Jot Down para Esquiades
El poeta Charles Baudelaire solía soñar con el viaje a lugares remotos donde conectar con sus instintos más primarios, liberándose de las reglas encorsetadas de la sociedad. De hecho, consideraba que un espíritu aventurero como un poeta que nunca está satisfecho con los horizontes del hogar. Escribía en Moesta et errabunda: «Llévame, vagón! ¡Ráptame, fragata! ¡Lejos! ¡Lejos! ¡Aquí el lodo está formado con nuestros llantos!».
No todos somos Baudelaire, pero todos hemos experimentado, en mayor o menor medida, su anhelo. Porque el entregarnos al viaje, a la aventura y a los deportes extremos en los que se desafían nuestros límites físicos y psicológicos supone no pocos beneficios que a menudo pasan desapercibidos.
Mente
La repetida cita latina procedente de las Sátiras de Juvenal, «Mens sana in corpore sano», no solo es un generador de «me gusta» en nuestro estado de Facebook o una frase rimbombante para estampar en la entrada de un gimnasio. Quintales de estudios ha constatado que, en efecto, la actividad física produce beneficios cognitivos.
Investigadores de la Universidad de California, en uno de los últimos estudios sobre los beneficios del ejercicio en el cerebro, han comprobado que este aumenta los niveles de glutamato y GABA (ácido gamma-aminobutírico), dos neurotransmisores fundamentales para la comunicación entre las células del cerebro.
Otro estudio de la Universidad de Columbia dirigido por Scott Small y Ana Pereira, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science, sugieren que la actividad física estimula el nacimiento de nuevas neuronas en la región cerebral del hipocampo, una zona relacionada con la memoria y el aprendizaje.
Una persona inteligente que no cultiva su cuerpo no es, en realidad, inteligente. Porque la actividad física reduce el riesgo de sufrir enfermedades del corazón, hipertensión arterial, osteoporosis y diabetes, pero también alivia la tensión, la ansiedad y la depresión.
Autoestima
Los beneficios de la actividad física también se extienden a la salud cardiovascular, como es evidente, pero esta también fortalece los huesos, reduce el estrés. De hecho, el sedentarismo produce más muertes en el mundo que fumar.
Asumiendo, pues, que el ejercicio es un factor clave para mantenerse saludable, los deportes de aventura añaden un plus a todos esos beneficios. La actividad física en una montaña o en un río que discurre por un valle tan verde que parece de plástico saca a la persona de su estado de confort, transportándola a un escenario menos previsible que la obliga a enfrentarse a nuevos obstáculos. Una vez superados, ello puede contribuir a mejorar la disposición a la hora de enfrentarse a los obstáculos cotidianos, a pesar de que a priori puedan antojarse imposibles de superar.
A diferencia de la actividad física controlada en el interior de un gimnasio o en las calles de una ciudad, enfrentarse a la naturaleza como si fuéramos Leonardo DiCaprio en El renacido y sorprendernos a nosotros mismos consiguiendo desenvolvernos en ese medio redunda en una sobredosis de autoestima.
Este chute de confianza en uno mismo no es baladí: en muchas de las destrezas humanas hay un componente de autoconfianza que puede favorecernos o boicotearnos, en función de su polaridad. Esa es la razón de que muchas mujeres obtengan puntuaciones mejores en pruebas de matemáticas: el estereotipo de que las mujeres son incompetentes en matemáticas influye negativamente en el rendimiento, como sugirió un estudio llevado a cabo por Gregory Walton y Steven Spencer, de la Universidad de Stanford, que analizó los datos obtenidos de docenas de experimentos de amenaza del estereotipo. La autoestima es lo que refuerza el falso mito de que las rubias son tontas.
En ese sentido, el montañismo, la escalada de rocas, el barranquismo y demás ejemplos de deporte de aventura suponen desafíos físicos y emocionales que, una vez superados, pueden influir positivamente en la forma en que acometemos otros desafíos. Algo así como: si he sido capaz de hacer eso, ahora no me voy a arredrar por esto.
Imprevistos
Por mucho que nos machaquemos en el gimnasio, la rutina y la escasez de tipos de ejercicios que realizamos difícilmente afectarán por igual a todas las partes del cuerpo. En condiciones de deporte de aventuras, sin embargo, cada nuevo reto es distinto al anterior, resulta imposible plegarse a las convenciones, y acabaremos por usar todos los grupos de músculos hasta límites que no creíamos posibles (incluidos músculos que nunca hubiéramos sospechado que teníamos).
Por ejemplo, cuando practicamos BTT no estamos sentados pacíficamente en una bicicleta estática con vistas a los cuerpos sudorosos de otros usuarios del gimnasio, sino que deberemos tener siempre un preciso control de nuestro cuerpo y del entorno, afinaremos continuamente nuestra coordinación motora y nuestros reflejos, tomaremos decisiones críticas cada metro pedaleado, amén de que nos obligaremos a absorber los accidentes del terreno manteniendo la postura y, por tanto, fortaleciendo toda la musculatura que protege nuestra columna vertebral.
Los imprevistos aparejados a todos los deportes de aventura, pues, ejercitan nuestras capacidades de observación y toma de decisiones. En esos momentos tenemos la certeza íntima de que todo depende de nosotros y solo de nosotros, y que somos dueños de evitar un resbalón o coronar una cima. Los deportes de aventura tienen una reglamentación fija muy básica, el resto está dispuesto a la improvisación. La sensación de control en ese contexto resulta nueva y vital, y supone un continuo desafío al miedo y la incertidumbre.
Hormonas
Los deportes extremos, por lo tanto, suponen una descarga extraordinaria de adrenalina y otras hormonas que proporcionan una sensación de liberación, bienestar y euforia.
Los deportes de aventura, además, suelen practicarse al aire libre y en entornos naturales, lo que añade otros estímulos al organismo, como es el caso de los rayos del sol, imprescindibles para sintetizar vitamina A y aumentar los niveles de endorfinas.
Por esa razón, ya en los primeros cinco minutos de ejercicio al aire libre es cuando tiene lugar el mayor chute de mejora del ánimo y de la autoestima, tal y como se desprende de un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Essex, en el Reino Unido. Para constatarlo, Jules Pretty y su equipo analizaron diez estudios de su propia universidad en los que participaron más de mil doscientos hombres y mujeres.
Vínculos
Los deportes de aventura también exigen, a menudo, una estrecha colaboración, como en el caso del rafting o la escalada. Habida cuenta de que esta colaboración resulta vital para evitar accidentes, los vínculos emocionales que se traban son mucho más intensos que en otras actividades físicas: de ti depende la vida del otro, y tu vida está también en manos del otro.
Conscientes de estas profundas dinámicas psicológicas que se establecen cuando se coordinan deportes de riesgo, un modelo de negocio floreciente es el llamado Team Building: empresas o asociaciones involucran a sus trabajadores o socios en situaciones en las que sea importante el espíritu de equipo y la cooperación. Estos eventos acostumbran a llevarse a cabo en espacios alejados de la vida cotidiana, en entornos naturales, y los deportes extremos también son una de las actividades predilectas porque exigen una total implicación de sus participantes.
Medio
Los deportes de aventura se suelen practicar en entornos naturales que se rigen por reglas totalmente distintas a las habituales en las grandes urbes. Todos sabemos que un semáforo en rojo significa no pasar, o cuál es la hora punta del metro, pero resulta más raro que sepamos encontrar el norte si no disponemos de brújula o GPS.
Los deportes de aventura, sin embargo, nos adiestran a aprender sobre el medio natural y a saber desenvolvernos y sobrevivir en el mismo, acercándonos, estudiando y entendiendo la naturaleza. Así pues, si nos hemos extraviado y no disponemos de una brújula, siempre podemos situar verticalmente un palo en el suelo, marcar su sombra, esperar unos minutos, y marcar de nuevo dónde está la sombra. La línea entre ambos puntos marcados va aproximadamente de este a oeste. O también podemos observar el musgo, porque crece más abundantemente orientado al norte.
Sin contar que esta clase de deportes te abocan a descubrir grandes espacios al aire libre, paisajes que merecen casi siempre ser retratados en un lienzo, y aire puro para oxigenar nuestros pulmones.
Destinos
Algunas veces, Baudelaire soñaba con viajar a Lisboa porque creía que allí pasaría más calor y, como el lagarto, se fortalecería tendiéndose al sol. Porque hay destinos que, al igual que son más propicios para cambiarnos, también lo son para desplegar nuestros anhelos de aventura transformadora, lejos de urbes y caminos pautados.
A veces olvidamos que nos forjamos en la naturaleza, y que la hemos abandonado progresivamente: en 1700, el 17% de la población de Inglaterra y Gales vivía en una ciudad. En 1850, lo hacía el 50%. Hacia 1900, el 75%. Una constante en todos los países del mundo. Pero, afortunadamente, siempre podemos regresar a esos lugares en los que reencontrarnos con nosotros mismos.
Como el caso del río leridano Noguera Pallaresa, en el Pallars Sobirà, Cataluña, uno de los ríos más importantes a nivel europeo para la práctica de deportes de agua, como el rafting.
Otro de los destinos de aventura, sobre todo en cuanto a rafting, más conocidos del Pirineo es el pueblo de Llavorsí. Y, para descensos de menor dificultad, uno de los ríos idóneos de España es el Guadalquivir.
Albarracín es un paraíso para los amantes de la escalada. Y las provincias gallegas, Asturias y Cantabria son auténticos paraísos para los aficionados al barranquismo.
Andorra, en ese sentido, es como un parque temático orientado al deporte de aventura, pues gracias a sus elevadas cumbres y sus escondidos valles, permanece rodeada de naturaleza: lo es en un asombroso porcentaje del 90%. Remoto, pero en mitad de los Pirineos, constituye uno de los países más montañosos del mundo, y por eso aquí se encuentran tres estaciones de esquí con más de trescientos kilómetros de pistas marcadas, entre las que destaca Grandvalira, con doscientos siete kilómetros, pistas de BTT que quitan el hipo y, en definitiva, miles de oportunidades de cambiar nuestro cuerpo y nuestra mente hasta límites insospechados.
¡Muy buen artículo! El deporte de aventura es ideal para eliminar el estrés del día a día y para reconectar con la naturaleza, además de pasar un buen rato con los amigos. Gracias por compartirlo.
El paraíso para el barranquismo es Huesca. Asturias podría serlo, pero está prohibido descender el 90% de los barrancos abiertos.
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