Jot Down para CCCB
Todo filósofo puede ser un buen mecánico. (Ramon Llull, Principios de filosofía)
En el libro Arsgeneralis ultima (1308) el filósofo Ramon Llull ideaba una máquina lógica, construida con papel, cuyo propósito era deducir la verdad. Estaba compuesta por siete discos concéntricos con letras y símbolos que al girarse y combinarse pretendían ser capaces de mostrar toda verdad posible. Llull apuntalaba sus investigaciones persiguiendo la idea de que en los diferentes campos del saber solo puede habitar una cantidad determinada de verdades innegables, y suponía que a base de combinar estas verdades de todas las maneras posibles acabaría dando caza a la verdad última. Ese pensamiento lulanio presentaba un Ars magna, un arte universal de inspiración divina que pretendía hermanar pueblos y religiones a través de métodos de lógica combinatoria. Llull componía textos que compaginaban la plegaria a Dios con notaciones algebraicas y diagramas que pretendían aclarar la estructura del entramado de relaciones entre lo divino, el mundo y lo humano. Para esto último se valía de figuras como la escalera, el árbol o la rueda, imágenes que representaban la unión de diferentes realidades.
Lo habitual es describir a Ramon Llull como un filósofo, poeta, místico y teólogo extremadamente erudito que ha viajado a través del mundo oriental y occidental reuniéndose con papas y reyes, alguien cuya pluma ha firmado más de doscientos cincuenta libros en latín, catalán y árabe. Pero lo interesante es descubrir, durante en el marco del 700 aniversario de su muerte, que Llull sobre todo fue un brillante mecánico del arte de la combinatoria cuyo trabajo sirvió como precedente de las actuales tecnologías de la comunicación.
La máquina de pensar
La instalación de la artista surcoreana Jeongmoon Choi (Drawing in space, In.visible – Fold, Echo) en lugar de recibir al visitante le invita a adentrarse en La máquina de pensar a través de un bosque de cordeles que redefinen el espacio dibujando una arquitectura minimalista de esculturas teñidas por luz ultravioleta. Resulta un encontronazo curioso: la puerta de entrada a una figura histórica, de producción extensa y biografía envidiable, opta por demostrar en primer lugar hasta donde han llegado las ramas del legado de Llull. El Echo de Choi como antesala al universo luliano es también el eco de la influencia del místico, del teólogo y del poeta mallorquín en el mundo de las artes y las ciencias contemporáneas.
Más adelante se despliega la sección Entremundos de Ramon Llull, donde las doce miniaturas del Breviculum ex artibus Raimundi Llulli electum, un códice configurado por Thomas Le Myésier durante el siglo XIV, se maximizan y cobran vida gracias a las herramientas digitales construyendo sobre las paredes un mural que repasa la biografía de Llull mientras combina acontecimientos importantes de su vida con interpretaciones gráficas de su sistema filosófico: las imágenes reflejan sus peregrinaciones, revelaciones o el casi mortal enfrentamiento con uno de sus esclavos que sintió ofendida su fe, pero también juegan a representar de manera gráfica su sistema filosófico: el asalto a una torre de la falsedad que tiene secuestrada a la verdad se dibuja como una batalla en la que Aristóteles, el filósofo árabe Averroes y Ramon Llull forman caballerías donde militan la razón, la imaginación o los principios del Ars. Estas representaciones animadas vienen acompañadas por manuscritos como testigos de lo narrado: la carta en la que el rey de Francia Felipe IV recomienda a Ramon Llull, documentación sobre su beatificación, el papeleo relativo a la adquisición de su esclavo, correspondencia personal o la tabla lateral del retablo de la Trinidad de la iglesia de Sant Esperit de Palma donde que retrata al filósofo escribiendo frente a una cruz.
A partir de este punto la exposición del CCCB, comisariada por Amador Vega, se adentra en la herencia del filósofo. El espacio Variaciones sobre el Ars magna: lógica, mística y poesía explora hasta qué punto su legado ha influenciado el arte, la ciencia, la literatura o la tecnología moderna y descubre ramas que parecen extenderse sin contención alguna. Se localizan retazos del pensamiento luliano en la obra de Jonathan Swift (Los mundos de Gulliver) o la de Borges. Y también en las creaciones de un Salvador Dalí que se manifestaba discípulo del filósofo al firmar piezas como A propósito del Discurso sobre la esfera de Juan Herrera y Corpus hipercubicus, o perpetrar una notable perfomance donde emergía del interior de un cubo alegórico para soltar un discurso que reverenciaba a un «arcangélico» Ramon Llull.
El arte de la combinatoria se convierte en cimiento de las diversas obras seleccionadas: En Au dieu inconnu el dramaturgo Valère Novarina reflexiona sobre el poder de la palabra e inspirado por las técnicas de recitación continua de los nombres de Dios que practican las tres religiones llamadas «de libro» (cabalistas judíos, contemplativos cristianos y sufís musulmanes) crea una pieza donde la voz de Laurence Mayor recita trescientas once definiciones diferentes de Dios procedentes de cristianos, musulmanes, judíos, filósofos, textos antiguos, ateos, cantantes de pop, psicoanalistas y personas cercanas a Novarina. David Link construye en Meditationes un libro cuyas páginas se generan al mismo tiempo que son leídas, y utiliza para ello un software que busca en internet constantemente los conceptos centrales del Ars magna de Llull mientras proyecta sobre una pantalla cómo se conectan las palabras entre sí. El Cent mile millards de poèmes de Raymond Queneau demuestra que es posible fabricar un libro de poesía cuyos versos puedan combinarse entre sus diferentes páginas. Las proyecciones de Manfred Mohr muestran cubos complementarios, Jorge Oteiza firma y forja cajas metafísicas caprichosas, Ralf Baecker construye un formidable Rechnender Raum (Espacio de cálculo), una maquinaria que permite al visitante ver a través de su interior mientras sus mecanismos entran en acción ejecutando operaciones para las que ha sido diseñada y que el espectador probablemente desconoce. Y orgullosa en su vitrina la Réplica de la máquina de calcular de Gottfried Leibniz ensamblada por Nikolaus Joachin Lehman fascina a los visitantes por imponente. El resto de piezas reúnen a nombres de diferentes artes y épocas como Antoni Tàpies, Josep Maria Mestres Quadreny, Manuel Barbadillo, José María Yturralde, Juan de Herrera, Johann Heinrich Alsted, Pietro Mainardi o Phillip Goldbach y explora como el pensamiento luliano ha logrado empapar literatura, pintura, poesía, escultura e incluso los recursos de la programación informática.
Ruedas y bosques
La frase «La raíz del árbol es una rueda», extraída del libro Principios de medicina, sirve como semilla del microcosmos luliano que se recrea el último espacio de La máquina de pensar. Asimilando el trabajo de Llull como una producción de alma forestal, una obra enraizada en la historia donde destaca la figura del árbol como símbolo y las ramificaciones que se generan como herramienta, y entendiendo el arte como algo que se arbola y rueda, la pieza titulada La rel de l’abreés una roda, creada por Perejaume exclusivamente para la muestra, se atreve a interpretar la sentencia de manera totalmente literal e imaginar un bosque donde sus árboles son capaces de rodar de raíz, fabricando una coreografía silvestre que baila ante la actuación de los cantadores J. Ayats, S. Bardolet, P. Blancaforty J. Pieres. En la pared una fotografía que fue tomada hace más de sesenta años muestra un carro cargado con tanta leña como para que solo sea posible distinguir una de sus ruedas de toda la estructura del vehículo. Ruedas y ramas. Un bosque de cordeles físicos recibía al visitante, y otro bosque en plena danza, contemplado a través d/span>
Y encima mete canastas decisivas! Que tio el Llull!
Pingback: Introducción a «La tradición de las lágrimas» - Jot Down Cultural Magazine