«¡Eres tan feo que podrías estar en un museo de arte moderno!» le espeta el sargento de artillería Hartman al Recluta Patoso nada más conocerlo. y el símil martilleó nuestra conciencia desde entonces. ¿Qué había de cierto en él? Está claro que el arte contemporáneo ha arrinconado la belleza y podríamos discutir largo y tendido hasta qué punto ha dejado también de ser arte, pero mejor si antes de tan sesudo debate nos documentamos recopilando ejemplos, deteniéndonos particularmente en retratos de una fealdad espantosa, aquellos que parecen pintados para consumar alguna venganza o para decorar el salón de actos de Isengard y que no desentonarían protagonizando memes con el título «¿Te rieh?». Voten sin mala conciencia o añadan los que estimen convenientes, y no se dejen intimidar por los nombres de sus autores, pues tales creaciones requieren un talento y una originalidad que nadie cuestiona. Y valor, hace falta valor también.
(la caja de voto se encuentra al final del artículo)
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Dora Maar au Chat, de Pablo Picasso
Dora Maar fue una de las muchas amantes de Picasso y una de sus principales musas. Tuvo una vida atormentada y acabó sufriendo graves problemas psiquiátricos, así que no es difícil encontrar en esta obra un retrato no de su aspecto externo (en tal caso hubiera estado en un circo ambulante) sino de su compleja personalidad. Fue pintado en París con la ocupación alemana como telón de fondo y se vendió por noventa y cinco millones de dólares a un magnate ruso, así que tal vez no sea un cuadro de una belleza convencional pero desde luego sería un buen regalo.
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Mujer con sombrero y cuello de piel, de Pablo Picasso
«Tienes una cara interesante, me gustaría hacerte un retrato» era la frase que usaba Picasso para ligar. Al menos con Marie-Thérèse Walter le funcionó, pues tras oírla se convirtió en una de sus modelos, amante y madre de una hija que tuvieron en común. La lista de retratos femeninos que llevó a cabo el artista malagueño fue muy amplia y bajo estilos muy variados, aquí ya hablamos de otro de ellos.
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Retrato de Lydia Delectorskaya, de Henri Matisse
Lydia Delectorskaya tuvo una relación comparable con Henri Matisse como musa y amante, aunque más duradera en el tiempo. Le dejó la cara como la bandera de Gran Canaria a la pobre.
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Mujer con sombrero, de Hneri Matisse
Matisse tuvo durante unos cuantos años una relación a dos bandas pues, además de con la citada amante, siguió casado con su mujer Amélie. Aquí la vemos retratada con una cara bien larga e intuimos el motivo, dado que no estaba muy conforme con el arreglo y terminó abandonándole.
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Retrato de Cendrars, de Amedeo Modigliani
Modigliani era italiano pero como todo pintor que se preciara en su tiempo emigró a París. Allí realizó numerosos retratos, o caricaturas más bien habría que decir, como esta al escritor Blaise Cendrars.
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Retrato del pintor Moïse Kisling, de Amedeo Modigalini
Con su colega de profesión Moïse Kisling no fue más piadoso…
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Retrato femenino, de Moïse Kisling
Moïse Kisling a su vez fue el autor de otros muchos retratos, especialmente femeninos, fijando su atención tanto en sus rostros como en sus cuerpos desnudos.
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Cabeza abstracta, de Alexei von Jawlensky
Nació en Rusia en 1864 aunque ya en la edad adulta se trasladaría a Alemania, donde desarrollaría su carrera como pintor expresionista. Dibujó muchos rostros, a cada cual más abstracto, tal como indica el título de este.
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Dos hermanas, de John D. Graham
Nacido en Ucrania en 1886, su nombre original era Ivan Gratianovitch Dombrowsky y su vida estuvo estrechamente unida a la historia europea, pues combatió en la Primera Guerra Mundial y fue hecho prisionero durante la revolución rusa, hasta que emigró a Estados Unidos y comenzó su vida como artista. Esta es su obra más destacada, en la que vemos a dos hermanas con cara de tener una conversación interesantísima.
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Woman III, de Willem de Kooning
Muy influido por el anterior, este pintor de origen holandés realizó una serie de retratos de mujeres cuyo número tres, el que ven sobre estas líneas, se vendió por 137,5 millones de dólares. Barato para la calidad que tiene, me dirán.
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Autorretrato con copa de champán, de Max Beckmann
La historia europea también se ensañó con virulencia en este otro artista, que fue igualmente reclutado para la Primera Guerra Mundial. Una experiencia traumática que influiría en su obra, más adelante tachada de «degenerada» por el nazismo para quebranto del autor, que tuvo que abandonar el país. Este cuadro es de 1919 y merece mención especial el personaje del fondo, con cierto aire al moreno de Ortega y Pacheco.
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Retrato de un hombre, de Erich Heckel
Otro autor también catalogado como degenerado por el Tercer Reich, lo que supuso la destrucción de parte de su obra. Algunos de los que se conservaron forman parte hoy día de la colección del Thyssen-Bornemisza. Este hombrecillo verde cabezón es un autorretrato pintado en 1919.
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Estudio para la cabeza del papa gritando, de Francis Bacon
Concluimos aquí este breve repaso, reconociendo que todos los artistas mencionados supieron desarrollar un estilo propio, quizá por eso sus rostros nos parecen tan horribles. Al fin y al cabo todos los guapos se parecen pero los feos lo son cada uno a su particular y deforme manera. Respecto a este último, Francis Bacon, es el ejemplo más claro de que una obra no tiene necesariamente que ser «bonita» para tener valor estético. Los papas gritando que ideó son grotescos, satánicos incluso, pero al mismo tiempo llaman poderosamente nuestra atención y difícilmente podemos apartar la mirada de ellos. Este fue pintado en 1952, el año previo al más conocido Estudio del retrato del papa Inocencio X de Velázquez.
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No voto porque no me decido. No sé dónde posar la vista que no sea recuerdo de la muerte.
Aunque quizá me inclinase por la del papa gritando si estuviese en el interior de alguna iglesia brutalista. Mientras no sea así, me abstengo.
La verdad es que me gustan todos, pero creo que el de Bacon no lo colgaría en ninguna pared de mi casa. Ni de la tuya.
Pingback: ¿Cuál es el retrato más feo del arte moderno?
Frida Kahlo
Voto por «Autorretrato cubierto de mierda» de David Nebreda. Es realmente espeluznante.
Ese fotográfo me recuerda a joel peter witkin
Ecce Homo de Borja
Hneri Matisse
Amedeo Modigalini
Los menos feos y más monos son los de Picasso porque durante años y años se nos ha dicho por parte de gente muy entendida que era un pintor cojonudo. Y claro, tanta gente y tan entendida no puede estar equivocada.
No sabian dibujar y con el cuento de arte moderno nos dejaron mamarrachos, nada comparable con las pinturas del renacimiento.