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De Nueva Orleans a Baltimore: un viaje por el sur de Estados Unidos

El cartel del Motel Lorraine, donde fue asesinado en 1968 Martin Luther King, Jr.
El cartel del Motel Lorraine, donde fue asesinado en 1968 Martin Luther King, Jr.

El sur, dicen, es un estado de ánimo, un lugar tan geográfico como sentimental. Para nosotros, los españoles, la idea del sur representa a menudo un ritmo pausado, una actitud despreocupada y proclive a disfrutar de la vida. Por algo dice la cantinela que «para hacer bien el amor hay que venir al sur», ¿no? Diría que a los estadounidenses les ocurre algo parecido, que su sur suele evocar gentes relajadas, amigables y acogedoras. Además, tanto en España como en Estados Unidos, las regiones meridionales presumen de una cultura muy rica y característica: si nuestro sur es la cuna del flamenco, el suyo vio nacer el jazz y el blues; si Andalucía es la tierra de la manzanilla y el pescaíto frito, en el «Deep South» de Estados Unidos reinan el bourbon y la barbacoa. Podría continuar y decir que las cañas previas a la corrida de toros son en Sevilla lo que el tailgating (una especie de botellón en los maleteros de los coches) de antes de los partidos de fútbol americano universitario en Alabama, pero sería mucho tirar de tópicos y ustedes ya captan el símil.

Ahora bien, el sur, como el norte, no deja de ser un concepto relativo y subjetivo: dependiendo de dónde se encuentre uno, el sur empezará en una latitud o en otra. O, dicho de otro modo, lo que para unos es el sur, para otros es el norte. Y más allá de lo que entendamos por sur casi siempre habrá un sur del sur. Así, la noción que tengamos de lo sureño se verá influenciada por nuestra ubicación geográfica. Si bien desde el norte de España se puede idealizar el sur como un lugar donde rigen el buen humor y la tranquilidad, a veces también se desprecia todo lo que hay más allá de Despeñaperros: el sosiego se torna holgazanería y lo que antes era entrañable y pintoresco, ahora resulta provinciano y atrasado. Los estadounidenses del norte tampoco escapan de los efectos simplificadores de sus percepciones sobre sus compatriotas del sur: prejuicios positivos acerca de su simpatía, autenticidad u hospitalidad conviven con otros negativos que pintan el sur como un agujero negro de ignorancia, mal gusto y fanatismo. Además, en el caso de Estados Unidos, la distancia emocional entre ambas regiones se ve acrecentada por la cicatriz histórica de su guerra civil.

El sur de Estados Unidos tiene una deleznable historia de esclavitud, violencia y discriminación contra su población negra. Lamentablemente, este legado racista, que también existe en el norte, no ha sido extirpado por completo. Es igualmente innegable que el Deep South, la región económicamente menos desarrollada del país, es especialmente proclive, aunque no en solitario, a una cierta manera de entender el ultraconservadurismo social y político de lo más cerrada e intolerante. No obstante, tras haber recorrido todos los estados de este «sur profundo», en un serpenteante viaje por carretera desde Nueva Orleans hasta Baltimore, puedo dar fe de su atractivo y diversidad, de la simpatía y hospitalidad que abunda entre su gente y de la vitalidad y riqueza de su cultura, de la que están merecidamente orgullosos. Esto es lo que vi, hice y aprendí por el camino:

Nueva Orleans, Luisiana

En 2015 se cumplieron diez años desde que el huracán Katrina sembró la destrucción en Nueva Orleans. En este tiempo, los esfuerzos por reconstruirla han sido intensos. A pesar de ello, la población actual (trescientas noventa mil personas) está aún por debajo de la de antes de la tragedia (cuatrocientas cincuenta y cinco mil). La comunidad afroamericana es la que más se ha visto afectada por la diáspora: se calcula que la ciudad ha perdido alrededor de un tercio de sus habitantes de raza negra. En todo caso, Nueva Orleans sigue siendo una de las ciudades más animadas y despreocupadas de Estados Unidos (por ejemplo, es una de las pocas donde se permite beber alcohol en la calle en ciertas zonas) y sus escenas musical, gastronómica y de ocio nocturno están a la altura de los viajeros más exigentes. Si tienen la suerte de visitarla, no se pierdan el restaurante Jacques-Imo’s (donde pueden maravillarse con su extravagante decoración y exquisita comida, como la salchicha de caimán) y para salir de noche, intenten resistir la tentación turística de Bourbon Street y júntense con los locales en Frenchmen Street. Aunque en Nueva Orleans, donde abundan los músicos callejeros, la fiesta puede encontrarse al doblar cualquier esquina.

Baton Rouge, Luisiana

Desde Nueva Orleans, remontando el majestuoso río Misisipi, se llega a la capital y segunda ciudad más grande de Luisiana, Baton Rouge. Los que hayan visto la primera temporada de la serie policiaca True Detective reconocerán la carretera, que por estar llena de plantas industriales se conoce como «Cancer Alley» (el callejón del cáncer). Baton Rouge (en francés, «palo rojo») recibe su nombre de las estacas de las que los nativos americanos colgaban cabezas de pescado sangriento para demarcar su territorio. La ciudad es conocida por albergar el capitolio más alto de Estados Unidos, cuya construcción fue impulsada por el exgobernador Huey Long, un controvertido político que propugnaba una profunda redistribución de la riqueza bajo el lema «Cada hombre un rey». Irónicamente, años después de convencer a los legisladores para aprobar el enorme presupuesto del edificio, y una vez terminado, Long sería asesinado en su interior. Sin embargo, la atracción más excéntrica de Baton Rouge no es su capitolio, sino la mascota de la Louisiana State University. La universidad cuenta en pleno campus, enfrente del estadio de fútbol americano, con una gran jaula acristalada que alberga, ahí es nada, a un tigre llamado Mike. Es increíble en qué pueden gastar su abultado presupuesto algunas universidades estadounidenses.

Natchez, Misisipi

La mansión Longwood, en Natchez, la casa octogonal más grande de Estados Unidos.
La mansión Longwood, en Natchez, la casa octogonal más grande de Estados Unidos.

Esta pequeña localidad es famosa por sus elegantes mansiones de antes de la guerra civil. La más espectacular es la mansión Longwood, la casa octogonal más grande del país. Su exterior es majestuoso, pero el interior no se pudo terminar debido al estallido de la guerra. Curiosamente, la rica familia que la construyó, al ver su fortuna venida a menos, acabó viviendo en el sótano, el único espacio finalizado y habitable de la vivienda. Algo así como si alguien se gasta todos sus ahorros en un Ferrari y no puede disfrutar de su conducción porque se ha quedado sin dinero y no ha podido comprar el motor.

Jackson, Misisipi

Jackson debe de ser una de las capitales estatales más somnolientas del país. Uno pasea por sus calles más céntricas y, en medio de la calma reinante, tiene la impresión de estar atrapado en un pasado casi preindustrial. Nunca se me olvidará el cuchitril donde disfruté una de las mejores barbeques que he comido en mi vida. Los dueños y los comensales, todos afroamericanos, estaban genuinamente sorprendidos de que un español hubiera acabado allí. A la camarera también le chocó que le pidiera una cerveza. En el sur lo tradicional es acompañar las costillas con té helado dulce.

Oxford, Misisipi

Los habitantes del pueblo de Amanece que no es poco advertían a los visitantes: «¿Es que no saben que aquí es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?». Pues bien, lo mismo se podría decir de esta plácida localidad del estado de Misisipi. La agradable plaza principal cuenta con una estatua del escritor, al lado de la maravillosa librería The Square Books, que dispone de una sección dedicada exclusivamente a su obra. No en vano, fue en Oxford, Misisipi, donde William Faulkner pasó casi toda su vida. La ciudad también es famosa por albergar la University of Mississippi. La institución, conocida como «Ole Miss» (la vieja señorita), tiene una historia poco edificante: en 1962, James Meredith ganó un proceso judicial que le convirtió en el primer estudiante negro admitido en esta universidad. Tras bloquearle el gobernador del estado repetidamente la entrada al campus, Meredith solo pudo acceder protegido por la policía judicial. En los formidables disturbios que estallaron a continuación participaron miles de estudiantes y vecinos de Misisipi y otros estados sureños, muchos armados, empeñados en mantener la segregación racial en la universidad. Dos personas murieron por disparos de bala y un tercio de los policías judiciales que intervinieron (ciento sesenta y seis hombres) resultaron heridos, así como cuarenta soldados y miembros de la Guardia Nacional. Cuentan testigos de la época que compañeros de Meredith que vivían en su misma residencia se dedicaban a botar pelotas de baloncesto por la noche encima de su habitación y que, cuando Meredith iba a comer a la cafetería, los estudiantes le daban la espalda y se levantaban de su mesa. A pesar del acoso constante y las persistentes humillaciones, el pionero Meredith acabaría graduándose en Ole Miss con un diploma en Ciencia Política.  

Memphis, Tennessee

El salón del televisor de Elvis en Graceland, con monito de porcelana incluido.
El salón del televisor de Elvis en Graceland, con monito de porcelana incluido.

Una de las canciones más divertidas de Andrés Calamaro dice «Elvis está vivo (…) en Memphis lo saben todos, pero es gente muy discreta y no dicen nada (…) Elvis está vivo (…) supongo que está en su casa, en una bata de seda, mirando diez canales a la vez». En Memphis, la ciudad en la que creció y desarrolló su carrera El Rey, puede uno visitar la famosa Graceland, la mansión en la que vivió y, al contemplar el extravagante salón del televisor, recordar los versos de Calamaro. La residencia, sin ser ni tan lujosa ni tan grande como uno esperaría de la fama mundial que le precede, no tiene desperdicio por su excéntrica decoración: el salón, por ejemplo, reproduce una jungla. Si bien el gusto estético de Elvis era más que dudoso, se va uno de la casa en la que murió con la sensación de que, como dice Calamaro en su canción, «Elvis es un buen tío»: El Rey reservó en su vivienda, como buen hijo, una habitación para sus padres.

La otra gran atracción de Memphis es el Museo Nacional de los Derechos Civiles, ubicado en el antiguo Motel Lorraine, en el que Martin Luther King, Jr. fue asesinado en 1968. Se conserva intacta la fachada del establecimiento, con el balcón en el que estaba King cuando le dispararon, y también puede visitarse la habitación 306 en la que pasó su última noche, que se mantiene con la decoración de la época. Incluso puede uno cruzar la calle y asomarse a la pequeña ventana que otea el balcón y desde la que, supuestamente, James Earl Ray disparó el rifle que acabó con la vida del héroe estadounidense de los derechos civiles.

Nashville, Tennessee

La capital de la música country es también la capital del estado de Tennessee y cuenta con un hermoso capitolio. Pero a mí de Nashville me quedan dos recuerdos: primero, el ambientazo de la zona de marcha nocturna, que estaba atestada por una muchedumbre espectacular. Uno ha estado en las Fallas y en la Feria de Abril y esto no le iba muy a la zaga. Y un apunte: en Nashville es costumbre que las chicas salgan de noche con botas de cowboy (o cowgirl). El otro recuerdo imborrable que me llevé de la ciudad fue el pollo frito picante con cayena del humilde restaurante Prince’s. Si un día tienen la oportunidad de ir, les reto a que pidan la versión más picante e intenten acabar la ración. Yo no pude terminar el nivel intermedio y casi echo fuego por la boca.

Birmingham, Alabama

Esta ciudad también estará marcada para siempre por su historia de violencia durante la época de la segregación racial en las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo XX. Una serie de atentados terroristas con bomba, ejecutados por supremacistas blancos, le valió entonces el sobrenombre de «Bombingham». El ataque racista más recordado se produjo en 1963 en la iglesia baptista de la calle 16, en la que varios miembros del Ku Klux Klan hicieron explotar una carga de dinamita, asesinando a cuatro niñas afroamericanas. Este vil crimen está narrado con suma sensibilidad en la maravillosa película Selma.

Atlanta, Georgia

La urbe principal del sur estadounidense cuenta con varias atracciones interesantes: el Georgia Aquarium, uno de los más grandes del mundo; la casa natal de Martin Luther King, Jr. y su tumba; o la Biblioteca Presidencial y Museo de Jimmy Carter, natural de Georgia y que antes de llegar a la Casa Blanca fue cultivador de cacahuetes en este estado. Pero el niño que hay en mí se queda con el museo de Coca-Cola, donde puede uno tirarse un día entero disfrutando de anuncios y refrescos de la marca provenientes de docenas de diferentes países del mundo.

Savannah, Georgia

Es una de las joyas del sur, con sus edificios históricos y mansiones de antes de la guerra civil esparcidas por un tranquilo centro histórico repleto de plazas engalanadas con espectaculares robles.

Charleston, Carolina del Sur

El precioso puente colgante que conecta Charleston con la zona de playas al este de la ciudad.
El precioso puente colgante que conecta Charleston con la zona de playas al este de la ciudad.

La otra joya sureña. También rebosa de espectaculares casas antiguas, en su mayoría adornadas con unos característicos balcones blancos. Además, cuenta con maravillosas playas en sus alrededores y con una oferta gastronómica de primera calidad (mi recomendación: los tacos de pescado de 167 Raw).

Blue Ridge Parkway

Una espectacular carretera panorámica que recorre la cordillera Blue Ridge, perteneciente a los montes Apalaches, por los estados de Carolina del Norte y Virginia. Se empezó a construir bajo la presidencia de Franklin Delano Roosevelt (quien, como parte de su New Deal, puso en marcha un ambicioso plan keynesiano de obra pública para fomentar la economía) y pasa junto al monte Mitchell, el pico estadounidense más alto al este del río Misisipi.

Chapel Hill, Carolina del Norte

Esta pequeña y agradable ciudad alberga el hermoso campus de la prestigiosa University of North Carolina, conocida por su venerado equipo de baloncesto, en el que jugó Michael Jordan. Para sentirse estudiante por un día, vaya a Top of the Hill (conocido como TOPO) a degustar sus cervezas artesanales, como la Blueberry Wheat; o al patio de He’s Not Here para otro tipo de experiencia cervecera: blue cups («macetas») de cerveza barata. Lo bueno es que en Chapel Hill uno puede sentirse también como un refinado profesor de universidad cenando en restaurantes estupendos como Lantern o pasando la noche en el clásico y delicioso Carolina Inn.

Richmond, Virginia

La espectacular Monument Avenue, flanqueada por espléndidas mansiones y tachonada con hermosas estatuas, sirve como símbolo de los contrastes del sur: junto al monumento al general Robert Lee, del ejército de los esclavistas Estados Confederados, uno puede encontrar otro dedicado a Arthur Ashe, el famoso tenista afroamericano, que nació en Richmond. Esta ciudad fue capital de los estados del sur por un tiempo y todavía conserva en su downtown, encajonada entre altos edificios de oficinas, la Casa Blanca sureña: la mansión, también de color blanco, aunque mucho más pequeña, en la que vivió el presidente de la Confederación. De nuevo, el contraste: no muy lejos de allí, hay un monumento conmemorativo dedicado a la lucha por los derechos civiles, que incluye una frase de Thurgood Marshall (el primer juez afroamericano del Tribunal Supremo de Estados Unidos) que dice así: «El sistema legal puede forzar puertas y en ocasiones incluso derribar muros, pero no puede construir puentes. Eso depende de ti y de mí».

Baltimore, Maryland

No es realmente el sur profundo de Estados Unidos y tampoco tiene atracciones obvias para el visitante, más allá del bonito Inner Harbor (un puerto antiguo reconvertido en zona comercial), pero como buen entusiasta de la serie The Wire, que se desarrolla aquí, no podía dejar de ir.

En The Wire, para mí la mejor serie de televisión que se ha producido nunca, está magníficamente representada la falta de oportunidades económicas que sufre la comunidad afroamericana en Estados Unidos y las barreras sociales de todo tipo a las que se enfrentan. A este respecto, la serie sirve de recuerdo de la historia racial turbulenta del sur y, en general, de todo el país. Y no solo se trata de historia, pues como muestran fenómenos actuales como el movimiento Black Lives Matter, el conflicto racial sigue muy presente en el país. Volviendo a Thurgood Marshall, la sociedad estadounidense ha abierto casi todas las puertas y derribado la mayoría de los muros, pero todavía restan muchos puentes por construir.

Fotografía: Alejandro Roche

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15 Comments

  1. Manny Machado

    Interesante artículo de viajes. Respecto a la falta de oportunidades de la comunidad afroamericana, no creo que sea Baltimore el mejor exponente… me explico: Sí, BMore es un «shithole» absoluto; pero la alcaldesa es afroamericana, el jefe de policía también (y la mayoría de policías), así como varios decanos de las universidades públicas. El 70% aprox. de la población es afroamericana y, por supuesto, existen leyes que regulan un cierto tipo de discriminación positiva hacia las minorías, que siguen vigentes en determinadas instituciones. Cuando se aplica una discriminación positiva hacia una «minoría» que no lo es, no se puede hablar de falta de oportunidades. Es como si en Noruega te contratasen antes por ser blanco ¿Qué Baltimore es un nido de yonkis? Pues sí lo es, pero eso no tiene que ver con la falta de oportunidades ni con cromatismos dérmicos. Solo hay dos caminos, jodida vida, o jodida heroína, y no puedes equivocarte.

    Otra cosita, a día de hoy (14/07/16) llevamos en BMore 154 homicidios en lo que va de año; el 94% de esos asesinados son afroamericanos y no he visto protestar a Black Lives Matter por ninguno de ellos. ¿Sólo «matters» en ciertas situaciones o qué? El llamado Black-on-Black crime es una REALIDAD en Baltimore; y no es racismo, es estadística pura y dura.

    Disclaimer: Hablo de Baltimore, la realidad social de un país tan extenso es muy diversa en fución de los estados, ciudades… Y no niego que exista racismo estructural en US, ahora bien, en BMore, si hay racismo, es el inverso al que aquí se indica. Salud.

    • Ricardo

      Es interesante ver (interesante es un decir) el fenomeno racial en US. La puntualización que usted hace sobre este fenómeno en Baltimore es muy significativo, gracias por dar otro punto de vista.

    • Mataclanes

      Los 194 homicifios de Baltimore se supone que se han cometido por criminales. «Black lives matters» se moviliza porque los que están matando a personas negras desarmadas son policías, que se supone que están para proteger a las personas honradas y perseguir a los criminales, no para disparar a todo negro «sospechoso».

      • Manny Machado

        Lo cual es una tragedia; y reitero, hablo de la realidad social de Baltimore, no conozco la de otros sitios pero ¿sabe qué? En Baltimore la inmensa mayoria de los policías son afroamericanos. El reciente caso de Freddie Grey, en el que, por cierto, han absuelto a los policías, de los 6 policías procesados, 3 eran afroamericanos ¿Su móvil es el racismo también? De ser así el problema es muy serio. Estoy radical y abruptamente en contra de la violencia policial, lo que no veo es que la comunidad afroamericana no sea capaz de alzar la voz contra su maldición particular, que es la muerte de millares de personas al año (muy jóvenes la mayoría de ellos) dentro de sus propias comunidades. Y esto es trágico. Dejémonos de correcciones políticas y de impactos mediáticos, esa es la tragedia.

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  4. Genial artículo.
    Una única puntualización, yo vivo en Chapel Hill y no iría a TOPO a disfrutar cerveza artesanal (sí a sentirme como un estudiante, pues allí van en masa los viernes y sábados por la noche a bailar). Para disfrutar de la gran cultura cervezera de Chapel Hill y Carrboro (el pueblo de al lado) mi recomendación es YesterYears, Beer Study o The Carolina Brewery.

  5. Enrique

    Me ha gustado el artículo.

    ¿Cuanto tiempo le llevó efectuar dicho viaje?, ¿hizo el mismo en coche, o utilizando también transporte público?

  6. Muy buen repaso… demasiado sucinto para mi gusto. Aunque eso es porque todo me sabe a poco cuando se habla de los Estados Unidos y el sur… como veo que al final te ha ganado el territorio, y si tienes un hueco, podrías echarle un vistazo a un blog que escribí en los veranos de 2014 y 2015 con sendas rutas por el sur americano y en las que contaba a diario mis experiencias. En ambas partí de Nueva Orleans y en 2014 fui hacia el este y el Deep South y en 2015, hacia Texas y Nuevo México… la dirección del blog es http://unarutapop.blogspot.com.es/ y ambos viajes los puedes buscar en el archivo del blog, en los respectivos meses de julio de 2014 y 2015. Sobre todo, porque incluyen numerosas recomendaciones (en el Jacques Imo’s, por cierto, también tomé caimán… aunque en su versión pastel). Un saludo.

  7. FrankieCrisp

    Fantástico artículo, salgo el martes a hacer una ruta similar a ésta y me apunto la mayoría de los puntos recogidos en él.

    Pasaremos por Jackson a eso de la hora de comer y NECESITO pasar por ese cuchitril de la barbacoa. ¿Podrías recordar el nombre/ ubicación del mismo?

    ¡Gracias!

  8. Gerard

    Muy interessante, desde luego el sur es un estado de ánimo. Cuál fué mas o menos el presupuesto total?

  9. Paola forestello

    Me gustaría recorrer esta zona en enero. Es lindo el clima en esta época?

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