Carlo Pedersoli, más conocido por su nombre artístico Bud Spencer, nos dejó hace unos días tras una vida dedicada al deporte —lo que más le enorgullecía— y al cine, que es por lo que muchos llegamos a conocerle. En caso de que se les haya pasado no dejen de leer esta entrevista que nos concedió en su momento. Millones de personas recuerdan con afecto sus películas y eso es un logro al alcance de muy pocos; qué mejor ocasión entonces para escoger aquella de las ciento veintiocho que protagonizó que nos resulte especialmente memorable. Todos hemos visto alguna suya, así que no hay excusa para no votar o añadir las que no estén.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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Quo Vadis
No es propiamente cine para niños aunque de pequeños viéramos todo lo que echasen por la tele, ya fuera una de romanos o del Oeste. Tampoco es que su papel en ella fuera especialmente relevante (aquí pueden ver lo bien que se queda inmóvil), pero merece incluirse por ser su primer contacto con el cine, cuando le contrataron como extra en el año 1950 «solo porque era grandullón», decía.
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Tú perdonas… yo no
Aquí tenemos otro hito especialmente significativo en su carrera, la primera vez que se hizo llamar Bud Spencer y, también, el inicio de su larga y fructífera colaboración con Mario Girotti, más conocido como Terence Hill. Veíamos ya su característico golpe de martillo sobre la cabeza del incauto que osara hacerle frente, en este caso su propio compañero durante una discusión tras haber enterrado el tesoro recién robado. La película tiene una buena dosis de violencia al estilo de sus coetáneas, aunque en ella ya se atisba en algunos detalles ese tono desenfadado que tan bien sabrían explotar más adelante.
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Le llamaban Trinidad
Esta película de 1970 de formidable éxito es la que les proporcionó fama internacional y definió su estilo. Aguanta dignamente incluso vista de nuevo hoy día con ojos de adulto, porque como otros grandes wésterns (le quitaremos lo de «spaghetti», que parece reducirla a una liga menor) nos muestra a unos personajes y situaciones de alcance universal. A la manera de Los siete samuráis, una comunidad pacífica —en este caso debido a sus convicciones religiosas— se ve chantajeada y recurre a dos personajes en principio tan amorales como aquellos que les amenazan. La tragedia del héroe está en luchar por un pueblo en el que no puede luego integrarse, su sitio es la leyenda y no la vida diaria. La cinta trajo además la novedad de su atrevido tono de comedia, no solo en los golpes que se daban sino en unos diálogos bastante cuidados: «—¿Cómo quieres que te llame? —De ninguna manera, ni aunque te estés ahogando».
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Le seguían llamando Trinidad
Vistos los resultados en taquilla de la anterior no tardaron un minuto en dotarla de una secuela, que se estrenó al año siguiente. Aquí seguimos viendo a estos hermanos tan mal avenidos, al fin y al cabo si uno es conocido como la mano izquierda del diablo el otro es su mano derecha, y conocemos también a sus padres. De nuevo hay una comunidad por salvar, esta vez de monjes cuyo monasterio es utilizado por una banda de forajidos como escondite para su botín.
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Y si no, nos enfadamos
Buena parte de la filmografía de nuestro protagonista se rodó en España, principalmente en los áridos parajes de Almería, con los que se buscaba imitar al oeste americano. Pero también retrataron ese desangelado Madrid de mediados de los setenta que tenía un aire a Pyongyang. Aquí podemos ver alguna de sus escenas, así como el coche de carreras que permitía desarrollar la trama y que quedó grabado a fuego en los cerebritos de tantos niños.
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Dos superpolicías
Aquí los tenemos en Miami nada más llegar a un puerto controlado por el Sobotka de turno al que le dan, cómo no, una buena paliza. Finalmente y de forma accidental terminan convertidos en agentes de la ley, según este clásico recurso argumental por el que quienes son inicialmente unos pillos buscando su único beneficio terminan comportándose como héroes. De nuevo vemos también esas magníficas guantadas con la mano abierta que tan bien sabía dar nuestro actor, no hay maestro shaolin que lo iguale. No debe confundirse con la de 1985, Dos superpolicías en Miami, de la hay que decir que no es tan buena como el título pueda sugerir. De hecho fue su penúltimo trabajo juntos.
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Estoy con los hipopótamos
En esta ocasión ambos no son hermanos sino primos, sin que varíe un ápice su relación de amor-odio de siempre. Viven en África, al frente de una agencia turística, mientras se enfrentan a una mafia local que mediante la caza está acabando con la fauna local.
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Quien tiene un amigo tiene un tesoro
Arruinado por su afición a las apuestas y perseguido por sus acreedores, el personaje interpretado por Terence se cuela como polizón en el barco de Bud, no sin haber llevado consigo un mapa del tesoro de su tío. Juntos vivirán mil aventuras y comerán judías. Un plato que era para nuestro actor como la palabra «austrohúngaro» para Berlanga. Casi no hay película en la que no salga comiéndolas, e incluso aparecen en el título de una de ellas: También los ángeles comen judías.
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Banana Joe
Pese a la excepcional química que tenía con Terence Hill tampoco debemos dejar sin mencionar alguna de las muchas películas que rodó en solitario, siendo de esta además coautor del guion. Sus registros interpretativos no eran muy amplios, cierto, pero hay actores de personalidad tan marcada, desde Saza hasta Chus Lampreave, que no lo necesitan y con verlos ser ellos mismos ya nos colman. Así que aquí vemos al Bud Spencer de siempre, ahora en la piel un comerciante de plátanos en Sudamérica, que se enfrenta a los representantes de una multinacional llegados a su poblado dispuestos a arrasar con su modo de vida tradicional en nombre del progreso.
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Dos puños contra Río
El gran dictador, La invasión de los ladrones de cuerpos, Moon, Kagemusha, Coherence, Enemy… El cine ha recurrido una y otra vez a la idea de dobles viviendo las vidas de otros, así que Bud y Terence no iban a ser menos y también jugaron con la idea en una de sus diecisiete colaboraciones. Dos primos multimillonarios de Río de Janeiro contratan a una empresa para que encuentre en cualquier parte del mundo a dos dobles físicamente indistinguibles de ellos, para que los sustituyan durante una semana a cambio de un millón de dólares.
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Y en Nochebuena… ¡Se armó el Belén!
Concluimos con la película que en 1994 cerró su colaboración con Terence Hill y una de sus últimas apariciones en la pantalla. En cierta forma supuso un regreso a aquella que los lanzó, Le llamaban Trinidad, ambientaba en el oeste y protagonizada por dos hermanos que no pueden soportarse mutuamente. Pero su anciana madre les ha escrito una carta para poder reunirlos de nuevo y entregarles un tesoro. Un wéstern crepuscular y lisérgico no apto para adultos.
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No deben confundirse Dos súper policias y Dos superpolicias en Miami pero habeis puesto una foto de la segunda XD…
Faltan, como siempre, algunas legendarias; Dos super super esbirros, Par/impar ( para mi la tercera mejor tras Trinidad e Y sino nos enfadamos), Más fuerte muchachos (otra maravillosa)… Y en solitario la serie de peliculas de El comisario Zapatones…
¿Dos puños contra río? Siempre fue Dos super dos… Preguntadle al de las promos de cine cinco estrellas de Tele 5…. XD
Para mi quien tiene un amigo tiene un tesoro y más fuerte muchacho
¿Por qué tiene que marcar la infancia? ¿por qué no la adolescencia o la edad adulta?
Ahi le has dado ;)
Par Impar.
Siempre asociaré el inicio de una pelea, con el magnifico inicio del tema Dune Buggy de Oliver Onions.
La que falta: También los ángeles comen judías.
Recuerdo las guascas pero supongo que habría igualmente grandes ventosidades en ese clásico de los setenta
Altrimenti ci arrabbiamo» (Y si no, nos enfadamos, 1974) tiene un enorme valor sentimental para mí: no sólo se rodó en Madrid, sino que concretamente, buena parte fue rodada en mi barrio, en una esplanada entre el Puente de Toledo y el, entonces, recién inaugurado estadio Vicente Calderón, junto a una autopista M-30 hoy soterrada bajo el eje «Madrid Río», el entorno ajardinado del río Manzanares. De niño, incluso iba a la verbena que se ve junto al circo donde Terence & Bud tenían su taller de buggies y coches de rally. Me la debí ver decenas de veces en VHS durante mi niñez y preadolescencia, a principios y mediados de los 1980’s, y pasar luego por ese «decorado» me hacía sentir «importante», como si viviera en ‘Jolibú’. Descansa en paz, gigante bueno.
Para mi sin duda «Los ángeles también comen judías», la veía en casa de un amigo en 8mm y todavía me rio solo de recordarlo.
DEP Bud.
Super, que maravilla. sigan asi! se les quiere.
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Pingback: ¿Qué película de Bud Spencer marcó tu infancia?
Pero que es esto? Vale que el hombre era buena gente y sus pelis traen buenos recuerdos, y ahora que ha muerto le da a uno la nostalgia de los tiempos pasados asociados a la tele y al bueno de Bud Spencer. Pero, hemos perdido el sentido o que? Esas pelis no son precisamente lo que se llama buen cine. Pasemos ya el periodo de duelo…