Rosa Olivares (Madrid, 1955) es una editora de revistas de arte y cultura contemporáneos que va por libre. Como experta, nos explica sin rodeos los entresijos del sector; cómo se elige a los directores de los museos, en qué consiste la labor del galerista, la del comisario y cómo no seguir las reglas del juego da lugar a puertas giratorias. También nos aclara asuntos básicos como por qué el arte contemporáneo no gusta, qué es un artista o quién se cree artista. Todo esto en su centro de trabajo, su segunda casa, y en compañía de sus dos labradores. Sus opiniones, seguidas con bastante interés en los círculos de arte, son fruto de una larga trayectoria. Aunque estudió Periodismo, para dotarse de más contenidos se formó también en Literatura Española e Historia del Arte. Con solo veinte años montó su primera revista especializada en arte, Lápiz. Después de casi veinte años, decidió continuar con otro proyecto, la revista Exit, dedicada a la imagen fotográfica en el arte contemporáneo. Exit, pese a ser una revista de bajo presupuesto y que no recibe subvenciones, ganó el año pasado el Lucie Awards a la mejor revista de fotografía, el premio más importante del sector. Además de dirigir Exit, en todos estos años Rosa ha comisariado exposiciones, ha organizado encuentros internacionales para expertos, ha sido presidenta del Consejo de Críticos de Arte y, como periodista, ha entrevistado a casi todos los premios nacionales de fotografía. Lo último ha sido abrir Exit La Librería en México, la primera especializada en arte contemporáneo de ese país.
¿A quién le interesa el arte?
Creo que a todo el mundo le interesa el arte. Por ejemplo, el arte les interesa a los arquitectos porque básicamente piensan que lo que hacen es arte, pero luego son unos grandes ignorantes en cuanto a arte actual. El problema no es a quién le gusta el arte. La dificultad estriba en definir qué es el arte. A todo el mundo le gusta Goya, Picasso o el Renacimiento, el problema es a quién le gusta el arte de hoy. Ahora todo el mundo se hace una paja con El Bosco, que ha estado toda la vida expuesto en el Museo del Prado pero nadie iba a verlo. Cuando se hizo la gran exposición de Velázquez, había unas colas enormes, y solo habían traído dos cuadros que no estaban en el Museo del Prado. No puedo entender las colas para ver las Cuevas de Altamira. La cuestión es a quién le gusta el arte contemporáneo y tengo la impresión de que no le gusta prácticamente a nadie.
Artistas como Tàpies, Cy Twombly o Rothko, ¿ya son arte?
Sí, esos ya son clásicos del arte; todos ellos han cambiado la percepción de la realidad. El artista es aquel que te hace repensar tu entorno y te enfrenta de alguna manera a una reconsideración de la realidad, por eso el artista no es el que pinta flores con precisión, eso es otra cosa. El arte es abstracto siempre. La gente se equivoca al decir: «Me gusta el arte porque lo entiendo, me gusta el Renacimiento», y en realidad no entienden nada, lo que ocurre es que reconocen lo que ven. Nadie te va a decir que un Goya está mal pintado, y no le importaba mucho a Goya pintar mejor o peor. Los impresionistas fueron insultados por toda la crítica de la época. ¿Qué ha pasado? Que con esos fracasos sistemáticos de la crítica, la crítica de ahora no se atreve a decir nada y empezamos a fallar porque en el arte es todo muy abstracto y todo depende de muchas cosas. El arte contemporáneo básicamente no gusta, porque no nos gusta nuestra sociedad.
¿El arte contemporáneo se puede entender sin el discurso que se elabora en torno al mismo?
Yo haría otra pregunta, ¿es necesario entender el arte? Cuando oyes una canción, ¿la entiendes? Lo que se hace con el arte, que es una forma de vivir, una forma de vida, es comunicarse, es lanzar una botella con un mensaje… que te conozcan, que te quieran, que sepan de ti, lo que sientes, lo que haces. Hace mucho tiempo que no leo nada que me aburra porque no estoy obligada y si voy a una exposición que es muy fea, pues me largo. Ahora… vamos a definir lo que es feo, porque a mí me puede parecer feo y ser interesante. A una persona que no sabe nada de nada de arte si una exposición le parece fea mejor que se vaya porque para sufrir no hemos venido. Una exposición de Torres García es una auténtica maravilla, pero claro, es una gozada para mí, a lo mejor tú ves unas maderitas que parecen un juguetito que no sabes si es un caballo o un tractor metido en una urnita, y no te parece bonito. A mí me parece una cosa tan básica, tan esencial, tan tierna, tan inteligente que me parece un milagro, pero a otro le puede parecer feo. Por ejemplo, en la exposición de Louise Bourgeois lo que están haciendo es comercializar todo el proceso del objeto, porque un Bourgeois es muy caro, con lo cual conviene vender muchos y tener muchos, un tema que se aleja de lo que es el mundo del arte.
¿Se puede hablar de arte contemporáneo sin conocer y admirar a los artistas clásicos?
Hombre, yo creo que el arte es un hilo que va desde el origen hasta el futuro y lo que pasa es que en ese transcurso del hilo temporal cambian las formas, cambian las políticas, cambia la fisionomía. Todos esos cambios también se ven sobre todo en el pensamiento y en la construcción simbólica, entonces es muy difícil que tú entiendas y comprendas perfectamente lo que significa una obra o que la puedas apreciar sin conocer los antecedentes, aunque realmente puede gustarte cualquier cosa sin saber qué es, eso no tiene nada que ver. Yo pienso que a ti te pueden gustar cosas que no entiendes, de hecho tú te enamoras de gente que no sabes por qué te ha gustado, eso es lo más parecido. Entonces, ¿por qué pasa eso con las personas y con el arte no? Pues por asociación directa de afinidades tenidas, notas que ahí hay algo.
Estudiaste Ciencias de la Comunicación. ¿Cuándo tuviste claro que te ibas a dedicar al arte?
No, soy una persona muy fría. Yo no me iba a dedicar al arte, me iba a dedicar a la escritura porque a mí lo que me gusta es escribir, lo que me gusta es leer. Siempre digo que mi vida está en el entorno de escribir y de leer, soy una gran lectora, mi trabajo es escribir, me gano la vida escribiendo y editando y acabo con una librería, me metí en una distribuidora, he hecho el circulo completo. Estudié Periodismo porque sabía que no iba a poder vivir de escribir novelas y poesías, por lo que he vivido del periodismo. El periodismo es una herramienta, no es nada más, entonces hice Literatura Española e Historia del Arte para dotarme de algún contenido. El arte me gusta y desde los quince años estoy viendo galerías y exposiciones. Mi tesis de fin de carrera fue sobre unas galerías de arte en Madrid. No recuerdo cuándo no he estado estudiando arte, siempre.
Si hubiera un cataclismo mundial y tuvieras que salvar una fotografía, ¿cuál sería?
La que tuviera más cerca.
En 2015 Exit ganó los Lucie Awards a la mejor revista de fotografía. Estos premios, desconocidos en España, son los más importantes del sector profesional de la fotografía. ¿Qué significa para ti este premio?
Pues una sorpresa. Hemos ganado dos premios. El primero nos lo dieron cuando nos presentamos a los Krazsna Krauss en el año 2000 con nuestra revista número tres. Es un premio que se otorga a las mejores publicaciones de fotografía. Hasta entonces siempre lo habían ganado libros y nosotros fuimos la primera revista además de la primera publicación española que lo ha ganado. Nadie se hizo eco del premio en los medios españoles y nadie del Ministerio de Cultura o la Embajada acudió al evento, los únicos españoles que asistimos fuimos una camarera y yo.
A los Lucie Awards no nos presentamos. Estos premios funcionan con nominaciones; un grupo de gente entre los que se encuentran galeristas, críticos, etc., seleccionan cinco revistas de fotografía y en una gala de largo y con cena, tras presentar a los nominados, nombran al ganador, que recoge el premio y dice unas palabras. Cuando nos avisaron de que estábamos nominados me encontraba en México y me llamaron para que fuera. Yo dije que no podía ir porque pensaba que era imposible que me lo dieran. Las otras revistas tienen unos presupuestos que son muchas veces superiores al de Exit. Son todas revistas que están subvencionadas por una Fundación, un Ayuntamiento o una institución cultural. Busqué a una amiga en Nueva York, Milagros de la Torre, que es una fotógrafa peruana, para que fuera ella, y la acompañó Yvonne Venegas, una fotógrafa mexicana que es la hermana de Julieta Venegas y que estaba exponiendo en ese momento en una galería de Nueva York. Milagros me pidió un texto por si ganábamos y como pensaba que era imposible le preparé un texto cortito que decía algo así: «Yo soy una fotógrafa peruana, Exit es la única revista de todas las nominadas que ha hablado de mi trabajo, del trabajo de los latinos, del trabajo de los portugueses y del trabajo de los que no salen nunca en las otras revistas. Muchas gracias», y ya está. De repente estaba en la librería trabajando y me llaman y me dicen que hemos ganado y empieza a aparecer la noticia en las redes sociales. Tuvo un gran impacto internacional, pero a nivel económico no ha significado nada. En España esos reconocimientos no le importan a nadie.
¿Por qué Exit? ¿Cuál es la idea detrás de la revista? ¿De dónde viene tu interés por la fotografía?
Yo empecé con Lápiz, que es una revista ya mítica en España. Fui una de las fundadoras. Hice un estudio de todas las revistas que existían en el mundo del arte e incorporamos unas secciones fijas de arquitectura y fotografía que no había en ninguna otra revista en nuestro país, ni en el resto de las revistas de arte contemporáneo. Aguantamos el proyecto más de quince años, me fui y sigue sin mí, una prueba de que lo hice bien. Luego empecé con Exit. Como trabajar con una revista mensual como Lápiz era agotador, decidí que Exit fuera trimestral. Me centré en las fotos porque es un tema que me apasiona y además en los inicios el interés por la fotografía estaba creciendo y no había competencia. La revista la llamé Exit porque no quería poner un título que tuviera nada que ver con la fotografía, ni cámara, ni lente, ni foco… y que además fuera una palabra que funcionara en cualquier idioma, porque tiene sonoridad y porque la X hace que sea una palabra muy bonita gráficamente.
¿Cuál es tu función en la revista? ¿Y la del resto del equipo?
Exit es una revista que siempre ha sido muy pequeña. Cómo fundadora fui quien ideó el formato de la misma y el diseño lo preparé con Tomás Adrián, nuestro diseñador de cabecera, que ya se jubiló. Éramos un tándem que lo hacíamos todo juntos. Tomás plasmaba visualmente mis ideas. En torno a mí como editora siempre ha habido la figura del director, que es la persona que ve los temas conmigo, selecciona quién va a escribir, propone a quién podemos invitar, qué artistas… cada idea de tema está basada en obras de determinados artistas que son el eje de un proyecto más amplio. La revista funciona casi como una exposición, seleccionamos un tema y entonces nosotros buscamos artistas con obra que tenga que ver con ese tema y alguien que escriba unos textos, hacemos entrevistas relacionadas, etc. Luego tenemos una coordinadora que se encarga de conseguir fotos, y nosotros juntos las seleccionamos, las editamos. Tenemos un comité de asesores internacionales a los que les mandamos los temas y ellos sugieren nombres, sugieren artistas, y luego está el diseñador y los traductores. Y básicamente donde no había nadie al final acabamos siendo doce o trece personas. Por otro lado, también está el equipo de gestión que es el que se encarga de la difusión, de la parte administrativa y, con cada vez más importancia, de las redes sociales.
¿Qué hace que Exit sea diferente de otras revistas del mismo ámbito? ¿Qué características tienen los públicos a los que se dirige Exit? ¿Has notado cambios en la actitud del público?
Cuando empezamos, la idea principal era que no se pareciera a las revistas de fotografía que había en el mercado, que básicamente tenían una estructura de solo foto (en el mejor de los casos) acompañada de un pequeño texto. Mi propuesta es una revista 50%-50% con un respeto total a la foto, nunca se cortan excepto en la portada. Los textos son también importantes porque aquello de que una imagen vale más que mil palabras, perdóname que te diga, no; hay fotos que necesitan más de mil palabras. Nosotros buscamos tratar la fotografía no desde la óptica del fotógrafo sino desde los temas que las engloban relacionando la imagen con la cultura. Por ejemplo, en el último número: Salvaje, hay un texto del filósofo Miguel Morey que habla del concepto de salvaje y luego hay fotografías de animales y de paisajes salvajes. Al final Exit es muy diferente a cualquier otra revista de arte por el formato, más cuadradito, porque hay mucho texto (se cuida mucho el texto) y porque la selección de fotógrafos no es la habitual, no son los de siempre y están también los de siempre, pero no solo.
Un momento crucial para la revista.
Un momento crucial es cada vez que puedo pagar la imprenta, ese es el momento del año [risas]. Dentro de la producción de cada número hay un momento de inflexión; cuando llevas media etapa de producción de la revista y no has conseguido los fotógrafos necesarios, en ese momento crees que te has equivocado y este tema no interesa. A mí una de las sorpresas que me dio la revista fue cuando decidí que el número 0 iba a ser sobre espejos, porque buscamos un tema muy fotográfico y creíamos que no íbamos a encontrar a gente que fotografiara espejos. Encontramos un montón. ¡Y no busco fotos en internet! Hay que tener presente, cuando buscas fotografías, que hay ahí una línea que a veces es muy fina y que a veces es como la muralla china, entre un artista y un fotógrafo. Hay una diferencia brutal entre una foto muy buena hecha con un angular de última tecnología y un flash, y luego está la otra foto que ha hecho un señor con una maquinita de usar y tirar y es la hostia de foto, entonces ahí lo notas. La diferencia entre una fotografía buena y una fotografía que aspira a ser una obra de arte no se puede concretar, es como el amor que no se puede explicar; cuando uno está enamorado lo sabe… yo cuando veo una obra de arte sé que es una obra de arte, pero no tengo por qué explicárselo a nadie. Cuando tú ves un montón de fotos, de repente ves una que dices «¡Esta es!». Mi único don es que tengo el don fotográfico. El don fotográfico no es de quien sabe hacer la foto, es de quien sabe editar. Cristina García Rodero, por ejemplo, es una mala editora, para matarla, y aunque hace unas fotos maravillosas no sabe elegir la foto, ahí somos mejores los periodistas. El que va a un partido de fútbol y hace siete mil fotografías con una cámara de motor y elige una, la buena, ese es un artista, porque ese es realmente el que sabe ver.
Nombra algunos de los autores que estés orgullosa de haber incluido en Exit.
Me gustan muchos. Tengo especial énfasis siempre en poner gente española que no conoce nadie, y me gusta también meter latinos. No soy aficionada a meter fotógrafos jóvenes que hay que descubrir aunque hay excepciones. Cuando hicimos el número de la adolescencia no quisimos centrarnos en la parte bonita y alegre que representan en muchos casos los chicos en esa edad y que para mí es demasiado pastel, entonces buscamos a un fotoperiodista que nos hizo fotos de adolescentes en países pobres que eran bastante terribles. No me pareció suficiente y entonces me encontré por casualidad con el trabajo de Germán Gómez en una exposición a la que me invitaron como jurado. Germán hacía retratos de chicos con síndrome de Down y tenía adolescentes de los que no salen nunca en ningún sitio, unas fotografías de una belleza extraordinaria, unos chicos deformados pero bellísimos, unas fotos hechas con un cariño tremendo. Germán casualmente estaba en la inauguración y le dije que, aunque la revista estaba ya en imprenta, me gustaría meter una foto, solo una. No tenía galería, él no había expuesto nunca. Su hermano tenía síndrome de Down y había muerto; él trabajaba en colegios para este colectivo. Le publiqué un libro con esos retratos y me arruiné. Creo que no vendí ni uno, pero es un libro bellísimo.
¿Qué fotógrafo te tiene enamorada ahora mismo y querrías incluir en próximos números?
Mis amores son muy privados, y no soy para nada mitómana. Yo digo lo de Picasso: «antes un dibujo que un duro». Me gusta mucho la fotografía y todo el arte en general pero no me interesa conocer al artista, muchas veces es mejor no conocerlo. He hecho entrevistas a casi todos los premios nacionales de España, artistas de todo tipo, y me hubiera ahorrado el 90%. En la única entrevista que intervine y me llevé a matar es con Muntadas, nos odiamos los dos a muerte y luego siempre hacen que coincidamos. Pero no pienso en ningún artista, por ejemplo cuando pensamos en Salvaje dije que tendría que estar Nick Brandt, una foto preciosa, él es guapísimo, pero no me interesa ni él ni comprarle una foto, y son una belleza. No me interesa la posesión, o solo porque lo puedo vender y conseguir dinero. Puedo tener cosas colgadas en mi casa que no valen nada o que sí valen, pero no es por el valor. A mí lo que me gusta es ir a un museo y verlo, no me hace falta tener El perro de Goya, voy y lo veo, me estoy allí media hora y me voy, y es mío, está de puta madre. Cuando eran mis hijas pequeñas vivía enfrente del Retiro y no tenía jardín, tenía el Retiro y me lo cuidaba el Ayuntamiento, qué más quieres que un jardín público enorme, no me hace falta esa locura de lo privado. Cuando se murió Botín, mi hermano, que estaba enfermo y murió unos meses después, me dijo: «ya sabemos quién es el más rico del cementerio»; pues, efectivamente, Botín. Da igual todo, esto es un juego mientras pasa el tiempo, nada más.
Es una publicación bilingüe, ¿en qué países extranjeros vendes más? En total, ¿vende más fuera de España?
No, vendemos más en España. Eso es como lo que pasa con los cantantes que, aunque triunfan mucho fuera, siempre triunfan más en su país. Para triunfar fuera tienes que tener un punto de origen que te abrace. Si triunfáramos más en España también triunfaríamos más fuera. Estás más arropado en tu país. Me acuerdo de una galerista americana que estaba suscrita a Lápiz, también bilingüe, y le decía: «¡Anúnciate!». Y me decía que nunca había vendido un cuadro en España; compraba la revista porque le gustaba leerla. ¿Dónde vendemos más? Pues vendemos muy fragmentado. Fuera de España vendemos siempre más en Inglaterra porque tiene mucha y mejor distribución, también hemos vendido bastante bien en Alemania, y menos en Estados Unidos porque es más difícil llegar, pero se vende bien. No en Latinoamérica porque no puedes llegar, excepto en México. En Latinoamérica es muy difícil la distribución, cuando llega la revista es como un desierto en el que una gota de agua desaparece, y luego a lo mejor tarda siete u ocho meses en volver a llegar.
«Es una putada salir mucho de España, a veces uno compara y duele el alma». Son palabras de Alberto García-Alix.
A lo mejor sí. Yo no me comparo con nadie y mi vida se ha desarrollado más fuera que dentro por amigos, parejas y porque yo siempre he sido un culo inquieto. Nunca he tenido complejo de ser española, no soy políglota, pero hablo inglés, me manejo en italiano y me defiendo en cualquier idioma. El problema no es el idioma, el problema es la actitud. Tener dinero, un teléfono de ultima generación, una tarjeta Visa Oro y todo eso te ayuda muchísimo, pero da igual si eres un puto paleto.
¿Es necesaria la fotografía de Aylan Kurdi, el niño cuya muerte en la playa retrata el drama de los refugiados?
Sí, es necesaria, aunque sea falsa. Porque luego la gente a la que no le importan los refugiados dice: «Ay, pobrecitos, cuántos morirán, qué pena», y aunque sea por esa tontería mucha gente se vincula con una tragedia que no es el niño: han muerto otros muchos más, y más que van a morir. Por eso creo que es imprescindible.
Javier Bauluz denunciaba la pasividad de la sociedad occidental mucho antes con una foto que fue publicada en la portada del New York Times. ¿Qué te pareció el trato que le dio la prensa española a esa foto?
Es lo que es la ignorancia y no conocer la obra de Rogelio López Cuenca, un gran artista que tenemos aquí. Rogelio tiene ese tipo de obra hace mucho tiempo y la ha publicado muchas veces. Tiene muchas series en torno a lo que es el islam. Hay una serie terrible, que además no está trucada ni nada, que muestra las pateras cuando llegan a ciertas playas, salen muertos, y están los guiris o no guiris tumbados en las toallas, y al lado un muerto. Rogelio tiene otra obra, Bienvenidos a Europa, que es la bandera europea y la policía con una porra.
Tu labor como editora es enorme, empezaste con el equipo fundador de Lápiz y a partir de ahí has editado multitud de libros pero tu favorita es Flúor. Háblanos de ella…
Mi favorita es Exit, pero las revistas son como tus hijos, ¿cuál es tu favorito? Siempre hay un favorito porque cada uno tiene su gracia; el que era muy simpático, el guapo, el que era muy gracioso de pequeño… Entre todas las revistas que he hecho a cada una le debo una cosa. A Lápiz le debo el dedicarme al arte, porque yo antes de Lápiz no pensaba dedicarme al arte. Exit es mi revista, es decir, yo. Flúor es como un coitus interruptus, una preciosidad que nunca se comprendió, una revista original, diferente, y no sé si es que no supimos enganchar o qué, una tragedia, porque es una revista preciosa como no se ha hecho aquí otra revista, con papeles diferentes… cada uno diseñaba su artículo como le daba la gana, se podía hablar de cualquier cosa. Estuve dos años en pérdidas desde el número 0, lo hice vendiendo mi cuerpo. Ahora hay muchas editoriales de mucho nombre, casi todas, que solo editan lo que les viene bien pagado. No son editoriales, son productores y eso no debería ser así, un editor tiene que arriesgarse. Es como en una galería; hay que poner a alguien que no sea famoso para arriesgar algo. Si no, no vamos a mover nada de ningún sitio. Yo he arriesgado demasiado, ¿cuál me gusta más? Pues me quedaría con Exit.
En los años 1994 y 1995 organizas los dos primeros Encuentros Internacionales de Comisarios de Arte, ¿qué fue de ese proyecto? ¿Es como el Bilderberg del arte?
Recuerdo que cuando lo hice la gente pensaba que los comisarios eran gente relacionada con la policía. Creo que he impulsado proyectos así en España porque me he formado mucho en el extranjero. Recuerdo que venía de Arlés de montar una exposición con un amigo y había unas obras que nos habían sobrado, las llevábamos en el coche, era en la Europa antigua, todavía con aduanas y, al llegar a la frontera entre Francia y España dijimos: «¡Hostias!, llevamos obras de arte sin papeles de ningún tipo». Puse a Manolo Escobar en la radio y bajó mi amigo del coche, un tío rubio, con los ojos azules, llevaba una gabardina larga y hablaba francés y dijo «Je suis le commissaire», y el policía se cuadró y pasamos las frontera. Mi amigo iba a decir que él era el comisario de la exposición que habíamos hecho un poquito más adelante, pero el policía al escuchar «le commissaire» nos dejó pasar al momento. En esa época hicimos el Congreso de Comisarios. Era un encuentro para profesionales porque estaban invitados comisarios muy importantes, entre el público había personalidades importantes. Hicimos el primero en el Reina Sofía y el segundo en Vitoria porque como ya no había dinero lo hicimos en plan local en vez de nacional. No lo hicimos más, porque creímos que no se podía vivir toda la vida de esto, pero luego se puso de moda el comisariado, los másteres de comisariado, cursos de comisariado…
¿Por qué ahora a los comisarios los llaman curadores? ¿Qué te parecen todos estos másteres y estudios de posgrado para ser curador?
Mis becarios han hecho un máster de «Periodismo cultural» y les has costado nueve mil euros a cada uno y no les doy hostias todos los días porque me parece feo pegar a la gente joven, pero les dije que con esos nueve mil euros les monto un periódico: pero ¡qué hacéis pagando, no sabéis nada, no sabéis poner un titular, ni poner un ladillo, ni crear una entrevista… qué carajo os han enseñado! O sea, de arte ni idea y de periodismo ni idea. Estuve también en un máster de Santillana sobre editores que me pagaban cinco mil euros por que fuera yo a hablarles, y les dije «¡Estáis locos!». Están locos pagando esos precios, con ese dinero yo monté mi primera editorial.
El comisariado es un bluf la mayoría de las veces. Los comisarios importantes, de los años sesenta, setenta u ochenta, han sido esenciales porque han puesto las bases del arte contemporáneo: cuando se empezó a exponer vídeo, arte conceptual, los museos no estaban preparados, no había ni enchufes en las salas para poner un vídeo. Entonces, estos comisarios (ninguno era profesor de arte, había uno que tenía un club de jazz, había otro que hacía cine… eran gente de todo tipo, pero que les gustaba y tenían ideas y eran renovadores) acabaron siendo casi todos directores de museos y son los que han generado este nuevo tipo de museo moderno en el que cabe todo. Hay un libro que se llama Rupturas que te cuenta la vida de estos personajes que fueron clave en un momento histórico y de inflexión. Una ruptura cambia el modelo de obra, cambia el modelo de exposición, de mirada… ese momento de ruptura fue de los curadores. Los comisarios ahora son burócratas, son funcionarios que hacen siempre la misma exposición.
A veces a mí me han pedido una exposición y yo les he dicho que no hace falta, que con un coordinador y el artista que está vivo es suficiente. Si el trabajo del comisario es coger veinte cuadros y llevarlos y colgarlos, no me interesa. Curador es el que cura, pero no solo el que te cura o sana sino el que cura los jamones, es aquel que se encarga de que todo esté como tiene que estar, es el comisario; no es un teórico, es un transportista, es la dama de compañía, es el psicólogo de la mujer del artista, el que te asegura que el asegurador te asegure un buen precio, el que engatusa a la mujer de la limpieza para que no se lleve la obra… todo eso es el curador, y además habla con la prensa y escribe el texto. De curador ya no se puede vivir, lo que hay que hacer es ver exposiciones y pensar y mirar; puedes hacer una sola exposición en tu vida, no tienes por qué hacer una cada año.
Has comisariado varias exposiciones, ¿es posible que haya veces que el interés que suscita una exposición sea más a causa de quién es el comisario que por la misma obra?
Hombre, si el comisario es Rajoy a lo mejor [risas], pero no conozco el caso. Normalmente al comisario solo lo conocemos los del sector, entonces para que eso atraiga al público… Hay veces que el comisario es un artista; si Jeff Koons fuera el comisario de una exposición, pues atraería mucho, pero yo creo que eso es rizar mucho el rizo hipster entre los lobbies y los grupitos, que entre todos son unas trescientas personas.
Como comisaria, ¿has tenido libertad para actuar?
Sí, claro. Si no puedo hacer lo que quiero me voy.
¿Hay comisarios galeristas? ¿Hay puertas giratorias en el arte?
Sí hay, lo que pasa es que no van a ir a Iberdrola. Sobre todo hay entre los teóricos y conservadores y directores de museo que de repente comisarían en galerías, o críticos que asesoran galerías y artistas que hacen exposiciones. Hay un libro muy simpático del mexicano Pablo Helguera, Las reglas del arte, y una de las reglas tiene un gráfico genial que es con quién no te puedes acostar en el mundo del arte, pone: «artista no se puede acostar con críticos ni con comisarios, un galerista no con artista pero sí con historiador…», es genial. También te dice cómo tienes que vestirte para una inauguración, cómo tienes que comportarte, es perfecto. Sí que hay puertas giratorias; si eres curador y entras a trabajar en una galería o eres galerista pero haces una exposición debes tener cuidado porque es una puerta giratoria. A mí me ha llegado a pasar que un crítico colaborador mío en Lápiz me venga con una crítica de una exposición que ha comisariado él en una galería y argumente: «Es que si no la hubiese hecho yo también me gustaría». Ese es un problema de toda puerta giratoria, es una falta de ética.
En 2012, la revista Yo Dona de El Mundo publicó la lista de las españolas con más poder en el mundo del arte. ¿Qué te pareció compartir espacio con Consuelo Císcar?
Genial. Ahora me piden que diga yo quiénes son los más importantes. Ha habido un momento cuando me incluían y participé una o dos veces en Yo Dona; iban a tu casa a hacerte fotos y te llevaban ropa. Cuando me quisieron maquillar yo les dije que no me maquillaran ni me peinaran ni nada. Consuelo Císcar lo traía todo puesto, y llevaba compañía como una auténtica Nefertiti, alucinante. Yo nunca he trabajado con Consuelo Císcar porque siempre me he negado y ella siempre ha dicho que a mí no me llamaría ni para tomar café. En aquella época ya sabíamos todos la información que ha salido en los medios y más, pero también he de decir que no solo tiene la culpa ella, sino todos los que le han bailado el agua. Ella a nivel personal era la tía del pueblo que todos quisiéramos tener; una tía campechana, simpática y divertida, y una choriza como su marido. En este país es lo que hay.
En el 2004 creas el Consejo de Críticos de Arte y eres nombrada presidenta. Con lo polémicas que son tus opiniones del sector, ¿cómo te ha ido con los críticos?
Pues mira, mal. Mal con todo, pero bien en general. En una comida de una inauguración estábamos tres o cuatro críticos y empezamos a hablar de que los premios de críticos eran un coñazo y les dije: «¿Por qué no hacemos una asociación de críticos de verdad?», de lo que somos nosotros. Les dije que yo me encargaba de hacerlo y en una tarde llamé a José Luis Brea, a Fernando Castro y a Pepe Jiménez, y el proyecto cuajó en veinticuatro horas. Cuajó con la fuerza que solo pueden tener las cosas cuyos miembros son de verdad los que tienen que ser; estábamos todos los que éramos críticos de arte y yo era la presidenta. Yo fui presidenta en el momento fundacional, fundé el Consejo, le di vidilla, hicimos un congresito. Conseguí que el Ministerio nos diera, por delante de todas las demás asociaciones, el respeto y la consideración y que nos incluyera en los jurados de todo, y les dije: «Bueno, chicos, elecciones que yo me voy», y ahí se desató el infierno porque todos querían ser el jefe y acabaron todos peleados; quedó de jefe uno que no tenía capacidad, y como no había muchos críticos, pero les interesaba tener más gente por cuestiones de voto, empezaron a dejar entrar a gente que hacían comisariados, páginas web, etc. Lo que pasa siempre en el mundo del arte, se van deshaciendo conceptos de la realidad, ¿qué es un crítico? Un señor que puede hablar de su propia exposición no es un crítico, es un jeta.
Respecto a las ferias, ¿qué explica el éxito de ARCO? ¿Por qué gente que no suele visitar ni los museos más cercanos a su casa, aunque tengan muy buenas exposiciones, sin embargo visita ARCO aunque no vayan a comprar nada?
El éxito de ARCO es el éxito de Guggenheim y es el éxito del espectáculo. Lo que se le premia al Museo del Prado es el restaurante, por ejemplo, el mejor restaurante de los museos de Europa es el del Museo del Prado, es el éxito del espectáculo. A ARCO va mucha gente que se gasta dinero en taxi, en la entrada, en comer, pero no compran un catálogo y no compran una revista, porque es carísima la revista. El 50% de los que van a ARCO van a comer a ARCO. ¿Puedes entender esa estupidez? Que te vayas a Madrid a comer a ARCO porque hay que estar allí. ARCO funciona porque, aparte de que el éxito es variado y muy relativo, efectivamente es muy popular, es la feria a la que más público va. El origen de las ferias es un origen comercial, la feria de ganado es un sitio de compra y venta, un espacio como un puerto franco donde uno pone una mercancía y otro la compra o la intercambia… Como la feria de los zapatos, la feria de las bodas; tú no vas a comprarte un vestido de boda a la feria de las bodas, va el que las va a vender, el que las va a producir, el que hace eventos…
La feria del arte, en cambio, se ha convertido en un meeting point para que vaya toda la gente y se vea; no solo ARCO, también pasa en París, en México, donde sea. En México he visto unos tacones enormes, no doy crédito, van a pasear, y allí en México lo que dan es champán y tequila. Lo que está claro es que la gente va a verse, la gente estrena. ¿El arte quién lo mira? Pues gente a la que le gusta el arte. Hay unos círculos concéntricos. Está el microcírculo que son los patronos del Reina, luego hay otro círculo que es el de la gente que ve lo que hay en el periódico; si han visto que ha salido una foca desnuda, van a verla. Esos círculos concéntricos se van ampliando hasta llegar a un estudiante de Bellas Artes de Pontevedra que viene de excursión y que además echa su primer polvo, es como irse de ejercicios espirituales o de fin de curso a Palma de Mallorca… y luego hay un baile y fiesta; todo eso es el mundo del espectáculo.
¿Qué diferencia una feria de arte de otra, además del presupuesto?
Hay diferencias cuando la feria que está funcionando está en lugares periféricos o emergentes, porque de alguna manera son privadas, no públicas como la española, y realmente hay un interés por vincular a la sociedad civil con la feria. Con una excepción que es la Feria de Basilea. La mayor diferencia para mí son las que son puro mercado como puede ser el Frieze. Basilea es más que mercado, Frieze es solo mercado. Y luego están las que realmente generan dentro del país un vínculo con el arte del lugar, como MACO en México; la gente va a México a ver a artistas mexicanos y a ver a artistas que no ven en otros sitios. MACO potenció mucho al artista mexicano, España no. En la de Dubái hay un sector muy importante de mucho dinero, como en otros países árabes, como en los Emiratos; ¿toda esta gente dónde compra? Pues allí, no tienen por qué venir aquí, aunque también vienen; hay un coleccionismo desconocido de mucho dinero. Las ferias funcionan donde hay mucho dinero, entonces, que ARCO vaya a Lisboa no parece buena idea porque mucho dinero no hay, ni aquí ni allí.
Entrevistamos al director del IVAM, José Miguel García Cortés, y se mostraba muy satisfecho por haber conseguido su cargo mediante un concurso de méritos internacional. ¿Cómo son estos concursos?
Son maravillosos y dependen de muchas cosas, como todo en la vida. Internacional es todo, porque para nosotros Inglaterra es el extranjero, pero para los ingleses los extranjeros somos nosotros. Todos somos extranjeros en otro sitio. Para la gente, si pones a un peruano o a un chino aquí, ya es internacional. Y de méritos, pues sí, enhorabuena. Yo he sido jurado en uno y medio. Fui jurado en la selección del director del Reina Sofía la primera vez que se hizo en España, con un jurado y de acuerdo con las buenas prácticas (aunque eso de las buenas prácticas es una manera un tanto confusa de explicar las cosas). A mí me sorprendió mucho que me invitaran, con lo cual dije: «Esto tiene que ir de verdad», porque nadie mete en su casa a un chinche como yo si van a hacer trampa y, ¿para qué me llaman?, ¿para que haga un acta y dé fe de que esto es un robo? Pues no. Me encanta cuando viene un francés, como cuando vino el director del Pompidou, a explicarnos a los pobres españolitos cómo hay que elegir democráticamente a los directores de los museos y todo el mundo calla. Yo le dije: «Pero ¿a ti no te han elegido los políticos?». El del Pompidou es un cargo político elegido así, con el finger. El problema de España es que se calla todo el mundo. Entonces, me viene este señor, que es un petardo, a explicarme… pero qué me vas a explicar si a ti te han elegido directamente.
Dicho esto, el jurado fue limpio, no puedo decir otra cosa, no hubo ningún tipo de presión, nada de nada. También puedo decir que los aspirantes eran sorprendentes: había artistas de tercera fila que argumentaban que quién mejor que un artista para dirigir un museo (quién mejor que yo para saber qué hacer con mi obra), luego había un director de una sucursal de un concesionario de coches que era aficionado al arte y, como él había tenido una vida de gestión, garantizaba una buena gestión, también se presentó el conservador de un museo de Irán, que no hablaba ni inglés, un guitarrista, un conservador de un museo belga, un conservador del museo de Versalles y algún español, que presentaban un folio con todo argumentado. Ante el folio nos quedábamos todos un poco sorprendidos. También se presentó gente que los tres españoles del tribunal no queríamos que estuvieran, pero los otros extranjeros forzaron que estuvieran porque eran ya directores de museos importantes fuera y ¡cómo no iban a estar! «Si estamos trabajando juntos no les puedo decir que no los he seleccionado». Al final se eligió democráticamente a Manolo y estuvimos todos de acuerdo, en contra de lo que yo hubiera podido jurar, estuvimos todos de acuerdo. No puedo decir que porque fuese el mejor, pero fue el que mejor envió la lección.
En la reunión final, de cuatro seleccionados había alguno que se creía que ya había ganado y no trajo nada preparado, ni un poquito de respeto al personal, y otro que no había preparado nada con no sé qué discurso, otro que lo explicó todo muy bien y parecía que iba a ganar, pero cuando se le preguntó por la relaciones internacionales dijo que lo primero era hacer un buen museo y luego tener relaciones. Luego llegó Manolo, que es como si el anterior hubiera sido el alumno aventajado de él, que era el profesor. Manolo se lo sabía todo perfectamente y lo explicó muy bien y, efectivamente no había color, dicho lo cual no quiere decir que nos fiáramos mucho, como luego hemos visto en la realidad. Pero Manuel es un tipo muy listo y muy inteligente, se maneja muy bien en los medios públicos y en las relaciones políticas no te quiero ni contar, entonces ganó.
Luego ya lo que pasa es que hay errores. Cuando él llegó al Reina Sofía, llegó aclamado por todos, él se creía que lo aclamábamos a él y eso es un error, aclamábamos al primer director elegido limpiamente. Luego me llamaron para otro concurso y me dijeron que me pagaban una pasta pero tenía que votar a fulanito, y dije: «Hombre. si va a salir fulanito que ya es el director, pues nombrarlo y ya está». Entonces, las buenas prácticas son como la democracia, que al final vale igual todo. Yo sí que creo que los directores tienen que ser elegidos con la presentación de un proyecto, y que estén cinco años y la renovación también que sea como un voto. No vale el yo entro porque me he conseguido a un peruano, un chino y un francés que me apoyan y luego este de Murcia me va a mantener toda mi vida. Por eso creo que al final lo que hay que hacer es hacer las cosas bien, ser rigurosos, tener un poco de dignidad, y creo que tanto el elegido como el que elige que hagan las cosas bien y tengan dignidad y un poco de vergüenza.
Por ejemplo, José Miguel es un tipo que lo puede hacer muy bien, y Consuelo Císcar lo ha apoyado y lo ha hecho quien es, por supuesto, y no hay que avergonzarse de quién te ha ayudado, si no, no hubieras llegado a ningún sitio; le das las gracias a esta señora que hace su trabajo con rigor y con dignidad, y no tienes ni que negar a nadie ni hacer nada, porque si tu madre friega suelos, es tu madre y es una señora muy digna que te ayuda, y si ha robado, pues ha robado ella, no tú, entonces no tienes que tener ningún problema y las gracias se dan siempre al que te ha ayudado. A Consuelo Císcar hasta yo le hice una opinión a su favor, que es para no creérselo, mientras que todos los que han ganado mucho a su alrededor como Fernando Castro o Paco Calvo luego han renegado de ella.
Sobre los recortes económicos del Gobierno de Rajoy, ¿el motivo es realmente económico o hay una ideología detrás?
Hay una ideología detrás de todo. Incluso de cómo te has vestido hoy. Todo es ideología, todo es política votes o no votes; ¿hay ideología detrás del IVA alto?, por supuesto, ¿por qué el fútbol no tiene ese IVA? ¿Por qué los toros tienen un 4%?, ¿me lo quiere explicar a mí alguien?, ¿por qué esa matanza sanguinolenta y horrible tiene un 4%? Y el arte un 21%, ¿qué sentido tiene? Y por qué el porno tiene un 4% y no las otras prácticas como el teatro, la música… Muchos museos han cerrado y cosas peores, porque no les importa. El que no les importe un museo es parte de una ideología, no voy a decir si de derechas o de izquierdas. Hay una ideología en el que hace que la ignorancia triunfe; los supuestos ciudadanos, cuanto más ignorantes, mejor. Tienen menos capacidad crítica y por eso el PP sigue ganando, vamos a decir las cosas claramente. No se entiende que en este país, con este nivel de corrupción, con este nivel de recortes y con estos suicidios por las hipotecas, no se entiende que sigan ganando las elecciones. Que las gane Albert Rivera, yo qué sé, o alguno que pasara por allí.
Pero también tengo que decir que la derecha siempre ha sido mejor para el arte moderno que la izquierda, y yo que voto izquierda, cuando salgo de votar me hago ¡zas, zas, zas! Porque la izquierda no se anuncia, la izquierda no entiende una mierda porque tampoco le interesa. He sido asesora del Ayuntamiento de Vitoria, hice el proyecto de escultura pública de la ciudad y tuve que presentarlo en el Ayuntamiento y, ¿sabes quiénes no van nunca a las reuniones culturales del Ayuntamiento? Los de Bildu, los de Herri Batasuna, esos no van, solo van cuando se habla de lengua, todo lo demás no les importa. Quisieron poner una escultura que era un monigote que bajan de un paraguas de no sé dónde… pues con un monigote mejor haz un pisapapeles, no hagas una escultura, y se lo regalas a los funcionarios, pero no pongas eso ahí para siempre, es que es un dolor de huevos.
La izquierda tiene un defecto terrible que es el populismo, y no lo digo por la izquierda de ahora, lo digo por las asociaciones juveniles, por los sindicatos, donde prima la ignorancia. Yo gané un concurso en Alcobendas hace unos años, un concurso público al que se presentó la crème de la crème. Era un proyecto que incluía hacer un museo y llevar su mantenimiento durante cinco años; lo gané, me pagaron una pasta y a la hora de hacerlo, la concejala que llevaba el tema entró en una depresión y la cambiaron por un joven de juventudes socialistas. ¿Sabes qué me preguntó en la reunión que tuvimos? Que «qué papel iban a tener las mujeres maltratadas y las viudas», y le dije que esas mujeres podrían estar de público. No me habían aprobado un proyecto de un museo que pudiera poner la ciudad en un punto importante y además que pudiera traer público de Madrid para acabar haciendo un centro cultural o un centro cívico; eso se puede hacer de otra manera, se pueden hacer concursos, talleres. Pues bien, no se hizo el museo, por supuesto, se hizo un centro cultural. La derecha es la que ha llevado a Tàpies a la Bienal de Venecia. La derecha, como tenía mala conciencia, ha apoyado mucho las cosas de izquierdas, la cultura, todo ese tipo de manifestaciones. Además son más listos de lo que parecen, porque saben que no somos un peligro real para nadie, no le importamos a nadie. Tú puedes llevar a la Bienal de Venecia a Antoni Miralda o a Antoni Muntadas, ¿qué va a pasar? Si eso es un club de gente a la que le das una cena y ya está. Císcar eso lo sabía muy bien, decía, literal: «Yo vengo a Madrid una vez al año, doy de cenar y reparto un poco de dinero a todos los críticos y ya los tengo pagados para todo el año».
En 2013 abrió Exit La Librería en México D. F., ¿por qué en México? ¿Has pensado en otros países, podría servir España?
En España no puedo competir, es imposible. Me sugirieron que abriera en Berlín, pero allí están las librerías de arte regentadas por los mejores libreros del mundo. México me pareció el mejor sitio porque es un país amigo y no hay competencia. Además me permite hacer una labor educativa importante porque llevo libros que ellos no hay forma de que consigan en sus circuitos de distribución. La librería funciona muy bien con una inversión muy pequeña, y con un socio mexicano.
Por último, recomiéndanos un fotógrafo para descubrir y un museo para visitar.
Si es para gente que no lee mucho, mejor una foto de Richard Avedon. Aunque como editor de una revista no puedes decir que tienes lectores que no leen, porque entonces no te debería merecer la pena editar. De los alumnos de Periodismo, el 80% nunca compra un periódico, me quiero morir, es inaudito que en los bares no lleven periódicos… pero ¿qué estamos haciendo? Una fotógrafa maravillosa que le va a gustar a todo el mundo es Francesca Woodman. Y un museo… pues a mí me gustan los museos cuando son de arte, y también me han gustado siempre los arqueológicos pequeñitos de los pueblos, esos me encantan. También me encantan los de Bellas Artes, donde hay desde unas tijeras prehistóricas a la foto del hijo del alcalde, que es el último artista que ha salido. Me gusta mucho el Museo Romántico de Madrid, es muy pequeñito y muy mono, o sea, muy bien, muy bonito. Muy bonito es también el Lázaro Galdiano de Madrid, son los que más conozco. En Barcelona, la Fundación Miró es una preciosidad. Yo creo que los museos son unos sitios maravillosos donde meterte y estar fresco, ir a descansar, a mear, a tomarte un café, a mirar las obras si quieres, pero sobre todo a meterte en un lugar que es como cuando en el parchís llegas al sitio donde estás seguro.
Una señora que critica la ignorancia y la escasa capacidad crítica que se ha tragado el bulo del iva reducido del porno. Vamos bien.
Me ha gustado mucho la entrevista. No juzgo ni opino,porque no la conozco (conocia) a la entrevistada.Ahora algo mas , si. Me gusta el arte (en general), pero no se si entiendo o no, ni me importa. Me gusta algo y ya. No me gusta y ya. Parece que debe de haber muchisimo mamoneo y postureo, como cuando comenta que la gente va a Arco a comer y a que la vean.. Muy significativo
Interesante la entrevisa. Sólo puntualizar una cosa que la he oído repetida mil veces y no es cierta: el «porno» no tiene asignado un IVA del 4%, ni el «fútbol» está exento de pagar IVA como afirma Rosa Olivares en la entrevista. Como mucho si hay una revista porno, como todas las revistas y publicaciones, se pagará un IVA del 4%, pero por ser una publicación, no por ser porno. Y lo mismo con el fútbol, entradas, merchandising, etc. está gravado al 21% como todo. Lo que nunca se explica es por qué el trabajo de un artista debe estar gravado con un IVA reducido cuando le vende y el de, yo que sé, ingenieros, artesanos, fontaneros y demás se ve bien que esté gravado con un IVA del 21%.
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la derecha y el arte no van de la mano
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Excelente entrevista debido a la veracidad y sinceridad de la entrevistada, que no tiene pelos en la lengua y además, por sus comentarios, hace gala de tener la cabeza muy bien amueblada.
Gracias Rosa.
Me ha gustado mucho la entrevista a esta mujer iconoclasta. Sí, la irreverencia controlada me encanta. Nunca la irreverencia como pose, que es la habitual.
Conozco su revista aunque no le conocía a ella. Estoy de acuerdo en gran parte de lo que dice. Empezando por lo que comenta de los de Herri Batasuna. Soy del País Vasco y sé de lo que habla. Convivir con esta variada calaña de nacionalistas/fascistas es lo peor de esta tierra. Y eso que ahora no pueden asesinar.
En definitiva habla de algo inherente al mundo del arte desde sus orígenes. Muy pocos artistas han podido vivir dignamente de su trabajo de artistas a lo largo de la historia. Ahora ocurre igual. Los enchufados siempre han existido y continuarán existiendo. La ignorancia de la gente sobre el arte es descomunal incluídos gran parte de la gente que cree estar informada. Informada (sobre todo de horarios y fechas de exposiciones) suelen estar pero de lo puramente artístico, casi nadie. Es una pena pero es la realidad cotidiana.
Yo, que tengo algo de artista y por supuesto que no puedo vivir de ello, sé a lo que se refiere cuando habla de comisarios (horrible palabra), gestores y demás gente pululante en este mundo. En el buen sentido del término, prácticamente hay que descartar el ser profeta en tu tierra para que alguien te reconozca aunque sea mínimamente.
A pesar de todo, hay que continuar en la brecha para intentar lograr algo aunque sea un trabajo ímporbo. Un trabajo mucho mayor que realizar el propio trabajo artístico. Vamos, hacer funcionar al departamento de ventas.
Quizá la afirmación de que la derecha ha sido mejor para el arte moderno que la izquierda sea y una boutade o se refiera a los grandes artistas. A nivel bajo, ambas tendencias políticas suelen ser bastante nefastas. Solamente algún espíritu sensible puede superar esa situación. Al menos esa ha sido mi experiencia con ambas tendencias de opinión.
Saludos.
«…los supuestos ciudadanos, cuanto más ignorantes, mejor. Tienen menos capacidad crítica y por eso el PP sigue ganando, vamos a decir las cosas claramente»
En el arte moderno o contemporáneo hay mucho bluff, mucho engaño, mucha estafa, mucha especulación. No es de extrañar que la derecha ande cerca de todo esto. Es su esencia.
Es verdad que el PSOE tal vez sea derecha, pero al contrario de lo que Olivares dice, fue éste el partido que llevó a Tàpies a la Bienal de Venecia -que le dio el León de Oro por toda su carrera- y no la «Derecha» a la que presumiblemente alude la autora. Me he divertido con algunas cosas que dice pero la imprecisión general de muchas otras no contribuye a mejorar la calidad de esta entrevista.
La derecha debió de ser muy buena con el arte entre los años 30 y primera mitad de los 40, como todo el mundo sabe. en cuanto a que el arte es abstracto, bueno, es que no le queda más remedio. pero eso no implica que no deba ser realista. hasta Picasso era realista, sí, sí han leído bien, realista y figurativo. lo que no hizo el genio fue pibotar en la abstracción. » he matado al padre, ahora toca matar a la madre» dijo, y esto es el arte: la reinvención.
¿Cual es este libro ‘Rupturas’ al que se refiere Rosa Olivares? Con las referencias que da no consigo encontrarlo.
https://www.amazon.es/El-arte-Rivalidad-traici%C3%B3n-contempor%C3%A1neo-ebook/dp/B01N9O0ZLN
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¡Gran entrevista!
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