Deportes

In memoriam: Muhammad Ali

Foto: Cordon.
Foto: Cordon.

Muchos de nosotros todavía éramos niños cuando descubrimos ese maravilloso espectáculo llamado boxeo de competición, pero la disciplina vivía un momento extraño. Había perdido buena parte de su relumbrón. Excepto en el cine, donde las películas de boxeadores habían protagonizado una fugaz pero intensa moda. A veces, de hecho, me pregunto si aquella fiebre por el pugilismo cinematográfico no fue de alguna manera un arrebato de nostalgia hacia los aún recientes estertores del pugilismo clásico, una nostalgia provocada por la decadencia y retirada del último grande de la era del blanco y negro, que fue además el más grande. Era casi como si el público echase de menos las viejas gestas del cuadrilátero y se lanzase en tropel a recuperarlas en versión de celuloide. Más que ningún otro escenario deportivo, ese cuadrilátero producía epopeyas y héroes dignas de las más nobles páginas. No porque es un deporte duro, pues otros los hay también muy duros, sino porque es algo más que un deporte. El boxeo es cine, y sería cine aunque nadie lo hubiese filmado. El boxeo es literatura, aunque nadie hubiese escrito sobre ello. El boxeo es la vida, aunque quienes ignoran o desprecian la disciplina no consigan entenderlo.

En mi generación abrimos los ojos al mundo sin tener un gran campeón de los pesos pesados; a finales de los setenta la competición se había dividido en dos. No era la primera vez, pero sí la definitiva y también la más dañina; la corona mundial de los pesos pesados, diluida en una sopa de siglas, dejó de ser vista como la Excalibur de los deportes, la más alta distinción deportiva del planeta, que lo había sido durante todo el siglo. Esto cambió durante algunos años, desde el mismo momento en que un huracán llamado Mike Tyson se ciñó el cinturón de campeón. Pero no duró. El reinado de Tyson fue el canto del cisne de esa preponderancia. Para entonces ya habíamos aprendido que Tyson, la última leyenda universal de los pesos pesados, se había limitado a recuperar parte de la atención perdida tras la retirada del más grande de los colosos emergidos de la antaño inagotable mitología pugilística: Muhammad Ali, o Cassius Clay, como por costumbre lo llamaban todavía quienes lo habían visto emerger durante los años sesenta. Cuando los niños de aquella generación veíamos pelear a Tyson, terminamos comprobando que todas las comparaciones, favorables o desfavorables, incluían a Muhammad Ali como primer término. De repente, para toda una generación de aficionados novatos, un Ali al que apenas habíamos visto en fugaces secuencias de televisión se reveló como la medida de todas las cosas. Supimos que su ausencia de los cuadriláteros había ensombrecido el boxeo con el sordo pesar de la orfandad; que no importase cómo de grandes pudiesen llegar a ser las hazañas de sus herederos, su figura sería siempre incomparable. Muhammad Ali, como Bobby Fischer en el ajedrez o Michel Jordan en el baloncesto, ya no podría ser eclipsado. No se trata de que pueda surgir alguien igual o mejor en lo deportivo; eso es lo de menos. No puede haber otro Ali como no puede haber otros Beatles ni otra Marilyn Monroe. Ali había sido mucho más que un campeón. Trascendió su profesión y las glorias condensadas en el metal de unas vitrinas. No era solamente un púgil, como Einstein no era solamente un científico y Elvis Presley no era solamente un cantante. Muhammad Ali fue mucho más que un deportista. Fue un icono universal, una referencia cultural de primer orden, la clase de material sobre el que los demás escriben ensayos y novelas, ruedan películas o componen canciones. Y él creció con una extraña e inexplicable predisposición a la inmortalidad. Como cuando decía que había odiado hasta el último minuto de sus entrenamientos, pero se había motivado diciéndose «¡No lo dejes! Si sufres ahora, vivirás como campeón el resto de tu existencia». La inmortalidad, pues, fue su verdadera vocación. Desde aquella vez en que sin tener todavía un título mundial ceñido a la cintura osó proclamarse como «el más grande», el mundo debió haber entendido que sus hazañas no iban a pertenecer a los titulares de los periódicos, sino a los libros de historia.

Foto: Cordon.
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Su inmensa fama, sus títulos, sus gestas deportivas, eran solamente una parte de su inmensidad. Es verdad que fue el rey de los pesos pesados más célebre desde Joe Louis. Es verdad que su técnica y su estilo lo situaban entre los mejores púgiles de todos los tiempos. Es verdad que volvió de un retiro impuesto, cuando técnicamente era ya una sombra del virtuoso innovador que había sido durante sus primeros años, y todavía fue capaz de ganarle el pulso a aquel Joe Frazier con el que parecía disputar los rencores de alguna vida pasada. Es verdad que cuando era ya una sombra de su sombra, pudo vencer a aquel gigante joven y poderoso llamado George Foreman. Es verdad que recuperó la corona tres veces, algo por entonces nunca visto entre los pesos pesados. Todo esto y muchas más cosas son verdad. La carrera deportiva de Muhammad Ali fue una ejemplar combinación de talento, coraje, determinación y espíritu ganador. Pero no fue solamente esto lo que le convirtió en lo que ahora es. Hubo más. Pero, ¿con qué palabras podríamos expresarlo?

En las listas clásicas de mejores boxeadores, Ali solía aparecer por detrás de Sugar Ray Robinson, el hombre sobre quien había modelado su estilo y al que muchos consideraban el púgil de mayor talento técnico que había existido nunca. Es decir, no por necesidad hemos de considerarlo el mejor. Tampoco se retiró invicto como Rocky Marciano. Pero eso no impidió que en otra clase de listas, las que enumeraban a los deportistas más importantes del siglo XX, apareciese siempre como el número uno. Esto no lo explican sus triunfos. Es que Muhammad Ali era una fuerza de la naturaleza en todos los sentidos. Siempre admitió que nunca había sido «el niño más brillante de la clase», pero sus genialidades verbales conseguían quedarse marcadas a fuego en la memoria de los aficionados. Era el Bob Dylan del trash-talk, el Sergio Leone de las provocaciones previas a cada combate. Su verborrea inagotable era casi siempre pueril, pero también brillante; una de las tantas facetas que lo convirtieron en el Napoleón de la explosión mediática de finales de los sesenta y principios de los setenta. Llegó, vio, habló y venció. No se trata ya de aquella su más famosa frase, «flota como una mariposa, pica como una abeja, y sus manos no podrán golpear lo que sus ojos no ven», que pronunció, irónicamente, cuando la edad ya no le permitía volar sobre la lona (fue antes de su combate con Foreman, que ganó, sí, pero no cual mariposa, sino cual Maquiavelo de la estrategia pugilística). Antes de cada combate siempre tenía una declaración sensacionalista preparada. Sus poemas, casi siempre nefastos pero hilarantes, se convertían a veces en fragmentos líricos de un homérico infantilismo: «Me he peleado con un cocodrilo», dijo una vez, «he forcejeado con una ballena. Le he puesto esposas a un relámpago y he metido al trueno en la cárcel. La semana pasada asesiné a una roca, herí a una piedra, metí a un ladrillo en el hospital. Soy tan duro que hago enfermar a la medicina». Como pueden comprobar, Herman MelvilleJoseph Conrad y un bocazas fanfarrón, todos ellos combinados en una misma cita. Con él, imagino, había que tener siempre el cuaderno bien a mano, sobre todo cuando se acercaba una pelea. A veces caía en el insulto pueril, pero otras veces dejaba tras de sí perlas que resonaban con el nervioso roce de docenas de lápices apuntando con afán lo que iba a convertirse en el penúltimo titular y, con suerte, en una futura referencia enciclopédica. Muhammad Ali no quería ser un campeón, quería ser un gigante, y leyendo su propia época con la clarividencia de quienes nacen con el gen de la grandeza, entendió que los medios de comunicación eran la manera de conseguirlo. Modeló su personaje con tanto cuidado que se metió al mundo entero en el bolsillo, incluso a quienes le habían odiado. Muchos, en sus inicios, se habían burlado de las payasadas constantes de aquel excéntrico aspirante al título al que, no sin razón, apodaban «el loco de Lousville». El único personaje con el que se me ocurre establecer un paralelismo justo es Salvador Dalí. Qué más da que te conozcan por pintar cuadros o por posar junto a la cabeza de un rinoceronte; lo importante es que te conozcan.

Cuando no estaba inventando ripios para humillar a sus contrincantes, estaba batallando por tener el derecho de defender sus ideales. Se convirtió al islam, se cambió el nombre y escandalizó a casi todo el país, incluida su propia madre. Empezó a dejarse ver como el gran trofeo del más hábil proselitista de la Nación del Islam, el carismático Malcolm X. Parecía evidente que la inteligente e inatacable retórica de Malcolm X había deslumbrado al nuevo campeón. Pero Ali era algo más que una marioneta. Respondía con coherencia y una afilada eficacia cuando le preguntaban por sus ideas. Es cierto que repetía muchas ideas del brillante Malcolm X, pero no menos de las que Malcolm X tomaba de su líder sectario, Elijah Muhammad. Por lo demás, Ali sabía construir su propio discurso, algo en lo que pocos habían confiado. Era más fácil burlarse de él o calificarlo de radical peligroso que atacar algunos de sus argumentos, sobre todo en lo referente a la cuestión racial. Contra todo pronóstico, la marioneta se reveló como un ideólogo. Cuando decía que no tenía nada en contra de los vietnamitas porque «ninguno de ellos me ha llamado negrata» estaba poniendo el dedo en la llaga, una herida nacional cuyo reguero de sangre muchos de sus compatriotas se empeñaban en ignorar. Mientras estaba en lo más alto de su carrera aceptó con entereza la posibilidad de acabar en la cárcel («hemos estado en la cárcel durante cuatrocientos años; podría afrontar tener que ir cuatro o cinco años más»). Se vio despojado de sus títulos, apartado de la profesión para la que se había preparado con tanto esfuerzo desde que era un adolescente. A nosotros, los espectadores, se nos arrebataron varios grandes combates del más exquisito peso pesado defensivo que viera el siglo, pero a él le partieron la carrera deportiva en dos y le privaron de su principal fuente de ingresos. Todo por no querer alistarse, aunque no le hubiesen hecho pelear fuera del cuadrilátero. Todo para no «matar gente pobre mientras los negros en Louisville no disfrutan ni de derechos humanos básicos». Muhammad Ali, el deportista más famoso del mundo, estaba paseando las vergüenzas de su propio país. Un país racista donde la guerra era un requerimiento estándar de la política exterior, una guerra a la que iban quienes no tenían dinero para comprar la posibilidad de no morir casi imberbes, o de no pasar años en una celda de cañas en mitad de alguna selva.

Foto: Cordon.
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Ali no era perfecto. Cuando denigraba a Joe Frazier llamándolo «Tío Tom», estaba siendo cruel, injusto y además desagradecido, pues Frazier, pese a tener ideas políticas muy distintas, le había defendido y ayudado. Cuando ante los congoleños presentó a George Foreman como un esbirro de los malvados blancos —en el Congo, claro, no habían olvidado la sanguinaria frialdad del imperialismo belga— estaba siendo incluso más injusto. Pero sus acusaciones no dejaban de tener un tinte de referencia a la realidad. En sus hirientes ataques expresaba una rabia nueva, la de querer, pretender, necesitar romper con la vieja dinámica de agradar al hombre blanco pareciéndose lo más posible a él. Antes de Ali, la mayoría de los campeones negros habían peleado por la dignidad de su pueblo presentándose como individuos de imagen intachable. Joe Louis o Floyd Patterson. Y los que no, como Sonny Liston, habían cuando menos evitado meterse en jardines. Lejos quedaba ya el recuerdo del primer campeón de los pesos pesados, Jack Johnson, cuyo sistema de reivindicación era tan valiente que podía calificarse como suicida; Johnson se acostaba con mujeres blancas y sonreía mientras decenas de miles de espectadores blancos le deseaban la horca y él no tenía manera de saber si no acabarían invadiendo el cuadrilátero para, en efecto, lincharlo. Muhammad Ali era más Johnson que Louis, pero aportaba algo revolucionario. Su imagen era más poderosa que intachable, quizá, pero sus reivindicaciones estaban expresadas de forma política y con un enorme poder de convicción. Él ya no pensaba que hubiese que agradar a los blancos. Por ello, fue el campeón idóneo para su generación. El primer peso pesado que lo era también cuando salía de entre las doce cuerdas.

Cuando pudo volver a pelear ya no era el mismo y, sin embargo, en ese retorno produjo sus más memorables noches de boxeo. Impulsado más por el hambre de eternidad que por una condición de favorito a la que por cuestiones físicas ya no podía optar, recuperó la corona, la perdió, y la obtuvo por una tercera vez, excitando la pluma de escritores, periodistas, historiadores del deporte. Muhammad Ali era el sueño de todo narrador. Por ejemplo, la película que se rodó en torno a su combate con George Foreman, Cuando éramos reyes, es probablemente el mejor documental deportivo de todos los tiempos. Ahí vemos al Muhammad Ali de los años de retorno en todo su esplendor. Ni siquiera esa película puede resumirlo, porque Ali es imposible de resumir, pero sí demuestra que sus combates de boxeo no eran eventos deportivos, sino sucesos que por motivos intangibles estaban destinados a adornar las estanterías de todo buen amante de la epopeya. ¿Cómo lo hacía? Siempre pensé que cuando Ali olfateaba la gloria se dejaba el alma para superar sus limitaciones. En África se dejó acorralar por un Foreman que a usted y a mí podría habernos matado de un único golpe, pero al que Ali consiguió agotar con una táctica que dejó boquiabiertos incluso a los más expertos analistas. En Filipinas, frente a Frazier, fue él quien se dejó agotar hasta poner en peligro su vida, pero no sin que antes se hubiese desplomado Frazier. No fueron sus mejores combates, ni mucho menos, pero sí los más importantes. Y él lo sabía. Es lo único que puede explicar la manera en que se condujo en ellos. Los bautizó, claro, con ripios sencillos y sin esplendor (Rumble in the JungleThrilla in Manilla) que ahora sin embargo nos suenan a gesta, a títulos de romance medieval, a grandeza. Muhammad Ali tenía el instinto de un novelista para entender qué episodios de su carrera eran los que iban a cimentar su leyenda, y entendía que la elegancia del nombre que les puso es lo de menos. Pero debían tener un nombre. Lo habitual es que los deportistas hagan cosas y los buenos cronistas las conviertan en fascinantes historias. En el siglo XIX, un cronista británico bautizó el boxeo como the sweet science of bruising («la bella ciencia de hacer moratones»), una feliz expresión que revivió después de la Segunda Guerra Mundial. Pero Muhammad Ali lo convirtió en la bella ciencia de hacerse inmortal. Siempre daba sus historias ya hechas.

Desde que nos ha dejado, los periódicos de medio mundo están repletos, más que de ninguna otra cosa, de las declaraciones del propio Ali. Como en un Evangelio, es en sus palabras, y no en las nuestras, donde está el auténtico mensaje. Él sin duda sabía que el día en que muriese todos nosotros terminaríamos ejerciendo como simple caja de resonancia de su genio. Porque Ali fue un genio como boxeador, pero también como artista. Su propia vida fue su principal obra de arte. Nos dejó las citas, los hechos, las gestas, los fracasos, como quien hace regalos de Navidad: en un montón de cajas que quienes alguna vez hemos escrito sobre boxeo abrimos con el entusiasmo de un niño. Todo lo que Ali tocaba lo convertía en historia. Todo cuanto le sucedía, bueno o malo, lo terminaba acuñando en una moneda con su propio rostro. La suya fue una biografía increíble, un tesoro que dentro de mil años alguien encontrará, para descubrir con pasmo el argumento inigualable del ascenso al Olimpo cultural de este nuestro gladiador moderno. Parafraseando a Gandhi: primero se rieron de Ali, después trataron de acabar con él, después quedaron asombrados por sus hazañas, después empezaron a respetar sus ideas y finalmente le terminaron venerando como a un héroe. Díganlo sin miedo, porque los siglos les darán la razón: fue el más grande de todos los iconos del deporte. Hay figuras que nunca desaparecerán de la memoria colectiva, y Muhammad Ali es una de ellas. Ya no puede haber otro Ali, como no puede haber otro Ulises, como no puede haber otro Quijote.

Foto: Cordon.
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87 Comentarios

  1. Miquel Àngel

    Maravilloso

  2. Es entendible que al morir una leyenda se traten de agrandar sus hazañas, reales o imaginarias. Porque finalmente es un icono, que representa muchas cosas y deben ser explotadas por los medios de comunicación, a debate si es el mejor boxeador que ha habido, yo creo que no, pero si puede ser mencionado sin rubor junto a Joe Louis, Sugar Ray Robinson, Willie Pep, Marciano, etc. Cabe mencionar que no fue precisamente una buena persona, se volvió más misógino y extremista cuando abrazó el islamismo, no se porqué!, fue cruel e injusto con sus rivales deportivos, Joe Frazier murió enemistado con él. Eso sí, creo adecuadamente todo el hype que ahora es tan común y corriente en los deportes de contacto, en ese sentido cambio el negocio del boxeo. Pero hay que tratar de decir lo más cercano a la verdad creo yo, como muchos otros bocones, su posicionamiento contra el racismo y la guerra de Vietnam fue más pose que verdadero compromiso.

    • La segunda fotografía en la que aparece en un ring peleando en un combate que pretende ser de MMA se concertó con reglas absurdas, su rival fue Inoki si mal no recuerdo, más que una pelea fue un acto circense. Cabe destacar que la influencia de Ali en las artes marciales mixtas es enorme, en el aspecto de hype, de vender la pelea, de ofender al rival antes y después del evento, en fin, se creó escuela. No trato de restarle méritos en lo deportivo, fue un grande de su época, a su ocaso hubo un vacío de poder en los pesos pesados, a cambio en las divisiones inferiores se generó una pléyade de buenos boxeadores en la segunda mitad de los 70s, los 80s y buena parte de los 90s, hasta que llegó Tyson, que fue la última gran figura de este deporte. Creo que las generaciones posteriores no han sido capaces de llegar a la espectacularidad de los que les precedieron.

      • Maestro Ciruela

        ¡Vaya, su comentario ha aparecido justo cuando yo envíaba mi pregunta! Creo que su aportación me ha resuelto la duda. Gracias.

      • Joseph, aunque sólo sea por seguir matizando (que me parece bien), cabe decir que se jugó su carrera (y probablemente se perdió al mejor Ali en esos años) por negarse a ir a la guerra. Lo cual, para una estrella mediática, era básicamente ir, sonreír a la cámara para unas cuantas fotos y supongo que nada más: un poco de propaganda y todos contentos.

        Es decir, que la pose, como lo denominas, se sostuvo sobre un sacrificio real indiscutible tanto económico como deportivo y social (no fue precisamente aceptada por todos la noticia de su negativa a ir a Vietnam,la guerra aún no tenía el pleno descrédito de unos años después). Las razones que le motivaban a no ir, fueran puramente pacifistas o algo más, pueden no compatirse, pero eso no afecta a la valoración de dicho sacrificio.

        De hecho, Ali tal vez no hubiera sido lo que es sin lo que logró cuando pudo boxear de nuevo. En lo deportivo, tras perder contra Frazier pudo llegar a no volver a ser campeón, y su victoria sobre aquel Foreman que parecía imbatible fue algo emocionante, en un combate donde ya no bailaba y los expertos pronosticaban una paliza.

        En cuanto a Frazier, hay por ahí un documental donde se muestra como un anciano resentido, que presume de ser el responsable de la enfermedad de Ali tras aquel combate a quince asaltos donde casi mueren. Un epílogo muy triste a la historia de la rivalidad deportiva que tuvieron, donde como dices se aprecian los claroscuros de un Ali que insultó a repetida y excesivamente a un Frazier incapaz de digerirlo, agravado todo ello por el eclipsamiento mediático que supuso hacia el resto de sus boxeadores coetáneos, muchos de ellos excepcionales.

        • Eclipse*, las prisas son fatales.

          • Galahat muy encomiable su comentario, a mi no me tocó ver los mejores momentos de Ali, sólo alcancé a ser testigo si acaso de sus últimos 3 o 4 combates ya muy deterioradas sus facultades, en ese sentido estoy en desacuerdo en la parte de éste artículo donde dice que Ali ya era la «sombra de su sombra» cuando se enfrentó a Foreman, más bien ahí se encontró en la cumbre de su carrera deportiva. La postura de Ali ante la guerra de Vietnam tuvo efectos positivos no lo niego, aunque dudo mucho de su sinceridad, algo similar a lo que hizo Marlon Brando al negarse a recoger su Oscar y mandar una joven nativa americana. Pero todo bien, deportivamente celebro la existencia de Ali, RIP.

          • Pancho Gomez Rizalaba,México DF.

            Yo me aficionė al box gracias a las peleas
            que vi en la televisión de Muhammad AIi,
            Mantequilla Napoles y Sugar Ramos
            tres granded campeones de azabache que
            tenian como entrenador a Angelo Dundee.

    • John Frazier

      joe frazier no murió enemistado con él. poco antes de su muerte se reconciliaron y el propio Ali fue a su funeral.Le invito a visualizar el documental thrilla in manila basado en la visión de frazier en el que el propio hijo de frazier expone que Ali siempre habló con respeto de su mayor rival aunque cierto que se equivocó en muchas formas antes de las peleas. Y su posicionamiento con vietnam y el racismo están claramente definidos por su acercamiento a Malcom y sus corrientes de pensamiento. si hubiera sido pose no se hubiera atrevido a estar tantos años fuera del ring y que le quitaran la licencia, lo hizo a mi juicio y después de leer varias biografías suyas al respecto, por total compromiso. Por otro lado Ali después de las peleas hablaba con sus maximos rivales acerca de las palabras que solía decirles, ahi están los testimonios de foreman, holmes…

      Por otro lado estoy totalmente de acuerdo con usted con su segundo comentario hablando de los boxeadores y las décadas asi como de su percecpción de tyson. Un saludo

  3. Einstein, Gandhi, Ulises, don Quijote… Me rebosa la épica por las orejas

  4. El cristiano Ronaldo del boxeo.

  5. Maestro Ciruela

    Los que cuando noqueó a Liston éramos adolescentes, recordamos a la perfección lo que significó en la década de los 60, Cassius Clay. Nada menos que el tercer icono de la cultura popular más importante de la década, después de The Beatles y James Bond – Sean Connery. En efecto, sus «salidas» podían ser antológicas: «Soy tan rápido que cuando me voy a acostar y apago el interruptor, estoy metido en la cama antes de que se vaya la luz» o algo por el estilo. Si cosas como éstas se le ocurrían a él y no a un «negro» que se las apuntara para soltarlas en los momentos oportunos, la diversión en las entrevistas estaba asegurada, desde luego. De todas maneras, y a pesar de parecernos en esos momentos alguien simpático y con mucho carisma, recuerdo que mi interés se lo ganó, no por practicar ese execrable «deporte» sino cuando en la «cumbre del mundo», decidió tirarlo todo por la borda para seguir sus convicciones en contra de casi todo su país y gran parte del orbe. No voy a entrar a valorar si sus razones eran más o menos válidas, la cuestión es que para él lo eran y aunque demostraba cierta ingenuidad al decir que ninguno de esos asiáticos le había llamado negrata ( los asiáticos casi en su totalidad, sienten un arraigado desprecio por la raza negra muy superior al que puedan tener los blancos) creo que fue coherente al negarse a ir a una guerra que ya muchísima gente en el mundo, incluyendo a Estados Unidos, consideraba un error mayúsculo.

  6. Maestro Ciruela

    Por cierto… esa foto en la que está tumbando a un tipo sin guantes, ¿alguien sabe qué demonios era eso? Veo mucho rostro asiático en el fondo… ¿Era quizá alguna exhibición de boxeo contra artes marciales en Japón o por ahí?

  7. RAMO "TITO" RODRIGUEZ

    Yo tuve la suerte de aficionarse al boxeo cuando en 1963 vi el primer
    combate de José Legrá en España contra el durisimo marroquí
    Ben Layachi y luego vi a Muhammad Ali ganar a Sonny Listón
    el campeonato del mundo de los pesos pesados por la tele y
    luego a José Legrá el campeonato del mundo de los pesos
    plumas al Gales Howard Winstone por la tele y gracias a
    Muhammad Ali y a José Legrá me hice un buen aficionado
    al noble arte del pugilismo.

    • A JOSÉ LEGRÁ LO VI YO EN 1972 DERROTAR POR KO AL MEXICANO
      CLEMENTE SANCHEZ Y GANARLE LA CORONA DE CAMPEÓN DEL
      MUNDO DE LOS PESOS PLUMA EN LA PLAZA DE TOROS DE MONTEREY
      ,NUEVO LEÓN ,MEXICO.EL CUBANO NACIONALIZADO ESPAÑOL JOSÉ
      LEGRÁ ERA EL MUHAMMAD ALI DE LOS PESOS PLUMAS.

      • Pepe Legrá era un fenomeno

      • Muhammad Ali y José Legrá mis dos idolos del boxeo
        mis campeones favoritos

      • Carlos Baena Gallego

        RECUERDO ESTE COMBATE,LUEGO PEPE LEGRÁ LLEGÓ
        AL AEROPUERTO DE MADRID VESTIDO DE CHARRO
        MEXICANO CON EL CINTURÓN DE CAMPEÓN DEL
        MUNDO Y CON UN MARIACHI ACOMPAÑANDO
        A PEPE LEGRÁ.

    • Miguel Asturias

      Yo también me aficioné al boxeo viendo en la televisión los combates de
      Muhammad Alí y de José Legrá y de José Durán viendo a estos estilistas
      comprendí que el boxeo es un deporte de tecnica
      https://www.youtube.com/watch?v=e6GjwPxtLVs
      https://www.youtube.com/watch?v=IAh4O5NJ0O4
      https://www.youtube.com/watch?v=QG75b1VKnQw
      https://www.youtube.com/watch?v=FPPug8vFIJU
      https://www.youtube.com/watch?v=xO5bJ6J5bIY

      • CASSIUS CLAY Y PEPE LEGRÁ MIS IDOLOS DEL BOXEO

        • José Legrá ha sido el Muhammad Ali de los pesos
          plumas ver boxear a Legrá era un espectáculo único
          tenia un juego de piernas único que no le hacia
          falta ni cubrirse además de ganar mas de 130 combates
          y ser varias veces campeón de Europa de los pesos plu
          mas y varias veces campeón del mundo de los pesos
          plumas.

        • LUKE CAGE ,POWERMAN.

          JOSÉ LEGRÁ ERA UN GENIO DEL RING
          CON SU JUEGO DE PIERNAS LO HACIA TODO
          NO LE HACIA FALTA CUBRIRSE . SU RECORD
          PROFESIONAL ES: 133 VICTORIAS 11DERROTAS
          Y 7 COMBATES NULOS ADEMAS FUE VARIAS VECES
          CAMPEÓN EUROPA DE LOS PESOS PLUMAS Y VARIAS
          VECES CAMPEÓN DEL MUNDO DE LOS PESOS PLUMAS.

      • Diego Tous

        Muy buenos combates de José Legrá con razón le llamaban
        el Muhammad Ali de bolsillo además de el Puma de Barbacoa.

      • CharlyXXVI

        MUY BUENOS BOXEADORES MUHAMMAD ALÍ,JOSÉ LEGRÁ
        Y JOSÉ DURÁN

    • El tipo era el luchador japonès Antonio Inoki ex campeón del mundo de los pesos pesados ,Antonio Inoki en Japón es como Georgeous George ,Hulk Hogan ,Dusty Rhodes y Lou Thesz en Estados Unidos ,Santo el enmscarado de plata,BlueDemon ,Mil Mascaras y Huracán Ramirez en México ,Carlos Colón en Puerto Rico ,Jack
      Veneno en República Dominicana y el Angel Blanco y Marcel Tillet .

      • Pancho Gomez Rizalaba,México DF.

        A Antonio Inoki lo recuerdo luchando contra Mil Mascaras
        en la arena México en lucha de apuestas mascara contra
        cabellera ganando Mil Mascaras la cabellera del japonés
        y conservando su mascara.

  8. Pingback: Nunca te rindas, o tu entrenamiento personal para la vida | Álvaro Nomás

  9. MAESTRO CIRUELA :
    EL TIPO SIN GUANTES ES EL LUCHADOR JAPONÉS ANTONIO INOKI QUE
    ENTONCES ERA CAMPEÓN DEL MUNDO DE LOS PESOS PESADOS DE LUCHA
    LIBRE Y SE MIDIÓ A MUHAMMAD ALI EN 1976 EN UNA PELEA DE EXHIBICIÓN
    LUEGO ANTONIO INOKI PERDIÓ SU TITULO DE CAMPEÓN CONTRA
    EL LUCHADOR ENMASCARADO MEXICANO LLAMADO MIL MASCARAS
    QUE POR ESOS AÑOS FUE TAMBIÉN UN ACTOR FAMOSO.

  10. Clay/Alí fue «el de los pies ligeros». El indiscutible Aquiles del siglo XX

  11. Para mí que soy aficionado al boxeo desde los quince años (y tengo 63) para nada ha sido el mejor boxeador del mundo de todos los tiempos. Sus primeros años fueron buenos, pero después de su regreso la pérdida de velocidad fue espectacular. Ademàs sus rivales, salvo excepciones, fueron bastante débiles técnica y físicamente (Algunos, además bastante «gorditos» y fuera de forma).

    Fuera de los pesos pesados han habido, como mínimo, ocho o diez boxeadores mejores que él y en los pesos pesados tres o cuatro.

    En cuanto a lo personal, siempre ha sido un HISTRIÓNICO y un «BOCÓN».

    Sí, ya sé que ha sido (y es) un ídolo y un referente para millones de personas, pero a mí, particularmente, NO ME HACÍA GRACIA.

    Me gustan más los deportistas íntegros y humildes (tipo NADAL, por ejemplo).

  12. Prophesor Cohonciano

    ¿Un japonés que se llama Antonio? ¡A mí no me la pegan, aquí hay gato encerrado! Además, el fulano se pasa el combate cayéndose de espaldas y pegándose unas costaladas de escándalo, al tiempo que intenta derribar a Ali con las piernas. Creo que el arbitrio debería haber permitido al Muhamad patear los huevos al Antonio cuando está por los suelos pero en vez de eso va el tío y los separa.

    • Profesor Cohonciano :
      El verdadero nombre de Antonio Inoki es Kanji Inoki ,lo de Antonio es un nombre
      artístico y se lo puso en homenaje al luchador argentino Antonino Roca,a quien
      Inoki conoció cuando vivía el japonès vivia en Brasil cuando el argentino era
      Campeòn de America del Sur y campeón del mundo de los pesos pesados.Antonino Roca ha sido el luchador mas popular de Argentina junto a Elio Colosetti alias el Coloso.

      • Prophesor Cohonciano

        Pero entonces, ese tío se tenía que haber llamado Antonio el copión que en japonés y según el traductor de google es: アントニオcopión!
        ¡Vaya, resulta que en japonés parece que no existe traducción para copión, ellos que no paran de copiar! Voy a intentarlo buscando para Antonio el que copia y sale esto: コピーアントニオ.
        De nada.

      • Debate de hacer el sonso

    • Que es árbitro no arbitrio, queso es un impuesto municipal como si dijeramos y lo digo sin cashondeo, totalmente en sirio!

  13. Quaotemoc,Monterrey, NL,México.

    Me alegro que habléis de box y de lucha libre y de Cassius Clay y de Antonio
    Inoki y de José Legrá. A Antonio Inoki lo vi luchar aquí en Monterrey en la
    Arena Coliseo formando tercia con El Médico Asesino y el Perro Agua yo
    y ganándole el campeonato del mundo de tercias ha Kate Kung Lee,Kung
    Fu y Black Man. A José Legrá lo vi ganarle el campeonato del
    mundo de los pesos plumas al mexicano Clemente Sanchez aquí en
    Monterrey en la plaza de toros monumental de Monterrey por Ko
    en el 10° round ,recuerdo que Clemente Sanchez venia de ganarle el
    título de campeón del mundo al durisimo japonés Kuniaki Shibata
    por Ko en sólo tres rounds y era el favorito en su defensa contra
    José Legrá que estuvo en las vísperas de la pelea diciejdo «Que Clemente
    Sanchez se afeitarse la barba si no se la afeitar el a trompadas y que el
    seria el nuevo campeón delmundo de los pesos plumas » Luego cuando
    se celebró la pelea primero subió al ring José Legrá y luego Clemente
    Sanchez subió con el cinturón de campeón y Legrá le dijo : «Tu ni eres campeón
    del mundo ni eres nada ¿para que llevas el cinturón de campeón del mundo
    para sujetarte los pantalones? » y luego Legrá le pegó tal golpiza que
    el referente paró la pelea y dio por ganador a José Legrá.

  14. Donald Fernández ,Forth Lauderdele,Florida ,USA

    Gran luchador Antonio Inoki todo un campeón lo mismo que
    José Legrá el Muhammad ALI de los pesos plumas.

    • Andrés Cañedo

      José Legrá era mi boxeador preferido aquí en España,de fuera eran Cassis Clay
      el panameño Roberto «Mano de Piedra » Duran y el cubano nacionalizado
      mexicano José » Mantequilla » Napoles.

  15. Louis Buñuelo

    ¿Ves lo que pasa, E. J. Rodríguez, cuando sacas un tema como el del boxeo? ¡Qué menuda fauna está aterrizando por aquí!

  16. Louis Buñuelo

    ¡JAJAJAJAJA! E. J. Rodríguez, ¡la que se te ha venido encima! El post arrancó con cierta categoría pero ahora mismito, está a nivel de subsuelo.

    • Kid Pambelę

      Gracias a este post E.J Rodrigues ya no hay tantos como Luis Buñuelo que
      se cree la ultima Coca cola en el despierto por ser de los de «Macho,macho
      come mujer .come muchacho» como decimos en Huilsa.

    • Jesús "PADROTE " Sanchez

      Louis Buñuelo :
      Gracias al articulo de E.J Rodriguez mandan post gente que
      no va de pedantes que miran por el hombro y te tratan de fauna por
      hablar de boxeo,lucha libre y cine de ficheras.

  17. Gracias a Muhammad Ali y a José Legrá soy un buen aficionado
    al boxeo de calidad

  18. FRANCISCO ,CAMAS ,SEVILLA.

    MUHAMMAD ALI EL CURRO ROMERO DEL BOXEO,
    JOSÉ LEGRÁ EL PACO CAMINO DEL BOXEO.

  19. Stalyn Saá

    Muchos comentarios fuera de lugar.

  20. Urbano Iglesias

    Muhammad Ali y José Legrá eran mis dos boxeadores favoritos.

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