Arte y Letras Fotografía

Vaya, aquí viene de nuevo: el pasado

Familia en una fiesta popular. Barcelona, 1962. Colección MACBA , cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Familia en una fiesta popular. Barcelona, 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Últimamente la ciencia anda algo crecida y desbocada. Habla de un futuro sin muerte, de viajes al pasado. Y entonces fantaseamos: si nos dieran a elegir entre la inmortalidad y la máquina del tiempo, seríamos legión los que sin dudar iríamos de cabeza a por la segunda opción. El retorno al pasado tiene un sesgo obsesivo pero dulce. En cambio vivir para siempre se nos antoja penoso. Al menos para algunos.

Pero todo es posible. Para empezar, hace poco, muchos conseguimos, por un instante, sumergirnos en la ciudad de Barcelona cuando corrían los primeros años de la década de los sesenta. Fue a través de una serie de fotografías de Xavier Miserachs. Por un rato, conseguimos pasear por unas calles que fueron otras, y vimos a personas que solo permanecen en la memoria de nuestros mayores. Es el pasado, que está de vuelta. Recordamos entonces que nuestros padres, como los retratados, vivieron una larga dictadura, tan larga y lúgubre que a mucha gente no se lo parecía ya.

Grupo de personas en la Plaza Real. Barcelona, 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Grupo de personas en la Plaza Real. Barcelona, 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

A través del pasado de los otros aprendemos que las calles estaban vivas y sucias, que todo era más oscuro, más ruidoso y silencioso a la vez. Y todas las chicas llevaban falda. Todas. En los bares los hombres fumaban y bebían muchísimo alcohol del malo, del que mata, y también había sucios vasos de cafés con leche hirviendo. Los niños desmañados, parecían pastores de ciudad, y había parejas de novios a todas luces infelices. O eso nos parece ahora.

Mirar esas fotos era como sumergirse en un sueño, extrañamente familiar y espectral. Y entonces caemos en la cuenta de que la ilusión de inmortalidad y, a la vez, la ficción de la máquina del tiempo confluyen en un doble entramado: la fotografía y la infancia.

Hombres conversando en las instalaciones del Club de Polo. Barcelona, 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Hombres conversando en las instalaciones del Club de Polo. Barcelona, 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Dicen que el arte no cambia la vida, pero esta afirmación tan genérica, como tantas, es rigurosamente falsa. Por ejemplo, Xavier Miserachs dejó los estudios de Medicina después de ver unas fotos. Así de simple. Eran las que componían la exposición The family of man, que a mediados del siglo pasado quiso responder a la dolorosa derrota que la Segunda Guerra Mundial significó para el humanismo demostrando, a través de centenares de retratos que las personas, en su esencia, son iguales en todas partes: todas recuerdan su niñez, todas mueren, todas viven el amor.

Xavier Miserachs, Boda en Cadaqués, 1965. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Boda en Cadaqués, 1965. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Así, de un plumazo, Miserachs decidió que la fotografía sería su profesión, y que él iba a ser de la raza del fotógrafo-cazador. Empezó a trabajar en serio sumergiéndose en lo que tenía más a mano: las calles de Barcelona, sin ir más lejos. Entre 1962 y 1964 se dedicó a dar enfebrecidos paseos por la ciudad, de arriba abajo y de abajo arriba —de la Diagonal, entonces Avenida Generalísimo Franco, a las Ramblas, y vuelta a empezar—, y fotografiaba los reflejos de vida que se cruzaban a su paso. No tenía ni treinta años y ya estaba convencido que las fotos debían estar en las revistas, o en libros, no en exposiciones. Pero nadie es perfecto: Miserachs falleció hace ya un tiempo, y desde hace unos meses su obra vuelve a revisitarse a través, precisamente, de exposiciones. Hace poco el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) organizó una, comisariada por Horacio Fernández, en homenaje a su espléndido Barcelona, en blanco y negro, un fotolibro de Miserachs inspirado por Life is good & good for you in New York, de William Klein, y The Americans, de Robert Frank.

Calle d´Escudellers. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Calle d´Escudellers. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

La exposición incluía un espacio excepcional, una especie de miniteatro, un collage gigante a partir de la proyección de las figuras de los protagonistas de las fotos de Miserachs. Esta instalación te permitía sumergirte en las calles de Barcelona de hace más de medio siglo, escuchar sus sonidos —murmullos, el tráfico de la calle, tintineo de vasos y viejas músicas— y sentirte rodeado por sus gentes. Un áspero paseo en sueños. Un instante impagable: la máquina del tiempo, a un paso de casa.

Los Caracoles. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Los Caracoles. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Ahora, estos días, en otra exhibición dedicada a Miserachs, esta vez en la sala Ana Mas Projects, en Hospitalet de Llobregat, también podemos dar un paseo, esta vez entre paredes viejas y desnudas, que arropan a la perfección las fotos que cuelgan de ellas. La mayoría son de la década de los sesenta, y nos parece que muchos de los hombres tenían un extraño mimetismo —por su físico y su dubitativa actitud— con el actor José Luis López Vázquez, y que los pueblos y las ciudades del pasado que retrata tienen un aire entre mustio y salvaje.

La Rambla. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
La Rambla. Barcelona, 1962. Cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Como todos los fotógrafos, Miserachs era consciente de disfrutar un extraño privilegio o, en su defecto —en función de la temática que trabajes—, una extraña maldición: saber lo que había y lo que estaba pasando exactamente fuera de los límites de la foto, en el instante preciso del registro de la imagen. Eso lo acompañó siempre, fuera fotografiando las piernas de las gogós de la Costa Brava, la vida cotidiana de los bares en Barcelona, los acontecimientos del mayo del 68 en París o la marcha verde en el Sáhara español.

Hombres en un bar de la Plaza Real. Barcelona 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.
Hombres en un bar de la Plaza Real. Barcelona 1962. Colección MACBA, cortesía de herederas de Xavier Miserachs.

Autor de abundante material teórico sobre la profesión, ante el trabajo de los demás Miserachs confesó un infalible detector de calidad: la envidia que le suscitaba una foto ajena. Cuanto más buena, mayor era el resquemor que sentía. Decía también que el peor enemigo de la fotografía era el arte, aunque algunas de sus fotos hoy continúan hechizando. Sufría si lo tildaban de artista: «la máquina lo hace todo», mentía. Afirmaba que parte de su trabajo ya estaba hecho, que solo se trata de prestar atención a tu alrededor. Él, como todos los buenos fotógrafos, tenía la perspicacia de saber ver y mostrar, a sus contemporáneos antes, a nosotros ahora, y a las generaciones del futuro, después. Y quizás tiene razón. Al fin y al cabo, la belleza, muchas veces atroz, está en todas partes, y el único y verdadero artista —del tipo hermético— es este enajenado mundo.

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Un comentario

  1. Interesante,didáctico y emotivo el artículo de Mar Padilla

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