Sociedad

Cambia las reglas

Ava Gardner, 1954. Fotografía: Getty Images.
Ava Gardner, 1954. Fotografía: Getty Images.

Jot Down para Dewar’s

Evita los estereotipos

El dueño de un lujoso restaurante de Nueva York, en el que numerosas celebridades quemaban tardes rodeando las mesas entre copas, solía explicar que, de entre todos los rumores supuestamente protagonizados por estrellas, aquellos que realmente tenían posibilidades de ser ciertos eran todos los relativos a la figura de Bill Murray, debido a que la propia naturaleza del actor lo convertía en una persona bastante inconformista a la hora de seguir la norma habitual. El mismo propietario del opulento local explicaba que en cierta ocasión Murray entró por la puerta embutido en un escandaloso mono de color naranja fluorescente y la luminosa aparición consiguió atraer la atención de unos parroquianos, vestidos con fastuosos trajes y ahogados con carísimas corbatas, de manera gradual hasta que el silencio se adueñó del lugar y todos los ojos se encontraron clavados sobre el neón humano. Murray, convertido en el epicentro del interés, sonrió y saludó a los presentes con un gesto para a continuación dirigirse como si nada estuviese fuera de lugar hacia la mesa donde le esperaban un par de conocidos del mundo deportivo con los que había decidido pasar la tarde.

NEW YORK - APRIL 13: (HOLLYWOOD REPORTER & U.S. TABS OUT) Actor Bill Murray during a talk with film critic Elvis Mitchell following the simultaneous screenings of four of Mr. Murray's films: Quick Change, Nothing Lasts Forever, Ghostbusters, and Lost in Translation at the BAM Howard Gilman Opera House April 13, 2004 in Brooklyn, New York. (Photo by Scott Gries/Getty Images)
Bill Murray, 2004. Fotografía: Getty Images.

Mientras a Murray le resultaba divertido establecer su propia etiqueta, a otras celebridades les parecía absurdo comportarse de acuerdo con el estereotipo de la superestrella arrogante y no compartían aquella norma no escrita de que la fama vive contemplando al pueblo desde un podio: Dustin Hoffman ha sido visto en otro local neoyorkino ayudando a camareras apuradas a servir las copas reclamadas en las mesas. Y cuando Elijah Wood se sienta en una mesa repleta de extraños para tomarse una copa durante una barbacoa en algún festival de Texas, lo primero que hace es presentarse ante los concurrentes con un «hola, me llamo Elijah» como si fuese un auténtico desconocido y no una cara que recuerda con facilidad todo el planeta.

Improvisa

Durante el rodaje de El Imperio contraataca Carrie Fisher solicitó al Monty Python Eric Idle un hueco en su casa, alquiler mediante, para acomodarse cerca del lugar de grabación de la secuela galáctica. Idle no abandonó el hogar y por eso mismo durante unos cuantos días el actor y la princesa Leia compartieron tanto espacio vital como sobremesas varias. Durante una de aquellas tardes el inglés le comentaría a la actriz que había citado a sus satánicas majestades, The Rolling Stones, a pasar la tarde-noche en la vivienda compartiendo unas cuantas copas, anécdotas interesantes, una pequeña fiesta privada y lo que surgiese. A Fisher todo el plan le parecía maravilloso, pero desgraciadamente tenía concertada una cita laboral antes del amanecer: el planning de la película la obligaba a rodar durante altas horas de la madrugada una serie de escenas en las que su personaje, junto al Han Solo que vestía Harrison Ford, visitaba la Ciudad de las Nubes en el universo de Star Wars. Fisher telefoneó a Ford y le informó de las posibilidades que parecía ofrecerles aquella jornada: celebrar la primera copa de la noche junto a Mick Jagger y compañía, o evitar la reunión inesperada y recoger pronto los enseres en dirección a las sábanas para en cuestión de horas levantarse de nuevo y asistir al trabajo. La decisión no fue demasiado complicada por ambas partes: cuando el equipo de rodaje filmaba las escenas de Solo y Leia en los dominios de Lando Carlissian, alguno de los miembros del equipo de rodaje comentaría que la pareja tenían pinta de estar realmente cansada, y algún otro se preguntaría porque tanto a Fisher como a Ford se les escapaban con frecuencia pequeñas sonrisas traviesas.

Deja un legado

«No existe el whisky malo. Solo existen algunos whiskys que no son tan buenos como otros» sentenciaría el escritor Raymond Chandler. Y no estaba solo en su adoración por la malta fermentada, porque Winston Churchill, una de las celebridades más erróneamente citadas de la historia, le concedería a la bebida propiedades benefactoras: «En la guerra de Sudáfrica el agua no era apta para beber, para hacerla más agradable al paladar tuvimos que añadirle whisky». George Bernard Shaw afirmaría que la bebida era el equivalente líquido a los rayos del sol. Ava Gardner sentenció que deseaba una vida muy longeva y despedirse del mundo con un vaso de whisky en la mano. Y lo de Humprey Bogart merecía especial atención: sus supuestas últimas palabras fueron «Nunca debí de cambiarme del escocés al Martini».

Frank Sinatra en 1953. Foto: Getty Images.
Frank Sinatra en 1953. Fotografía: Getty Images.

Cambia las reglas

La Norteamérica de los años cuarenta gozaba de un concurrido universo de estrellas entre las que comenzó a destacar la silueta de un treinteañero de Nueva Jersey de profundos ojos azules, voz prodigiosa y nombre Frank Sinatra. Un artista que durante las dos décadas posteriores se convertiría en una de las grandes estrellas de su época y sumaría a su desenvoltura con las melodías una notable carrera como estrella de la radio y el cine, llegando a grabar más de un millar de canciones y a protagonizar más de medio centenar de películas. Pero también una persona a la que le tocó compartir época con algunos de los años más vergonzosos de la historia de los Estados Unidos, aquellos en los que la segregación racial era algo muy extendido y socialmente aceptado como algo habitual. Pero la forma de pensar del cantante siempre se alejó bastante de lo que pretendía dictarle la sociedad: «Mis amigos carecen de raza, de clase social y no pertenecen a ninguna minoría. Mis amistades se construyen a partir del afecto, el respeto mutuo y el sentimiento de tener algo en común. Estos son valores eternos que no pueden ser clasificados». A Sinatra no le importaba lo que pensase la gente y prefería seguir sus propias normas antes que adecuarse a lo que le imponía la sociedad, participaría en conciertos para Martin Luther King Jr. en los que se atrevería a entonar canciones habitualmente interpretadas por afroamericanos, y durante su vida artística colaboraría con todos los músicos negros que formarían parte de la historia del mundo del blues y el jazz: Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Sammy Davis Jr., Nat King Cole, Billy Eckstine, Lena Horne, Count Basie o Duke Ellington compartieron en algún momento tablas con aquella voz que nunca dejó de explicar de manera pública que los reverenciaba y tenía como ejemplo. Sinatra en cierto momento decidió pasar a mayores y reescribir los modales de la sociedad acompañando a Lena Horne hasta el Stork Club, un prestigioso club nocturno de Manhattan exclusivo para gente blanca, y logrando que pese a las reticencias iniciales la aceptasen como parte del mismo. Y continuó enfrascado en aquella cruzada en contra de la segregación de la manera más ejemplar posible: efectuando giras exitosas a lo largo del país en las que renunciaba a ofrecer su espectáculo, o tan siquiera alojarse en hoteles, en aquellas ubicaciones donde estaba prohibida la entrada a los negros. Sinatra siempre tuvo muy claro que a lo mejor ya iba siendo hora de cambia de modales y que quizás era uno mismo quien debía encargarse de ello.

Dewar’s Scotch Egg Club es un movimiento underground que reúne a los verdaderos apasionados del whisky ofreciéndoles una fabulosa propuesta de maridaje: whisky con huevos escoceses. Tras su paso por Madrid en julio, #ScothEggClub estará en Sevilla los días 24 y 25 de noviembre en el PREMIER (Calle Marqués de Paradas, 9). Un evento donde el plato estrella será la coctelería y  la gastronomía, a cargo de Diego Guerrero junto con Curro Noriega Mario  Ríos. Los visitantes también disfrutarán de la mejor música, de la mano de Javi Osorio y DJ Luilly; del arte digital compuesto por los artistas Miranda Makaroff, Alex de Marcos, Alexander Grahovsky, María Melero, Chamo San y José Antonio Roda; y de muchas otras sorpresas más.

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