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Hay que volver a Chester Himes

Chester Himes. Foto: Cordon.
Chester Himes. Foto: Cordon.

8 de julio. Tiroteo en Dallas. Micah Xavier Johnson, un reservista negro, mata a cinco policías blancos. Cuarenta y ocho horas antes la policía había matado a dos hombres negros en Falcon Heights (Minnesota) y en Baton Rouge (Lousianna). Llamamientos a la unidad. Funeral y misa con presencia de Barack Obama, su mujer Michelle y el matrimonio Bush. 17 de julio, nuevo tiroteo, esta vez en Baton Rouge: Gavin Long, un exmarine negro de veintinueve años mata a dos policías blancos. Más funerales, más noches de rezos y velas. No era la primera vez en los últimos años que Estados Unidos entraba en un extraño bucle. En junio del pasado año, un chico de veintiún años asesinó a nueve personas negras en una iglesia de Carolina del Sur. Otra vez las plegarias. Solo meses antes, en agosto de 2014, la ira ya se había levantado por la muerte de un chaval negro de dieciocho años, acribillado a balazos por un policía por robar unos cigarrillos en San Luis (Misuri). Más plegarias. Más gritos en contra del odio. La rueda de un conflicto que no deja de girar.

Hace sesenta años un escritor negro de éxito que denunciaba el racismo en Norteamérica salió despavorido del país para instalarse en París. En una entrevista dejó señalado aquello de «nacer en América no te hace americano». No comulgaba con lo que ocurría en las tierras del Tío Tom con la situación de los negros. Pero es más, ni siquiera estaba demasiado de acuerdo con cómo se estaban llevando a cabo las manifestaciones contra los disturbios raciales que ya comenzaban en los años cincuenta. Este autor era Chester Himes (1909-1984). Después de exiliarse a Francia se marchó a España, a la costa alicantina, donde acabó muriendo en 1984. Está enterrado en el municipio de Benissa, donde aunque se le hizo un homenaje en 2009; apenas hoy nadie le recuerda. Ni siquiera hay una calle dedicada a su figura. Himes sigue en la memoria casi como murió: a su entierro solo acudieron doce personas y nadie relevante entre las autoridades culturales españolas.

Y, sin embargo, la persona y la obra de Himes explican hoy como pocas qué ocurre en Estados Unidos y por qué ocurre. El escritor nació en el sur profundo estadounidense, en Jefferson City, Missouri, y estudió en Cleveland (Ohio), donde precisamente se ha celebrado la Convención Republicana que ha elegido a Donald Trump como candidato a presidente y donde no estuvo prohibido llevar armas por la calle durante las protestas. Himes procedía de una clase media, estudió en la Universidad de Columbus, pero fue expulsado por robo y a los pocos años, con diecinueve, entró en prisión con una condena de veinte años por robo a mano armada. Fue allí, como le sucedió a otros escritores como Edward Bunker, donde comenzó a escribir como un poseso. «Un luchador lucha, un escritor escribe», era su lema. Escribía pequeñas historias que enviaba a revistas y periódicos. En 1934 consiguió publicar el primero. Y ya, aunque él no lo sabía, sería una carrera implacable.

Un año después salió de la cárcel y, tras realizar todo tipo de trabajos, publicó su primera novela en 1945 con la editorial DoubleDay, Si grita, déjalo ir, donde ya estaba expuestas sus inquietudes: el racismo en América, pero sin un ápice de condescendencia hacia los negros. El libro es una crítica brutal hacia la actitud de blancos y negros, ya que retrata sin pudor la criminalidad de unos y otros. La novela fue un éxito y convirtió a Himes en uno de los primeros escritores negros —hablamos de los años cuarenta, cuando era completamente inusual— en ser reconocido por la crítica y los lectores. Sin embargo, el hecho de que no se pusiera del lado de unos u otros, le trajo represalias por parte de dos bandos, tanto negros como blancos. Su editor no toleró la violencia, lo descarnado de la historia (la violación de una blanca por un negro, entre otras historias) y hasta la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (así eufemísticamente es el acrónimo de la NAACP) le condenó oficialmente.

«Himes quería exponer la injusticia racial, especialmente en sus dimensiones más subliminales. Su estilo y sus historias avergonzaron a muchos escritores de la época, pero él insistía en que no todo era tan simple para explicar el conflicto racial en la historia americana, sino que también había que acudir a cierto trato condescendiente por parte de los liberales de izquierdas», nos explica via internet el profesor de la Johns Hopkins University, Lawrence Jackson, que el próximo año publicará la biografía más completa de Himes.

Imagen: Xavier University of Louisiana (CC)
Imagen: Xavier University of Louisiana (CC)

Esta cuestión se observa en la que fue su segunda novela, Una cruzada en solitario, en la que se entremezclan las tensiones raciales y políticas en Los Ángeles durante la II Guerra Mundial. El protagonista es Gordon Lee, un negro que ha sido elegido para organizar un sindicato en una empresa manufacturera. A través de las páginas se suceden los trabajadores negros, los comunistas y los judíos. Es una notable exposición de cómo para Himes, la izquierda —también el judío progresista-— defendía la igualdad racial pero con matices: con los negros, pero no tanto; y cómo a su vez los negros despreciaban esa igualdad. Así lo muestra en uno de los diálogos del libro: «Un negro tiene que ganar veinte mil dólares para sentirse tan seguro como un blanco que gana cinco mil. ¿Por qué? Tú sabes por qué. Porque parte de las convicciones de un negro es que tiene que ser el doble de bueno para que al menos lo consideren. No hay forma de evitar eso (…) Por tanto, al comienzo de cualquier movimiento democrático, los negros siempre serán un problema especial», le suelta Lee a uno de los camaradas blancos del sindicato que sigue obcecado en conseguir la más llana «unidad» racial y en no tratar a los negros como «problema». Y se lo estaba comentando otro negro.

Por supuesto, esta forma de entender el problema no era fácil de asimilar para la mayoría, ni de un lado ni de otro, y eso se puede observar en la frustración que poseen todos los personajes protagonistas de Himes. Era, de alguna manera, la propia frustración que el escritor sentía a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. «En la mitad de su carrera, Himes se convirtió en un cabeza de turco porque era el escritor negro que se negaba a aceptar que Estados Unidos se hubiera convertido en una sociedad multirracial que funcionaba. Era marginado por su negativa a pregonar un futuro optimista de sana integración racial y justicia económica», señala el profesor Jackson. Porque para Himes también eran importantes las desigualdades económicas que existían en las empresas y fábricas, las cuales no dejó de criticar toda su vida. En sus novelas siempre hay presente un mantra: si hay pobreza, explotación y esclavitud poco se puede hacer con un discurso sobre la igualdad de razas. «La historia ha demostrado que sus ácidos juicios no estaban desencaminados», recalca ahora Jackson.

En sus siguientes novelas, Tirar la primera piedra, La tercera generación y El fin de un primitivo, el escritor insistió en la misma temática. «Lo que él intentaba reflejar era que el racismo en Norteamérica no iba tanto de linchar a los negros como de destrozarlos psicológicamente», sostiene su biógrafo. Una guerra lenta que salpica menos sangre pero cuyo resultado es el mismo. De ahí que en 1953 decidiera marcharse de Estados Unidos. En 1956 se instalaría definitivamente en Francia, como ya habían hecho otros escritores como Hemingway. Y es allí donde definitivamente se convierte en un escritor de éxito mundial con sus novelas protagonizadas por dos detectives negros de Harlem, Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, y donde deja atrás la frustración de los años americanos. Ya no es un escritor tan amargo y tan dolorido. «En las novelas francesas invirtió sus esfuerzos no tanto en mostrar la hipocresía ética como en mostrar el carnaval creado por la esclavitud y la segregación. El dolor que había sentido lo resolvió con humor y reconociendo lo absurdo de la sociedad occidental y lo confusa que tiene la población negra su visión de Estados Unidos», manifiesta Jackson. Una resignación con cierta esperanza que hizo que sus libros fueran llevados al cine y que fuera aclamado por los lectores. «La generación que se convirtió en escritor después del asesinato de Malcolm X pudo llamarse negra a sí misma con orgullo definiendo sus identidades en la tormenta de política izquierda y la estética negra nacionalista, y lo consideró su antepasado», sostiene el profesor.

Chester Himes murió prácticamente solo en la costa alicantina. Cuando llegó allí era ya un enfermo que apenas podía caminar. Estaba acompañado por su esposa, Lesley, que continuó viviendo en Moraira hasta su muerte en julio de 2010 y que fue quien se encargó de su legado (diecisiete novelas, una autobiografía y un buen número de pequeñas historias). No quedan demasiadas huellas de quien fuera uno de los primeros escritores negros en hablar con honestidad del racismo en Estados Unidos. Un autor que puso la mirada donde nadie quería ponerla. Ni siquiera ahora. Porque allí siguen primando las pistolas, las velas y las plegarias.

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11 Comments

  1. Javier

    He leído casi todo lo que se ha publicado en español de Chester Himes y siempre me ha sobrecogido la descripción del racismo en USA que destilan sus novelas.
    Creo que este post es totalmente, y desgraciadamente, adecuado.

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  5. Francesco Rossi

    Tuve la inmensa suerte de conocer a Chester Himes en la plaza de toros
    de Alicante en el verano de 1971 en una velada de boxeo donde el cubano
    nacionalizado español José Legra derrotó por Ko al italiano Giovanni
    Girgenti en este combate Legrá puso en juego su titulo de campeón de
    Europa de los pesos plumas recuerdo que Chester Himes me dijo :YA VERAS
    COMO EL AÑO QUE VIENE LEGRÁ SERÁ DE NUEVO CAMPEÓN DEL MUNDO»
    recuerdo que también me dijo que mucha gente había descubierto sus novelas
    gracias a la blaxploitation «ALGODÓN EN HARLEM» (1970) de OSSIE DAVIS
    también me habló de su ultima novela «PLAN B » que fue su novela póstuma
    donde Ataúd Johnson y Sepulturero Jones tenían un final trágico.

  6. DONALD WALLS

    Muy buenos los links de Chester Himes

    • Alejandro "TARZAN "González

      QUE SUERTE TIENES CONOCISTES A CHESTER HIMES Y VISTES BOXEAR
      A JOSÉ LEGRÁ EL MUHAMADD ALÍ DE LOS PESOS PLUMAS.

  7. Tato,Alcobendas, Madrid

    Los links son buenos ,Chester Himes era el Balzac de Haarlem.

  8. Alejandro C. Tarruella

    Excelente nota. Esclarecedora en torno de un gran escritor de la novela negra de todos los tiempos.

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