Arte y Letras Filosofía

El materialismo filosófico contra las supersticiones del utopismo

Gustavo Bueno. Imagen: Fundación Gustavo Bueno.
Gustavo Bueno. Imagen cortesía de Fundación Gustavo Bueno.

En la muerte de Gustavo Bueno

El pasado domingo 7 de agosto murió en su casa de Niembro (Asturias), a los noventa y un años de edad, el filósofo Gustavo Bueno, una de las figuras más importantes, influyentes y polémicas del pensamiento español contemporáneo. La nota necrológica recogida por la prensa destacaba en el titular que su fallecimiento se producía justo dos días después del de su mujer, Carmen Sánchez Revilla, a los noventa y cinco años de edad.

Nacido en Santo Domingo de la Calzada en 1924, Gustavo Bueno estudió filosofía en las universidades de Zaragoza y Madrid, se doctoró como becario del CSIC con una tesis sobre filosofía de la religión y a los veinticinco años aprobó unas oposiciones de enseñanza media en Salamanca, donde empezó a pergeñar los rudimentos de su gran obra inacabada, la Teoría del cierre categorial, merced a sus visitas a un laboratorio de fisiología. Allí también aprovechó para empaparse de las sutilezas racionalistas de la escolástica española de los siglos XVI y XVII, en un ejercicio de virtuosismo filosófico que él, melómano declarado, comparaba con «tocar polifonía para un instrumentista romántico». En 1960 consiguió la cátedra de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos en la Universidad de Oviedo, en la que siguió impartiendo clases hasta su jubilación.

Marxista prosoviético hasta la caída del Muro, «ateo católico» y materialista platónico de por vida, con enemigos recalcitrantes en todos los bandos ideológicos, Bueno encarna la imagen de un pensador libre y radical ―triturador de mitos, erudito brillante, polemista infatigable, filósofo intempestivo sin miedo al qué dirán― que resulta imposible de reducir a etiquetas.

El triturador de mitos: un nuevo Teatro Crítico Universal

Al concluir su labor docente como catedrático emérito en 1998, Gustavo Bueno optó por lanzarse a la conquista de los medios de comunicación y alcanzó en poco tiempo una popularidad que le permitió ―sin apenas cambiar su forma de hacer filosofía, de una densidad conceptual y metodológica difícil de digerir, sobre todo para el lector no especializado― labrarse un éxito considerable en el mercado editorial español, tan reticente por lo general a la producción filosófica.

Con el objetivo de «triturar» de forma sistemática los principales mitos de nuestro tiempo, Gustavo Bueno fue componiendo, a la manera de su admirado fray Benito Jerónimo Feijóo, una suerte de Nuevo Teatro Crítico Universal en el que, sirviéndose de un enorme arsenal de conocimientos (acumulados a lo largo de toda una vida dedicada al estudio) y aplicando su artillería dialéctico-crítica, sometía a un análisis demoledor a todo ese entramado ideológico de conceptos vacíos, buenas intenciones y falsas creencias que se ha ido consolidando en nuestra sociedad bajo la máscara de lo políticamente correcto, cuyas supersticiones suelen originarse a raíz de distintas formas ―más o menos camufladas― de utopismo. Bueno subrayaba en todo momento el carácter ideológico-filosófico de esas ideas, que son expresadas en la sociedad y que conforman lo que él denominaba «filosofía mundana» (frente a la «filosofía académica», propia del gremio de los profesores de filosofía). La filosofía, que para Bueno es un saber del presente y acerca del presente, tiene que encargarse del análisis, clasificación y sistematización de esas ideas.

Además de impulsar numerosas actividades desde la fundación que lleva su nombre, en los últimos veinte años de su vida Gustavo Bueno dio a la imprenta títulos como El mito de la cultura, España frente a Europa, Televisión: apariencia y verdad, Telebasura y democracia, ¿Qué es la bioética?, El mito de la izquierda, Panfleto contra la democracia realmente existente, La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización, El mito de la felicidad, España no es un mito: claves para una defensa razonada, Zapatero y el pensamiento Alicia, La fe del ateo, El mito de la derecha y El fundamentalismo democrático. Eran libros más o menos de encargo sobre temas de actualidad, que trataban de responder a un interés mediático y a una demanda social. No sabemos cuántas personas de las que compraban sus libros también se los leían (intuyo que serían pocas), pero lo cierto es que su fama televisiva le granjeó notables tiradas y buenas cifras de ventas.

Para quien quiera aproximarse de forma más directa a la concepción filosófica de Gustavo Bueno, recomiendo sobre todo la lectura de sus dos magníficos ensayos breves ¿Qué es la filosofía? y ¿Qué es la ciencia?, editados por Pentalfa en 1995. En ellos encontrará, formulados con gran claridad, los principales ejes rectores de su pensamiento.

En lo que respecta a su gran obra en marcha, la Teoría del cierre categorial, solo se han publicado cinco de los quince tomos inicialmente proyectados. En una entrevista Bueno explicó que en 2006 había decidido retomar la redacción de la obra pero que justo por entonces su mujer sufrió un ictus, quedando impedida en silla de ruedas, y él prefirió centrarse en su cuidado. Además, esgrimía el filósofo, el poco interés que su sistema de teoría de la ciencia había despertado incluso entre los propios científicos parecía eximirle de tener que completarlo. Una lástima.

El polemista infatigable: «Pensar es siempre pensar contra alguien»

Para Bueno la filosofía tiene una función pública y surge del conflicto entre personas y del enfrentamiento entre grupos o sociedades. La idea de que «pensar es siempre pensar contra alguien» presidió en todo momento su concepción de la filosofía y su propia actitud intelectual. Todo lo que se afirma se hace desde una posición, desde un lugar, no flotando angélicamente en el éter o en el vacío. Y para este denodado fabricante de tesis y teorías aquellas opiniones que no tenían detrás de sí un sistema carecían de valor.

En coherencia con todo lo anterior, Bueno no solo no rehuyó sino que potenció la polémica. Ya a finales de los años sesenta protagonizó uno de los escasos debates interesantes que se han celebrado en el monótono campo filosófico español, con su obra El papel de la filosofía en el conjunto de los saberes, en la que respondía al opúsculo de Manuel Sacristán Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores. Posteriormente trasladaría ese mismo afán polemista al ágora posmoderna de la televisión, convirtiéndose en el terror de cualquier contertulio de buena fe (más de uno debe de estar arrepintiéndose aún de haber osado compartir debate con él). En los «cara a cara» de la contienda de ideas, Bueno no sabía de costumbres versallescas ni hacía distingos entre contrincantes: lo mismo ridiculizaba sin piedad a un futurólogo de tres al cuarto que sacaba de sus casillas al circunspecto educador José Antonio Marina.

Pero no se trataba de debatir por debatir, de lanzarse al campo de batalla dialéctico por deporte o por diversión, sin importar las ideas o los contenidos esgrimidos. Ni mucho menos. Provisto de una poderosa artillería de conceptos y protegido por un férreo sistema filosófico, el Gustavo Bueno mediático era como un Sócrates agresivo, nervioso, sarcástico e insolente que venía respaldado desde casa por un Platón ordenado, frío, sistemático, riguroso. La combinación perfecta para una maquinaria dialéctica despiadada e invencible.

El pensador intempestivo: la vuelta del revés de Marx de un ateo católico

Intempestivo y heterodoxo, Bueno se convirtió en sus últimos años en el principal azote intelectual de esa izquierda autoproclamada «progresista», hurgando con antipatía y brillantez en sus heridas, reincidiendo en la volatilidad e inconsistencia de sus utópicos planteamientos. Es quizá en esa lucha contra la utopía donde se encuentra la mayor potencia política del planteamiento buenista, que no pretende mirar hacia el futuro sino «mantenerse en el análisis sistemático del presente, tratando de «ver lo que hay», en política efectiva, como una consecuencia o corolario de lo que ya ha ocurrido antes en el pretérito», como dice al final de su Panfleto.

El materialismo filosófico de Bueno entronca con la corriente hegeliano-marxista, si bien desde una lectura personal. Al igual que Marx volvió del revés la concepción del mundo de Hegel, Bueno le dio la vuelta del revés a Marx sustituyendo la lucha de clases por una dialéctica de Estados y situando como clave de bóveda de su filosofía política la idea de Imperio. Además, su pensamiento se mantiene en diálogo permanente con la filosofía clásica griega, examina las formulaciones de las ciencias a la luz de los avances técnicos previos y adopta las sutiles categorizaciones de la escolástica española de los siglos XVI y XVII.

El pensador riojano siempre se consideró a sí mismo un escolástico puro y se llegó a definir como ateo católico, recogiendo por un lado la evidencia de la educación que recibió y el ambiente familiar en que creció («los españoles, aunque quieran, no pueden dejar de ser culturalmente católicos») y por otro lado sus propias conclusiones filosóficas generadas en el rigor de su sistema materialista («No es que Dios no exista, es que no puede existir»). Esta paradoja aparente quedaba ilustrada perfectamente en una anécdota que solía contar: recordaba cómo de pequeño iba a misa de doce en la catedral de Santo Domingo de la Calzada y allí lo pasaba muy bien porque se sentaba en los bancos de la nave central, frente a un retablo de Forment, y leía el Tratado teológico-político de Spinoza «que había metido en un devocionario muy ad hoc de mi tía Ángeles, que era muy devota».

Desde que pronunciara su conferencia «España» el 14 de abril de 1998 y con la subsiguiente publicación de su libro España frente a Europa, que provocó un profundo cisma entre las filas de sus seguidores, se le ha tachado en muchas ocasiones de conservador, facha, fascista y poco menos que loco peligroso de extrema derecha. Con cierta perplejidad distanciada, pude asistir en mi universidad (UCM) a los ecos de alguno de aquellos rifirrafes que parecían bastante desgarradores y cruentos, al menos para los interfectos, como el que protagonizó su discípulo aventajado Juan Bautista Fuentes Ortega, por entonces profesor mío. Un melodrama filosófico entre la catarsis política del trotskismo y el asesinato freudiano del padre putativo. Lo que está claro es que a Bueno nunca le importó el qué dirán ni se plegó jamás a la corrección política. Si algo queda inutilizado en un pensamiento de altura como el de Bueno son los conceptos pobres y las etiquetas de escaso alcance que se manejan en el presente. Simplemente no sirven. A quien supo desvelar la entraña mitológica de conceptos tan nucleares en política como los de «izquierda» y «derecha», poco daño pueden hacer ciertas imprecaciones o invectivas. Supongo que con el tiempo se podrá leer e interpretar su obra con mayor ecuanimidad, al margen del ruido ambiente y de las luchas viscerales a favor y en contra que él mismo gustaba de propiciar a su alrededor.

Como es preciso entrar un poco en harina para calibrar el sentido de lo que vengo diciendo, analicemos brevemente a continuación, por ejemplo, las ideas sobre la democracia y la globalización que expuso en dos de sus libros más controvertidos.

Panfleto contra la democracia

En Panfleto contra la democracia realmente existente Gustavo Bueno, reformulando la crítica tradicional a la democracia (cuya nómina estelar estaría encabezada por el imprescindible Platón), hizo un análisis crudo de ese «fundamentalismo democrático» que le otorga al orden político existente la capacidad de ser una realización más o menos plena de la idea pura de democracia en tanto que «gobierno de todos», cuando en verdad es mero gobierno de la mayoría, y como legítima expresión de una quimérica «voluntad general», que en todo caso solo podría ser una suma de voluntades individuales. Frente a esa posición idealista o utópica se sitúa el «funcionalismo democrático», que considera a las democracias realmente existentes, no ya como realizaciones deficitarias de esa idea pura de democracia, sino como realizaciones determinadas por los hechos, por la realpolitik, que, partiendo del poder de la mayoría, buscan el equilibrio entre las diversas minorías o grupos y el alejamiento de cualquier forma de despotismo o tiranía.

Desde este punto de vista, que podemos calificar sin más como «realista», no tiene sentido seguir hablando de «soberanía popular» (el pretendido autogobierno de la sociedad civil es una doble ficción), ni aludir a un atávico «contrato social» o a un profético «fin de la historia», ni agarrarse a un concepto meramente formal o procedimental de la democracia, pues, a fin de cuentas, esta no se puede concebir al margen de la «materialidad» de la sociedad política, es decir, del Estado (que tiene el monopolio de la violencia y debe garantizar el cumplimiento de la ley), ni fuera del ámbito del mercado de consumidores y usuarios.

Dicho de otra manera: sin Estado no hay derechos y sin mercado no hay bienestar. Pero que nadie se llame a engaño: en esta constatación del vínculo necesario entre la democracia y la sociedad de consumo no hay ninguna exaltación del individualismo liberal, ni mucho menos; pues para Bueno el individuo es una abstracción, no significa nada (tampoco conceptos como «libertad individual» o «libre decisión»). El individuo solo se concibe en tanto que formando parte de un grupo, que a su vez está en relación con otros grupos.

Después de todo, decía Bueno, «una sociedad democrática, en general, no tendrá por qué sufrir «crisis de gobernabilidad» siempre que los ciudadanos sigan disponiendo, en el Estado de bienestar, antes de recursos que les permitan vender y comprar bienes o servicios, que de ideales como solidaridad, igualdad o respeto mutuo». Además, «la fuerza del Estado de derecho no estriba en la literalidad de sus normas o en la de las sentencias de los jueces, sino en la capacidad coactiva del Estado realmente existente para hacerlas cumplir, o para ejecutarlas. Si esta fuerza no existe o no actúa, el Estado de derecho desaparece, porque él no obra en virtud de su idea pura». A partir de aquí, deducía Bueno algunas de las conclusiones más controvertidas de su libro, pues consideraba que es absurdo continuar pidiendo «más dosis de democracia» ―es decir, seguir apelando a ciertos valores considerados intrínsecamente democráticos, como si fuesen la panacea de la justicia y de la felicidad― para solucionar algunos problemas que seguramente necesitarían de la utilización de otro tipo de métodos. En el caso del terrorismo etarra, Bueno se mostraba partidario de aplicar legalmente la «eutanasia procesual», que es como él denominaba a la pena de muerte. Nunca se le perdonaría tamaña ocurrencia o salida de tono.

En definitiva, Bueno reflexionaba sobre algunas de las contradicciones que corroen por dentro a las democracias «homologadas» tal y como estas se desarrollan efectivamente en nuestro sistema de partidos políticos y de separación de poderes, que, tras la desaparición en Europa de los totalitarismos, se presenta como la única forma posible de Estado y de organización de la sociedad, a pesar de las permanentes denuncias sobre su carácter encubierto de partitocracia, oligarquía o plutocracia.

Contra el pacifismo

En La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización, Gustavo Bueno aplicó su crítica sistemática al análisis de las manifestaciones del «¡No a la guerra!» y los llamados «movimientos antiglobalización». Insistía Bueno en que las reivindicaciones de estos grupos tenían también un carácter ideológico-filosófico (de «filosofía mundana»), pues utilizaban ideas generales tales como las de Guerra, Paz, Globalización, Género humano, Libertad, Identidad, Dios, Humanidad, etc., cuyo significado es preciso estudiar desde una perspectiva filosófica. Parafraseando el célebre título de Sartre, podemos decir que en el fondo del análisis que Bueno hacía de esas ideas latía la convicción de que «el humanismo es un utopismo». Al fin y al cabo, argumentaba Bueno, ningún hecho parece refrendar ese optimismo antropológico que confía en el progresivo avance del género humano hacia la armonía, la libertad y la paz perpetua, idea de clara inspiración kantiana que constituye la base de muchos mitos del presente.

En cuanto a la idea de Guerra, Bueno se oponía a esas corrientes pacifistas que atribuyen la guerra a la «parte animal» del ser humano, como si fuese un vestigio de su crueldad salvaje o de su animalidad prehistórica. Bueno denominaba «pacifismo fundamentalista» a esta ideología de la Paz que canaliza todos sus sentimientos y pensamientos en un «pensamiento único» excluyente y simplista: «¡Paz! ¡No a la guerra!». Frente a eso, consideraba Bueno que hay que asumir la realidad de la guerra como un hecho característico y propio de la civilización, unido indisolublemente a la política y, más en concreto, a las operaciones tácticas de los Estados. Contraponer guerra y paz como si se estuviese contraponiendo lo salvaje y lo civilizado es, por tanto, un error. Ya decía Clausewitz que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Por eso para Bueno no tiene sentido hablar de guerra justa o injusta, sino solo de guerra prudente o imprudente (según favorezca o no el mantenimiento de los Estados). Después de todo, solo hay justicia dentro de un ordenamiento jurídico, esto es, dentro de un Estado; eso del derecho internacional —decía Bueno— es una ficción jurídica inventada por iusnaturalistas. Tampoco tiene sentido pedir la Paz, así, en abstracto, puesto que esta supone un orden establecido por la victoria (hay una pax romana, o cristiana…), y para el vencido la paz no es sino sumisión. La disociación entre la esfera de la política y la ética era un presupuesto metodológico para Bueno, que definía las normas éticas por su objetivo material: «la salvaguarda de la fortaleza de los sujetos corpóreos».

En cuanto a la globalización, Bueno trataba de desenmascarar el idealismo metafísico contenido tanto en la ineficaz filosofía antiglobalización, formada por esos rousseaunianos de nuevo cuño —al estilo de Mayo del 68— que denunciaban los mecanismos represivos de las instituciones en general (empresas, familia, escuela, cárcel, etc.) y del sistema capitalista en particular, como en la influyente filosofía oficial de la globalización, que se había consolidado gracias al acatamiento por parte de los Estados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con la extensión a casi todos ellos del régimen de democracias parlamentarias; en este último caso, consideraba Bueno que «es metafísico ese supuesto de que los hombres, entregados a su libre y esforzada creatividad, lograrán encauzar al género humano hacia Estados de progreso creciente, de libertad, de bienestar y de felicidad. Un supuesto que se empeña en desconocer el hecho de que la resultante de la composición de múltiples operaciones teleológicas inteligentes (individuales o de empresa), no tiene por qué ser teleológica e inteligente».

El fenómeno de la globalización era definido como el proceso de desbordamiento del orden o sistema económico-político internacional que había quedado establecido tras la Primera Guerra Mundial y que giraba en torno a las economías políticas o nacionales, propias de cada Estado soberano, como si fuese este su «lugar natural»; este proceso de desbordamiento se hizo visible para todos a partir de la caída de la Unión Soviética y la expansión sin límite de las multinacionales. Ahora bien, pueden hacerse varias interpretaciones de este fenómeno y, por eso, hay distintas ideologías de la globalización.

En el fondo, con sus libros sobre la democracia y la globalización, lo que Gustavo Bueno estaba poniendo en cuestión era, respectivamente, los conceptos mismos de Estado totalitario y de género humano, elementos de referencia necesarios para poder hablar de aquéllas. Se trataba, por lo tanto, de un obús con enorme capacidad destructiva.

Adiós al genio filosófico

Como suele decirse casi de manera automática, el hombre ha muerto pero su pensamiento sigue vivo. Nos quedan sus libros, sus artículos y sus declaraciones, así como multitud de conferencias colgadas en internet. La videoteca de Gustavo Bueno es una Facultad de Filosofía on line, alternativa, permanente y gratuita, a simple tiro de clic. Basta con entrar en su canal de YouTube y dejarse imbuir por su sabiduría. Sus antiguos alumnos de la Universidad de Oviedo aducían una destreza especial del maestro para enganchar a la audiencia con su discurso, en unas clases que no dejaban de resultarles adictivas. La influencia en algunos de ellos era tan absorbente que terminaban expresándose con las mismas modulaciones de voz que el profesor y emulaban hasta los más leves gestos de sus manos.

Igual que ocurre con el Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, la tarea unipersonal de Gustavo Bueno se nos antoja inmensa, hercúlea, irrepetible. Pese a su insistencia en que no hay individuos sino grupos, no parece probable que sus numerosos discípulos ni las entidades vinculadas a su figura (la Fundación Gustavo Bueno, la llamada Escuela de Oviedo, los «nódulos materialistas») puedan continuar con la altura, el rigor y la originalidad necesarios la labor emprendida por el filósofo riojano. Maestro solo hay uno, como ha quedado demostrado en los intentos (fallidos) que se han hecho hasta el momento. De lo que se trata ahora es de pensar desde, con y contra él, sirviéndose de las potentes herramientas conceptuales que nos dejó en herencia. No, Gustavo Bueno no era un grupo ni una institución; era un individuo —brillante, genial, irrepetible—. Sí podrán esas personas y entidades, por supuesto, dedicarse al cuidado, ordenación, interpretación, publicación y propagación de su obra completa. Es, de hecho, su principal deber para el futuro, con la cautela de no acabar degenerando en mera repetición pueril, escolasticismo hagiográfico o doxografía huera. Y esperamos que el extraordinario «Proyecto de Filosofía en Español» pueda tener la continuidad que merece.

Como se puede comprobar con la Tesela nº 132 grabada el pasado 26 de mayo, donde analiza la expresión «voluntad política», Gustavo Bueno murió como quería: con las botas puestas, pensando hasta el final. Hasta su muerte a los noventa y un años (casi noventa y dos), este filósofo intempestivo no ha dejado indiferente a nadie y ha seguido sacudiendo conciencias, removiendo las creencias más arraigadas y obligándonos a pensar, aunque sea en su contra.

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26 Comments

  1. Adiós, gran misógenio.

    Ante la ausencia total de mención a su activismo machista una se pregunta si al emplear el término polémica en el apartado «El polemista infatigable», el autor de este artículo se acoge a una acepción especial con filtro para temas serios, aquellos que importan a todos (y no solo la histéricas minorías). O tal vez sea miedo al efecto de reconocer que Bueno era un pensador orgullosamente machista (que apovechaba sin pudor su altavoz social para difundir esta ideología) sobre la glorificación del “genio” que murió “[por hamor] justo dos días después del de su mujer”?

    <> Gustavo Bueno.

    • «La mujer que reivindica no ser una contenedora [de semen y fetos] ya tiene bastante encima con un cerebro tan pequeñito» Gustavo Bueno.

      • Skinner35

        Pues deberías medirte el tuyo, porque no has entendido lo que quería decir.
        De cualquier modo, reducir toda una obra de más de 60 años a «era un machista» es la leche, por decir algo.

        • Dices que no he entendido la cita? Porque es bien clara… Lo que yo he hecho de una forma hiperbólica (y con algún que otro error sintáctico) es denunciar que, entre las varias polémicas que menciona, el autor haya omitido esta en particular, que fue bastante sonada en su día. Bueno hizo videos, dio conferencias, llenó salas enteras para difundir sus ideas al respecto. Es un hecho relevante. Y que no se mencione esto pero sí que “murió dos días después que su esposa”, a mi me huele a lavado de cara. Estoy segura que Bueno no sentía ninguna necesidad de esconder sus ideas y hacerlo porque no coincide con el aire de los tiempos porque directamente no se considera un tema suficientemente importante me parece motivo de crítica para una nota necrológica tan completa como esta. Esto no es lo mismo que reducir a Bueno a una ideología en particular. Nadie es solamente un machista, eso es absurdo.

          • El filete era mío

            Pues no, no ha entendido usted la cita porque es evidente que GB no está opinando ahí sobre la capacidad intelectual del sexo femenino, sino sobre quien, siendo mujer, opina de determinada manera. Las invectivas lanzadas por Bueno contra toda clase de personas, hombres y mujeres, a quienes no consideraba dignos de respeto intelectual no le hacen ni más machista ni más feminista. Otra cosa es que a Bueno el aborto le pareciera una aberración en esta época en que vivimos y que eso se interprete como machista, pero tampoco es algo que pueda dirimirse de una manera tan burda.

      • QuijoteNaranja

        No sabes lo que dices AMB, Gustavo Bueno era antiabortista, y cuando dijo eso se refería no a las mujeres en abstracto si no a las mujeres que se manifestaban a favor del aborto como derecho inalienable y decían -y dicen- barbaridades tales como: tengo derecho a no querer llevar un feto dentro,mi coño es mío, mi cuerpo es mío, blablabla… Diciendo eso despersonalizan, deshumanizan la maternalidad femenina… El aborto no es un derecho exigible, menos con la ingente cantidad de medios preventivos al alcance de nuestra mano… Una ideología que promueve el derecho al aborto, es porque algo hay detrás ideológico- político de controles de natalidad por conveniencias neoliberales de mercado, de control de masas… Y mucho más, pero dudo que te interese. No tiene nada que ver con el machismo, te lo aseguro.

        • Gallardón is back

          Jodo con el paternalismo de los iluminados. Así que pretender que una mujer no tenga total control sobre su cuerpo no es una idea machista? Y que es según su sapienza? Habla de control de hoy en día, bla bla ¿Dónde está el control en una violación? Habla usted de que el aborto es una creación neoliberal, no hay más que ver a sus detractores para reírse en su cara. Y de momento la maternidad es exclusiva de la mujer por tanto lo de maternidad femenina es de traca.
          Vuelvase al burbuja.

  2. Isaías

    Enhorabuena a Ernesto Baltar por este excelente resumen acerca de Bueno. En estos días, tras la muerte del maestro, ha habido, por suerte, notas y artículos que le reconocen la calidad y altura que tenía, sin que faltaran, claro está, los perdonavidas de turno que, desde su supuesta altura, siempre ‘moral’, claro, nunca intelectual, no podían dejar de reconocer con mal disimulada envidia que en realidad no tenían nada que hacer contra este buen, nunca mejor dicho, señor.
    Y ahora, a estudiar.

  3. Vigasito

    Leído estos dos primeros comentarios de AMB no tengo más que estar de acuerdo con el comentario apócrifo del filósofo :p…..dicho esto con mucho hamor…digo..humor.

    • Veo que aportas muchos argumentos para justificar que consideras a mitad de la población menos inteligente. Pero quién los necesita?

  4. Aquiles

    Absolutamente de acuerdo que el concepto de la «paz» esta terriblemente manoseado. Lo contrario de la guerra no es necesariamente la paz, puede ser la explotación, el hambre, el desprecio, la discriminación.
    De hecho la «paz» a secas, es en mi opinión, un concepto cada vez mas cínico e inmoral.La paz es la mas profunda bajeza moral de nuestros tiempos. La mayoría de los pacifistas que e conocido jamas han dejado de defender sus intereses egoístas incluso a costa de arruinar a otras personas, por supuesto a eso no lo llaman guerra.

    Recordemos :
    “hubo dos ‘Reinos de Terror’ si pudiéramos recordar y tenerlo en cuenta; el primero forjado en ardiente pasión, el otro en fría sangre sin corazón […] nos estremecemos por los ‘horrores’ del menor Terror, el Terror momentáneo, por así decirlo, mientras que, ¿cuál es el horror de la súbita muerte por un hacha comparado con el de la muerte tras una larga vida de hambre, frío, insultos, crueldad y angustia? El cementerio de toda una ciudad podría contener los ataúdes llenos de ese breve Terror por el que tan diligentemente nos han enseñado a temblar y afligirnos; pero ni toda Francia podría difícilmente contener los ataúdes llenos por ese Terror más antiguo y real, ese indescriptiblemente amargo y espantoso Terror, que a ninguno de nosotros nos han enseñado a ver en su inmensidad ni lástima como lo merece”.

    Y si alguien no queda convencido que reflexione sobre los acontecimientos actuales a la luz de la reflexion de Churchill sobre la «paz» con Alemania:

    «Se les dio a elegir entre la deshonra (paz) o la guerra, eligieron la deshonra por eso tendrán guerra»

  5. David Fdez.

    Que, en la muerte de un gigante como Bueno, haya un pigmeo o pigmea intelectual que, desde el anonimato, pretenda echarle su escupitajito apelando a un supuesto «activismo machista» del maestro, causa vergüenza ajena. Pero en fin. La obra de Bueno queda para quien tenga interés en ella.

    • Gallardón is back

      Que curioso que el machista ni se reconozca así mismo ni se reconozca en los otros. Siempre son los demás los malos que no comprenden su gran inteligencia. Pigmeos contra gigantes, menos mal que nos quedan las ondas.

      • El filete era mío

        Los machistas, al contrario que los enanos de Monterroso, no se reconocen a sí mismos ni tampoco los unos a los otros. Es lo que tienen en común con los estúpidos. «Menos mal que nos quedan las ondas», o sea la Cadena Ser, la Cope, Onda Cero… ¿o serán las hondas? ¿Con qué quiere usted arrear a los gigantes, con comentarios de Carlos Herrera o de Francino?

      • David Fdez.

        ¿Y si yo le digo ahora a usted, «Gallardón is back», que en tres frasecitas casi ininteligibles ha metido nada menos que tres faltas de ortografía, eso también es machismo?

        En cuanto a su soterrada apología de la violencia, lo único que quedaría a su altura sería mandarle a usted a la mierda. El problema es que para eso haría falta estar a su altura.

  6. Prácticamente todo lo que escribió Gustavo Bueno sobre teoría política y filosofía política es basura y absolutamente desconectado con el estado de la cuestión fuera de España. Clama al cielo que jamás entrara en debates de justicia distributiva. La idea de que la representatividad no es «democrática» pasa por alto análisis clásicos como el Pitkin. Quizá lo único salvable de su obra sea la filosofía de la ciencia y tampoco es que haga una aportación útil-más bien toca doscientas problemas sin profundizar en nada- aunque nos dejó términos que suenan de maravilla como «alfa operatorio». La ontología está desfasada y es una respuesta a una filosofía que nació muerta (el DIAMAT). La antropología filosofíca es del todo irelevante. La motivación de sus teorías de la cultura y de la izquierda y la derecha parte de una percepción paranoica del modo en que la gente usa esas palabras (lo mismo sucede con el fundamentalismo democrático y científico) y por tanta gana porque habla contra nadie. Su análisis del idealismo alemán es cuanto menos superficial. Su visión de las relaciones internacionales murió siendo generosos en los años 70 del siglo pasado. Su desprecio por Wittgenstein nos da la medida de lo que entendió de la filosofía del siglo XX. La defensa de la pena de muerte pasará a la historia como uno de los peores argumentos de la filosofía práctica (si te arrepientes, muerte; si no, muerte; y el agujero conceptual de los «crímenes horrendos»). La distinción entre M1, M2 y M3 teniendo en cuenta el estado de la cuestión en filosofía de la mente y en ciencia cognitiva produce más carcajadas que otra cosa. La idea de que la filosofía es sobre todo diagnosticar y definir ciertas ideas o denunciarlas como mitos no lo cree nadie fuera de un radio de 50 km. alrededor de Oviedo. Etc. etc.

    Gustavo Bueno era un erudito y todo lo que escribió buscaba demostrar que lo era más que los demás. Dudo mucho que cualquiera que busque tener un análisis preciso de cualquier cuestión lo pueda conseguir gracias al materialismo filosófico. Y el alto porcentaje de chalados entre sus súbditos lo demuestra.

    • El filete era mío

      Da grima comprobar cómo aquellos que no tuvieron talla o redaños suficientes para enfrentarse dialécticamante a Gustavo Bueno en vida, pretenden simplicarlo grotescamente ya muerto y clavar así una lanza sobre su cadáver aún fresco. Ha resumido usted en un solo párrafo, largo eso sí, toda una vida de brillante trabajo. Conclusión: el filósofo español más importante del siglo XX era un mindundi que no sabía por dónde le daba el aire y que mueve a carcajadas por doquier, una especie de iluminado locatis cuyos seguidores están tan pirados como él. Pues muy bien. Menos mal que nos lo ha aclarado usted. La filosofía en español no queda desamparada gracias a su talento.

    • Viejotrueno

      Hace falta mucho valor para decir que la filosofía política de Bueno es basura porque no tuvo en cuenta la «justicia distributiva»…Sobre todo porque sí que la tuvo en cuenta, lo que sucede es que por ser puro idealismo kantiano del kantiano Rawls, queda triturada, esa doctrina, y absorbida en sus componentes no sustancializados.

      Tampoco dijo Bueno nunca que la representatividad no fuera democrática, sino que es una idea lisológica, es decir metafísica, porque refiere a algo puramente abstracto, una entidad que pareciera estar mediando entre el pueblo y el poder político.

      La ontología ¿desfasada? como si estuvieramos hablando de modas… bueno, usted parece que sí. La gente sin anteojeras comprende que una ontología en el campo filosófico es el fundamento para filosofar. Su alusión al Diamat como nacido muerto es una ridiculez propia de un cerebro pequeñito. En el año 1970, en que Bueno escribe Ensayos Materialistas había una realidad política llamada URSS. No se… haga trabajar un poco sus neuronas y deduzca de ahí algo. Claro, que no hay URSS ya… efectivamente, por eso era vital rectificar al Diamat en sus contradicciones, y por eso es ahora más util que entonces esa ontología que usted desprecia, porque no la entiende, probablemente.

      ¿La antropología filosófica es irrelevante? Comienza usted a desbarrar delirantemente. Discuta entonces usted sobre la idea de Hombre sin una filosofía antropológica y péguese el gran batacazo. No habla más que majaradas.

      Sus análisis sobre izquierda y derecha no son en modo alguno un psicoanálisis sobre los caprichos de la gente. Es que tal distinción es real, existe, la gente la emplea, y es por algún tipo de realidad que está fuera de sus cabezas; y si usted lo niega usted es el que necesita ser psicoanalizado o leer un periódico como mínimo, que es menos costoso…

      ¿Su análisis del idealismo alemán es cuanto menos superficial? Ardemos en deseos de que usted nos ilumine con su docta sapiencia sobre el tema, seguro que es preferible a lo que pudiera decirnos cualquier catedrático que haya pasado años de docencia enseñando tal materia, o bien analizándola como parte de su propio sistema. Porque resulta que formalmente, como el propio Bueno admite en Ensayos Materialistas, su ontología se basa en la de Wolff (ontología general-especial). Luego algo sabría sobre idealismo alemán… o no, qué más da lo que se le diga a usted, seguirá soltando gratuidades sin demostrarlas.

      «Su visión de las relaciones internacionales murió siendo generosos en los años 70 del siglo pasado»
      Sólo es punk si yo lo digo, sólo yo y mis amigoos, lalala… siga con el festival, que es muy divertido

      «Su desprecio por Wittgenstein nos da la medida de lo que entendió de la filosofía del siglo XX»
      Mire usted, cuando uno estudia durante una década durante un señor, como hizo Bueno con Wittgenstein, algo sabrá también del asunto. Pero qué más da. Por otro lado, como mucha gente sabe -menos usted- la filosofía analítica es parte imprescindible del materialismo filosófico, y eso incluye a -sí- Wittgenstein. A ver quién entiende aquí la filosofía del siglo XX. La cuestión es ¿hay que asumir todas las tesis de Wittgenstein porque sí? Se ve que sí, no vaya a ser que le miren mal a uno o le digan que «no has entendido la filosofía del siglo XX sino has entendido, aceptado y amado a Wittgenstein»

      «La defensa de la pena de muerte pasará a la historia como uno de los peores argumentos de la filosofía práctica (si te arrepientes, muerte; si no, muerte; y el agujero conceptual de los “crímenes horrendos”)»
      Lo que está pasando a la historia pequeñita de esta sección de comentarios es la serie de frivolidades que usted dice. El núcleo del argumento de la -mal llamada- pena de muerte no es el arrepentimiento porque sí (aparte que es un argumento sacado de Espinosa, pero supongo que ese filósofo también le parecerá cacola mala porque no está de moda, es un señor muy antiguo), sino porque los actos horrendos que usted dice, se incorporan a la estructura vital de una persona, ne-ce-sa-ria-men-te. Y esto no es un agujero conceptual, lo dicen los psicólogos criminalistas, cada vez que un fulano mata a su familia -pongamos por caso- y a continuación se suicida. Yo se lo explicaría con más detenimiento, pero sería perder el tiempo, seguramente los psicólogos también serán para usted basura.

      » La distinción entre M1, M2 y M3 teniendo en cuenta el estado de la cuestión en filosofía de la mente y en ciencia cognitiva produce más carcajadas que otra cosa. »

      jajajajajaJAJAJA

      sí, me carcajeo de sus frivolités, monamí, no de los géneros de materialidad, claro. Aparte no entiendo exactamente a qué demontres se refiere vuecencia. ¿Acaso es usted un reduccionista mentalista?¿o quizás cerebrocentrista? Es que como cita usted la filosofía de la mente y la ciencia cognitiva. Mire usted, si quiere enterarse de esos temas según el materialismo filosófico vaya y busque lo escrito por Juan Bautista Fuentes o Marino Pérez. Y si no se ha enterado que esos temas están incluídos dentro de M2 y no es usted capaz de distinguir cómo está organizado el sistema porque su cabeza no le da para más, por favor, instrúyase o quédese leyendo al plasta de Jerry Fodor.

      «La idea de que la filosofía es sobre todo diagnosticar y definir ciertas ideas o denunciarlas como mitos no lo cree nadie fuera de un radio de 50 km. alrededor de Oviedo. Etc. etc.»
      Efectivamente, que se lo digan a Sócrates, condenado a muerte por esas ocurrencias, o a Platón, o a Aristóteles, o ya puestos la tradición filosófica desde entonces hasta ahora. Y por favor, ahórrese su idea de para qué sirve la filosofía sino es para eso, porque no me quiero eutanasiar colgándome de un pino

      «Gustavo Bueno era un erudito y todo lo que escribió buscaba demostrar que lo era más que los demás. Dudo mucho que cualquiera que busque tener un análisis preciso de cualquier cuestión lo pueda conseguir gracias al materialismo filosófico. Y el alto porcentaje de chalados entre sus súbditos lo demuestra.»

      Me parece usted un merluzo de mucho cuidado, pero francamente, como psicoanalista-psicólogo… es mucho peor. Reducirlo todo a que Bueno bsucaba demostrarse como más listo que nadie, o que la gente que estudia y se interesa por su sistema son unos chalados demuestra la vulgaridad de sus triviales esquemas mentales. Francamente, no se qué hace aquí, aparte de trolear, porque con sus boutades y mamarrachadas ha demostrado un desconocimiento total, no sólo de Bueno y su filosofía, sino de la filosofía en general. Incluso los más acérrimos enemigos de Bueno reconocieron siempre la valía del sistema (aunque naturalmente ellos discreparan), su riqueza y potencia, el valor de apoyarse en tantas y distintas tradiciones, y su capacidad para refundirlas expurgándolas de sus adherencias metafísicas, de sus sustantivaciones… Nadie que sea un ignorante en estas materias se atrevería a soltar las patochadas que usted ha vertido con tan mala fe, cosa que lo denigra a usted totalmente al quedar retratado como otro vulgar hater internetil.
      Buenos días/tardes/noches, muérdase la lengua y por favor, envenénese lentamente.

  7. Micromegas

    Estoy de acuerdo con esa afirmación de Gustavo Bueno: “La mujer que reivindica no ser una contenedora [de semen y fetos] ya tiene bastante encima con un cerebro tan pequeñito”. Y añadiría: lo mismo el hombre que reivindique “no ser expulsador de semen». Y esto no es machismo. Tiene otro nombre: Biología. O sea Naturaleza. O sea materia.
    Lo que el profesor Bueno critica es la idea (mala, falsa, errónea) de que podemos situarnos por encima de nuestra propia naturaleza. Que no hay límites. Que nada nos condiciona: ni el cuerpo, ni el sexo, etc. Que podemos elevarnos sobre nuestra propia condición biológica. Incluso que el pensamiento se puede situar al margen del cuerpo (materia).
    A esta concepción del hombre y de la existencia, Bueno la denomina: materialismo filosófico.
    NOTA: Por aclarar, una mujer puede decir tener hijos o no, si no deciden también las propias condiciones económicas, laborales, etc. Pero no por eso deja de ser “contenedora”.

    • Si Bueno decía lo que dices tú (que lo dudo) entonces es que no había entendido el debate. Los argumentos abbortistas eran principalmente dos:

      -(moral) las mujeres tienen que poder decidir sobre lo que entra y sale de sus cuerpos. Y su derecho a la salud física y mental así como al control sobre sus destinos está moramente por encima del derecho a la vida de seres huamanos potenciales que aún no existen.
      -(pragmático) actualmente (en el momento de la reforma) estos abortos que se legalizarán ya se estan dando y se trata simplemente de meterlos en el marco legal para garantizar las condiciones en las que se dan.

      Puedes estar o no de acuerdo con estos argumentos, pero lo que no puedes inventarte es que implícitamente esten negando el hecho (biológico) de que el cuerpo de las mujeres cis está (en la mayoría de casos) preparado para la reproducción. Esto te lo has sacado tú de la manga. Aquí nadie está diciendo que podemos «situarnos por encima de nuestra propia naturaleza», lo que se argumenta es el derecho de escapar de las imposiciones sociales.

      Ahora bién, si lo que en realidad estas diciendo (en contra de lo que afirmas) es que de este hecho biológico (las mujeres pueden tener embarzos) se deriva el hecho (normativo) de que las mujeres deben tener hijos, entonces estas comentiendo la famosa «falacia nauralista». Falacia que, paradójicamente, utilizaba Bueno para criticar el argumento pragmático del movimiento abortista.

      Su afirmación “La mujer que reivindica no ser una contenedora ya tiene bastante encima con un cerebro tan pequeñito” (el añadido era mío) es un recurso retórico puramente ad hominem que utilizaría en su momento para dar efecto a sus argumentos, una machistada para arrancar las risas pueriles del público que no merece más consideración.

      Para todo lo demás H&S

      • Ekaitz

        Te «colocas por encima de la naturaleza» cuando, como en tus primeros comentarios, identificas el llamado «derecho al aborto» con el «control total de las mujeres sobre su cuerpo». Las mujeres no controlan su cuerpo cuando deciden abortar, entre otras cosas porque nadie puede decidir o controlar nada sobre su cuerpo porque eso presupone la bipartición metafísica de la persona en un «alma», «espíritu», «voluntad» o como se le quiera llamar, cuya corporeidad se abstrae arbitrariamente. Esta doctrina, la del cuerpo como prisión del alma, procede, según la tradición, del griego Ferecides, y a partir de ahí se encuentra en el cristianismo, cartesianismo, idealismo, etc. El nexo con el pensamiento liberal existente entre este espiritualismo y el voluntarismo implícito en las posiciones abortistas, elemento correctamente señalado por otra comentarista, radica fundamentalmente en la concepción idealista de la libertad, que es la que el abortismo y las ideologías que lo circundan y recubren reclaman y defienden para la mujer que aborta. Gustavo Bueno trituró esta concepción formalista de la libertad en una obra que sin duda ya conoce: «El sentido de la vida». A esta obra me remito para refrendar todo lo dicho y para ampliar su información acerca del «no al aborto del materialismo filosófico».

  8. «Y decían -y dicen- barbaridades tales como: tengo derecho a no querer llevar un feto dentro». Oigan, qué barbaridades decimos, ser madre no es un derecho, es una obligación ya que estamos biológicamente predispuestas para ser contenedores y querer lo contrario sería ir contranatura. Cómo puede ser que a estas alturas, personas que se consideran poseedoras de altos conocimientos por haber leído tal y tal autor, sean capaces de afirmar con tranquilidad estos argumentos acerca de la comprensión de la mujer? Sorprendida me hallo.

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  10. La imagen que daba Gustavo Bueno en sus constantes apariciones en los medios era la de un señor exacerbado, gritón, que no soportaba que le llevaran la contraria, y que replicaba a sus críticos con una frase magistral: usted no me entiende. Quizá es que no tenia la menor capacidad para hacerse entender, lo que es grave en un profesor. Sus ideas escolásticas, autoritarias y reaccionarias se cubrieron en los años 70 y 80 de una capa de marxismo que las hacían aparentemente innovadoras etc, pero cuando se cayó el muro de Berlín Gustavo Bueno apareció como lo que era: un derechista obcecado con el imperio español, la presunta racionalidad del catolicismo, aunque él se declaraba ateo católico (en el sentido puramente nacionalista de un Charles Maurras: catolicismo porque la identidad nacional está forjada por esta religión), fobia contra la socialdemocracia y oposición al aborto, eso sí, desde su materialismo filosófico etc etc. El torrente de libros polémicos que publicó en sus últimos años no valen absolutamente para nada. Mal escritos y confusos hasta lo ininteligible, son un modelo de cómo no escribir correctamente en castellano. Si los despojamos de su pedantería, solo destacan en ellos las opiniones no razonadas y descabelladas de siempre: la patria, el imperio y los enemigos divagantes de la patria y el imperio. Evidentemente, con estas ideas, sus discípulos están en la órbita de la derecha autoritaria, o sea de Vox. Nacionalistas, antiliberales y ferozmente anti-izquierda, a la que consideran cómplice del separatismo, serán materialistas por cabeza dura y carente de ideas. Curiosamente, Bueno entendió que sus posiciones políticas ultras le restaban simpatía excepto entre la secta, porque llegó a decir al final de su vida que estaba completamente desprestigiado. Pues sí, en algo tenía que acertar el maestro. Bueno era una caricatura paleta que nadie tomaba en serio. La gente se reía de él como se ríen de los payasos que toman una copa de más y sueltan burradas con más o menos gracia. De su presunta filosofía, que para sus fieles es la más importante por los siglos de los siglos y amén, la llave maestra que permite entender mil cosas, puede sentenciarse sin temor a error: universalmente ignorada, excepto por cuatro excéntricos que imitan todo lo malo de don Gustavo: la agresividad, la arbitrariedad, el sectarismo, la pedantería, la mala pluma y las ideas ultras. Esta es la herencia del Kant de Oviedo. Por cierto, que el sempiterno aldeanismo de esta ciudad provinciana convirtió a Bueno en un genio, halagando la tremenda vanidad del viejo y oscuro profesor. En buena medida, Bueno fue una creación de los paletos locales que creían tener de vecinos a Platón y su Academia y no a un profesor mediocre y cascarrabias. En fin, de Bueno, poco bueno.

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