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Los Beatles tenían las melodías y el enfoque original, los Stones eran salvajes y satánicos, pero quién más se atrevía a jugar con fuego como hicieron Free en su clásico «All Right Now». (Phil Sutcliffe, Sounds, 27 de marzo de 1976)
Nunca emitieron una queja pública porque no estaban organizados, pero los amantes del rock que durante los años noventa veían la televisión de madrugada rodeados de latas de cerveza vacías y ceniceros llenos hasta los topes de colillas estaban hasta las mismísimas narices del trato que se le daba a Free. Todos y cada uno de los anuncios teletenderos de recopilaciones de música para conducir con tus gafas de sol de pera cogiendo al sistema por los huevos escuchando las mejores canciones de la historia del rock insistían en lo mismo. Si el espacio publicitario del típico revolucionario utensilio para rascarse la espalda se renovaba cada determinado tiempo, las recopilaciones roqueras no. De los Free, insigne grupo de principios de los setenta, siempre se proponía la misma canción: el dichoso «All Right Now».
Un estribillo tan manoseado y desnaturalizado a estas alturas del siglo siguiente al de su composición que da más ganas de llorar que de agitar la melena. Despierta las mismas emociones que la canción de Documentos TV de Ry Cooder. Pero les da igual. En cada compilado, con una sonrisa helada, nos seguirán metiendo el «All Right Now». Irás a comprar yogures de coco al supermercado y en cuanto te descuides sonará un «All Right Now» en el hilo musical. En el telediario darán una muy informativa pieza sobre el regreso de los pantalones de campana y pondrán el «All Right Now». Digámoslo claro de una vez: puto «All Right Now», dejen ya de pincharla de una puta vez. Tiremos los discos y borremos nuestros discos duros.
Si no fuera por los suculentos beneficios que les habrá supuesto, es muy probable que los miembros del grupo que han sobrevivido también estén hasta las narices de su hit. Y de no ser así, pues aquí estamos para poner el foco en el resto de su carrera a parte del maldito «All Right Now», que fue muy interesante, innovadora y tiene una segunda etapa, sus tres últimos discos, que nunca han sido convenientemente valorados.
Es difícil elegir un miembro de Free para empezar a contar la historia del grupo a partir de él. Pocos grupos fueron fruto, en aquella época, del trabajo colectivo como ellos. Paul Rodgers, un cantante de soul en un grupo de blues. Andy Fraser, un bajista sin cuyo protagonismo no podría entenderse a Free, un tío capaz de poner su instrumento al mismo nivel de importancia que la voz o la guitarra solista sin meter una matraca infernal, como le suele pasar a los bajistas con ínfulas. Paul Kossoff, uno de los mejores guitarristas de la época dorada del rock. Y Simon Kirke, un batería que sabía hacer lo más difícil que hay en su profesión y que sus colegas suelen ignorar, tocar despacio, además de ser capaz de ponerle ritmo a uno de los más genuinos recursos del grupo: el silencio. No está mal como carta de presentación.
Free surgieron en Inglaterra en los años en que el blues era la moda más refrescante. Paul Rodgers venía de un grupo llamado Brown Sugar. Andy Fraser había estado en los Bluesbreakers de John Mayall. Y Kossoff y Kirke provenían de Black Cat Bones, un grupo que logró grabar un LP muy aceptable en 1970, y donde Kossoff fue sustituido por Rod Price, el celebérrimo slide de Foghat. Cuando Alexis Korner les vio tocar juntos por primera vez se quedó fascinado con ellos y les puso el nombre de Free. Pero eran niños. Algo así como los Backstreet Boys al principio, rondaban los quince y diecisiete años. El disco que rula por ahí de Paul Kossoff en Black Cat Bones, Paul’s blues, tiene un sonido criminal, pero sobre todo es interesante porque el guitarrista tiene quince años y ya toca como un animal.
Kossoff decidió tocar desde que escuchó a los Shadows en la radio. Sus padres le llevaron a clases y estuvo seis años formándose en guitarra clásica. Luego vio a Clapton tocar con John Mayall en un pequeño club y tuvo ahí la epifanía propia de los tiempos, la que afectó a tantos. La gente le estaba gritando a Slowhand eso de «¡Dios! ¡Dios!» y a Paul le sedujo la atención que recibía un artista recorriendo el mástil de su guitarra al estilo de moda. Se olvidó de la formación clásica y empezó a escuchar a B. B. King y Freddie King y el soul de Otis Reding y Ray Charles, sin perder de vista lo que hacían sus compatriotas Clapton y Peter Green en los años buenos de Fleetwood Mac.
Los chavales se patearon el circuito londinense, llamaron la atención de Island y sin dejar de tocar en directo grabaron su primer LP, Tons of Sobs. Un disco de blues crudo y áspero. Alguna vez ha sido comparado con los discos de Blue Cheer con Leigh Stevens. Costó solo ochocientas libras. Ninguno alcanzaba los veinte años aún y Fraser solo tenía dieciséis. Lo produjo Guy Stevens, quien trabajara para Mott the Hoople en los setenta y pasará a la historia por ser el responsable de la producción del London Calling de los Clash. Su granito de arena en el primer disco de Free fue tomar la decisión de partir en dos «Over the green hills», la canción más Free del primer disco de Free. Las partes se emplearon como intro y outro del álbum. Se grabó en octubre de 1968 y se lanzó en marzo del 69. Volcaron en el vinilo su repertorio en directo, con mención especial para «Walk in my Shadow», con una letra de machotes tipo mira-nena-te-voy-a-follar. «Worry», que abría la cara A, sonaba oscura y con riffs densos a lo Tony Iommi, que por aquel entonces estaba grabando las demos de Earth, el grupo con Geezer Buttler y Ozzy Osbourne del que saldría Black Sabbath. Hay que señalar bien en qué momento empezó Free a poner sobre la mesa un sonido tan duro. Por esas fechas, Jimmy Page, que le sacaba seis años a Kossoff, estaba buscando músicos para una cosa que se le había ocurrido que podría molar. Aún no existía ni etiqueta para esa propuesta.
«Moonshine» también era muy Sabbath, pero especialmente por la letra. Paul canta sobre esperar a que salga el sol apoyado en su propia tumba. «I’m a Mover» también era un temazo, pero donde quedó mejor registrado fue en su directo Free Live! que saldría tres años después. No en vano eran canciones concebidas para tocar en directo. Algo que no dejaron de hacer ni para meterse en el estudio a grabar su segundo disco, el homónimo Free en 1969, que ya tendría una personalidad insobornable.
Aunque el referente hasta el momento eran las tormentas sónicas que desataban los Cream de Eric Clapton, que registraron su disco de despedida ese año, Free venía con una propuesta más ordenada que los archivos de la policía. Se orientaron a la noble búsqueda de la canción perfecta. En este segundo LP, los adjetivos oscuridad y dureza se sustituyen por la sutileza de la guitarra en «I´ll be Creeping», la que abre el disco, o el ritmo funk que impone Fraser, desaparecido antes en el primer disco, tal vez por su tierna edad. Y todo con un cantante superlativo. Pero las relaciones entre ellos no eran buenas. Kossoff, de hecho, intentó escapar probando para los puestos que habían quedado libres en Rolling Stones y Jethro Tull, nóminas que se llevaron Mick Taylor y Martin Barre.
Una gira por Estados Unidos con los Blind Faith de Eric Clapton les abrió el mercado americano. Slowhand alucinó con Kossoff, que ya había logrado una narrativa propia. Cito al crítico Jaime Gonzalo en Ruta 66: «No tardó en fabricarse su propio estilo, cuyas claves residen en que, más que solos, lo que perseguía era crear sonidos y con ellos formas». En esa gira, Clapton entró en el camerino de Free y hubo un malentendido. Admirado, le preguntó a Kossoff cómo hacía esa técnica del vibrato. Este le contestó que si estaba de cachondeo. Obviamente, lo había aprendido de él, pero Clapton pensó que se estaba burlando, riéndose en su cara. Fue un sutil equívoco, una chorrada, pero por esa gilipollez ya no hubo química entre ambos. Y venían a ser padre e hijo.
Aunque Free fuese un buen disco, de preciosa portada, además, de Ron Raffaelli —el fotógrafo de Jimi Hendrix—, el pepinazo lo dieron en el tercero, Fire and Water. Al igual que habían hecho en el anterior, Fraser y Rodgers se echaron el disco a las espaldas y se curraron un clásico espectacular. Se abre con el corte que da título al álbum, un estribillo hard rockero difícil de olvidar. Y al final de la cara A y al principio de la B, dos verdaderas gemas: «Heavy Load» y «Mr. Big», esta última con un crescendo al final que se convirtió en el punto culminante de sus conciertos.
El disco es tan bueno que cuando llegas a la innombrable, su single más conocido y que está al final, hasta te parece una castaña, pero con ella llegaron al número uno de las listas. El LP salió solo un mes antes de la espectacular actuación que hizo el grupo el último día del histórico festival de la isla de Wight en 1970, momento en el cual el grupo ya estaba consagrado y en el Olimpo. Si no te emociona Kossoff en ese vídeo, si no te conmueve, tal vez te trates de Antonio Anglés. A raíz de esa aparición, según dijo Andy Fraser, no podían ni salir a la calle sin que se les echara encima la gente diciendo cuánto les amaban.
Es entonces cuando al maldición de «All Right Now» comenzó a hacer efecto. Antes de acabar ese año, Free volvieron al estudio el 21 de agosto. Diez días antes de Wight. La industria quería exprimirlos y para muchos fans, después del nivel y el éxito de Fire and Water este siguiente trabajo, Highway, resultó decepcionante. Aunque, ojo, nosotros afirmaremos lo contrario. No solo el disco es muy bueno, sino que tiene doble mérito. Primero, por meterse a grabarlo tan rápido. Y segundo y muy importante, por no seguir con la estela que les estaba haciendo millonarios. Además, el sello no se curró nada la promoción y la portada fue bastante patatera, por lo que el problema con las ventas pudo venir de ahí también más que de la calidad de lo registrado.
Los anteriores discos se habían compuesto mientras estaban girando, aquí por fin tuvieron tiempo para respirar en el estudio. También trabajaron mucho más a gusto y se autoprodujeron a sí mismos, porque anteriormente nunca habían quedado del todo satisfechos con los productores que les facilitó la compañía. Con tiempo, comodidades, canciones dando dinero en las listas, Highway sonó como se encontraba el grupo: a gusto.
Es quizá su disco más soft. Hay ritmos funk con más protagonismo que antes. Tiene mucho piano, una cadencia country, —por lo visto estaban muy sorprendidos por los discos de The Band, especialmente Music From the Big Pink—. La única dificultad que tuvieron en toda la grabación fue el día en que se murió Jimi Hendrix. Kossoff llamó a Kirke llorando, destrozado. Según recuerda el batería, desde aquel día nunca volvió a ser el mismo. Tenía esperanzas de tocar algún día con Jimi, al que había visto en una tienda de instrumentos en la que trabajaba años atrás. Hendrix entró y dejó a todos boquiabiertos al probar una guitarra para diestros con la zurda, del revés, tranquilamente. A Kossoff el impacto por su muerte le hizo dejar de comer y abandonarse de mala manera. Le tuvieron que impedir que cogiera un avión y se fuera al funeral a Seattle y que se conformara con enviar flores. Años después, en una entrevista en Guitar Player en 1975, lo admitió. Se le fue la olla con su pasión por Hendrix.
Pero lo realmente grave fue que el single llamado a suceder a «All Right Now», la negroide «The Stealer», que es una canción buenísima, se comió los mocos. Y otras, como «The Highway Song», seguían teniendo chispa, con un Kossoff enorme en lo suyo, el arreglo elegante, simple. Con más escuchas el álbum gana y completa una tetralogía de mérito. Inicios blues, un segundo disco más folk, el tercer hard rock y el cuarto, pues podríamos empezar ya a hablar de AOR. Para Kossoff era sin duda alguna el mejor trabajo que habían hecho hasta la fecha. Así lo dijo en la prensa.
Sin embargo, la bajada de ventas fue bestial. Un hostión. Psicológicamente les afectó tanto que se separaron. Y todo porque no fueron capaces de volver a darle de comer al monstruo, de volver a poner en el mercado un asqueroso «All Right Now». Los críticos encontraron el nuevo disco demasiado introspectivo. Baladista. Lo que lo estaba petando en 1971 era el heavy rock. Esa melaza no se entendía en uno de los grupos que habían colaborado como nadie en poner de moda el género con su anterior disco.
Esta pausa o primera disolución del grupo fue fatal para Kossoff, que empezó a consumir todo lo que tenía a su alcance. Desde antidepresivos a heroína. Tenía muchos problemas de autoestima, era tímido, introvertido, y sin estar arropado por un grupo y metido en las rutinas de las giras, lo único que era capaz de hacer desde que se levantaba era enchufarse en vena y volver a la cama. Mientras tanto Rodgers formó Peace, con quienes solo grabó un par de canciones —una de ellas, «Lady», está en el recopilatorio de Free The Free Story—. Y Fraser, Toby, donde tampoco se registró una sola canción. Paradójicamente, solo Kossoff y su colega Kirke sacaron un disco presentable. Fue con Tetsu Yamauchi y John «Rabbit» Bundrick y tuvo un nombre que no era un prodigio de la imaginación: Kossof, Kirke, Tetsu, Rabbit. Kossoff aquí está enorme, aunque el disco se parece demasiado a Free, y hasta se atreve a cantar en «Colours». Es un trabajo muy correcto donde también destacan los teclados del tejano Rabbit Bundrick que, dicho sea de paso, compuso más de medio álbum.
Pero este disco no sirvió para mantener a Kossoff alejado de la drogadicción. Se había vuelto adicto al Mandrax, los quaaludes, y tan grave era la situación que la reunión de Free fue por él. El grupo se tuvo que volver a juntar solo con la intención de rescatarle. El resultado fue Free at Last, un LP que tuvo éxito, pero que está por debajo de sus antecesores. Como Kossoff, que llevaba tales ciegos a los conciertos de la gira que, según recuerda Fraser, el público se ponía a llorar de pena por él. Al final, el bajista, harto de tener que soportarle, abandonó el grupo.
En un último esfuerzo, Free todavía registró un último álbum de estudio, Heartbreaker, con los amigos de Kossoff, Tetsu Yamauchi al bajo y Rabbit Bundrick al teclado. Paradójicamente, pese a la calamitosa situación de convivencia del grupo y toxicología de su guitarrista, el LP salió soberbio. «Wishing Well» abría el disco fumándose todo lo que quedaba de década para situarse en la liga de los petaestadios que estaban por llegar diez años después, grupos como Journey, Boston, Foreigner, Survivor y compañía.
No es casualidad que Rodgers, compositor de la mayor parte del disco, formase dos años después Bad Company depurando el estilo aquí exhibido hasta crear tamaño mito y hartarse de recorrer el planeta en limusinas llenas de botellas de champagne y chavalas en cueros. «Come Together in the Morning», la segunda, baja el pistón hasta niveles que podríamos decir que el estribillo lo haría suyo muy a gusto Julio Iglesias. Luego el plástico transcurre por estos derroteros baladistas genuinos de Free hasta llegar, fíjense bien, a una canción top del grupo y muy desconocida, o muy pocas veces se la ha destacado. Se trata de «Easy on My Soul», que llegó a salir como cara B del single del LP. Un teclado espectacular, similar al de «Riders on the Storm» de los Doors, domina la canción hasta que Rodges se exhibe en un estribillo que nada tiene que envidiar al inefable «All Right Now», pero pasó desapercibido. Fue el último single de Free.
Para entonces, Paul Kossoff ya había sido expulsado del grupo. Sufrió una sobredosis con infarto de miocardio, y lo apartaron definitivamente del negocio. Y durante su convalecencia lo que hizo fue buscarse más problemas. Detenido por conducir borracho y drogado, condenado a pasar por rehabilitación, también logró eludir esa pena y seguir poniéndose. Enganchado completamente, su manager Terry Slesser buscó lo que fuera para salvarlo. En su penúltima sobredosis tuvieron que devolverlo a la vida cuando estaba clínicamente muerto.
Solo recibió una buena noticia en estos meses. El disco en solitario que había grabado tras dejar Free, Back Street Crawler, fue comprado por Atlantic para lanzarlo en América. Cuando ya había un plan de la discográfica para convertirlo en una estrella en Estados Unidos, en un vuelo entre Los Ángeles y Nueva York, se le paró el corazón de otra sobredosis. Tenía veinticinco años. Ni club de los veintisiete ni leches.
A Andy Fraser le diagnosticaron el VIH y el sarcoma de Kaposi en los ochenta. Luchó contra la enfermedad durante años, manteniéndose en forma y tocando, hasta que murió el año pasado, 2015. Su amigo Kirke se embarcó en Bad Company con Paul Rodgers y por fin se hartaron de ganar dinero fabricando hits como churros, esta vez menos dañinos que el dichoso «All Right Now»; la canción que mató de éxito a Free y pone a prueba nuestra paciencia en las radiofórmulas roqueras, los recopilatorios y los bares de británicos en Canarias.
Kossoff hoy en día es tenido en cuenta como uno de los mejores de su época y su talento es reconocido en toda publicación especializada que se precie. Pero incluso su recuerdo a veces nos llega en cofre de maldición. Hace unas semanas quien esto escribe leía en el muro de José Carlos Sisto, padre de los psicoactivos Materdronic, un recuerdo a la figura de Ollie Halsall, guitarrista de varios grupos, el más importante Patto. Combo progresivo hard rockero, pero más orientado al jazz. «Hold Your Fire» es uno de los mejores discos de la década de los setenta sin duda ninguna. Resulta que Ollie Halsall acabó en España ganándose la vida con Ramoncín, Radio Futura, Antonio Flores… una lista interminable. Hasta compuso para Hombres G. Su adicción a la heroína le llevó a situaciones extremas. Llegó, se dice, a tocar en el metro. ¿Te imaginas encontrarte en un pasillo de Diego de León a Robert Plant? Pues esto era equiparable en talento. El caso es que Ollie, recordaba el músico, vivió en casa de un amigo suyo durante un tiempo. Años después, de charla, aparecieron por un rincón dibujos de Ollie. Uno era un retrato de Paul Kossoff. Lo adoraba y era su guitarrista favorito. Y esto siendo coetáneos. Le gustaba tanto que lo pintó y ahí quedó su retrato en esa casa, donde Halssal enfilaba sus últimos días, casi como en un cuento de Poe.
Pingback: Free y la maldición de "All Right Now"
Un grupo fantastico. Gracias por el artículo.
Gran artículo sobre una de las mejores bandas de blues-rock en una época en que había infinidad de grupos impresionantes, a la par que una de las más olvidadas hoy en día.
A reivindicar su segundo album, Free, en el que definen su sonido mejorando lo expuesto en su debut y que creo que nunca más superaron.
Fire and Water, su álbum más conocido, en cambio me parece más aburrido y los posteriores tienen muy buenos temas pero divagan en general.
No estoy de acuerdo con la afirmación de que Jimmy Page andaba sin saber que hacer cuando los Free grabaron su primer disco.
Led Zeppelin se formaron en agosto de 1968. Es cierto que meses después que Free, pero su primer álbum se grabó en septiembre del mismo año y editó, tras conseguir contrato con Atlantic, en enero de 1969, siendo por tanto anterior al debut de Free.
pues veo que tienes razón. Eso me pasa por querer epatar (La verdad es que tenía tan asumido que era así que no me molesté en comprobarlo) Muchas gracias por el comentario.
Gracias por el artículo. Free era impresionantes. Como con una puesta en escena minimalista se conseguía sonar así.
Corre por casa (o corría, que ha habido mudanza) un ejemplar de la revista Mojo en la que había precisamente un reportaje sobre Free. Refiriéndose a Paul Kossoff comentaban que sí, que era un grandísimo guitarra solista, pero que flojeaba bastante en el aspecto, digamos, rítmico. Hasta el punto de que él mismo dudaba si sería capaz de tocar el riff de All Right Now, que no es excesivamente complicado.
Hola Álvaro
El comentario sobre Jimmy Page es especialmente desafortunado si tenemos en cuenta que los Led durante un tiempo estuvieron a punto de llamarse The New Yardbirds -por venir de donde venían- y que su «origen» puede fecharse en el regalo de cumpleaños que le hicieron a Jeff Beck cuando se grabó «Beck’s Bolero» en el 66.
También hay que apuntar -si no eres alérgico a los CD’s- que Island reeditó los discos de Free con extras en el 2001 y, desde luego, merecen la pena.
La reedición de principios de milenio (con la cara de Kossof al juntarlos todos) es cojonuda, muy recomendable. Yo no le tengo ningún tipo de alergia a Allright Now, al contrario, la disfruto igual en cada ocasión que la escucho. Que Free sea una banda tan olvidada es una verdadera lástima, sin duda.
La culpa la tiene M80 Radio jejeje………..bromas aparte, gran banda. Es una pena quedarse sólo con el «All Right Now», merece la pena darle una oportunidad a su discografía……..
Gran artículo,…además te acuerdas de otros grandes como fueron Patto….excelente excusa para pegarle otra pasada a Free , tenemos tal disponibilidad de material q muchas veces no da tiempo material a recuperar lo màs obvio. Gracias
Comento por primera vez un artículo para agradecer que se reivindique a Free. Mi grupo preferido…de calle. «Heartbreaker» me encanta, aunque todos los discos son espectaculares.
Gracias por recordarnos a Free. Solo echo en falta en el artículo al grupo Sharks donde Andy Fraser pulsó su maravilloso bajo y la voz rasposa era de un tal Snips. Por lo menos editaron un muy buen disco, lo tuve y el viento se lo llevó. Saúde!
«First water» es el título del primer disco de Sharks. Con Chris Spedding y su guitarra…
tomo nota
paul kosoff, uno de los guitarristas menos valorados de la historia. era muy muy muy bueno.
Joder, menuda maravilla de grupo he descubierto aquí.
Mil gracias.
Lo mismo que «Still loving you», que la seguirán pinchando aunque ya no la quieras, «Wind of change», «Losing my religión», o incluso el «Get it on»…