Humor Ocio y Vicio

Hay un hombre en España que lo hace todo

Fotografía cortesía de @Padre_Apeles.
Fotografía cortesía de @Padre_Apeles.

Internet tiene algo de infinito, algo de cambiante e inagotable, que lo convierte cada mañana en un estreno. A primera hora, por ejemplo, nada más despertar, antes incluso de abandonar la cama, es agradable destaparlo un momento, aspirar su aroma a día nuevo y echar un vistazo por encima para ver con qué se está desayunando el mundo.

Otras veces, sin embargo, al desempolvar sus viejas páginas y portales, nos devuelve recuerdos abandonados que se amontonaban en un rincón sin luz, formando un atrezo lejano y desgastado que alguna vez sirvió para decorar otros tiempos. A él pertenecen antiguas canciones irreconocibles e imágenes borrosas. Frases, paisajes y escenas engullidas por el olvido. Sintonías, eslóganes, títulos, héroes… Sobre todo héroes que un día se deslizaron por una grieta de nuestra memoria para no volver jamás.

Hasta que internet, graciosamente, nos los ha devuelto.

Uno de los que militan en mi pasado es el padre Apeles. Qué alegría me llevé cuando descubrí su blog hace unos días, mientras me reconciliaba con mi adolescencia. Su falsa relación con Yola Berrocal, su programa nocturno con Rociíto, sus cáusticas intervenciones en el Moros y cristianos de Sardá. Todas sus andanzas televisivas regresaron de pronto al presente indultadas, más vivas que nunca.

Lo que más llamó mi atención de su diario online, no obstante, no fueron sus artículos, los enlaces a sus redes sociales o su extensísima biografía. Ni siquiera las referencias a alguna que otra columna de Umbral en la que era mencionado. Lo más fascinante de su blog es la enumeración precisa de las actividades a las que se dedica, ubicadas con orgullo en la parte superior de la página a modo de trofeo, para que las visitas puedan contemplarlas cuando pasan a tomar el té. Las profesiones de José Apeles Santolaria de Puey y Cruells son: eclesiástico, abogado, periodista, presentador de televisión, traductor jurado, escritor, conferenciante y, como no podría ser de otra manera, detective.

Sospecho que, cuando en el año 2004 Astrud abrían el segundo corte de Todo nos parece una mierda cantando que hay un hombre en España que lo hace todo, se referían al padre Apeles. «Es el que escribe las canciones de la radio. Es el que te sirve las copas, el que te vende el diario. Hay un hombre en España… Es el que te coge los bajos del pantalón. Era el cura que te dio la primera comunión». Y, además, detective. Qué ilusión me hizo imaginarme a Apeles como un trasunto de Philip Marlowe, parapetado bajo la lluvia tras una gabardina y un sombrero, siguiendo a la esposa de algún gánster por las calles de Los Ángeles.

«La de veces que ha tenido que darse de alta este hombre en el IAE», comentó mi hermano mientras considerábamos la posibilidad de que tal vez el padre Apeles, en algún universo más honesto, fuese un personaje de Raymond Chandler. «Por lo menos ha tenido que marcar ocho epígrafes distintos en el modelo 037 —añadió—. Ese tipo es mi ídolo».

Su reacción no me extrañó. Para darse de alta en el IAE no vale todo el mundo. Cualquier persona que quiera llevar a cabo una actividad profesional por cuenta propia en España debe inscribirse en el censo de empresarios, profesionales y retenedores. Esa lista lo abarca todo. Todos los oficios que a uno se le puedan ocurrir, por extraños que parezcan, figuran en la tabla de epígrafes del IAE de la Agencia Tributaria. Es el Aleph de la ocupación laboral. El cajón de los cables —de los cargadores, de los auriculares, de los adaptadores— que todo el mundo tiene en casa, pero abarrotado de profesiones. El perfecto conjunto absoluto.

O quizá no tanto.

Cuando compartí en Twitter el fenomenal hallazgo de la actividad detectivesca de Apeles y pregunté con qué epígrafe del IAE se correspondía, Yolanda Gándara me aclaró que se trataba del 773: «Detectives privados y profesionales que prestan servicios de vigilancia, protección y seguridad». Resulta curioso pensar que la profesión de detective, con toda su concreción, haya sido prevista por alguien. Que el legislador haya entendido que en España debe haber detectives. Que las cosas, antes o después, se pondrán tan mal que para averiguar la verdad no bastarán las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, ni los jueces, ni los peritos ni los inspectores. Necesitaremos detectives. Gente recia e inconmovible como Apeles.

Si hacemos un repaso a los epígrafes del IAE, desde el principio encontramos alguna joya en la sección 1, referida a actividades empresariales. No resulta fácil, porque todo se refiere a la extracción de cosas, la fabricación de cosas, el acabado de cosas, la construcción de cosas, el comercio al por menor y al por mayor de cosas, la explotación de cosas, la elaboración de cosas, la instalación de cosas, la fundición de cosas, la producción de cosas, la preparación de cosas y la manipulación de cosas. Sin embargo, entre tanta industria, es posible distinguir singularidades como la prevista en el epígrafe 041.2, referente a las «ponedoras de huevos a partir de cuatro meses». He de reconocer que no he conocido todavía a una profesional ponedora de huevos de más de cuatro meses, pero algo me dice que el epígrafe, contenido en la agrupación «avicultura», tal vez se refiera a las personas que las crían y no a las que ponen. Siempre nos quedará la duda.

En la sección 1, como digo, hay que hilar muy fino para separar el grano de la paja —me pregunto quién decide el carácter del animal en el caso del 921.3, correspondiente a los exterminadores de animales dañinos—, pero en la segunda sección la cosa se pone seria. En el epígrafe 024 se encuentran los sexadores de pollos y los castradores, dos profesiones que solemos considerar imaginarias pero, por lo que se ve, Hacienda les reserva su pequeño hueco. Si avanzamos por la lista vemos todas las profesiones que a uno se le puedan ocurrir, incluyendo la de estenotipista en el 772 —a quién no le gusta disponer de un buen estenotipista de cabecera—, la de bromatólogo en el 839 y la de experto en la organización de congresos, tan necesaria en estos días aciagos.

Pero, sin duda alguna, la palma se la lleva el grupo denominado «Profesionales diversos», que es donde deben de figurar todos aquellos cuya clasificación resultaba particularmente difícil. Mención especial merecen los astrólogos, previstos por el epígrafe 881; los guías de turismo y los guías intérpretes de turismo, matiz clave que hizo necesaria la duplicidad de epígrafes; los grafólogos, que son esos científicos preclaros que le dicen a uno cómo es y cuáles son sus aptitudes echando un vistazo a su caligrafía; los comisarios de averías —esto no tengo muy claro qué es, la verdad—; y mi preferido, los cronometradores, que constan en el 886. Porque, les seré sincero, donde se encuentre un buen cronometrador, pulsando el botón en el momento exacto en que se inicia la actividad cronometrada y pulsándolo de nuevo justo cuando esta finaliza, que se quiten todos los sensores y ordenadores del mundo. Dónde va a parar.

La sección número 3 es la dedicada a los artistas, y me parecen destacables tanto el epígrafe 016, dedicado a «humoristas, caricatos, excéntricos, charlistas, recitadores, ilusionistas, etc.», como el hecho de que, tal y como señaló Yolanda Gándara, en la ley se prevean hasta tres epígrafes distintos incluidos en la agrupación «actividades relacionadas con espectáculos taurinos» donde podría tener cabida la figura del bombero torero: el 054, «jefes de cuadrillas cómicas y similares»; el 055, «otro personal de cuadrillas cómicas y similares»; y el 056, «otras actividades relacionadas con espectáculos taurinos».

Y este es un detalle especialmente relevante, ya que, si observamos con detención las profesiones del padre Apeles, comprobamos que, al margen de la de detective, cuyo epígrafe ya se ha indicado, la de eclesiástico, que aparcamos a un lado puesto que el sacerdocio no se considera una actividad económica, y las de abogado y traductor, que sí constan en la lista del IAE, no hay una sola categoría en la que podamos encajar con cierta justicia las de periodista, presentador de televisión, escritor y conferenciante. En otras palabras, en España hay tres epígrafes disponibles para el bombero torero y ni uno solo para un periodista o un escritor.

La única posibilidad, si uno se dedica a esto, es elegir alguno de los epígrafes incluidos en la agrupación 86 de la segunda sección, referente a «liberales, artistas y literatos», pero, aun así, no deja de ser complicado elegir entre una de las dos opciones disponibles. Cuando yo tuve que darme de alta en el IAE, no me quedó más remedio que decidir entre «pintores, escultores, ceramistas, artesanos, grabadores y artistas similares» o «restauradores de obras de arte». Ya me dirán qué tiene eso que ver con escribir.

Mi hermano se equivocaba cuando pensaba que Apeles había tenido que marcar ocho epígrafes distintos. Le bastó con registrarse como, qué sé yo, ceramista, para ejercer como periodista, escritor, presentador y conferenciante. En el fondo estoy de acuerdo con Astrud y seguro que hay un hombre en España que lo hace todo. Ahora bien, con todas las de la ley, periodista o escritor, lo que se dice periodista o escritor, no es.

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10 Comments

  1. In dubio

    Tiene que haber más denuncias de este tipo: Algunos de los que nos dedicamos a estos temas profesionales, llevamos muchos años comentando que en España nos quedamos anclados jurídicamente en el siglo xix. Ahí estamos, incrustados. Si pedirá contar aquí lo que veo a diario cuando topo con la Administración Pública…. Pero nada, si denuncias estos temas no te hacen ni caso. Pues nada, sigan votando, pero no se me quejen luego, por favor

  2. bender rodriguez

    Cuando me pregunten mi profesión en un formulario pondré: epig.16 Excéntrico.!!

  3. El padre Apeles también es militar reservista.

  4. Jose Antonio Tamargo Quiros

    Si Apeles lo hace todo, no es de extrañar que haya tanto parado en España.
    No «apeles» a la gracia divina, llámale directamente. Con buen gusto por poder saludarles, queridos lectores.

  5. Minded

    «Resulta curioso pensar que la profesión de detective, con toda su concreción, haya sido prevista por alguien. Que el legislador haya entendido que en España debe haber detectives»

    Lo que resulte curioso es que el autor acabe de descubrir el Mediterráneo. La profesión de detective existe en España al menos desde hace 60 años, así que el legislador no tuvo que prever nada: sólo tuvo que ver lo que ya existía.

  6. Gondisalvo

    La frase a la que hace referencia el articulo, ademas de ser familiar por la canción de Astrud, me vino a la cabeza hace unos dias después de ver, en un espacio breve de tiempo, fotos e imagenes del ex rey, Juan Carlos I El Corrupto, Rajoy y Del Bosque y el que se sienta a su izquierda en los banquillos que nadie sabe que hace ni de que hablan, si es que hablan. Todos españoles, famosos (en sus cometidos y funciones) que deberian estar jubilados años ha, pero siguen ahi, de una u otra forma. España no para rejuvenecerse nunca. La gente dura y dura en sus puestos pero nadie dimite, haciéndolo inmensamente mal casi todos . Hay un ombre en España que lo hace todo…que frase tan acertada para un pais y unos paisanos tan…extraños? caducos ?…8 millones de votantes..como si tal cosa..se me va la olla, Salud.

  7. Socarras

    Me preguntó qué epígrafes hubiera tenido que marcar Mariano, de Aquí no hay quien viva, que declaraba como profesión «pensador» y «metrosexual».

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