El lunes media Galicia se levantó de resaca, aun sin haber bebido una gota. Con la lengua hecha lija, los oídos pitando, la cabeza a reventar. De todo menos suave había sido la noche: el Partido Popular había goleado por enésima vez en unas elecciones gallegas, eso no era novedad, pero en esta oportunidad no solo se ofrecieron sesudos análisis desde los púlpitos mediáticos, sino que también hubo lapidación gratis en Twitter. O sea, que esa mitad de Galicia —la que no votó al PP—, además de perder, tuvo que comerse el improperio y la conmiseración ajena. Hubo un momento de la noche en que a algún iluminado se le ocurrió el hashtag #prayforgalicia, y no precisamente por los incendios o los trenes. Poco faltó para convocar una fila cero: «Tus amigos tuiteros no te olvidan».
Por resumir, que es lo que está de moda, el mensaje que recibieron fue: «Ya están otra vez los viejos paletos gallegos votando al PP». Quitando los dos epítetos, la sentencia está en lo correcto, pero antes siquiera de empezar a rascar habría que matizar dos cosas: una, que lo ocurrido en Galicia —la victoria repetida y continuada del PP— también sucede en las generales (cierto es, sin mayoría absoluta). Y dos, que no solo hay gaviotas en Galicia: sin dificultad vienen a la mente varias comunidades donde ya puede pasar Atila que ese resultado se repite sin remisión, eso sí, sin que nadie se rasgue las vestiduras por una desgracia provocada por la rústica senectud de sus votantes. ¿Qué pasaría si desde Santiago, por ejemplo, se empiezan a soltar lugares comunes sobre —es un decir— la política madrileña? ¿Qué ocurriría si redujésemos las últimas dos décadas —Gallardón, Aguirre, el tamayazo, Cifuentes— a dos frases sin más? Seguramente a alguien se le encendería la bombillita y diría: «Es que no se puede extrapolar». Pues esa es la base de todo. Y más, permítase, tratándose de Galicia: para no faltar a la puntualidad con el tópico, es un sitio distinto. O, mejor, un mundo aparte que conviene entender sin demora.
El lago azul
Los que tenemos de cuarenta años para abajo no hemos hecho otra cosa que ver ganar elecciones al PP (o predecesores). Y casi siempre por mayoría absoluta. Así que puede levantar la mano el que pensaba que esta vez sería distinto. Como mucho se discutía si serían más de cuarenta escaños o no (la mayoría absoluta son treinta y ocho). Porque esas cuestiones que se supondrían razones suficientes para un giro político (corrupción, precariedad, crisis, en definitiva) no suelen ser decisivas en Galicia: no somos un pueblo que se asuste por cosas que llevamos viendo toda la vida. Si se cambia el Gobierno es porque hay razones verdaderamente traumáticas pero, por lo visto, en Galicia ocurren con la misma frecuencia del cometa Halley.
En período electoral suele importar, más que el estado de la nación, el estado de la oposición. Y esta, aunque parezca increíble después de tanto tiempo calentando banquillo, estaba aún probándose el chándal. A saber: En Marea, una confluencia de partidos y agrupaciones de izquierda autóctonos acompañados, tras muchos vaivenes, por Podemos. Un PSOE penando cuitas internas, con un candidato ocupado, y con razón, en sacar palos de las ruedas. Y un Bloque Nacionalista Galego desplazado por la irrupción de En Marea. No debe de ser casual que la gran triunfadora opositora en la campaña y los debates haya sido precisamente la candidata del BNG, y su triunfo se tradujo en conservar grupo parlamentario a duras penas. Ah, y también estaba Ciudadanos, que en Galicia sigue rimando con marcianos.
Con semejante panorama, el PP se rechupeteaba antes de empezar a jugar, y en la campaña se floreó ante su entregada audiencia. Primero, el eslogan, un simple «En Galicia, sí». Luego, unos spots clásicos de corte navideño, alternado con modernidades como unos carteles con los colores de otros partidos. De postre, el sumun de una campaña: el primer día de la contienda se anunció —después de filtrarse convenientemente— que Alberto Núñez Feijóo, cincuenta y cinco años, iba a tener un hijo. En realidad, su pareja, de cincuenta y un años y ejecutiva de Inditex. En limpio: el candidato presidente da un hijo a Galicia —con la que dice «haberse casado»— y combate la baja natalidad que atenaza su futuro. Y lo hace con una triunfadora en la mayor empresa del país y de Europa. Superen eso.
Tras la campaña, los resultados: cuarenta y un escaños, los mismos que hace cuatro años. Extendido sobre una mesa, el mapa electoral de Galicia es hoy un inmenso lago azul moteado por nueve islotes rojos y uno morado, los únicos ayuntamientos de trescientos catorce que no ganó el PP. Nos dicen los medios que esa es la imagen que resume Galicia. Se repite el dibujo del derecho y del revés, sin contextualizar. Pero no se dice, por ejemplo, que el mapa siempre ha sido igual, incluso en 2005, cuando se quedó en la oposición. Cabría explicar que en las democracias parlamentarias no siempre gobierna el más votado. Pero el mensaje entra por los ojos, el cerebro compra y enseguida sobreviene el insulto, incluso desde dentro (ocurrió con un diputado de En Marea que enseguida se retractó). En un ámbito más doméstico, el discurso que se escucha no dista mucho de esta dramática escala: a) Nos lo merecemos, b) No tenemos remedio, c) Solución napalm. No se asusten, al oído foráneo los comentarios pueden parecerle exagerados, pero en Galicia eso se entiende como retranca, una mezcla de ironía con humor negro que casi siempre conlleva un mensaje de autoodio: nos va en la sangre. Quizás por ahí empiece a entenderse, yendo hacia atrás en el tiempo, qué diablos ocurre en Galicia.
La Galicia que no fue
Los gallegos que no votan al PP rumian, elección tras elección, el «por qué aquí no». Sería como la contraparte del «En Galicia sí» de la campaña del PP, y un capítulo más de La Galicia que no fue, una suerte de Arcadia perdida en algún lugar de la historia. Porque, poniendo el angular, en Galicia (casi) siempre han mandado los mismos: más o menos conservadores más o menos centralistas. Para el imaginario galleguista, todo se remonta a los Reyes Católicos, que resolvieron sus problemillas con parte de la nobleza local (sería, quizás también, la mitad) desplazándola por la castellana, así como centralizando la administración del Reino de Galicia. El cronista aragonés Jerónimo de Zurita lo intituló «doma». El político y escritor gallego Castelao le añadió, ya en el siglo XX, algo más gráfico: la «doma y castración» de Galicia.
Aunque discutido por algunos historiadores, aquel proceso se estudia en Galicia como punto de partida para los séculos escuros, del XVI al XVIII, solo aliviados con el Rexurdimento cultural del siglo XIX, y una sucesión de movimientos políticos (provincialismo, regionalismo, agrarismo) que culminaron, ya al inicio del XX, en el advenimiento del nacionalismo gallego, teorizado por Vicente Risco, que nunca dejó de separar su concepción política de la cultural (la mayoría de políticos eran, de hecho, intelectuales). Cuando parecía que la llama galleguista prendía, con presencia parlamentaria en Madrid durante la II República, La Galicia que no fue volvió a cobrar forma. En 1936 se elaboró el Estatuto de Autonomía, se plebiscitó y se llevó a Cortes para aprobarlo. Con un detalle macabro: era 15 de julio. Tres días después Francisco Franco se alzaba contra la República. Otros cuarenta años de oprobio, otra frase fatal: «A longa noite de pedra». Ojo: en Galicia, sin tejido industrial ni clase obrera, la guerra civil duró semanas; lo que duraron los fusilamientos y represalias a los cuadros republicanos y a los activistas anarquistas y nacionalistas que no consiguieron escapar. El resto, especialmente la clase intelectual y política, huyó al exilio, donde se encontró con la emigración, otro factor fundamental al que pronto llegaremos.
«Galego coma ti»
El estatuto a medio aprobar de 1936 le permitió a Galicia cobrar estatus de «nacionalidad histórica» en la Constitución del 78. Dos años después, tras Cataluña y Euskadi (como siempre), se aprobó el estatuto vía referéndum, y luego se celebraron las primeras elecciones. Técnicamente, en ambos ganó la abstención: más de un 70% en el estatuto y un 55% en los comicios. Quizás eso también explique algunas cosas. Menos mal que en aquella época no había casas de apuestas. Porque, ya entonces, las elecciones gallegas se tomaron como termómetro de la política española, al ser las primeras tras el 23-F. Craso error. Contra todo pronóstico, ganó Alianza Popular —germen del PP—, la UCD fue la gran derrotada y el PSOE pasó sin pena ni gloria. Un año después, Felipe González arrasaba y se instalaba en Moncloa para los siguientes catorce años.
El desconcierto gallego, leído en clave de Madrid, no lo era tanto en Galicia: entre la descomposición de los que debían dar estabilidad —UCD— y la emergente fuerza del PSOE, Galicia prefirió la AP de Manuel Fraga, que desde Madrid saludaba radiante en los carteles electorales junto al candidato, Xerardo Fernández-Albor. El nacionalismo de izquierdas entraba en el parlamento, pero los diputados se negaron a jurar la Constitución española y fueron expulsados. Mientras, en Euskadi y Cataluña ya empezaba a gobernar el nacionalismo conservador. No es un detalle menor si queremos trazar un paralelismo que sería evidente en años posteriores: la derecha española era diferente en Galicia. Lo demuestra el demoledor eslogan de campaña: «Galego coma ti» (gallego como tú). Su creador, el expopular Xosé Luís Barreiro, sabía que esa frase contrastaba con la imagen de Fraga en Madrid, decididamente antiautonómico y ubicado en el centralismo más acérrimo. Pero ese acento galleguista —tímido y folclórico— los disparó en las urnas. Y hasta hoy.
En aquellos años no se creó un partido nacionalista moderado de peso, entre otras cosas porque los intelectuales galleguistas prefirieron integrar las filas del PSOE, e incluso de AP, antes que establecer una entidad propia. Y por ahí se quedó libre un espacio que fue hábilmente ocupado por AP, consciente de que había una mayoría conservadora y galleguista, igual que ocurría en Euskadi y Cataluña con el PNV y CIU. Tan lejos, tan cerca. En un alarde de contradicción, el galleguismo lo encarnó el partido más españolista, el más conectado con lo que quedaba del franquismo. Y aún fue más allá, cuando absorbió a la mayoría de un partido que intentó ocupar ese lugar en las elecciones siguientes. Se llamaba Coalición Galega y terminó dividiéndose, para ganancia popular. Tras un corto período de un tripartito de izquierdas y nacionalista, aupado por una moción de censura, se celebraron unas nuevas elecciones que lo cambiaron todo. Era 1989 y desembarcaba en Galicia el León de Vilalba.
Fraga y nada más
«O presidente para un gran pobo», rezaban los carteles, con Fraga silueteado, mirando hacia la derecha, sobre un bucólico fondo de ría. Así llegaba el exministro franquista, fundador de Alianza Popular y el Partido Popular, que sobrevivió políticamente haciendo en su tierra lo que no consiguió en Madrid: gobernar. En Galicia creó su pequeño país, más bien su land, pues a él le gustaba decir que era una Baviera en ciernes. Si acaso con un pelín menos de desarrollo. En cuanto se acomodó, soltó amarras en el partido en Madrid, dejando a Aznar al frente —«ni hay tutelas ni hay tu tía»— con un pequeño lío con el tesorero del partido, Naseiro. Déjà vu. A seiscientos kilómetros, mientras, el franquista se volvió galleguista, y como no podía ser de otra manera, quiso ser el número uno: reconoció el derecho de Galicia a ser libre, con su teoría —convertida en libro— de la «administración única». En ella abogaba, en un federalismo sui generis, por un autogobierno hasta el límite «para permitir la autoidentificación de la realidad histórica social y cultural». O sea, solo un paso antes que la autodeterminación. Lo diremos de nuevo: Fraga, se lo creyese o no, pedía por escrito más autogobierno de Galicia. Y con ello ganó elecciones hasta aburrirse.
En aquel 1989 ganó la absoluta por los pelos y con reticencias, con la inestimable ayuda del voto emigrante, por entonces poco o nada fiscalizado (ahí quedó, en el limbo, la historia de las sacas llegadas de Venezuela, vencido el plazo de recuento). En el 93 superó en cinco escaños la mayoría absoluta. Y en el 97 y el 2001 ya no bajó del 50% de los votos. En esos años se dio el primer sorpasso en la izquierda, al convertirse Bloque Nacionalista Galego en segunda fuerza. Ahí va otro toque diferenciador: con el voto al BNG, uno de cada cuatro gallegos pedía la autodeterminación, la independencia o incluso una república socialista independiente, según qué fracción del frente se tuviese en cuenta. El Bloque aglutinaba a todo el abanico ideológico nacionalista de izquierdas, de la socialdemocracia al marxismo, con organización bastante especial: en su comité nacional mandaba la UPG, autoidentificado como partido comunista gallego de liberación nacional, pero su portavoz y cara visible era Xosé Manuel Beiras, un intelectual más moderado, que sin embargo protagonizó encendidos debates con Fraga. El presidente de la Xunta cargaba las tintas contra la formación en cuanto podía. Se cuenta cómo en cierta ocasión en A Coruña tuvo un acceso de ira cuando desde el coche vio una pintada reivindicativa del independentismo a la izquierda del Bloque, que decía: «Galicia y Nagorno Karabaj, la misma lucha». Sus votantes le daban la razón, como si la hermandad caucásica formase parte del programa del BNG.
La izquierda galleguista, sin embargo, cobró más fuerza en la calle en 2002, el año del Prestige. La gestión del naufragio limó parte del voto al PP, aunque eso no se tradujo en un trasvase excesivo de votos en las elecciones municipales del año siguiente. Paradigmático fue el caso de Muxía, zona cero del desastre, y otros pueblos de la damnificada Costa da Morte, donde el PP repitió victoria sin resentirse en votos. El secreto estaba en el talonario: se repartieron indemnizaciones a diestro y siniestro, muchas en campaña electoral e incluso, como ocurrió en algunos concellos, se aprovechó para saldar cuentas pasadas de otro naufragio, el del Aegean Sea. La lluvia de millones del cacareado Plan Galicia no evitaron, sin embargo, el castigo en las urnas en las generales de 2004 y sobre todo en las gallegas de 2005. Definamos castigo: arrebatarle la mayoría absoluta al PP. Como decíamos arriba, solo ha ocurrido en circunstancias muy especiales. Y estas, con Fraga debilitado —ochenta y dos años— y el partido resquebrajado, lo eran.
Boinas vs. birretes
En Galicia la distancia entre la ciudad y el campo no se mide solo en kilómetros. Quedó demostrado en la lucha del poder en el PP de aquella época, acorde a la complejidad del partido. Aunque se tiñó de guerra de sucesión, en realidad fue una señal de los tiempos: a la siempre olvidada Galicia empezaban a llegar las autovías y algún que otro tramo de tren rápido, además de tres aeropuertos. Y a esa Galicia le correspondía, a juicio de Génova 13, una clase dirigente moderna, que el PP identificaba con cuadros muy diferentes a los que durante años habían mantenido el fuego vivo en las provincias del interior, Lugo y Ourense. Hasta entonces el PP (de Galicia, como se empeñaban ellos en diferenciar), había crecido y, sobre todo, se había mantenido gracias a Xosé Cuíña, José Luis Baltar y Francisco Cacharro, hombres fuertes de Pontevedra, Ourense y Lugo, que hacían política a la vieja usanza, exprimiendo el poder local hasta el límite, llegando a la última casa de la última aldea para ofrecer su ayuda a cambio, claro está, del voto.
En Galicia hay un gobierno, cuatro diputaciones y trescientos catorce ayuntamientos. Pero para entender los mecanismos de poder hay que coger el microscopio: primero está la aldea, luego el lugar, luego la parroquia y al final, solo al final, el concello. Qué lejos queda Santiago, cuánto más Madrid. Para entenderlo mejor, otro dato: en Galicia se ubican más de la mitad de los núcleos de población de toda España. De ahí se explica un localismo por veces feroz —pueblos vecinos rivales que en Galicia se tocan puerta con puerta—. Y ahí, en esa dispersión, quien maneja la llegada a cada nervio de cada rama del árbol, gana. No hace falta decir qué partido lo supo hacer mejor.
Hace un siglo, con el rural mucho más poblado, se confiaba en aquel que conseguía interceder ante las estructuras superiores para conseguir un beneficio para el pueblo. Ah, el caciquismo. Ni siquiera la tragedia franquista alteró apenas en lo micro la verdadera dinámica política de Galicia. Hoy se mantiene a pesar (o precisamente) por el despoblamiento de una sociedad que no ha avanzado en sus engranajes al mismo ritmo que el asfalto. El fenómeno del clientelismo político —caciquismo— no es nuevo ni es patrimonio gallego, pero aquí se ha redondeado una versión autóctona que le ha dado pingües beneficios políticos al partido en el poder.
En el caso de Baltar, por ejemplo, él nunca ha negado eso de ser cacique, pero, eso sí, «un cacique bueno». En Lugo ocurría algo parecido con Cacharro, si bien el corte del personaje era diferente. Y asimismo con Cuíña en el interior de Pontevedra, o fillo do muiñeiro que reinvidicaba el galleguismo del PP (de G) «al límite de la autodeterminación» y que cerraba los mítines con un verso de Ramón Cabanillas: «Galicia, Nai e Señora». Ante estos barones, aquellos otros políticos profesionales de corte moderno, estudiados y castellanohablantes, que habían pasado en algún momento por Madrid y que aspiraban a hacer buena letra para volver. No es de extrañar que hubiese encontronazos entre las boinas —los primeros— y los birretes —los segundos—, escenificados, por ejemplo, en el congreso en 1997, en el que Cuíña, entonces delfín de Fraga, mandó al poleiro, el gallinero, al ministro Mariano Rajoy y a Romay Beccaría. El segundo, en la sombra, tejió apoyos en Madrid y Santiago para ejercer como contrapeso a las boinas. Lo consiguió a partir de 2003, cuando después de caer Cuíña en desgracia, —precisamente por derivaciones del Prestige— pudo imponer a uno de sus pupilos, justo a tiempo, cuando se acercaba el ocaso de Fraga. Se llamaba Alberto Núñez Feijóo.
El poder de la Galicia exterior
Cómo será Galicia de singular que su bandera e himno se utilizaron por primera vez a miles de kilómetros, en América. Cómo será de singular que, estando en Europa, el desafío no es tanto integrar a los que vienen de fuera (son pocos y no hay noticias de veleidades xenófobas), sino lidiar con el legado de los muchos que se fueron. La emigración es un hecho diferenciador de Galicia y ha condicionado su devenir. Quien lo vio rapidito, cómo no, fue Fraga: él mismo emigró de niño a Cuba y eso le sirvió, en un alarde de timing político, para irse a La Habana un buen día de 1991, ponerse la guayabera y abrazar al jefe de Estado cubano, un señor de barba al que reconoció, antes que nada, como gallego. A Fidel Castro, que le dispensó tratamiento de jefe de Estado, le hizo una queimada en la noche tropical y lo invitó a visitar Láncara, el pueblo de su padre, en Lugo. Al año siguiente, después de la consiguiente visita a la aldea, se fueron a jugar al dominó y degustar un orujo. Petardearon los flashes para una foto a la que no le hacía falta pie: para el paisano que vio la imagen —en todos los periódicos, en la omnipresente Televisión de Galicia— aquellos dos eran solo dos viejos gallegos, quíteme allá esas ideologías.
Todo gallego tiene un pariente en la emigración y por eso la pregunta —más bien el lamento— siempre vuelve: por qué no se ha capitalizado, por qué no tiene la fuerza de lobby que tienen otros pueblos cuya diáspora, como la gallega, ayudaron a construir América: italianos, judíos, armenios, libaneses. La explicación puede estar en la recreación de otra estructura sociopolítica en Galicia, un localismo de ultramar. En cierto modo, provocado por lo mismo que les permitió marcharse. Sostienen varios historiadores, con toda lógica, que en el minifundismo se encuentra una de las explicaciones de la emigración. Al contrario que otros pueblos agrarios de jornaleros y latifundistas, en Galicia todo el mundo era propietario de un trocito de tierra. Y, si hacía falta, se vendía para salir pitando en el primer barco.
Solo en Buenos Aires, hasta hace no mucho la ciudad más grande de Galicia, existen no uno, dos ni cinco, sino más de cuarenta centros gallegos. Cada uno con nombres ya no de ayuntamientos o comarcas, sino incluso de parroquias, hoy con casi toda su población desperdigada por la Quinta Provincia. En 1985 a toda esa gente se le dio el derecho de votar por su circunscripción de origen (incluso a fallecidos a los que llegaba la documentación electoral, hasta que se depuró el censo). Cuando se sumaron todos los censados gallegos en el exterior, una luz se encendió en los partidos: conforman cerca del 15%. Y allí acudieron raudos por tanto a buscar el voto.
Hasta la reforma del voto en 2011, bastaba con fotocopiar el pasaporte, meter la papeleta en un sobre que llegaba a casa y enviarla por correo. Rápido se propagaron las suspicacias de quién votaba a quién, especialmente cuando se verificaba un excesivo número de votantes centenarios, por ejemplo. Ante los aplastantes resultados a favor del PP, la oposición reclamó el voto en urna, para que tuviera más fiscalización. Las acusaciones de pucherazo, sin embargo, se combinaban con mítines multitudinarios, también de la oposición, en los grandes centros migratorios gallegos: Buenos Aires, Montevideo, Caracas. En los años del fraguismo y su continuación las campañas se volvieron mucho más animadas que en Galicia: había pegada de carteles, cruce de acusaciones entre las delegaciones locales y piques a ver quién llenaba más los centros gallegos, no siempre con prácticas exquisitas («habrá cena gratis después del acto»). Algunos aseguran haber visto fotocopiadoras echando humo. A los que nos tocó cubrir durante años aquellos actos no se nos borra de la cabeza el fervor de las señoras que se echaban encima del candidato de turno. Durante mucho tiempo se llamó Fraga. Después el viento roló: el PSOE puso dinero en nuevas sedes y avivó un bipartidismo que no existía en la Galicia interior, también porque en la diáspora el nacionalismo siempre fue más activo en militancia que en resultados.
La emigración es conservadora en sentido estricto: vota mayoritariamente a quien esté en el poder en Madrid, lo que también habla de los flujos de información. Los hilos culturales y mediáticos entre la Galicia interior y la exterior no se trabajan, folclorismos al margen. Y eso le ha supuesto, incluso, disgustos al propio Feijóo, que perdió en el exterior en sus primeras elecciones, porque el PSOE gobernaba en Madrid y en Santiago, y no tocaba PP, según las cuentas. Hoy el censo de «residentes ausentes», esa gran expresión, sigue creciendo —se suman segundas y terceras generaciones— pero ya no es lo que era. Desde la reforma de 2011 el voto es rogado, o sea, hay que solicitar el voto siguiendo un proceso de varios pasos en el consulado, por lo que automáticamente la participación se ha vuelto marginal, para escarnio de los emigrantes de la última oleada. Ahora ocurre lo contrario. Incluso se ha dado el caso de que las papeletas no lleguen a pesar de haber rogado el voto en tiempo y forma. Lo atestigua el que escribe estas líneas desde Río de Janeiro, por cierto otro planeta de la Galicia exterior.
La lengua como arma arrojadiza
Mitos al margen, la identidad gallega se cohesiona principalmente alrededor de la cultura y especialmente la lengua, reivindicada como arma para supervivencia del pueblo. No quiere decir esto que solo los nacionalistas hablen gallego y los no nacionalistas solo castellano. De hecho, a pesar de la reducción sufrida en las últimos décadas, sigue siendo el idioma vehicular de más de la mitad de la población, principalmente en el rural, lo que nos viene a traer algo lógico: la mayoría de los votantes del PP son galegofalantes de cuna. Sucede al contrario en las ciudades, donde el nacionalismo y los partidos de izquierda tienen mayor predicamento, pero donde el castellano manda. Los jóvenes urbanos que hablan gallego lo han incorporado aprendiéndolo a lo largo de su vida: son los neofalantes. En las ciudades gallegas se dan circunstancias curiosas. Puede ocurrir que en un bar frecuentado por simpatizantes de la izquierda nacionalista se vean grupos de amigos hablando castellano entre ellos, pero dirigiéndose en gallego a sus hijos, exactamente lo contrario a lo que sucedió durante décadas, en las que la migración interior llenó los ensanches de las ciudades de matrimonios de aldea —galegofalantes— que fueron teniendo hijos a los que hablaban castellano.
Todo esto viene al caso, precisamente, porque en Galicia se vive una diglosia rampante, y aunque la lengua autóctona conviva pacíficamente con el castellano puertas adentro, su uso se ha visto reducido a depende qué ámbitos. Y a pesar de eso, el gallego ha sido usada como arma política… por el PP. Ocurrió especialmente desde 2009, en el estreno de Feijóo. En su campaña, el popular insufló el temor al votante urbano de que el Gobierno bipartito, en el poder desde 2005, quería poco menos que prohibir el castellano. Cabe recordar que la ley de normalización lingüística se aprobó en épocas de Alianza Popular porque se estimaba que el idioma era un patrimonio demasiado valioso como para no cuidarlo ante otra lengua dominante. Pero el mensaje de Feijóo caló: el PP cosechó un espectacular resultado en las ciudades.
No fue capital, pero abultó el resultado tras una campaña mucho más virulenta de lo habitual, en la que Feijóo denunciaba el «despilfarro» de los coches oficiales o los muebles del despacho del presidente, Emilio Pérez Touriño. Cámbieme unos audis que pongo unos citroën y asunto solucionado. Y arrasó. Habían pasado cuatro años, es cierto, en los que el bipartito no había tenido una convivencia pacífica. Los desencuentros le dieron gasolina al PP para apelar a un mensaje que se repite hasta hoy: con nosotros, estabilidad. Con ellos, el caos.
Conclusión: mayoría absoluta.
Para rematar, algunos medios le echaron el cable que le faltaba. El mayor periódico de Galicia publicó, poco antes de las elecciones, una foto del vicepresidente, Anxo Quintana, del BNG, en un yate con un constructor que había sido uno de los adjudicatarios del concurso eólico de la Xunta. Feijóo salió enseguida a pedir explicaciones y pidió la dimisión de Quintana, por «mezclar la política con los negocios». Quién le iba a decir lo que se destaparía años después en otras fotografías de yates.
El transformer
Teníamos entonces a un joven veterano político de cuarenta y siete años que creció al amparo de Romay Beccaría y que se presentaba como representante del nuevo PP urbano, pese a haber nacido en un pequeño pueblo del centro de Galicia. Primero en la consellería de Sanidad, como secretario general de su jefe y mentor, Romay Beccaría, y luego, en Madrid, en el Insalud y en Correos. Estaba listo para la vuelta a Galicia, con un espíritu renovador que nada tenía que ver con la vieja política del PP gallego, o así lo presentaban. Ocho años después, Feijóo festeja su tercera mayoría absoluta, pero su imagen es otra: al birrete le ha limado las puntas y le ha puesto un rabito encima, tanto que parece una boina, en un eterno retorno siempre ganador, aunque existan escándalos de corrupción flagrantes que, como se ha visto, poco importan al fiel electorado. El Feijóo de aldea es la última jugada de una campaña, la de 2016, más personal que electoral, y no solo por el bebé. Dicen, analizan, sentencian —eso da para otro texto— que ya está todo preparado para que dé el salto a Madrid. Pero tiene alguna cuenta pendiente.
Al presidente gallego le persigue desde hace años la archifamosa foto de la cremita en el yate del contrabandista y narcotraficante Marcial Dorado, cuya amistad cultivó mientras él era número dos de Sanidad en Galicia, en los noventa. Las redes poselectorales se incendiaron (de tanto fuego, más que redes parecen la sede del PSOE) también por eso. ¿Cómo era posible que, además de todo, los gallegos votasen al amigo de un narco?
Y entonces hacemos como acto de contrición una recopilación de anomalías con las que crecimos: en Galicia se acodaba uno en la barra y pedía las copas de ron Cacique aplicándole el apellido del político de turno, se acompañaban con Winston de batea y se veían en televisión, entre chistes, las operaciones policiales en las que se detenían a señores de camisa raída y cara triste entre cajas de tabaco primero, fardos bien apiladitos después. Y se miraba para otro lado, incluso cuando se sabía que la clase política estaba relacionada con todo aquello y se iba de rositas. Decían algunos, formaba parte de nuestro folclore. No es lícito, pero son nuestros. Y así pasan los años y las décadas. Con diálogos inefables como este, escuchado en pleno Buenos Aires, entre gallegos llegados medio siglo atrás desde la misma aldea. Al encontrarse en una fiesta le decía uno al otro:
—E ti, a quen vas votar?
—Eu? Aos nosos. E ti?
—Tamén.
Más claro que el agua del Miño.
Pingback: Galicia, mundo y aparte (o por qué el PP arrasa)
La frase «Galego coma tí» no es de José Lyis Barreiro. Esa frase se fraguó en una cena en el restaurante «Camilo» en la rúa del Franco en Santiago. La frase es mía, y el receptor de la misma fue Enrique BEOTAS, que se la llevó anotada en una servilleta de papel. Barreiro no sólo tuvo que ver nada en dicha campaña, sino que Fraga ni siquiera se hablaba con él tras romper el gobierno de Albor para hacer un bipartito con el PSOE.
En 1989, cuando Fraga se presenta por primera vez, y con esa frase. Barreiro era vicepresidente de la Xunta con el PSOE en la presidencia.
Por favor, os ruego que, si queréis poner el nombre, cosa que tampoco me quita el sueño, pongáis el que corresponde.
Gracias
Jorge Alonso, el lema «Galego coma ti» es de la campaña de 1981, cuando se presentó por primera vez Fernández Albor… Barreiro fue la cabeza pensante de aquella campaña de AP. No sé a que viene atribuírse esa frase…
Don Manuel, creo que se equivoca. Yo también oí muchas veces esa historia de «Galego coma tí» y es de 1989, no de 1981, que en Galicia ni estaba ni se le esperaba a Fraga. Oído por cargos del PP de Galicia, no por otras voces, en esa misma cena dicen que estaba también el luego Conselleiro Pérez Varela, y probablemente algún otro jefe popular menos conocido. Además del «Galego coma tí» que se usó para cerrar la contraportada de un gran folleto de veintitantas páginas, también salió de esa cena bautizar a la sede del PP gallego como «La nécora». Esa cena la conocen todos los cargos del PP gallego de entonces y hay testimonio gráfico colgado en las paredes de ese restaurante. Pero bueno, si usted quiere atribuírsela a Barreiro, hágalo. En 1989 Barreiro no estaba precisamente bien visto por Don Manuel…
Buenos días Don Manuel:
Pasó a aclararle esto, ya que me he dado cuenta de que, aparte de errores míos, esto es, y no lo sabía una especie de Boyle-Mariot.
Ayer me llaman para decirme que se ha publicado esto, y me enlazan un whattshap al mismo. Me dicen que hablan de la frase «Galego coma tí» en referencia a la campaña de Fraga del 89. Contesto sin leer el artículo, la verdad, y expongo lo que he comentado.
Hoy, al leer su comentario, me quedo extrañado, y leo el artículo de Lezcano entero, y compruebo que en 1981 se usó esa frase, pero en plural, para referirse a Albor y Fraga. Desconocía esto absolutamente. Yo en ese año tenía 13 años y escasas inquietudes políticas.
En septiembre de 1989 hay una cena en casa «Camilo», en el Franco, a la que asisten, entre otros, Pérez Vareal, como alguien ha escrito por ahí. Dositeo Rodríguez no estuvo en ese encuentro, aunque sí en otros de los muchos que tuvimos allí y en otros locales en esa campaña.
Al acabar la cena, quedamos cuatro personas tomando un gintonic: Enrique Beotas, Miguel Jurado, Antonio Bernal y yo. BEOTAS nos habla de la idea de hacer una especie de álbum de fotos en los que se retrate a Fraga como estadista, como padre y como gallego. Para ese álbum Enrique quería distanciarse del lema de la campaña «Un presidente para un gran pobo», y tras varias discusiones, a Beotas le parece bien la de «Galego coma tí», porque era acercar a Fraga a sus paisanos. Y, efectivamente, se maqueta esa revista en formato A2, a todo color, y se imprimen miles de ejemplares para repartir con la prensa dominical. Esa frase era la que definía a ese álbum de fotos.
Es cierto también que de esa cena salió el nombre de «La Nécora» para la sede gallega del PP entonces en la calle Hórreo, y que a don Manuel Fraga nada gustaba. Guardo todavía algún boceto que hice, y que recorrió en fotocopia la sede, de una hoja de la «Oficina de Prensa Electoral» en la que en vez del charrán del logo del PP, puse una nécora. Contraria mente a lo que mucho se especuló con ese nombre, jamás tuvo nada que ver con la «operación Nécora», fue todo mucho más simple que eso… Fue todo por las nécora se del Camilo y un lío de palabras tonto que derivó en bautizar a la sede con ese nombre.
Espero haber aclarado las dudas, y, como dije, no era un tema que me quitaste el sueño, pero era necesario aclarar que hubo dos frases, una en plural, que sería de Barreiro, y otra mía, en singular, desconociendo la existencia de la anterior. No tiene más importancia, pero queda aquí una anécdota más de aquella campaña del 89. Un saludo.
es obvio que no es tu frase, pues se utilizó en la campaña de 1981 con Albor de candidato (sí, en los carteles salia Fraga con esa frase pero el candidato era el bueno de Gerardo, y Barreiro era el hombre fuerte. Beotas no esta ya entre nosotros para desmentirte pues murió en lo de Angrois.
Bario, l mismo que a Don Manuel. Esa frase fue de la campaña de 1989, y esa historia la oí a varios altos cargos de entonces. Sí hay vivos de esa historia, como Pérez Varela y otros que desconozco. En esa misma cena se bautizó a la sede gallega del PP como «la nécora». Creo que también estaba el que luego fue Conselleiro Dositeo Rodríguez. Y es más, probablemente, esto ya es de mi cosecha e imaginación, aunque muy probable, estaría el publicista que montó aquella campaña. ¿Le suena Correa…? Pues sí, el señor Correa de la Gürtel fue el que hizo la campaña del 89…
Buenos días «Un de Bamio»:
Pasó a aclararle esto, ya que me he dado cuenta de que, aparte de errores míos, esto es, y no lo sabía una especie de Boyle-Mariot.
Ayer me llaman para decirme que se ha publicado esto, y me enlazan un whattshap al mismo. Me dicen que hablan de la frase “Galego coma tí” en referencia a la campaña de Fraga del 89. Contesto sin leer el artículo, la verdad, y expongo lo que he comentado.
Hoy, al leer su comentario, me quedo extrañado, y leo el artículo de Lezcano entero, y compruebo que en 1981 se usó esa frase, pero en plural, para referirse a Albor y Fraga. Desconocía esto absolutamente. Yo en ese año tenía 13 años y escasas inquietudes políticas.
En septiembre de 1989 hay una cena en casa “Camilo”, en el Franco, a la que asisten, entre otros, Pérez Vareal, como alguien ha escrito por ahí. Dositeo Rodríguez no estuvo en ese encuentro, aunque sí en otros de los muchos que tuvimos allí y en otros locales en esa campaña.
Al acabar la cena, quedamos cuatro personas tomando un gintonic: Enrique Beotas, Miguel Jurado, Antonio Bernal y yo. BEOTAS nos habla de la idea de hacer una especie de álbum de fotos en los que se retrate a Fraga como estadista, como padre y como gallego. Para ese álbum Enrique quería distanciarse del lema de la campaña “Un presidente para un gran pobo”, y tras varias discusiones, a Beotas le parece bien la de “Galego coma tí”, porque era acercar a Fraga a sus paisanos. Y, efectivamente, se maqueta esa revista en formato A2, a todo color, y se imprimen miles de ejemplares para repartir con la prensa dominical. Esa frase era la que definía a ese álbum de fotos.
Es cierto también que de esa cena salió el nombre de “La Nécora” para la sede gallega del PP entonces en la calle Hórreo, y que a don Manuel Fraga nada gustaba. Guardo todavía algún boceto que hice, y que recorrió en fotocopia la sede, de una hoja de la “Oficina de Prensa Electoral” en la que en vez del charrán del logo del PP, puse una nécora. Contraria mente a lo que mucho se especuló con ese nombre, jamás tuvo nada que ver con la “operación Nécora”, fue todo mucho más simple que eso… Fue todo por las nécora se del Camilo y un lío de palabras tonto que derivó en bautizar a la sede con ese nombre.
Espero haber aclarado las dudas, y, como dije, no era un tema que me quitaste el sueño, pero era necesario aclarar que hubo dos frases, una en plural, que sería de Barreiro, y otra mía, en singular, desconociendo la existencia de la anterior. No tiene más importancia, pero queda aquí una anécdota más de aquella campaña del 89. Un saludo.
PD: Señor Álvarez, se equivoca de persona en lo que respeta a Correa. Quizás por el parecido físico. Sí era publicista, sí tenía su empresa en Madrid, pero no, no fue Francsico Correa el gestor publicitario de aquella campaña.
Por favor, los que estén muertos de ganas por defecar contra los gallegos fachas, fascistas, paletos, idiotas y demás tópicos, no se apresuren y háganlo con orden y concierto. Que se note que son ustedes cultos, cultivados y de ciudad.
Luego, cuando hayan acabado, límpiense el trasero y sigan sentados en la taza del wáter, esperando a que les hagan caso esos mismos gallegos a los que acaban de insultar.
Pues sí. La verdad es que irritan mucho determinados «análisis» que no son más que puro cuñadismo… y que con frecuencia provienen de comunidades autónomas más ricas, más pobladas, más urbanas, más industrializadas…En fin, supuestamente más avanzadas, y que se han tirado lustros votando mayoritariamente al PP valenciano o a Esperanza Aguirre & Co.
Que haya paletos en Madrid (y los hay en grandes cantidades) no excluye que los haya en Galicia (si el contraejemplo ademas es la tierra de Canis y Ninis, apaga y vamonos). Y atentos al dato, el PP de Galicia ha ganado durante 30 años con mas del 40% del electorado, cosa que pasa en muy pocos sitios del pais, asi que mas valdria que, en vez de poneros de uñas, hicierais un poco de analisis y autocritica.
Que un tipo que se pasea en barcos con un traficante (parece Narcos esto oiga) salga despues elegido por mayoria absoluta dice mucho de una region, lo siento.
Luego también hay otros paletos de pueblos de Valladolid, como Campaspero, donde arrasa el PP desde las primeras elecciones, y no les verás hacer esa autocritica que les demandan a los demás. Son paletos de Fachadolid que se arrastran por el extranjero para que les tiren un trabajito precario, como buenos perritos amaestrados que son.
Claro, para ti, que el PP haya ganado en Galicia durante 30 años y que Feijóo se codee con Narcos es lo que marca la diferencia respecto al resto de España. Como si en el resto de autonomías les haya ido mucho mejor cuando el poder lo han alternado con el PSOE o con cualquier otro partido, o si en el resto de autonomías los amigos de los dirigentes políticos fuesen menos reprobables que un narco. En cuanto a población en riesgo de pobreza, estamos mejor que el promedio nacional (17,2%), ahora explícame qué relevancia tiene que en otras autonomías no hayan tenido al PP si están peor. A dar lecciones de a quién votar a otro lado, y te recuerdo que al PP le han votado en las últimas autonómicas aproximadamente el 25% de gallegos, es poco cabal generalizar a partir de un porcentaje tan bajo.
Pues yo , uno de tantos gallegos emigrados, vivo en una ciudad donde la portavoz del partido gobernante en el ayuntamiento se paseó en pelotas hace pocos años por una iglesia diciendo a los asistentes que «acabareis como en el 36» ( se supone que no muy bien parados), y mira , ahí está…extrapolando tu desafortunado comentario, esto dice mucho de una ciudad, y sería conveniente que los ciudadanos de esta ciudad hicieran un poco de análisis y autocrítica
Y supongo que te preocupa más que una tía entre en pelotas en una iglesia a que el partido de la oposición vote a favor de negar del derecho a asilo a millones de refugiados, devolviéndolos por la fuerza a zonas de conflicto. Un claro ejemplo de la doble moral de la derecha.
Los gallegos votan lo que les sale de las gaitas y tienen todo el derecho del mundo a votar lo que les salga de las narices, nos guste o no. Se llama democracia.
Es curioso, pero recuerdo perfectamente la «pintada caucásica». La frase completa decía «GALIZA-NAGORNO KARABAJ. A MESMA LOITA: AUTODETERMINACION».
Estaba en la planta baja de un enorme edificio blanco ubicado al pie de la Avenida da Vedra (o de Alfonso Molina), uno de los principales accesos a la ciudad. Las letras rojas contrastaban con la pared blanca, y la pintada medía varios metros de longitud, de manera que cualquiera que pasara por delante, en vehículo o andando, la veía sin dificultad. La pintada -de 1989, cuando empezó el conflicto en dicha zona de la todavía URSS- fue visible cerca de dos décadas, convirtiéndose en parte del paisaje del barrio.
No se yo si ese tipo de cosas son causa o consecuencia de la marginación de la opción independentista/nacionalista a manos de ese «galeguismo» del PP de Fraga.
Digo, a mas o menos la gran mayoria de los gallegos, esa pintada les parecia una tonteria enorme, como casi todas las intervenciones geniales de los mas ardientes independentistas. Que si, que en su burbuja se podian soltar una parida asi, pero para el resto de Galicia… ¿de que hablan estos? ¿Nagorno que? ¿Lucha?
Probablemente sea injusto pero esa es la imagen con la que se ha quedado la gente – que tienes un grupo minúsculo de iluminados hablando de entelequias extrañas frente a una realidad que es azul y listo. Poco margen para una concepción diferente del galeguismo que no fuese la folklorico-caciquil del PP mayoritaria vs estas frikadas.
Luego ya vino el asalto de los birretes como dice el articulo e importar los modelos de conflicto de Cataluña y Euskadi … por parte de la derecha. Porque para una plaga que no teniamos, vamos a traerla.
O por poner otra óptica y regresar a las pintadas: Galicia es el único sitio donde te puedes encontrar otra, muy interesante, que dice «¡Franco, vuelve y mátalos a todos!»…
… en gallego.
Nos guste o no fue M. Fraga quien estructuró el autogobierno en Galicia y lo hizo de una manera que -espero no parecer pedante- tiene unas características muy peculiares (y diferentes a las que practica Núñez Feijoo):
-Sabía que era su último puesto político y consecuentemente no tenía nada que perder. Podía ir a Madrid, decir lo que le viniese en gana… iba a ganar igual y en caso de duda, decía o hacía lo que le reportaba réditos en Galicia. Núñez Feijoo no, y en los próximos meses se juega el pase a Madrid, que es lo que quiere. Veremos quién viene detrás…
-Tenía un concepto muy «británico» de la autonomía. Fraga veía Galicia como Escocia o Gales y su relación con Inglaterra y el Reino Unido. De hecho era muy difícil ver una bandera de España en cualquier acto del PP de aquella, ya no digamos en un edificio oficial o incluso en la TVG. Simplemente se «sobreentendía». Para un gallego el concepto de España y español es muy difuso: todos son gallegos. La gente, por ejemplo, piensa que nadie habla «mal» español como se habla «mal» gallego. No hay un «otro» como en Euskadi o Cataluña que articule un nacionalismo identitario. Fraga lo sabía pero Feijoo lo pasa mal cuando tiene que defender ciertos legados de Fraga en Madrid: ya le atacaron por la cuestión de la bandera en la sede del Gobierno gallego (solo hay una en el tejado y no es rojigualda) y hace unos meses un gobierno del PP ¡¡¡¡organizó un partido de la selección de fútbol gallego!!! algo criticado hace años cuando el bipartito y tras haberse fundido millones en traer a la roja a esta esquina.
-Fraga nunca defendió el gallego (no llegó a aplicar la ley de normalización que aprobó) pero no lo atacó. Sabía muy bien que desarticular ciertos elementos identitarios desata tormentas (¿a alguien le suena el PP en Cataluña y las cuestiones de la inmersión?) de mayor calado político. Feijoo sí, no porque le importe -a Feijoo solo le importa Feijoo- sino porque le reporta réditos en Madrid. La partida a Feijoo le salió bien: desarticuló a Ciudadanos.
En Galicia no gana el PP, gana la maquinaria del PP. Fraga lo sabía muy bien -y esto no es porque los gallegos seamos tontos sino porque el estado en su conjunto carece de formación política, materia obligatoria en casi todos los países de la UE- y actuaba en consecuencia.
La sensación que tengo es que Feijoo está llevando ciertas cuestiones demasiado lejos… y esta mayoría absoluta le puede salir muy cara si se va a Madrid.
«ya le atacaron por la cuestión de la bandera en la sede del Gobierno gallego (solo hay una en el tejado y no es rojigualda)»
La bandera que está en lo alto del tejado de San Caetano es la gallega, en efecto, porque es la sede del gobierno gallego. Es una bandera ornamental, como si ponen un pulpo cocido: no tiene repercusión legal.
Las banderas que, cumpliendo la ley, están en la fachada del edificio, son la gallega, la española y la europea. Y en todos los despachos de los altos cargos figura la gallega y la española.
Anda que no se quedaron intelectuales galleguistas durante el franquismo: Álvaro Cunqueiro, Vicente Risco, Otero Pedrayo…. Esas son las tres patas de la banqueta del nacionalismo gallego de derechas que tan bien ha sabido aprovechar el PP; porque, aunque muchos no lo crean, en Galicia el PP se vestía (y se viste) de cierto nacionalismo gallego, al estilo de Risco o Pedrayo, ensalzando a los campesinos, las tradiciones y las diferencias fisicas o de carácter que tenemos con nuestros vecinos de Castilla. Por eso Fraga arrasaba en Galicia, porque sabía hablar en gallego no normativo con el paisano del rural, mientras comían un pulpo y se tomaban un albariño o una queimada. En una tierra tan conservadora como es Galicia, quién se haga con esa «centralidad del tradicionalismo» es el que gana las elecciones. Y aunque Feijoo ya no conquista los corazones del rural como don Manuel, se le reconoce como un buen «vinculeiro» de ese señor.
Galicia, sitio distinto, pero non tanto como cren algúns.
yo es que creo que no habría que confundir galleguismo con nacionalismo. Creo que esa ha sido la virtud del PP, de conciliar galleguismo con no-independentismo. Hablar gallego y sentirse gallego no implica no sentirse español, y por eso ellos han estado cómodos con ese debate y el BNG lo ha tenido complicado.
eso sí personalmente creo que ha sido positivo y paradójico: que un partido de derechas, posfranquista, haya apostado por el bilingüismo y la multiculturalidad y no lo haya hecho la izquierda (véase cataluña).
no se sí buscado o con convicciones, pero en galicia lo han logrado, y es de agradecer, pues no hay la fractura social que en otras zonas sí.
eso, unido a que galicia es conservadora y casa de los grandes líderes conservadores españoles les ha puesto todo en bandeja, aún más si cabe con las peleas eternas de la oposición.
Tampoco hay que confundir nacionalismo con independentismo, creo yo. Cuanta gente nacionalista preferiría una república federal o confederal antes que la independencia? Lo de galleguidad vs españolidad lo explica muy bien Syldavija por ahí arriba: en Galicia el concepto de españolidad es difuso, prácticamente no hay gente de fuera. Galleguidad es españolidad por defecto.
Bueno, además habría que tener una cosa en mente: desde hace muchisimos años, Galicia es una región donde menos del 5% (han leido bien) se identifica como «sólo gallego» y apoyaría una hipotética independencia. Estos valores están en sintonía con Valencia, y los pueden ver en los estudios del CIS.
Lo que quiero decir, es que el galleguismo es regional, no nacionalista ni independentista. Por eso es compatible con el españolismo o el PP. La mayoria de los gallegos se siente español y gallego, bilingüe y tiene preocupaciones muy diferentes a las identitarias (parece que Euskadi camina hacia eso…)
Vamos, que de hecho sólo una minoría de los votantes del BNG y Podemos-Mareas-Anova se sienten solo gallegos e indepes.
Es una cuestión pues también sociológica, no solo de maquinaria electoral y caciquismo, que por supuesto tiene su importancia.
Mi esposa era gallega y buena parte de sus familiares estaban enchufados en la diputación de cierta provincia, en Galicia he veraneado muchos años, tengo amigos gallegos… pero sintiéndolo mucho, los gallegos son otra cosa (y no precisamente buena). Yo no consigo entenderlos ni de lejos y me parece que lo que mejor les define es aquel chiste de los 50.000 gallegos que van por el campo llorando lastimosamente y les para uno que va por la zona y les pregunta por qué lloran. Ya saben la respuesta: «es que nos hemos perdido…».
Mi esposa era XXXX y buena parte de sus familiares estaban enchufados en la diputación de cierta provincia, en XXXX he veraneado muchos años, tengo amigos XXXX pero sintiédolo mucho, los XXXX son otra cosa (y no precisamente buena)…(Cúbrase XXXX según fobias, please).
Joer,qué nivel el del españolito estándar.
Muy buena contestación para el comentario más palurdo del foro.
«Los gallegos son lo que yo digo que son. Y para muestra, un chistaco»
No se de donde eres, pero decir que los gallegos no son buenos, es mucho decir
Aquí somos hospitalarios como el que más. Si no nos entiendes es que poco interes has tenido en conocernos. Todo lo que has escrito un gallego te lo resume en una sola frase: VAI TOMAR POLO …. Saludos
No al cuñadismo. Basta ya. Lo que no es precisamente bueno es su capacidad intelectual. Espero que haya escogido lugar alternativo para sus veraneos, sus devaneos tampoco serán echados en falta.
¿Qué será esa cosa «no precisamente buena» que son/somos los gallegos? Esperemos que, aunque no consigas entender a los gallegos ni de lejos, al menos puedas entender a tu esposa gallega. Y rematas el comentario con un «chiste». Pues sí que te has lucido.
Ese chiste más bien corresponde a los gallegos de la Marea: «lloramos porque hemos perdido una vez más, y la gente nos llama fachas».
Un gallego tradicional no se pone a llorar en medio del campo ni a tiros. Dirá «malo será que no lleguemos a algún sitio», y se pondrá a caminar sin rechistar.
Vamos, que el gallego de media no sabe ni por donde le da el aire.
Galicia es un vertedero incontrolado de corrupción moral, miseria, indigencia mental y de fraude electoral continuado.
Y los gallegos lo saben, pero claro, es más fácil ofenderse…
Insultar a otros por su origen y no revelar la propia es señal de bajeza, mezquindad, cobardía y un fuerte complejo de inferioridad.
En el artículo se omite un detalle importante: los 14 años de gobiernos socialistas de Felipe Gonzalez nefastos para Galicia, especialmente los 10 primeros dejaron impresa en la sociedad gallega que el socialismo es el enemigo de Galicia.
me has hecho llorar de risa Por Dios¡
¿Podría desarrollar y explicar su tesis? Gracias.
De todos los comentarios del foro, este tuyo, tan simple, es el más acertado. Los gobiernos de González privilegiaron a ciertas regiones (Andalucía, Cataluña, Madrid, el sur-sureste en general), y se olvidaron de que Galicia, Asturias o Castilla y León existían, el noroeste no contaba, pocos votos en las nacionales, tendencias conservadoras, etc. Esto creó un resentimiento hacia el PSOE que aún perdura.
La radiografía me recuerda mucho a Valencia en bastantes aspectos: caciquismo centenario basado en el área rural, un partido conservador (el mismo, concretamente) que combina un discurso nacionalista valenciano con obras de nacionalismo español de corte franquista, un voto basado en votar al «conseguidor» de cosas de la administración… Alguna cosilla diferente hay, pero lo achaco al clima.
bueno, lo mismo podría decirse de CiU y ERC en Cataluña. Yo cada vez que leo a un agricultor pidiendo la independencia pero sosteniendo que la PAC la mantienen, de verdad, que me da la risa.
por no hablar del clientelismo rural catalán, nada que envidiar al andaluz y gallego.
Pero claro, los ricos parece que son menos malos
Que yo sepa, nosotros, los gallegos, no pedimos explicaciones a nadie por lo que vota y mucho menos insultamos.
No sé por qué producimos tanta alteración siendo tan pobres y paletos.
Quizá el resto de españoles debería tentarse la ropa antes de ponerse a rajar, porque hemos pasado la mitad de los últimos cien años gobernados por gallegos con, hay que decirlo, tácticas de gobierno quintaesencialmente gallegas. No solo Franco y Rajoy, maestros en el dejar pasar, esperar a ver y aferrarse a la silla, es que a ello hay que sumar la parte que le corresponda a Pepe Blanco en Psoe de Zapatero, y el liderazgo en la derecha en la oposición de Fraga -otro carácter, muy gallego también, pero que genera más rechazo- y los años que le tocaron a Rajoy en ese mismo papel. O los gallegos son menos tontos de lo que piensan el resto de los españoles, o estos últimos bastante menos listos de lo que se creen.
Pues así os va.
Deduzco por su comentario que usted debe ser de un territorio de España que no se comió cuarenta años de franquismo. Si es así, felicidades. Y dígame por qué portal dimensional se puede acceder a él. Si se trata de ese sitio donde sus supercampeones empezaron a luchar en serio contra el franquismo después de que el viejo la doblase, puede ahorrarse la superioridad moral.
Yo voto por la opción de que el resto de españoles son menos listos de lo que se creen. Yo me reconozco al menos en ella.
Echo a faltar dos cosas fundamentales: la primera, el papel de las subvenciones a la prensa local y a la prensa de vocación «regional» gallega, principalmente La Voz de Galicia, quinto periódico del Estado (sic).
La segunda, el pacto (¿no escrito?) entre el PSOE y PP, entre Alfonso Guerra/Francisco Vázquez -alcalde de A Coruña-, una cosa del tipo: «como no hay quien te arrebate el voto en el rural, tú no torpedearás el asentamiento del voto no nacionalista en las ciudades. Coruña será la bandera de la alternativa cuando usted falte, don Manuel.
La guerra en Galicia duró semanas, y lo años de hambre cuántos fueron? Y la represión? Y la falta de oportunidades? Y el franquismo prolongado por Fraga?
(en cuanto al pacto, me refiero al pacto entre Francisco Vázquez y Manuel Fraga. Fraga acabó a la izquierda del alcalde de A Coruña, que acabó a la derecha de Fraga :)
Un artículo muy ecuánime. Y respetuoso con el voto libre de los gallegos!
Felicidades.
Al margen de los comentarios de los arriba firmantes creo que Arturo Lezcano ha hecho un análisis histórico muy certero, preciso y objetivo de los últimos 40 años de la historia de Galicia.
mi comentario iba dirigido a lo que ha dicho Jeeves de los 50 mil gallegos y ha salido mal.
Parabéns pola analise. Pero hay varias cosas que creo que no se han explicado bien o son erróneas. Todas las elecciones donde el PP se encuentra fuera de la Xunta y las gana, que fueron 2, las ganó por la mínima. En el caso de la primera de Fraga tras el tripartito de Laxe, nos fuimos para cama sin saber quien sería presidente. Fraga tuvo que esperar unos dias al recuento de voto de Ourense, que e curiosamente se elevó un 30% con respeto a la participación de otras provincias para finalmente darle la victoria a Fraga. Entonces perdía diputado el BNG y Fraga ganaba su 1ª mayoría absoluta. A todo esto, con Alfonso Guerra controlando la jugada y Paco Vázquez atendiendola. A continuación Fraga hacía su jugada maestra, es decir, cambió la ley electoral, dando más peso a las de interior (envejecidas y dependientes) que a las atlánticas. Con esto subía a un mínimo del 5% el listón para conseguir escaño, y eso cortó la jugada a PNG-PG y a Coalición Galega, que asomaban la cabeza por el centro y centro-derecha nacionalista. El caso Barreiro en este tema fue clave y aviso a navegante…. Te pillo el líder te lo proceso largamente sine die, y cuando te lo absulevo… voilà, ya no tienes partido.
Falta en este analisis el papelón de Paco Vázquez liderando más o menos el PSOE gallego y sin cortarse un pelo proclamando a Fraga como el mejor presidente posible. Falta también ver algo muy parecido con el candidato perdedor en la primarias, el señor Méndez Romeu, vazquista declarado de toda la vida que dijo no querer pactar con En Marea y BNG… y claro hoy hablamos del golpe a Pedro Sánchez y cualquiera diría que los de Romeu y Caballero se dejaron la piel por Leiceaga. En el 97 cuando el sorpaso, dijo Beiras, -Falló la otra parte de la pinza contra Fraga. Cual es el papelón del PSdeG en la política gallega? Y el otro caso, la llegada de Feijóo. Feijóo ganó 38, por un solo diputado su primera mayoría absoluta, con todo con 5.000 votos menos que los otros 2.
En as segundas ganó 2 o 3 diputados perdiendo más de 100,000 votos, pero claro, entraba en escena una 3ª izquierda. Y claro, no muchos pueden hablar de tener 3 izquierdas en disputa. En la 1ª el CIS observó como irrelevante el tema de la lengua en la victoria de Feijóo. Fue su intento de hacer ver su victoria electoral como una victoria ideologica, pero si ganó en Galicia no fue por el tema de la cacareada majadería de la imposición del gallego en Galicia.
Y ya para acabar, en Galicia las municipales que siguieron al Prestige, las que se vendieron desde Madrid en medios conservadores y «progres» como la de Muxía que votó por todos, fue la 1ª en la que extrapolando quedaba Fraga sin mayoría absoluta. Tal fue así que perdió el PP la Deputación Provincial de A Coruña. Y seguidamente vinieron las generales de ZP y luego unas autonómicas en las que los gallegos echamos a Fraga… Y tengo que decir aquí que tras el 11-M en Madrid no consiguió su engreida progresía echar al PP de Aguirre y los tamayazos. Ni a esa ni a la siguiente que se colocaron el año pasado. Toda esta gentuza insultando a los gallegos y el señor Errejón presumiendo de que Podemos (sic) es la 2ª fuerza por primera vez en un parlamento autonómico. Si echan cuentas verán que la mayoría rrasadora de Feijóo solo dista de la suma de los otros 3 de la oposición en menos de 32,000 votos. 676,676 del PP y 644,952 de En Marea + BNG + PSdeG Un 51,2% frente a un 48,8%
Bien cierto también. Cuando J. L. Barreiro vendió a CG por la presidencia de la cámara los jóvenes que militábamos en CG gracias a, por ejemplo, a García Agudín, nos bajamos del carro y al final fagocitaron a CG.
Es cierto que durante años se votó en La Coruña por mayoria absoluta alcalde socialista y presidente autonómico pepero?
Políticamente hablando, A Coruña siempre fue una isla en Galicia. La mayoría absoluta del PSOE duró un cuarto de siglo. Y la verdad, mal no lo hicieron, ya que tienen una industria y un desarrollo muy potente, además de ser la sede de la todopoderosa INDITEX y en su momento de FADESA.
Es muy cierto, un caso parecido a lo que ocurre ahora en Vigo. Son alcaldes que van a su bola en el partido.
Lo de que la guerra civil duro dos dias en galicia, preguntaselo a mi abuelo que lo mataron los maquis en 1940 en la paradisiaca fraga del Eume.
Si lo mataron los maquis ya no era la guerra. ETA siguió matando hasta hace cuatro días y no por eso decimos que la guerra civil se prolongó hasta 2012 – bueno, quizá algún abertzale lo diga.
Es un análisis muy poco serio. Fraga cosechó una victoria pírrica en el 89. Es cierto que siempre tuvo la mayoría, pero muy ajustada. De hecho perdió sus últimas elecciones. Pero los que han cosechado grandes victorias incontestables, sin hablar de los pequeños pueblos donde el cacique decide a quién votar, ha sido el PSdeG. Paco Vázquez en Coruña y Abel Caballero en Vigo. Por cierto, Caballero con un resultado absolutamente incontestable con 17 concejales de 25. Eso sí es una victoria, y no los de Fraga o Feijóo, con mayorías ajustaditas. A Caballero le sobra banquillo, a Feijóo como uno le salga rana la jodió.
Seamos serios en los análisis.
Sea serio usted. Feijoo acaba de obtener 41 escaños de 75, y Fraga llegó a tener 43 de 75. No bajó de 40 hasta que perdió el poder. Si eso es ajustado…
PD. Caballero obtuvo en estas últimas su primera mayoría absoluta, con un PP de Vigo en descomposición y un discurso cercano al votante del PP.
en galicia pasa como en otros sitios de españa,por ejemplo en valencia,donde mas casos de corrupcion tiene el actual «gobierno»,fue donde mas votos saco,en galicia es algo parecido,no se trata de insultar a los gallegos gratuitamento,eso solo demuestra el nivel de «inteligencia» y mucha hipocresia de cada uno,si es ciero de que los gallegos debeian hacer autocritica,que no es «normal » que voten a un dirigente que se ha paseado en un yate junto a un narco,o que arrase el partido que mas casos de corrupcion tiene en la historia de españa,hasta el mismo partido esta imputado,normal,normal no es,hace falta mucha autocritica,pero tambien en valencia por ejemplo,o tambien a la mayoria de los españoles,los que han permitido que dos veces,el PP gane las elecciones,osea que sera mejor que nos miremos todos el ombligo un poco antes de poners a insultar a los gallegos,como hace alguno,demostrando su escasa materia gris,vivo en galicia,no me gusta que gane siempre el PP y muchisimo menos por mayoria,pero por ejemplo,en mi pueblo,As Neves,lleva 30 años ganando siempre el PSOE y no es porque lo hayan hecho siempre bien,ganara el que quieran los ciudadanos,lo peor de todo es que lo hagan con mayoria,porque entonces si que sera un circo donde haran lo que les salga de los webs,hasta pasearse en barco con un narco,sin ponerse colorado,y luego gobernar a los ciudadnos,como no ,a su manera,como el mismo narco
Felicidades por el articulo.
Creo que plasma con objetividad y respeto la realidad de los que paso y pasa en Galicia.
Parece que la historia de Galicia siempre fue apostar por el bando «perdedor» y eso marco nuestro sino.
Y luego en la transicion pues eso, al contrario que cataluña y pais vasco aqui no se asento un partido nacionalista de
Derechas que marca de nuevo el devenir.
Al final el dinero, el capital,siempre esta en la derecha, con los conservadores, por eso aqui nunca triufara el nacionalismo, porque es de izquierdas. Es solo mi opinion.
Un saludo
Sí, lo que ocurre con las votaciones en esa hermosa Galicia recuerda los años 1800 y pico cuando regresó el nefasto rey Fernando VII y los madrileños le recibieron entusiasmados al grito de «vivan las caenas», pero los madrileños espabilaron.
No se porqué se menciona tan de pasada el papel de La Coz de Galicia, cuándo su papel ha sido importantisimo para que mucha gente que no votaría al PP en su vida se abstenga de votar a los partidos que podrían desbancarlo. Cualquier analisis del sistema electoral gallego sin el papel de los vendidos de la prensa no es serio, así de claro.
Tengo curiosidad por saber de dónde se sacó este dato: Para entenderlo mejor, otro dato: en Galicia se ubican más de la mitad de los núcleos de población de toda España. Muchas gracias.
Pues igual de aquí, pero obviando el «detalle» que el dato se refiere a nucleos «con menos de 100 habitantes»:
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2015/12/27/seis-diez-nucleos-cien-habitantes-galicia/0003_201512G27P6991.htm
totalmente de acuerdo
Tiene pelotas que se hable de Galicia tan mal,y no de Andalucía donde no ha habido alternancia política, desde que se instauró la democracia y siempre ha gobernado la psoe con muchos más casos de corrupción que en Galicia.Y no por eso insulto a los andaluces,que me parece un pueblo magnífico, y sino vota al centro-derecha sus razones tendrán, como tenemos los gallegos de no votar al batiburrillo de izquierdas y separatistas,que lo único que saben es odiar al adversario y a sus votantes.Un saludo.
He tenido que llegar al final para encontrar lo que pensaba desde que leí el artículo. Lo de Andalucía es mucho más clamoroso, pero claro, esos análisis no salen en El País. Tambien en Euskadi y Cataluña ganan siempre los mismos, y no por hacer las cosas bien precisamente, pero los gallegos somos tontos porque elegimos mal, vaya un alarde de respeto a la democracia y de soberbia intelectual.
No verás en esta publicación un reportaje analizando la falta de alternancia en Andalucía, situación todavía peor que la gallega, porque son de los «nuestros», es decir de la izquierda, al menos nominal. Si quiero informarme sobre Andalucía no recurro a EL PAÍS, sino a otros medios de la «derechona». La prensa en España es muy sectaria y cada medio proporciona a su ganado el pienso que éste exige.
No sé qué ganado le quedará a Cebrián a estas alturas, pero dudo que lo pocos lectores que le puedan quedar se consideren de izquierdas. Y si se consideran como tales, deberían hacérselo mirar con urgencia (o leer la revista Mongolia una vez o dos al año).
Veo en España un montón de esta soberbia intelectual que mencionas. La misma incapacidad que hay entre los ciudadanos para entender por qué otros votan más a un partido o ideología política es la que parece haber entre los partidos para poder entenderse y llegar a consenso. Para muestra un botón: la actual (y cansina) situación política nacional.
Tampoco quiero olvidarme del tira y afloja entre ciertas autonomías porque algunos gobiernos y habitantes se sienten tan diferentes del resto. A ver si aprendemos que aunque tengamos diferencias y nos pueda enorgullecer o gustar más lo nuestro, puede que no seamos tan diferentes o merezcamos más prebendas que otras regiones del país.
¿Muchos más casos de corrupción en Andalucía que en Galicia? Solo contando los que en Galicia vienen de décadas y continúan, ya me río. Más la penetración de los nuevos en gran parte de la sociedad gallega.
Para llegar al nivel de corrupción de Madrid, Cataluña, Valencia o Andalucía nos falta muchísimo a los gallegos
De una entrevista a Nacho Carretero, autor del ensayo periodístico sobre el narcotráfico en Galicia Fariña:
.
«Manuel Fraga era amigo personal de Vicente Otero, Terito, que era el jefe de los contrabandistas en los 80. Este hombre tenía la insignia de oro y brillantes de Alianza Popular. También está el caso de Nené Barral, que era alcalde de Ribadumia, mano derecha de Terito y miembro de AP. Está el ejemplo de Alfredo Bea Gondar, alcalde de O Grove y condenado por narcotráfico, que salió elegido en el pueblo tras su condena.»
.
«A mí un juez me dice una frase: «No hay un solo partido en Galicia que no haya sido financiado por el narcotráfico». Laureano Oubiña amenazó en su día con sacar papeles que mostraban la financiación al partido de Adolfo Suárez. Antes de morir, Vioque dijo que iba a tirar de la manta. Nunca se ha hecho tal cosa, pero el fantasma de la narcopolítica siempre estuvo ahí. Y se aireó con las fotos de Feijóo en 2003 con Marcial Dorado. Las imágenes hablan de normalización y de que había mucho dinero en juego.»
Para completar su análisis sobre por qué los gallegos votan al PP, el autor podría recordar lo que hizo el Bipartito cuando estuvo en el poder.
Por ejemplo, como Anxo Quintana, el jefe del BNG, intentó imitar a Fraga adulando a los viejos, llevándolos por sorpresa a sus mítines. O publicando anuncios de radio que decían, literalmente, «la Vicepresidencia de Anxo Quintana abrirá nuevos centros de salud». O las trifulcas (con intervención policial) que montaba Antón Losada, el mismo que ahora va de sabio por las radios y televisiones, hasta que Touriño obligó al BNG a echarlo…
Si el Bipartito PSOE y BNG se hizo insufrible para muchos, el Tripartito PSOE, BNG y Mareas sería el suicidio para ellos. Si hay que votar al PP para impedirlo, muchos lo hacen de inmediato.
En Galicia gobernó durante dos legislaturas el PSOE, en Andalucía jamás hubo alternancia, en Extremadura solo una vez gobernó el PP apenas hace cuatro años.¿recuerdan al cacique Ibarra o solo hay caciques en Galicia?, y en Asturias una vez gobernó el PP y apenas duró dos años; y en Vigo, la ciudad más poblada, solo gobernó el PP dos legislaturas en 35 años,en La Coruña gobernó el PSOE toda la democracia.
Si quiere buscar ejemplos de «mundos aparte», vaya a esas tres comunidades donde en dos de ellas en 35 años solo hubo una legislatura de la oposición, y en otra,Andalucía, ninguna, 35 años de partido único y todos los parámetros la sitúan a la cola del país, eso si que es un sitio distinto.
No es que en Galicia no haya gente de izquierdas, lo que no hay es candidaturas que puedan representar esa izquierda con un mínimo de coherencia. Lo más parecido a esa izquierda decente fue Touriño, una buena persona que tuvo la desgracia de sufrir al bng como socio. Un bng tan caciquil como el pp y con una arrogancia insufrible basada en algún tipo de desarreglo mental, porque en sus méritos desde luego no puede estar basada. No hay mimbres para tejer otro cesto, así que los votantes se inclinan por lo malo conocido. Y los que nos negamos votamos al pacma o a otros sin posibilidades de gobernar, pero que al menos no den asco.
Andalucía sólo hay una. Eso sí que es «un mundo aparte».
En Galicia, el alcalde socialista de Vigo y presidente de la FEMP, Abel Caballero, que está entre los «criticos» contra Pedro Sánchez, boicoteó la campaña de su propio partido en las recientes elecciones autonómicas. Por cierto, Abel Caballero, está investigado por recibir presuntamente un «regalo» de un constructor. Cuatro de sus concejales afines también están investigados.
La mayor parte de mis familiares votan al PP y cuando les pregunton porque lo votan me dicen que no saben. Me dicen: » es el partido que voto siempre».
Siempre les comento: ¿Pero ves como está tu entorno, tu familia? Tienes hijos que trabajan 12 horas y no llegan a los 1000 €, otros que los tienen en paro y sin trabajo. Mi madre lleva esperando 2 años para ir al oftalmólogo y le llevan alargando una operación de cadera 3 años. A mi tío le ocurre lo mismo A mi por un bulto en la parótida ya llevo 9 meses entre ir al especialista y ahora por una ecografía llevo ya 3 meses esperando y eso que es prioritaria.
Y la gente continua votando al PP. ¿ No merecen una oportunidad otros?
Cuando al día siguiente vi que gano por mayoría absoluta tuve vergüenza ajena
Menos mal que, cuando gobierne la Marea y el cielo se tiña de Arco Iris y la riqueza caiga de las bandadas de unicornios, no habrá paro y las listas de espera serán una leyenda urbana.
Tal como sucede ahora mismo en Coruña, Ferrol y Santiago, gobernados por la adorabilísima Marea.
Las listas de espera en los hospitales públicos son competencia autonómica. Según tu comentario concluyo que eres el tipo de votante que estaría en paro, cobrando una pensión que no le da para llegar a fin de mes, o mismo viviendo debajo de un puente pero votando a los mismos de siempre. Ánimo.
Por suerte, España no es Galicia. El feudalismo no tuvo la misma implantación en todos los lugares de la Península Ibérica.
Que va, si es funcionario.
flipante ver el aire de superioridad moral de alguno respecto a los de otro sitio donde mayoritariamente no piensan como él…
La gente vota lo que le da la gana. Que lo de Galicia llama la atención cuando lo analizas? Pues sí ñ. Hay la tradición caciquil que hay y hablas con gente que lo ha vivido y te cuenta historias que son la monda.
Pero no deja de ser cierto que en Asturias llevan gobernando los mismos 30 años con un par de paréntesis de la derecha (los dos abortados por ese espécimen llamado Cascos que da para una serie de televisión). Esos mismos han sido mangoneados por un líder minero llamado Villa, del que se ha demostrado que ha amasado una fortuna de origen dudoso (diciéndolo de una manera que no se pueda llevar al juzgado).
En el Pais Vasco han gobernado los mismos 30 años. Un partido fundado por un racista que hace de la diferencia y la identidad parte fundamental de su estrategia. Del hecho de que la semana pasada los segundos quedaran los palmeros de una banda de asesinos, mejor no digo nada.
En Cataluña ha gobernado una era un partido que era una banda organizada alrededor de la cifra mágica del 3%. El que tenga alguna duda que se vea el vídeo de Maragall y el nunca bien ponderado Más. Eso sí luego son los españoles quien nos roba. Y claro con pedir la independencia todo solucionado.
En Valencia la era Popular dio para un auténtico agujero negro. Una fosa séptica. Y volvían a salir. Y tres cuartos de lo mismo en Madrid.
Y los 40 de régimen en Andalucía, pues otra movida de enjuagues parecidos.
Así que pues ser que los vecinos del extremo noroeste puedan parecer muy pintorescos, pero quien más quien menos está como para hablar en este puto país.
Eso, vamos a meternos con los gallegos, que son paletos y atrasados. En todas partes cuecen habas, en efecto, pero es que les puede el rencor que les provoca el maldito PP. ¿Otro mundo? Já.
Muy bien dicho, aunque lo confirmo años después. Soy gallego nacido en Bsrcelona, y aquí, como en Bilbao o en Sevilla, hsy una castuza cleptomana que gobierna décadas sin inmutarse. Para hablar de Galicia que se laven primero la boca.
Excelente artículo…soy de pocas palabras
Decir que Galcia es un feudo del PP absoluto, donde el voto aquí es atávico e inmóvil… Veamos el color político de las localidades más pobladas hoy en día: Vigo, gobierna un alcalde del PSdeG-PSOE; A Coruña, un alcalde de En Marea; Santiago, En Marea; Pontevedra, BNG; Lugo, PSdeG-PSOE; Ferrol, En Marea… La única ciudad de las consideradas importantes donde gobierna el PP en la actualidad es Ourense (sin pretender entrar en este debate «la provincia más palurda o pailana» a decir de muchos incluso en la propia Galicia), y para eso por no mucha diferencia de votos respecto a la oposición. Y un dato más de la movilidad del voto en Galicia. En la ciudad donde estoy ahora, Vigo, el alcalde gobierna con mayoría absoluta. Su partido, el PSdeG-PSOE, en estas últimas autonómicas no pasó del tercer lugar a considerable distancia de En Marea, el segundo. En esta ciudad la suma de los votos de los principales partidos de izquierda ronda el 57%.
«¿Qué pasaría si desde Santiago, por ejemplo, se empiezan a soltar lugares comunes sobre —es un decir— la política madrileña? ¿Qué ocurriría si redujésemos las últimas dos décadas —Gallardón, Aguirre, el tamayazo, Cifuentes— a dos frases sin más? »
No hace falta imaginar tanto, es una cosa que YA pasa. El deporte nacional de los españoles es criticar otras comunidades y luego ofenderse y quejarse porque otros hacen lo mismo. Soy de Valencia y jamás he escuchado nada malo sobre los gallegos o Galicia, más bien al contrario, y sin embargo no paro de ver gallegos en todos sitios que tienen la sensación de que el resto de España les odia. Oye, pues no. Habrán comentarios con sorna sobre los gallegos, como los hay de cualquier autonomía. ¿Acaso no acabo de leer un gallego llamar a Valladolid «fachadolid»? ¿Ese tópico es menos sangrante u ofensivo? ¿Acaso ningún gallego nunca ha escuchado algún comentario malicioso sobre Madrid y los madrileños? Porque internet está lleno de ellos. Que si casposos, rancios, paletos, etc.
Y ya la guinda es esa manía de los gallegos de sentirse muy diferentes del resto de España. Incluso cuando gana el PP son diferentes. Eso también lo hacen muchas comunidades, que hablan como que el resto del país es algo homogéneo. Vamos, como que León tiene algo que ver con Almería, esta con Sevilla, Sevilla con Olite, Olite con Bilbao o Bilbao con Badajoz.
Obviamente cada región es diferente de las otras en España; a veces en menor grado del que se cree. Cada uno tiene sus particularidades e identidad (más o menos cercanas, según proximidad);se cojea de un pie y se gana del otro.
Lo que tú comentas de los gallegos lo he visto en Cataluña; donde muchos catalanes creen ser odiados por el resto de españoles. Algún chascarrillo hay, como hacia los gallegos, pero ni de lejos es como se creen. Es común que algunos se crezcan y regodeen sobredimensionando asuntos y haciéndose las víctimas de éstos.
Pingback: Galicia, un mundo y aparte (o por qué el PP arrasa)
¿Por que gana el PP en Galicia? Pues porque sencillamente NO hay nada mejor.
No es cuestión de izquierdas o de derechas, de narcos, de educación (el porcentaje de universitarios provenientes del rural es muy alto), ni de recortes, ni de corrupción, ni de todo lo que se os pueda ocurrir para criticar al PP.
Es cuestión de que no hay ni un solo ejemplo de gestión en ningún sitio que demuestre que con las alternativas se mejora… Ni una región, ni un país, ni casi un ayuntamiento que gobernado por otros que funcione mejor.. NADA… desierto.
Y encima la oportunidad que se presentó en Galicia con el bipartito se desperdició brutalmente con la peor gestión en años… ¿Y queréis que el gallego vote a otros?
Lo hará cuanto tengan un lider, un lider que demuestre su capacidad de gestión y demuestre que van a mejorar las cosas. Ahora mismo eso es imposible.
No es cierto lo que dices y es más que evidente. En las alcaldías de las llamadas «mareas» de momento no hay corrupción y que se sepa tampoco chanchullos de tener que pagar comisiones para conseguir alguna adjudicación, tal y como pasaba con el PP y el PSOE. En Santiago, han reducido el gasto en publicidad y protocolo (quitando subvenciones a El Correo y La Voz) y han aumentado el gasto social. Los presupuestos son públicos y puedes consultarlos en su web oficial. No, no metas a todos en el mismo saco porque no es así. Si todavía no han conseguido más votos a nivel autonómico es porque son formaciones muy jóvenes y les queda mucho trabajo por delante, pero para ser formaciones en sus primeras legislaturas es encomiable que hayan captado tantos votantes.
Tengo antepasados gallegos, muuuchos. Los de izquierdas que no murieron, se fueron; los que no pudieron, callaron, y sus hijos, o aprendieron a medrar o a callar. Todos los otros se forraron y mandan. Es como si a un pelagatos le das un palmo de tierra y con dos o tres décadas consigue veinte: es dios, se siente dios y se comporta como tal: influye, manda, coacciona y destruye, si hace falta. Y todos los pobres desgraciados que o tragan o se van, y los que en el fondo querrían ser de los fuertes. Los abogados y procuradores son para quien pueda adornarlos y lo demás es pan comido. Claro que hablo sólo de los míos: de mis admirados (los excepcionalmente honestos) y de todos los demás, esa vergonzosa red seudomafiosa de gente bien que sigue aferrada a los timones (en primer lugar) y a la pasta y la presunción (en segundo) y que no los soltará jamás.
Si hablas sólo de tus antepasados, tus anécdotas sólo tendrán relevancia para ti y el resto de sus descendientes.
Yo tengo otros antepasados, mi vecino tiene otros, y ninguno tiene nada que ver con tus historietas.
Vaya, no me sorprende que no tengas nada que ver conmigo (aunque el mundo es un pañuelo). Como no tienes nada que ver conmigo seguramente no sabrás lo que es tener una familia pintoresca: desde presuntos cuatreros hasta héroes de guerra, de jornaleros a terratenientes, de feministas a maltratadas y desde alcaldes corruptos hasta personas de una honestidad, una valentía y una generosidad inmensa. Pero todos son lo que son, o lo que fueron. Mis historietas son mías, cierto, y de muchísima más gente. Pero tuyas, no.
Disiento un pelín: por lo que a mí me transmitieron las personas que lo vivieron (las buenas personas de uno y otro bando, aunque parece difícil creerlo, las hubo), la guerra fue terrible en Galicia. Me decían que no hubo nada más sucio, cobarde y sanguinario que la guerra en la retaguardia: las falsas delaciones, las listas negras, los asesinatos impunes, las violaciones, las desapariciones, la humillación pública, la persecución, la amenaza constante. Por despechos amorosos, por una porquería de camino entre fincas vecinas, por el acceso a un río, por envidia, por mala entraña, por cobardía, por codicia, por rivalidad malsana. Y duró muchos años. Si es que no dura. Supongo que no hay guerra que no sufra una bajeza como esa, debe ser universal, supongo. Pero algo hay que reconocer a los gallegos: tienen mucha memoria para la venganza, poca para la gratitud, y casi ninguna para sus pecados. Pero yo hablo de MIS gallegos, obviamente.
Estupendo artículo en la forma y repugnante en el fondo
Con la mitad de la sociedad dándole vueltas a los “seculos escuros”, los Reyes Católicos y su centralismo, a lo que pudo ser y no fue, no es, el famoso “bucle melancólico” de Juaristi, “Galicia y Nagorno Karabaj, la misma lucha”, Feijoo amigo de un narco.. ¿De verdad se preguntan por qué? Lo extraño sería que el PP no ganase por mayoría absoluta.
Por cierto, es acojonante los cabreos que se llevan los defensores de la democracia y la autodeterminación de los pueblos, cuando los pueblos no votan como ellos quieren.
Lo único que resulta anormal en una democracia es que se considere anormal que no ganen los suyos o los nuestros.
Pingback: CONCLUSIONES: Elecciones Generales en Galicia 1986-1993 – CHILI PAPERS
Pingback: Análisis de las elecciones gallegas: 1997-2005 | Materia Gris
He tenido que utilizar el control F para ver si en el texto decía algo de Andalucía, pero no. Mala suerte, supongo. Esa ira que demuestra el autor por la condescendencia con el que le dicen paletos a los gallegos desde el resto de España, la sentimos los andaluces.
Sé que se lo habrá currado mucho, investigando e hilando argumentos hasta montar este texto. Pero hay una evidencia que tenemos que aceptar, aunque te fastidie: el pp arrasa en Galicía porque conecta mejor con la gente que vive allí, del mismo modo que el psoe arrasa aquí porque conecta mejor con los andaluces. Punto. ¿Quieres comparar corrupción del PP en Galicia? Igualo la apuesta y te subo a infinito más uno : Caso ERE o el mayor caso de corrupción de la historia de Occidente (por cantidad de dinero robado, imputados, condenados…¿cómo medirlo si no?)
Pero la corrupción no pasa factura. Ni en Andalucía, ni en Galicia ni en España. El por qué es así, ni idea. Eso mejor que lo explique algún cuñado trendy con gafas de pasta, armado tras una tablet, en alguna tertulia política y con gente ladrando a su alrededor.
Y si te sientes indignado porque desde la prensa nacional pasan de Galicia y no son capaces de aportar más que análisis superfciales, te propongo que realices un experimento: busca qué se publicó en los periódicos el día que imputaron a Cháves y Griñán. Mira qué tuiteron ese día adalices de la verdad como Ana Pastor o Ignacio Escolar. Igual que la corrupción en África nos da más o menos igual, la corrupción en Galicia o Andalucía importa menos que en Madrid. No es cuestión de paletos, es más bien de prioridades.
Me pregunto si la izquierda estuviese unida, es decir, que fuese un solo partido en vez de los tropecientos que hay en Galicia, se le podría llamar arrasar a la victoria del PP.
Por otro lado yo lo que veo es un pueblo más o menos dividido entre izquierda y derecha, aunque con voto mayoritario de derechas. Los mayores son los que votan a la derecha y los más jóvenes a la izquierda. Los mayores cobran su pensión, y los pocos jóvenes que hay emigran al resto de España o al extranjero. Mientras, la población envejece más y más, y nace algún niño muy de vez en cuando. Así es Galicia desde siempre y con el PP no tiene pinta de que la cosa vaya a cambiar, ya que tampoco lo ha hecho en estos últimos 25 años.
Muy importante el detalle de que en Galicia todo el mundo es propietario y hay un historico apego por la propiedad privada. Todo el mundo parece olvidarlo en sus análisis.