Destinos Ocio y Vicio

Días de verano en el páramo: castillos del Duero

Castillo de Berlanga de Duero.
Castillo de Berlanga de Duero.

Hace muchos años, cuando yo era un chaval recién metido en la universidad, pasé un verano excavando en Tiermes. No voy a hablar de esto, pero este dato previo es fundamental para entender por qué tenía tanto interés en volver al sur de Soria, que es como volver al culo del culo del mundo, y lo digo sin ninguna intención de ofender, porque a mí me encanta Soria, como me encanta Teruel, pero una cosa no quita la otra: estas son dos de las provincias más despobladas y olvidadas de Europa, y la situación no va a cambiar hasta que se asuma la realidad en toda su crudeza. No está nada claro que vaya a mejorar mucho, no si los políticos iluminados de turno piensan que la cosa va a cambiar a base de cemento y concursos de arquitectura. Y sí, me refiero a esa maravilla del capitalismo patrio llamada «Ciudad del Medio Ambiente». Pero no vamos a perder el tiempo hablando de cómo se ha tirado el dinero en infraestructuras, que no acabamos nunca, sino que vamos a explicar por qué hay que ir al culo del culo del mundo (en este caso el sur de Soria, aunque bien podría ser alguna comarca de Palencia, Zamora, Teruel, Cáceres o Guadalajara: España está vacía por dentro, como una fruta con una piel muy lustrosa y fresca pero un corazón abrasado y desierto), y vamos a indicar algunas pistas para no perderse, lo cual no resulta muy difícil como, se verá.

Como algunos lo van a citar (o deberían hacerlo), lo cito ya de entrada: hay un libro básico que ha salido hace poco: La España Vacía, de Sergio del Molino. Es un libro muy interesante, pero aquí no vamos a hacer análisis serios, vamos a hablar de turismo, de esa cosa que trae algo de dinero y de gente a un sitio donde hacen falta ambas cosas. Cuando estuve excavando en Tiermes, hace ya más de veinte años, allí no había nada. Solo el yacimiento, un pequeño museo (muy pequeño) y una cantina perdida donde se citaban algunas de las personas más extrañas que uno, recién salido de la ciudad, se había tropezado en su vida. Era un auténtico lujo poderse tomar unas cervezas frías en un lugar como aquel, y a nosotros, estudiantes tumultuosos, nos bastaba con eso. Ahora hay un restaurante muy decente, con un hotel igual de decente. Y hay turistas, hay bastantes turistas porque han mejorado la carretera, que era muy mala. También han ampliado el museo, con lo cual los turistas pueden ver algunas de las cosas que se han encontrado en el yacimiento (aunque la mayoría están en Soria ciudad). Pero lo más interesante, además del yacimiento en sí, y de ese muro perfecto que es la sierra de Pela, es la iglesia románica que señala el lugar. Se ve desde la carretera y sirve de faro perfecto, porque en ese paisaje tan hermoso y tan vacío de todo indicio de poblamiento humano, ver una iglesia, aunque sea una iglesia pequeña y modesta, supone un alivio para los viajeros no habituados a tantos kilómetros de soledad absoluta.

Iglesia de Tiermes.
Iglesia de Tiermes.

Cuando llegué a Tiermes por primera vez me contaron que por uno de estos valles perdidos los americanos habían montado una base secreta, tan secreta que nadie sabía dónde estaba. Por entonces las sierras no tenían esos modernos molinos de viento y las carreteras eran aún peores, lo que ya es decir. Las nevadas del invierno eran (y son) terribles. No sé si la historia es cierta o no, pero me pareció que aquel era el mejor lugar del mundo para esconder una base militar secreta. Si sales de Berlanga del Duero, de El Burgo de Osma o de San Esteban de Gormaz, todo lo que encuentras durante cientos de kilómetros a la redonda son trigales, campos de girasol, encinares, pinares y estepas desoladas. Los pocos pueblos que hay, además de ser muy pequeños, tienen la extraña costumbre a primera vista de colocarse en los lugares más recónditos, generalmente alejados de las pocas carreteras. Tal vez el hecho de buscar el fondo de los barrancos o los pliegues de las colinas se deba a las terribles condiciones climáticas; o tal vez se deba a que sus habitantes, a fuerza de estar solos, han llegado a amar la soledad. O no, o uno lo ve todo desde el prisma del urbanita y la vida en el páramo es otra cosa, otra cosa que para entender hay que vivirla en primera persona.

Decía Sergio del Molino que se ha idealizado mucho la vida rural y que esa es una de las causas del fracaso del movimiento neorural. Lo de «fracaso» es relativo. Volviendo a Tiermes hay que decir que solo el hotel y el restaurante ya dan trabajo a algunos jóvenes. Al pasar por el pueblo vemos que hay parada de autobuses y eso es nuevo: hace años no había servicio de autobús. Uno tenía que buscarse la vida para llegar allí como podía. Si han puesto servicio de autobús es que hay demanda suficiente para mantener una línea de autobús. Y esto no es una tontería: hace ya años se habló de suprimir la única línea de ferrocarril que aún queda en la provincia de Soria, la línea que conecta con Madrid. Si este plan hubiera prosperado (y no prosperó por la oposición de los sorianos), Soria hubiera sido la primera provincia de España en quedarse sin ferrocarril.

Y hablando de ferrocarril uno piensa en lo que siempre se dice: que la llegada del ferrocarril traía el progreso, el capitalismo, la industrialización, los nuevos tiempos que iban a poner fin al atraso español. Pues no, parece que aquí no: parece que aquí el ferrocarril solo sirvió para vaciar los pueblos, para que las gentes de la zona se montaran en un vagón para no volver nunca. Aquí el tren era siempre un tren de ida, o al menos esa es la impresión que uno tiene. Y ahora, una vez vaciados los pueblos, ya ni hay tren. De las tres líneas que cruzan la provincia ya solo queda en activo media línea y con muy pocos trenes al día. Las estaciones o están abandonadas o se han convertido en simples apeaderos donde pocas veces se ve algún pasajero. Pero, eso sí, junto a las ruinas de Numancia tenemos esa otra ruina actual, la Ciudad del Medio Ambiente, con la diferencia de que la primera trae turistas y no ha costado más de cincuenta millones de euros. Cincuenta millones tirados a la basura. Se dice pronto.

Estación abandonada de Monteagudo del Castillo.
Estación abandonada de Monteagudo del las Vicarías.

Si no queda apenas gente en Soria, y no queda apenas  gente en el sur de Soria, ¿qué queda? Pues lo de siempre: un paisaje magnífico. Y un pasado que uno se tropieza al tomar una curva y que, sin gritos, sin estridencias, sin llamar la atención escandalosamente, se planta delante de ti y te obliga a parar el coche o a tomar un desvío no previsto. El castillo de Gormaz, por ejemplo, se ve desde cualquier punto. Vayas a donde vayas, si pasas por estas carreteras, lo verás sobresalir entre una masa boscosa. Porque aquí también hay bosques de pinos, aunque sea el norte de la provincia el que tiene los bosques más extensos y conocidos. El castillo de Gormaz fue uno de los principales castillos musulmanes de la península. Los cristianos quisieron tomarlo muchas veces, sufrió muchos asedios, pero ninguno tuvo éxito. Aunque hoy en día está muy deteriorado merece la pena pasar toda una mañana o una tarde allí, y digo toda una mañana o toda una tarde porque hay que verlo con mucha calma, y hay que sentarse en la muralla y contemplar cómo corre el Duero por debajo. Y cómo pasan las nubes y cómo el viento sacude levemente los chopos. Si lo que ves y lo que sientes no te relaja, es que no te relaja nada. Y si lo que quieres es encontrarte a ti mismo pues francamente no se me ocurre otro mejor lugar para hacerlo. Estamos en agosto pero hay pocos turistas. Ya he dicho que hace falta que venga gente a Soria, porque sin gente no funciona la economía. Pero aquí no hay ningún turismo masificado. A veces llegan autobuses y durante un rato hay un pequeño bullicio de personas disparando fotos y estirando las piernas, pero luego se van y uno se vuelve a quedar solo o casi solo. Con tiempo para pensar. Con tiempo para pasear tranquilamente y sentarse en un alto a contemplar los campos, los montes, los bosques y el cielo. Y las piedras, claro, las piedras de los castillos, de las iglesias, de las viejas casonas. Las piedras mudas que no cuentan su historia a primera vista, que son adustas y hurañas hasta que te cogen suficiente confianza. Porque las tierras difíciles guardan muy bien sus secretos. Y por eso algunos viajeros impacientes piensan que no tienen secretos, cuando en realidad tienen montones de ellos.

Castillo de Gormaz, al fondo.
Castillo de Gormaz, al fondo.

Hay un dilema que he visto en otras partes, en otros pueblos. En cierto lugar cuyo nombre no es necesario mencionar ahora los habitantes estaban divididos entre pedir que se asfaltara el camino o dejarlo como estaba, sin asfaltar. Los que estaban en contra decían que eso traería gente que no venía nada más que a molestar, que no aportaría nada al pueblo, que solo vendría de paso. Otros decían que el pueblo necesitaba mejor comunicación. Que el pueblo tenía que abrirse al mundo. Que todos los visitantes eran buenos, tanto si quedaban allí o no. Este es un caso extremo pero el debate es el de siempre: hemos destrozado la costa, masificándola y llenándola de hormigón. ¿Qué vamos a hacer con el interior del país, con lo que aún queda por «colonizar»?

En Tiermes han montado una fiesta pagana para atraer turistas. Cada cierto tiempo, cuando la luna así lo dispone, organizan una cena celtíbera con salto de hoguera incluido, como no podía ser menos. Lo llaman «Fiesta del Plenilunium». Me dice el camarero del restaurante que la bebida «celtíbera» que ofrecen consiste en una especie de orujo de la zona y que «lo hacen los arqueólogos». Me quedo muy preocupado. El camarero no me aclara si los arqueólogos hacen la hoguera, la bebida o las dos cosas, pero en cualquier caso la cosa debe de ser digna de ver, aunque supongo que muy peligrosa. No sé cómo serán los arqueólogos que hoy en día pululan por Tiermes en verano, pero los que yo conocí estaban como una cabra. Es comprensible: pasar dos largos meses en el páramo, a mil doscientos metros de altitud, con calor terrible y frío terrible, sin ninguna comodidad y teniendo que vigilar a hordas de estudiantes tumultuosos, siempre propensos al desorden, la lujuria y la rebelión, tenía que afectar forzosamente a su salud mental.

San Esteban de Gormaz.
San Esteban de Gormaz.

Por desgracia me pasé por el museo y lo encontré cerrado. El yacimiento estaba vacío (eran las dos de la tarde y el sol de agosto golpeaba de lleno). No vi tiendas de tumultuosos estudiantes en el prado, lo cual me hizo pensar que no había ninguna campaña de excavación en curso, lo cual es una pena. En cualquier caso hay un cartel que indica que se hacen visitas organizadas a las ruinas, y eso es magnífico. Como es magnífico que se hagan todas las fiestas paganas que la luna permita (las próximas son el 18 de agosto y el 17 de septiembre). Aporto este dato por si este reportaje sale a tiempo y alguno tiene la tentación de ir. Y en ese caso le pido un favor: que cuente la experiencia. Aquí en el culo del culo del mundo hay gente que se busca la vida para poder vivir dignamente sin tener que emigrar a ninguna gran ciudad, y eso es algo que me merece todo el respeto del mundo. Lo que no entiendo es para qué carajo necesitaba Soria una «Ciudad del Medio Ambiente». Pero esa es una pregunta que hoy, de vuelta al bochorno mediterráneo, se quedará sin respuesta.

Sierra de Pela.
Sierra de Pela.

Fotografía: Alfonso Vila Francés

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11 Comentarios

  1. Lo de la CMA, no fue ningún capricho de los sorianos, sino, más bien una maniobra política, del Partido Popular, por cierto. Y no, no la necesitamos para nada, al igual que no necesitamos a los numeros visitantes, ocetes, que recibimos en estos meses de verano, huyendo, como bien dices, del bochorno del mediterráneo, luciendo sus mejores galas y congestionando la tranquilidad de nuestra ciudad. No, Soria no es únicamente un destino para vuestro retiro espiritual. Pero no os preocupeis, lo mantendremos todo, cuan rupestre como podamos, para que hasta una vaca pastando, sea una de vuestras experiencias del año.

  2. Luimipires

    Totalmente de acuerdo con el artículo.
    Soria fue el lugar de vacaciones de mi niñez. Aún conservo el sabor melancólico de los inviernos en los alrededores de Almazán. Y esos veranos jugando entre los chopos, a las orillas del Duero. Aunque he viajado y puedo decir que he visto el mundo, el recuerdo de los páramos de Soria aún me conmueve. Las suaves colinas sembradas de trigo me hacían soñar con lo que habría más allá, detrás del horizonte. Y esos pueblos de casas de adobe… Ese cielo… Esa sobriedad silenciosa…
    No hay peligro de que Soria se masifique. Quizás eso, algunos turistas que vienen a visitar un lugar que apareció en un suplemento semanal de algún periódico. Hacen unas fotos y después se van. Es, como la comida rápida, turismo rápido. Para degustar Soria se necesita ir despacio. No es necesario explicarlo. Y si alguien, después de haber estado, necesita una explicación, quizás debería visitar Marina d’Or la próxima vez.

  3. Me ha encantado tu artículo, se nota que no sólo conoces la zona sino que la amas. No conocía la zona aunque gracias a este artículo ya está en mi lista de sitios que me gustaría visitar en el futuro.

    Tengo bastante conocimiento de temas de urbanismo y transporte, y me temo que un tren o un autobús no soluciona gran parte del problema y, en ocasiones, lo agrava*. Teniendo en cuenta la geografía del lugar, solo es posible turismo borreguil de bus [si no les da para un coche, mal asunto para que compren cosas en el pueblo] o gente que vaya en coche propio/alquilado.

    Creo que la cuestión no es «llegar a Soria» sino «qué hacer en Soria». Seguro que mejor que mantener una línea de tren y bus deficitaria, sería mejor cerrarla e invertir ese dinero en dar valor a lo que tenéis. No es un eslogán barato, por ejemplo, los guiris que visitaron el Castillo de Gormaz dicen que no hay «guía». ¿Cuántos de ellos se van de allí sin saber que esa fortaleza árabe nunca fue conquistada? Dar valor es que cuando se suban al castillo además del paisaje vean su historia y todo aquello que lo hace diferente.
    Sin duda, hace falta «saber» como darle valor al sitio y solo ayuntamientos/diputaciones y asociaciones pueden hacerlo. Crear una ruta de castillos medievales, movilizar restaurantes, contactar webs de vacaciones para que incluyan Soria como un destino. Hay mil cosas antes que subvencionar trenes y autobuses que mueven aire de un lugar a otro de la provincia.

    Y no todo es el turismo como dice Pablo, especialmente si son borregos con poco más que para pipas. Hoy con internet se pueden hacer muchos trabajos en remoto. Soria, y muchos otros lugares, podrían tener un hueco ahí. Al final, lo peor que tienen estos lugares abandonados es que cada vez hay menos gente pero, sobre todo, cada vez hay menos ideas y menos ganas. No creo que el alcalde/cacique local tenga mucha idea de como salir del hoyo y de una tendencia que lleva decadas ahí. Tampoco creo que sus votantes vean su potencial y le exijan algo más que no ser la primera provincia que se quede sin tren.

    *Cuando se unen dos ciudades por ferrocarril, AVE, etc, normalmente se beneficia la ciudad más grande, no la más pequeña, porque las empresas de las ciudades grandes suelen ser más productivas (ej. economías de escala, especialización, etc.). Igualmente, muchas veces las decisiones se toman por criterios como «no ser la primera provincia sin X» en vez de si X es lo más útil/conveniente/rentable para ese lugar en ese momento.

  4. alfonso vila francés

    Muchas gracias por tu comentario. Coincido contigo en lineas generales, aunque me da pena que critiques el tren, porque a mí me encantan los trenes y soy una especie de nostálgico del ferrocarril y viajo en tren cuando puedo, incluso me gustan los regionales lentos de toda la vida y me disgusta profundamente que todos tengamos que coger el AVE por cojones, porque no te dejan otra alternativa a la hora de la verdad (si quieres ir en tren, aunque lo que pasa es que al final vas en autobús o incluso en avión). Pero dejando el tema del transporte público al margen, te diré que no soy ningún experto pero que cuando viajo me gusta hablar con la gente de los sitios donde voy, y muchos se quejan de las malas comunicaciones, de los problemas del transporte. Supongo que es porque es una cosa evidente, que se ve a simple vista. Por ejemplo, en algunos pueblos muy pequeños el autobús escolar sirve también de autobús publico para los vecinos y en parte por eso los vecinos (los pocos que quedan) se resisten a que quiten la escuela (o la escuela de un pueblo cercano), porque les quitan la escuela y les quitan el transporte y para sus habitantes eso es como condenar el pueblo a muerte. Repito: no soy un experto en el tema, sólo hablo con la gente.
    De todas maneras de esto se puede escribir un artículo aparte, o dos o tres…

    Un saludo.

  5. Muy buen artículo, enhorabuena Alfonso. Esa zona es una auténtica joya, yo la visito siempre que puedo y me encanta perderme entre sus carreteras abandonadas y sus pueblos semidesiertos (cuando no desiertos por completo).
    Añadiría a la gente que visite la zona que no se pierda el maravilloso pueblo de Caracena (con iglesias románicas, castillo, puente medieval, muralla, torre-prisión, etc.) porque es una joya en sí mismo. Y por supuesto, ir sin prisa alguna. Bajo mi punto de vista, para disfrutar aún más de esa maravilla recomiendo echar un vistazo a parte de la obra de Machado y Bécquer así como dos libros que os facilitarán conocer la provincia «El Santero de San Saturio» de Gaya Nuño y «Donde la vieja Castilla se acaba: Soria» de Avelino Hernández. Saludos.

    • alfonso vila francés

      Muchas gracias y sí, Caracena merece una visita y Rello también, y Catalañazor, por supuesto, y seguro que me dejo alguno más (mejor dicho: muchos más, y eso sin hablar de los pinares del Norte y el Moncayo y toda la bajada por Tierra de Cameros). Pero como siempre pasa tengo que dejar cosas fuera del artículo por falta de espacio. Lo cual no quiere decir que no lo tenga en mente para otros artículos futuros si puede ser.

      Un saludo.

  6. Jops yo estuve un verano currando en Tiermes en el yacimiemto (casi se me escapa una lagrimita, que buen verano) y la verdad es que siendo de Lugo fue una pasada descubrir el sur de Soria, como bien dicen ahí arriba Rello merece una visita.
    Una gozada de articulo.

  7. ah el orujo ese lo llaman orumi una especie de orujo de miel que hace el señor que organiza el plenilunium y que pega que no veas

  8. ¡Gracias!

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