En 1898 el poema El llibre nou y el monólogo teatral La infanticida fueron premiados en los Juegos Florales de Olot por un jurado compuesto por escritores como Josep Berga i Boada o Francesc Matheu. Pero aquella pieza titulada La infanticida se trataba de una obra con pasajes violentos y de cierta dureza por lo que, con motivo de afinarla para su representación, el propio jurado requirió que el autor del relato se personase en el lugar para colaborar con los retoques. La pluma que firmaba aquella obra no se presentó y delegó en los miembros del jurado las modificaciones necesarias. El escándalo llegaría más tarde cuando se hizo público que el texto ganador era obra de una mujer. Por razones de la época, centradas principalmente en que el tipo de genitales que vestía la persona que firmaba las letras no eran del agrado del jurado, se retiró el premio a la obra. Una decisión que desgraciadamente propició que la autora a partir de ese momento se viese forzada a entregar su obra al mundo camuflada bajo un seudónimo, el de un personaje de una novela propia inacabada llamado Víctor Catalá. El auténtico nombre de aquella escritora soberbia era Caterina Albert.
En el barrio barcelonés de Camp de l’Arpa la arquitectura industrial de los años cuarenta decidió erigirse orgullosa a las órdenes de Francesc Mitjans (el mismo arquitecto que también se encargaría de levantar el Camp Nou), que construyó la silueta de la factoría textil Bonaventura Costa Font. Un complejo que acabaría reconvertido en un espacio industrial fragmentando bajo el cual se cobijaría la fábrica de plásticos Alchemika. Años más tarde el abandono de las edificiaciones dejaría a los edificios huérfanos de actividad, hasta que se comenzaría a reivindicar el lugar a nivel vecinal como una oportunidad de crear un emplazamiento útil para el barrio. Tras batallar mucho, los residentes de la zona contemplaron cómo en el lugar comenzaba a construirse un nuevo complejo con el objetivo de acoger en su interior una biblioteca, una guardería, una asociación de vecinos y una residencia/centro de día. La biblioteca, aquella sección de la edificación aferrada a la pasión por la literatura, sería bautizada con el nombre de alguien excepcional a la hora de bailar con letras, un nombre que muchos años antes había sido obligado a esconderse: Caterina Albert.
«En lugar de reivindicar el seudónimo este emplazamiento honra el verdadero nombre de la escritora original», explica Juan Carlos, director de la biblioteca, para a continuación seguir revelando el resto de herencias que luce la ubicación «La fachada que conserva la actual biblioteca es la original, obra de Mitjans. Y lo curioso es que hace poco hemos descubierto que antes de ser una fábrica textil también había sido un campo de fútbol». La actual biblioteca Caterina Albert, inaugurada en diciembre de 2012 y fruto del trabajo de Oliveras Boix Arquitectes, no solo ha conservado aquella fachada original, sino también el rótulo que escalaba la misma anunciando la fábrica Alchemika. Todo el respeto hacia el legado heredado no obstaculiza que al acceder al interior el visitante se encuentre con un espacio moderno, dominado por un pulcro color blanco cuya presencia es enfatizada por la luz que invade las salas a través de sus grandes ventanales. El emplazamiento de la edificación, delimitada por las calles Industria, Guinardó, Trinxant y Pare Claret, también resulta un atributo excepcional: «La encrucijada donde se encuentra es extraordinaria. Está situada en el distrito Sant Martí, pero también recibe gente de Horta-Guinardó, del Ensanche derecho y de San Andreu. En total el área de zona supone unas setenta mil personas».
La propia idea del barrio como ecosistema forma la parte más importante del discurso de Juan Carlos, «Las bibliotecas son las primeras puertas de acceso de los ciudadanos a la cultura, un espacio gratuito, libre y donde no se mira de qué país eres, tu sexo o si tienes dinero. Es un punto de reunión para el barrio, resulta precioso porque lo tiene todo». Y la propia biblioteca parece querer evolucionar en función de las necesidades de su entorno del mismo modo en que lo hizo el terreno que a lo largo de los años pasó de ser un campo de juego a un complejo industrial y finalmente se convirtió en museo de la literatura. Actualmente sus contenidos se amoldan a las demandas: «Lo bueno de una biblioteca es que obliga a adaptarse a la realidad del territorio, a buscarte tu público». Las estanterías que contiene el edificio sirven como reflejo de esta aclimatación continua: aquellos textos cuyas páginas ayudaban a planificar oposiciones se han visto sustituidos por ejemplares centrados en aconsejar sobre la búsqueda de trabajo, y otras secciones, como la de libros dedicados a las artes handmade, se han expandido por demanda popular. Los propios estantes se esfuerzan por reflejar las necesidades actuales de sus usuarios.
Los responsables de la biblioteca rastrean y seleccionan personalmente las actividades que ofrece el centro y el éxito cosechado con las mismas ha propiciado que se duplique una oferta que se estructura por edades. «Trabajamos con niños, jóvenes, adultos y tratamos mucho el sector sénior, la gente mayor. Con el aumento de la calidad de vida la población más envejecida será la que tendrá peso en el futuro de la sociedad». Para los más pequeños proponen actividades que fomentan el trabajar en colaboración con los padres, y también la exitosa hora del cuento que en ocasiones les ha abarrotado una sala de actos con capacidad para cien personas. «Aunque en caso de trabajar en pequeño formato organizamos la actividad en la sala infantil, en el fondo el objetivo es crear una atmósfera, que se queden cautivados y que salgan contentos, que se habitúen al contacto con los libros». A partir de los seis años los niños pueden encontrar actividades donde trastear con los idiomas y se organizan tanto visitas escolares como eventos de promoción de la lectura. «Además preparamos diversos talleres que consideramos interesantes, hemos tenido uno basado en jeroglíficos y otro en productos hechos a mano». También abrazan la idea de colaborar con las escuelas cercanas. «Con la Escola Dovella organizamos unos cursos hechos a medida de los participantes y basados en ganar competencias en la búsqueda de la información, en cómo filtrar esa información. Asistieron chicas y chicos de nueve y diez años, y salieron encantadísimos». Otra de las iniciativas curiosas es la «Liga de los Libros», una lista de textos, que imita la clasificación futbolera, donde los propios niños seleccionan sus obras favoritas y que tiene un ganador al final de cada temporada.
Camp de l’Arpa-Caterina Albert puede presumir además de ser una de las pocas bibliotecas que tiene descendencia propia: «Decidimos editar un sencillo cuento protagonizado por una osita porque queríamos una mascota para la zona infantil». Dicho cuento, L’osseta de la biblioteca, escrito por Marta Cabré Bel e ilustrado por Blanca Vizán Rico, narra las aventuras de la pequeña osa pero también la historia del edificio que acoge la biblioteca e incluso la de la propia Caterina Albert. La osa mascota protagonista hereda el nombre de la escritora y en la sección infantil del edificio hasta tiene presencia física: la sala acoge un muñeco de la osezna realizado a mano por un compañero de Bibliotecas de Barcelona.
Los adolescentes resultan un público más esquivo por todo eso de estar lidiando con edades y pavos varios, pero aun así Juan Carlos considera que es necesario esforzarse por llegar a ellos «Tenemos una iniciativa en el ámbito de Barcelona, un concurso de booktubers en colaboración con el portal Adolescents.cat dirigido a jóvenes de entre catorce y diecisiete años, donde se hacen una serie de quedadas y se invita a un par de booktubers conocidos para ofrecer una charla y a continuación organizar un taller sobre cómo hacer vídeos propios». Sin poder evitar sentir que perdíamos unos cuantos años de golpe preguntamos por el concepto de booktuber: «Son youtubers, estrellas de la red, que recomiendan libros. Y tienen una cantidad de seguidores increíble».
Las actividades para el público más adulto también se construyen en función de los intereses de la gente. El espacio ofrece presentaciones de libros, clubs de lectura, cursos de alfabetización digital y celebra eventos como el centenario de Roald Dahl o el de Jack London. «Tratamos de conseguir conferencias y talleres entretenidos a caballo del conocimiento. El objetivo es que sea divertido y no sea lo típico, darles un punto diferente». En este sentido, el propio director se demuestra asombrado por el éxito que ha generado un ciclo de conferencias científicas, llamado Visiones de la ciencia, protagonizadas por profesionales de ámbitos científicos. «Logramos aforos completos. Nos deja alucinados tanto la asistencia como a veces los propios ponentes y su capacidad de transmitir». Pero las actividades nunca se cierran a crear una dinámica con el barrio: «Colaboramos con las librerías de la zona y la gente del barrio. Los establecimientos nos ayudan con la decoración…» (la demandada sección de libros sobre manualidades está, como no podía ser de otro modo, decorada con adornos hechos a mano); «Aquí un grupo de parados organizó unas charlas para incentivar a la gente sobre la búsqueda de trabajo. Y junto a un chico de la zona llevamos a cabo la prueba piloto de un escaparate interactivo donde un sensor permitía interactuar con los movimientos de la mano». El director tiene claro que la relación con el distrito ha de ser orgánica y fluida: «Colaboramos con comercios del barrio, organizan talleres y de paso se promociona. Alguien se puede preguntar qué hace una entidad pública colaborando con los comercios, pero yo me debo a mi territorio, y dichas colaboraciones constatan no solo el valor social, sino también el económico, de las bibliotecas públicas.También cooperamos con las revistas de la zona, las asociaciones de vecinos y los centros educativos: cada año hacemos una exposición con los trabajos del bachillerato de las artes del Institut Moisès Broggi, convirtiendo la biblio en un museo». Y todo ello ocurre tratando de no perder de vista nunca el pasado del lugar: las bibliotecas del distrito de Sant Martí ofrecen las Passejades, recorridos organizados, de pago y de una duración de tres horas, a través de lugares emblemáticos del distrito, acompañados de las explicaciones de Joan Carles Luque, historiador de L’Arxiu Historic del Poblenou.
«También tenemos un fondo de cine y de música donde un par de personas realizan un trabajo impresionante a la hora de manejar el catálogo y crear unas sugerencias de cine y música fantásticas a modo de ciclos». ¿Algún pronóstico sobre el futuro de la cultura? «Los cómics, hay autores maravillosos y, aparte del cómic de toda la vida, tenemos adaptaciones como la de Así habló Zaratustra de Nietzsche, que es un cómic titulado Dios ha muerto de Irkus Zeberio. O el Beowulf de Santiago García y David Rubín. Este tipo de obras sirven para acercarse a la literatura. Y las series, tenemos un fondo muy bueno porque vemos que es el futuro. Juego de tronos, Boardwalk Empire, House of Cards… son el auténtico boom actual».
Preguntamos a Juan Carlos si la gente se ha dado cuenta de que las bibliotecas ofrecen algo más que un catálogo de libros: «Muchas veces desconocen que ofrecemos un servicio que les interesa. Las bibliotecas son también actividades, espacios para compartir y relacionarse, para aprender, experimentar y sentir».
Al salir a la calle de nuevo, nos topamos con que todo es mucho más ruidoso y estresante ahí fuera. «El ritmo que tenemos de vida es demasiado frenético, hay que lograr que todo esto sea una cosa placentera, buscar este tipo de espacios donde entrar y bajar el ritmo, disfrutar», nos decía poco antes Juan Carlos. Y muy probablemente tenga toda la razón.
Fotografía: Jorge Quiñoa