ver su pelicula?
Verguenza ajena los que fingen que les ha gustado solo para hacerse los progres.
El problema de Trueba, como el de buena parte de la izquierda, es que siempre está dispuesta a atacar el nacionalismo patrio pero se escabulle con los periféricos. En eso Trueba ha sido un gran cobarde como la mayoría de sus compañeros. Matando al lado de casa (¿la lió alguna vez en el Festival de San Sebastián?) y siempre mirando miles de kilómetros más allá hasta que la cosa empezó a cantar en exceso.
Estas cojeras hacen que otros sectarios de vía estrecha se le echen al cuello a la mínima. Y no sepan diferenciar su obra del personaje. A él le pasa lo mismo. No le recuerdo una crítica a compañeros que se comportaran de la misma forma.
Desde Opera Prima, que me encantó, no he vuelto a verle nada tan chispeante. Una cuesta abajo agudizada al final. Esas pelis corales últimas que recuerdan al peor Berlanga, a las series actuales de humor grueso y mucho chillar.
El problema de los que critican a la izquierda desde no se sabe bien donde es que tienen memoria de pez y una lógica bastante defectuosa. Trueba acababa de recibir el premio NACIONAL de cine y hablaba de SU SORPRESA porque le dieran a él un premio NACIONAL, cuando ese concepto, el nacionalismo, le era ajeno. No veo como hubiese podido meter ahí una referencia a los nacionalismos periféricos, que, por cierto, siendo un horror intolerable, encarnación de la xenofobia, el reaccionarismo mas profundo, han envenenado y matado a bastante menos gente que el español, que tiene las mismas características.
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Por lo demás, se ve que has olvidado grandes momentos, como cuando en la entrega de los Goya, Borau apareció con las manos pintadas de blanco y se hizo un acto ati etarra. Algunos de los organizadores tuvieron que llevar escolta porque aparecieron en la lista de blancos de ETA, otros estaban en ellas antes incluso de esa noche. Seguro que tu no has llevado, ni has hecho algo tan notorio, pero eso no te impide verter críticas sin fundamento.
A mí, en cambio, me parece mucho más valiente atacar lo que te toca que lo que te queda lejos. Lo que te queda lejos, no te pasa factura. Lo de cerca, sí, y si no, a las pruebas me remito.
Pues tu te lo pierdes. Y ese absurdo pensamiento sólo te define a ti y como un nacionalista de mente estrecha. El es un artista importante y lo seguirá siendo. Tu no eres ni su sombra. Y no escupió a nadie, no dijo que el resto de la gente sea peor que él ni que sentirse español sea malo.
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Yo iré o no a ver su película, pero me pasa lo mismo que a él: Soy profundamente antinacionalista, una manía que me parece en el mejor de los casos un atentado a la inteligencia y una enfermedad y en el peor, un crimen. Cuando me cuentan idioteces como que España es la nación mas antigua de Europa solo compadezco al que lo dice y deseo que mejore pronto la educación. No te digo ya cuando algún ignorante sin remedio me cuenta que expulsamos a los árabes, o que vencimos a los franceses. Si hay algo que sobre en España, peligroso, enfermo y ridículo, es el nacionalismo: El catalán, el vasco, el gallego, el español, el valenciano… Todo.
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Y como explicó él, no me siento español, porque no se como se hace y ni siquiera entiendo el significado de la frase. Entre los españoles hay gente con la que me identifico, y otra absolutamente marciana y ajena a mi, como tú, con la que no tengo absolutamente nada en común. Y me pasa igual con los franceses, ingleses, americanos, italianos, etc. que conozco. Me parezco mas a un francés de mi edad que a mi padre, mis hijos se parecen mas a otros niños franceses o ingleses que mi cuando tenía su edad o a algunos de sus compañeros de colegio. Tengo amigos extranjeros que me son mucho mas próximos que los que crecieron conmigo. No existe forma de «ser español» o «sentirse español» más allá del DNI y las leyes. Tampoco me siento gordo o calvo, aunque en ese caso, al menos puedo decir que lo soy.
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Así que el problema no es Trueba, sino las mentes obtusas que inventan condiciones humanas sin significado ni sentido (español, catalán, etc.) para envilecernos y encizañarnos a todos. Y los periódicos que se dedican a crear polémicas venenosas a partir de nada, en vez de a dar noticias, convirtiendo España en un Sálvame gigante.
Las declaraciones de este tipo sobre no sentirse español me traen sin cuidado. Yo tampoco me siento español –y no soy nacionalista o regionalista de ningún tipo– ni me identifico realmente con la mayoría de los españoles. No vivo en España –por suerte– sino en Aarhus (Dinamarca), donde gano un sueldo mucho más alto de lo que ganaría trabajando en España y donde tengo mejor calidad de vida, trabajo indefinido y hipoteca prácticamente pagada. Mi mujer es danesa, de modo que de aquí difícilmente me echa nadie, salvo que al Putin le dé por invadir el norte de Europa.
Pero lo que no trago en general es el cine español. Es malo, malo, MALO a rabiar. Aburrido –en general– y los actores suelen actuar fatal. Penélope Cruz aparece en esta película y como actriz me repugna porque está sobrevalorada y es absolutamente patética. Supongo que ha conseguido ir ascendiendo empleando mecanismos de succión, modus operandi habitual español. Y Trueba no es precisamente un director que debiera de sentirse muy orgulloso de sus películas, porque en general son aburridas y olvidables. De modo que si viviese en España no vería esta película porque la Penélope es terrible como actriz y no tengo intención alguna de aguantar otro bodrio de Trueba. Digo todo esto porque el eterno dilema del «cine español» se podría resumir el una frase: el problema del cine español es que apenas tiene valor cultural real. ¿Han oido alguna vez esa frase de «Si es español, no es cine; si es cine, no es español»? Pues eso. Mucho premio autoconcedido –de amiguetes, como suele ser habitual– y mucha tontería, pero el cine español en general no da la talla. Cuatro películas pasables –un par de ellas de Amenabar– y alguna cosilla entretenida hecha en momento de lucidez pasajera, pero lo demás es perfectamente olvidable. Si los actores, directores, productores, etc. dejasen de hacerse las víctimas y aprendiesen a hacer su trabajo con un mínimo de profesionalidad e imaginación, no tendrían los problemas que tienen. Por mucho boicot que haya, si una película es buena, acaba triunfando y teniendo muchos espectadores. Si la película de Trueba no tiene audiencia, es buena parte culpa de él, pero no por sus declaraciones –que al fin y al cabo son «paranoias de autor» sin la mayor importancia– sino por no conectar con el público. El mismo problema que tienen los demás. De modo que los actores, directores, productores y demás personajes del gremio deberían de ponerse a pensar un poco: a lo mejor no funciona la cosa porque hay que ponerse a trabajar de verdad, esforzarse, echarle imaginación, huir de los tópicos, aprender de la gente que sabe, moverse, ser un poco más humilde y no esperar que papá estado financie bodrios. Por mucho que haya periodistas, tertulianos o determinadas figuras que pongan a parir el «cine español», la genialidad siempre triunfa. No vale siempre culpar a los demás.
Se puede decir más alto, pero no más claro. La Ley Miró creó toda una generación de cineastas afectos al régimen, más preocupada por trincar subvenciones que por hacer cine de calidad.
En su absoluto desprecio a la Cultura, el Partido Popular hizo del mundo del cine uno de sus principales chivos expiatorios. Era un objetivo fácil. El Observatorio Audiovisual Europeo presentó un informe tras analizar las ayudas entre 2010-2014 al cine.
En España, se pasó de los 89,3 millones de euros de 2010 a los 33,7 de 2014. ¿Que presupuestos manejan otros países?
Italia se comprometió a no bajar de los 400 millones.
Alemania destina 360 millones.
Francia dedica + de 1000 millones a sus productos audiovisuales.
Yo me quito el sombrero ante la industria cinematográfica francesa (que me parece admirable) pero, claro, que alguien me explique como compite un país que no tiene ni industria (porque lo de España no es una industria) con un presupuesto de 33,7 millones con los 1000 millones franceses. Hablamos mucho de patriotismo, pero del de bandera (el de la pulserita, la cadena del perro y los polos). Del de verdad, el que exporta la cultura de un país, la cuida y la protege no tenemos ni puñetera idea. Casualmente, Velázquez, Goya, Picasso, Dalí, Lorca… nombres que engrandecen la imagen de España, están todos vinculados al mundo de la Cultura, ese sobre el que este país lleva siglos escupiendo, cuando no meando encima y vanagloriándose de hacerlo.
Solo en 2011 el Partido Popular recibió 120 millones de euros frente a los 76 de la «industria» cinematográfica española o los 400 que recibe cada año la CEOE. ¿Queremos hablar de subvenciones y de todos los sectores que las reciben? Hablemos, pero de verdad, con datos en la mano, no con chascarrillos y falsos clichés. Cuantas bocas se iban a callar si se publicaran las listas de las subvenciones que recibe cada sector y se ordenaran en función de la cuantía.
Completamente de acuerdo.
Estimado Gominollum,
Me tomo la molestia de escribirle estos párrafos para rebatir su (en mi opinión) débil argumentación central del texto que ha suscrito.
Le felicito por las condiciones de vida tan favorables de las que parece gozar, sin embargo es posible que la distancia geográfica que le separa de la península ibérica le haya impedido estar al tanto del cine español que con tanta displicencia se permite juzgar, con trazos gruesos, de: «malo a rabiar».
No sé en qué momento la creencia popular basada en la ignorancia se ha convertido en un axioma, pero parece que a fuerza de tanto repetirlo, una gran parte de la población de este país ha comprado esta falacia hasta convertirlo en tópico: el cine español es malo, malo, malo a rabiar.
Me imagino que tiene que ver con el hecho de que ciertos personajes reconocidos del mundo del cine se han significado en varias causas sociales, lo que les ha valido la antipatía furibunda de una buena parte de sus conciudadanos. Es verdad que tampoco ha ayudado que las películas que más visibilidad tienen y que más conoce el público son las que tienen detrás la desproporcionada financiación y publicidad de la productora de turno (lease, por ejemplo, Mediaset), aunque se da la paradoja de que son estas, precisamente, las que más suelen gustar, a pesar de su dudosa calidad. Por supuesto que todos tenemos nuestros gustos personales, y que no hay por qué coincidir con críticos especializados, ni seguir corrientes mayoritarias, es una buena cosa alimentarse de manera autónoma el cerebro. Pero lo que hay que tratar a toda costa es no caer en la ignorancia, y solo hay una cosa pero que la ignorancia: estar orgulloso de ella.
Le propongo, a modo de juego, que repase la lista que le propongo a continuación. Son 25 películas españolas, estrenadas entre 2010 y 2016 (por acotar un determinado periodo de tiempo), de incuestionable valor cinematográfico (independientemente de que gusten más o menos), algunas de las cuales han pasado absolutamente desapercibidas para el común espectador de a pie de calle. Con un par de excepciones, ninguna saldrá entre las más taquilleras, ni probablemente tengan «remakes» americanos, pero todas ellas merecen la pena su visionado…apuesto con usted a que no ha visto ni 5 de ellas.
Tarde para la ira, La Isla mínima, Magical Girl, Truman, Blancanieves, El hombre de las mil caras, Pa Negre, Un mundo perfecto, Las ovejas no pierden el tren, El cadaver de Ana Fritz, El rey tuerto, Techo y comida, Loreak, Negociador, Grupo 7, B, Blackthorn (sin destino), A cambio de nada, Una pistola en cada mano, Barcelona noche de invierno, Eva, La Herida, No habrá paz para los malvados, Isla bonita, Arrugas…y la lista podría llegar a 50 fácilmente.
Por lo demás, le mando un afectuoso saludo, o como parece ser que se dice en la tierra donde usted tiene el privilegio de residir: «Jeg sender varme hilsner»
No puedo estar más de acuerdo contigo. Yo también defiendo el cine español, que me parece como poco muy digno ( hablamos del actual, claro está ),a la altura del de cualquier otro país homologable.
Añado a tu lista: El gran Vazquez, Todas las mujeres, Canibal, Felices 140…
A mi siempre me parece que esos que critican el cine español son los que se van a ver peliculas de Rambo, o animaladas de cine de acción con mas pirotecnia que cine.
Añadamos también la demonización que sufre desde que se significaron en contra de la guerra de Irak, algo que no les ha perdonado la derecha.
La demonización es muy relativa. Cuando sale otra película de Torrente, siempre tiene éxito y esa «demonización» no se nota.
Por otra parte, tampoco creo que hoy en día el público al que no le gusta el cine español –yo, entre ellos– sea muy fan de películas de Rambo o efectos especiales. Vale, esas películas siempre tendrán audiencia, pero otras –por ejemplo, me vienen a la cabeza las últimas que ha dirigido Eastwood o «Bridge of Spies» de Spielberg o Arrival– tienen más atractivo para el público comparadas con el «cine español».
Estimado Neofito00: Me temo que no ha comprendido del todo lo que he expuesto. Yo no opino en base a lo que digan otros, sino en base a mi experiencia. A mi el cine español no me gusta. Lo siento, pero es lo que yo opino. He visto varias de las películas de su “lista”. Aquí la noche durante el invierno comienza a las 4 pm, con lo cual más de un fin de semana vemos un par de películas. Muchas, via Netfix. Otras, streaming donde se pueda. Reconozco que no he visto todas las que menciona. Hay mucho más –y mejor– cine. Pues mi opinión es que la mayor parte de ellas me parecen olvidables o malas. Alguna, como “Las ovejas no pierden el tren” ni la he acabado porque no me parecía mínimamente simpática. Otras como “El cadaver de Anna Fritz” la dejé a la mitad y miré en internet como acababa para no tener que perder el tiempo. Sinceramente no estoy de acuerdo en que las películas que me menciona –o mejor dicho, las que he visto de su «lista»– tengan mucho valor cinematográfico. No me considero un erudito –no voy a decirle en qué trabajo porque me podría identificar muy fácilmente buscando online y quiero ser anónimo– pero tampoco precisamente un inculto. Mi trabajo requiere conocimiento y cultura y me llevó muchos años formarme para obtener el puesto que tengo. Por eso le decía antes que yo opino en base a mi experiencia (entiéndase experiencia como conocimiento adquirido, si me lo permite), pero no en base a encuestas, opiniones o imposiciones. A mi el cine español me parece muy malo y no lo diría si hubiese visto sólo media docena de películas. Si usted disfruta con dicho cine, adelante, pero yo veo que el público español no lo apoya… y no sólo por los comentarios de Trueba o por el cabreo de determinados sectores políticos por lo de la guerra de Iraq. Si el cine español tuviese talento de verdad, los problemas que sufre desde hace lustros se habrían resuelto hace tiempo. Un saludo.
Acabáramos, señor Gominollum… por seguir el guiño cinematográfico, se aferra usted a su «tesooorooo» y el debate (debate ¿?) cae en saco roto. En su anterior respuesta al señor Luchino termina exponiendo las películas “Bridge of Spies” y «Arrival» como ejemplos de cine que sí interesa en España (y a los españoles afincados en Dinamarca) en contraposición al cine malo, malo, malo a rabiar que se hace en el país de la piel de toro. Entiendo entonces, a modo de silogismo facilón, que a usted le interesan las grandes producciones, fundamentalmente americanas, con actores internacionalmente conocidos y mucha fanfarria: en cualquier caso son dos buenas películas.
Lamentablemente compruebo que en su antipatía al cine español cae usted en el error de una generalización un tanto pueril, y me temo que sus argumentos (más allá de exponer su gusto personal) son débiles para sostener que la filmografía de todo un país (y por extensión se ha animado a incluir también la prestigiosa filmografía danesa) es mala y olvidable.
Afortunadamente en los últimos años, la democratización de los sistemas de producción, edición y distribución han supuesto un espaldarazo para las generaciones de cineastas que tienen algo interesante que contar, y que demuestran que con escasos medios y un poco de talento se pueden hacer películas muy dignas (como el caso de «El cadaver de Ana Fritz» por ejemplo, que a usted le dio pereza terminar) al tiempo que cineastas reconocidos como Amenabar, Almodovar, Trueba, Medem, León de Aranoa, Fesser, Coixet, Rodriguez, Gay…siguen completando excelentes filmografías.
No hay por qué ocultar los gustos que cada cual cultive, en su caso parece que ni la temática del cine patrio (y mira que los asuntos tratados en las películas recorren un amplio abanico), ni los medios formales, ni los actores elegidos le parecen de suficiente entidad como para merecer su aprecio. Tal vez entonces deba usted volver a los clásicos, a los pioneros y a quienes tuvieron la suerte y el arrojo de seguir sus pasos. Es posible que le cueste un poquito encontrar algunos de sus títulos, pero le recomiendo que en las gélidas noches invernales de la tierra de Hamlet, eche un vistazo a las obras de los siguientes autores: Buñuel, Berlanga, Bardem, Camus, Erice, Ferreri, Fernán Gómez, Vajda, Cuerda, Saura, Armiñán, Borau…por citar a los principales.
Por cierto, en cuanto a los gustos mayoritarios del consumidor medio español, digamos que las diez películas más taquilleras de los últimos años las puede comprobar en una rápida búsqueda en wikipedia: por desgracia la calidad cinematográfica rara vez va de la mano de la mercadotecnia.
Un saludo
A mi me interesan producciones grandes y pequeñas. Lo que pongo sólo son ejemplos. Y en efecto, mi opinión es mi opinión: si el cine español que he visto en general no me gusta, pues lo siento. Si los actores me parecen malos, pues también lo lamento. Es lo que pienso, le guste al resto del universo o no. Búsquense a otros espectadores. ¡Hay más gente en este mundo!
Estimado Gominollum: interesante su comentario, escrito desde las tripas. Penélope Cruz, esa actriz que a usted «repugna (…) y es absolutamente patética» (curiosa escala de valores cinematográficos los suyos) ha trabajado con directores de tres al cuarto como Stephen Frears o Ridley Scott. Ha trabajado dos veces con Woody Allen, que según usted debe ser un iluso para elegirla dos veces.
Su comentario sobre los «mecanismos» de Penélope Cruz para llegar al éxito laboral deja muy claro su pelaje. Si fuese un hombre, no hablaría de ella de semejante manera. Estoy seguro.
Diciendo usted que de las «cuatro películas pasables», dos son de Amenábar, queda claro cuál es su criterio cinematográfico.
Por cierto, usted vive (o dice vivir) en un país, Dinamarca, que ya quisiera tener la cinematografía variada y exitosa que tiene España. Si el cine español le parece «aburrido» me encantaría saber qué demonios ve usted en Aarhus cuando va al cine, en la patria de Dreyer, Lars von Trier o Thomas Vinterberg, directores que supongo que le aburrirán a usted mucho.
Por cierto, ese país tan civilizado en que usted dice vivir destina a las películas y series de televisión de esos señores que he citado (y muchos otros) mucho más dinero público que España. Gracias a ello, Dinamarca es actualmente un país emergente del panorama audiovisual internacional, vendiendo guiones y exportando técnicos a todo el mundo.
Si lee usted algunas entrevistas a Von Trier o Søren Kragh-Jacobsen verá que esos señores directores daneses ponen como ejemplo (oh sorpresa) la cinematografía española, a directores como Almodóvar y actrices como su odiada Penélope Cruz.
Parece que se le pega a usted todo de Dinamarca menos la cultura.
Estimado Cinecito: mi comentario no está escrito desde las tripas. Cuando hablo de Penélope Cruz diciendo que me repugna y me parece patética me refiero a ella como actriz, no como persona. Su ideología comunista –o la que sea- me trae sin cuidado. Cuando critico que escalase empleando “mecanismos de succión” lo digo porque así ha sido. No sea inocente, hombre. De hecho, esos comentarios salieron en buena parte de USA tras las críticas que ella –o Bardém, no recuerdo– hicieron sobre Israel. Críticas que tienen derecho a hacer, pero obviamente no serán bien recibidas por muchos, sobre todo en los USA. Por cierto soy hombre y me repugna que haya personas que empleen esos y otros mecanismos para “trepar”, sean hombres o mujeres. Lo único que demuestran de ese modo son que son unos incapaces.
Mi criterio cinematográfico es el que yo mismo baso en mi experiencia propia –en este caso como espectador– y la verdad no tengo en cuenta que usted lo desprecie: no le sirve de nada esa actitud conmigo. Por otro lado, no soy precisamente fan de von Trier o Vinterberg. El primero, de hecho, tiene mala fama por aquí por sus comentarios absurdos sobre Hitler y los nazis. No se crea que aquí tiene realmente tantos fans. Lo que tiene es mucha prensa. A mi personalmente me parece que subvencionar a esos señores es tirar buena parte del dinero a la basura, pero cada gobierno en el fondo hace lo que considera conveniente. No sé por qué pregunta qué cine veo yo aquí: aquí no sólo se proyecta cine danés en las salas, sino tanto cine extranjero como en otros países. Eso sí, en versión original subtitulada, como debería de ser siempre. En España el negocio de los doblajes –en buena medida herencia de la dictadura sobre la que nadie protesta– es también otra de las “ovejas negras” del panorama audiovisual español: los actores de doblaje son tan malos como los actores convencionales. Eso sin contar Netflix u otras plataformas. Tenga en cuenta, por otro lado, que la cultura danesa no sólo es el cine. Hay mucho más y que sí que pega conmigo. Me da la impresión que es usted quien juzga sin saber y que se le da mejor que a mi escribir “desde las tripas”.
Le prometo que no es fijación, Sr. Gominollum, es sano intercambio epistolar. Los motivos por los cuales la señora Penélope Cruz cruzó el charco son ignotos para mi, pero de lo que no cabe duda es que, a efectos puramente cinematográficos, fue un viaje para olvidar. Lo que más llegó a este eterno país cainita fueron sus «affaire» reales o inventados con la flor y nata de Hollywood: Matt Damon, Matthew Mcconaughey o Tom Cruise.
Sin embargo, referirse a la interfecta como sobrevalorada, patética y repugnante revela un cariz ideológico que ya venía apuntando en sus comentarios anteriores. Puede que no le guste especialmente como actúa, pero parece que su principal delito es ser una mujer de éxito, casada (o amancebada ¿?) con otro «sospechoso», el Sr. Bardem. Pero ya el dislate es referirse a sus «mecanismos de succión» como si fuera una meritoria que servía cafés en Sunset Boulevard antes de arrodillarse en el despacho de algún influyente productor: para cuando dio el salto, mejor o peor, Penélope Cruz ya tenía una muy digna trayectoria cinematográfica. Me temo que su comentario arroja prejuicios y a riesgo de «cogermela con papel de fumar», algo de misoginia también (no es baladí que sean las mujeres mayoritariamente las acusadas de «trepas»).
Y para terminar, y al hilo del cine danés, decir que Von Trier puede tener la cabeza al retortero (muy fino no anda) pero es de largo uno de los cineastas europeos más importantes de las dos últimas décadas. No solo por ser miembro fundador del movimiento fílmico Dogma (junto a Vinterberg), sino por ser autor de un puñado de películas imprescindibles. Citar ya a Dreyer son palabras mayores, pero cabe añadir a Susanne Bier y Thomas Jensen.
Por cierto, subvencionar, para bien o para mal, se subvenciona todo, o casi todo, siendo el mundo del cine el receptor de las críticas furibundas de un sector de la población que se tapa la nariz por cierto tufillo progre que no pueden soportar.
Concluyo con una epílogo que puede funcionar a modo de metáfora: a mi no me gusta el flamenco, me dicen que Camarón de la Isla es un genio, y a mi, por desgracia, no me llega…pero entiendo que me falta formación musical, haber entrado en ese mundo a determinada edad y de la mano de alguien que se hubiera tomado la molestia de enseñarme; entra, por tanto, en mi debe, y como tal lo asumo, no se me ocurriría tachar a este estilo de música y de danza como malo, malo, malo a rabiar.
Saludos,
No hay cariz ideológico. Simplemente es opinión. No creo que Penélope Cruz tuviese una trayectoria cinematográfica digna antes de su paseo por los USA. De hecho, lo hecho hasta ese momento era bastante malo. También otros actores como Jose Coronado, Javier Cámara, Gabino Diego, Antonio Resines, Javier Bardem me parecen malos, más que nada porque no me parece que sepan actuar bien. A lo mejor por eso tienen que vivir –algunos– de polémicas: no deja de ser propaganda. Sobre Von Trier, no sé si podrá ser “importante”. Más bien creo que es “influyente”.
Ahora toca quejarnos de este señor, lo que no sé porque en una democracia si no puede decir lo que piensa personalmente es que no soy demócratas. Luego os pegáis horas en los cines haciendo colas para ver una película americana con ambiente español con fondo de guitarra mejicana, y situado en el mapa por ejemplo Sevilla en un mapa en marruecos, ahora eso sí, si es americano tiene que ser muy patriota.
Mientras que no merme tus derechos, esa es la base de toda democracia: poder decir lo que uno quiera sin sufrir consecuencias por ello. Lo que viene siendo la libertad de expresión. Hasta donde me llega el cerebro, que alguien se sienta más o menos español, no impide que el de enfrente haga gala de su absoluta españolidad. Digo yo que, mientras haya respeto, cada uno se sentirá como le plazca. Pues resulta que no, que en España (también en Cataluña y País Vasco) hay que andar colonizando también los sentimientos ajenos y, si no, aténganse a las consecuencias. Más clichés. «Es que en España muchos rechazan la bandera y los símbolos». Ya, es que en Inglaterra no hubo una dictadura de cuatro décadas que se apoderó de la simbología nacional y dejó las cositas «atadas y bien atadas».
Tal vez sin querer, has puesto el dedo en la llaga, cuando dices eso de, copio y pego: «Es que en España muchos rechazan la bandera y los símbolos”. Ya, es que en Inglaterra no hubo una dictadura de cuatro décadas que se apoderó de la simbología nacional y dejó las cositas “atadas y bien atadas”.»
Aquí tienes la razón, o al menos gran parte de ella, del rechazo que suscita en muchos, entre los que me incluyo, el nacionalismo español. Ya que ssssPAÑA y lo español es el franquismo, pensamos, yo soy español. Así de sencillo.
Además, nos joroba bastante el hecho de que se mencionen los nacionalismos, entendiento por tales los periféricos, olvidándose del español, como si no existiera y lo normal fuera eso, ser nacionalista español, y todo lo demás no es ssssPAÑA.
Errores mecanográficos: 2º parrafo, «…yo NO soy español.»
3er párrafo: «… entendiendo…»
Sí, se te nota el patriotismo herido. Te levantas cantando el himno de España, te acuestas saludando a la bandera, y entre ambos momentos vives amando a España y a TODAS sus gentes: de izquierdas o de derechas, peperos o podemitas, del Madrid o del Barça, católicos o ateos, taurinos o animalistas. Un patriota como tú no se ha bajado gratis de Internet una sola obra española en su vida, no ha recurrido jamás una multa justa, no ha defraudado a Hacienda ni un céntimo de euro y, en definitiva, es tan-tan español que tiene el derecho (qué digo, ¡el deber!) de crucificar a quien diga no sentirse como él. Porque los españoles que no se sienten españoles no son parte de la España a la que amas más que a tu coherencia personal. Y dos huevos duros.
Si un señor no se siente español, es única y exclusivamente su problema, y sentirse ofendido por ello es una soberana tontería. A mí me ofende, porque me afecta directamente, la corrupción de todos esos «patriotas» que se llevan el dinero a Panamá, por poner un ejemplo. Ya ve usted: hechos, y no palabras, es lo que vale.
Extraordinaria entrevista.
Salvo que haya vuelto a abrir, el Cine Europa cerró yo creo que a finales de los ochenta. Recuerdo hace unos ocho o nueve años verlo convertido en un comercio de suministros de fontanería etc
En efecto, fue lugar donde se celebrarón muchos mítínes politicos ( se citabastante uno del mismo Azaña). El edificio es emblemático, obra del arquitecto Gutierrez Soto que proyecto muchos otros cines en Madrid ( Barcelo, Callao ) y otras obras importantes.
Recuerdo, por siete pesetas, el programa doble del Montija, en sesión continua claro. Lástima que desapareciera la sesión continua.
extraordinaria entrevista. extraordinario Trueba.
En lo que a mí respecta, este señor puede opinar lo que le de la gana, es verdad que el foro en el que lo hizo no fue muy acertado por su parte. Lo que me sorprende es que recule, si dices eso, acéptalo con todas las consecuencias, eso de que quise decir una cosa y dije otra pues como que no cuela. Eso de que quiso utilizar un tono sarcástico y humorístico, hombre…ni que Trueba fuese la alegría de la huerta.
No, la verdad es que no cuela. Además que curioso, hasta que no ha tenido nueva película y por tanto tener que hacer promoción de ella nadie le había escuchado ninguna justificación a sus declaraciones.
Repito, que Trueba diga y piense lo que quiera, me da exactamente lo mismo, pero que no trate a la gente de imbécil, diciendo que quiso decir una cosa y es que la gente no le entendió.
Por cierto, si no le gustan los nacionalismos tampoco creo que le gustara el nacionalismo francés que desde luego es mucho más alto que el que hay en España.
Esto es falso. Ya al día siguiente de decir lo que dijo le preguntaron y aclaró el tono de humor que había utilizado e incluso pidió disculpas. La hemeroteca está para algo.
Recuerdo el «run run» del público en el cine Paz cuando empezó la proyección de Opera Prima. Fue una de las primeras películas que se filmó con sonido directo y eso en una España acostumbrada al doblaje tanto de las películas extranjeras como de las españolas fue un auténtico bombazo. Como no sería la cosa que, hoy en día, Carlos Saura se sigue mostrando orgulloso de haber sido el director del doblaje de El resplandor de Kubrick.
Por echar un poco más de leña al fuego: cada vez que oigo «patria» me agarro la cartera y para ejemplo máximo de subvencionados agazapados: la iglesia católica.
M. Vazquez Montalbán decía: cuando oigo la palabra «cultura» saco mi talonario de cheques.
Muy bueno tu ejemplo de subvencionados, la Iglesia. Eso sí es una mamandurria, que diría E. Aguirre.
Con toda la absurda polémica, al final no he dicho que me ha gustado mucho la entrevista, especialmente los recuerdos sobre Estrecho y las referencias a Allen, Azcona, Fernando Fernán-Gómez… y que la película me resultó tediosa. Nunca me apasionó el cine de Trueba, pero «La niña de tus ojos» tenía una frescura y un humor, que se ha perdido en «La reina de España». Echo mucho en falta mayor presencia de actrices como Rosa María Sardà cuya vis cómica es insuperable. Cada vez que sale en pantalla, suma puntos.
Que me perdone Jotdown, pero me parece que esta columna de Jabois viene muy al tema. http://elpais.com/elpais/2016/11/29/opinion/1480441954_646955.html
Podemos entrar en esa senda de autodestrucción y dedicarnos a hacernos los ofendidos con quien no opine igual y boicotearnos entre todos. El último párrafo y frase habría que grabárselo a fuego.
El problema es que en España –y en buena medida fuera de ella– hoy en día siempre hay alguien que se ofende con algo… lo que sea. Eso sin contar que no hay tema alguno que no esté politizado: a quien le guste el cine español tiene que ser de izquierdas; quien piensa que el calentamiento global no tiene origen antropogénico es de derechas; si eres ateo, eres de izquierdas; si no te gusta la inmigración musulmana, de derechas; si estás a favor del aborto, de izquierdas; si estás a favor de la energía nuclear, de derechas. Y así sin parar. Tristísimo. En mi opinión, España lleva demasiado tiempo boicoteándose a si misma. Todos boicotean a todos, aunque no lo digan. Después de muchos años en Dinamarca entiendo cada vez mejor España, porque una de las cosas que definen muy bien a los españoles es que no estarán muy seguros de lo que les gusta, pero no tienen ninguna duda de lo que odian. De ahí que opinar en España siempre sirva para que a uno le clasifiquen en bandos o facciones, o le pongan etiquetas. Sé que estoy generalizando y que hay gente con criterio y con cabeza, pero son –por desgracia– minoría.
Fernando Trueba no se ha metido con los que se sienten «españolísimos». Se ha limitado a transmitir con humor cómo se siente él, sin hacer el más mínimo comentario acerca de los demás. Que en el siglo XXI, hablar de los sentimientos de uno mismo te pueda costar un boicot dice muy poco a favor de España.
¿Después de 40 años de democracia vamos a tener que seguir aguantando la lacra de «no significarse» para que los «demócratas de toda la vida» puedan seguir dictando lo que hay que pensar, sentir y decir? Que piensen de una puñetera vez lo que les plazca y dejen que los demás hagan lo propio sin amenazas de «cuñao» nivel experto. Vamos, lo que viene siendo vivir en democracia.
Estimado Gominollum: salga usted más a la calle.
En Dinamarca, país donde dice usted vivir, existen idénticas polémicas a las que usted refiere sobre calentamiento global, inmigración, aborto o energía nuclear. Es curioso que no se haya dado cuenta, viviendo ahí tanto tiempo como usted afirma.
Es magnífico que diga usted lo siguiente: «una de las cosas que definen muy bien a los españoles es que no estarán muy seguros de lo que les gusta, pero no tienen ninguna duda de lo que odian».
Supongo que se da cuenta usted de que se está definiendo a sí mismo. Usted ha entrado a este foro de prensa a despellejar el cine español (odio).
Su costumbre de asignar carnés de «criterio» es bastante mala.
Por último, un pequeño detalle, al respecto de lo siguiente: «quien piensa que el calentamiento global no tiene origen antropogénico es de derechas».
No. No es así.
Quien piensa que el calentamiento global «no tiene origen antropogénico» es un memo que no está suficientemente escolarizado, pasa olímpicamente de la ciencia y se abraza a creencias ideológicas. Sin más.
Cinecito, no dice usted más que tonterías.
0) Sé de sobra que en todas partes hay las mismas polémicas: yo no hablo de eso. Hablo de cómo etiqueta buena parte del personal a la gente por sólo tener una opinión determinada. Es como quienes piensan que las personas que no les gusta el cine español sin fachas y están llenas de odio.
1) Yo no odio nada. Simplemente he dicho que el cine español -y Penélope Cruz- me parecen malos. Si de ahí quiere usted sacar elucubraciones absurdas, es su problema, pero usted no me conoce como para decir si to odio o no. Yo no despellejo el cine español. Más arriba dije que me gustaron un par de películas de Amenabar. Un radical que despelleja el cine español no acepta nada. Aprenda a aceptar las opiniones ajenas sin pensar únicamente que quien no está de acuerdo con usted o a quien no le gusta el cine español sólo le mueve el odio. Tanto simplismo da verguenza ajena.
2) Hay científicos muy competentes que piensan que el calentamiento global no tiene origen antropogénico. Son científicos, no políticos, ni gente comprada por empresas, ni nada por el estilo. Trabajan con paleoproxies (isotopos de B10-11 en muestras fósiles para entener el efecto de la acididicación de los océanos que ocurre debido a la disolución de CO2 en las aguas marinas). Algunas de estas personas consideran que realmente el incremento de CO2 está dirigido por las temperaturas globales y no a la inversa. Es un tema demasiado complejo como para explicarlo en 4 líneas.
Estimado Gominollum: la ventaja de las palabras en Internet es que son trazables.
Afirma usted ahora: «Sé de sobra que en todas partes hay las mismas polémicas: yo no hablo de eso. Hablo de cómo etiqueta buena parte del personal a la gente por sólo tener una opinión determinada. »
Pero antes dijo, insistentemente, en el mismo comentario: «El problema es que en España… En mi opinión, España… » y la todavía más clara «opinar en España siempre sirva para que a uno le clasifiquen en bandos o facciones».
¿No recuerda usted sus propias palabras?
Hablaba usted de España. Expresamente.
Dice ahora: «Yo no odio nada. Simplemente he dicho que el cine español -y Penélope Cruz- me parecen malos.»
Falso. No es «simplemente» lo que ha dicho.
Lo que SÍ ha dicho usted anteriormente es: «como actriz me repugna…es absolutamente patética», «ha conseguido ir ascendiendo empleando mecanismos de succión». Ha usado usted adjetivos tan poco «simples» como «bodrio», repetidamente además. Ha dicho usted que el cine español «apenas tiene valor cultural real». Ha opinado usted que los profesionales españoles del cine deberían aprender «a hacer su trabajo con un mínimo de profesionalidad», de lo que se infiere que usted cree que no tienen un mínimo de profesionalidad. Y eso sólo en su primer comentario, que yo contesté.
Aparte de repetir de forma agotadora que vive usted en Dinamarca (recordando a la carrera de biología de cierta famosa española) ha dedicado todo tipo de calificativos al cine español y sus profesionales, de los cuales, a su mayoría, no conoce usted en absoluto (ni siquiera sus películas, pues afirma repetidamente que no ve cine español).
Por tanto no pretenda decir ahora que «simplemente» ha dicho que «es malo».
Dice usted: «Aprenda a aceptar las opiniones ajenas» en un comentario que ha empezado usted diciendo «no dice usted más que tonterías».
Osea, tacha usted mis opiniones de «tonterías» y en seguida me aconseja «aceptar las opiniones ajenas». Gracioso. Muy gracioso.
Gracias por informarme de que «hay científicos muy competentes». Conozco a algunos. No necesito recitar dónde he vivido ni la alta capacitación que tengo (o necesito para mi trabajo) ni ninguna de las bravuconadas verbales con las que usted adorna sus opiniones (y descalificaciones) para hacerlas pasar por más autorizadas.
Al menos, sea educado. Yo no le he insultado.
(A menos que usted sea de los que piensa que el calentamiento global no tiene origen antropogénico, a quienes he etiquedado como memos poco escolarizados. Si es su caso, no era mi intención dirigir ese comentario hacia usted. Si realmente piensa eso, debería usted leer más).
El 99% de los científicos a nivel mundial refutan la tesis del calentamiento global como causa actual de algunos de los fenómenos climatológicos que asolan el planeta. A pesar de la voz de alarma lanzada desde hace ya varios años, aún hay individuos que desconfían y se refieren a este problema (probablemente el mayor de las próximas generaciones) como una conspiración en contra de no se sabe muy bien quién (el libre mercado, el capitalismo ¿?).
No es lo que diga o lo que no diga: es lo que usted interprete de mis palabras. Y lo está interpretando bastante mal.
1) Yo no odio a ninguno de estos actores/actrices, pero me parecen malos, creo que no están capacitados para hacer su trabajo y posiblemente estén ahí porque han conseguido el puesto gracias a favoritismos. No digo que todos, pero sí muchos.
2) En efecto, no etiqueto a nadie como de derechas o izquierdas por pensar una cosa u otra. Hablo de los que pienso sobre España porque sé de sobra cómo es ese país. Y porque lo puedo comparar con otros donde he vivido o donde vivo.
3) Tacho sus opiniones de tonterías porque lo son.
4) Pero los españoles –y no falla, porque para eso son únicos– siempre están con el “Dijiste esto, pero antes dijiste esto otro, y te contradices, y blah blah”. Me reafirmo en lo que dije y si hay contradicciones en mis comentarios, pues lo siento, pero son mis opiniones.
5) No creo que yo ande con bravuconadas. Digo lo que pienso y si usted piensa que intento pasar mis opiniones por más autorizadas, posiblemente sea porque tengo autoridad, criterio, formación y éxito en lo que hago. No por vivir aquí o allá, por cierto.
Resumen: usted lo sabe todo, nunca yerra, conoce toda España, a todos los españoles. Usted es un hombre de éxito, el resto somos unos miserables. Por eso se dedica a hacer flaming en un foro de prensa. ¡Qué afortunado! ¡Felicidades por todo ello! ¡Y muchas gracias por compartir su sabiduría con el resto de la humanidad!
De nada. Un placer.
En ocasiones la edad mental no se corresponde con la que pone en el documento nacional de identidad, o en el pasaporte. Deben estar los daneses encantados con usted! Tanta paz lleve… como descanso deja.
Pues lo cierto es que lo están, al menos mis compañeros de trabajo y mis amigos.
Digo yo que un señor que paga (supongo) sus impuestos en España, adquiere con ello su derecho a recibir las subvenciones dispuestas para los ciudadanos y las empresas españolas, solamente por ello. Que le suda el níspero su patria y su bandera, pues a mi también oiga y no por eso el Estado y todo lo que le cuelga deja de exprimirme y yo de pagar de buen grado, porque una cosa no tiene que ver con la otra
Cuidado con el postureo, sobre todo en estas fechas que se nos vienen encima…a veces crees que lo tienes todo, y en realidad no tienes nada. Espero que no le caiga una corbatita el domingo…será una buena señal ;)
Lo que no parece muy práctico es hacer declaraciones que pueden resultar molestas a un gran porcentaje de su público potencial.
Por otro lado está claro que nuestro cine es cultura y debe subvencionarse como otras actividades similares pero también creo que muchas veces falta calidad y sobra sectarismo. Y polémicas innecesarias.
«Lo que no parece muy práctico es hacer declaraciones que pueden resultar molestas a un gran porcentaje de su público potencial.»
Bueno, pero a cambio, se queda de un ancho y de un bien… Algo parecido a llevar dos días sin cagar y de pronto, ir a soltar todo el lastre y tirar de la cadena.
Se quedó muy ancho pero provoca rechazo en potenciales espectadores moderados e incendia a los ya exaltados.
No creo que se lo pueda permitir, olvida que el cine son 400 butacas que llenar como decía Hitchcock.
¿Y qué hay que hacer? ¿Renunciar a la libertad de expresión? ¿No significarse? No vaya a ser que a los «demócratas de toda la vida» no les guste tu opinión y decidan montarte un boicot. ¿Jugamos todos a esta memez? ¿Exigimos los más de 40 millones que no se den subvenciones y se boicotee a quien no piense según nuestro parecer? De hecho, podemos dedicarnos a boicotearnos entre todos para demostrar nuestra gran conciencia cívica y democrática. Con dos cojones, de esos bien españoles.
Lo que digo es que no creo que sus declaraciones le ayuden a sumar espectadores y como me gusta el cine español personalmente creo que es un error, para su bolsillo, y para el gremio en general.
En cuanto a su libertad de expresión, no está en duda aquí su derecho a expresarse pero no olvidemos que es el mismo derecho que tienen aquellos que están en su contra.
Nadie les impide expresarse, lo que se critica es el acto de boicotear la obra de una persona porque no te guste lo que piensa, siente o expresa, cuando ni siquiera ha hablado de los demás sino de sí mismo.
Cualquier persona con un mínimo de sentido común y cívico entiende que no se puede ir llamando al boicot ajeno porque no nos gusten las opiniones de los demás. Y polémicas como esta dejan bastante claro lo retrasada que está España en materia de libertades democráticas.
Por otro lado, con el nivel de corrupción, evasión fiscal, enriquecimiento ilícito y nepotismo que hay en España, ¿el boicot tienen que montárselo a un director de cine por decir que no se siente español?Seamos serios.
Usted no es el encargado de verificar el sentido común y cívico de los ciudadanos ni de medir la calidad de libertades democráticas y su opinión vale igual que la de Fran Rivera (no es un insulto, es un hecho).
El problema es que no hay ninguna «entidad» oficial encargada de verificar el sentido común y cívico de los ciudadanos de este país…y si existiera, seguro que estaría en manos de corruptos y sinvergüenzas.
A Trueba le asiste el mismo derecho a expresar su opinión que a cualquier ciudadanos a expresar la suya…de ahí a promocionar un boicot media un abismo. Y que el boicoteador sea un torero añade una dosis de ironia gruesa muy de este país.
Antes un padre pobre podía llevar al cine a sus ocho hijos. Ahora hay que calcular lo que cuesta el cine y multiplicarlo por el número de hijos. Conclusión: el cine esta muerto.Ha de dejado de ser un espectáculo popular.
Disculpe, pero el argumento de que el cine «es caro» empieza a ser cansino.
Una entrada de cine en una gran ciudad de España cuesta más o menos lo mismo que un gintonic. Mucha gente basa su ocio en tomarse varios de estos últimos, de lo cual se deduce fácilmente que podría prescindir de una copa o dos para gastar ese dinero en entradas (si quisiera, obviamente).
Por otra parte, el cliente no es el de antes. Cuando el cine era «popular» las familias no iban juntas al cine en pandilla: los chavales iban a ver las suyas, los mayores generalmente no iban al cine. Cada chaval se pagaba su entrada con el dinero sobrante de las pipas o los chuches y se quedaba su cuenta a cero.
Los cines de hoy tienen maravillas sonoras, butacas que ni el sofá de casa, personal para limpiar lo que muchos aseados usuarios dejan tras de sí… eso significa pagar a cambio de esos servicios.
Cuando usted entra en un cine le sirven más trabajadores que en un restaurante. Cuéntelos. Ahora dígame en qué restaurante le cobran a usted menos de una entrada de cine por comer.
el cine de ahora se basa en efectos especiales y ausencia total de guión y de ideas. Antes era un espectáculo, mayoritariamente, para adultos. O para niños. Ahora el cine que se hace es para adolescentes más o menos descerebrados. Y hay que recuperar las inversiones que antes eran de talento y ahora lo son de efectos especiales y digitales. Y es caro. Yo iba al cine antes cada semana y salía satisfecho con lo que había pagado. Ahora, con independencia del precio, casi siempre salgo con la impresión de que me han quitado diez euros. En definitiva es caro porque es malo. Y ,en el caso del cine español, es malísimo. Mucho peor que el cine español barato de pipas y programa doble. El cine esta tan muerto como la zarzuela.
Y a mí Jason Statham me gusta mucho, y los tres Transporter son cojonudos… Pero obra maestra es Centauros del desierto. Y eso ya no se hace. Pero es que además, y hablando en serio, lo de ir al cine se ha terminado. Ahora está este teléfono que estás usando para grabar, ya no traes un magnetofón. Y las películas ya no pesan treinta y cinco kilos, y no necesitan de un operador. Ahora todo es automático o viene por el aire. Hay ciudades que no tienen cine. En las afueras encuentras dieciocho pantallas y no va nadie. Yo he estado en una sala ahí en Manoteras con ocho personas, y tres estaban mandando mensajes. O sea, el ir al cine se ha terminado. Y, con las cámaras digitales, pues cualquier inútil puede hace una película. Como Todos contra la pared: sin maquillajes, sin nada… ¿Tú sabías que en Madrid ha habido un festival de cine que termina hoy? Pues es la cuarta edición. Uno de ciencia ficción, de fantasía. En el Palafox. Yo me he enterado este año, así que fíjate. CARLOS PUMARES en este mismo medio 3-12-2016
El cine basado «en efectos especiales y ausencia total de guión» ha existido siempre.
Los Lumière inventaron el cine como atracción de feria. Las obras maestras de Méliès (o Keaton) tenían guiones bastante endebles, por ser generosos. Se basaban en la espectacularidad de sus efectos.
«Lo que el viento se llevó» o «Los diez mandamientos» (por citar sólo dos) son películas completamente vacías de creatividad donde lo que primaba eran los efectos especiales. Ese cine ha existido SIEMPRE.
Coja usted el listado de películas más taquilleras de cualquier año del siglo pasado y verán que no conoce ni la mitad. Me da igual que año elija: 1952, 1969, 1973… Elija uno a bulto y compruebe las diez o veinte películas más taquilleras. No salvará usted ni la mitad de la lista.
En estos últimos años de supuesto «apocalipsis» del cine, la industria americana (la más dada al negocio y el espectáculo) ha entregado maravillas del cine como: «Boyhood», «Spotlight», «Mad Max», «El renacido», «The Martian», «Los odiosos ocho», «Django desencadenado», «La habitación», «La llegada», «Ex Macchina», «Her», «El gran hotel Budapest», «Birdman», «Whiplash», «Foxcatcher», «Interstellar», «Perdida», «Gravity», «Joy», «La gran estafa americana», «12 años de esclavitud», «Nebraska», «Cafe Society», «Blue Jasmine», «Argo», «Los miserables», «La noche más oscura», «Bestias del sur salvaje», «The Artist», «Hugo» o «El árbol de la vida».
Le nombro tres decenas de películas, escogidas simplemente entre las candidatas a los Oscar del último lustro. Hay para todos los gustos, todo tipo de géneros. Todas son originales: no hay remakes apenas en ese listado. Todas tienen guiones de gran calidad. En la mayoría de ellas los efectos especiales son irrelevantes: sólo en «Gravity», «Interstellar», «The Martian» y «Hugo» tienen cierto peso de los efectos especiales.
¿Me dice en serio que de las treinta que le nombro no le gustan más de cinco?
Si vamos al pasado y buscamos un lustro entero de semejante calidad de producción cinematográfica, cuesta encontrarlo. Nos olvidamos con facilidad que muchos de los grandes títulos del pasado pasaban sin pena ni gloria por las pantallas o no tenían gran prestigio que han adquirido con el paso de los años.
Se hace muy buen cine actualmente. Sis e elige cuidadosamente, se puede invertir muy bien el dinero en una entrada.
Efectivamente, lo que ha cambiado hoy día es la apabullante oferta a disposición del cinéfilo de turno. En tiempos pretéritos tocaba consumir lo que los distribuidores tuvieran a bien, siendo «lentejas», no había otros circuitos donde poder picotear. El cine estaba concebido como entretenimiento familiar, y aunque esa sigue siendo la estrategia para maximizar beneficios por parte de los estudios estadounidenses, la crisis económica a agudizado el problema: riesgo cero, productos para niños, padres y abuelos, principalmente remakes, adaptaciones de cómics, y muy poco incentivo hacia proyectos originales que se salgan del sota, caballo y rey.
Afortunadamente tenemos (al menos en las grandes ciudades) pequeños cines donde se preocupan por dotar a sus salas de películas independientes de valor cinematográfico (en Madrid, por citar algunos -heroicos en los tiempos que corren- los Renoir, los Verdi, o los Golem Alphaville). A los multicines de pantallas gigantes, y grandes equipos de sonido toca ir en plan francotirador, seleccionar bien la docena de películas que merecen la pena pasar por ese filtro.
Gracias a la distribución por internet, es posible alimentarse de cine cuasi desconocido de indudable valor, sin traspasar los canales legales, en calidad HD, y en versión original… en este sentido recomiendo encarecidamente la plataforma de Filmin (con un catálogo de películas, series y cortos alejado del «mainstream», que no solo no desmerece, sino que en mi opinión es mucho más interesante que Netflix, HBO o Movistar).
Ah, por cierto, no es incompatible disfrutar del cine en casa con seguir yendo al cine… es cuestión tan solo de ser un poco más selectivos.
Saludos,
Correcto con matices: el problema en España es que los sueldos no suben a la velocidad a la que deberían. Los precios y los impuestos, sí. Y lo del salario mínimo español es de risa. El precio de las entradas de cine en España y en Dinamarca es aproximadamente el mismo. El salario mínimo en Dinamarca son más de 2000 euros al mes (y la mayor parte ganamos mucho más, sin contar todas las ayudas sociales que recibimos). En España son…¿800 euros? Y los precios suben y los impuestos más aún. Mucha gente en España no puede ir al cine con regularidad, de modo que van ver sólo las películas más taquilleras. ¿Que va a preferir ver una familia standard: Star Wars o la última de Trueba? En fin…
En mi familia preferimos ver las de Trueba. Es lo que tiene el público, que es diverso. Exactamente igual que el cine español, ese que para usted es una cadena de producción de tornillos en el que todos son iguales. Pero no, no lo es.
Pues su familia será la excepción. ¿y?
El cine español no es una cadena de producción de nada. Es cine hecho en España. Y manifiestanente mejorable.
No hombre, no… en tv parece que Telecinco goza de buena salud, parece que nuestros conciudadanos están enganchados a su droga dura: Sálvame, HMYV, y demás estulticias…entraríamos en el eterno debate: ¿nos dan lo que queremos ver, o vemos lo que nos quieren dar?
Para ir a ver una película que te cuente algo, que te remueva, o que te haga pensar hay que hacer un esfuerzo… para ir a ver Transformers, Transporter o Fast&Furious solo hace falta agenciarse un buen cangilón de palomitas (ojo, es con lo que más ganan los cines, por encima de la entrada!) y desconectar el cerebro un ratito… es legítimo, pero por desgracia, no es equiparable en valor cinematográfico y artístico. ¿Le parece condescendiente mi comentario? tal vez lo sea, la equidistancia no existe en estos asuntos.
Afortunadamente, este país esta lleno de excepciones…y el elevado número de comentarios de los lectores a esta entrevista al Sr. Trueba indica que gozamos de buena salud.
Saludos,
Los comentarios no demuestran nada. Sólo son comentarios.
No se equivoque… los comentarios, sobre todo los de algunos individuos, lo demuestran TODO!
No. Eso depende de la interpretación del lector.
Siempre y cuando el lector tenga un mínimo de capacidad para interpretar lo que lee…
Para usted la última palabra. Adelante.
La cuestión como siempre, es la de quien se lleva la pasta. Hace una década eran los Almodóvar, Bardem, Resines, y toda la «intelligentsia» subvencionada que pretendía que se identificara el concepto de cultura con la izquierda. Aquel chiringuito fabricante de bodrios fílmicos se acabó, en parte por cierta tendencia del cine español a americanizarse en las formas y los argumentos, y captar al público general, en películas como Los otros (remake inconfeso de Suspense, de Jack Clayton, a partir de una novela de Henry James), Planet 51, Tadeo Jones, Lo imposible, El orfanato, etc. A partir de ahí, las grandes corporaciones televisivas pasaron a ser actores principales en la producción de los filmes que llegan al gran público, generalmente centrándose más en el aspecto comercial que en lo puramente artístico.
Así están las cosas. Por eso en este país el cine nacional no acaba de despegar, ni existe prácticamente el cine independiente, porque la tarta ya se ha repartido. Ejemplo: la interesante película Mimosas, de Olivier Laxe, premiada en Cannes y en el SEFF de Sevilla, que pasará sin pena ni gloria por la cartelera.
Por otra parte, a los que han alabado en comentarios el sistema francés, les recomendaría la lectura de la entrevista en El Mundo a Abdellatif Kechiche, tras ganar la Palma de Oro en Cannew hace unos años por La vida de Adele. Puso a parir el modelo francés y el español. Por supuesto, el agit-prop francés lo puso a parir (intento de boicot incluido).
En cuanto a las declaraciones de Trueba, admito que soy de los que quiere que España pierda en los Mundiales (más bien para ahorrarme el coñazo de la prensa deportiva). No son ninguna sorpresa, recuerden los versos de Bartrina: «y si habla mal de España, es español». El asunto es que, como para todo, hay un momento y un lugar. Y ni era el momento, ni era el lugar, por mera cuestión de formalidad y de saber estar. Trueba debería ver repetido el discurso de Leonard Cohen cuando recogió el Premio Príncipe de Asturias.
Estimado Lolailo, dispara usted, pero con mala puntería.
Repase los datos de subvenciones (son públicos) y encontrará nombres como Garci o Cerezo entre los principales cobradores de las mismas. Ninguno de ellos ha destacado por formar parte de esa “intelligentsia” de la que usted habla.
Cita usted «la interesante película Mimosas, de Olivier Laxe». La película es interesante. Su autor, exactamente igual de miembro de la “intelligentsia” y exactamente igual de subvencionado que «los Almodóvar, Bardem, Resines» de los que empieza usted hablando.
Habla usted de Abdellatif Kechiche. Parece no haberse enterado que incluso las protagonistas de su aclamada «La vie d’Adèle» pusieron al señor Kechiche a escurrir, por impresentable, bocazas y memo. Si usted pusiese un poco en contexto lo que lee (no es difícil con internet) sabría que los comentarios de Kechiche fueron una forma de defenderse de las serias acusaciones de impagos y acoso laboral, pequeñas «incomodidades» que sus trabajadores sufrieron durante la producción de la película. El señor Kechiche tiene la buena costumbre de no pagar las horas trabajadas a sus técnicos. Y claro, se le enfadan. Y luego él tiene que poner de vuelta y media «el modelo francés» porque exige facturas y cumplir la Ley.
Hay que informarse un poquito.
Pues sí, en lo que a las migajas de las subvenciones que recibe el cine se refiere, la sombra de Enrique Cerezo es alargadísima, pero es un nombre que apenas se menciona porque no cumple los requisitos del cliché y como forma parte de la red clientelar del Partido Popular, no molesta a pesar de los bodrios que produce. Lo de la calidad y las subvenciones nunca fue el problema, es la excusa para hacerse el indignado con los sospechosos habituales.
Ironías de la vida: el boicoteador, boicoteado…
… o cómo la hipocresía es el producto màs vendido en España:
http://www.elespanol.com/social/20161205/175982554_0.html
¿Así que solidarizarte con un colectivo de trabajadores (siempre la parte más débil del engranaje) es lo mismo que boicotear una película de un autor porque manifiesta su falta de sentimiento patriótico?
En un caso un boicot está destinado a ayudar y visibilizar un caso de abuso de poder, el otro está destinado simple y llanamente a destruir la obra intelectual no solo de un director (destinatario de la ira) sino de todo el equipo que ha hecho posible la película, por razones ideológicas.
Ya estamos otra vez con la equidistancia y la falta de proporcionalidad y de rigor crítico.
Mira tú por donde. Uno de los chistes más irónicamente divertidos en España es el de la «solidaridad». Pocas palabras están tan prostituidas como esa. Generalmente usada para intentar sacarte el dinero o para ponerte a parir si no haces lo que otro dice, la palabra «solidaridad» ha sido robada y prostituida por gente interesada y egoista que precisamente carece de proporcionalidad y de rigor crítico.
Cada vez que en determinado tipo de situaciones alguien me ha preguntado en España eso de «¿Pero es que tú no eres solidario?», yo siempre he respondido: «Sí. Claro que soy solidario. Tanto como tú: es decir, cuando me interesa serlo. Pero, ojo, sólo cuando me interesa. Ahora, no.»
O sea: a otro con ese cuento.
No sé qué demonios ganaba, a título personal, el interfecto Trueba con significarse en el conflicto del ERE de CocaCola… a título crematístico, absolutamente nada, y a título publicitario, tampoco alcanzo a verlo.
Parece que tiene usted un problema de ego importante, ¿es posible que se llame usted Narciso? notable la capacidad que tiene usted para situarse en el centro de la conversación y erigirse en el ombligo del mundo para hablar de conceptos como «solidaridad» como si de axiomas se tratara.
No es que gane o no gane, es que tiene derecho a tener su punto de vista acerca del «conflcto» de la Coca-Cola y a pedir el boicot si le da la gana, pero tampoco creo que deba sorprenderle que haya gente que por cualquier motivo se niega a ver su película. De hecho, no debería de importarle lo más mínimo y lo que no le veo sentido es que le importe eso precisamente.
Me alegro que me diga que tengo un ego grande. También tengo mucha confianza en mi mismo y muy buena capacidad de trabajo. Para mi esa es la clave para la búsqueda de la felicidad. No crea que estoy ironizando. De hecho, mi personalidad me ha ayudado mucho en la vida para conseguir un trabajo en el campo que yo siempre he querido y para tener un estilo de vida como siempre he deseado.
«Dime de qué presumes, y te diré de qué careces»…a algunos les mide más la circunferencia de sus gónadas que de su cerebro.
No nos vendas libros de auto ayuda, si estás por hacernos un favor, nos conformamos con que nos traigas por Papa Noel cualquier colonia de compromiso.
Es lo contrario de lo que usted dice. Exactamente lo contrario.
Boicotear una obra por una opinión de su autor donde habla de su parecer sin meterse con el de los demás es propio de una dictadura. Es algo peligroso, fútil e incoherente. A quien retrata es a la sociedad que defiende dichos planteamientos y el retrato es jodidamente inquietante.
No quiero hacer más sangre Sr Trueba pero le ruego que vea este vídeo.
https://m.youtube.com/watch?v=JUKu2-QEspQ
Por cierto, que decir eso de «Si tuviera que señalar un rasgo nacional, y positivo, sería el humor», es un poco absurdo. El humor en España ha perdido la gracia desde hace un par de décadas más o menos. Antes era algo inteligente, ahora es bastante tonto en general. Nunca fue bueno en el cine: antes porque era ridículo y daba algo de verguenza ajena. Ahora porque es zafio (sólo hay que ver películas malas como las del Torrente).
Los «comediantes» hacen humor simplón, como Cruz y Raya (o el José Mota), Martes y Trece o Faemino y Cansado (estos últimos, malos). Ya no hablemos de una tipa llamada Eva Hache o alguna gente que salían en esos programas de risa «Comedy Central» o algo así. De los pocos que se salva, el Gran Wyoming, tipo bastante ocurrente e inteligente cuando sale al escenario. Pero algunos humoristas que eran buenos murieron hace 10-15 años y ahora hay un vacío profesional.
De hecho, el humor inglés es mucho más ocurrente, ácido, fino (a veces) y absurdo (ejemplo: Monty Python). El humor americano es a veces verdaderamente genial, aunque también puede llegar a ser algo zafio en el cine. Pero sinceramente lo que dice Trueba del humor español es más bien lo contrario: el humor español se ha devaluado. Los programas de humor de España consisten en su mayoría en hablar sobre las noticias, la política o tonterías sin gracia.
Pues ea, para usted la perra gorda…
Qué mente preclara gastan algunos… maldición de este país, que siempre se van los mejores, y nos dejan sin el talento que disfrutan ahora los daneses.
No se trata de si la «perra gorda» es para mi o no. A mi no me interesa esa «perra gorda». Yo no pretendo cambiar su opinión sobre las cosas. ¿para qué? Sólo expreso lo que pienso, independientemente de la opinión de los demás. Si tengo que ser sincero, la opinión de los demás me trae siempre sin cuidado y por eso la respeto, porque no me importa. Cada uno tiene la suya y es –al final de todas las cosas– irrelevante. Hoy mismo hizo Carlos Boyero una crítica a la última película de Star Wars y no la puso muy bien. Y claro, ya comenzaron algunos opinantes a insultarlo, como si no tuviese derecho a tener esa opinión o a ver o no ver la película. La misma actitud de quienes insultan a Trueba por sus declaraciones –de hecho, yo estoy de acuerdo en buena medida con sus opiniones sobre España, aunque su cine no me guste– o de quienes insultan a las personas que no quieren ir a ver la película de Trueba (o la de Star Wars, o la que sea). Que cada uno opine, apoye o boicotee lo que le dé la gana. Es más fácil hacer oidos sordos que andar amargándoe. Total… ¿para qué quiero yo convencer a alguien de algo? Intentar imponer opiniones o puntos de vista comienza con enemistades y acaba en genocidios.
Es gracioso leerle, eres capaz de sostener un argumento y desdecirte un párrafo más tarde. Sostienes que te da igual la opinión de los demás, que te la trae sin cuidado, pero asomas la gaita puntualmente por aquí para ver si alguien te ha contestado a tu última ocurrencia. Eres de los que te gusta decir la última palabra, en un ejercicio de onanismo que revela bastante bien ciertos rasgos pueriles de tu personalidad.
Boyero, cuyo estilo me gusta, va a ver una película y hace su crítica, guste más o menos, pero ni te arrastra a verla ni procura ningún boicot a la misma. Basándose en su trayectoria y gustos personales, el lector juzga sabiamente (si tiene esa capacidad) si esa crítica le anima o desanima a ir a ver la película…sin embargo, si un día se le ocurriera tachar de lamentable toda la filmografía de un país concreto, podríamos concluir sin ambages que ha perdido el juicio.
En fin Gominollum, para ser alguien dichoso y feliz con tu trabajo, tu familia y tu modus vivendi, pasas demasiado tiempo tratando de auto convencerte y reafirmarte sobre tus prejuicios…yo, como no tengo vida y soy un ser desdichado, seguiré visitándote por aquí, envidioso de tu fortuna.
Boyero no me importa.
Lo que usted dice es incorrecto. Yo no me autoconvenzo de nada. Digo lo que pienso y no caigo en el problema de la puerilidad de meterme con nadie –como usted hace– como excusa al no tener argumentos. Eso es muy español. Simplemente respondo –igual que usted, que también se pasea por aquí para ver si alguien le ha contestado– porque usted sigue con la conversación. Yo defiendo mis ideas, independientemente de que le importen a usted. Ya lo he expresado más arriba. Léalo mejor.
Pero no me importa no responderle. De modo que si quiere, no le respondo. ¿Le parece así mejor? No lo pregunto con mala fe, sino en serio.
Lamento su desdicha. De veras.
¿Y perderme -con su silencio administrativo- , tantos ratos de goce y disfrute? ¡Oh my god, ikke fratage mig af din virksomhed!
Como ya expuse anteriormente, mi lúgubre existencia me impide olvidarme de usted, su prosa, su raciocinio, su doctrina socrática… gracias por su empatía por mi desdicha, me alivia el alma saber que reza usted por mi salvación!
Yo no rezo por usted. Primero porque soy ateo, segundo porque el hecho de que yo lamente su desdicha no implica que yo sea solidario con usted. En todo caso, la conversación está agotada. Le invito a conversar con el google translator porque su frase es incorrecta.
Det var hyggeligt at møde dig.
Selv tak. Farvel.
Gominollum, por Dios!! no me haga semejante feo en plaza pública!! Usted nunca agota una conversación, azote de iletrados el lengua no vernácula, incendiario intelectual cinematográfico, no me prive de su epistolar correspondencia!
Hábleme de usted, ábrame su corazón… no es preciso que por mi rece, tan sólo que me dignifique con el mero hecho de seguir contestando mis exabruptos…le confieso que cierto escalofrío erótico me recorre la espalda cuando bajo el scroll de mi navegador esperando encontrarme con usted de nuevo.
Doble contra sencillo que no me va a dejar aquí con la palabra en la boca, o con los dedos en el teclado, que va a tener usted la empatía y el detalle de contestarme… Muack!!
Pingback: Фернандо Труеба: ,,Када бих морао да укажем на једну позитивну националну одлику, то би био хумор“ – diz que diz
Saludos:
Es curioso, llevo dándole vueltas al dichoso tema de las declaraciones de Fernando Trueba, sobre si se siente o deja de sentir tal, desde que las lanzó. Ninguna obsesión, simplemente hay algo que se me escapa.
Por supuesto que tiene derecho a decir lo que le dé la gana, pero si alguien se molesta, debe asumir las consecuencias. Creo que eso es lo propio de una sociedad y un apersona madura.
Vaya por delante que no tengo ningún problema personal con Trueba. Si mirara en un antiguo album de fotografías de mi adolescencia encontraría recortada la noticia de cuando le concedieron el Óscar. Disfruté en su día con «Belle Époque» (la escena de «La tabernera del Puerto» es insuperable) lo indecible.
Creo que sólo he visto seis de sus títulos. Vamos, que no soy de los que odian el cine español. Todo lo contrario.
Pues entonces, ¿por qué me sentí incómodo, molesto y también dolido con el dichoso numerito?
Tranquilos, no me he sumado, ni alentado boicot alguno. Me he limitado a no pagar por ver la película. Imagino que algún día la veré, porque así me ha apetecido.
No, no soy votante del PP (partido que considero nefasto, con las excepciones, caso de María San Gil). Muchísimo menos de extrema derecha. Y creo que una de las mayores lacras de la Humanidad es el nacionalismo. Y a los crímenes de ETA, por decir algo, me remito.
Pero sí me siento español. Y no creo que ello me haga mejor o peor que nadie. También me siento «un petit peu» francés desde que viví cuatro meses en París.
De verdad, hay una pregunta que no me acabo de responder. ¿Qué necesidad había de hacer aquello?
(Sigue)
Sobre lo de que mejor que hubieran ganado los gabachos, imagino que un amante de la cultura como él sabrá decir dónde está la tumba de Murillo, en qué ataúd de la Cripta de León está cada rey o qué chulo está el teatro romano de Sagunto.
Y puede alguien explicarme por qué no ha de tener uno sus gustos literarios?
Que si, que si. Si la entrevista lo aclara. Y tras leerla, me ha parecido sincero. Creía de verdad que nadie se iba a molestar. Pues está claro que soy un completo ceporro. Ni le encontré entonces, ni le veo ahora la gracia.
Ese es mi problema, imagino.
Pero, ay, la propia entrevista aporta datos:
«Si eres nacionalista no le ves la gracia»
Pues no, no soy nacionalista de nada y no le veo la gracia por parte alguna. Desde luego, no veo a un humorista, sólo a alguien que parece ir de sobrado y convencido de lo que dice. Y luego el detalle de que realmente ese premio se lo pagamos entre todos. «De bien nacidos es ser agradecidos», que decía el clásico.
Lo lamento, D. Fernando, pero con aquellas palabras logró algo que ya me pasó con Julio Médem y su repugnante y equidistante «Pelota contra la pared» (de verdad consideran ustedes equiparable tener que desplazarse a ver a tu familiar asesino a la trena, que asesinar niños con coche bomba?). Con la sarta de bilis del charnego agradecido Rubianes o con la vomitera racista de Miren Gaztañaga. (curioso las meadas fuera de tiesto de Guillermo Toledo, siempre me han resbalado).
Si de verdad ama a España y le preocupa la cultura, podría dejar de lado poses de «enfant terrible» a su edad y no ofender innecesariamente a su potencial público.
Me quedo con la frase del viejo republicano en la película de su hermano, contestando a su excuñada. «¿Y por qué tenía que matarlo?» (a Sánchez Mazas).
Pues eso, ¿por qué tenía que matar mi ilusión con su trabajo?
Pingback: Fernando Trueba – Fundamentos del Arte II
@ Paisano:
No le des tanta importancia; fueron chistes, nada más.
A mí me pareció que la reacción fue desproporcionada. En España estamos acostumbrados a hacer chistes de todo; pero parece que no pueden hacerse de España. ¿Por qué no? Así rebajamos un poco toda esa solemnidad que hay alrededor de las patrias; toda esa circunspección y esa gravedad…
¡Gracias!
Buenos días Friedrich:
Encantado de leer su amable comentario.
Un poco ha tardado la respuesta, pero según la sabiduría popular «Nunca es tarde, si la dicha es buena».
Insisto en que la boquita de piñón del oscarizado Fernando Trueba no constituye para mí ninguna obsesión.
Pero por lo que sea, se me metió el tema en la cabeza y de vez en cuando me retorna.
Como muchos otros, por otra parte.
Imagino que tengo tendencia a tomarme las cosas demasiado literales.
Que no se me malinterprete.
El humor es algo sanísimo y necesario. Estoy de acuerdo. Y muy conveniente saber reirse de uno mismo.
Y la libertad de expresión, ¿fundamental?
Toma. Sin ella no seríamos ciudadanos libres, sino masa lanar y cencerril.
No soy un patriotero solemne y estirado. Y muchísimo menos me va la extrema derecha.
Pero tampoco me gusta la leyenda negra. Ni la burla sistemática, sin venir a cuento. Ni la autoflagelación (especialidad de la casa).
Adoro la aparición de «La Inquisición española» en los gags de los Monty Python.
Pero me molesta la burda selección de los hechos históricos en cierto episodio de «Érase una vez el Hombre», idealizando a un asqueroso pirata. Lo que no quita para que siempre haya defendido que esa serie es (mi rigurosa e intransferible opinión personal) lo más didáctico que jamás se haya animado y Barrillé tenga un lugar de honor en mi corazón.
No me gusta ver a los romanos machacados por Obelix. Imagino que porque de niño recibí más bofetadas que las que repartí. Repase «Asterix en Bélgica», gente por el suelo, sin dientes, por una puñetera apuesta de ver quien mea más lejos.
Pero disfruto viendo a Curro Jiménez y al Algarrobo partiéndole la cara a unos gabachos en una taberna.
Escenas todas ellas, que mejor no tomárselas demasiado en serio..
Odio esos piratas idealizados en las novelas de Emilio Salgari o las películas de Errol Flynn. Más que nada, porque para que ellos destaquen como héroes, ¿a quien hay que poner de malos? Y si miramos los modelos históricos, pues de Morgan hasta James Bond pone algunas distancias.
Pero me conmueven los españoles que se baten el cobre con Alatriste. No olvidemos que gracias a tipos así hoy puede la gente tumbarse al sol en Benidorm sin riesgo de «que les adornen el cuello con una cadena» en expresión del Tío Paloma.
Me parece que va a ser cierto que le doy demasiada importancia.
Saludos de nuevo Friedrich:
Y, al fin, llego al señor Fernando Trueba y su numerito en el festival de San Sebastián.
Donde se le estaba haciendo un homenaje, de ámbito nacional. No lo olvidemos.
¿Era una broma, realmente, decir aquello? él sabrá. No estoy en su cabeza. Y luego se pueden decir muchas cosas.
Comparto la opinión de quien escribió al respecto, «Habrá comprobado que no hizo ni pizca de gracia».
Existen muchos tipos de bromas, desde maravillosas a infames.
Y se puede hacer daño sin proponérselo. Personalmente, una vez metí la pata hasta el corvejón y aún
siento vergüenza sólo de pensarlo.
Eso es algo de lo que pecan muchos bromistas. No saber elegir el momento.
Y, en demasiadas ocasiones, exigen luego comprensión, cuando no atacan al ofendido acusándolo de intolerante.
Pero… y ese es el motivo de estar volcando aquí estos onanismos mentales. Yo no creo que estuviera de broma.
No tengo la cita a mano, pero creo que la red la contiene. Trueba había dicho algo así como «El principal problema del país es el patriotismo». Lo que encaja de maravilla con no sentirse español. Como el «pijo-progre» de manual que es.
Y a sus películas de época me remito, ambientadas en ambientes acomodados, idealizando republicanismos sin analizarlos con rigor, con gente que sólo piensa en follar porque no tiene problema alguno de falta de manduca y burlándose siempre de curas, falangistas, guardias civiles y similares.
Nada que objetar. Estamos en país libre. Así debe ser. Yo disfruté con esos títulos. Y la prueba es que se le estaba rindiendo homenaje por ello. Con un buen pellizco económico, pagado por usted y por mí, vía impuestos.
¿Entonces?
Pues simplemente, ¡No era el momento! Fue desafortunado y yo afirmo que maleducado, por su parte.
Y me vienen a la cabeza los peros. Las cuestiones:
_ ¿Lo hubiera hecho ante un ministro socialista?
Por si hubiera dudas, creo que el PP ha sido un partido nefasto, con excepciones, especialmente en el País Vasco.
_ Lo de siendo español también se puede disfrutar de autores extranjeros es una majadería de la peor especie. ¿De verdad piensa esas cosas?
_ Resulta obvio que su humor no llegaba al extremo de rechazar la guita, lo que hubiera sido de una dignidad y coherencia apabullantes por su parte.
_ Se ha insinuado que no se atrevía a recoger un premio del gobierno pepero. Trató de marcar distancias. Logró cabrear a todos.
_ Se disculpó rápido, en cuanto comenzó a haber jaleo. No digamos cuando la sombra del boicot enseñó la patita. Pero si repasamos sus declaraciones, veremos que cambió varias veces de tono. Pasó de decir que en España quedaban tics inquisitoriales a que amaba a su país. Echar balones fuera se llama eso vulgarmente. Menuda muestra de cobardía e incoherencia. Hubiera sido más digno mantenerse firme. Así sólo logró dar una imagen nefasta de sus principios. Sin la gracia de Groucho.
_ Y, para mí especialmente significativo. Cuando trataba de justificarse, alegó que sólo atacaba al nacionalismo. ¡Hombre! si estaba en Donosti. Donde se ha asesinado, a traición y en plena democracia, a cientos de personas por sentirse españolas y amar a su país. Mejor lugar que aquel para decir que «ETA son unos asesinos», imposible.
Cito de memoria, pero recuerdo haber leído que la escena del suicidio del guardia civil encantaba en el País Vasco. ¿Sacó alguna conclusión al respecto?
En fin. Que metió la pata y molestó a mucha gente. A mí desde luego.
Si por un milagro leyera esto, señor Trueba, de verdad, me gustaría saber
¿Por qué tuvo que hacer aquello?
Paisano:
Entiendo que Trueba concede ciertas características peyorativas a lo que él denomina «patriotismo»; pero eso no significa que no ame el país… Véalo de este modo: una cosa es tener amor propio, algo sano, y otra es el narcisismo (que casi siempre implica desprecio o al menos minusvaloración hacia los demás…). El narcisismo sería a la personalidad lo que el patriotismo a los países. No sé si me explico. Estoy hablando probablemente en términos muy burdos. Creo que Trueba concibe el patriotismo como una tendencia a pensar que somos mejores y, lo peor, a identificar enemigos, muchos de ellos inventados. Es una tendencia belicosa, un gusto por imponerse, por considerar a los demás como inferiores..
Amar un país no significa ser ciego, señor: no es incompatible ver males en un país al cual uno ama. Y quizá quienes más aman al país sean quienes quieren erradicar esos males. Por lo tanto, para mí Trueba no se disculpó ni rectificó ni pecó de cobardía ni incurrió en ninguna incoherencia tras aquellas bromas: simplemente llamó la atención sobre algo que, por desgracia, nadie entiende. Llamó la atención sobre esto: que denunciar el patriotismo o denunciar ciertos males en el país de uno no significa no amarlo. La culpa no es de Trueba, sino de quienes se enfadan sin razonar antes. O de quienes piensan que amor significa taparse los ojos y hacer la vista gorda. El país no es una cosa abstracta, es una tierra y, también, un conjunto de ciudadanos que sufrirían en caso de existir ciertos males. Denunciar los males es contribuir a aliviar el sufrimiento de mucha gente. Véalo así.
No veo a Trueba como un pijo: no lo parece ni sus orígenes evidencian nada parecido a esa condición. No sé lo que es «progre». Me hago una idea, pero vaga. No me interesan, de todas formas, este tipo de calificativos ni de debates, lo siento.
Tampoco viene al caso considerar la exactitud histórica de las películas rodadas por Trueba. Tendría que haberse ceñido al asunto: sus bromas, o sus supuestas bromas, si quiere usted. Evidentemente, usted menciona esas supuestas inexactitudes o esa supuesta influencia «negrolegendaria» en Trueba para hacer hincapié en que no ama a su país… Me remito a mi primer y segundo párrafos: ver males en el país de uno no significa no amar ese país.
Las insinuaciones sobre que no deseaba recibir un premio del PP tampoco me interesan: no razono partiendo de insinuaciones ni rumores ni nada por el estilo. En este ámbito, en el de los rumores, insinuaciones o imaginaciones entran sus dudas sobre si hubiese hecho las bromas al recibir el premio de manos de un socialista. No podemos debatir partiendo de «¿y si hubiese sido…?». No es justo ni racional debatir así; partamos únicamente de hechos y afirmaciones.
Bueno, me desdigo un poco. Partamos de un solo hecho imaginado: que Trueba no amase España. Es una elucubración: no sabemos si la ama o no. Yo he dicho que denunciar el patriotismo y ver males en un país no significa, insisto, no amarlo; usted parece sospechar que, en efecto, Trueba no ama España. Partamos de esa sospecha. En ese caso, en el caso de que Trueba no ame España, a mí no me parece descabellado que reciba un premio concedido por el Estado español. ¿Por qué no? Consideran que su obra cinematográfica tiene valor. Y no lo considero inapropiado porque no amar a un país no significa odiarlo. Pongamos que, por algún motivo, el colegio de abogados español me concediese a mí un premio, yo, que no tengo relación alguna con dicho gremio ni tan siquiera siento interés ni simpatía por él (pero que no sienta simpatía no significa que sienta antipatía, nótese): yo recogería el premio.
En cuanto al lugar donde recibió Trueba el premio, o mejor dicho, en cuanto a lo que significa ese lugar si consideramos que el asunto de fondo es el patriotismo, o nacionalismo, que para Trueba serían, o eso creo, términos sinónimos, habría que saber si Trueba hizo manifestaciones contra el nacionalismo vasco. Probablemente las hiciese en el pasado. O no, no sé. Pero usted parece achacarle un error que parte de una imaginación, de un hecho que no ha constatado usted: el que Trueba no hizo declaraciones contra ese otro nacionalismo. ¿Está usted seguro? Antes de criticar a Trueba, asegúrese. Pero partamos, otra vez y será la última, de un hecho imaginado: que Trueba no hubiese hecho declaraciones contra el nacionalismo vasco. Tampoco podemos pedir ese grado de heroicidad a la gente, Paisaono, porque todos sabemos cómo se las gastaban ciertos nacionalistas vascos, y el miedo es humano. En vez de criticar la cobardía, en este caso (un caso, insisto, imaginado porque no sabemos si Trueba se manifestó o no contra el nacionalismo vasco) alabemos la valentía de quienes sí se manifestaron contra ciertos nacionalistas vascos y, por desgracia, tuvieron que vivir escoltados.
Vamos ahora otra vez con el asunto del amor por el país. Mire, no se puede obligar a nadie a amar un país. Digo esto sin saber si Trueba ama o no a España. A Trueba y a cualquier otro solo podemos exigirle que cumpla las leyes y contribuya al sostenimiento del país con los impuestos que le corresponde pagar dados sus ingresos. Punto. Usted podría, y me lo invento porque no sé si piensa usted así, que el mundo es un campo de batalla donde los países luchan por la supervivencia o por el dominio de los recursos y que, por lo tanto, conviene que la gente ame a su país porque de ese modo competirán con el resto de países con mayor convencimiento. Yo pienso así: el mundo es un campo de batalla. Por desgracia, no me gusta que el mundo sea así. Pero ni tan siquiera partiendo de esa premisa podemos obligar a nadie a amar España. El amor es un asunto personal que el individuo da o no si lo siente. Ahora bien, nótese: no amar un país, insisto, no significa odiarlo. Puede que haya muchos ciudadanos españoles que no amen España; pero eso no significa odiarla. Tampoco podemos exigirles que marchen a países más de su agrado porque muchas veces la gente vive donde puede, no donde quiere.
Bueno, he dicho, o eso creo, todo lo que quería decir.
Un cordial saludo.
Buenos días Friedrich:
Es un placer poder debatir con alguien de su profundidad y educación.
Ignoro totalmente lo que Trueba sienta o deje de sentir por su país o por cualquier otro tema. Insisto, no estoy en su cabeza.
Acierta usted plenamente (en mi modesta opinión) cuando achaca las palabras empleadas por “nuestro ilustre bizco” al sentido dado por él a la patria. Algo negativo.
Para intentar meter la pata lo menos posible he verificado algunas fuentes.
El término significa “Tierra de los padres”.
Recurriendo a la RAE (terriblemente pedante, lo sé) nos encontramos con que:
1. “Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”.
2. “Lugar, ciudad o país en que se ha nacido”.
Y ahora paso a desarrollar mis impresiones.
Por favor, no me llame señor.
Trueba está confundiendo, como demasiada gente en este país, patriotismo con ¡nacionalismo!
De nuevo la RAE viene a hacer acto de presencia:
1. Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia.
2. Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado.
¿Y cual es la diferencia?
En la primera acepción, no mucha. En la segunda, todo.
Para entendernos:
_ Amo a mi país: eso es patriotismo.
_ Amo a mi país, porque es el mejor del mundo y los demás no valen nada: eso es nacionalismo.
Es el nacionalismo el que se retrata con el narcisismo. No el patriotismo.
El nacionalismo sólo se desarrolla creando un enemigo. Y a los catalanes y vascos actuales me remito.
¿Qué me hace ser catalán? Que no soy español.
¡NACIONALISMO!
Si amas a tu país, eso no significa despreciar a los demás. No hay por qué sentir ningún complejo de culpa. Porque un patriota español o de Tonga, no necesita odiar a nadie para sentirse bien. Ni ocultar los defectos. Claro que no.
Eso es un problema de nacionalistas.
Cuántos etarras (para que no quepa dudas, asesinos psicópatas) apellidados López o Ruiz y que ni balbuceaban vascuence, acabaron asesinado por la espalda a inocentes. Todo en nombre de un supuesto pueblo vasco (por diferenciado), tan español como el catalán, por las ideas de un desequilibrado resentido.
Cuando Fernando Trueba afirma encontrar peligroso el patriotismo, lo que está haciendo es confundirlo con el nacionalismo. Estoy totalmente convencido.
De ahí ese “Ni cinco minutos en mi vida me he sentido español”, absolutamente fuera de lugar, realmente maleducado y que no creo que hiciera la menor gracia a las víctimas de ETA, que no escasean precisamente en San Sebastián.
En una democracia se puede bromear con lo que sea.
Pero hay lugares donde ciertas actitudes no resultan oportunas ni correctas. Y en esa entrega de premios no era el lugar.
Fue una falta de tacto tremenda, que sólo logró perjudicar a todos. Comenzando por él mismo.
Lo lamento de veras, pero no puedo verlo desde su punto de vista.
Saludos de nuevo Friedrich:
El resto de su crítica, parte de una premisa errónea.
Que yo opino que Trueba no ama a España.
Creía haberlo dejado claro. Pero bueno. Lo repito:
¡Ni lo sé, ni me importa. Él sabrá. En todo caso estamos en un país libre, con libertad de expresión!
En lo que insisto, es en que lo que dijo sobraba en ese momento. Porque por muy escarizado que sea, no tiene bula para insultar a la gente. Y que nadie pueda replicarle.
Y en ello estamos. Me parece.
He estado buscando declaraciones de Fernando Trueba contra el nacionalismo vasco o al menos el terrorismo de ETA. Sin mucho rigor, para qué decir lo contrario. Una ojeada rápida a la red. Pero si realmente, las ha hecho, por favor, me las señala y las leeré con suma atención. Los datos de que dispongo a día de hoy, más bien muestran una indiferencia hacia el dolor de las victimas, nada mitigada. Lo mínimo sería no ofenderlas. Y la maldita broma, era una ofensa, además injusta e innecesaria.
No doy lecciones de valor a nadie, faltaría más. Pero sí me reservo el derecho a criticar aquello que me parezca oportuno. Y desde luego, hacerse el valiente metiéndose (aunque sea de broma) con España, en San Sebastián, cuando podría dedicar unas palabras de ánimo a los amenazados, no me merece respeto, sino el más profundo de los desprecios hacia un oportunismo bajuno. Mi empatía se vuelca hacia aquellas personas que sí han dado la cara, y algunos han perdido la vida, a las que la innecesaria broma les supuso una afrenta.
Y ¿de dónde saca que yo quiera obligar a nadie? ¿A qué si puede saberse?
Lo que digo es que si se ofende a mucha gente, luego toca asumir las consecuencias. Precisamente en San Sebastián, y en todo el País Vasco y Navarra, ha habido gente que ha debido irse, porque su vida corría serio peligro o le habían asesinado a alguien. ¿Por sentirse españoles, tal vez? Seguro que les encantó la broma dichosa.
Un cordial saludo.
Buenos días Friedrich:
En los anteriores mensajes se me quedó una cosa en el tintero.
Espero que no le importe si la dejo ahora.
Permítame que le cite a usted:
«No es justo ni racional debatir así; partamos únicamente de hechos y afirmaciones».
En el sentido de que este humilde comentarista ignora lo que Fernando Trueba pueda pensar de lo que sea.
Totalmente de acuerdo.
Y lo he dicho más de una vez, lo ignoro.
No sé si el segundo director español en recibir un Óscar por una película del terruño es «más español que nadie» como lo defendió Ramón de España.
O si tiene en su casa botellas de espumoso añejo para celebrar el retorno triunfal de Puigdemont, las obras completas de Sabino Arana y Carod Rovira, encuadernadas en piel humana, de miembros de los Tercios de Flandes, el retrato de Solimán «el Magnífico, a tamaño natural y enmarcado en oro y reza todos los días por San Dragut, patrón del turismo bien entendido.
Una vez más. Ni lo sé, ni me importa.
Aunque en ese sentido, sus declaraciones fueron las que fueron. Y como alguien opinó en otro lugar, «En caso de que España entrara en guerra con los jémeres rojos, Hitler o el Estado Islámico, él ya sabría a quien apoyar».
No me compete saberlo.
Pero, vuelva a permitirme que le cite a usted. Está publicado más arriba. Yo se lo acerco:
«No le des tanta importancia; fueron chistes, nada más».
Hum.
Si tanta importancia tiene la veracidad y exactitud de lo que un director, a quien no he visto en persona en mi vida, pueda pensar en su fuero interno, para yo poder opinar de una acción y unas palabras que están perfectamente grabadas y disponibles en los medios.
¿Cómo usted puede hacer tal información con rotundidad y sin el menor recurso al condicional?
¿En qué se ha basado?
No me deja más remedio que preguntarle a usted, como puede tener esa certeza de que eran, realmente, chistes y no una declaración de principios.
Porque en un debate de este nivel, quedaría muy feo tener que recurrir a la sabiduría popular. Ese repetidísimo, pero no menos cierto:
«Consejos vendo, que para mí no tengo».
Un cordial saludo.
Paisano:
Por el tono: es el indicador de que Trueba estaba bromeando. Fue una intervención digna de Gila.
Puedo estar equivocado, es verdad; aunque el tono me parece algo mucho más aceptable que una suposición. Pero, fíjese, tras el absurdo escándalo, el propio Trueba reclamó el dar importancia a los hechos y no a las declaraciones… O sea, estaba recalcando lo que nos pareció a muchos: que se trataba de bromas, de chistes. Dijo eso para aclarar su amor por el país. Yo no lo habría hecho: yo no me vería acuciado por aclarar nada a nadie porque esa presión me parece inaceptable. El amor no puede ser una imposición, como ya dije: el individuo lo da si lo siente. Y el individuo solo debe responder cuando la ley formula preguntas, en caso de ser un acusado o un testigo. Y como ya dije también, tampoco veo incoherencia en recoger un premio otorgado por el Estado de un país al cual uno no ama. En caso, insisto, de que fuera cierto que Trueba no ama el país. Pero me estoy repitiendo.
Dice usted tener datos como para concluir que Trueba siente indiferencia hacia las víctimas del terrorismo vasco… Uf, deben de ser datos esclarecedores. Porque, si no lo son, tenga en cuenta que se aventura usted a pensar de alguien de algo bastante grave, y solo porque Trueba no hizo declaraciones contra el nacionalismo vasco en aquella ocasión. En caso de que nunca las haya hecho, no podemos saber el porqué de no hacerlas. Yo también me aventuré, lo reconozco, y achaqué a Trueba un supuesto miedo a las represalias. Rectifico: no lo sé. No sé por qué no hizo declaraciones contra el nacionalismo vasco ni sé, en caso de no haberlas hecho nunca, por qué ha tomado esa decisión. Se me ocurre decir: le estaban entregando un premio concedido por el Estado español; así pues, es lógico referirse solo al nacionalismo español. Pero, en fin, no sé, la verdad, y quiero aplicarme con todo el rigor del mundo mi propia afirmación: la de no partir de suposiciones. Puedo entender, de todas formas, y en esto en parte le doy la razón a usted (pero solo en parte y de una manera, como se verá, matizada), que algunas personas detectasen incoherencia en Trueba y, como consecuencia, reaccionasen con cierta ira. Pero esas personas también estarían partiendo de una suposición: la supuesta incoherencia de Trueba. Porque del hecho de que Trueba no hiciese declaraciones contra el nacionalismo vasco no se sigue, o al menos no se puede probar, que Trueba sea incoherente: el hecho es simplemente que no hizo esas declaraciones. Parece haber cierta conexión lógica entre no hacer esas declaraciones y ser incoherente; pero puede ser una relación imaginada porque no estamos, como bien dijo usted, en la cabeza de Trueba.
Por otro lado, también se me ocurre decir que esas personas estarían reaccionando partiendo de una exigencia: la de que Trueba debería haber hecho declaraciones contra el nacionalismo vasco… ¿Hasta qué punto es aceptable esto, el exigir que alguien haga algo que nosotros queremos que haga? Porque uno puede pensar, como yo, por cierto, que ciertas declaraciones son necesarias y contribuyen a cimentar los derechos fundamentales y la paz social y muchas cosas loables más; pero ¿es legítimo obligar a alguien a hacer declaraciones? Eso solo puede hacerlo la ley en ciertas circunstancias: cuando se comete un crimen y se procede a investigarlo entrevistando a testigos. Trueba no ha cometido ningún crimen ni es testigo en ningún proceso. En todo caso, y no lo sabemos realmente, habría pecado únicamente de incoherencia, de olvido, etcétera. Eso no prueba nada ni en relación con los sentimientos patrióticos de Trueba ni mucho menos sirve para sospechar de una supuesta indiferencia hacia las víctimas, o al menos no es ninguna prueba que valga.
Y ahora debo despedirme definitivamente: por desgracia, no dispongo de demasiado tiempo. No lo malinterprete: he disfrutado del debate. Pero no puedo prolongarlo porque estas dos respuestas ya me han supuesto un esfuerzo para mí imposible de sostener en el tiempo. :) Leeré, eso sí, la respuesta que dé usted a las preguntas formuladas en este último comentario.
Un cordial saludo.
Buenas noches Friedrich:
Crea que lamento de veras que deba sacrificar su, sin lugar a dudas, ultra valioso tiempo en alguien tan insignificante como yo.
Imagino que no debería insistir en acaparar su docta y generosa atención, pero, qué se le va a hacer, no puedo contenerme. Asumo la futura penitencia infernal que me caerá por mi pecado de soberbia (ya me imagino a Belfegor afilando sus instrumentos de tortura en mi honor) y le respondo.
Trataré de ser breve.
¡Por el tono!
Pobre de mí. Ni me había pasado por la cabeza. Está claro. Necesito tratamiento psiquiátrico de choque.
Me quedo infinitamente sosegado y con el alma libre de cualquier mácula de tormento.
Tras presenciar tan brillante modo de tratar los argumentos para ponerlos a su servicio, sólo me queda batirme en retirada.
O no.
Lo lamento, pero en absoluto me convence.
Fernando Trueba tendrá los amores que quiera. Pero en esa ocasión a ojos de muchas personas, pecó de varias cosas negativas. Falta de educación, de tacto, de sentido de la oportunidad o de ingratitud.
Escogió el peor momento y el peor lugar, para hacerse el gracioso. Y aquello no tenía nada de cómico. No estuvo fino.
¿Sabrá siquiera que de San Sebastián quedó una única calle sin incendiar durante la Guerra de la Independencia, puestos a ello?
¿En qué me baso para realizar tales afirmaciones?
En opiniones personales, totalmente subjetivas. Obviamente.
Pero tan legítimas como las que utilizan los que les pareció de perlas su actitud, o al menos, consideran que quien largó aquellas futilidades no debe hacerse responsable de las mismas.
¿Cometió un crimen? En absoluto. ¿Un delito? Para nada.
¿Entonces?
Pues que ofendió, de un modo totalmente innecesario, gratuito y patético a personas, que hasta ese momento le admiraban. Sin venir a cuento. Es más. Sé positivamente, que hubo quien se sintió dolido. Y la socorrida respuesta que hace referencia a los ajos no ayuda, precisamente.
Sé lo que es meter la pata con un chiste inadecuado. Por muy en broma, que lo sueltes, si creas dolor, éste se recibe perfectamente real.
Y se encontró con que en lugar de unánimes aplausos le llovieron las descalificaciones. Bueno. Ya tiene una edad para saber soportarlo. En la vida hay que responsabilizarse de los propios actos y declaraciones. Vamos, digo yo.
Imagino que debe ser duro, para alguien que vive de agradar a los demás con su trabajo (qué lástima que haya caído en desuso la expresión «respetable público») encontrarse con algo así. Pero tampoco nadie le ha disparado por la espalda o ha puesto explosivos en su coche, cuando iba con su hijo pequeño a llevarlo al colegio.
¡En San Sebastián, a demasiados!
A su ego no le sentó bien. Y tanto que estoy especulando, pero tras lo del tono, me considero más que legitimado para ello. Y no estoy diciendo nada grave.
Pudo ver, que realmente habían hecho efecto sus palabras, aunque en sentido totalmente opuesto.
Creo que ahí ya saltó su instinto de conservación, o alguien que le apreciaba se lo hizo ver. Trató de enmendarlo. De explicarse si lo prefiere.
Lo lamento por su seguridad, pero ¡Si pidió perdón a quien pudiera sentirse ofendido! Repase la red, está más que registrado. Lo lamento, pero a mí tampoco me sobra el tiempo para buscárselo.
Y luego llegó el «Amo a mi país y vivo aquí por elección». A mucha gente le sonó bochornoso.
En definitiva. Metió la pata y sufrió las consecuencias.
Por ejemplo que un pelma esté aquí, a estas alturas, preguntándose por qué diablos tenía que hacer semejante cosa.
¿Dónde está el problema?
Encantado de debatir con usted.
Un cordial saludo.
Señor Paisano:
Reconozco que me olvidé de esta conversación y no leí sus respuestas; vuelvo tras haberlas leído. No debería haber vuelto; pero lo creo necesario.
Fíjese, seguimos con el asunto del tono: creo detectar por sus primeras frases que le sentó mal mi necesidad de despedirme. No hay razón: no es nada personal. Ni me cae usted mal ni me molesta que discrepe.
No entiendo muy bien por qué invierte usted el tiempo en escribir tantas frases aparentemente sarcásticas. Debería haberse ceñido al debate porque, discúlpeme, la mayoría de su texto es paja. Al grano, siempre al grano, al menos cuando uno debate.
Más interesante habría sido que hubiese aclarado qué datos son esos que le hacen pensar que Trueba siente indiferencia hacia las víctimas. Tendría que haber sido yo más directo y haberle preguntado directamente por esos datos.
Y no entiendo muy bien eso de que trato los argumentos para ponerlos a mi servicio… Yo no difiero de usted: en un debate, esgrimo argumentos. Buenos o malos, no sé; pero argumentos. Otra cosa sería poner a mi servicio la realidad, pecado del cual no se me puede acusar porque, precisamente, he insistido en no partir de suposiciones ni de la pretensión de intentar adivinar por qué Trueba no dijo nada sobre nacionalismo vasco. Otra cosa, obviamente, es el tono; como dije, me parece más consistente que las suposiciones y que el atribuir a la gente motivaciones que, en el fondo, solo elucubramos porque no conocemos.
Y ahora sí, señor Paisano, reitero que la conversación, aunque usted pueda no creerlo, me ha resultado interesante; pero ya son demasiados comentarios largos y, así es la vida, no puedo invertir tanto tiempo. ¡Qué más quisiera yo!
Cuídese. Un saludo cordial.
Buenos días Friedrich.
En absoluto me sentó mal su retirada con apariencia de huida. En situaciones así me viene a la mente el gran Samaniego y «La zorra y las uvas». A pesar de lo que parece pensar Trueba, por estos lares hubo ilustrados.
Celebro tenerle por aquí.
Agradezco los consejos, pero si pretende deslegitimar mi argumentación, debo decirle que pierde usted el tiempo. Debe contrarrestarla en buena lid.
Y al tratar de rebajar mi argumentación, con su referencia a las espigas de cereal, me pone usted en bandeja que le considere obsesionado con la diminuta paja, mientras que no es capaz de diferenciar la abundancia de vigas de puro roble macizo que abundan en sus ojazos.
Pregunte usted lo que quiera. Pero no me obligue a repetirme.
Indíqueme los vídeos o noticias de periódico donde clara e inequívocamente Fernando Trueba aporte inequívocos ánimos a las víctimas del terrorismo de ETA. Le garantizo, que su numerito fue ofensivo para muchos. Y si usted no es capaz de entenderlo, pues no voy a tratar de convencerle.
Dicha metedura de pata en San Sebastián o aquella vez que se sorprendió del éxito de la escena de la muerte de los guardias civiles de «Belle Epôque», en las Vascongadas, sin plantearse por qué, no sólo no cuentan como apoyo a las víctimas, sino que me parecen infamantes.
No trate de liarme, que se lía usted mismo. Habló del pensamiento de Trueba como si fuera una verdad incontestable. O tiene usted tratos muy cercanos con nuestro bizco de turno o me parece que no es sincero conmigo. Lo peor es que tampoco con usted mismo.
Haga lo que estime oportuno.
A diferencia de lo que han pretendido tantos nacionalistas, estamos en un país libre.
Cuídese.
P.D. Mi pregunta al propio Fernando Trueba, de por qué tuvo que ser tan desagradecido con los que le premiaron, insensible con los no nacionalistas y maleducado con demasiados, continúa sin respuesta.
Paisano:
Yo no lo estoy liando: no me he manifestado sobre el porqué de ese supuesto silencio sobre las víctimas. Simplemente dije que, por el tono, lo de San Sebastián fueron chistes hechos para criticar el patriotismo, el amor mal entendido por la patria.
A mí me da igual, por cierto, que estemos hablando de Trueba o de quien sea. Pero el deducir lo que usted deduce simplemente de la ausencia de declaraciones de Trueba al respecto… En fin, la ausencia de esas inequívocas declaraciones no es prueba de nada; son únicamente elucubraciones lo que usted está haciendo. Elucubraciones a partir del silencio (supuesto) de Trueba… Al menos yo elucubré partiendo del tono, algo, creo yo, bastante más sensato. Si pretende usted sacar conclusiones de este modo, entonces deberá sospechar de muchos famosos porque, seguramente, muchos no hayan hecho manifestaciones inequívocas sobre ciertos asuntos delicados…
Saludos.
Estimado Fernando…
Ups, perdón, Friedrich:
Disculpe mi lapsus linguae.
Es que siendo usted tan ferviente defensor del más ilustre bizco barbudo nacional, pues me he liado.
No quepo en mí de gozo al recibir su magnífica respuesta, tras haber asegurado usted que no lo haría. En serio, aunque hayan pasado casi cuatro meses exactos es un inapreciable honor.
Pero me va a permitir, dentro de un infinito respeto, que le diga que su contraataque está perdiendo magnificencia.
Y como además de elucubrar, adoro argumentar, allá que me lanzo, pendón tremolante y espada desenvainada al alarido almogávar, para que no se haga la remolona.
_ Me acaba de afirmar que Fernando Trueba sólo hizo chistes en San Sebastián y que no es cierto que no haya animado a las víctimas del terrorismo, aunque no consten declaraciones públicas en los medios.
Es decir, se está usted reafirmando.
Magnífico.
Pero si se fija, verá que no emplea un solo dato nuevo. Simplemente:
¡SE REPITE!
Ante eso, malpensado que soy, tengo claro que si existen imágenes de Trueba dirigiéndose a viudas, huérfanos, padres sin hijos o mutilados (por desgracia, los hay en abundancia), por culpa de la actividad, en Democracia, de esa banda de psicópatas racistas, diciéndoles palabras amables, tratando de reconfortarles… usted ya me las habría restregado por la cara.
Y, créame. Me sentiría mejor de presenciarlas. A diferencia de tanto progre yo no me acomplejo de amar España, lugar donde las carambolas de la vida me hicieron nacer. Lo que no me hace despreciar en absoluto otras latitudes, donde incluso he pasado muy buenos ratos. Y, ello, por gustos personales, incluye al cine hecho en el terruño. Pero ciertas memeces soltadas por demasiados de sus profesionales, no me lo ponen fácil.
Ya que hablamos de cine español.
Recuerda al sublime Francisco Rabal en “Los Santos Inocentes”. Ante la muerte de su amada Milana, Azarías acude al señorito a pedir ayuda. El ricachón, con condescendencia, le contesta que nada hay que hacer. Y el pobre infeliz, tras una pausa tratando en vano de encontrar argumentos, al no saber qué decir, vuelve a repetir lo mismo. Porque la mente del pobre hombre no da para más.
(Continúo)
Y con respecto a:
«deberá sospechar de muchos famosos»
Pues qué quiere que le diga.
Estamos hablando de una acción concreta, en un momento concreto, en un lugar concreto, de una persona muy concreta.
Lo que hagan en el presente, hicieran en el pasado o harán en el futuro los demás (¿a quiénes se refiere?, el Planeta está superpoblado) sería tema para otro debate.
Al que desde ya mismo, le digo que me sentiría muy honrado de ser invitado.
Cuídese que están los tiempos muy inestables.
P.D. Si algún día el propio Fernando me respondiera lo que le pregunté, me sentiré muy honrado.
Hombre, Paisano, es que me obliga usted a repetirme porque, por lo que me dice, piensa que lo lío… No, se lía usted solo… Así se hace con los niños: se les repite una y otra vez, a ver si lo pillan… con la esperanza de que dejen sus irracionales inclinaciones y observen reglas más lógicas…
Y lee usted mal porque sigue sin entender parte de lo que le quería decir… Pero como me reprochará que me repito… pues zanjemos el debate, que ya dura mucho y los pobres moderadores estarán hasta el gorro de nosotros.
Saludos.
Buenas noches Friedrich:
Muy mal.
Ni tan siquiera esboza una aproximación a algo nuevo.
Sólo un chapucero ataque deslegitimador.
¿De verdad está tratando de hacerme quedar como alguien que se limita a repetir?
Le he expresado una larga relación de argumentos y no ha podido refutarme ni uno.
¿Sabe una cosa?
Tratar de desacreditarme resulta bajuno.
¡Para usted!
Estoy seguro de que Fernando Trueba no aprobaría ese proceder.
Ni se moleste en decírmelo. No tengo ni idea de lo que pensará nuestro ilustre director de historias de «follacuñadas»
Ya lo aclaré. Ignoro qué pasa por su cabeza, pero como usted se lo inventa si le conviene, me siento legitimado a teorizar.
Y para que vea que yo no me repito le regalo algo no citado.
Se habrá dado cuenta de que el personaje tan libertario, de su oscarizada película, es en realidad un ricachón, frívolo, vago e ignorante. Unos años después, habría que haber visto su republicanismo frente a anarquistas de acción de verdad.
Ni más ni menos, como fue la actitud del propio Trueba, el día de su olímpica metedura de pata.
Proclamar no haberse sentido español en San Sebastián no fue valiente, sino cobarde, gratuito e inoportuno.
Me sigue interesando saber por qué no se limitó a agradecer un premio.
O, mejor todavía, por qué no tuvo agallas de rechazarlo.
Un cordial saludo.
Paisano, repase su penúltimo comentario y verá cuál es la causa de que lo haya desacreditado… En realidad, usted mismo se desacredita haciendo según qué comentarios digamos inapropiados. No tengo necesidad de aguantar cosas que considero desagradables, y no necesariamente por serlo hacia mí… Llámeme serio, llámeme sensible o lo que guste llamarme; pero el debate se acabó. No he leído el resto de su respuesta. Déjelo ya y no pierda su tiempo. Siga opinando como desee, eso sí: el debate no se termina por las discrepancias. Piense en los moderadores.
Hasta otra.
Mi muy reticente Friedrich:
No se imagina el honor que, para mí, supone que se digne dirigirse a este pobre mortal.
Lo que me lleva a una reflexión:
“No falla, se autoerigen en antiespañoles, pero luego ven el capote y entran de frente”.
No se preocupe. Es una metáfora que resulta adecuada en el contexto presente.
Si no la capta, a su disposición.
Volviendo a nuestro entrañable cruce de opiniones divergentes.
¿Me está diciendo que no vale la pena “torear en esta plaza?
Faltaría más. Claro que sí.
Incluso de espontáneo, valdría la pena medirse con un morlaco de casta.
Confío en que capte el símil.
Pierda cuidado. Al menos en lo que a mi se refiere, no debe padecer.
¡Por usted, sacrifico el tiempo que sea preciso para poder responderle.
Lo lamento. Sólo puedo aportar una millonésima parte del talento que usted posee y que tan generosamente derrocha en tratar de escurrir el bulto y salirse por peteneras.
Veamos:
_ ¿Desacreditarme?
¿Usted a mí?
Si tiene la amabilidad de hacérmelo ver, le garantizo que lo miraré con atención.
_ ¿Comentarios inapropiados?
Tiene vuecencia la amabilidad de indicarme dónde he cometido semejante dislate.
Lo lamento. No resulta usted convincente.
Por favor y por el Cine español. Fernando Trueba necesita mejor defensa por parte de su campeón. De su paladín (“a la taza”, por supuesto).
No me ha demostrado que no tenga yo razón. En absoluto.
Pero queda feo recurrir al desprecio fingido, cuando los grandes fabulistas, ya hace siglos, lo reflejaron a la perfección en esos maravillosos diálogos de sabios animales.
Y usted sólo se reitera en lo ya dicho, tratando de hacer lo mismo que el pavo de Iriarte o la zorra de Samaniego.
Lo lamento. No cuela.
Y ya que ha aparecido la filmografía patria, recordemos una película que el propio director de sus amores alabó. Infinitamente más dotada de denuncia social (por tanto, más valiosa) que los inocuos, pero simpaticones, vodeviles de gente con ganas de follar, de Trueba.
Se acuerda de Paco “el Bajo” manejando el cimbel, justo antes del accidente. Pues no dejo de pensar, que usted ha acudido presto al señuelo. No iba a resistirse a tratar de decir la última palabra. Y de un modo, totalmente pavloviano, se ha reiterado en su inerte argumentación.
Ta, ta, ta.
Muy flojeras.
Ánimo.
Puede hacerlo mucho mejor.
P.D. Lo valiente y meritorio habría sido ir al centro de Rentería y proclamar a voz en grito, ¡Soy español!
De la otra forma, quedó desagradecido, oportunista y nada valeroso.
Sigo preguntándome, qué necesidad había de hacer aquello?
¿Impresionar a Ana Belén tal vez?
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